𝚕𝚘𝚟𝚎𝚛𝚜 𝚘𝚏 𝚝𝚑𝚎 𝚑𝚎𝚊𝚛𝚝
N/A: Si no te gusta el Jace x Hela eres libre de saltarte este capitulo. Es una especie de capitulo especial sobre el inicio de lo que sucedió entre Jace, Hel y Aegon. Si te gusta el Jacegon, podrías leer el capitulo, pues hay algunos detalles importantes.
Esto ocurre en el pasado, cuando Helaena estaba a punto de cumplir 18 y Jacaerys acababa de cumplir 17. Es decir, dos años después de que Daemon fue al norte.
Sin más que decir, disfruten del capitulo!!
_____________________________________
And though the waltz will have it's ending
There is no harm in just pretending
That they are special and apart the lovers
The lovers of the heart, the lovers.
Y aunque este vals tendrá su fin
No hay daño en solo pretender
Que son especiales y singulares, los amantes
Los amantes del corazón, los amantes.
The Lovers - Arctic Monkeys
_____________________________________
Jacaerys Strong estaba convencido de que la típica frase de "sigue a tu corazón" era un consejo para los estúpidos, porque, ¿Qué pasaba cuando tú corazón apuntaba en dos direcciones diferentes? ¿Cuál era el lado correcto a seguir?
Pensaba, a sus 17 años, que no era el primer adolescente en enamorarse de dos personas a la par. Y pensaba que tenía solución, como todo en la vida.
Su parte lógica le decía que podía solucionarlo de una sola forma, y esa era eligiendo a la mejor opción.
Sabía cuál era la mejor opción. La correcta.
Aún así, una parte de él le susurraba que estaba cometiendo una estupidez, una que le costaría horrores remediar. Aunque esa parte de él llegó demasiado tarde, ya había saltado la muralla de la casa del abuelo Viserys y ya se encontraba trepando el árbol más cercano al balcón al cuál quería llegar.
"Jace..."
Era la opción correcta. Ella era la opción correcta.
Sus sentimientos eran un revoltijo incomprensible, por un lado, los hechos de su cumpleaños en su mente, el cómo esos fríos labios lo besaron como si fuera lo más normal. La revolución que provocó en su interior.
"Creg..."
No estaba orgulloso de ello. No de lo que hicieron. No de cómo reaccionaron luego.
Dió con el blindex, un bonito juego de mesa estilo londinense frente a él, las luces en forma de faroles antiguos, las cortinas verdosas por dentro cubriendo el vidrio. Y la oscuridad, la plena oscuridad únicamente atenuada por las cálidas luces a los lados de la puerta, y la blanquecina luz de la luna, totalmente rellena.
Tocó el vidrio, una, dos, tres veces. El ruido siendo opacado por el corazón latiendole con fuerza, el retumbar del órgano sintiéndose en todo el cuerpo.
"¿Puedo...?
Tuvo que haberse negado desde el momento en que su mano se posó lentamente en su mejilla, atrayendo su rostro con una suavidad intoxicante.
Debió haber dicho que no.
"S-si"
Debió escapar en cuanto tuvo la oportunidad, antes de que todo se jodiera a niveles exagerados. Debió hacerlo.
Pero no lo hizo.
Jacaerys permitió que su mejor amigo lo besara en la penumbra de su habitación, con el ruido lejano de la cena celebrándose abajo. Había permitido perderse en los fríos labios de Cregan hasta que los pulmones le exigieron oxígeno.
Y luego había huido.
Y luego ellos habían peleado.
Y luego él había terminado llorando.
No, no estaba orgulloso de lo que había sucedido. Y no estaba orgulloso del cosquilleo que sintió en la parte baja del estómago ante el toque del muchacho.
Pero si estaba orgulloso de lo que estaba a punto de hacer.
Jacaerys Strong no amaba a Cregan Stark. O al menos no de esa forma, estaba convencido de ello luego de largo rato de pensarlo. Él no lo amaba, pero si lo quería. Y lo que había sucedido había sido fruto de la curiosidad, de la emoción de besarlo.
Durante todo ese tiempo que llevaba pensando, desde aquel fatídico cumpleaños, una sola pregunta rondaba su cabeza; ¿Qué hacer cuando tienes dos caminos que seguir?
Y la respuesta ya la sabía desde hace tiempo, también. Elegir, por supuesto, pero sobre todo, elegir bien.
Ese primer beso, inexperto y vibrante que había tenido lugar en su habitación era el camino del sufrimiento, de la renegación, de las mil y un preguntas.
O al menos eso pensó en aquel momento.
Jacaerys Strong no sabía lo equivocado que estaba, y no sabría hasta dentro de un tiempo, cuando todo le explotaría en la cara de la peor manera.
Pero aún no hemos llegado a eso.
¿Qué era la emoción de querer a alguien, comparada con la emoción de amar a otro alguien? ¿Qué se siente besar a alguien por mera curiosidad en contraparte a besarla por amarla?
Llevaba analizándolo semanas.
Cregan Stark, el alto, fornido y apuesto heredero de una de las familias más adineradas y orgullosas de todo el país, ese partidazo según las chicas del instituto, no era la única persona en su mente.
Desde hace tiempo, que había querido besar a alguien más.
Helaena Targaryen corrió las cortinas con desconfianza, para luego abrir los ojos violeta de manera desmesurada. Con el corazón en la boca, ella abrió la puerta del balcón y le permitió entrar al castaño, quien lo había hecho de cuclillas, evitando por completo las cámaras.
—Jace... — murmuró, los ojos bien abiertos —¿Que haces aquí...? ¿Alguien te ha visto...?
Lucía preciosa, en verdad.
El cabello plateado trenzado, con los rizos rebeldes asomándose por sus mejillas, rozando la piel blanquecina con delicadeza. El camisón de seda color verde musgo, largo hasta los tobillos, era decorado con un pequeño encaje blanco en el corte recto del pecho, las tiritas del mismo tono resaltando sus clavículas.
Se veía como una princesa verde salida de un cuento de hadas.
Y él estaba empecinado a ser el príncipe azul que la rescate de esa torre en dónde estaba cautiva.
A Helaena si la amaba.
—He venido por tí. — concluyó él, con voz pausada, arrodillado ante ella, las luz de la luna que se colaba por el balcón le daba un aire casi etéreo a la imagen
—¿Qué quieres decir? — murmuró confundida, las sombras de la noche ocultando sus facciones sorprendidas
Jacaerys apenas podía respirar de lo preciosa que se veía. Apenas podía controlar sus palabras para lucir decente ante ella.
—Vamos a salir.
—¿Enloqueciste, finalmente? — Jace se levantó del suelo lentamente, sus rostros quedando a centímetros, sus ojos jamás dejando de verse —No sé a qué hora sea, pero es tarde y mi madre me mataría si salgo, más aún si se entera que es contigo.
Y ahí estaban, esos ojos violeta arrugados por el ceño fruncido, las palabras susurradas con fuerza y fiereza. La imposición de decisión, el no, que no le permitían decir a sus padres, pero que brotaba de forma natural con él.
Esa era la Helaena que nadie más que él veía, esa era la mujer que lo tenía tan azotado.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves cuando frunces el ceño? — él susurró, su mirada chocolate sobre ella, bajando la mirada luego a sus manos, pidiendo permiso —Porque en serio, en serio que te ves hermosa cuando lo haces.
Helaena suspiró nerviosa, asintiendo con la cabeza lentamente ante el pedido de Jacaerys, quien le rodeó la cintura con un brazo, atrayéndola más hacia él, sus labios a tan solo unos centímetros.
—Jacaerys... — ella susurró, apenas podía escuchar su voz en el silencio y la penumbra
—Helaena... — contestó en otro susurro
—Esto está mal...
—Lo sé. — él también susurraba bajito, sus labios rozándose con cada palabra —Pero hay un millón de cosas que están mal y se sienten mal. Esto, en cambio, está mal, pero se siente condenadamente bien.
No sabía a quién se lo decía, si a Helaena o él mismo. Pero Helaena supo que tenía razón; que ella no podría contradecirlo.
Se sentían bien el uno con el otro, se sentían bien cuando el brazo del castaño la rodeaba y sus cuerpos se acercaban, se sentían bien cuando sus labios se rozaban y las mariposas revoloteaban. Incluso, si no eran nada.
Incluso si llevaban cortejándose mutuamente cuáles príncipe y princesa desde hace ya un año.
—¿A dónde vamos? — susurró, su voz siendo una nota que el viento que ingresaba por él balcón llevó, la certeza de que la idea de escapar juntos no era del todo rechazada —¿A dónde vas a llevarme?
—A dónde nadie pueda encontrarnos.
Jacaerys se acercó, solo poco, ladrando el rostro lo suficiente para que sus labios rocen el colorado pómulo de ella con el movimiento, lo suficiente para que Helaena suelte un suspiro, uno que llevaba conteniendo sin saberlo, admitiendo su derrota ante los encantos del muchacho.
—Dame un segundo... — ella se apartó lentamente y él no la retuvo, dejando que el suave hechizo que caía sobre ambos deshaciéndose —Tengo que decirle a Aegon.
Las ideas de Jacaerys flaquearon, dudando unos segundos. ¿Que tenía que ver Aegon en todo aquello? ¿Acaso siendo el hermano mayor de la chica se interpondrá entre ellos? ¿Helaena le pediría a Aegon, entre todos sus hermanos, que la cubra?
—¿Aegon?
Ella soltó una sonrisa irónica —Lo sé. Pero es experto en salir y entrar en esta casa sin ser detectado por nadie.
Y sin más, Helaena desapareció por la puerta principal de su habitación en pasos silenciosos, el volado de su camisón proyectando una sombra casi hipnótica. Jacaerys la siguió casi instantáneamente, manteniéndose a una distancia prudente en la trayectoria de la mini sala y luego la mini biblioteca, hasta que la rubia volvió a abrir una puerta y se deslizó escaleras abajo.
La habitación de Helaena consiste en una pequeña suite en el tercer piso de la mansión Targaryen. No tenía todo el piso para ella, la otra mitad le correspondía a Aemond, quien también tenía una habitación contigua a una pequeña sala de estar, el silencio de muerte que procuró Helaena al pasar por delante de la puerta de su hermano fue difícil de imitar para alguien tan caótico como él.
Una vez ambos llegaron a la habitación de Aegon, en el segundo piso, la rubia abrió la puerta en silencio y la dejó entreabierta, advirtiendo con la mirada que lo mejor sería que él se quede afuera, esperándola.
—Aegon... ¡Aegon!
Aún así podía escuchar los susurros que salían de la habitación, y podía percibir el movimiento brusco de la menor para intentar despertar a su hermano.
—¡Mamá, no voy a levantarme a rezar! — farfulló el rubio en voz alta
—¡Shhh! — silenció la rubia, luego se escuchó un golpe seco —Egg, soy yo
—Padre, ya hemos hablado sobre la empresa... — volvió a decir
—Soy Hel, maldito cerdo. — la escuchó perder la paciencia —¡Ya levántate, es importante!
Se escuchó un traqueteó y luego nuevamente la voz del mayor, esta vez menos adormilada. —¿Qué demonios?
—¡Shhh!
—¿Qué carajos estás haciendo, demente? — susurró enfadado —¿Tienes idea de la hora que es?
—¿Recuerdas cuando hace tres años, te ayudé a engañar a madre para que no vea tus calificaciones?
—¿Qué mierda...? — lo oyó suspirar —Creo que sí, ¿que tiene que ver con todo esto?
—Me dijiste que me debías una. — ella aclaró —Y quiero cobrar ese favor ahora.
—¿Ahora? — enfatizó el rubio —¿Cómo? ¿Ahora mismo?
—¿Eres estupido de por si o te echaron de pequeño?
Escuchar a Helaena interactuar con su hermano mayor era como escuchar a otra Helaena, de otra galaxia, poseer el cuerpo de la siempre dulce y bien portada Helaena Targaryen, para luego destruir por completo esa reputación.
Para Jacaerys el descubrimiento fue alucinante.
—Dioses, puedo jurar que tu crueldad puede llegar a competir con la del tío Daemon... — lo oyó suspirar nuevamente —Ya dime que quieres así vuelvo a dormir.
—Voy a salir. Ahora. Y necesito que me cubras con madre y las cámaras.
—¡Vaya, Hel! — lo oyó chiflar, ella lo mandó callar nuevamente —Te estás rebelando. No te preocupes, este "maestro" está dispuesto a enseñarte a escabullirte sin ser vista.
—El maestro tiene que apurarse si no quiere un morado en el labio.
—Ya cálmate, mujer. — pidió —Solo tienes que salir por tu balcón, las cámaras tienen un punto ciego; si te pegas lo suficiente a tu puerta de blindex y luego saltas por la orilla no te van a descubrir. De todas formas, el encargado de ver las cámaras a esta hora siempre se queda dormido en... — Una pequeña luz blanquecina salió de la habitación —¡Mierda! — farfulló —dos minutos exactos. Tienes que volver antes del amanecer, sabes que madre se levanta para rezar a esa hora.
—Lo sé, lo sé.
—Pero antes de que te vayas, Hel... — él pareció recordar algo —Soy tu maldito hermano mayor, y aunque sea una vez en mi miserable vida tengo que actuar como tal. ¿Saldrás con un chico?
—Sí.
—¿Quién?
Escuchó a Helaena suspiró —Insistirás hasta la muerte si no te lo digo, ¿verdad?
—Me agrada saber que mi hermanita me conoce bien.
—Pasa.
Jace supo que le hablaba a él, por lo que controlando el temblor de sus pasos avanzó hasta la habitación en penumbras, donde se encontró con Helaena al pie de la enorme cama de su hermano mayor, Aegon.
El mayor se hallaba sentado, con el torso blanquecino totalmente descubierto, los suaves músculos de su abdomen cremándose en la penumbra de la habitación. El cabello platinado y ligeramente ondulado le escondía por completo la cara, pues era tan largo que le llegaba a cubrir ligeramente las clavículas.
Jacaerys no supo qué hacer o decir, solo sabía que debía posicionarse cerca de Helaena, quien miró a su hermano a través de la manta de cabellos platinados.
Y no, no era la primera vez que veía a Aegon II Targaryen. Lo conocía bien, era el "hermano" de su madre al igual que la joven junto a él. Lo había visto en alguna que otra cena familiar, navidades incómodas y sobre todo, en las revistas de chismes más populares.
Que si salía de fiesta. Que si había embarazado a alguien. Que si se había tatuado. Que si había venido. Que si se había drogado.
Tantas especulaciones sobre su vida personal, sobre su vida privada. Tantos escándalos que su abuelo Viserys se esforzaba en esconder.
Todo en Aegon II Targaryen simbolizaba el mal contra lo que Jacaerys Strong luchaba. Simbolizaba el libertinaje que nunca se había permitido sentir o explorar.
Por eso, cuando Aegon pasó su mirada amatista sobre él, analizando desde sus pies hasta su último mechón de cabello, Jacaerys debió comprender que lo más sensato sería alejarse.
Alejarse de ambos. Helaena y Aegon. Ambos.
Sin embargo, estaba seguro de su cariño y afecto hacia Helaena. No tenía contemplado retirarse ni olvidar sus planes mucho menos, esa noche sería de ellos así tenga que fingir demencia en busca de compasión.
—¿Con él...? — la mirada que Aegon le dió, el tono con el que le habló, todo en él le causó un escalofrío en la espina dorsal —¿De verdad, Hel?
Ella no dudó —Sí. Con él.
Se sintió sofocado de repente.
Se sentía extrañamente culpable por presentarse frente Aegon con evidentes intenciones hacia Helaena.
Y todo era a razón de esa maldita mirada amatista que lo seguía analizando, mirándolo, mirándolo, y mirándolo. Ni siquiera estaba seguro de que tipo de mirada era, si era buena, mala, celosa o interesada.
Era difícil de identificar en la oscuridad.
Hasta que Aegon desvío la mirada y solo entonces Jacaerys se dió cuenta de que la había estado sosteniendo durante todo ese tiempo. También de que estaba tan tenso como si todo a su alrededor estuviera hecho de escarcha a punto de romperse.
No.
Cómo si todo estuviera hecho de fuego vivo a punto de devorarlo todo, incluído él.
—Bien. — el rubio arrastró las palabras —Espero que sepas ponerte un puto condón, chico.
Strong frunció el ceño ante tal acusación. Él no pensaba ir y simplemente intimar con Helaena sin siquiera ser algo. Llevaban conociéndose y saliendo informalmente durante un año y nunca buscó un acercamiento de esa índole.
Guardó la compostura, cómo era de esperarse de alguien cómo él.
La sangre de su padre, violenta e impulsiva como ella sola, no paraba de rugir en sus venas, gritando que le muela la cara a golpes. La sangre de su madre, diplomática y analítica, solo pudo ganarle a sus impulsos primitivos porque había aprendido a dominar ese arte muy bien.
El arte de ser más Arryn que Strong.
El arte de ser perfecto hasta el más mínimo detalle.
El arte de ser Jacaerys Strong.
—Y yo espero que en verdad no hayas dicho eso en son de faltarle el respeto a tu hermana, tío.
—¿Sabes? Suena totalmente retorcido que me llames tío y estés saliendo con mi hermana. — le mostró una sonrisa nacarada —Es como si salieras con tu tía, también.
—También suena retorcido cuando lo dices de esa forma. — él le "dió" la razón —Ahora entiendo a las revistas, tienes una habilidad excepcional para sacarlo todo de contexto. Y yo que te creía una víctima de la prensa.
—Soy una víctima de la prensa. — reclamó —Pero no pienso perder más tiempo con ustedes. Lárguense antes de que cambie de opinión.
El viento chocaba contra ellos de forma impasible, llevándose a un lado los rizos rebeldes de Helaena que se habían rehusado a entrar en su trenza. A pesar de la pesada gabardina verde musgo que lleva puesta, Helaena tiembla con la siguiente brisa y su mano sostiene con más fuerza del antebrazo de Jacaerys, quien junto a ella soltó una pequeña risa.
Las altas olas que chocaban furiosas contra las columnas del puente se llevaron el sonido, escondiéndolo en las profundidades del Blackwater, destinada a lo mismo que tantas risas, tantas palabras y tanto todo, que yacían atesoradas en el fondo del mar. Tesoros, retazos de la vida de millones de personas que habían pasado por esa bahía, por ese puente, por esas olas.
—¿No te agrada el lugar? — inquirió divertido, un suave murmullo que el viento voraz se llevó al mar —¿Tienes frío?
Helaena suspiró, temblando ante una nueva brisa.
El puente de roca que surcaban estaba solitario, las luces provenián de pequeños focos ovalados incrustados en la piedra de la pared, iluminando el camino y dejando en penumbras el rostro. La cálida luz era un contraste entretenido junto con la luna llena que brillaba en los cielos.
—¿Dónde estamos? — preguntó en cambio
Jacaerys pareció pensarlo un rato. Su chaqueta azul rey de corderoy, que cubría un cuello de tortuga negro, en conjunto con pantalones del mismo color le daban un aspecto intrigante, incluso con su suave cabello castaño, lacio y ligeramente ondulado en la puntas bailando con el viento.
—Saliendo de Duskendale, llegando a Rook's Rest. — respondió por fin, mirándola —Camino a Driftmark. Por eso podemos escuchar las olas y sentir el mar. — explicó —En Kings Landing la marea es sumamente baja en noches de luna llena, pero en Driftmark es extremadamente alta, por eso su capital se la llama "Marea Alta"
—¿Driftmark...? — murmuró —¿Como la empresa de los Velaryon?
—Los Velaryon, de hecho, son oriundos de Driftmark. — afirmó Jacaerys —Su residencia actual se encuentra ahí, pero sus negocios en la capital, separan la casa del trabajo. Son buenos inversores.
—¿Creí que odiaban a tu familia...?
—El tío Laenor no nos odia. — Jace contestó —Contrario a lo que dicen las revistas, madre y él se llevan excelente. A veces hasta incluso salen a comer.
—¿Y por qué Rhaenyra no se casó con él?
—Porque no quería. — respondió simple —Y por que el tío Laenor es gay.
Helaena se mostró sumamente sorprendida.
A Laenor Velaryon se le habían conocido múltiples novias, según las revistas y farandulas, pero ninguna había sido tan afortunada como para comprometerse con él. ¿Cómo era posible lo que Jacaerys estaba diciéndole? Estaban las apariciones públicas, las fotos tomadas por los paparazzis, los post en las redes sociales de Laenor.
—Mentiroso. — acusó ella
—Claro que no. — él negó, el viento helado volvió a golpearles con fuerza —Yo no miento.
Esta vez Helaena no tembló, sino que mantuvo sus pasos firmes mientras disfrutaba del calor del cuerpo de Jacaerys que cada vez se encontraba más cerca del suyo, adorando el sentimiento de los cálidos y fuertes músculos forrados de ropa sobre su palma.
El balance perfecto entre la fuerza y el fuego.
—Laenor Velaryon tiene novia.
Jacaerys sonrió socarronamente, le dirigió una mirada a la belleza junto a él, quien a la luz de las farolas parecía más pálida de lo que realmente era. Un leve rubor adornando sus mejillas mientras el viento atacaba de nuevo, llevándose con él algunos rizos plateados.
—Laenor Velaryon tuvo muchas novias. — le dió la razón —Y a la par, un solo amante.
—No lo entiendo...
—Mi hermano Joffrey... — él comenzó, sin embargo pareció arrepentirse —Nada. No importa.
Entonces, Helaena lo miró con sus preciosos ojos; la curiosidad bailando en los orbes lilas mientras encontraba las palabras correctas.
—Continúa, por favor.
Jacaerys sonrió, sin importar la circunstancia, no podía negarse a esos hermosos ojos. Podría, capaz, pero eso significaría demasiado esfuerzo para su enamorado corazón, demasiada renuncia para su anciana alma, demasiada tristeza para su mente.
—No le digas a nadie, Hel... — murmuró, con cierta cortesía adulante. Cediendo ante esos ojos que tanto adoraba mirar —Es... se trata de algo sumamente personal. Si la prensa llegara a enterarse de esto...
Strong, a pesar de haber cedido ante ella, de pronto sintió que estaba revelando algo demasiado personal, sin embargo, con la Targaryen sentía cierta tranquilidad en su corazón de hacerlo, aún así su corazón no dejaba de temblar ante la perspectiva de que las olas y el viento no escondan sus palabras para siempre, en cambio, que las lleven hasta los oídos innecesarios.
Pero ella no lo veía así.
La rubia asintió con suavidad, bajando su mano enguantada en verde pastel hasta la mano desnuda del castaño, que incluso en estos momentos en donde el viento les sopla como si fuesen veleros, se mantenía calidad y suave. Entrelazó sus dedos con suavidad y luego le dió un apretón tranquilizador.
—Cuando termines tu historia, — ella susurró en su oído —yo te contaré otra.
Jacaerys Strong siempre estuvo convencido de que Helaena Targaryen era su opción correcta. La única opción a considerar. Y con esto, se felicitó a sí mismo por elegir con la cabeza y no con la... bueno, con la polla.
Una persona no puede estar enamorada de dos personas al mismo tiempo. Es imposible. Siempre habrá alguien a quien quieran más. Y para Jacaerys, esa era Helaena. Él la amaba, no trataba de convencerse de ello porque de verdad lo hacía, no tenía porque convencerse de algo de lo que ya estaba convencido.
Era dulce, gentil, elegante y preciosa. Su compañía era disfrutable, cada palabra que se decían, cada gesto que tenían el uno con otro eran aceptados mutuamente. Eran confidentes; con cada conversación que tenían desde hace un año, con cada caminata y cada baile tradicional que aprendían como parte de su recatada educación, con cada mirada y con cada toque.
Eran amantes. Amantes, proveniente del amarse, no así de la traición. Eran amantes desde el fondo de su corazón, incluso cuando aún no eran más que dos críos sin ninguna relación caminando por un antiguo puente de piedra.
Eran amantes aun cuando ambos se hallaban escapando del ojo público en la madrugada, huyendo de sus responsabilidades para tomar un tren bala que los llevase desde King's Landing hasta el centro de Duskendale mientras caminaban tomados de la mano, con viento rugiendo y el mar golpeando con fuerza, llevándose sus secretos susurrados y tragedias familiares con ellos.
Eran amantes, desde el fondo de su corazón. Jacaerys Strong y Helaena Targaryen. Eran amantes del corazón.
Por lo que su caminata se extendió hasta las cuatro de la madrugada, donde la noche era aún más fría y la marea alta se divisaba. El puente en sí era interminable, mostrándose infinitamente derecho, rodeando por completo la Bahía del Blackwater hasta llegar a la playa de Crackclaw Point, donde el puente de piedra giraba a la derecha para descender hasta Claw Isle.
Pero la intención de Jacaerys no era ir hasta allí.
Llegada la cuarta hora de la madrugada, (cuando Helaena tenía recostada su cabeza en el hombro de Jacaerys, a la vez que sus manos se sostenían enredadas entre sí, la posición siendo sumamente cómoda para ambos mientras caminaban a la par escuchando los relatos del otro) Strong detuvo sus pasos lentamente.
Las olas chocando con más fuerza de la que habían visto, el viento rugiendo con fuerza y la marea llegando hasta la piedra más alta de los pilares del puente, dejando el caminero como si fuera un barco cuadrado.
Y a lo lejos, una enorme isla llena de luces que brillaban a su alrededor.
—Llegamos. — murmuró suave contra el oído de la rubia, quien levantó su cabeza para mirarlo con intriga —¿Ves eso de ahí? — Jacaerys la jaló de la mano que sostenía para posicionarla frente a él y recostarla sobre su pecho, siendo ella unos diez centímetros más baja que él a pesar de ser mayor en edad —Esas luces blancas y azuladas... Esa es Dirftmark.
Helaena podía sentir el latir desenfrenado del pecho de Jacaerys a través de la espalda, y estaba segura que él podía sentir el suyo. Decidió apoyarse por completo en la espalda del joven, el viento dándole de lleno en la cara, las mejillas sonrojándose ante la voz de Jace que le susurraba al oído con suavidad y caballería, sus labios rozando su mejilla mientras hablaba.
—¿Cuántas horas de caminata fueron? — murmuró sin darse cuenta
—Tres y medio. — contestó, el susurro enviando escalofríos a su espina dorsal, los fuertes brazos rodeando su cintura y calentando su piel por encima de la gabardina —Aunque parecieron menos, ¿verdad?
—Sí.
Helaena no podía pensar con claridad, todo su espacio personal se vió lleno de Jacaerys. Desde su toque en la cintura, sus manos descansando sobre las suyas, el pecho fuerte sosteniendo su espalda, la voz masculina, grave y amable hablandole al oido, contándole datos históricos sobre la isla, comentandole secretos sobre los Velaryon, hasta su perfume, ese olor a pino que el viento traía y llevaba, inundandola y luego dejándola.
Se sentía segura ahí.
Se sentía libre y feliz entre los brazos de Jacaerys.
—Helaena... — él murmuró —Quiero que salgamos.
—Jace...
—Sé que no soy mucho... — él comenzó —Tal vez sea el heredero de mi madre, de tu padre, pero no tengo nada más que ofrecerte a parte de ello. No soy una persona espontánea, aunque sí muy impulsiva. —la voz de Jacaerys, firme como él sola, podía lograr que las piernas de Helaena temblaran —No soy nada perfecto. Pero puedo amarte, cuidarte y demostrarte con cada día que pasemos juntos que a pesar de todos mis defectos... — de pronto guardó silencio, como si le faltara el aire —A pesar de todos ellos, puedo llegar a ser digno de tí.
—Jacaerys... yo...
—Helaena Targaryen, — él la volteó en un solo movimiento, logrando que estén enfrentados. Las manos del castaño viajando hasta su cintura, atrayendo sus cuerpos como cuando estaban en su habitación, sus labios rozando, sus ojos admirando —¿Me concederías el honor de ser tu pareja, tu novio?
La rubia lo miró con adoración, sus pálidas manos levantándose para posarse sobre las calientes mejillas del chico, acercando sus rostros, uniendo sus labios. Fue el primer beso de ella, y él fingió que también era el suyo. El toque fue suave, como si se tratase de algo sumamente delicado, una cuestión de fragilidad y armonía.
Los labios besándose con profunda suavidad, lento, ahí donde nadie y todos podían verlos al mismo tiempo. Besandose cual amantes en medio de un antiguo puente de piedra, amandose a la luz de la luna llena y las furiosas olas de la marea alta, dejando que el viento se lleve con él aquellos secretos confesados, aquellos cabellos despeinados, aquellas dudas disipadas.
Eran amantes. Amantes desde el fondo de su corazón.
Jacaerys Strong y Helaena Targaryen.
Ellos eran los verdaderos amantes del corazón.
Sabía que esta era la decisión correcta.
"Jace..."
Helaena Targaryen es la decisión correcta.
"¿Puedo...?
La amo a ella, a ella y a nadie más.
"No, no puedes, Creg"
Y nadie cambiaría lo que hoy confirmé.
—Hel... — suspiró contra sus labios cuando se separaron —Hel...
—Jace... — ella estaba igual de agitada, sus palabras siendo igualmente suspiradas —Oh, Jace...
—No sabes cuanto te quiero, Hel. No sabes todo lo que significas para mí.
—Te quiero, Jacaerys.
Dos corazones hinchados de alegría, latiendo desenfrenados a la par que volvían a besarse. Dos almas uniéndose, amándose mutuamente a pesar de las circunstancias que los llevaron hasta ahí. Dos jóvenes sintiendo la dulzura y la esperanza del primer gran amor. Dos amantes demostrando todo el cariño que podrían llegar a sentir. Dos amantes que se amaban desde el fondo de su corazón. Dos partes de una misma pieza, siendo ellos mismos por un momento.
Siendo amantes.
Amantes del corazón.
Cantando el alba, Helaena volvió a su habitación. Sus platinados cabellos siendo un completo desastre, sus pies entumecidos por la larga caminata, su gabardina verde musgo congelada por fuera, sus manos enfundadas congeladas ante la falta del calor de Jacaerys. Sus labios y mejillas rojos debido al último beso que habían compartido cuando el castaño la acompañó hasta su ventana nuevamente.
Helaena se desvistió, sacandose la gabardina y los guantes, dejando ver así una enorme bata blanca de algodón, larga hasta los tobillos también, cubriendo su verde camisón. Luego le siguieron los zapatos, sacando las botas y calcetines negras, quedando descalza. Mientras se desataba su trenza, abrió la puerta de su habitación con lentitud, bajando escaleras hasta ingresar al cuarto de su hermano mayor, quien parecía no haber dormido nada.
Aegon se encontraba sentado en el alféizar de su propia ventana, con la espalda recostada en el marco y las largas piernas palidas dobladas. Vestía únicamente un pantalón verde limón de pijama, dejando que su desordenado cabello rizado le cubra las clavículas, remarcando su torso desnudo.
Cuando él se percató de su presencia, giró la cabeza y la miró. Sus ojos inyectados en sangre, su nariz sonrojada cual tomate al igual que sus mejillas. La torpeza con la que se movió hasta que pudo girar con lentitud su cabeza hasta ella.
Fue entonces que Helaena reparó en la botella de vodka puro que sostenía con su mano derecha, la mano que ya no entraba en el alféizar y se encontraba sostenida por su brazo. La botella estaba vacía.
—Egg...
—¡Hela! — él la saludó, dentro de su ebriedad, parecía, de hecho, consciente —Que bueno que llegaste... Cierra la puerta, cariño, nos pueden escuchar.
Ella ingresó en la habitación, cerrando la puerta con un suave sonido. Caminó hasta el alféizar, donde Aegon bajó las piernas para sentarse contra la ventana, ella lo siguió, sentándose a su lado y quitándole la botella vacía de la mano con lentitud.
—Egg. — ella llamó —¿Estás bien?
Aegon no estaba bien, Helaena lo supo enseguida.
Una sonrisa quebradiza se hizo presente en su rostro —Claro que lo estoy.
—Pues no lo pareces.
La rubia levantó una mano, sus dedos anteriormente enredados en la seguridad del castaño, ahora se zambullían en la manta de cabellos platinados desordenados de su hermano, acariciando el cuero cabelludo.
Aegon suspiró, recostando su cabeza contra el pecho de su hermana. Las lágrimas que había estado conteniendo en cuanto la vió llegar salieron, manchando la bata y el camisón de Helaena, quien le acarició el pelo como si la vida le fuera en ello.
Era injusto.
Aegon II Targaryen era incapaz de odiar a su propia hermana, Helaena Targaryen.
Incluso cuando ella se había escabullido en la noche con quien consideraba uno de los jóvenes más atractivos de su generación. Incluso cuando se había besado con quien Aegon alguna vez hubiera querido hacerlo, con quien él había admirado toda su vida.
Eran simples desvariaciones dignas de un borracho como él. Concluyeron ambos hermanos. Aegon, porque no entendía el porqué se sentía así, y Heleaena, porque no sabía el porqué del llanto de su hermano.
—Mientras tú seas feliz, Hela... — él murmuró entonces, hipando contra la calidez de su hermana —Mientras él te haga feliz, yo estaré bien.
Ni Aegon ni Helaena entendieron correctamente el completo significado de ello.
Ella concluyó que su hermano solo estaba emocional por la bebida y porque su hermanita estaba creciendo. Él concluyó que solo quería ser como él; perfecto y le daba rabia que alguien así fuera capaz de meterse con su familia, con su hermana.
Por el momento, es mejor para ambos que lo interpreten así.
Después de todo, Helaena y Jacaerys eran los verdaderos amantes del corazón.
¿Verdad?
N/A:
¡BUENAS, BUENAS! He vuelto!!
Traje conmigo el especial de Jace y Hela que les advertí, y claro que con contexto sobre Jace y Creg, solo no se olviden de Cregan, tendrá más apariciones tanto en la linea temporal actual como en el pasado.
Eso estuvo intenso, ¿no?
Jace pillo, ¿seguro que lo estás haciendo bien? ¿Aegon diciendo incoherencias estando borracho? ¿Laenor siendo bestie de Nyra? ¿¡Que esta pasandooooo!?
Espero que les haya gustado! Lo hice con mucho amor y dificultad, cada que me disponía a escibir el capitulo me pasaba algo xdd. Creo que a los dioses de Westeros no les agrada mucho que junte a Hela con Jace ;-; el mundo está en contra de los reyes que debieron ser.
Por si no quedó claro, aquí les dejo el mapa en que basé para las ubicaciones de donde se encontraban nuestros amantes.
Según mi imaginación, el puente inicia en el punto Kings Landing, pero Jace y Hela subieron al tren bala hasta Duskendale, donde al llegar a la playa pudieron retomar el camino al puente hasta llegar frente a Driftmark.
Espero se pueda entender.
En fin, es hora de las teorias, ¿que es eso de Aegon llorando por Jace? ¿realmente eso fue lo unico que pasó entre Cregan y Jace? ¿por qué Jace se siente tan presionado por tomar una decision "correcta"? ¿se dieron cuenta de que ni una sola vez mencionó a Daemon y su odio a los Hightower?
¡Me despido!
Nos leemos pronto!!
-Iby <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro