Extra- Evolución
El bullicio de la calle se colaba incluso a través de las ventanas cerradas. La ceremonia oficial no empezaba hasta la caída del sol, pero la celebración los zaunitas la habían iniciado desde antes del amanecer. La actitud festiva y alegre se había ido acumulando durante los días previos al Día de la Independencia, explotando desde temprano en la mañana en forma de gritos y festivales.
Era una inversión necesaria por parte del gobierno, mantener a la población contenta era importante.
Jinx repasó una última vez su delineado negro encima del intenso violeta de su sombra de ojos, contrastando con los aros de plata que recorrían parte de su oreja izquierda. Nunca la derecha, Sevika prefería morder esa.
La sombra a sus espaldas la alertó del movimiento, haciendo a Jinx mirar a través del reflejo hacia el resto de la habitación. Un rostro sonriente con un adorable espacio entre los dientes frontales apareció sobre su hombro, mechas azules adornando las puntas de su cabello y grandes ojos miel brillando al mirarla.
—¿Te gusta, conejita? —preguntó Jinx, hundiéndose en los brazos de Isha al rodearla. Incluso usando tacones, la niña ya era más grande que ella.
«Supongo que ya no es una niña».
Haciendo las señas frente al espejo para que Jinx pudiera entenderla, Isha le dijo lo hermosa que se veía y que esperaba que no matara de un infarto a su madre al verla. Jinx no pudo más que carcajearse.
—Matarla no, pero sí darle un pequeño susto —respondió Jinx en voz alta, acompañando sus palabras con señas.
Isha podía hablar, no había nada malo con sus cuerdas vocales según los médicos. Las hipótesis fueron desde que no había tenido contacto frecuente con personas hablantes durante los años más importantes o que algún trauma la dejó con un mutismo selectivo.
Jinx y Sevika habían hecho todo en sus manos para ayudarla, llegando tan lejos como para aceptar la ayuda de Tobias Kiramman; con Caitlyn como mediadora; y que reconocidos médicos de Piltover la atendieran. Aun cuando Isha había aprendido algunas palabras básicas y era evidente que podía seguir desarrollando su habla, la niña prefirió el lenguaje de señas y ellas aceptaron su decisión.
No habría lugar en el que esconderse si alguien osaba siquiera cuestionar esa decisión o burlarse de Isha por ello.
—¿Estás lista para todo hoy? —preguntó Jinx, agregando más adornos brillantes a dos trenzas de su cabello que nacían desde la cima.
—Sí, mamá —señaló Isha, girando los ojos con fingida irritación—. Recojo a Cassidy de la escuela y sigo hacia casa del abuelo. Tobías la vendrá a recoger en la noche para que la Tía Vi y la Tía Cait pasen una velada agradable y yo me quedo con el abuelo porque ya estoy demasiado grande para despertarme en medio de la noche porque ustedes rompieron algún mueble mientras follaban.
—¡En nuestra defensa, eso solo pasó unas tres o cuatro veces!
—Fueron seis y sigue siendo más que suficiente. No hablo, no significa que no escuche y si creen que sus mordazas son efectivas, deberían de tener en cuenta que esto se escucha —repuso Isha, terminando sus señas con un aplauso repetitivo y fuerte que imitó el sonido de las caderas de Sevika contra las de Jinx cuando tenían sexo.
—Está bien, está bien, solo… no le digas estas cosas a mi padre —pidió Jinx, ajustando un brazalete plateado con gemas azules y rosadas justo por encima del tatuaje de un cintillo de orejas de conejo, que descansaba encima de un círculo y una equis, que ella tenía en su brazo en honor a Isha—. Está demasiado viejo para esas historias.
—¿Has escuchado cómo habla de Vander? —cuestionó Isha con expresión irónica—. Confía en mí, el abuelo recuerda lo que era tener cincuenta años menos.
—Bien, eso es todo —protestó Jinx en una carcajada, tomando a Isha de la mano mientras salían de la casa—. Cuídate por allí, asegúrate de que nada le pase al hámster púrpura de tengo por sobrina, y no regreses hasta mañana en la tarde.
—Dale un beso a mamá de mi parte, las amo.
—Te amo también, pequeña coneja salvaje —dijo Jinx, abrazando fuertemente a Isha antes de dejarla ir; viéndola alejarse a la carrera y saltar por una ventana hacia un tejado, para luego desaparecer.
Muchos todavía se movían por Zaun así y Jinx pedía internamente que eso no cambiara, era algo tan de ellos que parecía una ofensa siquiera pensar en dejarlo de lado.
Un estallido de risas cerca de ella la sacó de sus pensamientos, recordándole que se había arreglado horas antes de la ceremonia oficial porque tenía un objetivo en mente: sacar a su mujer de la oficina antes de la noche.
La celebración del Día de la Independencia había pasado de ser algo de borrachos nocturnos a un evento desmesurado en Zaun, más aún después de que Piltover terminó de pagar la deuda hacía unos años. El hecho de que Viktor muriera en ese día también, hizo que muchos lo vieran como una señal y convirtieran su imagen en la de un santo.
Jinx no estaba segura de que eso fuera algo necesariamente bueno, pero el único que podía protestar era el otro creador de Hextech y única familia del difunto y él no mediaba en casi nada después de que Viktor falleció.
A Jinx le daba igual siempre que no crearan problemas.
Zaun tenía muchas cosas que celebrar ahora. Los niños tenían escuelas seguras, habían hospitales con medicamentos disponibles, una vida diurna apta para todos y separada de las vidas nocturnas doble cara. Por supuesto, todavía habían barrios exclusivos para la parte más corrupta de Zaun, pero la vigilancia y advertencias eran claras: nadie menor de edad, todos con consenso comprobable.
Piltover prefería ocultar su corrupción con mentiras, palabras bonitas, joyas brillantes y sonrisas falsas; Sevika había priorizado la seguridad de ese estilo de vida antes que la imagen que daban.
Entre el crecimiento de Zaun, el aumento de la industria y el mercado libre en Runaterra, los negocios más oscuros y mantener el orden público, Jinx había perdido a Sevika en el mar de responsabilidades en más de una ocasión. Habían llegado a considerar dejarse incluso una vez, en los momentos de mayor estrés, y que a Jinx le partiera un rayo en ese instante si el hecho de que fuera Vi quien hablara con Sevika para calmar las cosas y ponerlas en perspectiva no terminó siendo algo surrealista.
Jinx suponía que algo bueno había surgido de Vi enseñándole a Isha como defenderse, Sevika había empezado a respetarla como parte de la familia solo porque se preocupaba por su hija.
Al final, la relación había continuado y cuando Isha cumplió diez años Jinx y Sevika decidieron casarse de forma oficial. ¿Fue una boda normal? Para nada. Jinx se casó de negro e hizo explotar una bomba de pintura sobre ella y Sevika al momento de firmar los papeles. No podía decir que su luna de miel no empezó de la forma más placentera posible: siendo castigada a manos de Sevika.
Sin embargo, ese día Jinx estaba determinada a distraer a Sevika y sacarla de esa endemoniada oficina de la forma que hiciera falta.
Sevika llevaba dos semanas perdiendo la cabeza sobre el nuevo comercio abierto con Noxus ahora que la antigua concejala de Piltover había heredado la corona, ¿quién hubiera pensado que la vieja Medarda se partiría tan pronto, cierto? El acuerdo estaba casi cerrado, pero Sevika no confiaba en los noxianos, sin importar cuánto Caitlyn intentara explicarle que Mel no era igual.
A Jinx le daba igual, ella solo estaba cansada de dormir la mayor parte de las noches sola o en el incómodo sofá de la oficina de Sevika. Viendo el familiar edificio alzarse delante de ella, Jinx sonrió maliciosamente, lista para lo que se avecinaba.
Sevika estaba sentada frente a su escritorio, repasando los últimos detalles del acuerdo comercial modificado con Noxus. Mel Medarda no había dudado en aceptar sus exigencias y considerarlas justas, reescribiendo el acuerdo acorde a los límites de Sevika.
Era bueno, era jodidamente bueno y ella lo sabía. ¿Por qué estaba dudando?
Tal vez tenía algo que ver con que era el primer acuerdo desde que ella había tomado el poder que no tenía bases desde los tiempos de Silco. No estaba modificando algo que él ya había iniciado, sino que lo estaba haciendo ella en su totalidad y sentía que si algo salía mal, sería su culpa. Era estúpido.
—Me alegra ver que ya estás vestida.
Sevika contuvo la reacción de su cuerpo al saberse sorprendida por Jinx, pero no por ello fue menos consciente del salto que dio su corazón. Había estado tan ensimismada en los papeles que no se había dado cuenta de la llegada de su esposa.
—Soy una mujer practica —repuso Sevika, alzando finalmente la mirada y sintiendo un nudo placentero asfixiarla conforme crecía en su garganta.
Jinx estaba apoyada contra el marco de la puerta, una de sus trenzas descansando sobre su hombro, su largas piernas cruzadas una frente a la otra. El vestido negro se abrazaba a su cuerpo como una segunda piel desde su escote hasta el límite debajo de sus nalgas, donde la tela se abría en un lado para mostrar una de sus piernas y caía en vuelos sueltos, una tela traslúcida de un brillante púrpura cayendo encima hasta el suelo desde sus caderas.
El escote era jodidamente indecente, la tela ajustándose en sus senos y abriéndose en el medio para mostrar un camino de nubes azules que Sevika había añadido al retocar sus tatuajes hacía unos años. Su pierna expuesta tenía un liguero de encaje morado abrazando su muslo y las botas gruesas con brillantes dibujos la hacían ver cinco centímetros más alta.
Cuando Sevika volvió a subir la mirada, dos ojos violetas la observaban sabedores en su marco púrpura y negro, una expresión arrogante en aquel rostro diabólicamente hermoso.
—Apreciando el paisaje, por lo que veo.
No era una pregunta, nunca lo sería, Sevika desnudaba y devoraba a Jinx con la mirada sin importar lo que ella estuviera usando o dónde estuvieran. Solo se contenía delante de niños o Silco. Y a veces su control no era tan bueno como para eso siquiera.
Sevika dejó escapar un bufido a medio camino de una risa, reclinándose hacia atrás en su silla y relajando su brazo real contra el reposabrazos, remarcando sus músculos contra su ropa y apreciando la forma en que un rosado intenso que extendió por la piel de Jinx conforme sus ojos descendieron por el torso de Sevika.
«Dos pueden jugar este juego».
Y joder que eran buenas jugando.
—Pensé que dijiste que nos encontraríamos en la plaza directamente —comentó Sevika, ladeando la cabeza para que los mechones sueltos de su corte de cabello más reciente enmarcaran su rostro.
Jinx contuvo el aliento.
El corte era nuevo y no había sido del todo intencional. Una pelea con un imbécil que en serio creía que podía vencer a Sevika hizo que la navaja se acercara lo suficiente a ella como para cortarle un mechón y ella terminó cambiando su aspecto para mayor comodidad. Jinx había perdido todo control al verla, literalmente pidiéndole a Isha que terminara la tarea en casa de Silco o se pusiera tapones en los oídos. La adolescente había corrido veloz fuera de la casa.
Había algo en ver el rostro de Sevika oscurecido por la sombra de su cabello, los destellos de canas que empezaban a superar la oscuridad característica de su pelo contrastando contra su piel, haciendo brillar más las cicatrices azules. Jinx no podía describirlo, pero seguro que su cuerpo pasaría días mostrando cada reacción que esto causaba en ella. Sevika lo sabía.
—Cambié de opinión —respondió Jinx finalmente, mordiendo su labio inferior.
—¿Qué haces aquí, pequeña bestia? —preguntó Sevika con la voz ronca. Jinx sonrió.
Sevika la observó atenta dar un paso dentro de la oficina, cerrando la puerta a sus espaldas, sus ojos fijos en los de ella cuando dedos expertos giraron el pestillo. El sonido resonó en el silencio pesado entre ellas. Sevika sonrió ladinamente, empujando la silla un poco hacia atrás para poder abrir sus piernas con comodidad.
—Vine por lo que es mío —respondió Jinx, retirando con sus dientes la guantilla de encaje negro que cubría una sola de sus manos.
—Estás interrumpiendo mi trabajo —remarcó Sevika, manteniendo la ilusión de un aspecto relajado mientras Jinx se posicionaba entre sus piernas, descansando su peso en el escritorio.
—La puerta estaba abierta —repuso Jinx, inclinándose hacia adelante y apoyando ambas manos sobre los musculosos muslos de Sevika, apretados en la tela de sus pantalones de traje.
—Voy a tener que poner una trampa para monos desquiciados en la puerta, así la próxima vez que pases es posible que te mueras —dijo Sevika, respirando el aliento de Jinx sobre sus labios, el esbozo de una sonrisa tirando de la comisura de su boca al sentir las uñas de Jinx enterrarse en sus muslos.
—No si pongo una bala a través de esa dura cabeza que tienes primero —respondió Jinx con una sonrisa, alcanzando la pistola oculta en el liguero de su otra pierna y apuntándole a Sevika directo al rostro—. Ahora, quédate quieta. Vine algo sedienta.
Era un juego de poder y Sevika, contra cualquier pronóstico, se encontró siendo indulgente con Jinx, permitiéndole sostener la pistola apuntada hacia ella y acomodándose hacia atrás en la silla para dejarle espacio entre sus piernas.
Sin que su agarre fallara en el arma, Jinx deslizó sus dedos expertos sobre la hebilla del cinturón, abriéndolo y atacando después los dos botones que mantenían el cierre oculto. Su mano, ahora libre, se aferró al frente de la camiseta sin mangas de tela elegante que Sevika traía, tirando hacia arriba hasta sacarla del interior de los pantalones y descubrir ese abdomen de piedra que Jinx adoraba.
Sevika respiró profundo, contrayendo sus músculos a propósito para hacer a Jinx distraerse por un instante, la luz aumentando la proyección de sombras sobre sus abdominales marcados. Jinx alzó la mirada, el negro en sus ojos tragándose casi la totalidad del violeta, su pequeño show de poder vacilando bajo la mirada severa de Sevika.
Una sonrisa traviesa adornó su rostro y Jinx apretó su nariz contra el abdomen bajo de Sevika, siguiendo el camino de vellos que descendía desde su ombligo y desaparecía bajo su pantalón. Su lengua encontró el sabor metálico del zipper y lo alzó, sujetándolo con los dientes antes de bajarlo del todo, sus ojos siempre fijos en los de Sevika.
Uñas coloridas se deslizaron por cada relieve del abdomen de Sevika, erizando su piel y haciéndola respirar profundo para contener un gruñido ronco que no le daría el placer a Jinx de soltar todavía. La mirada sabedora de Jinx, el orgullo divertido en su rostro, le hizo saber que no tenía que hacer ruidos para que ella supiera el efecto que causaba.
Cuando sus dedos alcanzaron el borde del pantalón y la ropa interior, Jinx apretó el cañón de la pistola contra la barbilla de Sevika; un escalofrío recorrió el cuerpo de la mujer mayor al sentir el frío del metal contra el calor de su piel; y señaló dos veces hacia arriba, empujando la pistola en su piel.
Sevika la miró, desafiante y divertida, sopesando si quería tomar el control ya o sería mejor dejar que Jinx siguiera adelante. El sonido del seguro de la pistola siendo levantado fue suficiente para hacer su interior contraerse y una sonrisa iluminar su rostro marcado por el deseo. Podía mantener el juego un poco más.
Levantando las caderas, Sevika dejó que Jinx deslizara con cierta dificultad sus pantalones y ropa interior hacia abajo, hasta arremolinarlos en sus tobillos, y permitió que esa misma mano la guiara hacia el borde de la silla, acomodando más su espalda contra el espaldar.
Jinx arrastró sus uñas por la cara interna de uno de los muslos de Sevika, haciéndola abrir más las piernas para ella, deleitándose en el brillo húmedo que veía entre los labios a la altura de su rostro debido a sus caricias, a ella.
Dejando caer su frente contra el pubis de Sevika, Jinx aspiró hasta que sus pulmones fueron físicamente incapaces de tomar más aire. Este era su lugar favorito, debajo de Sevika, frente a ella, de rodillas a sus pies, segura entre el placer y la intimidad que habían creado, donde las voces de sus demonios no podían alcanzarla.
—Vika —suspiró Jinx, dejando escapar todo el aire de golpe, ansiosa y perdida, su mente sumergiéndose y doblegándose pese a sus primeras intenciones.
Sevika envolvió la mano de Jinx que sostenía la pistola con la suya propia, haciendo que esos embriagadores ojos violetas se fijaran en ella. Con una sonrisa feroz y un asentimiento, Sevika llevó el cañón de la pistola contra su barbilla, presionando duro hasta sentir una incomodidad en su lengua.
Jinx observó embelesada la ilusión de entrega de poder, aceptando la ofrenda por lo que era. Apretando más su agarre en el arma, el control regresó a ella y sus uñas se clavaron en piel dura y músculo sobre la ingle derecha de Sevika, haciéndola sisear entre dientes.
Un gemido ronco vibró por todo su pecho, robándole todo el aire en el momento en que Jinx hundió su rostro entre sus piernas. La pequeña desquiciada siempre había sido desesperada en su actuar, tirándose de cabeza sin pensar y, así mismo, su mente se enfocaba solo en su objetivo cuando tenía sexo.
Jinx devoraba a Sevika como quien había visitado a la muerte por deshidratación y le era entregado una segunda oportunidad al ponerle delante una fuente. Ansiosa, desesperada, aferrándose a ella con el filo de su vida misma.
Las pequeñas inspiraciones nasales no era suficiente para calmar su necesidad de aire, sus vías respiratorias ardían y reclamaban más, pero Jinx no encontraba en ella voluntad para detenerse. Su lengua recorrió los pliegues mojados de Sevika, bebiendo sus fluidos, detonando movimientos de cadera con cada giro de su lengua que buscaba provocarla. Ella no iba a ralentizar sus intentos ni así se ahogara.
«Buena forma de morir».
Con todos sus esfuerzos enfocados en la succión que sus labios hicieron alrededor del clítoris de Sevika, su otra mano cayó sin fuerzas sobre el firme torso, el cañón de la pistola manteniendo la cabeza de Sevika echada hacia atrás de forma que sus ojos parecieran casi cerrados conforme miraba a Jinx comerla.
Era hipnótico, desarmador, la forma en que las lágrimas se acumulaban en los ojos de Jinx conforme su lengua hacía círculos alrededor del clítoris de Sevika, el enrojecimiento de su piel mientras seguía frotándose contra su vello púbico, el brillo húmedo de sus fluidos cubriendo desde su nariz hacia abajo.
De todas las formas en que Sevika había tenido el honor de apreciar a Jinx a lo largo de los años, esos extraños momentos de control en que Jinx tomaba lo que quería más allá de su propia resistencia física eran de sus favoritos.
Jinx descendió con su lengua hacia los pliegues sensibles de Sevika, presionando su nariz contra su clítoris y enterrando sus uñas en sus caderas hasta que la piel cedió. Sevika gruñó en medio de una respiración profunda, su mano biomecánica enterrándose en el cabello perfectamente peinado de Jinx y apretando hasta hacerla gemir contra su coño.
Era adictiva la sensación de ardor en su cuero cabelludo, la amenaza que colgaba entre ellas conforme cada una presionaba contra la otra su arma de preferencia, el borde del abismo acercándose veloz en la avaricia de ambas por consumirse mutuamente.
Jinx lo sintió venir antes que Sevika, reconociendo el patrón de respiraciones profundas que se rompían al medio mientras su garganta se cerraba de placer. La mano en su cabello apretó hasta hacerla gimotear, pero su lengua no se detuvo, apretando y girando sobre el sensible clítoris mientras su barbilla rozaba en cada succión contra la parte superior de los pliegues húmedos de Sevika.
Fuertes muslos temblaron, los músculos contrayéndose visiblemente bajo su brazo que descansaba encima. Jinx observó a Sevika, persistente, y apreció el momento justo en que el aire se detuvo en sus pulmones y ella dejó de respirar.
El disparo resonó en la oficina y Sevika fue empujada caída libre contra el placer, sujetando a Jinx firmemente en su lugar, moviendo sus caderas incesante y temblando con el calor del arma disparada que ahora descansaba sobre su pecho.
Jinx no detuvo sus atenciones, apenas reduciendo la intensidad mientras limpiaba el desastre que el orgasmo de Sevika había causado entre ellas. El metal frío de aquella mano mortal aminoró su agarre en su cabello, pasando a dejar caricias cuidadosas mientras Jinx dejaba caer el arma al suelo en un golpe sordo.
—Ven aquí —ordenó Sevika con voz ronca, llevando su otra mano hacia la nuca de Jinx y tirando de ella en un movimiento firme hacia arriba hasta tenerla sentada en su regazo.
Sus labios impactaron hambrientos, bebiendo su propios jugos de la boca de Jinx y apretándola contra sí misma tanto como era humanamente posible. Una adicta con su droga favorita.
—Arruinaste mi silla —comentó Sevika en tono indiferente, sus garras deslizándose amenazantes por el muslo de Jinx.
—Te compraré una nueva —respondió Jinx de inmediato, apenas prestándole atención al agujero que el disparo había hecho en el espaldar de la silla—. Ahora tenemos que irnos.
—Nadie nos espera hasta la ceremonia —repuso Sevika, hundiendo su nariz en el cuello de Jinx y respirando profundo.
«Huele a mí».
—Hay muchas atracciones y puestos por todo Zaun y es un día festivo, no voy a dejar que te pases todo el tiempo encerrada aquí —discutió Jinx, enterrando sus dedos a través del cabello suelto de Sevika en una caricia suave—. Vienes conmigo.
—¿Y si te digo que prefiero doblarte sobre el escritorio y follarte?
—Tentador —respondió Jinx, acercando sus rostros y tocando con la punta de su lengua la comisura de los labios de Sevika—. Pero tus matones deben de estar subiendo las escaleras debido a mi disparo y yo sé lo posesiva que eres respecto al placer que me das —Jinx deslizó los labios por el rostro de Sevika, siguiendo el camino de las cicatrices hasta llegar a su oído—. ¿O quieres que me escuchen gritar tu nombre?
Ambas manos de Sevika afianzaron el agarre que tenían en Jinx, hematomas floreciendo en la parte baja de su espalda e hilos de sangre corriendo por la cara externa de su muslo.
Como si los hubiera invocado, tres toques firmes en la puerta le avisaron a Sevika de la llegada de sus guardaespaldas.
—¡Todo bien! ¡Lárguense! —gruñó Sevika, haciendo a Jinx carcajearse estruendosamente e informando de esa forma a sus hombres todo lo que necesitaban saber—. Lo tenías planeado desde el principio, pequeña demente, por eso pusiste el pestillo.
—Ya me conoces, siempre tengo un gran plan en mente —repuso Jinx, deslizando su uña por la mandíbula de Sevika e inclinándose hacia adelante, dándole un beso sucio, lleno de dientes, lengua y saliva—. ¿Me complacerás? ¿Vienes conmigo?
Sevika gruñó por lo bajo, poniéndose de pie abruptamente y haciendo a Jinx chillar al dejarla en el suelo. Aun así, era innegable la sonrisa triunfal de Jinx mientras veía a Sevika acomodar su ropa y volver a abrochar su cinturón, alcanzando el saco de su traje para colocarlo encima de sus hombros como antes solía traer su capa.
—Pagarás por tu pequeño truco está noche —amenazó Sevika, un destelló peligroso cubriendo su mirada de acero.
—¿Lo prometes? —provocó Jinx, volviendo a guardar su pistola y limpiando la humedad restante de su rostro con la mano que acaba de volver a vestir en el guante de encaje.
—¿No vas a ir al baño a limpiarte?
—Hmm uhmm —negó Jinx con una sonrisa apenas disimulada, mordiendo su labio inferior—. Deja que todo el que se me acerque te huela en mi, que sepan te corriste en mi boca, que soy tuya.
El sonido salvaje que brotó del interior de Sevika erizó la piel de Jinx. Garras metálicas rodearon su garganta, las puntas filosas enterrándose en los familiares puntos cicatrizados. Sus respiraciones erráticas se mezclaron en la corta distancia, la desesperación primitiva llevando al límite sus capacidades de control.
—Tú vas a ser mi muerte —gruñó Sevika, sus labios rozando los de Jinx.
—Qué muerte más dulce sería esa
—susurró Jinx en respuesta, dejándose hundir en el beso.
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¡PUTA MADRE SANTÍSIMA! EN FIN, MI GENTE, ESTO TERMINA COMO EMPIEZA, POR EL PLACER DE ELLAS DOS TIRÁNDOSE UNA A LA OTRA.
PARA LOS QUE NO ENTENDIERON, CASSIDY ES LA HIJA DE VI Y CAITLYN (ES MI FANCHILD DE ELLAS EN MI OTRO FANFIC CAITVI "ARCANE: EL RENACIMIENTO), SILCO SIGUE VIVO PORQUE BUEN ABUELO LATINOAMERICANO QUE SOBREVIVIÓ A LA GUERRA, ES DURO DE MATAR.
¡TODOS SON FELICES PORQUE LO DIGO YO!
Alguien me comentó que quería un especial de navidad con toda la familia reunida; ahora mismo estoy trabajando en una comisión de 🟢👻landia de Abby Anderson x FemOc, así que no puedo dárselos de forma inmediata. PERO denme una semana o algo así, no lo tenía pensado, pero cómo negarme a una petición de tan buenos lectores.
Nos leemos pronto, besis (mal escrito a propósito)
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