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25.

N/A:
¡BAJEN LAS ARMAS, VOLVÍ!


Daemon paseaba en círculos por la sala de la residencia Targaryen-Arryn, vestía unos pantalones abrigados, un cuello de tortuga y una chaqueta tipo gabardina de cuero. Todo su atuendo era de color negro, lo cual resaltaba sus rasgos Targaryen, como su cabello platinado que no estaba peinado y sus ojos violetas que tenían algunas bolsas debajo. Mantenía las manos detrás de la espalda mientras caminaba de forma recta y ordenada, como todo un militar.

—¡Regla número uno! — gritó con voz prepotente —Nada de meter a los Hightower en sus habitaciones.

En los sillones alrededor del estar, se encontraban reunidos todos sus hijos.

Baela sentada en un sillón individual a su izquierda, Rhaena sentada en otro a su derecha. La mayor vestía unos pantalones de lana negros y un sueter tipo overside color crema, su cabello ya era lo suficientememte largo, así que tenia dos pequeñas trenzas que le daban aspecto añiñado, mientras que su gemela, vestía una falda roja tableada que le cubría los muslos, unas medias de invierno negras (de esas que eran peluditas por dentro), un cuello de tortuga beige y un chaleco de lana rojo. El corto cabello de Rhaena ya no era corto, se había añadido una especie de "rastas" (más bien se trataban de trenzas en forma de rastas) que se enredaba en su cabello natural y caían de color platinado hasta su cintura.

—¡Pero!

—¡Nada! — le contestó Daemon a Luke —Si los pillo a ustedes y a mis sobrinos compartiendo cama, saliva o cualquier tipo de fluidos... — todos hicieron una mueca de asco —Volvemos a King's Landing. Me importa un carajo si el mismísimo Septón Supremo viene a pedirme que nos quedemos en Dragonstone, soy su maldito padre así que me van a escuchar.

Los chicos Strong, en cambio, se encontraban sentados juntos en un sofá alargado, el mismo que solía usar el menor de ellos para jugar videojuegos en la sala de estar. Lucerys, en medio de sus hermanos, vestía unos cómodos pantalones de color celeste y una capucha negra demasiado larga (y ajustada en los el torso) como para pertenecerle, aunque Daemon había decidido que no comentaría nada sobre el asunto. Jacaerys, a la derecha de su hermano, vestía de forma informal por primera vez en días; unos jeans negros rectos combinado con un suéter de cuello color rojo. Y Joffrey, a la izquierda de Luke, vestía unos pantalones rojos sangre, un sueter del mismo tono y una chaqueta de cuero negro que en la espalda tenía dibujos sobre los álbumes de su banda de rock favorita.

—Tengo 18 años. — refutó Lucerys —¡Soy mayor de edad y este es un país libre!

—Libre serás cuando te cases y te largues, niño. — Daemon se acercó al sillón del medio, dónde Jacaerys, Lucerys y Joffrey estaban sentados —Si descubro al Hightower Gay a más de un metro cerca tuyo, volvemos a King's Landing. ¿Me has entendido?

—Sí, Daemon. — contestó ceñudo, para luego murmurar por lo bajo; —Genial, intimidado por mi propio padre.

Daemon sonrió complacido, volviendo a su postura inicial; dando vueltas alrededor de la sala de estar.

—¡Regla número dos!

—¡Espera! — interrumpió Baela —¿Has dicho menos de un metro? ¿Cómo vamos a hacer durante las comidas?

—Eso es verdad. — concedió Rhaena —Estaremos encerrados tres semanas con ellos. Y cumpliremos todas las comidas juntos, es imposible que estemos a un metro de distancia en una mesa, papá.

—¿Me discuten? — inquirió Daemon

—Es que... — intentó defender Jacaerys

—Me están discutiendo. — afirmó, mirándolos a todos con los brazos cruzados y una mueca ofendida —¡A mí! ¡Su padre! ¡No puedo creerlo! ¡Insubordinación!

—Papá, no puedes estar hablando en serio...

Adoptando una pose dramática, Daemon les gritó. —¡Silencio, los cinco!

—¿¡Y yo porqué!? — se ofendió Joffrey —¡Yo ni siquiera dije nada!

—¡Regla número dos! — todos rodaron los ojos y se lanzaron de espaldas en sus respectivos asientos —Y en esta si que me van a prestar atención, mocosos malcriados. Nada de sexo en Dragonstone.

—Siete Infiernos... — murmuró Joffrey avergonzado, ocultando su rostro entre las manos

—¡Papá! — gritaron Rhaena y Baela al unísono, con caras gemelas sonrojadas —¡Dioses!

—Esto se puso incómodo. — dijo Jacaerys, desviando la mirada

—Me lo esperaba. — admitió Lucerys con las mejillas rojas —Aunque aún así... ¡Daemon!

—No me pongan esa cara, en especial tú, Luke. Aún no he olvidado aquella llamada cuando fui al instituto y Aemond respondió a tu celular.

—¡Eso fue hace literalmente meses! — respondió el castaño, con las orejas rojas

—¡No quiero escuchar tus excusas, indecente! — le puso una mano frente a la cara y ladeó el rostro en un gesto dramático. Luego volvió a cruzar los brazos sobre su espalda y caminar en círculos —Y para asegurarme de que cumplan esta regla, me tomé la libertad de requisar sus bolsos esta mañana. — antes de que cualquiera pudiera pronunciar palabra, del bolsillo de su gabardina sacó cuatro tiras largas de condones —A menos que busquen contagiarse de una infección, embarazar a alguien o... — le dirigió una mirada a sus hijas —... embarazarse ustedes, cumplirán con la Regla Número Dos.

Joffrey miró sorprendido la escena. —Esto se está poniendo un poco heavy...

—¡Ah! — metió las tiras en su bolsillo y del otro sacó cajas de pastillas anticonceptivas —También me tomé la libertad de ver su ficha médica y por prescripción médica, señoritas, ninguna de ustedes tiene recetadas estas que encontré en sus habitaciones. Están sin abrir, pero aún así, no queremos abrirlas en un viaje familiar, ¿verdad?

—¡Son nuestros primos! — reclamó Baela, ofendida —Jamás me acostaría con ninguno de ellos ni aunque me pagaran. Siete Infiernos, papá.

—En el cumpleaños de Joff no estarán solo sus primos. — refutó

—¡Esto ya roza la locura! — dijo Rhaena —Bien, odias a los Hightower, se entiende. Pero, ¿qué culpa tienen los demás chicos guapos del mundo?

La mirada de Daemon fulminó a Rhaena. —Nada de sexo en Dragonstone.

—Viniendo de alguien que probablemente perdió su virginidad en el instituto, esto es bastante... retrógrada. — discutió la menor de las gemelas —Quiero decir, también algo hipócrita.

Daemon volvió para mirarla; en sus ojos amatista destilaba un brillo singular. Tal vez se trataba de diversión, o incluso podría ser frustración, sin embargo, todos parecían intuir que Daemon Targaryen, el conocido Príncipe Canalla... estaba algo orgulloso del desafío por parte de Rhaena.

Rhaena le sostuvo la mirada, y pronto ambos se enfocaron solo en la existencia del otro. Los demás presentes admiraron la escena con escepticismo, hasta que Daemon se inclinó para atrás de forma leve, finalmente hablando.

—Ese fue un buen golpe. — admitió el mayor, tras unos segundos de análisis —Bajo, pero bueno.

—Aprendí del mejor.

—Como debe de ser. — una sonrisa de mierda se deslizó en los labios de Daemon —Aún así, no se acostarán con nadie en esa isla olvidada por los dioses.

—¿Pueden, por favor, dejar de hablar de...? — interrumpió Joffrey, con la cara totalmente roja —...Eso. Es incómodo, en serio.

—Como si tu no fueras a hacerlo más adelante.

—¡Papá! — ante la risa de Daemon, las mejillas del adolescente se ruborizan con más fuerza —Por favor. — gimió con las manos cubriendo su rostro —Para.

El mayor se quedó viéndolo unos segundos, antes de volver erguirse y hablar. —¡Regla número tres!

Todos los presentes gimieron en conjunto con irritación.

—¡Esto es absurdo! — gimoteó Jacaerys —Son vacaciones familiares, no un retiro militar.

—Regla. Número. Tres. — siseó Daemon en dirección a Jacaerys —Nada de comunicación fuera de la isla. Sus teléfonos serán extraídos directamente de sus manos una vez que subamos al barco, así que más les vale ir enviando mensajes de texto a sus cercanos avisando que van a desaparecer por tres semanas.

—¡¿Tres semanas sin celular?! — gritó Joffrey escandalizado

—Esto se debe a un acuerdo legal. — admitió Daemon —Tras el juicio y el reciente... incidente con el Baile de Invierno — su mirada se dirigió a Joffrey, quien apretó los labios con nerviosismo —Margaery me recomendó alejarnos de la mirada pública lo máximo posible. Así que serán recluidos de cualquier conexión con el mundo exterior mientras estemos en Dragonstone; cualquier aplicación que incluya un chat en línea está descartada, y si, Joffrey, eso incluye los videojuegos.

—¿¡Acaso quieren matarme!? — gritó Joffrey, parándose —¿¡Saben cuantos años tengo!? ¡Es imposible pasar tres semanas sin comunicarme con el mundo exterior! ¿Que se supone que haga mientras, socializar con mis hermanos?

Jacaerys y Lucerys compartieron una mirada ofendida ante el último comentario.

—Reglas son reglas. — dijo Daemon, con voz suave, logrando que Joffrey vuelva a tomar asiento —Además, los servicios de streaming estarán disponibles. Harán lo que cualquier persona normal hacía a su edad antes de los teléfonos celulares; ver televisión.

—¡La televisión murió en el 2010!

—¡Ey! — se ofendió Rhaena —No decías eso cuando veíamos Disney todo el día.

—Eso fue hace literalmente años. — comentó Joffrey —Y no metas Disney Channel en esto.

—A ver, déjenme ver si entendí. — habló Baela, llamando la atención —Nos vas a llevar a Dragonstone tres semanas enteras, donde, no podremos... — y comenzó a enumerar con los dedos —¿Estar cerca de nuestros primos, tener sexo y comunicarnos con el mundo en general?

—Exacto. — alabó Daemon —Por fin alguien lo entendió.

—¡Eso es estupido!

Daemon contuvo las ganas de asesinar a sus propios hijos ante las quejas que reanudaron con el comentario de Baela. Todos hablaban a la vez, señalando sus puntos y prácticamente gritando para ser escuchados. Joffrey gesticulaba con fuerza, alegando que se negaba a entregar su celular, Jacaerys protestaba diciendo que tenía trabajo que hacer y que al menos necesitaba gmail para comunicarse con los empleados de Fireblood, Lucerys seguía protestando en cuanto al sexo, Baela afirmaba que era imposible que se mantuvieran alejados de sus primos y Rhaena se quejaba sobre algo llamado "invasión a la privacidad".

Son un montón de mocosos quejumbrosos.

Justo cuando Daemon estaba a punto de poner orden, una voz emergió de las escaleras.

—¿Qué es todo este griterío?

Todos guardaron silencio ante la voz de Rhaenyra. La mujer caminó hasta ellos con lentitud, cargando en sus brazos a un Aegon bastante abrigado que dormitaba con la cabeza apoyada en su hombro.

La imagen simplemente derritió el corazón de Daemon y borró por completo de su mente la presencia de los demás idiotas en la habitación.

Rhaenyra estaba preciosa, como siempre, pero lo que más le causó aprecio fue ver a su pequeño hijo luchando por caber en el pecho de su madre. Removiéndose entre los brazos de Rhaenyra en busca de una posición que le permita dormir en ella siendo ya tan grande como sus cinco años se lo permitían.

De repente, el mundo para Daemon Targaryen se volvió suave y brillante. Como si se tratara de algo brillante que rodeaba a su esposa e hijo; sintió que todo el sufrimiento que alguna vez pasó en su vida no tenía razón alguna, sintió que lo único que importaba en ese momento era como Rhaenyra Arryn sostenía a Aegon III Targaryen, su primer hijo varón.

"No tengas miedo de amar, ni de ser amado, llegará una persona que te hará sentir en las nubes con una sola mirada, una persona que te querrá incluso cuando el cielo se caiga sobre ustedes, una persona con la que compartiras fuego y sangre."

Daemon casi lloró al recordar las suaves palabras que su madre Alyssa le había dedicado cuando era solo un niño. Oh, él de verdad estaba muy enamorado de Rhaenyra y del engendro tiernamente maquiavélico que tenían por hijo. Ellos hacían que su vida se volviera suave incluso cuando no quería que lo fuera.

La magia se rompió cuando el griterío por parte de sus hijos mayores reanudó, todos intentando explicarle a su esposa su "precaria" situación.

Que ganas de arruinarme el momento.

—¡Silencio! — demandó Daemon y todos se callaron de golpe —Tú, — apuntó a Baela con el dedo —Puedes estar con Aegon y hacer todas las estupideces que quieran, pero te veo cerca de una botella de ron y lo lamentarás, señorita. Y tú, — apuntó a Rhaena con la otra mano —No alegues sobre privacidad, eres la primera en sacar a ventilar nuestros asuntos con Helaena ¡y no lo niegues! — la morena frunció el ceño —En cuanto a tí, — se dirigió a Lucerys —Juro por todo lo bueno y sagrado que si te descubro compartiendo algo más que conversaciones con Aemond, le cortaré las pelotas y luego te obligaré a tragártelas ya que tanto te gustan.

—¡Daemon! — regañó Rhaenyra, cubriendo los oídos del pequeño Aegon

Aun así, el mayor no apartó la mirada de Lucerys, quien se encontró asintiendo con la cabeza de mala gana. Entonces se dirigió a Jacaerys, quien ya estaba preparando de nuevo un argumento acerca del acuerdo comercial con "Wolf" y sobre como no podía darse el lujo de simplemente desaparecer.

—No. — gruñó Daemon

—No sabes ni que iba a decir.

—"Cregan va matarme si desaparezco." — imitó Daemon con una voz aguda, luego rodó los ojos —¿Acaso crees que no te conozco? Deja el show, Jacaerys.

—¡Pero...!

—Deja. El. Show. — siseó —El acuerdo comercial con "Wolf" ya está cerrado y "Strong" se encargará de supervisar la obra estas dos semanas. En cuanto a ti, necesitas descansar. Y no me vengas con tus alegatos sobre la importancia del trabajo, descansarás estas tres semanas así tenga que poner cloroformo en tu copa de agua. — Jace le frunció el ceño —Sabes de lo que soy capaz. Y tú. — se dirigió a Joffrey —Millones de personas han sobrevivido sin las redes sociales durante años. Tu aguantarás unas semanas. ¡Y no quiero oír quejas al respecto!

—Niños, entiendan. — Rhaenyra caminó hasta Daemon, quien de forma automática pasó un brazo alrededor de su cintura, aun sin dejar su pose rígida —Lo hacemos por su bien. Estamos viviendo un evento delicado a nivel social y lo mejor es tomar medidas al respecto. Dragonstone ofrece mucho aunque no lo crean, además, saben lo importante que es compartir con la familia en estas fechas.

Todos guardaron silencio; los cinco mayores compartieron miradas resignadas entre ellos ante el escrutinio de sus padres. Rhaenyra besó la cabeza de Joffrey, acomodando su rizos castaños y luego pasó la mano de forma gentil por los rizos de sus otros hijos, en cuanto a Baela y Rhaena, le dió a ambas unos ruidosos besos en las mejillas y luego sonrió de forma dulce ante los rostros contrariados de los jóvenes.

—Bien. — dijo Daemon —Si no hay más quejas...

—Vamos a Dragonstone. — culminó Rhaenyra por él.

...

Aegon II Targaryen era vanidoso con su piel.

Siempre lo había sido. El cuidado de la piel en albinos como él era primordial si no quería parecer literalmente un fantasma o un muerto en vida. Su padre había sido claro al respecto; si quería verse bien, tendría que cuidarse por siempre.

Así que, como era su costumbre antes de salir a cualquier lugar desde hace ya un tiempo (cuando decidió que tenía que ponerle fin a su etapa "rebelde" y comenzar a cuidar más de sí mismo), se encontraba aplicando bloqueador solar sobre su nívea piel. Sabía que su vida en las próximas tres semanas no estaría tan tranquila, por lo que se encontraba disfrutando de la poca paz que se extendía por su habitación el sábado 4 de diciembre, un día después del caótico Baile de Invierno organizado por su hermano Daeron.

En cierta parte, lo culpaba de su desgracia.

Originalmente solo serían dos semanas encerrado en esa isla sin comunicación con nadie además de su propia familia, pero debido al escándalo que ocasionaron los adolescentes idiotas, su tío Daemon y su papá Viserys decidieron adelantar el viaje cuanto antes, para escapar del ojo público lo antes posible.

Ni siquiera saben portarse mal, es claro que deben de pelear donde nadie pudiera ver o grabar.

Ahora internet estaba lleno de gifs de ambos en el suelo llenos de comida. La gente en Twitter ha comenzado a hacer comparaciones entre ellos y Alex y Henry del libro "Rojo, Blanco y Sangre Azul", lo cual le parecía hilarante. Daeron se moriría de tan solo descubrir que en el libro los protagonistas se enamoraban y Aegon planeaba estar cerca cuando lo descubriera.

—Oye, Egg. — la voz de su hermana menor lo sacó de sus cavilaciones, puesto que en la entrada de su habitación se encontraba ella sonriéndole suavemente —¿Me pones protector solar?

Helaena Targaryen, su dulce hermana menor, no es más que la persona favorita de Aegon en estos momentos.

Contraria a Aemond, quien andaba tan enfadado por su presunta discusión con Lucerys que apenas ponía un pie en la mansión se encerraba en su habitación, Helaena le hablaba de su día cada noche sin excepción, y en cuanto a Daeron... bueno, su hermanito había estado tan ocupado con Joffrey organizando el baile que había destruido en un santiamén que tampoco era muy buen receptor de bromas o palabras amables.

—Claro. — asintió, sonriendo de forma sincera —¿Te has peinado sola esta vez? Tu trenza está chueca.

Helaena siempre fue especial.

Aegon no recuerda mucho del embarazo de su madre en aquel entonces, puesto que era un crío de un año. Pero su recuerdo más cercano es el día en que Helaena dió sus primeros pasos frente a él, cuando ella estaba a punto de cumplir los 11 meses de nacida. Recuerda el orgullo que sintió y cómo floreció en su pecho el protegerla a toda costa cuando se fue de bruces contra el suelo. También recuerda que su madre creyó que él había lastimado a su hermana cuando las niñeras llegaron a calmar su llanto; Alicent lo había "aleccionado" haciéndole mirar la pared por dos horas.

Aún así, Helaena siempre fue especial para él.

Era su primera hermana. Su primera amiga, su mejor amiga. Su compañera de juegos y aquella a la que en su niñez le confiaba todos sus secretos antes de la llegada de las gemelas. E incluso luego de entablar fuerte amistad con Baela, una parte suya siempre prefería a Helaena. La dulce y hermosa Helaena. Su hermanita, el amor de su vida pero no en forma romántica.

Ella se ruborizó. —Quería impresionar al tío Daemon... Tal vez haga más ameno el viaje. — se tocó con desconfianza el cabello platinado que caía despreocupado por su espalda y le cubría como un manto hasta la cadera —Pero no quería molestar a Talya, ya sabes que se lo contaría a madre. Y luego ella me preguntaría porqué he decidido peinarme si solo vamos a Dragonstone... y ya sabes como va el resto.

Aegon asintió mientras su hermana se sentaba en el alféizar de su ventana, levantando la barbilla para mirarlo con sus ojos amatistas llenos de expectación. Con delicadeza, el mayor comenzó a colocar la crema sobre el delicado rostro de su hermana, llenando los espacios con sus dedos callosos por el uso de su instrumento, pero delicados como una pluma sobre los pómulos de Helaena.

—¿Crees que sobreviviremos tres semanas encerrados? — inquirió intrigado Aegon, rompiendo el silencio —Quiero decir, Joffrey y Daeron son capaces de acuchillarse mientras todos dormimos.

—No lo creo... — se rió ella —Creo que ambos son muy gentiles con el otro aunque no lo parezca. Escuché que las notas de Dae mejoraron un poco en algunas materias, tal vez Joff lo ayudó a estudiar.

—Pero aún debe rendir exámenes extraordinarios.

Helaena asintió. —Sí, he escuchado a padre hablando con el abuelo. Creo que van a posponer sus exámenes para después de Año Nuevo.

—Ese niño tiene suerte. — masculló Aegon, negando con la cabeza —Recuerdo que cuando yo iba a extraordinarios, madre me obligaba a estudiar durante todo el día.

—Por suerte para mí, nunca tuve esos problemas. — sonrió Helaena —Jace era un buen maestro aunque estaba en un curso inferior.

Los dedos del mayor temblaron contra la piel de la joven, quien de forma inmediata se dio cuenta de la reacción. Aegon, de pronto, parecía envejecer diez años, luciendo casi que enfermo; con los ojos amatistas llenos de culpa y tristeza, y el rostro lleno de una expresión más oscura que antes.

Su hermana levantó sus ojos para encontrarse con los suyos. —¿Egg?

El nombrado negó con la cabeza y la expresión sombría desapareció. Aegon sonrió con ternura mientras continuaba aplicando la crema por el rostro de su hermana, poniendo especial cuidado en las mejillas de la misma.

—No le digas a madre, pero empaqué algo de hierba para pasar el rato. — susurró de forma cómplice, a lo que Helaena sonrió —Originalmente lo haría Bae, pero algo me decía que el tío Daemon revisaría su bolso.

—Yo podría llevar los encendedores. — contestó ella —Oh, también guarde unas cuantas botellas de vino dulce de Dorne. Aunque esto fue más una idea de padre, debo admitir.

Aegon soltó una carcajada. —Los mayores tendrán vino, ron, y whisky caro para divertirse. Nosotros tendremos hierba y vino... suena bien.

—Rhaena dijo que llevaría su cámara. Y Luke los cigarros.

—¿Cigarros normales?

—Sabes que Aemond lo ha "mojigatizado." — Helaena rodó los ojos —Aunque los Strong no fuman demasiado, en sus palabras, "es anti-deportivo." — hizo comillas con los dedos —Aunque Jace no decía lo mismo hace unos años.

—¿Cómo? ¿"Mojigatizado"? — la risa del mayor se incrementó, ignorando la mención del hombre al que quería tanto golpear como besar —Eso es lo más real que he escuchado acerca de la relación de Mondy y Luke.

—¡Lo sé! — Una vez que Aegon culminó con el bloqueador, le indicó a Helaena con los gestos que se diera vuelta —¿Crees que estén realmente peleados? No han peleado de verdad desde... desde hace un año, creo.

Aegon tarareó cuando su hermana le dió la espalda. —Vamos a mejorar esa trenza. — aclaró —Y no sé. Aemond es muy emocional a veces, y ciertamente los comentarios en la cena no pudieron ser el único incentivo como para que estén así. Lucerys no es imbécil, está irremediablemente enamorado de nuestro hermano, es imposible que lo engañe.

—Tal vez ya tenían problemas de antes. — Helaena suspiró cuando su hermano mayor le acarició las raíces del cabello —Mondy ha estado ocupado con Nyra en Fireblood y Luke ha estado salvando sus semestres. Además, con el juicio y todo el escándalo... es normal que se encuentren distanciados o se sientan así. Solo me preocupa Mondy, sabes que su relación con Luke influye totalmente en sus sentimientos aunque lo niegue, y temo que la situación se nos escape de las manos.

—Pff. — Aegon bufó —Estarán bien, Hel. Lo resolverán, ya verás. — lentamente, trenzó el cabello de su hermana hasta convertir la trenza chueca en una trenza perfecta, como si fuera una corona —Además, una vez que tengan sexo se les olvidará. Es lo mismo todas las veces.

Helaena soltó una risita. —Tienes razón.

Antes de que el mayor pudiera aportar algo más a la conversación, fueron interrumpidos por un estrépito. Un ruido tajante cortó el ambiente ameno que se había formado en la habitación de Aegon. Helaena dirigió una mirada hacia la puerta abierta de la habitación, expectante, y sin embargo, Aegon creía saber de dónde venía el escándalo.

—Es Daeron. — indicó él

Con lentitud, ambos avanzaron por la habitación de Aegon, hasta llegar a la puerta semiabierta. Justo cuando estaban por abrirla, ambos jóvenes se escondieron contra la pared al ver pasar por la abertura a una furiosa Alicent, vestida con uno de sus vestidos largos verdes y el cabello rojizo desacomodado.

Las alarmas se encendieron de forma instantánea en la cabeza de Aegon.

Madre tiene el mismo aspecto que cuando...

No.

Ella no se atrevería a hacerle eso a Daeron, ¿verdad?

—Egg. — llamó Helaena, con los ojos bien abiertos —¿Crees que madre...?

—¿Qué carajos hacen escondidos, bichos raros?

Aegon y Helaena, aún contra la pared, dieron un brinco en sus lugares. La puerta de la habitación se abrió por completo, revelando a Daeron Targaryen vestido con pantalones azules de cadera y una sudadera roja con el logo de una calavera negra en el centro. Su cabello rubio estaba algo despeinado, sus ojos, aunque juzgones, estaban algo rojizos y su ceño estaba fruncido de una forma que sólo le conocían a Aemond.

—¡Carajo! — gritó Aegon, llevándose una mano al pecho —Al menos avisa, Daeron.

—Sí, sí, lo que digas. — el menor rodó los ojos y escondió sus muñecas con su sudadera —Solo vengo a avisarles que madre quiere que bajen... Y que probablemente va a revisarles el bolso, así que les recomiendo que escondan sus cosas.

Helaena permaneció inmutable, con sus ojos amatista fijos en las muñecas de Daeron, quien removía de forma nerviosa las mangas de su sudadera, avanzando por la habitación, seguido por un despreocupado Aegon.

—Genial, ¿ahora donde guardamos la hierba? — comentó Aegon, desordenándose el cabello —¿Madre ya revisó tu bolso?

—Acaba de hacerlo. — contestó Daeron, nervioso ante la mirada de Helaena —Así que tal vez...

—Daeron. — cortó Helaena, levantando la mirada hasta los ojos de su hermano —Urnēptre nyke aōha wrist. (Muéstrame tus muñecas)

La mueca del menor fue incómoda —Mandia.

Helaena cerró la puerta de la habitación de golpe, acercándose con lentitud hasta sus hermanos. El rostro de Aegon se volvió pálido (si eso era posible en la piel de un albino), mientras giraba la cabeza en dirección a Daeron. El menor se encogió sobre sus hombros, rehuyendo la mirada de sus hermanos, quienes prontamente estuvieron hombro a hombro, mirándolo con atención.

—Daeron. — llamó Aegon con una suavidad que solo utilizaba con sus hermanos menores —Muéstranos tus muñecas, Dae, somos tus hermanos, podemos ayudarte...

—No sé de qué están hablando. — retrocedió unos pasos, llevando ambos brazos contra su pecho de forma instintiva —No hay nada malo con mis muñecas, solo tengo frío...

—Gaomagon ziry. (Hazlo) — pidió Helaena, acercándose de nuevo —No te haremos daño, Dae.

El menor se vió contrariado, incluso con la cabeza baja pudieron notarlo. Sin embargo, poco le duró, cuando Helaena se acercó lo suficiente para arrebatarle uno de sus brazos y levantar el dobladillo de la sudadera, Daeron soltó el primer sollozo. Aegon se movió de forma instantánea cuando Helaena lo miró con ojos aterrados luego de husmear en las muñecas de su hermanito.

Su respiración se cortó un momento. Abrió y cerró los labios sin saber qué decir. Sus ojos cambiaron de emoción.

Todo se detuvo.

Todo se detuvo porque no era posible lo que estaba viendo.

Todo se detuvo porque no podía ser posible lo que estaba viendo.

—Carajo...

La piel de la muñeca de Daeron estaba completamente amoratada en forma de una mano; los dedos envolvían su muñeca en moretones rojizos y el resto se estaba oscureciendo rápidamente en un morado verdoso. Y Aegon sabía quién lo había hecho.

—¿Desde cuándo? — demandó saber, Daeron se encogió de hombros mientras bajaba más la cabeza —Daeron, ¿desde cuándo? — exigió con desesperación, con una voz que no sabía que le pertenecía —¡Daeron!

¿En qué momento madre le hizo esto? ¿He estado tan ausente? Juraba que ella no lo tocaría como a mí...

Sus pensamientos corrían a mil por hora. Por su rostro debieron de pasar un millón de emociones diferentes, puesto que el rostro blanco y asustado de Helaena se comprimió cuando lo escuchó hablar.

Todo esto es culpa tuya, Aegon.

—Ayer... — murmuró el menor, con la voz rota —Desde ayer.

Algo dentro de Aegon II Targaryen se rompió entonces. Algo que no sabía que podía romperse. Algo que lo había atado a la tierra durante años; un cable fino que se soltó y ahora no había nada ni nadie que lo pararía.

Iba a hacerlo.

Pudo soportar que lo toquen a él. Y en contra de su voluntad, otras cosas más. Que hostiguen un poco a Helaena. Que le hicieran la ley del hielo a Aemond. Que le hagan pensar a su padre que todo estaba bien cuando no lo estaba.

Pero eso se acabó.

Definitivamente no va soportar que golpeen a Daeron.

Ni tampoco que vuelvan a lastimar a alguno de sus hermanos menores.

Iba a hacerlo.

—Oh, Dae. — Helaena lo envolvió en un abrazo delicado, mientras Daeron lloriqueaba contra su pecho —Está bien, bebé. Ya estás bien.

Aegon iba a destruir a su madre. A como diera lugar, esa mujer no volvería a lastimar a su familia. Nunca más. Y haría lo que fuera necesario para proteger a sus hermanos, incluso si eso significaba alejarlos.

Un plan comenzó a maquinarse en su cabeza. Una idea naciendo del más profundo remordimiento. Un momento de lucidez proveniente de la rabia que le causaba ver a su hermanito en tal estado.

Aegon se juró a sí mismo que nunca haría algo por su madre, más que ofrecerse como escudo humano para sus hermanos. Pero se ve que eso ya no estaba funcionando, esa mujer se las arreglaba para lastimar sabiendo que él no estaba presente. Y no iba a dejar que lo siguiera haciendo.

Iba a hacerlo.

Aegon II Targaryen iba a destruir a su madre, Alicent Hightower.

...

Joffrey Strong no sabía mucho sobre relaciones. Solo conocía lo básico gracias a sus hermanos y sus padres, pero nada más, en realidad. Había leído muchos libros de romance con Myrcella (aunque no eran su género favorito) y en todos resaltan algo que le metió ideas en la cabeza.

"El primer beso era especial"

Joffrey nunca había besado a nadie hasta el Baile de Invierno.

Nunca.

Nadie.

Jamás.

Hasta el Baile de Invierno, dónde besó a Daeron. Daeron Targaryen fue su primer beso.

Y se mentiría a sí mismo si dijera que no lo disfrutó. De hecho, fue él quien impidió que Daeron se arrepintiera de unir sus labios, manteniéndolo en su lugar, besándolo de verdad. Fue... fue diferente a lo que imaginó que sería, en realidad. Pero no por eso dejó de ser bueno; fue genial. Los labios de Daeron eran suaves, esponjosos y en serio, en serio que le hubiera gustado profundizar, pero...

Besaste a Daeron Targaryen, tu enemigo jurado, el hermano de tus cuñados, un chico. Y luego él besó a tu tía bastarda en tu puta cara.

Pero eso.

—¿Estás bien, Joff?

Desvió la mirada hacia Rhaenyra, quien lo miraba con los ojos verdes inyectados en preocupación. El viento que provocaba el movimiento sobre el agua del yate privado alocaba sus ahora cortos rizos castaños, mientras el suave rubio de su madre se balanceaba aún más lejos, más largo, más hermoso. Desde el pequeño problemita con el fuego en el Baile de Invierno, su madre estaba insoportablemente sobreprotectora con él.

Y aunque Joffrey la adoraba con locura, tanta atención comenzaba a asfixiarlo.

Su madre vestía una gargandina azul suave que cubría por completo el cuello de tortuga negro y los pantalones del mismo tono que utilizaba debajo. Su cabello rubio estaba largo y últimamente había dejado de decolorarlo, por lo que su color natural (un precioso rubio casi dorado, de un tono americano) comenzaba a mezclarse desde sus ya largas raíces con el tinte platinado que solía emplear. De los hombros para abajo, su madre poseía el cabello de un rubio plateado y aunque Joffrey sabía que la combinación de colores era rara, no quería que su madre se corte el cabello, puesto que el largor le daba un aire señorial e imponente.

Ella se acercó con lentitud, estaban solos en la cubierta. Era un día frío, sobre todo en las olas del Blackwater, por lo que toda su familia estaba reunida bajo techo, con calefacción, mientras Daemon conducía el yate en dirección a Dragonstone. El viento era tan fuerte como las olas que mecen el barco, lo cual asustaría a cualquiera, pero sabía que Daemon había manejado el bote en peores condiciones climáticas, sin mencionar que el frío calaba en los huesos.

Se trataba de la celebración de su cumpleaños, se supone que debería de estar con su familia dentro, calentándose con chocolate caliente y mantas, contando historias para hacerse reír mutuamente.

Pero Joffrey necesitaba pensar, a solas, por lo que buscó un lugar tranquilo. Laenor Velaryon le había dicho una vez, hace no mucho tiempo, que el mar traía calma y ayudaba a pensar, incluso en los momentos en los que el mismo daba miedo. Debía de reconocer que tenía razón.

—Lo estoy, madre. — respondió tras unos segundos —Solo estoy pensando.

Rhaenyra llegó hasta él y acunó su rostro entre sus manos, le besó la frente, luego intentó peinar sus desastrosos rizos, aunque no lo logró gracias al viento. Joffrey cerró los ojos, disfrutando el contacto y cuando las manos de su madre bajaron, las tomó entre las suyas, levantándolas un poco para dejar un beso sobre su dorso.

—¿En qué piensas, bebé? — inquirió su madre con una sonrisa tranquila —¿En el Baile de Invierno?

Joffrey miró a los ojos a su madre, sabía que jamás podría mentirle a la cara, por lo que decidió que nunca lo intentaría. Ni siquiera ahora. Por mucha vergüenza que sintiera. Desvió la mirada unos segundos, buscando las palabras y luego conectó miradas de nuevo. Su madre era el ser más comprensivo y amoroso del planeta, había tenido muchas relaciones (según las revistas de chismes de los años 2000) y se casó dos veces, ambas por amor.

Si alguien sabía sobre relaciones y amor, esa era su madre, Rhaenyra Arryn. Tal vez su consejo sería útil.

—¿El primer beso es importante?

Rhaenyra abrió los ojos con sorpresa ante la pregunta, luego parpadeó y su mirada se llenó de ternura. Apretó el agarre en sus manos, mientras el viento llevaba su cabello lejos y sonrió con picardía.

—Bueno, sí. — asintió con la cabeza —Claro que el primer beso es importante. Es un momento importante en nuestras vidas, la primera vez que besamos a alguien...

—¿Sentiste mariposas en el estómago? — interrumpió —Cuando besabas a papá.

Rhaenyra lo miró unos segundos, lo suficiente como para determinar a cuál de sus "papás" se refería Joffrey.

—No. — el rostro del castaño se deformó en una mueca triste —Pero no porque no lo ame, Joffrey. Tu padre y yo nos amabamos un montón, es una pena que solo Jacaerys sea testigo de ello, en verdad lo hacíamos. — bajó la cabeza unos segundos —Pero... bueno. — la levantó de nuevo —Hay veces en las que a pesar de que amamos a una persona no sentimos esa chispa, ¿sabes?

—¿Y cómo estoy seguro de que amo a una persona?

Rhaenyra sonrió con ternura —¿Qué sentiste cuando la besaste?

—Todo. — respondió con sinceridad —Cada centímetro de su cuerpo, cada centímetro del mío. Su respiración y la mía. — guardó silencio un segundo —Lo sentí todo, madre. Desde el más ínfimo detalle hasta la verdad más absoluta.

—¿Y qué tipo de respuesta crees que te da eso?

—Yo... — sintió que las palabras se le escapaban de la garganta —No lo sé, mamá.

Rhaenyra le sonrió nuevamente, besó su frente y le dijo: —Lo sabrás cuando lo sepas, Joff.

—Eso no es una respuesta. — respondió Joffrey, frunciendo el ceño en dirección a su madre —Necesito saberlo, madre. — aclaró —Porque si de verdad "amo" a esa persona, el sentimiento debe detenerse ahora, antes de que escale más alto de lo que debería.

—Oye, — pasó sus manos por los rizos del joven de nuevo —ya estás empezando a sonar como Jace. — se burló, besando el ceño fruncido de su hijo con cariño —No tiene nada de malo enamorarse, Joffrey.

—Tienes razón. — asintió, conectando sus ojos castaños con los verdes de su madre —Lo malo es no poder elegir a la persona.

Rhaenyra lo miró con severidad. —Mi amor, ese es el significado de enamorarse. — luego le sonrió —¿Crees que hubiera elegido enamorarme de Daemon? ¡No! Es 12 años mayor que yo, es el hermano menor del hombre que me crió y, bueno, nuestra historia no fue bonita al comienzo. — los ojos verdes de su madre parecían llenarse de recuerdos de su tan famosa juventud —Creo que él tampoco hubiera elegido enamorarse de mí; cuando comenzamos a tener consciencia de nuestros sentimientos yo era una adolescente y él ya un adulto. Sin embargo, aquí estamos, ambos. Tenemos una hermosa familia a la que amamos con todo lo que nos da en el corazón, ustedes son el motor que impulsa nuestra vida y no me arrepiento de nada. Estoy segura de que Daemon tampoco lo hace.

—Pero, ¿de qué me sirve enamorarme si esa persona parece hacerme más mal que bien?

—Oh, mi bebé. — su madre le besó el nacimiento de los rizos castaños, para luego tomarlo por los hombros y abrazarlo tiernamente —El amor no siempre es bonito, cariño. Así como puede llevarte en lo alto de las nubes, puede también arrastrar de forma miserable. — Joffrey pasó sus brazos por la cintura de Rhaenyra, enterrando la cabeza en su pecho mientras la mujer se balanceaba con el barco, dando una de las peores analogías en la opinión de su hijo —Pero eso es justo de lo que se trata, bebé. El amor no es tan complicado como lo pintan. No importa si esa persona no te devuelve el sentimiento; no hay mejor sensación que la del primer amor.

—No quiero tener esta sensación con él, mamá. — murmuró contra su pecho

Rhaenyra se sorprendió ligeramente ante la declaración de su hijo. Sin embargo, no comentó nada al respecto, ya que sintió como su pequeño bebé se tensó ante sus propias palabras, como dándose cuenta de que las acababa de decir.

—No te apresures, Joff. — contestó con tono maternal, acariciando sus rizos nuevamente —Cuando crezcas, entenderás a lo que me refiero.

El silencio se hizo luego de aquellas palabras. Rhaenyra comenzó a besar suavecito la cabeza de Joffrey, quien ya empezaba a acostumbrarse a las nuevas atenciones de su madre, optó por cerrar los ojos y disfrutar del cariño desmedido. Ambos se balanceaban lentamente con el barco, mientras la rubia tarareaba una canción de cuna italiana que Joffrey se sabía de memoria.

El viento soplaba fuerte y congelado, sin embargo, a ninguno pareció molestarle en realidad. No cuando ambos saciaban las preocupaciones de sus corazones con el otro; Joffrey se sentía protegido por su madre y Rhaenyra sentía que podía proteger a su bebé por el momento.

La puerta que daba al camarote dónde su familia se protegía se abrió con suavidad. Unos pasos pequeños se asomaron por la proa y se detuvieron unos segundos después.

—¿Muña? — llamó el pequeño Aegon, caminando como un pequeño pingüino con todos sus abrigos puestos —¿Lēkia?

Rhaenyra y Joffrey ladearon el rostro hasta visualizar a Aegon, quien caminaba gracioso hacia ellos. Se soltaron lentamente, de forma inmediata, Rhaenyra caminó hasta su hijo menor y lo levantó entre brazos, casi al instante, el pequeño Aegon rodeó con sus brazos el cuello de su madre.

—¿Qué pasa, Egg? — murmuró ella, besando la cabeza del niño —¿Qué haces aquí?

—Frío. — contestó —Adentro, muña. Adentro, lēkia.

—Oh, mi dulce pequeño. — Rhaenyra volvió a besarle la frente, luego le dirigió una mirada cómplice al mayor —Joff tiene que quedarse un rato más, pero tú y yo podemos volver adentro. ¿Qué te parece eso, eh?

—¿Por qué Joff quedarse? — murmuró enfadado el pequeño Aegon

—Solo un rato más, Egg. — contestó el nombrado, encontrándose con el par para darle un beso en la mejilla a su hermanito —Cosas de grandes, lo entenderás cuando crezcas. — le pellizcó la nariz —Ahora, cuida a mamá por mí, ¿sí? Ve adentro y abrígala mucho para que no se resfríe.

Aegon hizo un puchero, pero aceptó su misión. Pronto, Rhaenyra se dió vuelta para volver a la cabina, no sin antes, guiñarle a Joffrey, quien al instante se puso rojo hasta la raíz del cabello. Una vez que madre e hijo desaparecieron, el joven volvió a mirar como la olas se rompían con un poco más de fuerza contra el barco, y si sus cálculos eran correctos, eso significaba solo una cosa.

Una tormenta estaba cerca.

Suspiró forzosamente, guardando las manos en el bolsillo de su abrigo para evitar congelarse. Pronto sintió como diminutas gotas de lluvia lo mojaban con suavidad, como si se tratara de un suave rocío congelado.

Joffrey permaneció quieto en medio de la garúa un tiempo más, ordenando sus desastrosos pensamientos. Resolvió que tenía algunas cosas más importantes de las cuales preocuparse que Daeron Targaryen, el imbécil más imbécil del mundo. Cosas como su herencia, como el instituto y como los demás trabajos duales que aún compartían y cuya fecha límite se encontraba a la vuelta de las vacaciones de invierno.

La fría garúa lo calmó lo suficiente, junto con el murmullo de las olas, hasta que sintió como las gotas se volvían más gruesas y el barco perdía velocidad. Abrió los ojos solo para encontrarse con la fachada de una enorme isla, sobre la cual estaban sobrevolando cuatro helicópteros de color negro, con un dragón tifáceo rojo en sus puertas.

La playa se veía limpia, lo mismo con los rocosos caminos de piedra negra tallada. A lo lejos, se alzaba un enorme monte, que en realidad era un volcán inactivo, y justo unos metros más adelante de un acantilado empinado, rodeado de piedra negra y ceniza, se levantaba una fortaleza antigua con las paredes de piedra recubierta por dentro, con torres altas y puertas enormes.

Joffrey Strong sonrió con sutileza, mientras se encaminaba al encuentro de su familia, quienes, estaba seguro, se encontraban emocionados y nerviosos en partes iguales por la reunión familiar forzada y las celebraciones próximas.

Después de todo, había llegado a Dragonstone.


N/A: 

HELLOOOOOOO PEOPLE, VOLVÍ!! 

Okey, okey. Sé que en el capítulo anterior dije que iba a actualizar más seguido (¿eso dije? la verdad no recuerdo que escribí en esa nota) y en realidad este capítulo se escribió bastante fácil, ya tenía la mitad de él allá por el 5 de enero. 

Se preguntarán, entonces, ¿por qué tardé tanto en terminarlo y subirlo? La respuesta es simple. Ando en un proceso de exámenes para la universidad, así que ya me ven a mí, la persona más distraída del mundo eliminando todas las aplicaciones que me distraían de estudiar, entre ellas Tik Tok, Instagram, Wattpad y la app en la que escribo mis fics. 

Y sí, tuve dos exámenes, uno en enero y otro el viernes pasado. No quiero asegurar nada, pero recen para que haya quedado (crucen los dedos) porfis. 

Btw, fuera de excusas, terminé este capítulo hace diez minutos con Taylor Switf y Adele de fondo, así que si notan emociones confusas en los personajes, es culpa de las canciones escuchadas.

Sobre el capitulo... veamos. 

La escena de Daemon estuvo planeada desde el comienzo de todo. Se me hizo gracioso, no sé porqué, el imaginar a Papá Daemon poniendo condiciones redundantes a sus hijos. Y lo de las tres semanas sin tecnología estaba totalmente planeado desde que comencé a pensar en este arco, solo para darle mayor drama a este fic, las personas comenten errores sin sus celulares para distraerlos, ok?? 

El aeglaena (¿así se escribe?) no es un ship que disfrute. Y sin embargo, adoro ponerlos como hermanos 100% gentiles con el otro. Creo que Aegon pudo haber sido un genial hermano mayor si tan solo el alcohol y el peso del trono que no quería se hubieran interponido. Mis niños preciosos, los amo un montón, pero van a sufrir un poquito con este triangulo amoroso, aunque les prometo que verá su final pronto (espero)

Hablando de ellos, Aegon y Helaena han descubierto una parte de lo que pasó en el Baile de Invierno, y a nuestro Aegon no le gusta nada lo que ha descubierto. Se ha decidido a tomar represalias contra Alicent, cosa que sí, también estaba planeada desde el comienzo, pero la manera en la que lo hará... Uf, solo diré que se vienen cositas interesantes. 

Y tenemos  a Joffrey dudando sobre sus sentimientos y sincerándose con su madre. Es la segunda escena que escribo teniendo como protagonistas a Joffrey y Rhaenyra, y claro que tiene un porqué. Todos hablan de que Nyra amaba a Luke demasiado y que confiaba en Jace como en ninguno, pero nadie habla del amor de Nyra a Joff, su último chico fuerte. Me gusta escribir sobre ellos, de la misma forma que disfruto escribir sobre Luke y Daemon. 

Además, he puesto un contraste alucinante (sin querer queriendo) entre el tipo de madre que son Nyra y Ali. Mientras Aegon y Hela se esconden de su madre, Joffrey tiene la suficiente confianza en ella para contarle que besó a un chico y pedirle consejo <33 

Ahora sí, las teorías. ¿Qué creen que será lo primero que pasará en Dragonstone? (yo les doy un pequeño spoiler, los hermanos Strong y Targaryen están muuuy involucrados) ¿Cuándo se descontrolarán las  cosas? ¿Qué está planeando Aegon para Alicent? ¿Helaena estará involucrada? ¿Que hay de Jace? ¿Las famosas reglas de Daemon serán cumplidas por estas tres semanas? ¿Cómo reaccionará Jace al estar encerrado con sus ex's? ¿Que hay de Dae y Joff con su algo? ¿Daemon y Alicent aguantarán las ganas de despelonarse?

 ¡Todo esto y mucho más, en los próximos capítulos! 

En fin, creo que eso es todo de mi parte. Lamento haberlos hecho esperar tanto, en serio. Si es que he quedado, los capítulos serán constantes, y si no, pues ya veremos JAJAJAJA. 

LOS AMO UN MONTÓN!! 

Nos leemos pronto, my love. 

-Iby <3

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