Capítulo 5- El placer en el infierno.
La casa de Sevika era una casa normal, al menos para los estándares de aquellos con dinero en Zaun, era cierto que no se comparaba con el lugar de Silco, pero era obvio que ganaba buen dinero siendo su mano derecha. El peso del silencio que habían arrastrado fuera del callejón seguía sobre ambas cuando el sonido de la puerta siendo cerrada las dejó paradas en la entrada.
La iluminación tenía ese toque amarillento de antaño que le recordaba a Jinx a las luces del burdel, al menos aquellas de las habitaciones bien iluminadas, fue entonces que Jinx se dio cuenta que nunca antes había ido a casa de Sevika, pese a la cantidad de veces que la mayor había estado en su habitación/laboratorio.
Sevika no dijo palabra alguna, se limitó a avanzar por el pasillo, sintiendo los pasos ligeros de Jinx seguirla, hasta que llegó a la sala, quitándose la capa y dejándola tirada encima de un sillón, siguiendo hacia el mini bar que tenía en una esquina, donde se sirvió un vaso de cristal de algún whisky caro que probablemente había tomado de Silco.
Jinx la vio beberse todo el contenido de un solo trago y servirse otro vaso más, observando el ambarino líquido antes de tomarlo todo nuevamente. Sus ojos volvieron a encontrarse, el desafío preexistente retándolas mientras el recuerdo reciente de sus cuerpos juntos parecían atraerlas como imanes. Sevika se sirvió por tercera vez antes de caminar hacia Jinx, deteniéndose tan cerca que Jinx tenía que estirar el cuello para poder verla a la cara.
—Vas a ser mi muerte, eso es seguro.
Las palabras roncas de Sevika enviaron un escalofrío placentero por el cuerpo de Jinx, quien sonrió ladinamente antes de tomar entre sus manos la mano de Sevika que sostenía el vaso con whisky. La piel fría de Jinx envió una descarga a través del calor de la piel de Sevika, quien la vio llevar el vaso a sus labios, aun sostenido entre los gruesos dedos de la mayor, y tomar un profundo trago, dejando que una gota se deslizara por la comisura de sus labios.
El instinto se apoderó de ambas, el sonido del cristal rompiéndose contra el suelo no detuvo el encuentro, Sevika se aplastó contra Jinx, sintiendo sus delgados brazos envolverse alrededor de su cuello, dándole un agarre firme mientras las manos más experimentadas se deslizaban por su espalda, bajando por sus caderas hasta cernirse sobre sus muslos y alzarla nuevamente, recargando todo su peso sobre ella.
—Si has de morir, ¿qué mejor forma que hacerlo por mí? —susurró Jinx sobre los labios de Sevika, sacando la lengua para deslizarla en una caricia fantasmal sobre sus labios, deleitándose al ver las pupilas de la mayor dilatarse ante el gesto.
Sevika gruñó por lo bajo en algo parecido a un lamento antes de reclamar la boca de Jinx de nuevo, fundiéndose en un beso menos feroz que el anterior, pero más profundo, donde ahora se acoplaban perfectamente en aquel sistema de poder, con Jinx intentando rebatir cada movimiento o succión de Sevika, y ella dominándola, haciéndola bajar de aquella nube donde se creía reina y señora.
El movimiento tomó a Jinx desprevenida, pero sus piernas se cerraron con más fuerza alrededor de las caderas de Sevika cuando esta empezó a caminar por el pasillo, dándole una patada fuerte a una puerta, adentrándolas en su habitación.
Jinx estaba segura que había reventado el pestillo de la puerta con eso, pero no le importaba, la excitaba saber que Sevika estaba tan desesperada por tenerla, que ni siquiera cuidaba sus propias cosas, que no se había detenido ni cuando escuchó el sonido de los zapatos de Jinx golpear el suelo al ella quitárselos con sus propios pies.
El deseo y el calor en su propio interior la abrumaron por un instante, haciendo que cerrara sus dientes en el labio inferior de Sevika hasta que el sabor metálico de la sangre llenó sus bocas y el gruñido dolorido de Sevika resonó en sus pechos. Jinx se apartó, observando a Sevika con la inocente mirada de un cachorro de lobo que acaba de destripar a cien ovejas.
—Por esta noche, soy tuya para romper —murmuró Jinx, deleitándose en la forma en que los músculos de Sevika se tensaron con sus palabras.
La fuerza del empujón la hizo gritar un instante, hasta que sintió el colchón recibiéndola firmemente, cediendo bajo su peso. Sus ojos se quedaron fijos en Sevika, viéndola abrir uno a uno los botones de la camisa verde oscura, retirando los cinturones de cuero, dejando a la vista su torso musculoso bañado de cicatrices, sus pechos envueltos en vendas blancas.
Jinx percibió el movimiento lateralizado de sus piernas cuando Sevika empujó las botas lejos de forma brusca, para luego apreciar el brillo del metal de aquella mano que ella misma había fabricado mientras abría la hebilla del cinturón del pantalón, y luego el cierre de este, hasta que la tela marrón se deslizó por las piernas bien definidas de Sevika, hasta el suelo.
Su garganta se sintió seca, sus manos se cerraron en puños y sus ojos no dejaron de mirar el cuerpo enfrente de ella. Miró a Sevika, no en busca de aprobación, sino de aceptación, antes de incorporarse sobre sus rodillas lentamente, encima de la cama, sus dedos fríos arrastrándose por todas las cicatrices blancas que cruzaban la piel oscura.
Sevika la dejó hacer, permitiéndola satisfacer esa curiosidad casi insana que caracterizaba a Jinx, manteniendo sus ojos fijos en cada pequeña caricia de aquellos dedos, hasta que sus uñas se arrastraron por el borde de su ropa interior. La mano de Sevika se cernió sobre la de Jinx, deteniéndola, y Jinx la miró con una expresión culpable de quien no se arrepentía.
Sevika se quedó quieta mientras Jinx se levantaba, elevándose tanto como podía aun arrodillada, haciendo a sus labios rozar la parte superior de su pecho, ascendiendo por su cuello con besos húmedos y suaves, con una delicadeza de la que ella nunca consideró capaz a la mocosa desquiciada, hasta que sus labios alcanzaron la cicatriz del borde de su cuello, la que ascendía hacia parte de su rostro.
Los dedos de la mano real de Sevika se cerraron sobre las trenzas de Jinx, tirando en un agarre firme que causó una mueca de dolor en la menor, pero Sevika pudo ver como el negro de la pupila consumía el morado del iris hasta hacerlo casi desaparecer.
“Con que esas tenemos”.
La mano metálica de Sevika sacó las garras que Jinx le había incorporado, arrastrándose deliciosamente lento por la piel expuesta de Jinx, hasta alcanzar las tiras de la parte posterior del top, fue allí donde se cerraron con fuerza, rasgando la tela, al tirón siguiente, Sevika tuvo delante suyo unos senos pequeños, coronados por dos pezones rosados que se mostraban duros e inflamados de la excitación. Jinx mantuvo la mirada de Sevika, aun cuando sintió las garras recorrer desde su espalda, por sus costillas, hasta sus senos, deslizando el filo peligroso sobre sus pezones. Sus ojos se cerraron y un gemido ahogado escapó de su garganta.
—¡Mírame! —exigió Sevika, tirando con más fuerza del cabello de Jinx, haciendo que sus ojos volvieran a encontrarse.
Las garras descendieron por la piel del vientre de Jinx, trazando por momento los arabescos de las nubes, hasta que la tela del pantalón estuvo estorbando, entonces Jinx pudo escuchar nuevamente el sonido de la tela siendo rasgada, y el frío envolvió su cuerpo cuando las tiras restantes de su ropa desaparecieron, dejándola desnuda. Su pecho subía y bajaba veloz, su mirada apreciaba el deseo que se arremolinaba en el rostro de Sevika, el mundo parecía dar vueltas para ella.
El empujón la volvió a tomar de sorpresa, pero esta vez no logró gritar, sino que gruñó al sentir el tirón siguiente, cuando Sevika a sujetó por uno de sus tobillos y la arrastró, dejando sus piernas apoyadas contra ella, sus nalgas rozando el final de la cama. El calor de Sevika la envolvió cuando la mujer mayor se cernió sobre ella, acomodada entre sus piernas, empujando con su rodilla justo en el centro de Jinx, donde su humedad ya se deslizaba hacia afuera.
Sus labios se encontraron, la desesperación volviendo a hacerse presente; se besaban de forma casi torpe, pero no era por error, sino por el hambriento deseo que no les permitía decidir dónde querían besar, hasta que Sevika cerró sus dedos metálicos sobre el cuello delgado y empujó hacia arriba, haciéndola estirarse, exponiendo ese lugar donde su pulso latía frenético.
Los dientes de Sevika se cerraron allí, sintiendo contra su lengua las pulsaciones veloces de Jinx, antes de deslizarse hacia abajo. Su mano controlaba la cantidad de oxigeno que Jinx recibía, su otra mano dejaban marcas de sus dedos sobre su piel, explorando con su tacto sus piernas, deleitándose en la suavidad de su piel, mientras su boca degustaba su sabor.
Habían sudado, se habían golpeado, habían sangrado y habían sanado, pero el sabor se todo aquello todavía estaba pegado a sus pieles, y, para sorpresa de ambas, eso solo hizo más volátil el fuego creciente en sus entrañas.
Su lengua se deleitaba con el sabor del combate y la sangre, y de Jinx, uno que solo podía ser de Jinx, segundos antes de que sus dientes presionaran en la carne, causando una sinfonía de gemidos bajos y quejas, que se acompañaban de movimientos violentos y sacudidas debajo de ella. Sevika podría incluso dudar de si Jinx disfrutaba o no, de no ser por la obvia mancha creciente de humedad que ya mojaba sus sábanas y hacía que la fricción entre la intimidad de Jinx y el muslo de Sevika se transformara en un resbaladizo roce.
La mano se Sevika ascendió por la cara interna de la pierna de Jinx, disfrutando de la respuesta casi inconsciente de ella, abriéndose sin esfuerzo para Sevika, que rastrillaba su piel con sus toscos dedos, marcándola suya…, al menos por esa noche. Cuando sus dedos llegaron a la entrada rosada que se contraía y expulsaba grandes cantidades de fluidos, Sevika gruñó contra la piel de Jinx, dejando un beso antes de morder con fuerza, escuchando la cacofonía de gritos ahogados de la menor.
—Tu coño está tan mojado.
No planeó decirlo en voz alta, pero las palabras escaparon de su boca a la misma velocidad a la que el pensamiento apareció en su mente. Sus ojos miraron hacia arriba, donde su agarre se había soltado y Jinx había alzado la cabeza solo para mirarla. Su rostro estaba rojo del todo, incluso ligeramente inflamado, pero Jinx igual se las arregló para sonreírle con arrogancia antes de abrir más sus piernas, acomodando a Sevika entre ellas, bajando las caderas para aumentar el roce entre los dedos de Sevika y su vagina.
Las garras se cerraron en su cuello, rasgando la piel y dejando que hijos finos de sangre se deslizaran hasta manchar la sábana, al mismo tiempo que dos dedos de Sevika se enterraron en el interior de Jinx, sin cuidados, sin parsimonia, un gesto brusco y fuerte que hizo que los nudillos de su índice y dedo medio llegaran a rozar la entrada, sintiendo toda su longitud presionar los pliegues internos, la grumosa textura, la suavidad de sus paredes y la fuerza con la que se contraía a su alrededor.
Jinx gritó, el dolor la cubrió por un breve instante, y luego, la sonrisa complacida en su rostro lo dijo todo. La pequeña era una jodida loca sádica, con matices masoquistas bajo las manos adecuadas. Sevika sonrió ella misma, sintiendo su propio centro contraerse mientras sus dedos iniciaban una serie de embestidas brutales dentro de Jinx. Era pequeña, apretada y caliente, Sevika juraría que lo único caliente en la piel de la joven, era precisamente su coño, pero ella no se quejaba, le encantaba calentarla con su propio cuerpo, con su boca.
Sus dientes se arrastraron por la piel de sus muslos, marcándola con fuerza mientras sus garras se deslizaron fuera de su cuello, arrastrándose por sus senos. Jinx era consciente de no moverse mucho, aun cuando apenas podía hilvanar un pensamiento coherente, pero cuando las embestidas de Sevika se unieron con movimientos de sus dedos dentro de ella, golpeando directamente en un punto en la pared anterior de su vagina, Jinx se retorció sin contemplaciones, gritando de placer ante la mordida que la castigó y el arañazo de las garras sobre sus costillas, sintiendo la sangre caliente deslizarse hacia abajo.
Sus ojos intentaron enfocarse en los de Sevika, sin obtener éxito. La observó incorporarse sobre sus piernas, todavía penetrándola implacablemente con sus dos dedos gruesos, que estiraban sin contemplaciones las paredes de Jinx, sacando con cada salida tantos fluidos que el sonido inconfundible del chapoteo acompañaba los gruñidos y gemidos de ambas. Las garras de Sevika se hundieron en la piel de las caderas y Jinx jadeo, falta de aire, mirando con anhelo hacia los dedos metálicos. Sevika no ocultó la sonrisa sádica en sus labios cuando presionó con fuerza, rasgando su piel, viendo el líquido rojo correr fuera.
Eso fue la cúspide para Jinx, sintiendo los dedos inmisericordes de Sevika en su interior mientras el filo cortaba su carne, se arqueó, tensa como una cuerda de violín, su boca abriéndose en un jadeo ahogado, sin que ningún sonido escapara de su garganta, que se cerró ante la tensión, sus músculos contrayéndose en temblores, sus paredes apretando a Sevika con tanta fuerza que parecían no querer dejarla ir, todo en ella luchando hasta que la liberación llegó, dejándola flácida sobre la cama, con un charco que Sevika estaba segura que haría del colchón un sitio imposible en el que dormir posteriormente.
Jinx miró a Sevika con los ojos entrecerrados, su mente intentando traspasar la bruma postorgásmica, quizás por eso se perdió el brillo travieso de aquellos ojos. Esta vez, sus cuerdas vocales no alcanzaron a emitir sonido, pero su cuerpo reaccionó poniéndose en alerta, despertándola totalmente, cuando Sevika tiró de ella en un giro brusco que la puso de cara al colchón. Sus manos se aferraron a los muslos lechosos, haciendo que Jinx se apoyara en sus rodillas, elevando su trasero para ella, todo su peso sostenido sobre la parte superior de su cuerpo.
—¿Sevik…?
El llamado dubitativo de su nombre murió ante la entrada firme de los dedos en su interior, Jinx podía sentir la resistencia de su propia vagina, era consciente de la diferencia, esta vez Sevika se adentraba con tres de sus dedos, abriéndola para ella, llegando tan profundo como le fue posible, llenándola por completo. Jinx no pudo evitar retorcerse y gemir, sintiendo la invasión tocar cada fibra nerviosa que podía enviar impulsos eléctricos por su cuerpo.
La humedad de su coño había mojado totalmente su culo, por eso, Jinx no tuvo muchas protestas cuando, a medida que las embestidas de aquellos dedos la deshuesaban ferozmente por completo, otro dedo más de la misma mano se adentraba por detrás.
La sensación era diferente, pero no por ello menos placentera. Venía acompañado de un ardor extraño que parecía subsanar como una picazón, mientras más lo tocaban, menos ardía y más placentero era. No fue incómodo, había escuchado historias sobre el sexo anal, y, quizás fuera lo experimentada que era Sevika, o tal vez era algo jodido en su propio cerebro, pero cuando sintió ambos agujeros llenos siendo penetrados por la mujer mayor, Jinx pareció tocar el cielo, o el infierno, lo que fuera posible para alguien como ella. En la bruma del orgasmo creciente, Jinx no fue consciente de la orden gruñida de Sevika, sino hasta que se vio quejándose porque esta detuvo las atenciones a su cuerpo.
—Tócate, Jinx —repitió Sevika, percibiendo como esa vez sus palabras eran escuchadas.
Si alguien le hubiera dicho que alguna vez vería a Jinx dócil, obedeciéndola, Sevika se hubiera reído hasta vomitar, pero allí estaba, mirándola por encima del hombro, con el rostro pegado a la cama, el cabello azul desperdigado en diferentes direcciones, salido del agarre de las trenzas despeinadas, sus ojos rojos, inflamados, llorosos de placer, sus labios carnosos marcados en un brillante color rosado, su cuerpo expuesto totalmente ante ella, y su mano, obedientemente, deslizándose entre sus piernas, alcanzando ese punto dulce e inflamado que era su clítoris y dejando que sus dedos prodigaran caricias circulares encima.
Cuando supo su orden cumplida, Sevika retomó las embestidas tormentosas que avasallaban a Jinx sobre la cama, subiéndose de rodillas detrás de ella, sus muslos empujando los de Jinx más hacia abajo. Su mano metálica se deslizó por la delgada figura, dejando rastros rosados de arañazos, hasta presionar en la parte alta de su espalda, viendo la piel abrirse delicadamente ante su filo, y fue allí cuando Jinx se perdió en sí misma nuevamente, ahogando todo sonido mientras el placer arremetía contra ella, tirando todo rastro de coherencia por un abismo, dejándola solo degustando de las sensaciones que abrasaban su cuerpo.
Sevika no se detuvo, sus garras se guardaron y sus dedos metálicos se cerraron alrededor de la parte posterior del cuello de Jinx, presionándola más contra la cama, recargando su torso sobre su espalda y aumentando la velocidad de las penetraciones, estirando la sensación de su orgasmo hasta un punto casi dañino, uniendo uno con otro de forma irreparable, destrozando lo poco que quedaba de Jinx en aquella cama, dejando apenas un receptor desmadejado de sus ademanes, dispuesta a soportar todo lo que Sevika pudiera darle.
La noche fue larga, o más bien, el día. Jinx no fue consciente de en qué momento se desmayó. Recordaba la presión implacable de Sevika, sus manos arrastrándose por su cuerpo, destruyéndola irremediablemente. Podía evocar sin error cada orgasmo que arrasó con ella, aunque no podía contarlos, no se molestaría en ello.
Todavía podía sentir la lengua de Sevika acariciando dulcemente sus pliegues, cuidando con delicadeza todo lo que sus dedos habían hecho, tocando suavemente la sensible piel de Jinx, y eso era lo último que lograba recordar.
Lo demás era apenas una bruma extraña que cubría momentos: Sevika limpiando su cuerpo con un paño de frío, la luz del sol entrando por las ventanas entrecerradas, algo líquido y refrescante bajando por su garganta, Sevika cargándola, una sensación de calor envolviéndola, una tela suave cubriendo su cuerpo, Sevika diciéndole algo, presionando algo masticable dentro de su boca, unas manos suaves deshaciendo los nudos que se habían formado en su cabello por las trenzas, un suave beso en la frente, la voz de Sevika…
“Descansa, pequeña bestia. Estaré aquí todo el tiempo”.
Jinx abrió los ojos, observando la luz naranja y rojiza del atardecer colarse por la ventana. Miró en derredor, lento, su cuerpo resintiendo hasta el más leve movimiento, pudo notar que estaba en una habitación diferente a la de la noche anterior, estructuralmente era igual, pero carecía de muebles más allá de la mesa a su derecha y la cama en sí misma. Giró con parsimonia, apretando los dientes ante el placentero dolor de sus músculos, solo para encontrar la fuente de calor que la envolvía, el cuerpo de Sevika, semidesnudo, acostado a su lado.
—Al fin despiertas —comentó Sevika en voz baja, Jinx pudo percibir la ronquera ligera que matizaba su tono normal y no contuvo una sonrisa complacida.
—Bueno, alguien me folló hasta la inconsciencia —afirmó Jinx, arrugando el rostro en un gesto mortificado ante su propia afonía, pero centrándose en Sevika cuando escuchó la carcajada queda que se le escapó a la mayor.
—Admito que pude haberme excedido, pero tú no parecías quejarte —repuso Sevika, acomodando su brazo metálico bajo su cabeza y deslizando el otro sobre la espalda desnuda y expuesta de Jinx, sus dedos trazando las marcas y heridas de la noche anterior.
—Digamos que obtuve todo lo que quería, no había motivos para quejarse —admitió Jinx con una sonrisa descarada, pero que mostraba lo relajada que estaba allí, en ese momento, en los brazos de Sevika—. ¿Qué pasa a partir de ahora? —preguntó, después de varios minutos en los cuales el silencio cómodo las cubrió a ambas.
—Guardamos el secreto, adoramos los recuerdos y seguimos como si nada hubiera pasado.
La respuesta de Sevika fue serena, seria, y envió un escalofrío seco por el cuerpo de Jinx. La peliazul cerró los ojos, enterrando sus dedos en sus cabellos sueltos que caían por el borde de la cama, alcanzado el suelo. Las voces atacaron de nuevo, de repente, la presencia de Mylo al pie de la cama, mirándola con aquella expresión muerta, vacía y altanera se hizo demasiado para ella.
Era imposible liberarse de él y de aquella mirada sin vida que se burlaba de ella, de las esperanzas que había tenido, de los deseos que la embargaban aun cuando habían sido desconocidos para ella hasta la noche anterior, hasta antes de saber lo que era tener a Sevika devota únicamente para ella, hasta que se sintió romperse y volver a armarse bajo sus manos. El aire se había vuelto espeso y respirar empezaba a ser una tarea titánica cuando Sevika volvió a hablar.
—Eso es lo correcto, es lo que deberíamos de hacer, pero el infierno se congelara conmigo dentro antes de que yo pueda mantener mis manos alejadas de ti —una risa queda y seca siguió a sus palabras, la admisión de aquello que ambas habían negado colgando entre ellas, sacando a Jinx de su aturdimiento, de sus alucinaciones.
Se miraron, el violeta enfrentándose al café oscuro que mostraba años de experiencia. Ambas sabían que era un error, que el peligro les estaría respirando en la nuca todo el tiempo, pero Sevika había sido muy clara en sus palabras, y Jinx también sabía que ella subiría personalmente a incendiar el cielo antes de perder el placer de la compañía de Sevika.
Eso era todo, harían lo que querían, tomarían lo que pudieran, mientras pudieran, hasta que el fuego infernal que las rodeaba y quemaba, abrasara con ambas inmisericorde. Hasta que eso no pasara, ellas vivirían todos los placeres en su propio infierno personalizado.
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Aaaaaaaah, listooooo, al menos ya sacaron todo lo que llevaban dentro.
Para que conste, no tuve pensando alargarlo más, pero escribí un epílogo que subiré luego, así ya cierro completo. Antes de ello, me gustaría saber qué pensaron del fanfic, de este capítulo en particular y de la ship en sí misma. 🙃❤.
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