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29.

N/A:


 


Daemon Targaryen estaba furioso. Muy, extremadamente furioso.

¿Cómo se atrevía? ¿Con qué derecho? ¿Por qué? ¿Qué clase de madre hacía algo así? ¿Qué clase de ser humano despreciable se atrevía a cometer semejante acto? ¿Cómo es que aquella perra traicionera podía dormir por las noches? ¿Cómo es que sus hijos todavía se mantenían cerca de ella? ¿Por qué carajos su hermano no estaba enterado de esto?

—Tío.

Ni siquiera Baelon, con todo lo mal padre que había sido con Daemon, se había atrevido a levantarles la mano a él o a su hermano. Alyssa tampoco lo hubiera permitido de todas formas, e incluso en aquellos años en los que golpear era una forma de educar, sus padres nunca habían cometido tal barbaridad.

Si Daemon no despreciaba a Alicent antes de esto, estaba seguro de que ahora lo hacía de verdad.

Maldita perra desgraciada, cómo te atreves...

—Tío.

Herir a tus propios hijos. Lastimar a aquellos seres que has engendrado durante nueve meses, a aquellos niños tan preciosos e inocentes que merecen protección. Herir a personas indefensas innumerables veces solo por una ambición...

¿Cómo puedes mirar a los ojos a estos niños sin pensar en el dolor que les has provocado?

A Daemon le hervía la sangre, e inexplicablemente, quería llorar junto a su sobrino. La mirada amatista de Aegon lo miraba asustado, temeroso, e incluso encogiéndose sobre sí mismo como lo hacía, Daemon era capaz de ver la marca que le había mostrado recientemente; un enorme moretón verde que se formaba en el dorso de su brazo.

—Tío, romperás eso. — repitió Aegon, con los ojos lilas temblando cuando sus miradas se encontraron.

Fue entonces que Daemon fue consciente de lo fuerte que estaba sosteniendo el borde de la mesa de madera. La misma madera le había astillado el dedo debido a la fuerza que aplicó, sin embargo, el mayor no lo notó hasta que su sobrino lo mencionó.

Tú eres el adulto aquí. Tienes que calmarte.

Su subconsciente, que extrañamente tenía una voz parecida a la de Laena (uf, no queremos pensar en ella ahora), le recordó que si Aegon había buscado su ayuda, no debería de asustarlo tal como lo estaba haciendo.

El niño te acaba de contar la experiencia traumática que vive en su hogar con la violencia, y lo primero que haces es comportarte violento al escucharlo.

Daemon soltó el borde de la mesa lentamente. Dedo por dedo. Y luego bajó las manos hasta su regazo, cerró los ojos y respiró de forma lenta dos veces, tal como le había enseñado Laena, y le devolvió la mirada a Aegon. Pasados los segundos de rabia, su visión se había ensanchado, sin embargo, seguía sin gustarle lo que veía.

—Shijetra nyke, Aegon. (Perdóname, Aegon.) — respondió Daemon —Debo admitir que no sé muy bien qué decir.

Aegon soltó un suspiro. Daemon podía verlo claramente desde su propio asiento en los aposentos del muchacho, su sobrino se encontraba encogido sobre sí mismo, con el suéter verde lima cubriendo por completo su torso, y su cabello platinado recogido en una media coleta rozando sus hombros. Bajó la vista y luego la volvió a levantar.

Nyke jorrāelagon... aōha dohaeragon, kepus. (Necesito... tu ayuda, tío.) — su valyrio atragantado fue forzado a decir palabras que había olvidado hace mucho —Sé que no eres nuestro mayor fanático, y sé que mi padre y tú han estado peleados por mucho tiempo. Pero eres el único al que puedo recurrir, tío.

Bien, hora de cambiar de estrategia.

Daemon asintió con la cabeza, levantándose de su asiento y colocándose en la silla más cercana a la de su sobrino. Aegon lo miró expectante. El mayor levantó una mano lentamente, y luego la bajó hasta el regazo de su sobrino, en donde el mismo estaba destruyéndose las cutículas con las uñas ensangrentadas.

—Tú abuelo solía hacer lo mismo antes. — comentó mientras posaba la mano derecha de Aegon sobre la mesa, y luego tomándola entre las suyas —Sabes, cuando lo descubrí, me sorprendí bastante. Es decir, Baelon Targaryen no era un hombre inseguro ni temeroso, de hecho, en House of the Dragon lo apodaban "El Valeroso" o "El Valiente", ¿sabes por qué?

Aegon lo miraba atentamente, sorprendido del cambio drástico de tema. —No.

—Porque siempre defendía a los demás alumnos. — respondió Daemon con calma, mientras pasaba el pulgar por las cutículas destruidas de su sobrino —Era el único que se plantaba frente a los bulleadores cuando hostigaban a alguien, y también era el primero en defender cuando los maestros cometían una injusticia. De hecho, así conoció a mí madre. — una sonrisa suave se hizo presente en el mayor, quien seguía sin mirar al joven que lo analizaba —Tu abuelo Baelon nos dejó algo mucho más importante que el apellido y las empresas, Aegon. ¿Tienes idea de qué podría ser?

—¿Las propiedades? — inquirió confundido.

Cómo se nota que fue criado por la desgraciada perra verde.

—Su valor. — corrigió Daemon con firmeza —Mi padre era un hombre valiente, y mi madre era una mujer amable. Juntos, nos tuvieron a tu padre y a mí, y ambos hemos heredado diferentes características de ellos al igual que tus hermanos y tus primas. — luego lo miró por un breve instante —Al igual que tú. — volvió a bajar la mirada a las manos mancilladas de su sobrino —Somos sangre de dragón, Aegon, gruesa y espesa, no nos diluimos con facilidad. Eres la sangre de mi sangre, y por más que sienta un odio profundo hacia tu madre, por más que he estado peleando incesantemente con tu padre durante años, por más que mis acciones han demostrado lo contrario... — Daemon levantó la mirada hacia Aegon, ambos ojos amatistas encontrándose —Te amo. Y te prometo que haré lo que esté en mis manos para hacer pagar a Alicent por cada lágrima que te ha causado a tí y a tus hermanos.

Los ojos de Aegon se llenaron de lágrimas ante las palabras afectuosas de Daemon. Sin siquiera darse cuenta, una parte suya que se ha sentido rechazada por la familia de su padre comenzó a sanar tras esas palabras.

¿Lo ves? Te dije que era buena idea buscar ayuda, Egg. Pensó con una mezcla de emociones. El tío Daemon nos ama, así como padre nos ama. Todo estará bien ahora. Todo estará bien ahora. Tío Daemon nos protegerá y no nos traicionará. Él nos ama. Él nos ama.

Daemon inclinó su torso de hacia su sobrino, y apretando entre las suyas la blanquecina mano de Aegon, volvió a hablar. —Se ānogar hen zaldrīzes dakogon qumblie, Aegon, se nyke kivigon ondoso se izula ampā perzyssy bona kesan mīsagon ao se aōha lēkias. (La sangre del dragón corre espesa, Aegon, y te juro por las Catorce Llamas que te protegeré a tí y a tus hermanos.)

Aegon se mordió el labio inferior mientras las lágrimas corrían por su rostro. Sin pensarlo mucho, se lanzó contra Daemon, quien ya lo estaba esperando con los brazos abiertos, y lo abrazó con fuerza enterrando su cabeza contra el hombro de su tío. El hombre mayor se levantó de la silla y con él su sobrino, ambos abrazados de forma apropiada mientras Aegon no podía hacer nada más que llorar.

Daemon no se mostró molesto por el asunto, más bien, abrazó con fuerza a Aegon, sosteniéndolo cerca suyo. El mayor seguía inevitablemente enfadado, una parte suya quería romper todo lo que estuviera a su paso, pero la otra solo estaba concentrada en consolar a Aegon, rogaba por hacerlo sentir mejor, por ayudarlo, por mimarlo.

Después de todo, alguna vez fueron cercanos.


—¡Tío! ¡Tío! — gritaba un pequeño Aegon cada que lo veía llegar en la mansión —¡No sabes lo que ha pasado!

Sus ojos amatistas brillaban con emoción y su manitas lo guiaban en dirección al patio, en donde todos tenían preparado un juego sobre invadir castillos gracias a las historias que Daemon les contaba en las meriendas. Entusiasmados de poder jugar con un "caballero" de verdad.

—¡Joven Aegon, no corra! — gritaban sus niñeras detrás —¡Su madre va a enfadarse!

—¡Tío! ¡Tío! ¡Tío! — los ignoraba Aegon, con una sonrisa llena de dientes de leche y las manos sucias por el barro —¡No sabes lo feliz que estoy porque estás aquí!


Ese mismo niño que alguna vez lo guió a tardes de juego y meriendas llenas de sonrisas, era el mismo joven que ahora se encontraba llorando contra suyo, el mismo que le había contado entre miradas bajas una historia que nadie más le creería.

—Lo siento. Lo siento. Lo siento. — gimoteó Aegon —Tío, cuánto lo siento...

Daemon no sabía porqué se estaba disculpando, pero quería, por una vez, que esta tonta disputa familiar parase de doler. Quería que sus hijos, aquellos que ha adoptado y aquellos que ha tenido su hermano, dejasen de sufrir por las decisiones que tomaban los adultos a su cargo. Quería, por una vez, no causar más dolor a la facción de los verdes, si es que podía llamarlos de esa forma, y quería, por una vez, ser un verdadero tío para estos niños.

—Tú no has hecho nada malo, Aegon. — lo consoló, pasando una mano por la espalda del joven —No es tu culpa, sobrino. No es tu culpa.

Aegon solo lloró más. Y sin dar más explicaciones, explicó. —Daeron y Joffrey van a odiarme, tío.

Daemon no quiso ahondar más en el tema, se dedicó simplemente a consolar al joven que se encontraba junto a él. E inevitablemente, vió un poco de su padre en él. Viserys siempre había sido el más sensible de los dos, pero también, el más maduro y fuerte emocionalmente. Incluso en sus peores momentos, Daemon nunca podría saber qué pasaba por la cabeza de su hermano, pues este siempre llevaba una sonrisa en su rostro.

Daemon sonrió de forma triste, masajeando la espalda de su sobrino con las manos y dejando que llorase aquello que su corazón guardó por varios años. Esta escena, aunque de forma diferente, le recordaba a cuando se enteró que Aemma había muerto, le recordó a la forma en la que consoló a su propio hermano, y como luego de ello, el mismo se mostró tan destruido por la pena que había dejado de comer, e incluso de sonreír.

Eso se terminó cuando Alicent se embarazó, y luego cuando se casaron por esa misma razón. Viserys había vuelto a sonreír el día que Aegon nació, y lo había hecho desde entonces de una forma tan brillante que, incluso odiando a la madre de los cachorros, Daemon se encontró amando y aceptando a sus sobrinos, la fuente de felicidad de su querido hermano.

Daemon sabía, entre todas las personas, lo mucho que significaban los niños para Viserys. Lo mucho que significaba Aegon para él, y el porqué llevaba el nombre de su fallecido hermano. Daemon sabía, incluso a regañadientes, que esos niños eran la razón por la cual su hermano había decidido no quitarse la vida tras la muerte de su querida Aemma.

Es por eso que no dudó en creerle a Aegon. Es por eso que va a ayudarlo. Es por eso que lo está consolando. Es por eso que, incluso aunque no quiera admitirlo, también lo ama a él y a sus hermanos.

Vis, déjame cuidar a este niño por tí.

Así lo hará. Su mirada amatista se oscureció mientras seguía consolando a Aegon. Y un pensamiento excitante lo llenó de satisfacción por el futuro próximo. Nadie se mete con los Targaryen y se proclama ileso luego de ello. Esa perra va caer, Daemon Targaryen en persona se asegurará de ello, incluso si eso le hace poner un pie en la tumba.

Alicent Hightower no sabrá que mierda la golpeó antes de que esté en prisión.

...

Alicent Hightower sintió un inexplicable escalofrío recorriéndole la nuca.

De repente se sintió muy expuesta, como si alguien la estuviera apuntando con un arma imaginaria o algo así. Se sintió como si alguien la hubiera tomado por objetivo de algo malo.

—Buenos días, Ali.

Suspiró y se sacudió, como si aquella vibra rara solo hubiera sido un destello de algo tonto. Mientras tanto, su esposo, la rodeó de la cintura con el brazo y le besó el hombro desnudo. Las mañanas en Dragonstone eran frías, quizás demasiadas, puesto que sus articulaciones se sentían embutidas y sus sentidos más alertas de lo normal.

—Buenos días.

Viserys le sonrió, acurrucado contra ella, y felizmente se dispuso a volver a dormir. Un breve momento de irritación pasó con Alicent, ¿acaso este hombre no pensaba levantarse nunca? Aunque después de la noche que habían tenido, ella comprende que ambos estuvieran tan cansados. Ni siquiera se fijó en la hora, pero estaba segura de que eran mucho más tarde de lo que solían levantarse.

—Vis. — llamó con la voz pastosa, dejando caer sus manos sobre el cabello platinado de su esposo —Tengo un presentimiento extraño.

Viserys levantó la cabeza levemente, enfocando sus ojos violetas en ella. —¿Sobre qué, cariño?

—Nuestro hijo. — dijo, y luego, aclaró —Daeron.

—¿Mmm? ¿Son sus notas lo que te preocupa? — inquirió —Mi madre no era muy buena estudiante tampoco, creo que es una cuestión de familia. Mejorará con el tiempo, ya verás.

—No. — negó Alicent, mientras se mordía el labio —¿Sabes algo de esa chica con la suele juntarse, Alys?

Viserys la miró unos segundos, y en la neblina de su sueño, Alicent sabía que el hombre estaba tratando de despertar a su cerebro para que reconozca sus palabras. Ella esperó pacientemente, mientras un sentimiento extraño le subía por la boca del estómago. Tal vez sea su instinto materno, o tal vez la forma en la que la criaron, pero a ella no le gustaba nada esa chica Alys.

—¿La hija de Bathilde? — inquirió Viserys luego de unos segundos —¿Hablas de la hija no reconocida de Simon Strong? ¿Alys Rivers?

—Sí. — confirmó Alicent mientras la irritación la atacó —¿Sabías que era una hija bastarda?

—Bueno, es de público conocimiento, así que sí. — le restó importancia —¿Por qué preguntas por ella, cariño?

Alicent se tragó la creciente irritación que sentía. Realmente a Viserys no le importaba un cuerno el tipo de personas con las que se juntaban sus hijos. En más de repetidas ocasiones, Alicent había intentado convencer a Daeron de que la compañía de esa niña era mala, y la única vez que la escuchó, fue cuando comenzó a juntarse un poco más con Joffrey Strong (cosa que tampoco la hizo feliz, ciertamente).

Había algo en esa chica que no le gustaba nada a Alicent. Pueden llamarla loca, pero tenía la sensación de que sus intenciones con su hijo iban más allá de una simple amistad. Y Daeron, en su bendita posición social, no podía darse el lujo de salir con una bastarda. Eso sería arruinar su propia vida.

Aunque ciertamente ya había hecho un poco de eso al besarla frente a todos en el Baile de Invierno. Lo cual fue el motivo de su corrección el día en que salían para Dragonstone. Alicent ciertamente no esperaba tener que corregir a Daeron como tuvo que hacerlo con Aegon, pero ese niño no la estaba escuchando y por lo tanto, se merecía aquel castigo.

Una parte de ella se aceleró al estar recordando eso en presencia de su esposo.

Una parte primitiva se sintió un poco desesperada por el miedo a que, de alguna forma, el hombre pudiera leer su mente y descubrir el tipo de corrección que le daba a sus hijos. Alicent sabía que su corrección no era incorrecta, sin embargo, también sabía que Viserys nunca lo entendería. Ella no estaba haciendo nada malo, sino todo lo contrario, estaba ejerciendo su papel de madre con entereza, como lo ha hecho desde hace 23 años.

Viserys Targaryen fue criado de una forma muy diferente a Alicent Hightower, por lo tanto, la educación que ambos impartían a sus hijos eran muy diferentes. El hombre nunca entendería que la verdadera violencia era lo que llegó a sufrir ella en sus años de infancia y adolescencia, mientras que un par de golpes y palabras duras no se comparaban con el infierno que pasó en Antigua antes de vivir en King's Landing (e incluso al llegar ahí, las cosas no se detuvieron).

—No me gusta para Daeron. — consiguió decir luego de unos segundos —¿Viste el espectáculo que armaron al ser elegidos Reyes de la Noche? Eso no es adecuado para un joven de la posición de nuestro hijo.

Viserys la miró, y luego sonrió dejando un beso en la comisura de su boca. —Dae tiene 15 años, Ali. Déjalo vivir un poco la época escolar antes de que el mundo real lo aplaste con decisiones y apariciones públicas. — luego se acurrucó de nuevo contra ella —Es solo un niño.

—No, no lo es. — insistió ella —Es tu hijo, Viserys. Es portador del apellido Targaryen. Tiene apariencia valyria. Los dioses saben lo que sucede cuando un Targaryen llega al mundo.

—¿Qué? Cariño, no me digas que te crees esa vieja historia. — Viserys soltó una carcajada contra las clavículas de su esposa —¿De verdad crees que se lanza una moneda para saber si estaremos locos o seremos grandiosos? Es ridículo.

—Siempre hay algo de verdad en las viejas historias, esposo. — contestó ella, acariciando el cabello de Viserys mientras él pasaba un brazo por su cintura desnuda para juntarlos más —No me gusta esa chica para nuestro hijo, lo digo en serio. Hay algo raro en ella que no me gusta.

—¿No serán celos de madre porque tu hijo menor tiene novia? — inquirió divertido Viserys —Oh, Ali eres tan tierna cuando estás celosa, recuerdo que cuando Helaena empezó a salir con Jace también te pusiste un poco así.

—¿Yo celosa? ¿Has enloquecido finalmente? — bufó Alicent, conteniendo una risa —No, Viserys. No son celos de madre. No me gusta ella. No creo que sea la indicada para Daeron y no me harás cambiar de opinión al respecto. — negó con la cabeza mientras miraba el techo de su habitación —Llámalo intuición femenina o de madre. Pero simplemente no la quiero cerca de mi hijo, ¿entiendes?

Viserys soltó un suspiro largo, mientras sus dedos acariciaban el nacimiento de los pechos de su esposa con pereza. —Bien, si así lo quieres, querida. — aceptó —Hablaré con él sobre eso. Tal vez hoy antes de que lleguen los invitados, ¿está bien? Creo que una charla de hombre a hombre, de padre a hijo, le vendría bien para este asunto.

—Tal vez debería ser yo quien hable con él. — refutó Alicent.

—Déjamelo a mí. — negó Viserys —Tu encargate de descansar, relajarte y ponerte bonita para recibir a los invitados, ¿si? — luego dejó otro beso en el cuello de su amada —Aunque déjame decirte que siempre estás bonita.

Alicent soltó una pequeña risita mientras un rubor le subía por el cuello y se acentuaba en sus mejillas. Tantos años casada y viviendo con Viserys todavía no la habían acostumbrado a sus momentos coquetos, aunque estaba feliz de eso, pues cada halago se sentía como el primero. De verdad, esta inesperada historia de amor, era todo lo que la motivaba a seguir en este mundo.

Mientras su esposo iba dejando suaves besos alrededor de su piel, su mente no pudo evitar recordar momentáneamente la sensación que la despertó en un primer momento. Un pequeño miedo se instaló en su corazón, pero el sentimiento fue sustituido por un ardor que conocía bien cuando su esposo buscó sus labios con urgencia.

Alicent correspondió, olvidando de pronto todas sus preocupaciones y sus acciones anteriores. Viserys tenía ese efecto en ella, la hacía sentir bien consigo misma de una forma que no sabía explicar. Se permitió perderse en las sensaciones que la fría mañana en la isla le estaba entregando y apagó su cerebro de todo lo que no tuviera que ver con el amor intenso que sentía hacia su esposo.

Alicent Hightower ni siquiera sospechaba lo que iba a ocurrirle, y eso, ciertamente era algo bueno.

...

Aemond Targaryen estaba contrariado.

Por un lado, sabía que había reaccionado exageradamente cuando Lucerys le dió la noticia de que inevitablemente tendría que irse del país. Pero por otro lado, su reacción estaba completamente justificada, según él. Han estado juntos de forma romántica durante años y Aemond lo ha dado todo por Lucerys, lo mínimo que puede esperar es que Luke corresponda sus atenciones de forma similar.

Aemond es consciente de que su relación está lejos de ser normal; sus padres han intentado meterles la idea de que son tío y sobrino, aunque realmente nunca fueron criados como tal. Harwin nunca fue comprendido por ningún Targaryen (incluyéndolo a él mismo), mientras que Rhaenyra siempre había sido bastante despreocupada con el asunto; llamándolos hermanos en ocasiones cruciales y diciéndole a sus hijos de forma juguetona que no era necesario que le den a los mismos el nombre de tío.

Bueno, tampoco es como si ella tuviera mucho que decir al respecto.

Por otro lado, el padre de Aemond había tomado su relación como un flechazo adolescente que pronto acabaría, archivando el asunto demasiado rápido incluso para el gusto de su propio hijo, quien esperaba mínimo una decepción por parte de su padre por su orientación sexual. Mientras que Alicent había pegado el grito al cielo al enterarse. Fueron días de trato silencioso hasta que su madre por fin estalló en reclamos y llanto, diciendo sufrir inmensamente porque su hijo vivía enamorado de un hombre, menor, e hijo de la persona que más odiaba en la tierra.

Si su madre lo llamó "incestuoso pecador" en algún momento, es algo que Aemond prefiere guardarse para sí mismo.

El punto es, que Aemond había dejado muchas cosas por Lucerys (había condenado su maldita vida social en el juicio, sin mencionar las cosas que sucedieron mientras ambos estaban en House of the Dragon), mientras que él no había pensado dos veces para escuchar lo que Harwin tenía que decir al respecto de su educación para simplemente acatar.

¿De verdad era tan difícil para Lucerys decirle que no a su padre?

Un ruidoso chapoteo sacó a Aemond de sus cavilaciones. Targaryen se encontraba caminando por la fría playa cuando un estruendo lo sorprendió, al levantar la mirada, se dió cuenta de que el ruido provenía de detrás suyo, y se trataba del dueño de sus pensamientos. Lo cual solo lo hizo enfadarse más consigo mismo porque...

Lo reconoció al instante (¿es en serio Aemond? sus hermanos tienen la misma contextura y el mismo cabello, ¿tan rápido puedes reconocerlo?)

Y

¡Lo manifestó! Tendría que haber escuchado a Helaena cuando le dijo que pensar demasiado en algo era una llamada al universo para que se lo cumpla.

De todas formas, Aemond tenía cosas más importantes qué hacer en lugar de fijarse en Lucerys y en cómo el imbécil se había lanzado desde su yegua hasta el mar, o bueno, desde algún punto en el que obviamente ingresó caminando. No, Aemond no estaba preocupado por Strong, el chico sabía nadar (Aemond no) y no es como si estuviera haciendo un frío de los mil demonios...

No es como si pudiera morir de hipotermia.

Sus pasos se detuvieron y sus ojos violáceos se fijaron en el mar impasible. Arrax, a unos metros suyo, también fijaba la vista en el mar. Con cada segundo que pasaba, la yegua se ponía más visiblemente nerviosa, al igual que el mismo Aemond, quien buscaba desesperadamente señales de Luke.

Su corazón comenzó a latir rápido y sus manos comenzaron a sudar debajo de sus guantes de cuero. ¿Cuánto tiempo llevaba en el agua? ¿Cómo es que no había salido aún? ¿En qué momento había entrado? ¿Por qué no escuchó el chapoteo de sus pasos o su desmonte de Arrax? ¿Por qué Lucerys no salía a tomar aire?

¿Y si la última vez que hablaste con él fue para echarle en cara sus decisiones de vida?

Su corazón estaba compitiendo con la inquietud de Arrax,quien comenzaba a galopar alrededor de la playa buscando señales de su jinete. Su respiración se aceleró y comenzó a buscar más agudamente con los ojos, pero no había señales de esos rizos castaños que tanto ama. Al no encontrarlas, sus pies lo guiaron solos a la orilla.

Sus botas de cuero pisaban con fuerza la arena, acercándose al lugar dónde Arrax galopaba de un lado al otro. Aemond se quitó la enorme gabardina verde oscura (tan oscura que pasaba por negra) y comenzó a ingresar al agua con sus pantalones lanosos y su cuello de tortuga negros. Rápidamente siseó, el agua estaba congelada y de verdad que la corriente lo empezaba a arrastrar con solo meter dos pies.

No importaba nada, lo único que le importaba era encontrar a Lucerys. No podía perderlo, no podía vivir sin él. Aemond moriría con Lucerys aquel día en la playa si es que no lograba salvarlo, y no había nadie alrededor a quien recurrir para ayudarlo.

Aemond ama a Lucerys más de lo que alguna vez se amó a sí mismo.

Dioses, él de verdad lo había olvidado con su enfado.

Caminó por la parte playa, mientras iba hundiéndose en el helado mar, sus sentidos embutidos sólo podían pensar en una cosa, o mejor dicho, en una sola persona. El dueño de sus pensamientos desde que era un adolescente, el protagonista de sus primeros sueños húmedos, el dueño de su corazón y de su alma. La persona con la que comparte la sangre del dragón, el hombre, al que ama más que su propia vida.

El hombre sin el cual su vida está incompleta.

—¡Luke! — llamó, con la voz atragantada en su garganta —¡Lucerys!

La corriente comenzó a llevarlo, Aemond (quien no sabía nadar, ahora que lo recuerda) no pudo hacer nada cuando el agua comenzó a rozar su mandíbula y el frío comenzó a acentuarse en sus huesos.

—¡Luke! ¡Luke! — volvió a gritar, esta vez agitando sus brazos buscando regresar a la orilla o dar con el cuerpo de su novio —¡Luke!

Una ola, particularmente fría si se lo preguntan, golpeó contra su cara, logrando que los escalofríos le recorriesen por todo el cuerpo. Aemond estaba desesperado, no encontraba a Lucerys y probablemente ahora estaba más cerca de la muerta de lo que estuvo esa vez que Aegon incendió por accidente su habitación.

Aemond tomó una última respiración, y cerrando los ojos aceptó que no podía luchar contra el mar. Sintió un miedo intenso en todo su cuerpo, uno que lo paralizó por completo. Eso era todo, hasta ahí llegó su vida, el gran Aemond Targaryen, muriendo de la forma más patética posible.

Fue entonces que lo sintió; un fuerte brazo rodeando su cintura y la sensación de ser arrastrado en dirección contraria. No duró mucho, pronto, sus pies se estabilizaron sobre la arena y al abrir los ojos y tomar una respiración profunda de oxígeno, se encontró cara a cara con el hombre más imbécil del mundo.

—¿Aemond, estás bien?

Los rizos castaños de Lucerys eran negros como la oscuridad y se pegaban a su frente, chorreando agua de mar por toda su cara. Su piel tostada estaba intacta, con un toque pálido en las mejillas y los labios, mientras sus ojos verdes buscaban en su rostro una respuesta.

Aemond no estaba bien.

Tenía frío, estaba mojado, se sentía humillado y estaba muy, pero muy enfadado con el imbécil frente a él.

—¡Imbécil! — le gritó, empujando su pecho con ambas manos —¿Qué carajos te crees que estabas haciendo? ¡Entrando en el mar de esa forma tan irresponsable!

Lucerys se rió, el muy canalla. Atrayendo más a él con su fuerte agarre en su cintura. Todavía estaban en el agua, con las olas meciéndolos a su gusto y paladar, pero sus pies tocaban fondo, logrando que estén parados.

El castaño entonces levantó una mano, y sacó así una pequeña caracola sin forma, blanca y desteñida de rojo, con una sonrisa enorme en los labios y los ojos ilusionados.

—Para tí. — le dijo, de forma tranquila —Te ví caminando y...

Aemond no podía soportarlo más, Lucerys era un maldito imbécil.

Pero, bueno, al menos era su imbécil.

Sin dejarle terminar su oración, estampó sus labios contra los del menor, besándolo con fuerza. El otro, como si hubiera esperado el movimiento, afianzó su agarre en la cintura, mientras que con la mano con la que sostenía la carola lo tomó del cuello para mantenerlo en su lugar. El beso era cálido, en comparación al frío que sentían ambos, e intenso, como siempre habían sido ellos.

Lucerys se mostró dócil ante la furia de su novio, ladeando la cabeza y gimiendo en voz baja cuando Aemond metió su lengua dentro de la boca ajena. De repente la distancia era demasiada, siendo que estaban tan cerca, sus cuerpos ardían de deseo por unirse, por besarse más, tocarse más.

Ahora mismo, ninguna pelea era más importante que sus necesidades primarias. Nada era más importante que unirse. Que estar juntos, porque eran dos almas que ardían en la misma llama, en la misma intensidad y con el mismo calor. Estaban destinados a arder juntos hasta el final de su historia.

Cuando se separaron para tomar una bocanada de aire, Aemond lo juntó contra su cuerpo, uniendo sus rostros húmedos mientras le susurraba con intensidad:

Lo gaomā mirros hae bona naejot nyke arlī, nyke'll ossēnagon ao. (Si me vuelves a hacer algo así de nuevo, te mato)

Lucerys sonrió, solo para asentir, su frente chocando contra la de Aemond mientras soltaba una pequeña risita. Dioses benditos, Aemond lo amaba tanto que quería consumirlo.

Emā ñuha permission, ñuha jorrāelagon. (Tienes mi permiso, mi amor.)

Después de todo, Aemond y Lucerys siempre han sido intensos el uno con el otro de una manera que muy pocos entenderán. Esa era, es y siempre será, su loca forma de amar.

A fin de cuentas, ambos son tal para cual, dos almas destinadas a arder en un intenso amor hasta su último día en la tierra...

¿Verdad?


N/A: 

UN APLAUSO PARA ESTA PAREJA QUE ESTÁ ENAMORADAAAAAAAAA

Bueno, holis, ¿me extrañaron? JAJAJAJAJAJA

En mi defensa... no tengo nada para decir en mi defensa. Pero siempre pueden culpar a mi pareja por mantenerme entretenida en vez de escribir, les doy permiso a que la funen, ¿quieren su user de wattpad? JAJAJAJAJA

En fin, capítulo intenso, intenso, INTENSO. Pasaron muchas osas y el año se nos fué, literalmente. No puedo creer todo lo que pasó este año, pero si la autora de Wicken Game dejó de actualizar también significa que estuvo intenso eh. 

En fin mis amores, los quiero mucho, ¿opiniones del capitulo? ¿qué creen que le haga Daemon a Alicent? ¿Daemon le dirá a Nyra lo de Aegon? ¿Alicent está haciendo algo bien por primera vez intentando alejar a Alys de Daeron? ¿Viserys sospechará algo? ¿Cuanto tiempo les durará la felicidad al Lucemond? ¿Que hay de los demás Targaryen? ¿La Season 2 fue la peor temporada de HOTD? 

Muchas preguntas y pocas respuestas. 

Solo quiero agradecerlos a todos por apoyar esta historia, este año fue muy diferente a otros que he tenido y ha sido largo y cansador. Solo espero que lo hayas pasado bien leyendo Fucking Hightower (las pocas actualizaciones que les dí) y que sigas disfrutando de la historia.  De verdad que mi comunidad ha crecido gracias a este fic, los quiero mucho a todos, todas y todes.

Un abrazo virtual, besos húmedos en las mejillas  (ya ustedes deciden cuales) y les deseo un feliz año nuevo. ¡Que le 2025 los encuentre bien! 

Los amo! 

-Iby

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