Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6.

  IKER

  Estaba emocionado. No esperaba que ella dijese que sí a la primera, y ya tenía la primera cita concertada. «Cena debajo de las estrellas». ¡Eso sería ser de lo más romántico! Estuvo genial la idea de atreverme a hablarle. De acercarme a ella. Pero también me dolió verla llorar con desconsuelo. Si al menos supiera qué le había producido esa tristeza intentaría ayudarla de una manera, u otra. Aunque prefería no pensar en ello porque, a medida que suponía cosas, me iba temiendo lo peor. ¿La pérdida de un amor? ¿La muerte de un ser querido? ¿Y si estuviera enferma de algo terminal? El estómago se me encogió solo de pensarlo. Y lo peor, me asocié con ese dolor que prefería no recordar. Que era tan ajeno a mí, por esta situación tan similar.

  —¡No voy a pensar en ello! —me prometí, evitando disgustarla mucho más si me viera de este modo rancio en el que acabo de entrar.

  Respiré hondo. Tan hondo, que no llegó a surtir el efecto deseado. Me llevé las manos a la cabeza. Lloré como si quisiera secar mis ojos en cuestión de segundos. Hipé, maldije, y mi llantina inundó la habitación, intentando ahogarla para que no me escuchasen, abajo.

  —No. No puedo. No puedo... —fui rezando, metiéndome en el cuarto de baño con la intención de refrescar mi cara; de borrar los signos de este berrinche. Tenía que dejar de llorar, o no saldría de la habitación en toda la tarde, ni en lo que quedaba de noche. Y pasaba de darle plantón a mi nueva amiga.


  Cuando logré serenarme, salí hacia la plaza. La tenía a pocos pasos. Llegaba bien de tiempo a pesar de que me había quedado un poco más a la espera de alcanzar el tan deseado consuelo, sentado sobre la cama de la pequeña habitación, repasando mis cabellos con mis dedos, todavía angustiado. Me chocó lo que me encontré en mi cita. Escuché a la intrusa murmurar algo así como que yo estaba más bueno de como Mariya me había descrito, y ya, ahí, entré en pánico.

  —¡Hola! —Aquella chica pelirroja, con exceso de entusiasmo me saltó literalmente encima para darme un par de cordiales besos—.  ¿Él es Iker? —preguntó, dirigiéndose a Mariya, que trataba de aguantar la risa como podía. ¡Traidora!

  —Soy Iker —me presenté, formalmente, aún con estupefacción, antes de que Mariya abriera nuevamente la boca. Pensaba que mi cita era ella, y me encontré con esta sorpresa. Sentí cierta decepción. Tendríamos carabina. Seguro que fue cosa de su tía, con la intención de que alguien controlara la enrevesada situación.

  —Encantada, pues, chico. Por cierto, aquí tienes tu bocadillo.

  —Gracias.

  —No me las des a mí. Tienes que dárselas a Colasa. Los bocadillos los hizo ella. Y esto también es para ti. —Era un botellín de agua fresca que acepté igual de perdido que una condenada aguja en un puñetero pajar—. ¿Cenamos? —La pelirroja miró el reloj, todavía eufórica—. Llegaremos tarde al espectáculo.

  Mariya no dijo nada. Casi no se atrevió ni a mirarme. ¡Sí! Era una traidora en toda regla. ¡Eso podía jurarlo sin titubear, joder!


  Llegamos a uno de los bancos vacíos. Esperé a que ellas se sentaran y, acto seguido, ocupé mi lugar que, lógicamente, terminó por ser al lado de la pelirroja, desgraciadamente.

  —Y dime..., ¿de dónde eres? ¿Eres cántabro?

  —No. Soy de Bilbao.

  —¡De Bilbao! ¡Joder! Me encanta vuestro acento —escupió, dándome una palmada fuerte en el brazo. Cerré los ojos, por inercia, en el momento en que su mano chocó contra mí. Fue de lo más brusca. ¡Y yo que pensaba que éramos nosotros los brutos!— ¿Y qué hace un chico de Bilbao, por aquí?

  —¿De vacaciones, creo? —inquirí, con recochineo. ¿Pues qué podría hacer por allí?

  —¡Guay! Entonces vamos a ser grandes amigos los tres.

  «¡Pues qué ilusión!»; pronunció mi vocecilla interior con el mismo tono hilarante y desganado con el que le respondí antes. Traté de dirigir la mirada hacia Mariya. Me impactó el instante en el que la había encontrado derrotada, me vino otra vez a la cabeza ese instante, y quise saber si se sentía algo mejor que entonces, aunque, ¿cómo hacer una pregunta con semejante cotorra hablando por los tres ejerciendo de jefa de grupo, atiborrándonos a preguntas, al menos, a mí?

  —Olga, come deprisa. No llegaremos a los monólogos —la interrumpió Mariya, dándose cuenta de que estaba causando tanta incomodidad.

  Agradecí que cerrase la boca... ¡Oh! No...

  —¿Y qué hay en Bilbao? ¡Tienes que contarme qué puedo visitar por allí! A qué lugares ir. Jolines. ¡Qué pasada! Nunca estuve allí. Echaré un vistazo en Google. ¡Tengo que mirar en Google! ¡Y en YouTube! ¡Sí! Tengo que informarme. Y descargarme su callejero, y...

  ¡En serio! ¡Qué puto dolor de cabeza me estaba entrando!


  La pelirroja seguía sin callarse ni debajo del agua. Por lo menos ya había dejado de hincharme a repetidos interrogatorios. Ahora, conversaba con Mariya y parecían conocerse bastante. Acabé enterándome de que eran muy buenas amigas desde hacía años.

  —Sí. El pueblo de mi abuela es tan aburrido como este. ¿No conocen el concepto de ir de fiesta? Tengo mono de ir de «pafetos», terracitas, y discotecas, para bailar un poco, y desfogarme.

  —Estamos en un pueblo, Olga.

  —¡Ya lo sé! Y... —Elevó un dedo advirtiendo que tenía una idea—  ¡Ya sé! Un día de estos iremos a la playa.

  —Si tengo un hueco en el trabajo. Sabes que estoy ayudando a mi tía.

  —¿No piensa cerrar algún día, pronto? Por favor... ¡Que es verano! Y estamos de vacaciones.

  —Mis tíos sacan mucho más en verano cuando se triplica el número de habitantes en el pueblo. Lo sabes.

  —Que sí. Que bla bla bla ¡Qué rollo! De verdad ¡Pues algún día libre tendrá que darte! Porque iremos a la playa, sí o sí.

  Era caprichosa la princesita. Miré a Mariya y la encontré agobiada. Aquella mujer mareaba a cualquiera. ¡No hacía ni una simple pausa para respirar! ¿Cómo lograba mantenerse con vida sin respirar? ¡De puta madre! ¡Sería una noche de lo más entretenida!

  —Chicas, creo que yo aquí estoy de bulto. Mejor, os dejo solas.

  Olga se ancló a mi brazo evitando que me fuera. Dejé salir un gruñido seco cuando lo hizo, protestando enérgicamente.

  —¡De eso nada, monada! Tú te quedas aquí, con nosotras, guaperas.


  No dejó de hablar y de hablar... y susurrar durante todo el espectáculo. Lo hacía bajito para que no la echasen. Igualmente, casi lo hicieron. ¡Ojalá hubiera tenido cinta americana a mano para precintar su bocaza! Casi no me enteré de nada. Y si me reía era por no parecer estúpido y diferente de los demás.

  —¡Ha estado genial! ¿A que sí? ¡Qué risa! Ese humorista es la caña. ¿Y ahora dónde vamos? Porque esto está más soso que un arroz sin sal. Que un cocidito sin chorizo.

«Olga, respira», grité para mis adentros. ¡Ya quisiera gritárselo en su jeta!

  —Mañana tengo que madrugar. Tengo que ayudar a mi tía a preparar las masas, dentro de unas pocas horas. Así que me largo a casa. No puedo trasnochar.

  —¿En serio? —Puso los brazos en jarras—. ¿Para eso quieres que venga? ¿Para que me aburra como una ostra? ¡No jodas!

  —Lo siento, Olga. Pero este verano no tengo vacaciones. Es más, un viaje de trabajo, que de placer.

  La pelirroja se giró hacia mí y temblé por completo.

  —¿Quieres que demos una vuelta por ahí y miremos las estrellas? —Se fue pegando a mí, y yo fui retrocediendo para esquivarla—. Podríamos pasar una noche muy chula, si me dejas. Tal vez tengamos muchas cosas en común y... ¡Ya sabes! Acabamos molándonos.

  Puse las manos delante, haciendo aspavientos, para que entendiera que necesitaba que guardáramos las distancias.

—Mañana tengo demasiado trabajo. Lo siento. Tengo que madrugar. Tal vez, otro día.

  —¡Qué panda de aburridos! —gritó Olga, cabreada—. A la próxima me llamáis cuando de verdad vayamos a pasarlo bien —advirtió, indignada, dándonos la espalda para largarse.

  —¡Olga! Tía, vengaaaaa ¡Olga!

  Pero no la oyó. Y yo, por fin estaba encantado de que se fuera. ¡Por fin habría silencio! ¿Tanto pedir era que se callase, por fin?

  —Lo siento, Iker. Es que ella es un poco...

  No la dejé terminar.

  —Tranquila. No pasa nada. —Ladeé la cabeza, estudiándola con cuidado— ¿Estás mejor? —me decidí a preguntar.

  Se encogió de hombros y no me dio respuesta. Eso era un no, fijo. Y me preocupé.

—Sé escuchar —insistí.

  —En serio. Es tarde. Y dentro de unas horas tengo que estar en pie.

  —¿Puedo ayudar?

  Me observó extrañada.

  —¿Por qué?

  —¿Por qué? ¿Qué?

  —¿Por qué quieres ayudar a unos desconocidos, en vez de hacer lo que viniste a hacer?

  —¿Porque me habéis caído de maravilla? —inquirí, mostrando una sonrisa mordaz.

  —Muy gracioso. —Negó—. Vete a la cama. Y disfruta de tus vacaciones, aquí. Seguro que has pagado por ellas.

  —Podemos ver cosas chulas cuando tengamos un rato libre en la panadería. ¿Qué dices? —insistí.

  Inspiró hondo y eso me aterró. ¡Seguro que, a continuación, largaría  uno de esos rollos que te dejan hecho mierda, para luego darme la espalda y largarse, tal y como hizo la pelirroja!

  —Voy a dejarte clara una cosa: esto no va a llegar a ser, ni de lejos, una futura relación. Porque no estoy por la labor, ni tengo tiempo, ni me apetece.

  —Yo tampoco busco eso —mentí ¡Joder! ¡No podía hacer nada más!—. Solo busco unas vacaciones distintas.

  —No estoy de vacaciones, Iker. En serio. Vete a dormir y sigue con tu vida.

  Dicho eso, y como predije, me dio la espalda y me dejó plantado con la palabra en la boca. ¡Sí! Dije que quería unas vacaciones. Pero no unas vacaciones sin ella. «Estás loco, capullo. Acabas de conocerla y ya quieres agenciártela». «¡Lo sé, hostia! Lo sé».


  MARIYA

  ¡Pero qué vergüenza! ¿En qué demonios estaba pensando Olga? ¡Jamás había pasado tanto bochorno delante de alguien!

  • «Te has pasado, tía. Pobre chaval»

  La respuesta no llegó. Estaba enfadada. Pero yo también. Por un momento me había hecho cabrear a mí, y a él. Desde un principio le había dicho que venía al pueblo a trabajar. A ayudar a mis tíos. ¿En qué momento de la conversación no me oyó? ¿Por qué todo el mundo se empeñaba en fastidiarme? Recordé el momento más embarazoso que fue cuando, inconscientemente, me abracé a Iker, desolada, mojando su camiseta con mis lágrimas. Echándome como una desesperada en sus brazos. ¿Qué habrá pensado de mí? ¿Que soy una fresca? ¿De ahí que no deje de perseguirme? ¿Por qué tengo que dar una imagen equivocada de lo que no soy? Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. La mala suerte seguía siendo mi compañera de pasos. Tenía que cambiar eso como fuera. Tenía que rodearme de gente que de verdad me entendiera. Sería definitivo. Tenía que centrarme en ayudar a tía Colasa y el resto, se quedaría en un segundo, incluso en un tercer lugar.


  Abrí la puerta de la casa con cuidado de no despertar a nadie.

  —Hola, cielo. Me alegra que estés en casa —dijo la voz cariñosa de la sombra que se mecía en la mecedora del salón. ¡Menudo susto me dio! Allí; a oscuras.

  Tía Colasa encendió la luz.

  —¿Qué tal estuvo la noche de los monólogos?

  Podría contarle que tuve un monólogo interior convenciéndome de que no echase a correr a cada cinco minutos, por no aguantar lo que aguanté. Mentí.

—Bien. ¿Nos vamos a la cama? Estoy cansada.

—De acuerdo. —Se acercó y me dio un beso en la frente—. Tienes los ojos rojos. Has llorado. Es imposible engañar a tu tía —murmuró, todavía más bajito, cerca de mí oído—. ¿Ha pasado algo con ese chico? ¿Tengo que sacar el garrote?

  —No. Todo estuvo bien. Olga vino para acompañarnos, y todo estuvo bien —repetí.

  —Es por Samuel...

  —¡Tía! ¡No vayas por ahí! —Recordé que mi madre se lo había contado y maldije, apretando mi mandíbula con fuerza para intentar que ese dolor neutralizase mis pensamientos. ¡No quería escuchar otra vez ese horrible nombre! No quería que su recuerdo me siguiera quemando como la marca de un hierro candente sobre la piel desnuda.

—Preciosa, ¡olvídalo! Hay más chicos en el mundo. Y algunos de ellos son mocetes mucho más correctos que ese. Así que, deja de torturarte ¿Sí?

Asentí, para no disgustarla más. Yo no quería pensar en ningún hombre más entrando en mi vida. Encima, Olga... ¿Qué le estaba pasando a Olga? Quizá estuviera enfadada por algo y lo había pagado conmigo. Quizá quería ligar con Iker y se había cabreado porque le había salido el tiro por la culata. Pero nada de ello podía justificar su inadecuado comportamiento. Quería dejar de pensar. Dejar de pensar, y dormir las pocas horas que me deparaban hasta que me sonara la próxima alarma del despertador. Porque había que preparar, amasar pan, hacer bollería, hacer las hornadas antes de la hora de apertura... Porque había mucho trabajo que hacer, y poco tiempo para perder con tonterías.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro