9. Estos celos me hacen daño, me enloquecen
Capítulo 9: Estos celos me hacen daño, me enloquecen
Luego de que Ryan se marchara del departamento para reunirse con ese alguien, Oliver decidió pasar un rato en las redes sociales. Después de muchas horas fuera de su hogar y sin haber tomado el teléfono ni por un segundo, se sorprendió por la increíble cantidad de mensajes y llamadas perdidas que su amiga le había dejado en el buzón.
Un calorcito se instaló en su pecho. Saber que al menos contaba con una amiga que se preocupaba por él era muy bonito y no lo hacía sentir como un no deseado. Aunque quiso llamarla para contarle toda la locura que había atravesado, prefirió enviarle un mensaje con su ubicación actual y esperar a que no se hiciera muchas preguntas.
Mientras miraba en la televisión una de esas novelas latinas con situaciones más bizarras que realistas, la puerta de entrada fue abierta de manera violenta para dar la bienvenida a su característica melena de fuego. Oliver pegó un salto, tirando el bol de palomitas que se había preparado en lo que esperaba la llegada de Deva. Pelusa, por otro lado, apenas se inmutó por la irrupción.
—¡Oliver Fields! —bramó a medida que se acercaba peligrosamente al castaño—. ¿Acaso quieres matarme de un infarto? ¡¿Cómo se te ocurre ignorarme de esa forma?!
—Te juro que no fue mi intención —aseguró, alzando ambas manos en señal de que no ocultaba nada detrás de sus sospechosas palabras. Suponía que Deva no le iba a creer y la verdad él tampoco se lo creería si no lo hubiera vivido—. Iba a llamarte, pero enfermé durante la madrugada y no hice más que descansar.
La pelirroja alzó una ceja. Seguía molesta, pues comenzaba a pensar que quizás Oliver se estaba tomando muy a la ligera su situación.
—¿Y cómo viniste a parar al departamento de Ryan?
—En mi defensa, me trajo en contra de mi voluntad —repuso, dejando a un lado esa molestia que le generaba que Deva supiera dónde vivía el rubio.
—Y por eso estás echado como foca en espectáculo marino, comiendo palomitas y oyendo gritar a una muy mala actriz. ¿Qué se supone que estás mirando?
—No tengo idea.
—Bien, olvidemos las novelas por un rato —la muchacha sonrió. Ver a Oliver en buen estado era lo que necesitaba para bajar un poco su ansiedad—. ¿Ya te sientes mejor?
—Sí, pero el tarado de tu amigo me obligó a quedarme encerrado —dejó escapar un quejido—. Se preocupa demasiado por pequeñas tonterías.
—Lo sé —Deva agachó la cabeza y Oliver pudo jurar que vio sus mejillas tornándose de un carmín intenso—. Es una de las cosas que lo hacen muy atractivo.
A Oliver por poco se le salió la mandíbula de lugar. No podría guardar silencio y asentir como un idiota si no se quitaba esa duda que comenzaba a incomodarlo.
—¿Él te gusta?
—¿Cómo dices? —si no la conociera a la perfección, ni siquiera se hubiese dado cuenta que estaba haciéndose la confundida. Deva tenía un gran potencial como actriz.
—No me engañas, Deva Lussac —el castaño tomó su mano con cuidado y la atrajo hacia él, haciéndole un espacio en el sofá para que se acurrucara a su lado. Ella, algo sorprendida por el repentino cambio de actitud de su amigo, aceptó gustosa la invitación—. Te gusta Ryan, ¿no es así?
—No, él no me gusta —Oliver no supo por qué, pero una sensación de alivio inundó cada fibra de su cuerpo—. Lo que siento por Ryan va más allá de eso. Oliver, creo que lo amo.
No, ella no podía amarlo. Oliver quiso creer que algo como eso era imposible. Algo dentro suyo deseó con todas sus fuerzas que, por primera vez, solo se tratara de otro de los muchos flechazos pasajeros de Deva.
—¿Lo amas? —la muchacha asintió—. ¿Cómo estás tan segura? Ni siquiera lo conoces bien.
—Lo conozco lo suficiente como para saber que es mi alma gemela —usó ese típico tono de niña enamorada y melosa, ese que a Oliver tanto le disgustaba oír. Su amiga de verdad estaba flechada por ese idiota y no le gustaba; no le gustaba nada—. Tenemos muchas cosas que nos unen y harían de nosotros una pareja ideal.
—¿Qué cosas? ¿Su horóscopo? —inquirió, burlón—. No quiero arruinarte la ilusión, Deva, pero ese tipo es todo lo opuesto a ti.
Deva permaneció seria. No veía la más mínima gracia en las palabras del chico.
—Búrlate todo lo que quieras, pero ambos nos complementamos en muchos aspectos. Ambos somos artistas incomprendidos que buscan ser alguien en esta vida, además de que tenemos proyectos y ambiciones. De verdad te lo digo, Ryan y yo estamos hechos el uno para el otro.
No supo la razón, pero el rumbo que había tomado la conversación ya no le agradaba. La punzada que se había instalado en su pecho, cerca de su corazón, parecía no querer abandonarlo. Dolía y no quería saber por qué.
—Tu ex italiano también era artista y solo duraste quince días siendo su novia.
Nombrar al ex de su mejor amiga, ese que tanto daño le había provocado, era un golpe bajísimo. Lo aceptaba, estaba jugando sucio. Sin embargo, sentirse culpable por lastimarla no evitó que una sonrisita petulante se dibujara en sus labios.
—Paolo era un imbécil que no sabía qué diablos hacer con su vida —repuso, fingiendo que no se le había movido un pelo por oír el nombre de su primer amor de la preparatoria. Era suficiente, ya tenía que darle punto final a aquella experiencia y desecharla de sus recuerdos—. Ryan es diferente en todos los sentidos. ¿Sabías que planea participar de una exposición en Nueva York apenas se gradúe?
—¿Por qué tendría que saberlo? —masculló—. No somos amigos como para que me esté contando todos sus planes de vida.
—Bueno, prácticamente estás viviendo bajo su techo ahora que tus padres te echaron de la casa. Supuse que al menos en estas cuantas horas habían tenido alguna conversación civilizada.
Oliver solo rodó los ojos. Vio cómo Pelusa se levantaba de su lugar para refregarse en los zapatos de vestir de la pelirroja, para luego pegar un ágil salto y echarse a dormir a un lado suyo. No iba a decirlo en voz alta, y mucho menos cuando Ryan estuviera cerca de él, pero ya comenzaba a encariñarse con esa bola que le hacía la compañía justa y necesaria.
—¿Por eso me lo presentaste en el campo aquella vez? —al notar su expresión confundida, agregó—: Insististe mucho solo para que conociera a Ryan Davies, incluso sabiendo que nuestros padres son los enemigos políticos más recientes de las elecciones.
—En parte, sí —confesó—. Sé que te volviste demasiado sobreprotector después de lo que pasó con Paolo, así que creí que si estaba decidida a declararle mis sentimientos a Ryan primero tendrías que conocerlo.
—Querías mi aprobación.
La joven de pecas bonitas asintió.
—Ahora que lo pienso es raro. Me importa más la aprobación de mi mejor amigo que la de mis padres para tener novio.
—No es raro, Deva —el castaño tomó su mano nuevamente y jugó con sus anillos. Solía hacer eso cuando se ponía nervioso o quería expresar algo que le causaba vergüenza. Oliver era muy cohibido cuando de hablar desde el corazón se trataba—. ¿Pero piensas que él siente lo mismo?
Ella se alzó de hombros y una pequeña esperanza guardó espacio en el corazón confundido de Fields.
—No siempre hay que estar seguro de si el otro está en la misma sintonía que nosotros. A veces solo es necesario un salto de fe, arriesgarse para no lamentarse después. Incluso si él llegara a rechazarme, yo me sentiría plena porque no le habré hecho caso a mis miedos y aprendería a vivir con ello. Pero es cuestión de intentar. ¿No lo crees?
Oliver permaneció callado unos segundos. No podía comprender cómo Deva podía ser tan confiada y tonta al mismo tiempo. Valiente y audaz, esos eran mejores calificativos para describirla.
Deva Lussac era todo lo contrario a él. Su espíritu libre y su personalidad suelta, alocada, la volvían el imán perfecto para las personas que la rodeaban. Y aunque le costaba admitirlo por su enorme ego, esa era una de las muchas cosas por las que la envidiaba. Quería creer que se trataba de una envidia sana. De esas que se tienen cuando debes felicitar a alguien por lograr algo que tú querías.
A pesar de lo mucho que la apreciaba y lo feliz que le hacía saber que estaba en busca de una nueva pareja, esa sensación de que le iban a arrancar el corazón en cualquier instante seguía ahí.
—Creo que tienes razón —si fuese Pinocho, su nariz ya hubiese superado el metro y medio. Deva dibujó una amplia sonrisa y Oliver no pudo sentirse más culpable—. Deberías declararte lo más pronto posible.
—¿Por qué?
"Porque alguien más podría robártelo y no voy a decir quién soy". Demonios. ¿Esa era la voz en su cabeza? La fiebre lo dejó en muy mal estado.
—Si ya sabes lo que sientes, ¿a qué más tienes que esperar?
—No estoy segura, Oliver. Quiero encontrar el momento perfecto. Todo tiene que ser perfecto. ¿Y si me ayudas?
—Se lo estás pidiendo a la persona equivocada. No tengo idea de esas mierdas del amor.
Deva rodó los ojos, negando con efusividad.
—Me refiero a que me ayudes a averiguar qué cosas le gustan —explicó con paciencia—. Quiero saber qué es lo que derrite sus sentidos y abre su corazón. Debo esmerarme en demostrarle que podría ser la mejor novia del mundo si llegara a aceptar. Anda, Oliver. Hazlo por mí.
—¿Y por qué no puedes preguntarle tú? Es más amigo tuyo que mío.
—¡Porque sospecharía! No es tan complicado, solo debes hacerle preguntas como en un juego de azar.
—¿Y quieres que pregunte también por su color favorito y la película de Barbie que más le gusta?
Oliver estuvo a nada de carcajearse, cuando Deva tomó un cojín y se lo estampó de lleno en la cara.
—¡Te estoy hablando en serio, Oliver!
—Bueno, bueno, ya entendí —hecho una bolita para defenderse del ataque de la muchacha, accedió a duras penas—. Te voy a ayudar a enamorar al vago ese.
—No es vago. Es un artista con un brillante futuro.
Entre risas y recuerdos ya no tan dolorosos, pasaron el resto de la tarde en el departamento de Ryan. Con la puesta de sol siendo testigo de la charla entre un corazón decidido y otro demasiado confundido.
***
—Oliver Fields durmió en mi casa anoche.
Creyó que su amigo se pondría como loco o que al menos lo sermonearía por ser tan estúpido, pero nada de eso pasó.
—Ahora mismo está en mi departamento —agregó en el mismo tono neutral, mientras veía al otro quedarse quieto como piedra—. Y seguirá allí para cuando vuelva.
—¿Qué estás esperando que diga, Ryan? —cuestionó Ángelo mientras bebía su batido de frutas.
—Yo qué sé. Como mínimo esperaba que estuvieras sorprendido.
El estudiante de fotografía lanzó una risa, provocando una inmensa confusión en el rubio. Ryan comenzaba a plantearse tener que buscar nuevos amigos, al menos alguien que se tomara estas cosas con un poco más de seriedad.
—Ay, Ryan. Pobre e ingenuo Ryan —se acercó con cuidado a la mesa, como si fuera a contarle un secreto picante del que nadie debía enterarse—. El que Oliver te guste desde que tu papá se postuló como alcalde no es algo nuevo para mí. No entiendo por qué razón debería ser sorpresa enterarme de que lo acogiste en tu casa después de que Albert "homofóbico" Fields lo echara por besarte en ese estúpido evento.
Ryan se mordió el labio, avergonzado. Cada vez que hablaban sobre su amor platónico sentía como si Ángelo fuera una mamá que todo lo sabía. A veces, el don que tenía el otro para poder leer sus pensamientos con tan solo una mirada era abrumador. No podía ocultarle nada, ni siquiera aquello que ni él sabía.
—Supongo que viste las tendencias en Twitter —comentó en un tono muy bajo.
—¿Verlas? Hasta discutí con uno que se puso a atacar a la gente gay por un hilo que apoyaba a Oliver —Ryan vio con atención la forma en la que el moreno sujetó la cucharita y la empuñó sobre el mantel. Fuera de contexto, daba la impresión de estar a nada de saltar sobre alguien y apuñalarlo—. ¡Mierda! Ojalá a todos esos hijos de perra se les caiga el pene de tanto criticar.
—¡Ángelo! —el rubio miró sin disimulo hacia ambos lados—. ¡¿Cómo se te ocurre soltar algo así en público?!
El contrario alzó los hombros con una expresión aburrida.
—Las señoras de la iglesia viven haciendo berrinche cada vez que pasan por Castro. ¿Y yo no puedo quejarme en voz alta porque nos discriminan? ¡No me jodas!
Castro. Ese bello distrito gay de la ciudad de San Francisco. Hacía varias semanas que no lo visitaba por estar apoyando a su padre en los eventos de campaña, pero ahora que Ángelo lo nombraba sentía la necesidad de pasarse por ahí de nuevo.
—¿Cómo te fue en tu cita con Ian?
—Mira qué rápido me cambias de tema cuando se trata del amor de tu vida —sonrió con burla.
Ryan le aventó un par de servilletas con el logo del local impreso en ellas, pero tuvo que levantarlas del suelo cuando la dueña del lugar lo retó con la mirada.
—Oliver no es el amor de mi vida, solo me atrae.
—Yo solía decir lo mismo cuando conocí a Ian —sus ojitos se iluminaron de la misma forma en la que siempre hacían cuando hablaba de su novio—. Al principio pensé que era un flechazo, pero a medida que pasaban los meses me di cuenta de que no podía sacarlo de mi cabeza. Todo lo que hacía, lo que le gustaba, su pasión por la danza. Absolutamente todo se quedaba grabado en mi mente y siempre quería volver a estar con él, incluso si no teníamos nada que decir. A veces solo éramos él, yo y el silencio, y eso era más que suficiente.
—Wow —Ryan estaba asombrado. Nunca, en estos dos años que Ángelo llevaba siendo pareja de Ian había hablado de él con tanta vehemencia como lo estaba haciendo justo ahora. Era bonito, realmente bonito—. Entiendo de lo que hablas.
—¿Oliver es muy silencioso? —inquirió con curiosidad.
—Es un poco introvertido. Bueno, salvo cuando se emborracha o está con fiebre.
Por la sonrisa ladina y la mordidita de labio, Ángelo tuvo la sensación de que su buen amigo estaba obviando información importante. Información que, como todo curioso, necesitaba tener en sus manos.
—Desenrolla la lengua.
—¿Que haga qué?
—Que empieces a soltar el chisme.
—No sé de qué me estás hablando —Ryan fingió demencia.
—No te hagas el tonto —tenía que admitirlo, ver a Ángelo enojado era gracioso. Daba miedo, pero era divertido—. Exijo saber qué indecencias te habrá dicho ese pobre chico estando borracho.
—¿Y si no te cuento nada? —amenazó el rubio.
—Me iré corriendo y tendrás que pagar la cuenta.
—¡Eso no es justo! —ahora era Ángelo quien reía con la imagen de un berrinchudo Ryan. De tener su teléfono en mano ya lo estaría grabando—. Te pediste como tres porciones de tartas diferentes y además te comiste mi muffin.
—Culpa a los antojos. Creo que estoy embarazado —exageró, poniendo una mano en su barriguita y la otra cubriendo sus ojos.
—No creo que eso sea biológicamente posible —repuso con una mueca—. Te contaré, pero debes prometer que no te vas a reír ni harás un escándalo como el rey del drama que eres.
—No me hagas prometer algo que luego no cumpliré —ante la mirada acusadora de Ryan, no tuvo más remedio que acceder—. Está bien, suéltalo.
Respiró como si fuera a quedarse sin oxígeno. Intentó relajarse. Era duro, no porque no quisiera enfrentar la realidad de lo que había pasado entre Oliver y él, sino porque el castaño no quería tocar el tema. Comprendió que quizás no era un asunto suyo el no poder contárselo a Ángelo. Más bien era un problema de Oliver porque su idea de no cuestionarse sus gustos en hombres lo estaba afectando de una forma que no esperaba.
—Si no quieres decirme, está bien —apaciguó el moreno con empatía, haciéndose la idea de que lo ocurrido entre ambos tal vez era un secreto o algo que buscaban dejar en el olvido—. ¿Me oíste, Ryan? Está bien.
—Oliver y yo nos besamos.
Ángelo frunció el ceño.
—Eso ya lo sabe todo el mundo.
—No —interrumpió el rubio—. Me refiero a que nos besamos antes del escándalo de la fiesta.
—Mis neuronas no estarían haciendo sinapsis. ¿Dices que hubo un beso anterior al que desató toda esta locura?
—Fue en un bar del centro —comenzó a explicarle, con las mejillas tornándose rojas por la vergüenza que le daba recordarlo—. La noche anterior, Oliver había peleado con su padre y se fue de la casa. No sé qué pasó por su cabeza para volver ahí, pero estoy seguro de que no fue su intención encontrarme. Lo vi llegar y pedirse cualquier licor que tuviera al alcance. Es un idiota.
—¿Y después?
—Se emborrachó y comenzó a decir un montón de estupideces que ya no recuerdo —Ryan se detuvo, pero Ángelo quería más—. Y luego él se abalanzó para besarme.
—Y supongo que no pusiste resistencia —emitió, tratando de no reírse en su cara.
—¡Profanó mis labios!
—Sí, claro —sintió una patada impactarlo bajo la mesa—. ¡No te aguantas nada! Apostaría mi cámara por volver en el tiempo y ser testigo de ese momento.
—No te emociones tanto.
La expresión divertida de Ángelo decayó, imaginándose el peor escenario.
—Si me vienes con eso de que no recuerda nada, salto por la ventana —amenazó con el corazón en la boca.
—No, sí lo recuerda. Solo prefiere dejarlo ahí.
Ryan miró a su amigo y este le devolvió el gesto. Lo único que podían escuchar era el cuchicheo constante de las demás personas presentes en la cafetería. Solo eso y el viento que soplaba con más fuerza que esa mañana.
—Me voy a pegar un tiro.
—Por amor al cielo, Ángelo.
—Mira, Ryan, no sé a qué juego enfermizo están jugando ustedes dos o en qué universo paralelo estás parado. Pero quiero que te des cuenta de lo grave que es tener a ese chico viviendo bajo tu techo sabiendo que él te gusta demasiado y que no quiere nada contigo.
Ryan parpadeó un par de veces, incrédulo.
—¿Piensas que dejé que se quedara conmigo solo porque me gusta? —el moreno alzó una ceja—. Bien, entiendo tu punto. Oliver me odia por un motivo que no sé todavía y yo estoy ligeramente obsesionado por tener algo con él.
—Ligeramente, dice.
—Sin embargo —lo ignoró—, los riesgos que estoy tomando van más allá de eso. Oliver no tiene el apoyo de nadie. Es un chico perdido que no quiere depender de la lástima de otros. Aunque tenga una amistad cercana con Deva, quizás no quiere que ella cargue con todas sus mierdas.
—¿Y tú sí estás dispuesto a hacer de mula, Ryan? ¿No te basta con Zoe y tu madre como para echarte otro peso más en los hombros?
—Por más que no quieras creerlo, cuidar de Oliver no se siente así —una ligera sonrisa surcó sus labios—. Tenerlo conmigo es como un escape de mi maldita realidad.
Ángelo pudo ver algo en sus ojos que no veía hacía muchísimo tiempo. En ese momento, cuando Ryan empezó a jugar con sus dedos mientras miraba a las pocas personas pasar junto al ventanal supo que estaba perdido. Ryan Davies estaba jodidamente perdido por Oliver Fields.
***
Tremendo che.
¡Hola, mis bellos erizos!
¿Cómo va su semana? Espero que estén muy bien *les tira un besito*
Acá un nuevo capítulo donde nos sumergimos más en los mundos de Oliver y Ryan. ¿Qué les pareció?
Estaba pensando en un nombre para su shipp pero no se me ocurre nada *llora en poca imaginación* ¿Me dejarían sus propuestas?
Ángelo e Ian van a ir apareciendo cada vez más y AMO porque los dos son mis protegidos💕
¡Eso fue todo! Nos leemos en el siguiente cap.
Besos infinitos para ustedes.
Mar🦔
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