Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17

—¿Por eso es que resisto más al frío?

—No creo que eso tenga que ver con ser demonio. Los demonios también nos abrigamos, solo que un poco menos, por la costumbre al frío.

Tomo un sorbo de agua. Lo pienso y re pienso. Tal vez sea por ser descendiente de mi madre, un ave fénix entonces, aunque nunca genere fuego, y no tengo ni un poco de chispa entre mis dedos.

—No creo que tengas sus poderes, ya que ella fue una creación divina de Dios, única e irrepetible —aclara Bruno, después seguramente de leer mi mente.

—Algo así dijo Lucifer, cuando me dio —procedo a hacer comillas con los dedos —"la plática".

—Oh, te dio —me imita Bruno ahora—"la platica". A mi me la dio hace unos cuantos años, cuando recién hacía un año o dos que me había acogido Fabio.

—A mi me dio "la plática" mucho antes que a ustedes. Creo que nací y ya me la dieron.

Dudo mucho que siendo un recién nacido haya comprendido algo de eso. Exagera como siempre.

—Fabio no nació como un bebé. No es semi humano como tú y como yo. Es hijo de demonios.

—Oh, ¿y cómo es que parece más humano que tu?

La cara de Bruno es un poema, creo que le di duro sin querer hacerlo.

Fabio primero lo mira, luego me mira a mi y procede a largar la mayor carcajada que le he escuchado hasta ahora.

—Lo siento, no quise

—¡No! —hace un sonido similar a un graznido— ¡Por favor —de nuevo ese sonido— no te disculpes —otra —que arruinas —y otra vez— la gracia!

Bruno está molesto, pero no dice ni "mu". Silenciosamente se levanta y sale a la interperie.

Lo miro con ojos impactantes a Fabio, sin embargo él sigue con su carcajeó inevitable.

Salgo a buscar a Bruno para disculparme, no me queda de otra. No se por que pueda a llegar a afectarle lo que dije, aún así debo hacerlo, tendrá sus razones para molestarse.

Tomo las zapatillas que están al costado de la ventana secándose, una campera bastante abrigada que me alcanza Fabio rápidamente antes de cerrar el ventanal. Me mantiene el calor perfectamente, la parte de arriba, porque abajo no llevo pantalones. Eso me hace temblar un poco después de haber hecho unos cinco o seis pasos, pero no volveré a la casa a cubrirme.

Veo su silueta por detrás, camina a paso rápido, molesto, ni hablar cuando escucha mis pasos o mis pensamientos, no se cual de los dos primero.

Camino hasta donde comienzan un par de árboles, pinos exactamente, donde fue que lo vi hace unos cuantos minutos. Estoy algo lenta por tener zapatillas inadecuadas para tanta nieve.

Me adentro al bosque sin miedo, es de día y confío en lo que dijo Bruno sobre esto de que nadie ingresaría sin esa galleta blanca.

Después de cinco minutos de llamarlo repetidas veces por su nombre, me comienzo a cuestionar el estar haciendo esta estupidez en el infierno.

Hago unos pasos más durante un rato hasta que la nieve me cubre arriba de los talones, hasta los tobillos. Las medias, que me sobresalen de las zapatillas, comienzan a congelarse un poco, luego serán empapadas una vez que me las retire dentro.

Veo que Bruno se acerca a un lago congelado, cubierto completamente por una capa lisa de hielo duro. A estas temperaturas es probable que no se agriete fácilmente, pero aún así, cuando pone sus pies sobre el hielo, me entra la duda.

Quiero seguirlo pero me da terror caer bajo el agua helada. No soy muy amante de las cosas frías.

No hay forma de atravesar el camino más que por el hielo, el cual, aunque sea firme y soporte el peso, puede hacer que patine y me lesione alguna parte del cuerpo.

—¡Bruno! —le llamo.

Ni se inmuta, sigue caminando.

Pongo un pie en el hermoso suelo endurecido. Terrorífico, pero hermoso.

Vuelvo a llamarlo aunque ya está muy lejos. Dudo que me oiga. ¡Maldito! Quiero saber que le sucede.

Camino por el hielo un poco, con mucho cuidado, lentamente y atenta a cada paso que doy. Miro mis pies y el suelo, luego levanto la vista y observo hacia donde se dirige Bruno.

Cuando él sale del hielo, yo voy recién por un quinto, o menos. Comienzo a perderlo de vista tras los árboles del otro lado.

Camino a mi ritmo, sin apresurarme por temor de agrietar alguna zona. Una vez que salgo de allí, es evidente que Bruno se a alejado lo suficiente para no escucharme. Ni me gasto en hacerlo, busco las huellas en la nieve. Las persigo hasta que desaparecen.

¿Cómo puede ser?

Es en ese momento en el que recuerdo que tiene alas. Otra vez pienso en que es un maldito, pero esta vez se agregan demasiados más insultos, muchos que nunca dije en voz alta.

Una voz gruñe dentro de mi cabeza. Es él.

¿Se puede saber dónde estás?

Nada. No contesta ni en mi mente ni en alta voz.

Busco por el cielo un par de alas negras, pero no hay nada. Tal vez se haya escondido en un árbol.

Que cabrón. Me deja aquí sola en medio de la nieve con estas pintas. Me cogeré un resfriado de aquellos.

Camino un poco más dentro, hasta encontrar un árbol caído donde descansar. Me sacudo la nieve de los pies, me hago un ovillito, y lo espero.

Paso un rato en completo silencio. Por primera vez en muchos días, lloro, frustrada, cansada, congelada. Veo mi respiración, el vapor sale de mi boca y en el aire se hace notoria por la diferencia de temperatura. Me estoy comenzando a congelar, debería volver a la cabaña.

Me levanto y me vuelvo a sentar. No sé para que lado estaba el lago, probablemente estén mis pisadas y pueda retomar el camino.

Hago eso mismo, y encuentro nuevamente el lago, el cual sigue intacto. Idéntico en firmeza luego de que lo inspeccionó con un par de pasos en el. La diferencia es, una vez que llego al centro, al ver por debajo nuevamente, noto un rostro negro, con una sonrisa terrorífica, de esas que conseguís recordar siempre después de ver la película a escondidas de tus padres cuando sos pequeño.

Doy un paso hacia atrás por puro miedo, otro más, y otro, al ver que el hielo comienza a quebrarse por la mano de ese monstruo debajo.

En cuanto se abre la superficie donde esa cosa intenta salir, comienzo a correr con la mayor velocidad que puedo.

Escucho como algo me persigue, como esa cosa gruñe y vocifera cosas que no comprendo.

Miro hacia atrás. Gran error. Su cuerpo me deja sin aliento por un momento. Su rostro es aún más desagradable que debajo del hielo. Tiene partes quemadas y otras derretirlas, no se como puede aún así sonreír de esa manera.

Estoy a punto de llegar al final del duro terreno congelado.

¡Ya casi salgo, ya casi!

Llego al otro lado y noto que esta maldita cosa deja de sonreír. Parece que no puede acercarse más.

Largo un suspiro aliviada.

Me encorvo para recuperar el aliento, fue una corrida única, de las mejores que he tenido.

El corazón me bombea a más no poder. Estoy sudando por el ejercicio, lo cual me viene de maravilla al tener frío hace unos minutos atrás.

De repente, siento que el aire de mi cuello se esfuma, como si me estuviesen ahorcando, solo que nadie ni nada me está apretando allí.

Comienzo a levitar y a ser movilizada con los pies arrastrándose por el hielo nuevamente. Las punteras de mis zapatillas rozan suavemente el suelo, mientras que mis ojos, atónitos, no comprenden lo que sucede.

Cuando mis ojos conectan con los del asqueroso monstruo, me horrorizo al comprender que me está manipulando para llegar a capturarme.

Cierro los ojos y hago fuerzas para romper el hechizo o lo que sea que esta haciendo.

No funciona, sigo acercándome a él.

Me entro a desesperar, casi que me doy cuenta que me queda poco tiempo para llegar a sus garras, las cuales me recuerdan a los extraños demonios que me quisieron capturar en el auto de Fabio.

Conecto las neuronas y me doy cuenta que deben ser unos demonios similares a esos.

Cuando su mano me toma del cuello, es como que me quemara la piel. Está helada, completamente congelada como un cubito. Me duele; me arde, y sobre todo, me estoy quedando sin aire.

Solo intento pensar en Bruno. Mandarle una ayuda mental. Tal vez escuche más que si hablara.

¡Bruno! ¡Por favor!

Nada. No responde a mi llamado de auxilio.

Vuelvo a intentar.

Bruno, me están matando idiota.

Ni siquiera grito mentalmente esta vez, estoy por desplomarme. Siento mis manos inmóviles, el oxígeno ya no les llega, y mi corazón es probable que tenga un paro cardiorrespiratorio en cualquier momento.

El frío me recorre el cuerpo tan rápidamente que no comprendo como es que mamá fue tan poderosa, y yo, en cambio, no tenga ni una mínima parte de ella. La envidio, la envidio demasiado. Es un sentimiento horroroso, pero real, y es el último que tengo, cuando cierro los ojos y me dejo ir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro