Extra- Reunión caótica
La oficina estaba silenciosa, la paz apenas interrumpiéndose por el pasar de las páginas de los documentos que consumían a Silco en una infinidad de burocratismo. Haberle restado poder a los chem-varones había sido todo un problema, pero tener gente tan inestable sosteniendo la economía del nuevo Zaun habría destruido el futuro que él quería asegurarle a su nación.
Seguro, habían sido un mal necesario durante los tiempos de guerra, sin embargo, la paz requería sistemas más estables.
Las familiares pisadas pesadas alertaron a Silco de su inminente visitante antes de los dos toques bruscos en la puerta.
—Adelante.
Sevika entró en la oficina con la confianza que la caracterizaba, un andar firme y la dureza en su expresión. Silco sabía que había algo diferente en la mujer pese a todo; ella no solía desviarse de sus horarios y su visita informativa estaba programada para dentro de cuatro horas más. Él solo esperaba que no viniera a reportar problemas. Era lo último que necesitaba en ese momento.
—No es hora de tu reporte —comentó Silco, su mirada todavía enfocada en el documento de transporte de cargas delicadas en la frontera de Zaun.
—Lo sé —respondió Sevika, sacando uno de sus cigarros y dejándose caer en el sofá más cercano.
Silco esperó paciente, terminando de firmar los permisos para los cargamentos mientras escuchaba a Sevika encender el cigarro, el sonido familiar de papel y nicotina quemándose y, luego, una exhalación cargada de humo que ascendió en arabescos hacia el techo.
—Tenemos que hablar.
La frase en sí misma no era rara para Sevika, pero fue su tono pesado lo que alertó a Silco. Alzando la mirada, él la estudió con cuidado, notando la seriedad en su expresión, la tensión sobre sus hombros. Silco no dudó en apartar el resto de documentos y alcanzar un tabaco para sí mismo, encendiéndolo con parsimonia.
—¿Sobre qué?
—Jinx.
—Ah —Silco se detuvo a media aspiración, mirando a Sevika con un brillo particularmente letal en ambos ojos contrastantes—. ¿Qué hizo ahora?
—No es algo que ella haya hecho, técnicamente —respondió Sevika, tomando una calada profunda de su cigarro e inclinándose hacia adelante, apoyando su codo sobre una de sus rodillas.
—Entiendo.
Sin inmutarse, Silco se levantó de su escritorio, avanzando hacia la pequeña despensa que tenía a un lado repleta de sus bebidas favoritas. No era usual que fuera él quien sirviera a Sevika, pero el rumbo de la conversación ameritaba trato especiales, así que Silco sirvió dos vasos de su bebida más fuerte y le alcanzó uno a la mujer que había sido su mano derecha durante más de una década. Ambos terminaron sentados uno frente al otro.
—¿Finalmente vienes a hablar de ello?
Sevika guardó silencio, observando atentamente a Silco. Pasados unos segundos, el esbozo de una sonrisa estiró la comisura de sus labios con un aire derrotista y Sevika se bebió la mitad de su vaso de un trago.
—Tenía mis sospechas respecto a si lo sabías o no, supongo que allí está mi respuesta.
—Es difícil ocultarme lo que ocurre en Zaun, Sevika, esperaba que ya lo supieras —repuso Silco con calma, dándole vueltas a su bebida—. Más aún cuando son tan evidentes.
—¿Por qué sigo viva entonces? —cuestionó Sevika, calando el final de su cigarro y arrojándolo al cenicero más cercano.
—Porque no hay nada que un padre no haría por su hija —respondió Silco, expulsando el humo del tabaco por la nariz—. Vi la mejora en Jinx, la forma en que empezó a centrarse, a reír más sin ese borde maníaco tan familiar. No podía quitarle eso. Pero no te equivoques, le haces el mínimo daño y no quedarán ni tus cenizas para recordar.
Sevika no pudo contener la risilla ronca que vibró en su pecho, bebiendo el final de su vaso y dejándolo encima de la mesa central antes de mirar a Silco con cierta diversión en sus ojos.
—Estoy segura de que eso es algo de lo que ella misma se encargará mucho antes de que tú puedas siquiera enterarte.
Silco sonrió apenas, sabedor de la capacidad letal de su hija.
—¿Qué cambió? —preguntó él, mirando a Sevika atentamente a través de los espirales de humo de su tabaco—. Han guardado el secreto por más de tres años, ¿por qué decirlo ahora?
—Porque ella es tu hija y aprendió de ti —respondió Sevika con cierto enigma, bajando la mirada hacia su mano biológica por apenas un instante antes de volver a enfrentar los ojos azul y rojo de Silco—. Al igual que tú, no pudo contenerse de recoger un animal callejero.
Si Silco se sorprendió por la noticia, su rostro no lo mostró, pero Sevika lo conocía mejor como para confiarse de esa reacción. Durante algunos segundos la tensión llenó el ambiente y Silco solo miró a Sevika, hasta que se volvió a llevar el tabaco a la boca mientras ella encendía otro cigarro.
—¿Recogió un huérfano?
—Una niña, cerca de la fosa de peleas —explicó Sevika, rotando el cigarro entre sus dedos—. La mantuvo oculta dos semanas en el almacén abandonado.
—Por eso estaba allí —comentó Silco, más para sí mismo que para ella—. Eso explica su conducta evasiva en esos días. Pensé que simplemente habían tenido una discusión, considerando tu propio desequilibrio en esas fechas.
Sevika mantuvo su rostro impasible, aceptando que quizás no había logrado separar su vida laboral de la privada tan bien como ella había creído. Eso, o simplemente Silco la conocía demasiado bien.
—Lo que me estás diciendo, Sevika, es que ahora ustedes tienen una hija, ¿cierto? —inquirió Silco, deseando aclarar todas las sombras de la situación. Sevika asintió una sola vez con firmeza—. Bien, en dicho caso, espero que sepas que tomaste una decisión para toda la vida. No es solo Jinx ahora. Un mal paso y me aseguraré que ambas te recuerden como algo bueno mientras desaparezco tu cuerpo, ¿entendido?
No era una amenaza vaga, Sevika lo sabía mejor que nadie. Incluso ella no podría ganar contra todos los brutos soldados de shimmer de Silco si él mandaba una horda entera detrás de ella. No tenía miedo, no de eso. Sevika era leal hasta romperse y Silco lo sabía mejor que nadie, ella ya había tomado una decisión respecto a donde estaban sus prioridades y lealtad. Nunca hubo vuelta atrás.
—Si eso es todo, me parece que sería bueno que dejaran de esconderse —declaró Silco con cierto desinterés, como si fuera algo lógico y no hubieran otras posibilidades.
No las habían.
—La niña necesita ir a clases —dijo Sevika, un zumbido nervioso finalmente quemando en su abdomen—. Ella no habla, necesitará ciertos tratos especiales.
—¿Sorda?
—No parece serlo, probablemente sea producto a las cosas que vivió antes de que Jinx la encontrara. Lo cual me lleva a otro punto, necesito autorización para hacer una limpieza de ratas en la fosa.
—¿Sabes a quién estás buscando en específico? —preguntó Silco, terminando su bebida y dejando que el vaso colgara sin cuidado en su flojo agarre.
—No realmente.
—Entonces lleva a varios de los muchachos contigo, necesitarás hacer algunas preguntas para que puedas encargarte como se debe de aquellos involucrados en herirla.
—¿Solo así? ¿Tan fácil? —Sevika no confiaba en la generosidad excesiva de Silco y la forma en que su ojo rojo destelló cuando él alzó una ceja en su dirección le hizo saber que estaba en lo correcto.
—No me malentiendas, pagarás por haber guardado este secreto tanto tiempo y haber sobrepasado tu posición, pero la prioridad está en asegurar las calles para la niña.
—Isha —corrigió Sevika casi sin pensar, aunque Silco pareció más divertido que molesto por esto.
—Para Isha —dijo Silco, apagando su tabaco en el cenicero con dibujos de monitos brillantes que solo él usaba al ser un regalo especial de Jinx—. Encárgate de eso y repórtate ante mí en cinco horas. Avísale a Jinx que tendremos una reunión familiar en la tarde.
Sevika escogió no decir nada, apagando el cabo de su cigarro y levantándose del sofá. La mirada pesada de Silco la siguió fuera de su oficina hasta que la puerta se cerró, interponiéndose entre ambos y permitiéndole a ella respirar un poco más tranquila. Lo que fuera que Silco tenía preparado para ella, Sevika estaba lista.
Bajando las escaleras y avanzando por la calle todavía iluminada por la luz del sol, algo que había sido tan extraño en Zaun hacía algunos años, Sevika sintió el peso levantándose de sus hombros. No tenía que esconderse ya.
Deteniéndose a mitad de un callejón casi desolado, siendo que la vida en Zaun seguía empezando casi en su totalidad en la noche, Sevika cuadró sus hombros y esperó.
«Tres, dos, uno…»
El familiar peso de Jinx cayendo sobre su espalda la golpeó de lleno, desequilibrándola hacia adelante por el peso extra de Isha. Sevika tuvo que dar un paso al frente para mantenerse de pie, su mano biológica yendo hacia su espalda y rodeando el trasero de Jinx para darle más estabilidad mientras ella se encargaba de sostener a Isha.
—¿Y bien? ¿¡Qué dijo!? ¿¡Qué dijo!? ¿¡Qué dijo!?
—¡Jinx, deja de moverte! —espetó Sevika, teniendo que usar su brazo biomecánico para sostener a Jinx del todo.
Una larga trenza cayó por su hombro, encima de la pequeña pierna de Isha que ahora rodeaban su cuello. La risilla de la niña encima de ella, aferrándose con cuidado a su cabello, mantuvo a Sevika calmada.
«Joder, soy un puto muñeco en sus manos».
—Si estás aquí, debe de haber ido bien —dijo Jinx, ignorando a Sevika y rodeando sus caderas por detrás con sus piernas, propulsándose más hacia arriba junto con Isha.
—¡Bájate de una jodida vez! —ordenó Sevika, tirando de una de las trenzas de Jinx para zafarla de su cuerpo.
Jinx ahogó su grito ante el dolor ardiente de su cuero cabelludo, dejando su cuerpo seguir la guía del tirón y terminando delante de Sevika.
Desde su altura, Sevika podía ver los detalles de Jinx más claramente a la luz del día: su pecho subiendo y bajando rápido y superficial; el tono rojizo que se extendió desde sus mejillas hasta esconderse debajo del cuello de tortuga de su top, donde Sevika sabía que su piel estaba decorada con sus marcas; el negro que creció en sus ojos hasta casi consumir el violeta de su iris por un instante.
El dolor en su propio cuero cabelludo rompió a Sevika del trance, sosteniendo con su mano la espalda de Isha, quien casi se había resbalado de encima de sus hombros.
—Mierda, ¿estás bien, niña? —preguntó Sevika, viendo el casco de Isha rebotar en su cabeza cuando ella asintió. Sus ojos volvieron a enfocarse en Jinx, quien tenía una sonrisa traviesa, sabedora de lo que acaba de pasar por la mente de su mujer—. No ahora —advirtió Sevika, recibiendo como respuesta un gesto desinteresado.
—¿Qué dijo papá finalmente? —volvió a preguntar Jinx, dejando que su mirada recorriera a Sevika de pies a cabeza.
—Maldita mocosa —farfulló Sevika entre dientes, levantando con ambas manos a Isha de su cuello y cargándola contra su pecho para evitar que viera directamente las provocaciones de Jinx—. Aceptó la situación, está bien con todo y quiere reunirse esta tarde y conocerla.
—¿Escuchaste eso? —preguntó Jinx con voz infantil, aplaudiendo una vez delante de Isha y sonriendo—. Papá quiere conocerte. Él es algo aterrador, tiene un ojo feo como el infierno la verdad, pero en el fondo es como Sevika, parecen monstruos aterradores y son tan blandos como un malvavisco quemado.
—¿Qué rayos andas diciéndole a la niña?
—¡La verdad! —defendió Jinx, una mano descansando en su cadera de forma desafiante.
—Es que no puedo contigo —murmuró Sevika, bajando a Isha al suelo y acariciando su casco con suavidad—. Tengo trabajo ahora, ¿puedo contar con que no se metan en problemas?
—Estaremos en La última gota, creo que a Isha le podría agradar Chuck.
—Busca a Ran si necesitas que alguien la mire, no confío en el imbécil incompetente ese para mantenerla vigilada —indicó Sevika—. Y tú, niña, asegúrate de no perderla de vista. Tu mamá es extrañamente escurridiza.
—No todo el mundo es un tanque de guerra difícil de ignorar —repuso Jinx, pero igual se rio junto con Isha.
—Nos vemos más tarde, las recogeré en el bar.
Sevika acarició por última vez el casco de Isha, despeinándola por la ligera presión que esto hizo sobre su cabello, antes de dirigirse en dirección al cuartel principal donde recogería a un grupo de hombres para cumplir su cometido.
—¡Vika, espera! —pidió Jinx, cerrando su mano alrededor de la capa de Sevika que cubría su brazo mecánico.
Antes de que pudiera reaccionar, Sevika se encontró con Jinx presionada contra su pecho, la tensión de sus dedos en su cabello tirándola hacia adelante y sus labios impactando juntos.
La impresión inicial desapareció bajo el calor abrazador que incendió todo dentro de ella. Los labios de Jinx eran demandantes, implacables, expertos en hacer sucumbir a Sevika sin importar qué parte de su cuerpo besaran. Su cuerpo se movió por instinto, su mano rodeando la espalda de Jinx y apretándola contra sí misma, su boca doblegándola bajo ella.
El sonido húmedo de sus labios al separarse quebró su poco raciocinio restante. La maldita mocosa de mierda había logrado meterse debajo de su piel, escarbar un lugar entre sus costillas y esconderse justo detrás de su corazón, usando el órgano endurecido por los años como su saco de boxeo personal hasta que empezó a latir solo a su ritmo preferido.
—Sí, joder —farfulló Jinx entre dientes, algo jadeante—. Moría por hacer eso.
—¿¡Pero qué mierda…!?
Sevika sintió toda su piel erizarse. Por reflejo, su cuerpo se movió hasta posicionarse delante de Jinx, quien ya tenía su arma en una de sus manos y mantenía a Isha detrás de ella con la otra.
Delante de ellas, una figura que no creían volver a ver se plantaba con una expresión de ira desconcertada que no auguraba nada bueno. Detrás de Vi, la cara familiar de su jodida novia vigilante era un cuadro de asombro absoluto.
«Jodida mierda».
—¿Qué coño haces tú aquí? —preguntó Jinx bruscamente, presionándose contra el brazo de Sevika que la mantenía detrás de ella.
—¿Cómo que qué hago yo…? —Por un instante, Vi se mostró confundida, intentando comprender lo que estaba viendo—. ¡Olvídate de eso! ¿Qué mierda acabo de ver?
—Si tengo que explicártelo deberías de tener cuidado, tu novia la vigilante se conseguirá a otra que le haga los favores —espetó Jinx, ignorando el regaño siseado de Sevika por provocar a Vi. No necesitaban añadir combustible al fuego.
—Vi —intentó intervenir Caitlyn, siendo igualmente ignorada.
—¿Qué mierda le hiciste a mi hermana?
Era una pregunta razonable, joder que Sevika lo sabía, pero fue la mera insinuación de que alguien podía forzar a Jinx a hacer algo lo que la molestó. Ella no era una niñita indefensa contra el cruel mundo, no lo había sido en mucho tiempo; si algo, Sevika consideraba que era el mundo el que tenía que protegerse de Jinx si algo algún día lograba detonarla.
—Nada que ella no quisiera —respondió Sevika, dando un paso al frente, el vial de shimmer entrando en el compartimento de inyección.
Si conocía de algo a Vi, sabía que no iba a contenerse.
—¡Maldita hija de puta!
Jinx tomó a Isha y saltó a un lado, dejando que Sevika bloqueara el golpe del guantelete de Vi y se apartara. Al otro lado, Caitlyn sacó su rifle y apuntó a ambas, pero Jinx dirigió su pistola hacia ella y solo se quedaron mirando una a la otra, hasta que la mirada de Caitlyn cayó en la niñita que se aferraba a la mano de Jinx con todas sus fuerzas y miraba aterrada hacia Vi y Sevika.
—¡Vi! —gritó Caitlyn, intentando detener la violencia, pero nadie parecía escucharla y algo le decía que no iba a poder dispararle a Sevika sin traumatizar a una niña y recibir una bala ella misma.
Uno de los guanteletes de Vi se hundió en el abdomen de Sevika, sacándole el aire. La mano biomecánica de Sevika se aferró al brazo contrario de Vi, tirándola contra una pared cercana y golpeando con su puño humano directo en su cara. El otro guantelete colisionó contra su lado, haciendo a Sevika soltar a Vi, no sin antes desgarrar su piel con las garras.
Desde el límite de la violencia, Jinx vio a su hermana golpear a Sevika contra la pared y su dedo se apoyó en el gatillo, aunque sus ojos se concentraron en la forma en que Sevika impactó el rostro de Vi contra su rodilla. A su lado, Isha se aferraba a su mano hasta casi poner sus dedos morados. Jinx sabía que no podía dejar la pelea continuar por mucho.
—¡Asquerosa de mierda! —gritó Vi, aprisionando a Sevika contra la pared con su guantelete.
—Ella no se queja —provocó Sevika, enterrando sus garras en el panel que sostenía la gema Hextech y desactivando el guantelete.
El sonido estridente de metal colisionando en el suelo sobresaltó a Jinx, haciendo que su mano se soltara de Isha. Todo ocurrió en un segundo. Isha estaba a su lado y, al siguiente, su pequeño cuerpo había trepado por el de Sevika y se había interpuesto entre el puño del guantelete de Vi y ella.
Jinx gritó. El disparo resonó en el aire.
Por un instante el mundo estuvo quieto en su totalidad. Poco a poco el paisaje empezó a tomar forma. Vi de pie, el guantelete a su lado en el suelo soltando humo allí donde la bala lo había atravesado; Sevika dándole la espalda, ambos brazos cubriendo a Isha y exponiéndose vulnerable a sí misma; Caitlyn mirando atónita la expresión aterrada de Vi, el cañón de su rifle todavía caliente por su disparo; y Jinx a su lado, sosteniendo su propia arma contra su sien.
—Aléjate de ella, Vi —ordenó Jinx, atrayendo la atención de Vi hacia ella y viendo el miedo cruzar su rostro al entender la amenaza inminente sobre Caitlyn.
—No iba a… —Su explicación murió atorada en su garganta.
No iba a herir a la niña, su cuerpo ya estaba lanzando el golpe antes de que ella percibiera el pequeño cuerpo interponiéndose. Iba a detenerse, aunque quizás no a tiempo. Lo único que hubiera salvado a la niña fue la forma en que Sevika la protegió, exponiéndose y arriesgando su vida.
—¿Qué mierda haces aquí después de todos estos años? ¿Acaso no le dije a tu puta de tu noviecita que te mantuviera en Piltover? —El cañón de su pistola se presionó contra la sien de Caitlyn.
—No vinimos por ti —dijo Cait de inmediato, sus manos todavía agarradas firmes a su rifle—. Estábamos buscando a Silco para una visita oficial. No vinimos a buscar problemas.
—Díselo a la loca de tu novia con sus guantotes de perra salvaje —espetó Jinx, presionando más la pistola contra Caitlyn.
—¿Y cómo esperabas que reaccionara al descubrir que una tipa que nos conoció de niñas se está tirando a mi hermana? —acusó Vi, ignorando a Sevika, que se ponía de pie todavía cargando el cuerpo tembloroso de Isha.
—No esperaba que descubrieras una mierda a decir verdad, pero ya que lo sabes…
—¿Qué mierda te hizo?
—Como Vika ya te dijo, nada que yo no quisiera.
—¡Como si tus decisiones sobre lo que quieres fueran confiables! —espetó Vi, pateando el guantelete a un lado y apenas conteniéndose de avanzar hacia Jinx por la forma en que ella colocó el dedo en el gatillo—. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿Qué tan pequeña eras?
—Cuidado con lo que insinúas —advirtió Sevika, recogiendo su capa del suelo para colocarla encima de Isha.
—¡No insinúo nada, estoy diciendo lo que veo!
—Pues tanto parar los golpes con la cara te dejaron ciega y estúpida, hermana —intervino Jinx, dando un paso atrás para alejarse de Caitlyn, pero sin bajar su arma—. ¿Tienes idea de lo difícil que fue seducirla? Yo era una adulta independiente, vivía sola y podía tomar las decisiones que quisiera y aún así fue un desafío lograr que ella diera su brazo a torcer. Si piensas que vas a venir a joder eso ahora por algún tipo de principio moral que no me interesa, tienes daño cerebral.
—Tú… —Vi frunció el ceño, intentando procesar lo que Jinx decía—. ¿Tú la sedujiste a ella?
—Incesantemente —respondió Jinx de inmediato, haciendo a Vi gruñir.
—Vi, quizás debamos irnos —sugirió Caitlyn, mirando de reojo a donde Isha seguía aferrada a Sevika.
—Esto no está bien —farfulló Vi.
—Lo mismo podría decirse de darle la espalda a tu gente para ir a follarte a una puta vigilante de alta cuna, pero aquí estamos —repuso Jinx con un encogimiento de hombros desinteresado.
—No es lo mismo.
—¡Lo es para mí! —gritó Jinx, el arma más firme en su agarre y apuntando de nuevo hacia Caitlyn—. Y si vuelves a amenazar a mi familia, prometo dejarte un pastelito de carne decorado con pólvora en la cama.
Vi sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante la frialdad en la mirada de Jinx, la seriedad de su amenaza. Sus ojos encontraron los de Caitlyn y Vi solo pudo asentir, estirando su mano hacia ella para que Caitlyn viniera a su lado. Jinx las observó atentas, rodeándolas hasta llegar a Sevika e Isha, solo entonces bajando el arma.
—Creo que es suficiente —cortó otra voz, congelándolas a todas al mirar hacia las sombras donde el ojo rojizo de Silco destellaba en la oscuridad—, ¿no les parece?
—Nosotras ya nos íbamos —dijo Caitlyn, intentando vanamente contener la situación.
—No, joven Kiramman, usted dijo que tenían un asunto oficial que hablar conmigo, que asumo tiene que ver con el manifiesto que recibí del Concejo de Piltover esta mañana.
—Yo… eh, sí, así es.
—En ese caso, descansen y despejen la mente. Tendremos la reunión tan pronto yo analice el manifiesto —indicó Silco, señalando hacia su derecha con tranquilidad—. Creo que Babette tendrá una habitación para ustedes.
Lo que fuera que Vi iba a decir, Caitlyn lo impidió colocando una mano en su hombro. Ambas recogieron los guanteletes y aceptaron la oferta de encontrar refugio con Babette temporalmente. Vi estaba demasiado alterada para tener una conversación.
Quedando solos, Silco analizó al núcleo que se había quedado frente a él, encontrando la mirada miel de ojos grandes fija en él de inmediato. Con una sonrisa ladina, Silco caminó hacia Sevika, recogiendo del suelo el casco que había visto en la cabeza de la niña antes de su valiente interferencia en la pelea.
—Creo que esto es tuyo —comentó Silco suavemente, viendo a la pequeña sacar la cabeza debajo de la capa de Sevika y asentir—. Adelante, tómalo.
Con manos temblorosas, pero sin mermar fuerza, Isha tomó su casco y se lo puso, volviendo a esconderse contra el pecho de Sevika y sin dejar de mirar a Silco, apenas el esbozo de una sonrisa en su carita adorable.
—Sevika, lo que hablamos hace un rato —dijo Silco sin apartar sus ojos de la niña—. Haz una limpieza general.
—Sí, señor.
Jinx no necesitaba haber estado allí para saber lo que eso significaba. Isha acababa de convertirse oficialmente en familia de Silco. Habría un infierno por pagar para todo aquel que alguna vez la habría lastimado. Y Jinx iba a disfrutarlo.
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HOLAAAAAAAAAAAAAAA.
¡QUE EMOCIÓN TENGO ENCIMA CON ESTE CAPÍTULO, CARAJO!
Nada mis bolas de algodón con ships enfermitas como las mías, aquí estamos. La llegada de Vi en el momento menos oportuno es algo que me hizo reír mucho al escribirlo.
Por cierto, ¿notaron la insinuación a la escena de la pelea de Vi contra Jinx en la que Caitlyn le importó 3 carajos la niña? Claro, aquí está planteado diferente, pero me gustó darle como una pequeña luz a cómo las cosas pudieron haber sido diferentes.
¡¡¡¡Silco como abuelo que resuelve me puede!!!!
Ustedes no lo saben todavía, PERO el siguiente capítulo tiene una interacción tan adorable con Isha que me muerooooo.
Equis, nos leemos pronto.
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