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18. Mentiras y traiciones

Capítulo 18: "Mentiras y traiciones"

Las mentiras tienen patas cortas.

Una frase que había quedado tatuada en su consciencia desde que era muy pequeño. Sus padres lo educaron para ser un muchacho sincero, transparente y honesto; alguien que no fuera capaz de dañar a otros con sus engaños ni se perdiera a sí mismo en el proceso. Y eso hizo, jamás mintió. Incluso cuando metía la pata y sabía de antemano que sus padres lo regañarían, Ryan siempre fue fiel a la verdad.

Por eso, mientras observaba a un pacífico Oliver durmiendo en su sofá, no pudo evitar preguntarse a dónde había ido a parar esa versión suya que, muy probablemente, lo estaría insultando por ocultarle al castaño algo tan importante como los lazos que lo unían a su familia.

Un suspiro acompañó su pesar, seguido de una mordedura de labio y las ganas que lo invadieron de arrancarse la piel. Estaba comportándose como un bastardo con el chico que amaba y sabía que, por más que quisiera evitarlo, Oliver terminaría alejándose de él. Dolía. Su corazón dolía por el pronóstico de la tormenta que se avecinaba. Sinceridad. Ya estaba olvidando el gran peso de esa palabra en una relación amorosa; en cualquier relación humana, más bien.

No hay nada que justifique engañar a la persona que amas. Ni más ni menos. ¿Es válido mentir para proteger los sentimientos de los demás? Muchos sostendrán que sí, muchos otros que no. Pero Ryan no quería ser parte de una discusión moral que no le correspondía, pues las personas eran libres de debatir sobre cualquier tema controversial. De todos modos, así se transforman las sociedades a través del tiempo.

Echó su cabeza hacia atrás y con las yemas de sus dedos comenzó a masajear la zona superior a los omóplatos. Sus músculos estaban demasiado tensos y quizás seguirían así debido al peso de su silencio.

Y de ahí otra duda surgió: ¿Mentir es lo mismo que ocultar la verdad?

Parecía una pregunta estúpida, pero para él fue la nueva razón de una nueva laguna mental. No es que le estuviera mintiendo descaradamente a Oliver. Lo suyo era más bien obviar cierta información que había jurado jamás revelarle. ¿Eso no le quitaba al menos unos gramos de culpa a su injustificable actitud? No, para nada. De hecho, eso lo hacía sentir mucho, mucho peor.

Oliver comenzó a removerse en el sillón, como una lombriz en la tierra húmeda que busca resguardarse del abrumador calor del sol. El castaño no tenía planeado abrir los ojos, dispuesto a seguir durmiendo sin importarle la hora; como ya no tenía a su padre levantándolo a las seis de la mañana, debía aprovechar esos escasos minutos extra. Para su desgracia, Pelusa no pensaba lo mismo y de un salto directo a su estómago acabó despertándolo.

—¡Por un demonio, gato loco!

—¿Qué culpa tiene él de que ocupes su sofá? —se burló el rubio entre risas, mientras iba por su pequeño antes de que el malhumorado de Oliver le arrancara su esponjoso pelaje—. Tranquilo, bebé. Papá no dejará que ese feo te haga daño.

Oliver alzó una ceja ante la patética vocecita de Ryan. Se preguntó si era buen momento para buscar en internet cómo ocultar el cuerpo de un hombre joven sin levantar sospechas. Si tan solo su teléfono no estuviera tan lejos.

—¿Y qué pasó con esa cara tan larga?

—Mi día es bueno o malo según cómo me despierto. Tu gato endemoniado me pisó las tripas, ahora tú lidiarás con esta cara.

—Nada que unos cuantos besos no quiten. Es un hermoso día y, después de todas las emociones vividas anoche, creo que nos vendría bien salir a tomar un poco de aire fresco.

—Mi madre me pidió que me mantuviera lejos del mundo exterior —chasqueó la lengua, recordando la corta pero intensa llamada con la mujer—. De eso y de lo que me haga feliz en general. Aún no puedo creer que no me haya prestado atención siquiera.

—Ya no pienses en eso —pidió el mayor, tomando asiento a su lado mientras dejaba al gato sobre la falda del castaño, quien empezó a darle mimos detrás de las orejas—. Es raro.

—¿El qué?

—A Pelusa no le gusta la gente. Desde que mamá se enfermó y papá comenzó su campaña, tuve que hacerme cargo de él y traerlo a vivir conmigo. Siempre fue un animal reacio a las muestras de afecto de desconocidos. Sin embargo, contigo ha sido diferente. Incluso siendo la primera vez, te recibió como si te conociera de antes.

—Tal vez nos hayamos cruzado en alguna de sus vidas pasadas —propuso al mismo tiempo que el gatito se dejaba acariciar por el castaño; incluso pudo sentirlo ronronear contra su brazo apresado por el cuerpo del felino—. Puede ser que incluso nosotros nos hayamos cruzado en nuestras vidas pasadas, Ryan.

—Eso explicaría por qué se siente como si te conociera desde siempre —ambos se miraron y sonrieron a la par del otro—. Oliver.

—Dime.

Se mordió el labio con nerviosismo, queriendo con todas sus fuerzas apartarse del menor y salir corriendo. Creyó que entraría en pánico, las palabras no salían de su boca y su voz de la conciencia debatía con el eco de su mente si lo que haría a continuación sería lo correcto o marcaría el fin de su relación.

—Hay algo que me tiene inquieto —vio cómo el chico detuvo las caricias, siendo esa la señal que Pelusa necesitó para dejarlos solos—. No sé si es algo malo o bueno, tampoco si me corresponde estar diciéndote esto, pero ya no lo soporto más.

Oliver mantenía su silencio y eso estaba matando a Ryan.

—Es algo que sé desde hace un tiempo, algo de lo que prometí jamás hablar.

—¿Entonces por qué lo haces?

Oliver quiso acunar su rostro, decirle que no tenía por qué hablar si no estaba listo, pero su lado egoísta le negó tal acción. Sentía que era la única manera de saber qué escondían los Davies. Irónico, ¿no? La familia que menos debería saber sobre él era, al parecer, la que más lo conocía.

—No es justo que no sepas —dijo entre balbuceos debido a que en cualquier instante su voz iba a quebrarse—. Te amo más que a nada, Oliver, y si pudiera te protegería hasta de mí mismo. Sé que esto va a romperte y me asusta no poder ayudarte a juntar cada uno de esos pedazos luego.

—No tienes que sentirte así —diablos, lo destrozaba verlo tan temeroso, tan angustiado—. Estoy acostumbrado a lidiar con las cosas que me lastiman solo.

Ryan rompió en llanto, sintiéndose la peor persona del mundo. Desvío su mirada, no quería que Oliver le viera de aquella forma. Para él no era justo. El chico había pasado por tanto y tenía demasiado peso sobre sus hombros por el egoísmo de sus padres; no se sentía correcto sumarle otra preocupación.

—Ryan.

Fue ignorado. Lo entendía, el rubio aún no había terminado de calmar su sollozo.

—Ryan —repitió—. Mírame, por favor.

Contra todos sus impulsos, Ryan obedeció y casi sintió su corazón derretirse gracias a la cálida sonrisa del castaño. Fue hasta entonces que se dio cuenta de que su incisivo lateral era ligeramente chueco en comparación a los demás.

—No me gustan los secretos —confesó en voz baja—. Y, por la manera en la que te pones, he de suponer que odias las mentiras —el mayor asintió—. Entonces pongamos un fin a esto. No solo por mí, no solo por ti, sino por ambos. ¿Qué dices?

Una minúscula esperanza se instaló en el pecho de Ryan. Era posible que todo esto fuera nada más ni menos que una exageración suya, algo de lo que no debía preocuparse realmente. Recordó las palabras de su madre. Quizás, solo quizás, Oliver podía llegar a ser más comprensivo de lo que él imaginaba. Por otro lado, su carácter, su personalidad, era cambiante, volátil, peligrosa. Oliver era como el fuego consumiendo todo a su paso y Ryan tenía miedo de quemarse con él.

—Busca tu abrigo —ordenó, decidido a acabar con todo de una buena vez—. Iremos a visitar a alguien que estará feliz de conocerte.

Oliver no pudo hacer nada más que acatar la orden y sonreír emocionado. Ryan solo observaba embobado, tratando de ignorar aquella picazón en la nuca. No sabía si había incurrido en algún error o si dio la oportunidad de enmendar el vínculo que los unía a ambos. El tiempo lo decidiría.

***

¡Hola! ¿Cómo están?
Espero que muy bien😊

No pensaba subir capítulo hoy, pero tampoco quería dejarlos esperando🥺

¿Qué les pareció? Es muy cortito y así serán a partir de ahora porque nos acercamos al final.

Calculo entre 4 o 5 capítulos más el epílogo y nos despedimos. ¡Qué emoción!

¿Final feliz o triste? No lo sé todavía jaja.

Nos estamos leyendo, bellezas🦔❤




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