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22. Fuego en fuego

Capítulo 22: "Fuego en fuego"

El ambiente era denso.

Luego de que Deva apareciera en el pórtico de la casa de su primo sin previo aviso, Ian la invitó a pasar a la sala donde un pálido Oliver se imaginaba lo peor. Varias preguntas atravesaron su mente apenas ella tomó asiento. Había algo en su mirada hostil que delataba molestia e incomodidad. Ian paseaba sus oscuros ojos entre su primo, la mejor amiga de este y su pareja, quien hacía un esfuerzo para ocultar las ganas de reírse. Una sospecha sacudió su curiosidad, así que no dudó en preguntarle a Deva cómo supo que Oliver estaba en su casa.

—Tú me enviaste un mensaje —señaló, algo confundida—. Dijiste que él estaba aquí.

—Claro que no. Yo ni siquiera tengo mi...

Cortó sus palabras con brusquedad, viendo de reojo al que ahora se llevaba la taza a los labios para darle otro sorbo a su bebida.

—¿Tú tuviste algo que ver en esto?

—El chocolate se enfrió.

—¿Lo hiciste o no?

—¿Hizo qué?

—Quitarle el celular a Ian, hacerme pasar por él, enviarte el mensaje que te trajo aquí —levantó un dedo por casa acción que enumeraba—. Básicamente, ser la salvación de todos ustedes porque son unos inútiles.

—Voy a ignorar ese insulto. ¿Cómo me quitaste mi teléfono si lo tuve encima todo el tiempo?

—Te dejas manosear muy fácilmente.

—¡Qué desvergonzado! —exclamó con las orejas al rojo vivo—. Estuvo mal que lo hicieras, pero ya que estamos ustedes podrían resolver sus asuntos para que vivamos en paz. Los dejaremos solos.

—Déjame ser testigo de esto. Si alguien se mata, quiero verlo con mis propios ojos.

—Tú, yo, a la cocina. Ahora.

Una vez se marcharon, y aunque las voces de ambos todavía podían ser escuchadas, Deva y Oliver iniciaron su propia guerra de miradas recelosas y silencios abrumadores. Ella lucía molesta, pero también muy cansada. Oliver se sintió responsable.

—¿Por qué estás aquí?

—Sabes muy bien la razón —sus palabras le sabían amargas—. Quiero saber por qué lo hiciste. Se supone que somos mejores amigos, pero no fuiste capaz de hablarlo conmigo. ¿Acaso no confiabas en mí?

—Maldición, Deva. Te confiaría mi propia vida sin pensarlo.

—Entonces, ¿por qué el engaño? ¿Qué ganabas al esconderme que te gusta el mismo chico que a mí?

—¿Que qué ganaba? —dejó escapar una risa ahogada, nerviosa—. Más bien, qué perdía. Mereces la verdad, fui un cobarde. Preferí quedarme en silencio que enfrentarte y decirte cuánto me molestaba que hablaras de él como si fuese el amor de tu vida... Como si solo tú fueras la única que tuviera oportunidad.

—¡Por una mierda, Oliver! —pegó un salto sin quitarle los ojos de encima. El castaño no hizo más que hundirse en el sillón—. ¿Qué pensabas? ¿Que sería como esas chicas de secundaria que se ponen a competir con sus amigas por la atención de un chico? Me gusta, pero no al punto de querer sacarte del camino para quedarme con él.

—¿Entonces por qué te enojas?

—Porque duele —confesó con la voz ahogada; ella peleaba para no desmoronarse—. Duele saber que ya casi no hablas conmigo, que solo me tienes ahí como un escape de tu realidad.

Tomó asiento nuevamente y juntó ambas manos entre los muslos, cerrándose a cualquier contacto. Oliver pensó que, al igual que él, a Deva le costaba abrirse con los demás. Por eso, decidió darle el tiempo que necesitara para continuar.

—Yo ya lo suponía. Al principio creí que solo era una idea mía, que ustedes dos se habían vuelto cercanos porque ninguno tiene demasiados amigos. Luego, cuando pasó lo de la fiesta, el beso y todo el escándalo, algo dentro de mí se inquietó, pero no le di importancia. Creía que eso solo había sido otra forma de molestar a tu padre y no quise darme cuenta cuando comenzaste a sentir algo de verdad por Ryan.

—Sinceramente, no empecé a sentir algo más sino hasta la última vez que fuiste a visitarlo, cuando me dijiste lo de tus padres. Sé que no es excusa, pero no podía contarte si ya estabas bastante mal con su posible divorcio.

—¿Me lo hubiese contado de no ser así? —indagó con burla—. No estoy molesta porque te guste Ryan, tampoco me duele que me lo hayas ocultado.

—Dime qué haces aquí entonces y por qué siento que después de esto nuestra amistad dejará de ser lo que era antes.

—Vine porque no quiero perderte. Ya te dije que no me interesa lo de Ryan. Él es solo otro chico del montón. Pero tú eres más que eso, Oliver. Eres mi único y mejor amigo, el hermano que nunca tuve, mi confidente. Estoy aquí por eso, no quiero perderte.

—Ni yo.

—Entonces, ya basta de secretos. Quiero dejar de enterarme por terceros sobre lo mal que te sientes y todos los cambios que hay en tu vida. Si tienes que llamarme a las tres de la mañana solo para que te dé un abrazo, hazlo. Y si tengo que recorrer toda la jodida ciudad de San Francisco para verte, también lo haré. Estuve, estoy y estaré para ti, Oliver. Dime, ¿estarás tú ahí para mí cuando te necesite?

No necesitó palabras, de nada servían cuando se encontraban todas atascadas en su garganta. Se levantó, se abalanzó sobre ella y la estrujó con fuerza. Deva correspondió. ¿Cómo no iba a hacerlo? Oliver tenía padres que no lo querían. Deva era testigo de cómo el supuesto amor entre los suyos se derrumbaba, dejando ruinas y recuerdos que solo serían felices en su mente. Sus familias eran disfuncionales, pero eso no tenía por qué perjudicar su amistad. Justo ahora, ambos se necesitaban más que nunca.

—¿Por qué no te alejaste? No soy una buena persona.

—Tú no decides eso —escurrió sus lágrimas con cuidado para no arruinar su maquillaje—. Si fueras una mala persona, yo no sería tu amiga, Ian no te hubiera perdonado y Ryan no estaría loco por ti.

Trató de ignorar eso último. Trató.

—¿De verdad no te molesta lo de Ryan?

La pelirroja negó.

—Al principio me sentí decepcionada conmigo misma porque me había perdido en mis propias ilusiones. Después estuve molesta, pero se me pasó comprendí lo que pasaba entre ustedes. Fue divertido y un tanto vergonzoso no haberme dado cuenta antes. Me restregaron muchas pistas en la cara y yo ni cuenta pude darme.

—¿Pistas?

—La forma en la que Ryan suele mirarte como si fueras la única persona en la habitación, o la manera en la que tú no sabes disimular tus celos porque tu cara de culo te delata.

—Oh.

—Sí, oh —repitió—. Creí que saltarías y me arrancarías los ojos.

—Nunca haría eso, no con el gato de Ryan siendo testigo del crimen.

—Pelusa hubiese estado encantado de ser tu cómplice. Dejando de lado el hecho de que llegué a sentir envidia, ambos se ven bonitos juntos.

—¿Sentiste envidia? ¿De mí?

—Sí —agachó la cabeza, recordando cómo ese horrible sentimiento se había apoderado de su lado racional y declarado la guerra implícita a su mejor amigo—. La vida siempre ha sido muy mala contigo. Desde tus padres horribles hasta la familia materna que no has visto por años, todo ha sido muy negativo y solitario para ti. A pesar de eso, nunca has demostrado estar molesto o deprimido. Si estabas cansado, tú solo lo dejabas pasar.

—¿Te molesta que ya no sea miserable?

—Amo que estés empezando a conocer la felicidad, te mereces todo lo bueno del mundo. Pero ahora soy yo la que se siente desdichada con todo lo que está pasando tan repentinamente.

—Entonces es por tus padres.

—Mis padres y su divorcio, ver a mamá sufrir, estar en boca de casi todos los periodistas. Sentir que también perdía la confianza de mi mejor amigo me destrozó. Eso y que no tengo a un Ryan que me apoye en estas situaciones.

—No necesitas un Ryan para superar todo esto, Deva. Los malos momentos son solo eso, momentos. Tengas o no a alguien a tu lado, al final eres tú quien saldrá adelante.

Deva comenzó a reír bajito mientras negaba con la cabeza.

—Deberías pensar seriamente en escribir un libro.

—No me ilusiones, ese ya fue un sueño perdido hace mucho tiempo.

—Un sueño nunca está del todo perdido, no si aún tienes fe en él y en tus capacidades.

—¿No crees que ya es tarde?

Antes de responder, ella tomó su mano y lo miró con un brillo particular. Uno que reflejaba esperanza.

—Nunca es tarde para ser quien decidas en esta vida, Oliver.

Terminaron su conversación con miradas llenas de complicidad y sonrisas radiantes. Ian y Ángelo regresaron. Deva les comentó que su madre y ella estarían el resto del invierno en una de sus propiedades en Escocia; todo ello con el fin de hallar paz en medio de tanto escándalo político y mediático. Más tarde, se marchó con la promesa de volver a encontrarse con ellos para disfrutar alguna tarde soleada cuando llegara la primavera.

—¿No quieres quedarte esta noche? —preguntó Ian mientras buscaba unas mantas en el armario de su alcoba—. A Ángelo no le molestará compartir cama. ¿Verdad, mi vida?

—No, la verdad sí me molesta —admitió desde el pasillo, apenas asomándose por la puerta—. Nada personal, pero me muevo mucho cuando duermo y temo patearte.

—Estaré bien, no se preocupen. De todos modos, tengo que hablar con Ryan para ponerle fin a esto.

Aquello descolocó a Ian.

—¿No que estaba todo bien entre ustedes?

—Agradezco tenerlas a tus madres y a ti devuelta en mi vida —si seguía cambiándole de tema, a Ian le daría un infarto; por otro lado, Ángelo estaba demasiado callado—. Con respecto a él, lo pensé mucho y ya tomé una decisión. Es injusto no ser sincero cuando él sí lo ha sido conmigo.

—Pero, esto no es... Oliver...

—Nos vemos luego. Fue un placer, Ángelo.

Ian no pudo moverse para detenerlo o pedirle una explicación. Simplemente quedó estático ante la tranquila presencia de su novio. Después de unos segundos que le parecieron eternos, oyó la puerta de entrada cerrarse. Apenas salió de su trance, los brazos de Ángelo rodearon su cuello. Él hizo lo mismo con su cintura, casi por instinto.

—Déjalo —le susurró—. Ya no es un niño, sabe lo que está haciendo.

—¿Y si se equivoca?

—No lo hará.

—¿Cómo lo sabes?

—Solo lo sé —lo besó con dulzura—. Así como sé que te amo.

Ian se mordió el labio, reprimiendo una tímida sonrisa.

—También te amo.

***

Cuando Ryan respondió la llamada de Oliver, no creyó que con dos simples palabras sintiera su mundo temblar del miedo.

Necesitamos hablar.

La última vez que había oído aquella frase, tuvo que ver a su madre perder peso y el poco cabello que había logrado recuperar. En resumen, hablar era sinónimo de malas noticias. Él ya no creía tener fuerzas para eso. No cuando sabía a la perfección cómo se sentía el ardor atravesando sus entrañas y lo mucho que tardaba en cicatrizar una herida.

Miró a su madre, quien yacía dormida con Zoe acariciándole el dorso de la mano. La enfermera que ya había pasado para avisarles que el horario de visitas terminaría pronto, por lo que ambos decidieron quedarse hasta el último segundo. Es que nada ni nadie les aseguraba que habría más visitas luego de esa. Cada momento debía ser atesorado, incluso si solo la veían dormir mientras permanecían en silencio.

Le hizo un ademán con la mano a su hermana, que con un asentimiento se paró de la silla y se alejó de la camilla, no sin antes depositar un beso en los nudillos de su mamá. Ryan se acercó con pasos cautelosos, presionó sus labios contra la mejilla desnuda y emprendió el rumbo hacia la salida. La pecosa no podía dejar de pensar en lo callado que había estado el rubio desde que llegaron al hospital. Parecía más un guardaespaldas personal que un familiar de un pariente enfermo y eso le molestaba un poco.

—Casi no hablaste con mamá —recriminó cuando las puertas del elevador se cerraron; por fortuna, solo ellos habían abordado la cabina. El muchacho se limitó a hacer un sonido con la garganta—. ¿Por qué te estás distanciando de ella?

—No estoy haciendo eso.

—¿Entonces por qué ya no eres como antes? Extraño al Ryan que la hacía reír —lanzó un suspiro—. También extraño las tardes de juegos con papá y tener a mamá en casa. Quiero que esto termine ya.

Zoe jamás callaba sus pensamientos, tampoco lo mucho que le dolía ver a su familia alejarse poco a poco. A pesar de ser solo una niña, no se mantenía para nada ajena a los problemas de los adultos.

—Y acabará más pronto de lo que crees —se arrodilló hasta quedar a su altura—. No sé cuándo, pero pasará y todos estaremos justos otra vez. Hay que tener un poco de esperanza.

—No me pidas que tenga lo que tú ya perdiste. Sé que piensas que mamá va a morir.

—¿Y qué piensas tú?

—Pienso que creer eso no hará que te duela menos si llega a pasar. Si mamá muere, estarás triste y yo también. No quiero que mamá nos deje, pero trato de estar bien para que ella no sufra.

Ryan sonrió enternecido.

—Eres más fuerte que yo.

Zoe negó.

—Los dos lo somos. Fuertes y débiles a la vez. ¿Sabes en qué nos convierte eso?

—¿En una contradicción constante?

Negó nuevamente.

—En seres humanos.

En ese instante, las puertas se abrieron. Zoe salió primero y Ryan la siguió hasta el estacionamiento techado donde su vehículo aguardaba. Arrancó y le subió el volumen a la radio. Zoe tarareaba ciertas partes de la canción que sonaba, sintiéndose en un video musical. Ryan, por otro lado, no dejaba de pensar en todas las veces en que pudo haber incomodado a Oliver con su insistencia.

Quizás el castaño se sentía ya demasiado presionado con ser hijo de uno de los hombres más importantes de San Francisco y, con todos los cambios que había pasado en tan poco tiempo, él no hizo más que poner un nuevo peso en sus hombros. Tal vez fue un error demostrar cuánto lo quería en su vida. Oliver primero debería aprender a liberarse de sus cadenas antes de atarse a alguien más. Alguien como Ryan. Alguien que daba todo sin esperar nada a cambio.

Pero ¿y sí quería empezar a pedir? Amar sin ser amado, ¿es eso posible?

De ahí un dilema con el que había estado batallando a lo largo de su adolescencia. No era sano, eso ya lo sabía. Sin embargo, no podía evitarlo. De todos modos, muchos ya rompieron su corazón argumentando que les era imposible cargar con tanto sentimentalismo. Ryan amaba tan fuerte que dolía. Y al final, solo él era capaz de volver a unir los pedazos de su corazón.

—¿Qué opinas de Oliver, Zoe?

—¿Por qué preguntas eso de la nada?

El rubio se alzó de hombros.

—Solo quiero saber qué piensas de él como persona.

Zoe viró sus ojos hacia el techo del auto, fingiendo analizar al otro joven en sus pensamientos. Pero no era más que una pantomima, pues ella ya había construido una idea de él apenas se conocieron.

—Es mucho mejor de lo que imaginé. Cuando mamá me dijo que papá no era mi verdadero papá, me sentí un poco triste, pero luego ya no porque para mí él sí lo es. Aunque no tengamos la misma sangre, él me trató como si fuera su verdadera hija.

—Papá es genial —acotó el mayor.

—Lo es. Pero creo que lo más difícil fue saber que tenía otro hermano además de ti. Una cosa fue verlo en las revistas o en la televisión, pero me daba mucho miedo conocerlo en persona. No quería que me rechazara o me odiara por existir.

Hubo un pequeño silencio donde Zoe tomó el aliento que necesitaba para continuar, pues una nueva mezcla de emociones impedía que las palabras salieran.

—Pero eso no pasó, Ryan —sonrió de oreja a oreja, haciendo que sus preciosas pecas fueran un espectáculo visual para el rubio—. Siento que Oliver me aceptó y que tal vez pueda aprender a quererme. Es una buena persona porque, si no lo fuera, él no se hubiese quedado. ¿No te parece?

Ryan asintió despacio, aun intentando salir de su conmoción por las palabras tan elocuentes de una niña tan pequeña que, aunque quisiera, no era ajena a las constantes preocupaciones que rondaban su ocupada cabeza. Redujo la velocidad a medida que se aproximaba a aquella plaza tan bonita donde había tenido la dicha de compartir con Oliver su primera conversación civilizada. Una opresión se instaló en su pecho, haciéndole complicada la tarea de quitarse el cinturón de seguridad y abandonar su asiento.

Quizás si le enviaba un mensaje al castaño diciendo que no podría asistir a su encuentro...
No. Había llegado hasta ahí, con el corazón en la garganta y los nervios a flor de piel, pero llegado, al fin y al cabo. Ya no podía darse el lujo de retroceder, de ser un cobarde. Era tiempo de aceptar que sin importar lo mucho que lo quisiera a su lado, él no podría retenerlo en contra de su voluntad. Era el momento de entender que a veces de nada servía amar con todas las fuerzas del mundo si la otra persona no estaba lista para hacer lo mismo. ¿A quién debía culpar? ¿Su frágil corazón podría soportar otro ataque? Quizás ya debía darse por vencido.

—Oye.

Giró la cabeza ante el llamado de Zoe, quien con una sonrisa intentaba animarlo para afrontar sus inseguridades.

—Él también te quiere.

Con esas últimas palabras llenándolo de esperanzas, abandonó el carro y comenzó su caminata hacia la plaza plagada de árboles desnudos. Árboles que se habían despedido de sus viejas hojas para rejuvenecer en primavera.

Pensó en su madre y en lo feliz que se había puesto con la visita sorpresa de esa tarde. Pensó también en su padre y en lo mucho que se estaba perdiendo por anhelar hacer un cambio significativo en el corrupto mundo de la política. A veces desearía volver en el tiempo para convencerlo de que su sueño de favorecer a los sectores más vulnerables no era más que una ilusión; una realidad paralela que solo podía ser posible en una utopía.

Pero sobre todo pensó en Oliver. Aquel chico que ante las cámaras era un narcisista sin remedio, para los periodistas un clasista moderno y para sus propios padres un caso perdido. Sin embargo, para él, Oliver era el mejor error que por capricho había introducido a su pacífica vida de perfil bajo y amores inconclusos. Ryan creía con fervor que él era, hasta el momento, una de las poquísimas personas que conocían ese lado que tanto le obsesionaba esconder. Oliver sabía que no debía mostrar sus debilidades al resto porque ser débil significaba enseñarle tu cuello a aquel lobo hambriento llamado sociedad. Y, así como Ryan, él no estaba dispuesto a negociar con lobos siendo una oveja.

El castaño lo vio llegar, casi temblando por el frío, cuando el sol comenzaba a despedirse en el horizonte. El punto más alto del Golden Bridge vigilaba la ciudad a medida que esta se encendía en miles de luces artificiales. No faltó mucho para que los faroles antiguos del parque también le dieran la bienvenida a la noche. Ambos se sonrieron, uno por nervios y otro por vergüenza. Quizás era el momento perfecto para arrepentirse de sus decisiones pasadas o bien para desistir de las futuras. Porque los humanos somos tan magníficos como imperfectos y para nosotros es tan terrible como aceptable cometer errores de vez en cuando.

—Hola —saludó entre suspiros al chico de sus sueños.

—Hola —respondió el otro sin saber dónde caer muerto si el rubio seguía mirándolo de esa forma. Como si fuera la persona más hermosa del mundo entero.

—¿Cómo te fue con tu madre?

—Mejor de lo que esperaba. Aunque siento de tendré que seguirle el rastro porque vive con un lunático controlador. ¿Y Zoe?

—Esperando en el auto, no quiero que se congele. ¿De qué querías hablar?

—¿Por qué no nos sentamos?

Ryan negó.

—Solo di lo que tengas que decir. Ya me preparé mentalmente para lo peor.

—¿Y qué sería lo peor?

—Perderte.

Perderlo. ¿Cómo le explicaba que ambos compartían el mismo miedo?

—Es raro también para mí, ¿sabes? Quererte de la forma en la que ni siquiera yo me quiero. Necesitarte tanto que a veces pienso que soy un enfermo obsesionado por querer retenerte, por convencerte de que conmigo serías el chico más feliz del planeta. Pero no me caracterizo por ser un tipo egoísta, Oliver, y eso es molesto. Porque si tú, justo ahora, me dijeras que quieres cortar todo tipo de relación conmigo, entonces yo te daría tu espacio y dejaría de intentarlo.

—¿No lucharías por tenerme?

—No. Podré ser cualquier cosa, menos un mal perdedor.

—¿Estarías bien si me perdieras entonces?

Ryan lanzó un suspiro.

—Estaría terriblemente destrozado —admitió—. Pero tú estarías tranquilo y eso me bastaría para superarlo. Aunque jamás podría superarte a ti, Oliver. Porque he estado enamorado de ti desde muchísimo antes de que nos encontráramos de casualidad en aquel bar. De todos modos, te doy toda la confianza para alejarte de la forma que más te parezca conveniente. Prometo no quejarme, ni llorar, ni suplicar que te quedes conmigo. Sin embargo, no puedo prometer que mi mente y mi alma harán lo mismo. Esos desgraciados y yo nunca estamos de acuerdo en algo.

Ryan cerró su boca, impidiendo que todos sus sentimientos salieran a modo de palabras temblorosas. Ya había dicho más de lo que tenía planeado; solía ser así cuando los nervios le pasaban por encima. Esperaba cualquier reacción de Oliver. Un insulto por dar demasiada lástima, una mirada de asco por las cursilerías e incluso un golpe por ser un idiota. Todo salvo aquel sonido que acabó con sus expectativas. Una carcajada que se hacía cada vez más fuerte y cubría el vacío de la plaza. Oliver se estaba riendo de él. No podía creerlo.

—¿De qué te ríes?

—¡De ti! Eres un tonto, Davies.

—Parece que sí porque no estoy entendiendo nada —refunfuñó, cruzándose de brazos. Se veía tan malditamente adorable.

—¿De verdad crees que quiero alejarme de ti? —preguntó—. Eres el único que me ha hecho ver lo mucho que valgo como persona. Me has hecho entender que no tengo que ser como mis padres. Que me basta con lo que yo crea de mí mismo en lugar de ver qué opinan los demás. Me impulsas a querer ser la mejor versión de mí. ¿Cómo podría querer alejarte cuando te quiero cerca más que nunca?

Los ojos del rubio se volvieron lagunas y pudo sentir todo el peso que había acumulado antes de oír aquello desaparecer sin dejar rastros. Se lanzó hacia sus brazos como si su vida dependiera de ello, sintiendo palpitar el corazón del castaño junto al suyo. Oliver le correspondió gustoso, suplicando a quien fuera la fuerza máxima del universo que ese momento no terminara jamás.

—Solo quería que supieras lo mucho que ansío intentar ser algo más —se separó con cuidado, viendo en esos bellísimos ojos pintados con óleo su reflejo. Él siempre se encontraba ellos; deseaba que el otro pudiera hallarse en los suyos de la misma manera—. Terminar con mis dudas sobre el amor que nunca pude experimentar para darle lugar a una nueva etapa juntos. Sé que soy un desastre, no es algo que pueda arreglar de la noche a la mañana, pero si me tienes algo de paciencia te prometo que te devolveré cada te amo con la misma sinceridad. Ryan, ¿quieres seguir alimentando este fuego o prefieres apagar la llama?

Ryan no dijo nada. Como siempre, no lo necesitaban para poder transmitir sus sentimientos por el otro. Él prefirió acunar su pequeño rostro entre sus temblorosas manos y besarlo como nunca. Lento pero intenso. Gentil y tierno, aunque de a ratos una traviesa mordida se colaba entre sus belfos. Oliver se puso de puntillas para darle mejor acceso a su boca, como si un toque de labios no bastara para demostrar cuánto lo necesitaba. Se dejó hacer, mientras la noche ya se acomodaba sobre la ciudad de San Francisco.

Unieron sus frentes, con los ojos cerrados y volvieron a sonreír a la par. Las pocas personas que caminaban por ahí les dirigían miradas fugaces. En unos pocos susurros se dijeron te quiero porque un te amo aún era demasiado pronto, incluso para ellos.
Irían lento. Harían las cosas bien, paso a paso.

Se tomaron de las manos y entrelazaron sus dedos. Caminaron hasta el auto del mayor, donde la pequeña Zoe los esperaba con una sonrisa cómplice. Según ella, todo había salido a la perfección, pues no existía mejor victoria que ver a esos dos tan felices después de haber pasado por tanta tristeza, por tantas mentiras.

Afuera hacía frío, pero dentro del vehículo todo era tan cálido. Al fin y al cabo, para nada le sorprendía. Pues ellos tenían un fuego vivaz en su interior, un fuego que jurarían jamás apagar mientras existiera la oportunidad de mantenerlo con vida.


***

¡Hola, mis amores! ¿Cómo están?

No puedo creer que este ya sea el último capítulo😭

¡Pero no se vayan que todavía queda el Epílogo!

Quiero leer sus comentarios, ¿qué fue lo que más les gustó de todo el libro? ¿Algún momento en especial que no puedan sacarse de la cabeza?

Si tuviera que elegir uno, sería cuando Oliver enfermó y Ryan tuvo que cuidar de él. Creo que fue el primer instante en el que sentí que podía surgir algo muy lindo entre ellos❤️

Puede que haya partes que no quedaran muy claras, y puede ser que se resuelvan en el epílogo así que por favor no quiten aún este libro de sus bibliotecas.

¡Nos leemos por última vez en el siguiente apartado!

Amor infinito para ustedes🦔







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