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1.- Midgard

2024

Me despierto para otro día más de trabajo agotador. No sé porque digo me despierto cuando apenas hace unas horas que me acosté a dormir.

Me preparo frente al espejo y me recojo, como todos los días, mi cabello oscuro en una coleta antes de salir rumbo a la cocina. Abro la nevera y me tomo un yogurt mientras camino rumbo a la habitación de mi compañera de piso.

—¡Alice, me voy! —le grito desde la puerta.

Se asoma con el rostro manchado de pintura, un pincel en la oreja y otro en la mano. Me mira frunciendo el ceño.

—¿No es muy temprano? —me pregunta echando un vistazo a su reloj.

—Son solo las 5:00 am y sabes que me gusta llegar temprano. —sé que voy un poco más temprano de lo usual, pero conmigo ya eso es prácticamente la rutina.

—Sí y salir tarde, no sé cómo aguantas ese ritmo.

—¡Mira quien habla! ¿Acaso has dormido?

—No puedo, no hasta que termine el ultimo cuadro de la exposición.

—¿Cuántos cafés te has tomado? —pregunto al ver varias tazas vacías en su habitación.

—No los suficientes. ¿Cuándo son tus vacaciones? —pregunta cambiando de tema.

No lo llamaría vacaciones, solo un descanso.

—En cuanto salga de la guardia me marcho. Estaré todo el fin de semana lejos de la civilización. —comento en un suspiro.

—Cuanto me gustaría hacer eso. —responde con nostalgia.

—Pues vamos, la oferta sigue en pie. —y no es como si tuviese con quien ir.

—Sabes que no puedo. —responde con cara de súplica.

—Ya sé, tu exposición. Bueno, la próxima vez será.

—Cuenta con ello—responde alegre—. Me llamas en cuanto llegues.

—Lo haré. Me marcho o se me hace tarde. —me despido de ella y camino hacia la puerta.

—Sí, para llegar temprano. —me grita.

Me río a carcajadas mientras recojo la mochila, que lleva varios días preparada en la sala de estar, y salgo por el pasillo rumbo al garaje subterráneo.

Llevo posponiendo este descanso por mucho tiempo ya, creo que por más de dos años no he descansado de mi trabajo y en verdad lo necesito. Tengo una cabaña en el parque Yosemite y la última vez que estuve allí fue en invierno dos años atrás. La vista es muy hermosa y ahora que lo pienso, nunca he ido en verano, esta será la primera vez que lo haga.

—Buenos días Ben. —saludo al conserje rechoncho y canoso que me sonríe.

—Buenos días Brenda, ¿no es muy temprano? —al parecer todos hoy piensan preguntarme lo mismo.

—Ya me conoces, la puntualidad primero. —me despido con una sonrisa mientras bajo al parqueo a buscar mi auto.

Vivimos en un condominio en el centro de la ciudad, en el corazón del distrito de artes, cerca del pequeño Tokyo. ¿Por qué vivo aquí? Pues porque me gusta el lugar. Cuando lo adquirí, Alice aún no compartía piso conmigo. De hecho, nos conocimos en urgencias cuando ella llegó tras un accidente. Yo fui quien atendió su caso y gracias a mi hoy puede continuar pintando las hermosas obras que realiza. Después de eso, y como ella no tenía donde quedarse, porque era nueva en la ciudad, la invité a mi apartamento. Desde entonces vivimos juntas y se convirtió en una de mis mejores amigas. Dentro de unos días será su primera exposición personal y no veo el momento de asistir para ver sus cuadros y apoyarla. No me ha dejado verlos, ni siquiera entrar a su habitación.

Lo que más me gusta de Alice, es que no me trata como lo hace el resto de personas que se cruzan en mi camino y se lo agradezco. Salir a caminar a la calle a veces me supone un problema porque las personas tienden a reconocerme por las grandes vallas y pantallas que muestran mi rostro en comerciales de tv.

Sí, soy famosa, pero no lo quise así, simplemente sucedió.

Ser la mejor cirujana del mundo a tan corta edad, ha sido todo un choque. Desde hace dos años que me otorgaron este título y desde entonces las entrevistas y los pacientes que desean atenderse conmigo, no han parado de llegar.

Me encanta mi trabajo y a pesar de que mi nivel adquisitivo cambió significativamente en los últimos tiempos, no pienso cambiar mi estilo de vida solo porque ahora tengo mucho más dinero que antes. Este apartamento, la cabaña en las montañas y mi auto, son los únicos lujos que poseo. Solo me quedo con el dinero suficiente para vivir, el resto es destinado a diferentes organizaciones benéficas para contribuir con la salud en los países más necesitados. Creo que esta es mi debilidad, siempre quiero ayudar a todo el que lo necesite, así sea brindándole un techo para vivir. He donado dinero para crear refugios alrededor de la ciudad que brindan atención a los indigentes e inmigrantes que no tienen donde vivir. Alice fue la primera inmigrante a la que ayudé. Vino a vivir conmigo mucho tiempo antes de que me convirtiera en una celebridad. Debe ser por eso que me trata como a una amiga y no como a una famosa.

Me acerco a mi Ford Mustang Dark Horse y sonrío mientras admiro su hermoso color índigo. Vivo enamorada de este modelo de autos desde que tengo uso de razón. Mi padre tiene un modelo clásico y recuerdo que no me bajaba de él. Incluso jugaba y cenaba en el asiento trasero. Sé que son autos muy potentes, pero a pesar de eso, conduzco con precaución hasta el Hospital Universitario Regan donde trabajo.

Cuando aparco en mi lugar de siempre me dirijo hacia los vestidores y me pongo mi uniforme de color púrpura antes de poner rumbo a urgencias.

—¡Otra vez aquí! —me grita una voz a mi espalda y hace que me detenga en medio del corredor. Me giro con lentitud hacia él y le sonrío.

—Buenos días John. —lo saludo como mismo lo hago todos los días.

Es el jefe de urgencias y prácticamente vive aquí, como yo. La única diferencia entre nosotros es que él es diez años mayor que yo.

—Eres la jefa de cirugía, no tienes que estar aquí a menos que se te solicite con urgencia, mucho menos a esta hora. —lo sé, todos los días me repite el mismo discurso y siempre le respondo lo mismo.

—Tu tampoco tienes porque estar aquí a esta hora. —él me sonríe.

—Eres tan testaruda como yo, creo que aprendiste todos mis malos hábitos.

Él tiene razón. Cuando fui su interna hace unos años no me separaba de sus talones y cumplía con sus horarios estrictos. Ahora no puedo dejar de hacerlo pues es una parte de mí.

—Sí, todos tus malos hábitos los he adoptado, ¿ya desayunaste? —se ríe a carcajadas sabiendo que no lo ha hecho—. ¿Un café? —le pregunto, pero la respuesta es interrumpida por las sirenas de las ambulancias aproximándose.

—Creo que el desayuno tendrá que esperar. —murmura mientras salimos corriendo hacia las puertas de emergencia donde dos ambulancias están estacionando.

—¡Que tenemos! —pregunto mientras bajan una de las camillas.

—Un accidente masivo en la autopista, llegarán más ambulancias pronto. —nos informa el paramédico.

—Va a ser un día entretenido Brenda. —comenta mientras me detengo junto a una de las camillas que acaban de bajar.

—Mis preferidos. —respondo mientras nos ponemos en acción.

A las 10:00pm me dejo caer en el colchón de la sala de descanso. Ha sido un día infernal y agotador. He entrado a 4 cirugías sin tiempo de descanso entre ellas ni para beber agua. La puerta se abre y John se deja caer a mi lado.

—No me digas que estás agotado.

—En lo absoluto, ¿comemos algo rápido antes de que todo vuelva a alocarse?

—Sí, necesito recuperar energía con urgencia. —respondo poniéndome de pie.

Mientras comemos algo en la cafetería no me pasa desapercibida su mirada. Sé que desde hace un tiempo quiere invitarme a salir, una vez más. Las veces anteriores que me lo ha pedido, lo he pospuesto. No soy una persona de relaciones duraderas. Mi trabajo es mi vida y llevar una relación, es demasiado complicado con la vida que llevo. Prefiero las citas de una noche, algo que no involucre sentimientos y complique todo. Porque si algo aprendí con esta profesión y estos horarios, es que las relaciones sin apenas verse, no funcionan. Al final todo termina en un desperdicio de tiempo, vida y las dos personas sufren en el proceso. Por eso me gusta ser directa y honesta con las personas con las que me relaciono. Pero, no lo he sido con John.

El resto de la guardia transcurre en calma, solo algún caso menor en urgencias. A las 6:00 am entro a la sala de descanso y me encuentro a John allí. Al sentarme a su lado él se gira hacia mí.

—Brenda—lo miro a los ojos y ya se lo que me va a decir—. ¿Cuándo me dirás que sí?

—No quiero romperte el corazón John o que suframos en el proceso. No soy de relaciones sentimentales.

—¿Por qué?

—Ya conoces mis horarios. A una relación hay que dedicarle tiempo y eso es algo que dedico a mi carrera en su totalidad. Una relación conmigo termina en desastre.

Lo sé por experiencia, mis relaciones no han pasado más allá de las dos semanas.

—Nuestros horarios son los mismos, no entiendo el problema. Y no me digas que no hay química entre nosotros, porque ambos sabemos que no es cierto. —John se levanta y va hacia su taquilla para comenzar a cambiarse de ropa.

No puedo negarlo. Desde que nos conocimos, a pesar de que él era mi superior, siempre hubo buena química entre nosotros.

—John, no creo que funcione. —me levanto súbitamente y camino hacia mi taquilla.

Comienzo a cambiarme de ropa y cuando solo me queda ponerme la blusa John me detiene por el brazo.

—No lo sabemos sin antes intentarlo. —murmura parado frente a mi con sus jeans a medio abrochar y la camisa abierta por completo.

Nos quedamos mirándonos a los ojos. No sé qué me sucede o que me posee en ese instante. Pero me acerco muy rápido a él y uno mis labios con los suyos. John me devuelve el beso con urgencia y me dejo llevar por lo que he comenzado enredando mis manos en su cuello y tirando de él más cerca de mí. Cuando separo mi boca de la suya, ambos estamos con la respiración agitada.

—Dejémonos llevar y veamos que sucede—murmuro, mientras me pierdo en sus ojos verdes, como respuesta a su petición de que salgamos juntos—. Te advierto, no soy buena en las relaciones.

—Yo tampoco, es algo que tenemos en común, pero quizás seamos buenos juntos.

Volvemos a besarnos, con fiereza, mientras él desliza sus manos por mi cuerpo. Me acaricia con prisa e introduce sus manos por dentro de mis jeans. Ante su ansiedad y prisa gimo deseosa de más.

—¿Dónde están tus internos? —inquiero mientras me pego a su cuerpo.

—Haciendo estudios a los pacientes nuevos, ¿y los tuyos? —murmura contra mi boca.

—Practicando suturas—respondo mientras dejo escapar otro gemido—. ¡Adentro! —exclamo contra sus labios.

Me separo de él y me saco el pantalón y la ropa interior. John hace lo mismo, solo separándose lo necesario de mi para acomodarse entre mis piernas. Se coloca a toda prisa un preservativo que saca de su cartera y después se hunde en mi interior. Levanta una de mis piernas contras su cadera y comienza a moverse haciéndonos a ambos jadear de placer. El orgasmo no tarda en llegar y con unas cuantas embestidas más me dejo ir con un largo gemido que contengo mordiendo mis labios. John recuesta su frente a la mía y me sonríe.

—No pensé que esta guardia terminaría así.

—Yo tampoco. —bajo mi pierna de su cadera y me coloco nuevamente la ropa.

—¿Lo intentaremos entonces? —pregunta una vez más mientras se abrocha sus jeans y la camisa.

—Veamos que sucede—murmuro con una sonrisa mientras termino de vestirme y me acomodo el cabello—. Nos vemos el lunes.

—¿El lunes? Pensé que podríamos salir a cenar o al cine esta noche.

—No puedo, ya tengo planes para el fin de semana—respondo con una sonrisa—. Pasaré tres días lejos de la civilización.

—Disfruta de tu descanso entonces, ¿planeamos algo cuando regreses?

—Desde luego. —lo beso en la boca y me marcho.

No puedo creer lo que acabo de hacer. Esto no puede volver a suceder en el lugar donde trabajamos, por suerte nadie nos sorprendió. Cualquiera pudo haber entrado, es una sala común. Creo que fue la ansiedad de ambos y el deseo sexual contenido.

Pienso en lo sucedido mientras conduzco rumbo a mi descanso en la naturaleza. John es muy atractivo y sé que más de una interna muere porque el le dedique una mirada. Sus ojos verdes, su mandíbula cuadrada y ese cabello rubio oscuro que cae en su frente lo hacen muy atractivo. Su cuerpo está bien definido, hoy he tenido un vistazo en primera plana de ello. No entiendo como lo hace, no creo que tenga tiempo para ir al gimnasio. No es que me interese como luce alguien, eso no es lo importante, más importante son sus sentimientos y como es en realidad y no creo que conozca a John a ese nivel. El es una persona bastante reservada con respecto a eso.

Nunca he tenido una relación duradera con nadie, mucho menos que trabaje conmigo. Quizás de esta forma en que tenemos los mismos horarios todo funcione. Solo el tiempo lo dirá.

Conduzco con precaución rumbo al parque Yosemite donde se encuentra mi cabaña privada. Por el camino hago una parada para comprar suministros y desayuno algo.

Estaciono el auto en la parte trasera de la cabaña y me bajo dándole la vuelta. Abro el maletero y cuando voy a sacar la maleta veo una silueta entre los arbustos.

—¡Hola! —grito, pero nadie responde. Doy unos pasos y veo una mano en el suelo detrás de unos arbustos de bayas. Me acerco con cautela—. ¡Necesita ayuda! —vuelvo a gritar cuando llego allí.

En el suelo hay un hombre. Viste un pantalón de cuero negro y una camisa blanca. Está de espalda a mi y no me responde. Me acerco más y lo muevo por el hombro. Se gira hacia mí con un quejido de dolor y analizo entonces su cuerpo. Su camisa está totalmente manchada de sangre. Puedo ver varios puntos de heridas punzantes, y otra de desgarro, pero no veo el arma que lo hizo. Me agacho rápido junto a él y compruebo su respiración. Es normal, aunque se ralentiza por momentos. Necesito llevarlo adentro para poder comprobar y atender sus heridas. Coloco un brazo sobre mi hombro y el se queja nuevamente abriendo sus ojos.

—¡Necesito que me ayudes! —murmuro frente a su rostro.

El solo asiente y con un grito de dolor se levanta apoyándose en mi. Lo conduzco hacia la puerta del frente, saco las llaves de mis jeans y abro lo más rápido que puedo. Con cuidado lo acomodo en el sofá.

—¡Ah! —grita una vez más.

—No te muevas de aquí.

Salgo corriendo hacia el auto y saco del maletero el maletín rojo de urgencias. Siempre cargo con este botiquín, está más equipado que los normales. Podría hacer una cirugía en caso de necesitarlo, pero no creo que sea el caso. Cuando regreso, está inconsciente. Abro el maletín y saco una sábana de color azul que extiendo sobre el sofá. Tomo unas tijeras y corto su camisa y la retiro de su cuerpo. Antes de acostarlo, reviso su espalda, las heridas no llegan ahí. Su respiración ha bajado en cadencia. Saco el botellón de oxígeno y le coloco la máscara. Busco la botella de agua y varias gasas para limpiar sus heridas antes de examinarlas a profundidad. Mientras limpio sus heridas deja escapar un quejido bajo. Al terminar veo que no sangran y que las tiene bastante enrojecidas, debe de llevar unos días así.

Tiene 4 heridas, dos de ellas bastante grandes y profundas. Tiene una en el hombro izquierdo, que es la más grande al igual que sobre su cadera izquierda. Las otras dos están al lado derecho, una justo en el esternón, debajo del pectoral derecho y la otra unos centímetros más abajo donde terminan las costillas.

Necesito inspeccionar mejor para comprobar que no hayan afectado ningún órgano interno. Saco el equipo portátil de ultrasonidos y mientras espero que encienda desinfecto sus heridas. Va a necesitar sutura en todas y también antibióticos. Preparo un suero con el antibiótico y le canalizo vena. Vierto el gel en ambos lados de sus costillas y analizo esas heridas, la del hombro no me preocupa tanto como estas. Afortunadamente todo está bien, son heridas poco profundas y el daño no ha pasado a mayores. Comienzo a aplicarle la anestesia local en la herida del hombro y espero antes de comenzar a suturar.

Una hora más tarde he terminado con sus heridas y le he puesto vendaje limpio en todas. Mientras recojo los desechos, sentada en el suelo junto al sofá, me percato de algo que me pasó desapercibido antes. Su cuerpo tiene varios tatuajes. Tiene varios en sus costillas, uno en el pectoral izquierdo y uno sobre la cadera derecha. También tiene una enorme flecha en su brazo izquierdo que se extiende desde la muñeca por toda la extensión del brazo justo hasta debajo de la axila. Los tatuajes de sus costillas son símbolos que no reconozco. Solo puedo reconocer uno de sus tatuajes; el que tiene del árbol de la vida sobre la cadera.

Termino de recogerlo todo y le ajusto la máscara de oxígeno. Reviso el suero de antibiótico y después me detengo a observarlo a él. El sofá se ha quedado pequeño en comparación con el enorme hombre que ahora lo ocupa. Debe medir al menos 1.90mt, y no solo eso, su cuerpo es una masa de músculos torneados y bien definidos por todas partes. Luce como alguien que pasa horas en el gimnasio y que vive para lucir así. Me muerdo el labio inferior mientras miro su abdomen perfectamente marcado y la V de sus caderas que desaparece dentro el pantalón de cuero.

«¿Como no sentí esos músculos antes? ¡Brenda! ¡Control!»

Subo la mirada hacia su rostro. Lleva una tupida y larga barba que lo cubre por completo. Sus labios son gruesos y turgentes. Su cabello es castaño oscuro y lo lleva recogido en un moño alto. Eso es lo que está de moda ahora, así que imagino que imita a alguna celebridad. Me acerco a sus pies y le saco las botas que lleva dejándolas en el suelo.

—«¿Quién es este hombre?» —me pregunto curiosa.

Necesito averiguar algo. Reviso sus pantalones, pero no encuentro ninguna identificación. No lleva billetera. ¿Quizás lo asaltaron? Pero aquí en medio de la nada, no lo creo.

Creo que lo mejor es que lo deje descansar, ya cuando despierte, podré preguntarle todo lo que necesite saber hasta satisfacer mi curiosidad. Me levanto y camino rumbo a la cocina, pero antes de abandonar la sala, le doy otro vistazo al enorme espécimen de hombre que ocupa ahora todo mi sofá.

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Este capítulo está dedicado a Lorenatai kachaverri JosselineL25 EmilyEspinosa316 YunelisBerrios  Espero les guste esta nueva historia que estoy comenzando. Si aún no conocen mis historias pueden pasar por mi perfil y leer alguna de ellas.

¿Quien creen que sea este hombre?

No olviden dejarme sus comentarios y su voto.
Xoxo🐦⭐

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