Capítulo 1
Las pesadillas son algo común entre todas las personas. Normalmente estas no afectan tanto a la gente, pero para mi eso no aplica porque más que una pesadilla es un recuerdo doloroso. La mía es del día en que secuestraron a mi hermana gemela Clarisse para nunca volver a saber de ella.
Un hombre alto con gabardina negra se la llevo, no pude ver su rostro ya que estaba ligeramente de espalda con su mano huesuda acariciando una de las coletas de mi hermana, intenté llegar a ellos, pero desaparecieron sin dejar rastro alguno. La policía busco por todas partes, pero nunca los encontraron, así que prefirieron dar por muerta a Clarisse.
En mis sueños corría detrás de ellos gritando el nombre de mi hermana, pero mientras más corría más se alejaban ellos hasta que se los tragaba la oscuridad. Desperté con un grito ahogado en mi garganta y con el cuerpo sudoroso, me pasé una mano por el rostro intentando alejar los pensamientos del día que desapareció Clarisse y como mi vida se vino cuesta abajo después de eso.
-Buenos días -hablo la voz cantarina de Kat desde la puerta-. ¿Señorita Jacometti se encuentra bien?
Katherine era de alguna forma nuestra ama de llaves tendría unos treinta y pocos años, alta, tez bronceada y unos ojos color castaños enmarcados por unas tupidas pestañas. Era lo más cercana a lo que podía llamar amiga.
-Si, no te preocupes -contesté con mi mirada fija en el espejo del tocador viendo mi reflejo, me veía agotada y la prueba de ellos eran las horribles ojeras bajo mis ojos, no pude conciliar bien el sueño, nunca puedo hacerlo.
-Tu padre se levantó temprano y se fue a la oficina, me dijo que te pidiera disculpas por su parte al parecer surgió una emergencia con uno de los nuevos videojuegos y tenía que estar presente.
-¿Por qué no me sorprende? -murmure entre dientes-. No te preocupes iré a verlo a la oficina cuando salga de la escuela.
-Excelente, abajo le espera un desayuno a la cumpleañera -Kat me ofreció una sonrisa radiante antes de salir de mi habitación. Le sonreí a medias para no ser grosera, ella no se merecía que la tratara mal o a sus esfuerzos para que este día no fuera tan miserable. Hoy no solo es mi cumpleaños número veinte, sino también es el aniversario doce desde que se llevaron a mi hermana de nuestra vida.
Mi madre se suicidó cinco años después del fatídico día, cuando la policía decidió dar por cerrado el caso al alegar que era imposible que mi hermana siguiera viva que lo más seguro es que ya estuviera muerta enterrada donde solo Dios sabría. Mi madre en una carta explico que no podía seguir viviendo sin su pequeña, yo fui quien la encontró muerta en su cama por una sobredosis con pastillas para dormir. No puedo creer aun que lo haya hecho, han pasado siete años, pero aun así mi mente nunca podrá olvidar cuando fui a buscarla para ver si podíamos partir mi pastel de cumpleaños porque mi padre ya había llegado del trabajo y me encontré con esa horrible escena, ningún niño debería encontrar a su madre de esa manera. Fue egoísta de su parte solo pensar en Clarisse sin recordar que tenía otra hija por la que debía vivir, lamentablemente ya era demasiado tarde para reprochárselo y para cuando los paramédicos habían llegado a casa ya había pasado mucho tiempo para intentar que volviera.
Después de eso mi padre se encerró en el trabajo y de alguna forma también me abandono como mi madre. Es por eso por lo que no me gusta celebrar mis cumpleaños porque siempre vienen con recuerdos dolorosos.
-¡Buenos días Señorita Frost! -alguien hablo detrás de mí, no habría que ser un genio para saber quién era. Miré sobre mi hombro y me encontré con la sonrisa autosuficiente de Margaret Kozlov.
-No estoy de humor para tus pullas Margaret, así que quítate de mi camino -acomodé la mochila sobre mi hombro y la rodeé. Seguí con mi camino hacia el salón de clases, afortunadamente no vivía en el campus como el resto de los estudiantes, preferí quedarme a vivir en casa la cual solo está a aproximadamente a cuarenta y cinco minutos así era más cómodo no tenía que convivir con compañeras de cuarto molestas. Me transportaba en un pequeño auto chatarra por decisión propia, lo llamaba "Bugs" de cariño.
El resto del día paso sin incidentes evite lo mayor posible a Margaret y su pandilla, tomando en cuenta de que compartíamos la mayoría de las clases. Cuando las clases acabaron me dirigí hacia Bugs, estaba sacando las llaves de mi pantalón cuando choqué con alguien.
-¡Wow! Oye cuidado pequeña flor -el tipo contra el que choque me sostuvo por los brazos para evitar que cayera sobre mi trasero. Mire hacia arriba y me tope con unos ojos color avellana.
-No me considero pequeña y mucho menos una flor -respondí arqueando una ceja castaña.
-Mucho gusto me llamo Beck McAllen-me dijo sonriéndome, era alto calculaba que uno ochenta, tez algo bronceada y cabello algo rebelde color marrón. Me libere de su agarre y pase a su lado para ir a mi auto-. No me dijiste tu nombre, creo que sería justo que lo supiera ya que tú sabes el mío.
-Kayla Jacometti -le respondí sin detener mi caminar, escuché una risa entre dientes a mi espalda. Subí a mi auto y me dirigí a las oficinas del trabajo de papá.
Al llegar baje de Bugs, entre por las puertas giratorias y camine directo hacia la recepcionista.
-Señorita Jacometti, ¿Cómo esta? -me hablo la recepcionista al estar frente al escritorio.
-Bien, ¿mi padre está en su oficina?
-No, el señor J está en una junta directiva pero no debería de tardar mucho en salir.
-Muy bien, lo esperare en su oficina -le dije antes de dar media vuelta y subir a uno de los ascensores. Llegue al piso donde estaba la oficina de mi padre, la secretaria de mi padre levanto la vista de su revista de moda al verme salir del ascensor.
-Señorita no me avisaron que vendría -hablo intentando esconder la revista de mi vista, demasiado tarde ya la había visto y no me sorprendía ni un poco.
-Sorpresa -le conteste cortantemente. Entre a la oficina de mi padre y me senté en su silla, giré en ella unas cuantas veces antes de detenerme y observar la fotografía que había sobre su escritorio. Era una foto de toda la familia junta la cual fue tomada instantes antes de que secuestraran a mi gemela en el parque de diversiones al que fuimos a celebrar nuestro cumpleaños, en ella nos veíamos felices y la verdad es que lo éramos. Mi madre lucia radiante sus ojos azules reflejaban cuan feliz era en ese momento, lástima que esa felicidad le fue arrebatada como al resto de la familia. Clarisse y yo llevábamos vestidos idénticos y ambas estábamos peinadas con unas graciosas coletas. Pase mis dedos con melancolía sobre el rostro de mi hermana y deje la fotografía en su lugar cuando mi padre entro en la oficina.
-Kayla, ¿en qué puedo ayudarte? -mi padre se dirigió a su escritorio con la vista en unos papeles-. Creo haberle pedido a Katherine que te avisara que te vería en casa por la noche.
-Lo hiciste, sí. Vine porque quería hablar contigo.
-¿Sobre qué?
-¿No has vuelto a hablar con la policía sobre la probabilidad de que reabran el caso de Clarisse?
-Kayla ya hemos hablado de esto cientos de veces -mi padre se pellizco el puente de la nariz-. Estoy harto de buscar, quiero vivir el resto de mi vida en paz pensando de que tu hermana está en un lugar mejor.
-No es justo, sé que ella está viva.
-¡Basta! Estoy harto de hablar del tema, ve a casa. Dile a tu abuela que no llegare a cenar.
Sali de la oficina a grandes zancadas, al subir al auto di un golpe al volante antes de recargar la cabeza en él y ponerme a llorar de frustración. Me limpié las lágrimas furiosamente y puse la llave en el contacto, salí del estacionamiento para dirigirme a casa.
Estacione a Bugs en la entrada a la casa y baje de él, estaba acomodándome mi mochila en mi hombro cuando mi abuela salió a recibirme.
-Mi pequeña Kayla -hablo mi abuela tomando mi rostro entre sus manos arrugadas y mirándome con sus ojos color chocolate, su aroma a lilas me tranquilizo un poco-. Mi niña estuviste llorando.
-Claro que no abuela -conteste pasándome una mano por los ojos enrojecidos.
-Odio que me mientas Kayla, y más cuando ambas somos conscientes de ello lo cual es casi siempre. Por hoy lo dejaremos pasar porque es tu cumpleaños, vamos tengo algo para ti adentro.
Seguí a mi abuela Constance a la casa, ella era la madre de papá vivía a unas cuantas casas de nosotros, antes vivía más lejos pero cuando el abuelo murió quiso a estar más cerca de nosotros. Ella cuido de mi cuando mi madre se suicidó y desde entonces ha estado al pendiente de mi para todo.
Al entrar a la casa el aroma de albóndigas impregno el aire, se me hizo agua a la boca. Kat salió de la cocina limpiándose sus manos con un paño.
-Kayla justo a tiempo, porque no pasan al comedor enseguida les sirvo.
Mi abuela me dio un ligero empujón para que fuera al baño, me lave las manos y me eche un poco de agua en el rostro, unos ojos azul hielo me devolvieron la mirada acomode un mechón de pelo caoba que se había salido de mi coleta de caballo, lance un suspiro antes de salir del baño.
Apenas me senté Kat trajo un plato con albóndigas y pasta para mí, mi abuela se sentó a un lado de mí y Kat frente a nosotras. Las tres comimos en silencio que solo se vio interrumpido por comentarios espontáneos por parte de la abuela respecto a la última reunión que había tenido con sus amigas del club de lectura y bordado, al terminar Kat recogió los platos y trajo un pequeño pastel de chocolate para mí, entre la abuela Constance y Kat me cantaron "Feliz cumpleaños", corte tres rebanas de pastel una para cada una y el resto lo guardamos en la nevera para que mi padre comiera cuando llegara del trabajo. Después de eso Kat se fue a seguir haciendo sus deberes, mi abuela me llevo una caja de joyería la cual deposito en mi regazo.
-Vamos ábrela cariño -mi abuela me animo a abrir su regalo. Levante la tapa para toparme con un hermoso collar con un rubí en forma de redonda el cual era sostenido por dos cuadrados de oro los cuales se encontraban encontrados entre sí.
-Abuela es hermoso, pero debe valer una fortuna -cerré la tapa de nuevo y lo puse en el regazo de mi abuela-. No puedo aceptarlo.
-Claro que puedes -hablo mientras sacaba el collar de su caja -. Vamos deja que te lo ponga y harás muy feliz a esta anciana.
-De acuerdo -me gire a regañadientes, hice a un lado mi cabello para que no estorbara. Cuando el cierre del collar hizo clic sentí una electricidad correr por mi cuerpo.
-Hermosa, porque no vas y te ves al espejo.
Me levante y fui hacia el espejo que había en la sala de estar, el collar lucia realmente hermoso, pero me sentía extraña acaricie el rubí con dedos temblorosos. Sentí una respiración rozando mi sien, giré bruscamente pero no había nadie detrás de mí.
Estrellita si les gusto, háganme saber su opinión. Que tengan lindo día.
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