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26.

La puerta de la habitación de Aemond se cerró detrás de Lucerys, quien se recostó contra ella dejando escapar un suspiro.

—No puedo creer que se lo hayan tragado. — sonrió el platinado —¡Todos se lo han creído! Ví la cara de alegría mal disimulada del tío Daemon.

La antesala de la habitación de Aemond era hermosa. Lucerys siempre la había admirado.

Estaba llena de libros bien puestos en altos libreros que se elevaban hasta el alto techo, de donde colgaba un pequeño candelabro eléctrico. Las paredes estaban pintadas en verde musgo y el piso de baldosas azabache alfombrado en beige le daban un toque clásico junto a la luz cálida del candelabro que rebota de forma paulasible y causa así un efecto de oscuridad luminosa que de alguna forma encajaba con Aemond Targaryen de forma perfecta.

En la sala habían sillones cómodos de cuero negro, un tocador de color marfil y al fondo, junto a las puertas dobles que conducían a su dormitorio, un violonchelo descansaba junto a un atril color marfil. Algunas partituras se encontraban pulcramente dobladas, en su escritorio, junto con sus libros de la universidad y de lectura preferida. Todo se encontraba profundamente limpio y ordenado, lo que a Luke siempre le daba escalofríos, teniendo en cuenta que su habitación era un desastre los días que Dalya no la ordenaba.

Un pensamiento intrusivo se coló en su mente más rápido de lo que pudo evitar.

"Muy pronto ya no verás esta sala tan seguido" pensó "De hecho, ni siquiera lo verás a él"

Lucerys contuvo un suspiro. No era el momento para esto.

No cuando luego de un mes entero de peleas que poco a poco iban empeorando habían conseguido un poco de paz burlando a su familia en esa maldita cena que se llevó parte de su sanidad mental. No debería. No debería lanzar una bomba como esa ahora. No luego de todo lo que ha pasado. Esto rompería el equilibrio que habían conseguido. La delicada paz que habían logrado.

"Pronto, ya no vendrás tan seguido a la Mansión Targaryen y ya no verás a Aemond todos los días posibles"

Aún así, Luke fue incapaz de morderse la lengua.

—Me voy a Harrenhal.

Lucerys fue consciente del momento exacto en el que la sonrisa satisfecha de Aemond se borró de su rostro.

Mierda.

—¿Qué? ¿En Año Nuevo? — ante su silencio, la compresión cayó en el mayor de forma lenta. —¿Luke?

El ambiente, antes cálido y suave, se volvió frío y cortante de repente. De pronto, Luke ya no se sentía tan cómodo estando en la antesala de la habitación de Aemond, y tampoco se sentía cómodo con la mirada penetrante que este le dirigía. Quería rehuir la mirada, sabía que era incapaz de soportar ver el dolor en los ojos de su novio, sin embargo, una parte suya necesitaba ser lo suficiente hombre como para afrontar sus problemas futuros.

Era una realidad, una que, mientras más rápido la enfrente, mejor.

Luke se iría a vivir en Las Tierras de los Ríos el próximo año, para completar su educación superior en una universidad cercana a la casa de su familia paterna, con el objetivo de familiarizarse con su tierra y su próxima herencia. Después de todo, en su caso, su apellido no era un complemento millonario. Su apellido significaba algo, un sacrificio, un futuro oficio que tendría que emplear.

No podía seguir escapando de ello.

—Padre así lo quiere. — fue su respuesta —Así es como debe de ser, sé que sí. Aún no es seguro, pero...

—¿Me estás jodiendo? — la garganta del castaño se secó de repente —¿Te vas? ¿Así como así?

—No, Mony. — respondió —No es...

—¿Lo que pienso? — interrumpió de forma brusca —Pues lo que pienso es que vas a dejarme porque irás Riversland a terminar tu carrera porque tu papi así lo quiere.

Luke contuvo una mueca de disgusto. —No lo digas de esa forma.

—Esa es la única forma que hay para decirlo. — respondió de forma mordaz

Había algo en Aemond Targaryen, algo que siempre había puesto a Lucerys Strong de los nervios. No sabía cómo describirlo, e incluso ahora, llevando ya tres años de relación sentimental, a veces ambos todavía podían sacar lo peor del otro.

Era un talento que nunca había disminuido entre ellos.

—Mira, Aemond, no todos tenemos padres como los tuyos.

Ante la mención de sus progenitores, el mayor se puso completamente a la defensiva. Cambiando su postura corporal y frunciendo el ceño de forma increíblemente profunda.

—Tú no sabes nada de mis padres. — gruñó —No tienes ningún derecho a opinar sobre mi familia, Lucerys.

—¡No me refería a eso! ¡Me refería que a diferencia de tí, a quien le dieron a elegir lo que quería hacer con su vida, yo no corro la misma suerte! — gritó —¡No soy como tú, Aemond! ¡Y no te estoy dejando! ¡Es solo que ese es el curso natural de las cosas!

—Pues está muy claro que no eres como yo. — cortó Aemond, de forma fría —Yo jamás te haría esto a ti.

—¡Porque tú jamás has tenido que elegir en tu puta vida! ¡Aquí no importa lo que quiero, aquí importa lo que les debo a mis padres! ¡A mi apellido! ¡A mi herencia!

—¿¡Qué!? — la voz del mayor se elevó —¿Te estás escuchando siquiera? ¿Crees que yo no le debo nada a mis padres? ¿A mi apellido? ¿A mi posición? ¡Obvio que he tenido que elegir, Lucerys! — se acercó hasta él —¡Y te he elegido a tí en cada jodida ocasión! ¡En el juicio! ¡En mi hogar! ¡En mi vida personal! ¡¡Has estado presente en cada decisión que he tomado desde los 16 años y aún así, tú no puedes elegirme a mí!! — ahora estaba gritando —¿¡Crees que es divertido que todos los periódicos hablen de como he "traicionado" a la facción de mi familia!? ¡No lo es! ¡Pero sabía a lo que me exponía ese día y aún así fuí y lo hice! ¿Sabes por qué? ¡Porque te amo, Luke!

Se hizo un silencio tenso en el que ambos se miraron a los ojos durante un rato.

—¿Crees que yo no lo hago?

La mirada amatista de Aemond cambió de forma repentina. Su ceño fruncido bajó mientras sus ojos comenzaron a volverse cristalinos, y entonces Lucerys supo que ya no había vuelta atrás.

Una vez que Aemond se sentía lastimado, cerraba sus puertas y levantaba sus muros tan alto que era casi imposible intentar siquiera traspasarlos. Y ahora se sentía lastimado, Luke lo sabía por la forma en la que sus ojos perdieron todo brillo al igual que su expresión cruda sobresalía en sus facciones.

Aún así, Targaryen respondió. —No me lo estás demostrando.



Un suave relincho lo sacó de su recuerdo, luego se formó una sonrisa en su rostro cuando un suave empujón lo hizo avanzar unos pasos. Cuando Lucerys se dió vuelta, se encontró cara a cara con Arrax, su yegua pura sangre que lo había hecho ganar varios concursos de equitación en House of the Dragon.

Afuera de los establos, en los páramos casi infinitos de Dragonstone, una garúa intensa rodeaba las montañas rocosas y el pasto verde que florecía cerca de ellos, mojando todo a su paso y llenando los establos del suave olor agridulce de la tierra mojada. Luke se permitió respirar dos veces el aire puro, antes de volver a sonreírle al animal que lo miraba como si entendiera sus sentimientos más profundos.

—Hola, belleza. — pasó una de sus manos por la frente de la yegua, quien pareció soltar un sonidito agradable —¿Me extrañaste? — Arrax se movió hacia él de forma emocionada, como si pudiera entenderle —Sí, sí, yo también lo he hecho.

Los Strong tenían tradiciones.

Como toda familia acaudalada, con ascendencia que se remonta a miles de años en la tierra de la que son dueños, la mayor parte de su legado familiar se debe a los Primeros Hombres. Los Strong tenían tradiciones y algunas de esas tradiciones se conservaban en la familia como legado familiar. Uno del cual Lucerys Strong era muy consciente.

Legado.

Lucerys se ha sentido prisionero del suyo desde hace tiempo.

Es algo inevitable, quiere pensar, teniendo en cuenta de que aunque no lo quiera, heredará dos empresas que se complementan la una con la otra. A veces le gusta pensar que si habla con su padre del tema, acerca de su incomodidad, este podría tal vez ayudarlo, aunque por lo general, la idea la descarta casi enseguida. Su padre, Harwin Strong, un hombre que se vió obligado a asumir la constructora a la joven edad de 24 años, jamás podría entender su punto.

Es ridículo.

Luke sabe que tiene que enfrentarlo, tarde o temprano.

Y por lo que ve, será más temprano que tarde, si tiene en cuenta los deseos de su padre, puesto que Harwin no ha dejado de llamarlo desde aproximadamente un año, cuando se graduó de House of the Dragon. Lucerys lo ha evitado de forma activa desde entonces y estaba seguro de que su padre lo sabía, teniendo en cuenta que en la Nochevieja pasada había estado pegado a su madre toda la noche para protegerse de sus parientes.

Porque todas sus tías y primos querían hablar con él acerca del futuro de ambas empresas. Incluso el viejo abuelo Lyonel le había preguntado a qué universidad aplicó cuando fue a su acto de graduación hace un año.

Por gracia eterna, los había evitado a todos con éxitos excusándose por dolor de cabeza y escondiéndose bajo las faldas de su madre, para variar. Lucerys siempre ha sido un nene de mamá, no lo va negar ahora que sabe que es cierto, no es tan sinvergüenza. Y sin embargo, sabe que esta vez no podrá evitarlo. Ya es un hombre adulto, ya no puede ocultarse tras las faldas de su madre y esperar a que ella le solucione sus problemas como siempre ha hecho.

Esta vez, Luke tendrá que enfrentarlo por su cuenta, completamente solo y sin ayuda de nadie, ni siquiera de Jace. Mentiría si dijera no estar algo asustado por ello.

La conversación.

Harwin querrá que mude sus estudios a Riversland, cerca de las empresas que heredará. Bueno, no precisamente sería por puro deseo de su padre, sino que ese es el curso natural de las cosas. La mansión de Harrenhal sería su hogar de forma inevitable ¿y por qué no comenzar ahora que era joven?

Viviría con sus abuelos, la nueva familia de su padre y sus demás parientes de apellido Strong.

Lo cual era... coherente, por decirlo de alguna forma no tan cobarde.

Luke no podía esconderse en King's Landing durante toda su carrera cuando las empresas que le corresponden están en Riversland, en otro país. Era algo obvio que tendría que mudarse en algún momento para reclamar su herencia, incluso el mismo Joffrey se lo había preguntado un día, lo cual había sido terriblemente humillante para él.

Pero Lucerys no quería irse.

Su vida entera está y siempre estuvo en Westeros. Su madre. Sus hermanos. Aemond. Todos ellos estaban en Westeros y no se irían con él a Riversland.

Su familia lo necesitaba ahora mismo; su madre estaba pasando un momento delicado junto a su padrastro (a quien acababa de recuperar luego de cinco años), sus hermanos necesitaban que alguien mantuviera a Jace tranquilo y a Joffrey en su lugar, Baela y Rhaena lo necesitaban, el pequeño Aegon lo necesitaba.

Aemond lo necesitaba.

Aemond.

Su corazón le dolía con solo pensar en él.

No estaban pasando por su mejor momento, si era sincero. Habían peleado durante los últimos meses por diversas razones. Al inicio eran las peleas normales, ( "Eres un imbécil egocéntrico." "Lo sé, pero a tí te gusta." o "¿Puedes dejar de hacer ese ruido al comer? Me perturbas la paz." "Lo haré si me lo pides de una forma más amable.") luego fueron escalando, pareciéndose cada vez más a las discusiones serias que solían mantener antes de comenzar a salir.

Aemond había estado trabajando en Fireblood y Lucerys estaba trabajando duro para mantener sus promedios. Se alejaron lentamente (para mortificación de ambos, el asunto de Baela los había afectado más de lo que pensaron que podría afectarlos) e incluso el día del juicio habían discutido por teléfono al amanecer. Aún así, Aemond se había vestido de negro impoluto y lo acompañó, dando mucho de que hablar a los periodicos y portales de chisme acerca de una supuesta traición a su "facción" de la familia, sin mencionar toda la mierda homofobica e "incestuosa".

Lucerys admite que no fue buena idea hablarle a Aemond de Riversland luego de la cena familiar. Había sido sin querer, en su defensa. Cuando Aemond ingresó en su habitación para que ambos pudieran alejarse de su familia y su escrutinio, Lucerys soltó las palabras como una bomba que les explotó en las caras. Y luego había peleado de forma que no hacían hace un año.

—Mo thighearna, tha do mhàthair gad shireadh. (Mi señor, su madre lo busca)

Luke dió un pequeño saltito en su lugar ante la voz de uno de los cuidadores del establo. Su acción asustó a Arrax, quien avanzó hasta girar su cuello alrededor de Luke de forma instintiva, soltando un relincho enfadado.

—Tranquila, belleza, tranquila. — sostuvo a la yegua por ambos lados de su rostro, pegando su frente al del animal mientras le hablaba —Es solo un cuidador, no quiere hacernos daño. No va alejarme de tí, Arrax, tranquila. — Una vez que se calmó, Luke miró al hombre con expresión de culpa —Tha mi duilich. Tha mi air tighinn gun innse dha, an urrainn dhut innse dha mo mhuime gu bheil mi còmhla ri Arrax? (Lo siento. He venido sin avisar, ¿puedes decirle a mi padrastro que estoy con Arrax?)

El hombre asintió al reconocer el gaélico en los labios de Luke. —A bheil thu an dùil cuairt a ghabhail, mo thighearna? (¿Planea dar un paseo, mi señor?)

—Chan eil. (No) — suspiró, pasando una nueva caricia por el rostro de su yegua —Debo volver.

Arrax pareció comprenderlo, puesto que se movió más cerca suyo, buscando su calor. El hombre asintió con la cabeza, probablemente entendiendo solo su frase en gaélico, y luego se retiró a la parte trasera de los establos, donde probablemente estaba su lugar de descanso y de dónde había venido en un inicio.

Luke no era un genio de los idiomas, así que la comunicación con los cuidadores de caballo solían volverse complicadas para él. Sin embargo, para su mala o buena suerte, de niño, varias frases se le repetían lo suficiente como para llegar a comprenderlas y luego repetirlas; así había aprendido cuando los cuidadores lo reprendían por causar un alboroto con Arrax, o cuando su madre lo buscaba. De la misma forma, había aprendido a pedir que avisen a Daemon que se encontraba con su yegua y que no quería ser molestado.

En su defensa, Lucerys solo sabía decir padrastro en gaélico, por alguna razón, le parecía más fácil de pronunciar que madre.

—Está bien, belleza. — le sonrió a su yegua de forma dulce —No quiero exponerte. Sabes que es peligroso cuando está húmedo, la última vez no salimos bien parados. — soltó una risa ante el relincho de su caballo —¡Casi te rompes una pata! No puedo permitir que nada te pase, aún tenemos competencias en las que participar.

Lo cual no era una mentira, en general. Aún tenían que competir contra Rhaenyra y Syrax cuando el clima mejore. Pero las competencias nacionales de equitación se habían acabado para ellos. Luego del instituto, Lucerys jamás volvería a competir por falta de tiempo, cosa que aún lamentaba en lo profundo de su ser.

Así como los Strong tenían tradiciones, los Arryn tenían las suyas.

Entre ellas, resaltaba de forma poco sorprendente, la equitación. Rhaenyra solía arrullar a Lucerys con historias sobre cómo los Arryn dominaban el arte de montar a caballo desde la primera infancia; ella misma lo había hecho con su primo, Arnold Arryn como cuidador puesto que la abuela Aemma le tenía cierto miedo a los caballos que su madre nunca llegó a comprender.

Los Arryn eran grandes jinetes de caballo, llegando a ser reconocidos a nivel mundial por su fama en el mundo de la equitación. Incluso la tía de Luke, Jeyne Arryn, llegó a representar a El Valle en los mismos juegos olímpicos que la Princesa Ana del Reino Unido, y actualmente, uno de los primos lejanos de Luke, Eldric Arryn, era el presidente de la Asociación Ecuestre de Poniente.

Si Lucerys no hubiera nacido Strong, estaba seguro de que había encontrado su camino en la equitación.

—Madre te busca.

La voz de Jacaerys logró que se le ericen los pelos de la nuca. Saltó brevemente y Arrax se puso inquieta de nuevo, ella era realmente una yegua muy sobreprotectora. No era extraño, Arrax había nacido cuando Luke tenía tan solo 9 años, y su primera montura no había sido hasta sus 12 años y medio; el hecho de que el nacimiento de Arrax coincidiera con las primeras conversaciones sobre divorcio de sus padres y luego con el comienzo de la sufrida adolescencia de Luke solo hizo que la yegua se vuelva muy protectora con él.

—¡Dioses benditos! — gritó —Mierda, Jace.

Jace sonrió. —¿Te asusté?

—Sí, estúpido. — rodó los ojos mientras calmaba a Arrax con caricias —Y pusiste nerviosa a Arrax.

Jacaerys caminó con tranquilidad, ingresando al establo con confianza. En su momento, Jace también había tenido una montura, sin embargo, nunca había sido especialmente bueno en ello. No tanto como su madre o Luke, de todas formas. Vermax era un caballo pura sangre de pelaje caoba, nacido en la misma camada que Arrax, solo que su conexión con Jace era algo más... libre. Diferente, sin duda, a las envidiables conexiones de Syrax y Arrax con sus jinetes.

—Mamá te busca. — repitió, metiendo las manos en su rompevientos negro, el cual se había puesto al bajar del barco —Y nadie quería venir hasta aquí con el temporal. ¿Te has vuelto loco? ¿No recuerdas la última vez que intentaste montar en la lluvia?

Luke volvió a poner los ojos en blanco, para luego caer de forma dramática sobre el lomo de Arrax. —Eso fue hace mucho tiempo. — le ofreció una mirada inocente a su hermano —Era joven y estúpido.

—Eso fue hace literalmente un año. — contestó Jace con rostro aburrido —Y casi te caes de tu yegua, así que toda esperanza de montar ahora muerte aquí.

—Eres realmente malo, Jace. — un puchero se formó en sus labios —De todas formas, no iba a hacerlo. No soy tan imprudente como piensan.

—Ajá. — le restó importancia —Da igual, tenemos que volver al castillo para desayunar.

—Yo les dije que era mejor si desayunábamos en el barco, ¡pero nadie me escucha nunca! — farfulló Luke, aún pegado a Arrax —Jace, no quiero ver a Aemond. ¿No puedo quedarme aquí? ¡Madre ya ha de saber que estoy aquí! ¡Sabe lo importante que es para mí ver a Arrax!

Jace suspiró. —Tendrás que volver de forma inevitable, Luke.

—¡Ya sé eso! Pero... podría alargarlo más. — volvió a hacer pucheros —Vamos, Jace, yo sé que tú tampoco quieres ver a Aegon.

Ante la mención del mayor de los Targaryen, la expresión de Jacaerys cambió de forma abrupta. Lucerys quiso rodar los ojos ante el hecho de que lo primero que hizo su hermano fue mirar a todos lados para cerciorarse de que nadie había escuchado su declaración. Aún así, una sonrisa maliciosa se formó en sus labios cuando vió al siempre tranquilo Jacaerys incómodo, rehuyendo la mirada.

—¿Aemond te ha dicho algo? — preguntó en un susurro.

—No. — respondió de forma simple —Pero te conozco, y esa semana que pasaron en El Norte habrá sido muy divertida, probablemente.

—¡No hicimos nada! — se apresuró a decir —Solo hemos peleado de nuevo, eso es todo. Además, Helaena no se merece que siga viendo a Aegon... me hace sentir mala persona.

—Pero no puedes evitarlo, ¿eh? — sonrió de forma divertida —Vamos, Jace, ¿seguro que no pasó nada? ¿nada de nada? — levantó una ceja desde su posición y soltó una risa ante los labios apretados de su hermano —Estaban a una puerta de distancia, me imagino, seguro que sus habitaciones estaban conectadas y de cualquier forma, Arryk y Erryk son bastante... sutiles.

Jacaerys desvió la mirada y Lucerys se rió abiertamente. —No pasó nada. — decidió luego de unos segundos —Nada que merezca contarse, al menos. Solo estaba muy borracho.

—Uy, ¿se besaron borrachos? — inquirió Luke —Muy hetero de tu parte, hermano.

—¡No nos besamos!

—Sí, si, lo que digas, Jace.

—¡Luke!

El menor volvió a soltar otra carcajada para enfado de Jacaerys, quien se había sonrojado de forma poco sutil, incluso para él. Presentando su cara con un ligero rosa en sus pómulos bastante visible incluso con las luces frías del establo.

—Ay, Jace...

...

Aemond Targaryen estaba enfadado.

Muy, muy, muy enfadado.

Enfadado, claro, con Lucerys Strong. ¿Con quién más si no? Obviamente que no había nadie más que lo pudiera enojar de tal forma (Aegon no cuenta, ha aprendido a lidiar con ello) además de Lucerys Putas Strong.

Lo odiaba.

Odiaba su estúpida sonrisa. Y lo mucho que lo hacía rabiar la situación. Odiaba el brillo en sus ojos cuando lo miraba. Y sus rizos castaños que eran tan suaves como rebeldes. Odiaba su forma de vestir. Y como se había presentado con uno de sus abrigos el muy canalla. Odiaba también lo bien que le quedaba su ropa. Y también cómo se dirigía a él con un tono de voz diferente. Odiaba como era tan torpe que daban ganas de golpearlo. Y cómo podía noquear a una persona de un solo golpe. Odiaba lo traumado que estaba con su físico. Y lo bien que se veía al salir del gimnasio.

Lo amaba.

Amaba su estúpido sentido del humor. Y lo mucho que lo hacía reír. Amaba esos estúpidos hoyuelos que se formaban en su rostro. Y la suavidad de sus manos cuando lo tocaba. Amaba verlo feliz hablando de caballos. Y la forma en la que los pantalones de montar se ajustaban a sus muslos. Amaba su fuerza de voluntad. Y cómo podría levantarlo con una mano si quisiera. Amaba lo terco que era. Y lo entregado que era a su familia, incluso cuando no les debía nada.

Era tan confuso.

Y esa era la peor parte de estar tan enfadado con Luke.

Habían peleado antes, por supuesto que sí, pero esta pelea había sido bastante diferente a las demás. Comenzando con que era la primera pelea que tenían por sus visiones diferentes del futuro y terminando porque las cosas habían escalado demasiado rápido, incluso para tratarse de ellos.

La peor parte de estar enfadado con Luke era que lo entendía.

Aemond no se mentiría a sí mismo; él era una persona ambiciosa que siempre ha querido conseguir reconocimiento y honor. Cuando era joven y su padre le había preguntado si quería ser heredero de Fireblood, él lo había rechazado en favor de Rhaenyra, su hermanastra. Una parte suya aún se arrepentía de hacerlo, sin embargo, no se sentía bien para él que le entregaran en bandeja de plata algo por lo que su hermana ha estado trabajando desde hace tanto tiempo.

No, Rhaenyra se había ganado su puesto como heredera, quiera o no la prensa.

Aún así, a veces se permitía pensar... qué hubiera pasado.

¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho que sí? ¿Su preparación como heredero hubiera comenzado enseguida? ¿Rhaenyra se hubiera enfadado? ¿Lucerys lo hubiera perdonado? ¿Habría roto, finalmente, el ligero equilibrio entre ambas familias? ¿Su madre y abuelo estarían orgullosos?

Y lo más importante.

¿Aemond estaría dispuesto a sacrificar su felicidad por el bien de Fireblood? ¿Aemond estaría dispuesto a entregar su vida al negocio familiar? ¿Estaría Aemond dispuesto a dejar a su ciudad natal, su país, su familia y todo lo que conoce solo por el bien de la empresa familiar, por su herencia?

Le aterraba.

Le aterraba que la respuesta estuviera más cercana al no que al sí.

Aemond no dejaba de entender a Lucerys. En todos los años que estuvieron juntos, nunca se había enfrentado a un aspecto de Luke que no pudiera entender o amar. Esta era la primera vez en años que no podía hacerlo, la primera vez que no lo entendía, a pesar de todo su conocimiento. Porque una parte suya lo entendía, pero había otra que no lo hacía para nada.

A pesar de que sus hermanos y él nacieron como auténticos Targaryen, cada uno de ellos había rechazado la propuesta de su padre de formar parte del negocio familiar. Aegon se dió cuenta bastante joven que su vida era la música y las artes, Helaena lo siguió, renunciando a su derecho de nacimiento en favor de la ciencia y la biología, él lo había hecho por lealtad. Daeron aún no ha sido consultado.

Sin embargo, Jacaerys, Lucerys y Joffrey no habían sido consultados ni habían tenido la oportunidad de elegir.

Aemond sabía que Jacaerys no quería heredar Fireblood; lo veía en sus ojos inquietos, en su postura rígida, en sus esfuerzos que cada vez se sentía más forzados. Aemond también sabía que Jacaerys no había sido consultado acerca de su posición, que había sido puesto en el testamento de Viserys como heredero luego de Rhaenyra antes de que tuviera consciencia de qué era un testamento.

Aemond sabía que Lucerys no quería heredar Harrenhal. Lo supo en una de sus millones de conversaciones, en cada una de sus quejas ante las preguntas de Harwin, en cada llamada que ha ignorado y en cada cena familiar de los Strong a la que se ha ausentado por ansiedad. Aemond también sabía que Lucerys quería "Strong" pero que no podía tener una empresa sin la otra, que un premio conllevaba un sacrificio. O muchos.

En cuanto a Joffrey, Aemond aún tenía sus sospechas. El niño parecía feliz con lo que le tocaba, y sin embargo, había escuchado por Daeron lo frenético que se había puesto en la realización del Baile de Invierno. Lo incómodo que había sido para algunos alumnos trabajar con él, lo controlador que había sido en cuanto a los detalles más pequeños y a los momentos incluso insignificantes. La forma en la que un niño de 14 años se estresa por una organización que debía de ser divertida no era normal.

Así que no, no entendía.

No entendía cómo podían vivir así esos tres. Simplemente aceptando que su vida ya estaba planeada por personas adultas y que ya tenían un manual de cómo comportarse desde que eran niños. ¿Cómo podían crecer en un ambiente tan hostil como ese, con tantas expectativas encima desde tan jóvenes?

Aemond creía conocer la respuesta a esa pregunta.

Probablemente se debía a Rhaenyra, sin duda. El mundo entero podría señalarla por sus millones de errores en la adolescencia, sin embargo, Aemond estaba seguro de que Rhaenyra era una buena madre, incluso mejor que Alicent. Y nadie que tuviera ojos podía mentir de forma tan descarada como para decir que esa mujer no amaba a sus hijos con locura.

Así que no, no entendía.

¿Cómo era posible que la misma persona que los condenó a vivir así (por el simple hecho de nacer de ella) los amara tanto pero al mismo tiempo no los liberara de sus deberes? ¿Por qué Rhaenyra, quien amaba tanto a sus hijos, no les daba la oportunidad de elegir? ¿Por qué era Lucerys quien tenía que mudarse a Riversland por deber? ¿Por qué era Jacaerys quien debía heredar Fireblood a costa de su felicidad? ¿Por qué Joffrey debía temer fallar en un estupido baile de final de año?

—Aemond. — llamó su madre, sacándolo de sus cavilaciones —Ven, ayúdame con el desayuno.

El platinado le dirigió una mirada a su madre, quien le sonrió de forma débil. Asintió con la cabeza, cerrando su libro y abandonando sus pensamientos acerca de Lucerys y sus hermanos con él. Lo que él no sabía, era que aquel llamado era el primero de muchos, el inicio de una jugarreta en la que se vería envuelto y causaría terribles consecuencias para su relación.

Después de todo, había muchas cosas que Aemond Targaryen no entendía en cuanto a su familia. Una de ellas eran los juegos de manipulación de su madre y otra era el deber sacrificado del cual la mujer siempre le hablaba.

—Si, madre.

Después de todo, Aemond Targaryen era débil ante su madre.

...

El castillo de Dragonstone estaba originalmente construido enteramente con piedra volcánica pulida hasta conseguir la forma requerida.

Sus pasillos (eternamente largos y algo confusos para todas aquellas personas ajenas a la familia) contenían historia, viva y ardiente en las paredes de piedra y ahora ladrillo. Y en uno de ellos, los descendientes directos de la que alguna vez fue llamada la Dinastía Más Fuerte de la Edad Media en Poniente, se encontraban reunidos en una singular reunión, que, en opinión de Baela, podría terminar o muy bien o muy mal.

Baela esperaba secretamente que fuera lo segundo. Esta isla era un poco aburrida cuando no podías utilizar tecnología.

—¿Estás segura? — inquirió Rhaena, nuevamente preocupada.

La voz de Helaena no tembló. —Sí.

—¿Segura, segura? — repitió Baela, enarcando una ceja.

—Que sí.

—Hely, no te ofendas. — comenzó Aegon con voz suave —Pero nunca has cocinado en tu vida.

—¿Y tú sí? — Helaena se cruzó de brazos.

—Bueno, no. — aceptó su hermano —Y es justo por eso que no ando de valiente queriendo intoxicar a la familia.

—¡No voy a intoxicar a nadie! — se defendió ella —Solo son unos panqueques, ¿que tan difíciles de hacer podrían ser?

—En realidad... — comenzó Rhaena, la única entre los cuatro con conocimientos gastronómicos.

Oh, no.

—¡Shh! — la calló Baela con la mano de forma poco sutil —Está bien, Hela. Haz tus panqueques.

Mientras más molestamos a los adultos por esto, mayor será mi venganza.

Que nadie se atreva a decir que los Lannister eran los únicos que pagaban sus deudas. Los Targaryen (Velaryon) nunca dejaban pasar algo, y la venganza era algo fuera de discusión cuando algo les molestaba lo suficiente como para que pierdan tiempo pensando en ello.

No se discutía, simplemente se procedía.

—¿De verdad? — Helaena sonrió, dando pequeños saltos para luego abrazar a sus primas con fuerza. Baela sabía que incluso con toda la bondad que habitaba en el corazón de su prima Helaena, esto iba a terminar mal. —¡No se arrepentirán, chicas, lo juro! ¡Te haré comer tus palabras, Aegon!

Los cuatro se encontraban en uno de los espaciosos pasillos de piedra dentro del castillo de Dragonstone. El castillo de Dragonstone estaba originalmente construido enteramente con piedra volcánica pulida hasta el hartazgo (y un poco más, probablemente). Sin embargo, durante la Guerra Civil ocurrida luego de la Segunda Guerra Mundial, el castillo había sido destrozado por personas comunes que habían logrado llegar a la isla. Sin mencionar que el propio gobierno de Westeros había mandado misiles con la misión de destruir la isla en su totalidad.

El castillo había quedado en ruinas luego de aquello, una tremenda tragedia para los Targaryen.

La reconstrucción había estado a cargo de su bisabuelo Jaehaerys Targaryen y su esposa, Alyssane Velaryon, quienes financiaron la recuperación de su territorio familiar en una réplica exacta de la fachada del castillo original, sin embargo, el interior había sido imposible de recuperar. Hoy en día, quedaban pocas partes del castillo original, algunos pasillos de piedra negra oscuros y húmedos, algunas habitaciones de piedra negra y puertas de madera vieja, incluyendo las cocinas, equipadas con la tecnología actual para hacerlo más llevadero.

La mayor parte del castillo ahora estaba hecho de ladrillo y un poco de piedra volcánica, sólo en algunos detalles, siendo así la parte delantera del castillo, el techo y algunas habitaciones de invitados. El piso ahora era de cerámica y los interiores estaban perfectamente iluminados y decorados, como si se tratara de un castillo de Reino Unido o Escocia, aquellos en los que la Reina Isabel solía pasar sus tiempos, un símbolo del poder de los Targaryen, incluso en una época en la que Poniente ya no era regido por reyes.

Helaena, extremadamente feliz, se movió con naturaleza hacia la cocina, que se encontraba en la parte trasera y baja del castillo. Rhaena suspiró, como aceptando un destino final y la siguió, intentando persuadirla de cometer un asesinado masivo con panqueques. Ellos se encontraban en uno de esos pasillos viejos, húmedos e iluminados de forma casi desinteresada, si Baela era sincera, este era el escenario perfecto para una película de terror o sobre algún juego raro de poder por un estupido trono.

—¿Qué haces? — preguntó Aegon, mientras Baela y él seguían a Helaena y Rhaena varios pasos por detrás —¿Acaso quieres morir de intoxicación?

El castillo de Dragonstone era inmenso. Enorme y hermoso, ostentoso y perfecto. Sus pasillos estaban llenos de historia valyria y eran ricos en silencios cálidos y húmedos. Dragonstone no era otra cosa que la muestra de que los Targaryen descienden de conquistadores y reyes, que su familia no era similar a ninguna otra, que fueron poderosos y que nunca dejaron de serlo.

Incluso ahora, con todo el drama a sus espaldas y las complicaciones empresariales, siguen siéndolo. La familia más poderosa de todo Westeros, e incluso de Poniente.

—¿Qué tan malo puede ser? — sonrió de forma burlesca —Además, nuestros padres sabrán quién está atrapado con quién en esta isla.

Aegon chasqueó la lengua. —¿Tan rápido buscando problemas? Vamos, Baela. — negó ligeramente con la cabeza con el cabello platinado acariciando sus pómulos —Qué forma tan estúpida de morir, "envenenados por tus propios hombres"

—¿Hombres? Vamos, solo es Helaena y solo son panqueques, ni que fuera vino o algo así. — se rio mientras rodaba los ojos —No pasará nada, ya verás.



Resultó que Baela se equivocó.

Los cuatro encontraron el camino rápido a las cocinas, en eso no se equivocó. Sin embargo, cometió el error de subestimar qué tan desastroso podría ser que tres personas que nunca habían cocinado ni movido un solo dedo se metieran en las cocinas a intentar cocinar.

Bueno, que nadie diga que Baela Targaryen-Velaryon es aburrida. Porque después de esto, la risa la perseguirá por el resto de sus días, eso seguro.

—Hmm... — la voz de Helaena era gentil, con su largo cabello platinado moviéndose a la par que ella por las cocinas del castillo —¿Alguien sabe como se hacen unos panqueques?

Aegon y Baela parpadearon varias veces ante la mirada curiosa de Helaena. Rhaena soltó un suspiro cansino mientras se frotaba las sienes. Nadie respondió.

—No debería de ser difícil. — concluyó Baela luego de unos segundos —Seguro lleva leche y harina.

—Oh, eso tiene sentido. — fue la respuesta de Helaena

Luego, los cuatro miraron alrededor de la habitación en busca de algo que los ayude.

Era una vista pintoresca, en realidad. Baela, todavía vestida con sus pantalones negros y su sueter crema junto a Aegon, vestido con pantalones anchos rojos y un sueter de color negro overzide, ambos mirando de forma vagamente perdida, como si los altos techos de las cocinas pudieran ayudarlos a hacer panqueques. Rhaena, con su falda roja y su cuello de tortuga beige y Helaena, con un vestido tipo overol verde manzana y un cuello de tortuga negro, ambas mirando hacia las gavetas de piedra pulida en busca de una forma de abrirlas.

Era pintoresco, en el sentido de que parecía que por cada gemela Targaryen-Velaryon, existía un hermano Targaryen que lo complementa. Baela y Aegon tienen estilos similares (no iguales, el de Aegon era incluso hasta refinado comparado con las camisetas de Baela) y actitudes afines, mientras que Rhaena y Helaena comparten el gusto por todo lo considerado femenino (aunque ciertamente, Rhaena era mucho más atrevida que Helaena a la hora de vestirse) y la moda.

Rhaena suspiró. —Bueno, supongo que nuestros padres compraron lo suficiente para sobrevivir.

—Probablemente fue madre quien mandó comprar todo. — bufó Aegon, Helaena hizo un mohín ante la frase —Así que no se sorprendan si encuentran cosas dietéticas o algo así.

—Hm, Mányra también mandó comprar cosas. — dijo Baela de forma casual, mientras se paseaba frente a las altas gavetas —Aunque no sé si lo hizo solo para llevarle la contraria a la tía Alicent.

—Probablemente. — concibió Helaena, también moviendose por el espacio —¿No hay ningún refrigerador aquí?

Y así fue como comenzaron su búsqueda por las cocinas.

Resulta ser que no era una cocina, sino varias. Y ellos solo habían encontrado la antesala de las cocinas, una habitación húmeda de techos altos hecha completamente de piedra que no tenía salida. O bueno, no tenía salida normal. Justo al lado de una gaveta y escondida en una esquina de la habitación, se encontraba una pequeña escalera de piedra que daba lugar a la segunda cocina.

La segunda cocina era una habitación casi que subterránea, con buena iluminación y aire acondicionado (bueno, el mejor que pudieron poner en un lugar hecho de piedra volcánica) pero con los techos lo suficientemente bajos como para causarle un poco de claustrofobia a los altos genes Targaryen. La segunda cocina era una habitación amplia de forma rectangular horizontal, con cuatro pilares de piedra negra sosteniendo el techo. Ahí se encontraban dos grandes hornos, cuatro cocinas a gas, varias licuadoras, tostadoras y microondas, todos los electrodomésticos estaban puestos sobre una larga mesada (hecha de lo que parecía ser piedra recubierta con los bordes redondeados) al fondo de la habitación.

Luego, la derecha, se encontraba una puerta (y otras cinco escalones de una escalera, por todos los infiernos) que conducían a las almacenes, dónde, oh, sorpresa, encontraron todos los suministros necesarios para sobrevivir durante un mes (o tal vez tres, Baela nunca fue buena con los números) mientras que a la izquierda (y de nuevo, cinco escalones, ¿que trauma tenían sus antepasados con esconder los lugares?) se encontraba una habitación mucho más amplia que la de suministros, llena de ollas, platos, tazas, y todo tipo de cubiertos necesarios.

—¿Segura que así se hace? — inquirió Aegon, apoyado en la mesada de piedra mientras masticaba de forma pausada una manzana roja —Se ve un poco... raro.

Helaena, quien había encontrado un delantal rojo en unos cajones de la habitación de cubiertos, le dirigió un ceño fruncido mientras revolvía en un tazón de cerámica roja, una mezcla algo extraña.

—Aegon tiene razón. — dijo Baela, quien había arrastrado una silla desde una tercera habitación (junto a la de suministros, otra escalera de cinco abajo) donde se encontraban un juego modesto de comedor con sillas y mesa de madera impoluta —¿Eso no debería de llevar algo más?

Helaena lo consideró entonces, su mezcla se veía algo decente en su opinión, siendo que estaba mezclando lo que pensaron que llevaba los panqueques. Aún así, los tres giraron la cabeza en dirección a Rhaena, quien se encontraba tarareando una melodía al final de la larga mesada, poniendo granos de café en una enorme cafetera industrial. Rhaena pareció sentir la mirada de todos, por lo que levantó la suya con curiosidad y luego sus ojos violetas brillaron en reconocimiento.

—No.

—¡Rhaena! — rogó Helaena, con un puchero adorable —Vamos, ¿de verdad quieres condenar a tu prima así?

—Sí.

—Pff. — bufó Baela —Dramática. Debemos de comportarnos como un frente unido, no pelear entre nosotros.

—¿Frente unido? — acusó Rhaena, Aegon le dió otro mordisco a su manzana —Yo les dije que no se acercaran a las cocinas ¡ni siquiera lavan los cubiertos! Pero no. — gruñó —"Vamos, Rhaena, será divertido." "Vamos, Rhaena solo son panqueques." "Vamos Rhaena, puedo hacerlo." — imitó con un tono de voz que espeluznantemente se parecía demasiado al de Baela. Luego los miró con un brillo de ligera maldad. —Pues bien, si tanto pueden solos, háganlo entonces.

Fue un desastre.

Resulta ser, que los panqueques llevaban más que solo leche y harina. Baela lo descubrió cuando la masa de Helaena se quedó pegada a una sartén teflonada, incluso siendo esta de teflón.

—¿Se supone que debe de ser así? — se rió Aegon.

—Tal vez la sartén esté rota. — ofreció Baela.

—O tal vez no saben cocinar. — gritó Rhaena desde su lado de la cocina.

—¡Sé cocinar! — refutó Helaena —¡Todos ustedes se comerán mis palabras!

—E iremos al hospital... — murmuró por lo bajo Aegon.

Solo por competir, Aegon inició su propia masa, esta vez con leche, harina y huevos, sin embargo, cada que intentaba revolverla, la masa se endurecía y se negaba, por lo que a la hora de cocinarlo, parecían unas piedras más que panqueques.

La sartén de teflón de Aegon estaba endurecida en todas partes, dónde el mayor había intentando hacer un súperpanqueque según él.

—¿Se supone que debe verse así? — repitió Helaena con una sonrisa.

—Cállate.

Helaena quiso mejorar su masa (engrudo), así que la añadió agua, en sus palabras, para humedecer más y que sea más fácil de cocinar. Baela solo la miró entretenida desde su silla, mientras el olor a café aumentaba en la habitación gracias a Rhaena. Era casi irónico el hecho de que ellos, siendo literalmente hijos del nepotismo de sus padres, se interesen ahora por cosas tan mundanas como la cocina, Baela suponía que no tener internet volvía locas a las personas.

(Apenas llegaron a la isla hace una hora)

—¿Estás segura de que así se hace? — se metió Aegon de nuevo —Creo que estás haciendo una masa muy extraña, Hely.

—Pruébalo. — demandó Helaena, lanzando un poco del contenido de su tazón al rostro de Aegon en un movimiento fluido —Y dime qué te parece.

La lengua de Aegon se movió fuera de su boca, captando el sabor, luego, lo escupió todo con una mueca de asco. —¡Ew! ¡Esto no tiene sabor!

Helaena se sorprendió, así que metió un dedo en su masa y lo saboreó. Enseguida, tuvo la misma reacción que su hermano mayor. —Ew.

Baela miró divertida como ambos Targaryen hacían muecas de asco exactamente iguales. Y eso que ella era la que tenía una hermana gemela. Para ella, era muy divertido ver como las expresiones de Aegon y Helaena eran inquietantemente iguales, casi como si fueran mellizos.

—No puede ser tan malo. — dijo Baela y levantándose de la silla probó la masa —¡Wakala! — la escupió sin mirar, cayendo en el rostro de Aegon —Esto no tiene sabor.

—¿Cuál es tu problema? — gritó Aegon, limpiándose los restos de masa y saliva —¡Me escupiste!

Baela y Healena soltaron pequeñas risitas. —Que sensible.

—¡A ver! — gritó Aegon —¡Voy a escupirte y verás lo que se siente!

—Ew, hermano. — se burló Helaena, frunciendo el ceño —El incesto quedó a diez generaciones de nosotros.

—¡Tú, pequeña...!

Helaena soltó un grito cuando Aegon hizo el amago de avanzar hasta ella. Baela soltó una risita, y tomando en sus manos un poco de la "masa" de Helaena, la lanzó en dirección a Aegon. El mayor gritó, y siguiendo el ejemplo de su prima, le lanzó un poco de masa la misma. De pronto, los tres comenzaron a pelear entre ellos por el tazón de Helaena, lanzando pedazos del engrudo de los supuestos panqueques a la cara.

El cabello platinado de Aegon estaba completamente sucio, el delantal de Helaena tenía una enorme mancha de masa en su estómago, que se resbalaba con cada paso que daba, el suéter de Baela estaba completamente arruinado, puesto que la masa se pegaba a su pecho con fuerza. Comenzaron a correr en círculos por la cocina, mientras Rhaena, apartada en su rincón, los miraba como si hubieran sido poseídos.

Oh, no. Pensó Baela. Eso sí que no.

Rhaena solía hacer eso de niña. Actuar al margen, poner una mueca hastiada y acusarlos con los mayores cuando se metían en problemas, Aemond y Rhaena tenían eso en común a veces. Con la diferencia que el ser metiche era el trabajo oficial de Aemond y Rhaena solo lo ejercía cuando se hartaba de ellos.

Pero hoy, y en lo que irían de las tres semanas, no.

Rhaena se uniría a la diversión.

Baela sonrió, dejó de correr tras Helaena y dió tres pasos atrás. Luego se dió vuelta y esparce una enorme mancha de masa sobre el rostro de su gemela, quien soltó un grito tan agudo que Baela estaba segura de que los perros cercanos sufrieron.

—¡Baela!

Y con se grito, tanto Aegon como Helaena (Helaena se había atrincherado casi hasta llegar al armario de suministros, blandiendo una bandeja de horno como escudo y Aegon mantenía su propio bol de masa en su mano, a punto de lanzarlo a su hermana) pararon de gritar. Todo se quedó en silencio durante un segundo, hasta que Rhaena abrió los ojos, y tomando la jarra de la cafetera, la vació en dirección a su gemela. Los gritos de guerra de Aegon y Helaena volvieron.

—¡Ay, carajo! — gritó Baela —¡Está caliente!

Entonces, la mayor tomó del cabello a la menor y la tiró al suelo. Rhaena se defendió como pudo y ambas comenzaron a pelear en el suelo, rodeadas de masa de panqueques y café negro. Al principio ganaba Baela, sometiendo a su hermana por su agarre en el cabello, luego, Rhaena comenzó a hacerle cosquillas a su hermana, logrando que se distrajera y cambió de posiciones mientras se gritaban improperios.

Al otro lado de la cocina, Helaena estaba esquivando con éxito los ataques de Aegon, armada con su escudo-bandeja, sonreía con picardía mientras se acercaba cada vez más a su hermano mayor con la intención de golpear su mano con la bandeja para que dejara caer la masa.

La cocina era un entero caos. Las gemelas seguían en el suelo, mojando su ropa cara con café y arruinándola con masa mientras se estiraban del cabello y reían de forma casi maniática (como si se estuvieran divirtiendo peleando entre ellas) casi gritando. Los hermanos Targaryen seguían atacando mutuamente, y ya nadie prestaba atención a su principal objetivo al estar allí.

Todos habían olvidado la paila en la que Helaena había estado intentando cocinar sus panqueques, dicha paila, que ya contenía pedazos de algo tan negro como el carbón que seguía quemándose en ella. El olor a quemado comenzó a olerse de forma lenta, pero ninguno de los cuatro adultos lo pensó mientras seguían peleando como si fueran niños.

Helaena seguía avanzando, logrando que Aegon retrocediera, caminaron juntos hasta estar frente a la puerta principal de la cocina. Baela y Rhaena rodaron en el suelo hasta quedar en paralelo a ellos, arrojadas en el piso de forma horizontal. Rhaena se sentó a horcadas de su hermana y tomando lo que alcanzó con sus manos de la mesada (lo que resultó ser harina blanca) se lo lanzó a su hermana a la cara.

—¡Vas a caer, Hely! — gritó Aegon

—¡Quiero verte intentarlo!

Aegon lanzó un pedazo de masa y Helaena giró, posicionándose justo frente a la puerta, por lo que la posición de ambos cambió de horizontal a vertical. Ambos siguieron atacando y defendiendo, con los gritos de fondo de Baela y Rhaena, quienes seguían riendo y gritando con alegría.

La cocina estaba completamente sucia ahora, llena de pedazos de masa en todas partes, en la esquina dónde comenzó la pelea de Rhaena, el suelo aún tenía un montón de café, y ahora, dónde ambas seguían luchando, la harina blanca comenzó a mezclarse con los restos de masa y las gotas de café que arrastraron hasta ahí. Era un caos pleno, pero muy divertido, puestos que en ninguno de los cuatro había verdadera maldad tras sus peleas, sino aquel sentimiento tonto de querer pelear con su hermano solo porque sí.

En un momento, Aegon tomó todo el contenido restante de su tazón y se preparó para lanzarlo, al hacerlo, Helaena supo que sería imposible de defenderse, por lo que se tiró al suelo para evitar recibirlo. Con lo que no contaban, era con el hecho de que la puerta principal de la cocina se abriera en ese preciso momento, revelando a Aemond y Alicent, quienes habían acordado comenzar el desayuno y atraídos por los gritos abrieron la puerta con interés.

—¿Qué carajo...? — dijo Aemond, viendo la escena.

Todo el contenido de Aegon fue a parar en los rostros sorprendidos de su madre y hermano. Alicent tenía la boca abierta, razón por la cual la masa entró en ella hasta casi su garganta, al igual que los ojos, mientras Aemond cerró los ojos, pero la masa solo alcanzó su boca y barbilla con una precisión casi milimétrica. Baela y Rhaena dejaron de pelear, desviando la mirada al dúo de hermanos y como estaban ambos congelados ante las personas que llegaron.

—¡Ahhhh! — chilló Alicent, y luego lloriqueó, moviendo sus brazos y piernas al mismo tiempo —¡Esto ni siquiera tiene sabor!

Uh, qué dramáticos son los Hightower.

Esta vez, Baela estaba de acuerdo con su consciencia, a veces, aunque le dolía, tenía que darle la razón a su padre, Daemon.

Sí, malditos Hightower. 



N/A:

En mis tiempos, lxs fickers usábamos semana santa para actualizar. Que nunca muera la tradición en el nombre del señor, amén. 

¡Buenas, buenas! He vuelto (desaparecí otra vez) les pido perdón JAJAJAJA. 

Simplemente, tuve todo el capitulo hace como tres semanas, pero la parte de la pelea de cocina me hizo dar vueltas y vueltas. Escribí la escena un millón de veces y la volví a borrar otro millón de veces, así que lo siento si no ha sido de tu agrado :(

En otras noticias: por fin tenemos la pelea lucemond, el primer día en dragonstone, un poco de la perspectiva de nuestra problemática pareja y un poco de Alicent. 

Fue un capitulo largo de escribir (aunque no difícil) y exceptuando la escena final, estoy feliz con el resultado (me sigue causando conflicto la elección de palabras) en fin. De cualquier forma, este capitulo es solo el comienzo de este maravilloso arco y la verdad no sé que más decirles, solo que será un arco que probablemente abarcará 10 capítulos (ya lo he planificado todo) y luego pasaremos al tema de los herederos y demás. Si sigo así, creo que esta historia terminará con 50 capítulos. 

Una locura, ¿no? 50 capítulos. No sé si son fan de los long-fic, pero este será uno, así que lo lamento, trataré de acortar la historia lo más posible para no aburrirles, a menos que quieran todos los detalles JAJAJAJAJA. Díganme qué quieren. 

De todas formas, no se lamenten por Lucerys. Ya había planteado este dilema antes en él, y como se dan cuenta, es algo que no puede evitar. Eventualmente (a menos que hable con Harwin, quién sabe que piensa ese hombre) tendrá que asumir su herencia. Y es obvio que tendrá que irse para hacerlo, ni modo que herede algo que no sabe como funciona JAJAJAJA

no lloren, no lloren, lucemond shipers, prometo que vendrán cosas peores (mentiraaa)

Y sí, los caballos Arryn tendrán algo de protagonismo en este arco, estén atentis. Simplemente adoro la conexión jinete-dragón, y tenía que ponerla de cierta forma en este fic, la manera más genial y de la alta sociedad que encontré fueron los caballos, y pronto sabrán porque los "dragonkeeper" que aquí son guardianes de caballo hablan gaélico. 

Momento teorías. ¿Luke y Mondy se reconciliarán? ¿Luke tendrá los huevos para serle sincero a su papá? ¿Se nos va Lucerito a otro país? ¿Alicent aprovechará esta brecha para lavarle el cerebro a Aemond? ¿Quién está atrapado con quién en Dragonstone? ¿El incesto de verdad quedó 10 generaciones atrás? ¿Qué hay de Jace y Aegon? ¿Nyra y Daemon? ¿Alguien sabe quien carajos es Gary? 

En fin, los quiero un montón, pero eso ya lo saben amores. 

Felices Pascuas (si la celebras) y nos leemos pronto.

-Iby <3

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