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𝚒'𝚖 𝚒𝚗 𝚑𝚎𝚛𝚎

I'm in here, I'm trying to tell you something
Can anybody help?
I'm in here, I'm calling out but you can't hear
Can anybody help?

I'm crying out
I'm breaking down
I am fearing it allStuck inside these walls
Tell me there is hope for me

Estoy aquí, estoy tratando de decirte algo.
¿Alguien puede ayudar?
Estoy aquí, estoy llamando pero no puedes oír
¿Alguien puede ayudar?

Estoy llorando
Me estoy derrumbando
Le estoy temiendo a todo
Atrapado dentro de estas paredes
Dime que hay esperanza para mí

I'm In Here — Sia

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Westeros (King's Landing) — Marzo de 1976

—¡Madre!

Una enorme sonrisa se hizo presente en los labios de Alyssa Celtigar. Vestida con una falda tableada larga hasta los tobillos de color rojo, la misma llevaba un cinto con hebilla en conjunto del mismo tono que se ajustaba a su cintura, una blusa blanca que caía en capas suaves sobre sus hombros, traia la chaqueta roja en su mano, tacones y el cabello rubio sucio caía en enormes rizos blucosos sobre su espalda, con exceso volumen. La mujer apenas estaba entrando a su hogar cuando un Daemon Targaryen de cinco años corrió a su encuentro.

—Hola, mi valiente. — Alyssa le despeinó el cabello como saludo, sus tacones hicieron eco en la mansión —¿Sigues despierto?

—¡Madre! — la sonrisa de Daemon era brillante, tenía el cabello platinado en corte taza, sin embargo, la misma le cubría bastante el rostro y la nuca —¡No es tan tarde!

—Bien. — bajó la chaqueta en un mueble cercano junto a sus llaves y lo levantó en brazos sin ningún esfuerzo —¿Que tal te ha ido hoy?

—¡Genial! — la abrazó con fuerza —Hoy, en la escuela...

Alyssa comenzó a caminar con Daemon a cuestas, subiendo las escaleras y llevándolo hasta su habitación sin ningún esfuerzo. El niño seguía parloteando sin parar, hablándole con todas las palabras que conocía sobre su día en la escuela, emocionado por verla luego de todo un día separados.

Sentó al platinado en su cama, donde le besó la cabeza y comenzó a trenzar su cabello mientras seguía hablando. A veces desvariaba y contaba cosas que ya habían pasado antes, pero rápidamente retoma su punto y sonreía cuando su madre unía sus cabellos sueltos en hermosas trenzas.

—¡Entonces le dije que no haga eso! — suspiró pesadamente —Lo acusé con la maestra y me dijo que me odiaba... — bajó la cabeza y la mujer soltó su cabello para no lastimarlo —Pero no me arrepiento, padre dice que los que nos odian nos tienen envidia.

—Oh, mi valiente niño. — le respondió mientras con cariño devolvía la cabeza de su hijo a su lugar —Serás un gran hombre cuando crezcas.

—Madre. — balbuceó él con voz dulce, totalmente prendado por su amor —Cuando crezca, quiero ser igual que tú.

Su corazón se calentó con esas palabras y se tomó un momento para admirar a su pequeño. Su cabello platinado estaba resuelto ahora en una trenza pegada que aún estaba terminada, vestía un pijama rojo de una sola pieza, con medias del mismo tono con dibujos de aviones en ellas. Como estaba sentado al borde de la cama, movía sus pies en el aire y estos chocaban contra la madera de forma ligera.

Alyssa, a pesar de ya cargar con 42 años en aquel momento, sonreía y lo abrazaba por detrás con cariño desmedido. Daemon era un niño de apenas cinco años, pero sonreía con genuina felicidad cuando su madre le llenaba la cara de besos cuando le profesaba ese amor desmedido que solo un hijo podía sentir por su madre.

El cálido tacto de su madre, sus suaves dedos trenzando su cabello, su melodiosa risa y sus sonoros besos alrededor de su rostro era todo lo que necesitaba para ser feliz. Todo lo que siempre quiso para sí mismo y todo por lo que berrinchear cuando las niñeras no dejaban ir junto a su madre.

—¿Padre tiene razón? — inquirió —¿Que es envidia, madre?

—Envidia... Hmm.. — trenzó el cabello que sobraba con lentitud, procurando que las finas hebras no se escapen de sus manos —Es cuando no nos cae bien alguien porque tiene lo que nosotros no.

—¿Y qué tengo yo que los otros niños no? — giró la cabeza confundido

Alyssa no podía decirle que Daemon tenía mucho más que cualquier otra persona en el mundo. No podía decirle que su familia tenía un monopolio turístico y un instituto de élite que algún día heredaría, no podía poner una carga tan pesada sobre esos pequeños hombros a los que se abrazó cuando se lo preguntó.

Kesā gīmigon skori ao mazverdagon bē. (Lo sabrás cuando crezcas.) — le susurró el valyrio al oído —Todo a su tiempo, mi valiente niño.

Culminó la trenza con un beso en la mejilla, sin embargo, siguió acariciando a su pequeño, dándole el calor de su cariño mientras él seguía hablándole sobre algo de su día, algo que en la cansada mente de Alyssa ya no tenía ningún sentido. Así que, buscando que el niño se duerma, comenzó a tararear una de sus canciones favoritas, instándole a cantar con ella la melodía suave de una canción de rock and roll.

Daemon adoraba esa canción, era la que sonaba por el tocadiscos los domingos bien temprano en la mañana. "Brown Sugar" de The Rolling Stones, sonaba suave a través de las cuerdas vocales de ambos, abrazados en la cama, con la cabeza del pequeño recostado contra el cálido pecho de su madre, quien lo mecía lentamente hacia delante y hacia atrás.

—Te quiero, madre. — murmuró en medio de la canción —Te quiero mucho.

—Mi valiente niño. — le repetía cuando vislumbraba que se quedaba dormido sobre sus brazos, con sus suaves dedos en su cabello y su grácil voz cantándole —Mi tesoro más preciado.

Daemon Targaryen era feliz. No tenía muchos amigos, en ningún lugar, al único que podría considerar como tal, era a su hermano Viserys, que siempre hacía todo lo posible para estar presente en su vida. Su padre, Baelon, a pesar de quererlo mucho, nunca había sido especialmente cariñoso, y era algo olvidadizo en cuanto a su existencia, teniendo una clara preferencia por Viserys.

Pero mientras tuviera a su madre, Alyssa, Daemon siempre sería feliz.

Alyssa tomó entre sus brazos a su niño, tan pequeño y frágil que pensó que podría romperlo. Cada día era igual; llegaba del trabajo luego de la cena, ella lo cargaba y juntos subían las escaleras hasta la habitación del pequeño donde le trenzaba el cabello y Daemon se dormía entre sus brazos cuando la trenza estaba a medio hacer.

—Algún día... — le dijo entre susurros cuando lo acostó en la cama —Tendrás tu propia familia, Mon. — entonces le acarició el cabello mientras él bostezaba —Tendrás una esposa e hijos, tal como tu padre y yo. — se acercaba lentamente y le besaba la frente Debes cuidarlos con tu vida, mi valiente niño.

Tal vez era una carga demasiado pesada para un niño de tan solo cinco años, pero algo en su corazón de madre le decía que era necesario decírselo, una parte suya que solo podía llamar como su instinto era la encargada de mimarlo y llenarle la cabeza de palabras suaves como el algodón y elogios dulces como el azúcar.

—¿Y si no quiero una familia como la nuestra? — preguntó con suma inocencia, abriendo sus enormes ojos amatista con curiosidad —No quiero ser como padre, que me ignora.

De inmediato, Daemon supo que su madre se vió afectada.

En sus ojos verde y amatista (aquellos que amaba infinitamente) podía ver un destello de dolor cruzando lentamente, inundando de lágrimas que nunca saldrían, porque Alyssa Celtigar nunca lloraba y menos frente a sus hijos. Ella era fuerte, indomable, una fuerza incontrolablemente rebelde que nunca sería del todo callada, alguien a quien uno debía de temer en vez de respetar.

El pequeño siempre aspiró a ser como su madre.

—Tú no serás como tu padre, mi valiente. — le susurró, acariciando su cabello de nuevo, parpadeando hasta que la humedad en sus ojos desapareció —No tengas miedo de amar, ni de ser amado, llegará una persona que te hará sentir en las nubes con una sola mirada, una persona que te querrá incluso cuando el cielo se caiga sobre ustedes, una persona con la que compartiras fuego y sangre. — y la sonrisa que le siguió, esa que siempre le daba cuando le aseguraba algo, esa que hizo que el pequeño sonriera con ella —Mēre soul, mēre prūmia, mēre ānogar. (Una sola alma, un solo corazón, una misma sangre.)

—¡Aún no me has enseñado a decir eso en valyrio! — refunfuñó, con las mejillas sonrojadas, sus ojos cerrándose lentamente y dejándose ganar por el sueño —Pero te he entendido, ¿a que soy muy inteligente, madre?

—Iksā, ñuha nēdenka valītsos. (Lo eres, mi valiente niño.) — le besó la frente de nuevo y se levantó con lentitud de la cama. —Serás un gran padre, Daemon, confía en mis palabras.

Y Daemon Targaryen le creía, porque si su madre estaba con él, siempre sería su mejor versión.

Westeros (King's Landing) — Agosto de 1976

Alguna vez, un tonto dijo que el dinero no compra la felicidad.

La felicidad era algo sumamente abstracto, según muchos. Para algunos, la felicidad era encontrar el amor verdadero, para otros, la felicidad era un buen puesto laboral, mientras que para la mayoría de la población mundial, la felicidad consistía en formar una familia.

—¡Feliz cumpleaños, a tí! ¡Feliz cumpleaños a tí! ¡Feliz cumpleaños, querido Mon! ¡Feliz cumpleaños a tí!

Para Daemon Targaryen, la felicidad consistía en el único día al año en el que su padre lo presumía con todos sus socios comerciales, el único día en el que no se la pasaba encerrado en la oficina, el único día en el que su padre no se olvidaba de su existencia.

Su cumpleaños.

Baelon se veía como el hombre más feliz de la tierra, sosteniendo a su hijo menor entre brazos y paseando con él mientras se lo presumía a sus socios y amigos. Daemon era feliz, se conformaba con sentarse en los hombros de su padre y acariciar su cabello mientras el mayor se paseaba por los estrechos pasillos de la mansión Targaryen con una sonrisa de oreja a oreja.

—Cariño, por favor ten cuidado. — pidió Alyssa, con una sonrisa en los labios —Mon es algo tímido.

—Este es mi pequeño dragón. — señaló Baelon, ignorando a su esposa —Cumplió seis años ¡y miralo! Será tan alto como su padre, recuerden eso.

Los demás hombres reían y asentían con la cabeza, y aunque Daemon Targaryen nunca fue fan de ser el centro de atención (no hasta que cumplió una edad decente), se encontraba a sí mismo aplaudiendo y riendo con ellos.

Eso debía de hacer feliz a su padre (puesto que sonreía genuinamente en su dirección), así que eso también lo hacía feliz. Entonces lo hacía, le sonreía a esos extraños y aplaudía cuando decían algo de lo que todos se reían, sin embargo, ninguno de ellos lograba sacarle una sola palabra.

—Es muy inteligente, señor Targaryen. — alabó un hombre —Digno heredero de House of the Dragon.

—Mi pequeño dragón aún es muy joven para preocuparse por esas cosas. — sonrió despreocupado —Cuando llegue el momento, yo mismo lo preparé para su asunción.

Sus fiestas de cumpleaños eran aburridas exceptuando toda la atención que recibía de su padre. Casi no habían niños de invitados, porque Daemon no era amigo de ninguno, por lo que la mayoría de asistentes eran socios comerciales o amigos del trabajo de sus padres. Él estaba bien con eso, siempre y cuando, su padre le sonriera con ese orgullo que no solía ver, dando pie a que crezca en él un sentimiento de felicidad indescriptible.

Cuando Baelon Targaryen le sonreía de esa forma, Daemon Targaryen se sentía completo.

La vida no se sentía tan complicada cuando su padre lo alzaba sobre los hombros y lo hacía pasearse por los jardines de la mansión cuando la fiesta terminaba. Todo se reducía al sonido de los zapatos en la gravilla, el canto de un grillo lejano, y la tenue luz de la luna que dibujaba sus figuras, reflejándose más clara en el cabello plateado.

Daemon apreciaba esos momentos, los apreciaba en el fondo de su corazón; pocas eran las veces en las que Baelon le prestaba más atención que a Viserys, y pocas eran las veces en las que su padre demostraba cariño físico.

El jardín de la mansión Targaryen siempre ha sido extravagantemente hermoso.

Con caminos de gravilla blanca y rectángulos de pasto verde, una pequeña fuente se colocaba en el centro mismo del lugar, donde todos los caminos convergen hacia ella. En las esquinas, se vislumbran estatuas de granito pulido en diseños de dragones, el jardín en sí daba un aire místico al lugar, como si se tratase de un jardín de la época victoriana con todas las orquídeas que se envolvían como enredaderas por las estatuas.

—Padre... — dijo con tono de duda, con sus manos aún sosteniendo el cabello platinado del hombre —¿Puedo hacerte una pregunta?

—Dime.

—¿Qué es House of the Dragon?

Al instante, una pequeña parte suya se arrepintió de hacer la pregunta. Daemon sintió a su padre tensarse debajo suyo, lo vió patear una gravilla y murmurar con voz cansina una palabra en Alto Valyrio que entendió completamente, a pesar de ser la primera vez que la escuchó.

Qrimbrōzagon... (¡Maldición!)

—Perdóname, padre. — se apresuró a decir —No quería... yo... — las palabras se atragantaron junto con su pánico —No quería molestarte, padre.

Baelon suspiró —Ao could nevera lēkia nyke, ñuha zaldrītsos. (Tú nunca podrías molestarme, mi pequeño dragón) — una de las manos del hombre presionó la rodilla del menor en un gesto de cariño —Pero déjame decirte que no tienes porqué preocuparte por House of the Dragon... todo a su tiempo, ñuha zaldrītsos.

El corazón del pequeño saltó al comprender las palabras de su padre, si bien aún no sabía decir mucho en Alto Valyrio, las lecciones con su madre iban avanzando y poco a poco iba adquiriendo conocimiento en el idioma. El único problema que tenía, (y que lo frustraba enormemente) era la pronunciación.

Pero lo comprendía, y aunque Baelon no le había dicho mucho, se emocionó al saber de boca de su propio padre que no lo molestaba, que de hecho, nunca podría molestarlo.

¿Lo ves? Padre te ama, solo que no lo demuestra.

Aún así, la duda se instaló en su corazón. Baelon Targaryen, su padre, era un hombre frío, muy contrario a Alyssa Celtigar, su madre, y sin embargo, ambos encajaban como si se fueran dos piezas de un mismo rompecabezas, como si estuvieran destinados a estar juntos, a arder juntos.

Su madre era valiente, fuerte e indomable, era una mujer cariñosa que lo llenaba de mimos e historias para dormir. Ella nunca perdía la oportunidad para decirle que lo amaba. Su padre, en cambio, era sereno, inteligente e indiscutiblemente formidable, bastante fuerte también, era un hombre frío que no le demostraba mucho amor a sus hijos. Él sí solía perder las oportunidades para decirle que lo amaba.

Baelon no era cariñoso, Daemon lo sabía, Viserys no tenía su cariño, Viserys tenía su atención. Y había veces en las que Daemon deseaba desesperadamente la atención de su padre.

Kepa, gaomagon ao jorrāelagon nyke? (Padre, ¿tú me amas?) — la pregunta se le escapó incluso antes de que pudiera pensarla correctamente

Baelon lo bajó de sus hombros con una rapidez impresionante, luego lo tomó por los hombros y lo hizo mirarle directamente a los ojos. Daemon tembló, pensó que su padre lo regañaría, o le gritaría en la cara sobre lo mal hijo que era y sobre cómo no merecía su amor.

Pero eso no pasó.

Una de las manos de su padre fue a parar en la mejilla derecha del niño y la acunó con delicadeza, el mayor se acuclilló para seguir manteniendo el contacto y el pequeño se relajó ante su toque, soltando pequeñas chispas de felicidad en sus ojos amatistas.

—Nunca. — dijo Baelon con calma —Pero nunca... pienses que no eres lo más valioso que poseo en el universo, Mon. — su palma se deslizó en una suave caricia mientras los ojos de Daemon se llenaban de lágrimas —Eres mi hijo, mi sangre. Y nada ni nadie es más importante que tú o tu hermano, nada ni nadie podrá cambiar lo que corre por nuestras venas.

—Padre...

—Somos Targaryen. — sentenció —La sangre del dragón corre espesa en nuestras venas, tú sangre y la mía son la misma. — Daemon hizo el amago de apartar el rostro, Baelon no se lo dejó —Tú eres mi hijo, Mon. Ñuha zaldrītsos. La luna de mi vida.

—¿Ignoras siempre a la luna? — una pequeña lágrima bajó, su padre la secó al instante —¿Así como a mí?

Konīr kessa māzigon iā tubis, ñuha zaldrītsos, skori kesā shifang nyke. (Llegará un día, mi pequeño dragón, en el que me entenderás.) — Baelon dejó un pequeño beso sobre la frente de Daemon; esa fue la única vez que lo hizo. —Y cuando ese día llegue, espero que seas mucho mejor padre de lo que yo he sido alguna vez.

—¿Me quieres, padre? — murmuró, con voz esperanzada —Porque yo te quiero, mucho.

—Yo no te quiero, Mon. — le aseguró con una firmeza que lo hizo temblar —Avy jorrāelan. (Te amo.)

Westeros (Dragonstone) — Abril de 1985

Tenía 14 años.

Tenía 14 años recién cumplidos.

Apenas tenía 14 años cuando el avión que transportaba a sus padres desde la capital hasta Essos se hundió en el Blackwater.

Tenía 14 años cuando él y su hermano vestían túnicas largas, que le cubrían desde los hombros hasta los pies en tonalidades naranjas con destellos rojos en forma de llamas ascendentes en las telas, el rojo se veía cortado en la punta, donde se mezclaba con un azul eléctrico que daba forma a los bordados de la túnica, los mismos que parecían fuego vivo encarnado.

Viserys, mantenía su cabello recortado en un típico tupé hacia atrás, Daemon, lo había dejado largo por los hombros con un flequillo que le cubría la frente, para que su madre le hiciera trenzas cada que volvía del trabajo.

Tenía 14 años y él y su hermano mayor tenían los ojos rojos, las mejillas del mismo tono y rostros serios mientras las 500 personas que habían asistido al funeral, todas vestidas de negro impuluto, se preguntaban que seguía en el ritual valyrio. Tenía 14 años y una dulce Aemma cargaba entre brazos a una Rhaenyra de dos años, ambas vestían las mismas prendas ceremoniales de valyria, se acercaron con lentitud a ellos.

—Es hora. — susurró Aemma, con su cabello rubio recogido en una trenza pegada al igual que su hija —Vis, es momento.

Tenía 14 años y todo le parecía muy lejano, su mirada estaba fija al borde del acantilado de Dragonstone, donde descansaban ambas piras funerarias, las mismas que cargaron en caravana desde la playa de la isla. No había quedado mucho de sus padres, en realidad, solo algunos órganos y otros cuantos miembros, por lo que era difícil de creer que aquellos bultos envueltos en telas negras y rojas se trataban de ellos.

Las tradiciones valyrias siempre habían sido respetadas en su hogar, por lo que el funeral no sería la excepción. La vestimenta ceremonial era de los colores del fuego, simbolizando que los muertos volverían junto a las 14 Llamas; sus almas habían nacido del fuego y volverían a él. Por eso, ambos hermanos cargaban antorchas encendidas, que guiaban el camino de la caravana de las piras.

Tenía 14 años y quiso llorar al saber que tenía que contagiar de su fuego a las piras, quiso gritar cuando Viserys se acercó con pasos vacilantes al cuerpo de su padre, quiso llorar cuando la pequeña Rhaenyra lo miró con esos ojos verdes inyectados en curiosidad.

Daemon Targaryen tenía 14 años cuando quiso llorar de la forma más desgarradora posible, pero no podía hacerlo.

Drakari pykiros... (Respirador de fuego) — murmuró, el valyrio deslizándose lentamente por su lengua —Tīkummo jemiros... Yn lantyz bartossa... (Líder alado... Pero dos cabezas) — su hermano giró para mirarlo, con las lágrimas que estaba conteniendo brotando por sus mejillas —Saelot vāedis... (A un tercero cantan) Hen ñuhā elēnī: Perzyssy vestretis... (De mi voz: Los fuegos han hablado...)

Se gēlȳn irūdaks... (Y el precio ha sido pagado...)— murmuró Viserys, Daemon caminó hasta que ambos quedaron frente a las piras, con más de cien personas detrás que no lograban escuchar la canción —Ānogrose... Perzyro udrȳssi... Ezīmptos laehossi. (Con magia de sangre... Con palabras de llama... Con ojos claros)

Hārossa letagon... (Para unir a los tres...) — un sollozo se coló entre los labios del menor mientras ambos levantaban sus antorchas —Aōt vāedan... (A tí te canto) — la voz le temblaba con fuerza mientras cantaba —Hae mērot gierūli: Se hāros bartossi... (Como uno nos reunimos: Y con tres cabezas...)

Con lentitud, ambos se inclinaron hacia delante, Daemon, dejó caer su antorcha sobre la pira de Alyssa, Viserys dejó caer la suya sobre la pira de Baelon. Una lágrima solitaria salió del ojo izquierdo de Daemon, mientras su hermano culminaba aquella canción de cuna que su madre solía cantarles cuando iban de vacaciones a Dragonstone.

La misma canción de cuna que ahora les cantaban a sus padres en su reencuentro con las 14 Llamas, la misma canción que dolía con cada palabra dicha.

Prūmȳsa sōvīli... (Volaremos como estábamos destinados...) — el fuego consumió con rapidez los restos de sus padres, mientras ellos no podían apartar la vista de las llamas amarillas —Gevī dāerī. (Bellamente, libremente.)

Tenía 14 años, Daemon Targaryen, cuando las 14 llamas reclamaron la vida de sus padres.

Westeros (King's Landing) — Junio de 1985

—¿Qué haces?

Viserys volteó, solo para encontrar con un gesto contrariado por parte de su hermano. Soltó un suave suspiro para luego acercarse con lentitud a Daemon, cuyo cabello ya sobrepasaba sus hombros y caía lacio y grácil sobre su pecho.

—Aemma está embarazada.

—Eso no responde mi pregunta. — caminó unos centímetros hasta llegar a la habitación que ahora estaban vaciando —¿Qué haces, Viserys?

—Daemon... — hizo el amago de tocarle

—No. — se apartó con brusquedad y entró en la habitación que habían compartido sus padres alguna vez, la misma de donde los criados iban sacando las pertenencias de los que fueron alguna vez los señores de la casa —¿Qué hacen? ¡Dejen eso! — nadie lo escuchó, así que golpeó la pared con tanta fuerza que todos se estremecieron —He dicho que se detengan.

—Daemon... — llamó Viserys, justo a su espalda —Ya han pasado dos meses, es tiempo de avanzar.

—¡No! — gritó, se sentía atrapado, no podía respirar con normalidad, quería correr pero no sabía dónde —¡Nadie toque nada! Deben de estar sus cosas... — sabía que era una locura, pero no pudo morder su lengua —... para cuando ellos vuelvan.

—Hermano...

Las lágrimas cayeron por sus mejillas con facilidad, todos los criados se quedaron mirando la escena sin saber qué decir. Daemon se sentía en un espiral de dolor del cual no había podido salir; sus calificaciones habían bajado, dejó el club de atletismo, dejó de salir con sus conocidos y se encerraba la mayor parte del tiempo en su habitación. Lo que Viserys no sabía, era que cada noche, Daemon se escabullía hasta la habitación de sus padres, recostándose en la cama y aspirando el poco aroma de ambos que aún quedaba en el lugar.

—No lo permitas, Vis. — rogó con la voz rota —Por favor... ellos... ellos tienen que encontrar su habitación intacta.

Viserys, desde atrás, le dedicó una mirada a los sirvientes y estos se retiraron de inmediato, dejando todas las cosas que iban a retirar en su lugar. El mayor se acercó, le puso ambas manos por los hombros y se obligó a mirarlo en medio de sus lágrimas, que caían con lentitud por su joven rostro. Distinguió el dolor en los orbes de su hermano, en el rostro, en sus signos de insomnio y llanto constante, percibió el dolor y una parte suya se comprimió con fuerza por querer tomar todo el dolor que sentía y hacerlo suyo, solo con la intención de que Daemon dejase de sufrir.

—Mon... — llamó con suavidad —Madre y padre no volverán.

—¡Es mentira! — se zafó del agarre —Ella... ella me lo prometió. — lloriqueó, sabiendo que lo que decía no tenía sentido —Ella me dijo que a su vuelta me enseñaría a trenzar el cabello... me dijo que me enseñaría a dirigir House of The Dragon... me prometió... — un sollozo se le escapó —Me prometió que volvería.

—Mon...

—¡No puedes sacar su recuerdo de esta casa así como así! — le gritó con fuerza —¡¡Ellos son tus padres!!

—Daemon. — llamó con voz calmada, intentando que las lágrimas no bajen por sus ojos —Hermano.

—¡No me llames así! — le gritó —Lo único que has estado haciendo desde que se fueron es ignorarme.

—Eso no es cierto, Daemon.

La paciencia se le estaba agotando y junto el arrastre del dolor en su pecho, solo podía pensar en que su hermano mayor lo veía como un niño lastimado; mirándolo de forma condescendiente, aguantando las lágrimas y colocando los labios en una fina línea neutra.

Una parte de su cerebro admitió que era verdad, que estaba lastimado y que la herida no sanaba por más que buscara avanzar. La otra parte, se sintió traicionada por su hermano y se puso a la defensiva, buscando exageradamente una forma de que Viserys sienta aunque sea un mínimo de lo que él sentía.

—¡¡Cállate!! — le gritó —¡¡Desde que asumiste la compañía no te has dado la vuelta a mirarme una sola vez!! ¡¡Me abandonaste, Viserys!!

Un conjunto de sentimientos lo avasalla cuando visualizó el dolor en los ojos de su hermano, cuando el mayor se apartó ligeramente unos pasos y soltó la primera lágrima. Sí, esto era lo que quería, quería hacerlo rabiar y llorar, tanto como él lo había hecho desde que sus padres murieron.

Pero no quería hacer sufrir a su hermano.

Era contradictorio; quería que llore como él, pero quería que riera, quería que sufra como él pero quería que fuera feliz, quería que sintiera una mínima pizca de ese dolor punzante e interminable... pero no le deseaba lo mismo que él padecía.

—¿En serio piensas eso? — murmuró con la voz rota —¿De verdad tú...?

Ya era muy tarde para dar vuelta atrás.

Y por mucho que Daemon quiso lanzarse a los brazos de su hermano y llorar en su hombro mientras le rogaba su perdón, hizo totalmente lo contrario. Retrocedió, ingresando un poco en la habitación de sus padres, solo para sentir de forma fantasmal que ellos seguían con él, que su esencia lo acompañaba, que su olor no lo dejaba.

—Tú no me amas. — dictaminó, palabras frías e hirientes —Tú solo amas Fireblood.

—No... — intentó avanzar, pero el menor retrocedió otro paso —Hermano...

—Me iré. — dijo entonces, con la cabeza en alto y las lágrimas secas en sus mejillas —Seré interno en el instituto.

El corazón de Viserys se rompió con esas palabras y Daemon lo notó en su expresión de dolor. Lo estaba lastimando, incluso más de la cuenta, más de lo que deseaba (si es que en algún momento le deseó eso a su hermano) y sabía que mientras más estuviera ahí, más lo lastimaría.

Daemon quería dañar a nadie, él solo quería alguien que lo entendiese.

Pero sabía, muy dentro suyo, que no encajaba en la vida de su hermano. Iba a tener otro bebé, sería padre de nuevo, Rhaenyra y Aemma buscarían paz y Daemon era lo contrario a la paz. Si él se quedaba ahí, solo dañaría el doble a la poca familia que le quedaba.

Y no podría soportar la idea de destruir la vida de Viserys.

—Hermano, no tiene que ser de esta forma.

Esa noche, Daemon fue consciente de que no podría vivir en esa mansión, no sin avanzar, al menos. Esa noche, a los 14 años, Daemon Targaryen se dió cuenta de que tendría que mudarse para poder respirar, para dejar de sufrir, para dejar de llorar. Y sobre todo, para dejar de hacer sufrir a los demás.

—Mi decisión está tomada. — dió paso hacia delante y luego otro y otro y otro, cruzó el pasillo y se perdió en las escaleras mientras decía —No es una consulta.

Dolía, todo en él dolía y aún así no podía parar.

¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que doler de esta manera? ¿Por qué la vida tenía que adquirir estos matices cuando apenas había vivido con la felicidad dorada rodeandolo? ¿Por qué ahora?

Sabía que a Viserys le importaban sus padres, sabía que él le importaba, pero sabía... también sabía que no lo suficiente. Nunca lo suficiente, nunca fue suficiente ni para Viserys ni para Baelon, incluso cuando uno de ellos no estaba no lo era y sospechaba que nunca lo sería, ni siquiera muerto.

Viserys lo quería.

Pero no lo amaba.

No como Daemon lo hacía.

No tanto como él se preocupaba, no tanto como para hablar con él sobre lo que sentía, no tanto como para buscar ayudarlo. Ni tampoco lo suficiente como para pedirle que se quede con él, ni para preguntarle el porqué de su decisión. Ni siquiera lo justo para intentar abrazarlo cuando lo veía llorar.

"Tú me abandonaste, Viserys"

Lo había dicho con intención de lastimar, pero también era cierto.

Viserys lo había abandonado incluso antes de que sus padres murieran.

Westeros (King's Landing) — Diciembre de 1985

House of The Dragon era su hogar.

Los brillantes pasillos, los enormes jardines, las amplias aulas y las hermosas habitaciones de estilo gótico que pertenecían al sector de los internos. Cada silla, cada mesa, cada maestro, cada casillero y cada escombro se había hecho con su corazón en tan poco tiempo desde que llegó a internarse.

No salía los fines de semana, como sus demás compañeros, en cambio, disfrutaba de deambular por los pasillos, hacer conversación con las personas que trabajan ahí y leer algo de la biblioteca. Pasaba sus días libres en su habitación, solo, escuchando desde el tocadiscos de su madre canciones de Michael Jackson, o leyendo algún libro sobre Valyria, o leyendo las revistas de chismes por dónde se enteraba de su hermano.

Había acuñado una reputación en el lugar, una que no lo hacía sentir ni orgulloso ni avergonzado. Era una persona con la que todos tenían una relación amena, hasta que decían algo que no tenían que decir y la furia estallaba para él. La mayoría de las veces, de los "incidentes" como los llamaba Viserys, no recordaba nada más que ver rojo y buscar desesperadamente algo que haga que la ira se desvanezca.

El Príncipe Rebelde, le decían.

Había hecho amigos y enemigos por igual, la mayoría le temía, la minoría le respetaba. De todas formas, nunca fue bueno para relacionarse con las personas de su edad, de plano, prefería mil veces tener una conversación larga y tendida con el personal de limpieza y mantenimiento del instituto que con los mismos alumnos.

—Daemon. — la única persona que parecía no odiarlo era, para sorpresa de muchos, era Laena Velaryon —¿Estás bien?

Laena era más joven que él, unos dos años, para ser exactos. Aún se encontraba en la Escuela Elemental del instituto, del nivel secundario, y era una interna, como él. Tenía el cabello platinado y rizado de punta a punta, la piel morena y la sonrisa más tierna que jamás le había conocido a otra.

—Lo estoy. — ni siquiera la miró cuando dió vuelta la página de su libro —¿Por qué preguntas?

—Hoy es el Baile de Invierno.

—Soy consciente.

—Y luego serán vacaciones de invierno.

—Lógicamente.

—Y tú no has empacado nada para ir a casa.

Daemon Targaryen no era una persona fácil. A sus 15 años, había comprendido que el mundo se dividía en dos tipos de familias; las familias lindas y las familias reales. La suya, para consternación del mundo, era de las reales.

—¿Por qué te importa?

Lo estás haciendo de nuevo, susurró una voz en su cabeza, lastimar.

—Porque somos amigos.

Se levantó de su asiento, el "Jardín de Rhaenys" estaba cubierto de una fina capa de nieve. Su chaqueta rojo sangre estaba salpicada de gotas blancas y su cabello platinado y largo estaba recogido en una trenza que dolía (y no de forma física). Cerró el libro con fuerza y admiró a Laena, con su uniforme del secundario y su mirada preocupada.

Aún así, no fue capaz de parar.

—No somos amigos. — aclaró —Tú no te quitas de mi camino y yo ya me cansé de pedírtelo.

Laena lo miró con impresión, sin embargo, rápidamente lo ocultó. Se levantó con simpleza y se despojó de un abrigo de color negro que traía consigo puesto, rápidamente se pudo ver su chaqueta negra y su falda roja tableada, eso hasta que Laena cubrió a Daemon con su abrigo, el cual era pesado y calentito.

Daemon no se había dado cuenta de cuánto frío tenía hasta que sintió un poco de calor. No se había dado cuenta de que tan triste había estado hasta que sonrió. No se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba a sus padres hasta que...

—Nadie debería pasar la navidad solo, mucho menos si se está triste. — le susurró con simpleza —Ven a Driftmark conmigo. Ahí no hace frío.

—No. — negó enseguida —Me quedaré aquí.

—Daemon.

—No. — repitió y se sacó el abrigo para lanzarlo al pecho de la joven —Y no vuelvas a insinuar que sabes algo sobre mí.

Caminó a zancadas rápidas hasta su habitación, dónde se encerró el resto del día.

Quería estar solo. Quería abrazar a sus padres. Quería llorar. Quería estar con su hermano. Quería simplemente olvidar lo que era sentir. Quería morir. Quería tantas cosas, pero al final del día, no hacía nada para conseguirlas.

Alejaba a todo y a todos por una razón.

No quería condenarlos a someterse a su presencia, a su mal carácter, a sus confusos sentimientos. No quería que los demás se dieran cuenta de lo mucho que estaba sufriendo, pero a la par, buscaba desesperadamente que alguien lo ayude incluso cuando lo lastimaba. No tenía sentido alguno, nada de eso tenía razón de ser.

No entendía porqué se sentía así. No sabía porque después de tantos intentos por avanzar seguía retrocediendo. No quería seguir lastimando a todos los que intentan ser remotamente amables con él.

No sabía. No quería. No entendía.

Todo era tan confuso y caía sobre él en un doloroso espiral que cada vez le hacía más difícil evitar. El dolor se arrastraba desde su pecho hasta su estómago y no le dejaba dormir ni siquiera cuando estaba profundamente cansado. Sus pensamientos no le daban tregua, castigándolo, perforando su alma con cada reclamo no dicho, con cada mirada decepcionada, con cada persona que se alejaba cada vez más.

Está bien, solía gritar una voz en medio del caos, nunca me importó lo que ellos pensaran de mí.

Excepto que sí te importa, susurraba otra, más ligera, pero con más convicción, y mucho.

El dolor era una trenza que había aprendido a hacerse leyendo un libro sobre Valyria, el dolor era la foto de su familia que descansaba en su mesita de luz junto a su cama, el dolor era el tocadiscos de su madre, postrado en su escritorio y reproduciendo música que escuchaban juntos, el dolor son las postales que su madre le mandaba desde Braavos, Europa y América, las mismas que guarda con recelo en una caja, el dolor tiene la forma de los ojos de su hermano tristes y heridos.

El dolor se aferraba a Daemon Targaryen, y a su vez, Daemon Targaryen se aferraba al dolor.

—Estoy aquí... — murmuró entre lágrimas —Estoy aquí, mamá, papá. — se abrazó más a su posición; fetal contra la puerta de su habitación, con el rugido del viento golpeando en su ventana y el gris del invierno tiñendo su habitación —No puedo hacerlo sin ustedes. 

N/A:

Buenas buenasss!! ¿Qué tal les va en la vida? HE VUELTO PERRAS

Bien, se que no es el capítulo que prometí, pero la verdad es que lo tenía a medio terminar y estuve pasando por una situación algo complicada así que sentí que era el capítulo más sincero que les podía entregar.

Me encantó desde principio a fin poder escribir al fin sobre un poco de Daemon y como se siente. Al inicio, la canción sería "Matilda" de Harry Styles, y casi que lo logro, pero el capítulo iba a quedar muy largo y al final el punto se perdió.

La idea era que Daemon nunca se haya sentido amado en su familia, pero una vez que me puse a escribir me dí cuenta de que él se siente así, cuando en realidad sus padres (en especial Baelon) lo amaban un montón, solo que a su manera.

Creo que retratar su luto fue la parte más difícil, simplemente no podía hacerlo sin sentir que estaba hiriendo de más al personaje, pero siento que a su vez, él mismo me dictaba como se sentía.

Sobre Alyssa... siempre pensé que Daemon era un niño de mamá. Para su personalidad me basé un poco de lo sé de los libros y para sus look en Lady Di por esos años, creo que Alyssa era algo como ella.

Sobre Baelon... recordemos que estamos en los 70'/80' en esa época, no era común ni bien visto que los hombres demuestren amor, mucho menos a sus propios hijos. El personaje en si no es malo, solo que es de una época diferente a lo que conocemos.

Sobre Viserys... sí, el bebé que le anuncia a Daemon es aquel por el que Aemma muere. La idea era añadir una escena en la que Daemon se entera de la muerte de su cuñada, pero ya la sentí innecesaria, veremos si añado otra.

¡Y SÍ! La canción que cantan Vis y Mon en el funeral de sus padres es la misma que cantó el mismo Daemon en el capitulo 10 de la serie House of the Dragon, cuando va junto a Vermithor. La canción se llama "Haros ñuhā elēnī" que según leí por ahí significa algo así como "Tres cabezas" o "Tres cabezas de dragón", va por ahí. 

Por ahí en la galería les dejé el video de como creo que suena la canción con la voz de Alyssa, que aquí es una Celtigar para evitar el incesto JAJAJAJA

En finnn!!

Espero les haya gustado en realidad, y hayan podido comprender un poco más sobre los Targaryen. Gran parte de lo que es la historia es por Daemon y esto es solo un pedazo de su historia. Habrá más, pronto, y ya no será tan triste (espero).

Teorías... ¿Laena amiga de Daemon? ¿Daemon solo en House of the Dragon? ¿Si Daemon fue interno en el instituto, por qué renunció a su herencia? ¿Baelon en verdad era un padre de mierda? ¿Viserys es un mal hermano? ¿O Daemon es solo un adolescente con emociones que no entiende y no sabe afrontar?

Espero que lo hayan disfrutado, en serio!! Nos leemos pronto.

-Iby <3

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