19.
En honor a la verdad, Daeron Targaryen nunca había sido una persona impaciente.
Había crecido con Aegon II Targaryen, quien sí que era muy impaciente. El hombre se desesperaba con una rapidez inimaginable cuando una nota violínica sonaba más aguda de lo normal o, en su defecto, más grave de lo que debería de ser. Se frustraba a tal grado que se rascaba la cabeza con fuerza, desacomodando todas sus hebras platinadas y luego, las acomodaba de nuevo con un suspiro hastiado. Para cuando la nota volvía a salirle mal, gruñía en frustración y bueno, gritaba. Le gritaba a su violín, o a sus manos, a veces hasta a sus dedos, llamándolos inútiles e insensatos y que cómo podían hacerle eso.
A menudo, Daeron pensaba que su hermano artista estaba medio loco.
También se había criado con Helaena Targaryen. Quien era dulce y sumamente inteligente, siempre callada, pensando agudamente cuando no lo parecía, dedicada a sus estudios con vehemencia. Pero la joven era rara, tenía que admitirlo, aunque sea en su cabeza. De momentos, hablaba en código, mezclando el valyrio con el inglés y susurraba sobre sueños extraños y deja vùes sin sentidos. Pero Helaena era, dentro de esa rareza que la caracterizaba, muy paciente en cuanto a esa extraña intuición, había veces en la que se los comentaba en la mañana, o les advertía de algo que solo podían entender cuando sucedía.
A menudo, Daeron solía admirar como su hermana se desenvolvía en cada ámbito de su vida.
Después de todo, era la más inteligente de los cuatro y la que más paciencia le tenía a madre, porque, claro, era la hija favorita de Alicent desde que ella descubrió que Aemond se acostaba con Lucerys.
Ah, cierto, Aemond.
Su otro hermano mayor, Aemond Targaryen tampoco era la reencarnación de la paciencia. Era analítico, sumamente controlador y algo, algo, frío. Contraria a la creencia popular, su hermano era masilla en manos de su novio y por lo general, cuando estos pelean, se volvía tan intratable que Aegon o Helaena tenían que intervenir para que no termine por echar la mansión a punta de portazos y zancadas furiosas. Al final del día (o de la semana, dependiendo de la intensidad de la pelea) su hermano terminaba por sonreír ligeramente y tamborilear los dedos en cada superficie que estuviera a su alcance mientras tarareaba una melodía divertida. Era ciertamente inquietante lo mucho que cambiaba su actitud cuando las cosas en su relación iban bien, o mal, o simplemente iban fluyendo por ahí.
A menudo, Daeron solía pensar que su hermano mayor, el más cercano a él, era el más emocionalmente aceptable de los cuatro.
Pero como siempre le recordaba su padre con una sonrisa bonachona, a sus hermanos mayores solo había que tenerles paciencia.
Aegon suspiraba tranquilo cuando le dedicabas palabras de apoyo, se acomodaba los mechones platinados y sonreía con suficiencia cuando la nota se deslizaba perfecta sobre el instrumento. Helaena dejaba de susurrar y pensar cuando le tomabas de la mano con sutileza y la ayudabas a respirar, mostrándose infinitamente agradecida cuando la ayudabas a conectar sus cables suelos. Y Aemond solía bufar para luego soltar una risa cuando le hacías chistes sobre su gata y la supuesta paternidad compartida con su novio sobre esta.
Por lo que Daeron Targaryen no era una persona impaciente.
Al contrario, consideraba que tenía un temple envidiable en comparación a la sarta de locuras y estupideces que significaban sus hermanos mayores.
—¿¡Por qué mierda crees que el Azul de Prusia es mejor que el Azul Turquí!?
Pero cuando Joffrey Strong se paraba junto a él, alegando que su elección de colores para los manteles del Baile de Invierno eran, en sus propias palabras, un montón de mierda absurda...
Su envidiable temple paciente sufría leves alteraciones.
—¡El tema es "La Noche Estrellada"! — le devolvió el grito, revolcándose los rizos oscuros en un gesto similar al de todos sus hermanos —¡El Azul Turquí no es el azul correcto, maldito idiota!
—Tal vez. — objetó —Pero el Azul Turquí es mucho más elegante que el Azul de Prusia, eso es obvio.
—Si quieren mi opinión... — murmuró la decoradora, una mujer menuda que había quedado en medio de la acalorada discusión. —Yo diría que...
—No necesitamos otra opinión, gracias. — zanjó Joffrey —Será Azul de Prusia y punto.
—¡Sobre mi cadáver, Strong! — Daeron miró a la mujer —Comunica que el color elegido es Azul Turquí, sin discusiones.
—¡Yo la contraté, así que me escucha a mí! — objeto el castaño, devolviéndole la mirada a la joven —Azul Prusia, los manteles serán de ese tono y no acepto otro.
—La tienes clara si piensas que yo necesito que tú, entre todas las personas, aceptes algo para hacerlo realidad. — le espetó —El tono elegido es Azul Turquí, señorita.
—No lo escuches. — interrumpió Joffrey —Es Azul de Prusia.
—¡No! — le gritó Daeron a la mujer —El color de los manteles será Azul Turquí.
—Señorita Hann. — el castaño la tomó del hombro con suavidad —Lamento si hemos sonado groseros con usted hoy. — Joffrey había modulado su tono de voz, volviéndolo más suave y tranquilo, totalmente diferente al tono fuerte y enfadado anteriormente empleado —Mi tío ha estado algo estresado últimamente, ha ido a exámenes complementarios de nuevo y está bastante exhausto por las largas horas de estudio dedicadas. — le sonrió con vergüenza, sus ojos castaños demostrando arrepentimiento — Los manteles son Azul de Prusia.
—¡Infeliz! — Daeron le gruñó, revolviendo su cabello platinado con fuerza —Señorita Hann, el dueño del instituto, mi padre, — enfatizó, mirando a Joffrey por encima del hombro —ha demostrado su poco aprecio hacia el Azul de Prusia. Por lo que los manteles serán Azul Turquí. — el castaño hizo el ademán de responder —Puedes retirarte.
La mujer les dedicó una mirada temerosa a ambos, desviando sus ojos verdes sin control de un lado al otro. Antes de que el menor de los Strong pudiera objetar otra cosa, tomó nota en su tablet, que temblaba bajo su débil agarre, y salió prácticamente corriendo del medio de ambos, saliendo del cuarto en donde estaban discutiendo a pasos apresurados, murmurando algo sobre jóvenes con demasiados privilegios.
Daeron sonrió con suficiencia, peinándose con las manos en un gesto soberbio, mientras se cruzaba de brazos ante la mirada oscura y penetrante de Joffrey, quien a su vez, lo miraba como si con eso pudiera hacer que desaparezca de la faz de la Tierra.
—¿Para eso me querías aquí? — Joffrey bufó con mucha molestia —¡Si al final ibas a elegirlo todo tú, no me hubieras llamado en primer lugar!
—¡Pero si lo has elegido todo tú desde un principio! — refutó Daeron —¡El tema, las decoraciones, el lugar, las invitaciones, el tamaño de las mesas y el color de las sillas! — enumeró con los dedos —¡Todo esta mierda es elección tuya! — abrió los brazos, señalando con intensidad las decoraciones a su alrededor —¡Ya me tocaba a mí elegir algo!
—¡Hubieras elegido conmigo desde el principio, de no ser porque tienes unos gustos espantosos! — le devolvió el insulto, acercando sus rostros —¡Tus ideas para el tema eran asquerosas! ¿Baile de Máscaras? Básico. ¿Baile de Disfraces? Aburrido. ¿Noche de Príncipes y Princesas? — fingió una arcada —¡La simple mención del nombre me dan ganas de vomitar!
—Pero, ¿de qué mierda estás hablando? — Daeron estiró su mano hasta que esta dió con la camisa blanca del uniforme de Joffrey, empuñando el cuello de la misma, penetrando con sus dedos la piel del otro en un brusco movimiento —¡Tus ideas sólo eran de arte y deportes! ¿"La Noche Estrellada"? ¡Vaya montón de mierda!
Joffrey, como todo Strong, saltó en defensa propia, imitando el movimiento de Daeron, lo tomó también del cuello de la camisa, aunque para variar, este no llevaba corbata y el cuello se encontraba desabotonado, dejando ver leves pecas que salpicaba sus níveas clavículas. Entonces, Joffrey pasó su agarre de la camisa al cuello, el contacto piel contra piel ardió bajo la palma de su mano, su cuerpo entero vibró de anticipación cuando pudo sentir el pulso del otro dispararse bajo su tacto.
—Que tú seas un inculto no es mi problema, imbécil.
Una sensación rara se apoderó de Daeron cuando Joffrey lo tomó del cuello. Se habían golpeado varias veces, pero de alguna forma este agarre no hizo más que hacerlo sentir diferente, cosa que solo incrementó cuando le oyó escupirle una por una las palabras previas.
Carraspeó, solo para controlar el creciente calor que se formaba en su estómago y le subía por la espalda. La sensación estaba ahí otra vez, cuando su Manzana de Adán presionó la palma del castaño, cuyo toque no parecía tan violento como se veía.
—¡El único aquí...!
—¡Targaryen! ¡Strong! — La voz de Davos los detuvo en seco —¡Sueltense ahora mismo!
Ambos se gruñeron mutuamente, sin embargo, escucharon a su profesor de filosofía, puesto que lentamente se soltaron de sus agarres. Daeron fue el primero, liberando a Joffrey, quien a su vez, lo liberó a él tras dedicarle una mirada que podría matarlo si las miradas no fueran más que eso, miradas.
Daeron soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo cuando se separaron y sus rostros tomaron una distancia decente. Cosa que tampoco sabía que estaba sucediendo hasta que la interrupción del maestro le hizo levemente consciente de ello; sus rostros estaban muy cerca, casi rozando lo indecente y el agarre de Joffrey no pareció vacilar justo donde rondaba su pulso.
¿Qué hubiera pasado si...?
Oh, no. No vayas por ahí, Dae.
En la puerta del gran salón, Davos Seaworth, soltó un suspiro cansino. —No me pagan lo suficiente. — murmuró para sí mismo
Joffrey suspiró pesadamente y volvió a acomodarse el cabello con un movimiento fluido. Sus rizos danzaron suavemente contra la palma de su mano mientras caminaba hacia el maestro con una expresión suave.
—¿Y? — preguntó con interés —¿Qué te parece?
Davos le dió una mirada superficial al salón.
—No está decorado aún. — añadió Daeron enseguida —Pero ya está lo suficientemente ambientado. La pintura se culminó la semana pasada y el ventanal fue pulido por décima vez en la semana el viernes.
—¿Saben la historia de este salón? — inquirió el maestro, dando unos pasos hasta llegar al centro del lugar —Este salón es diferente al resto de los del Instituto, sin mencionar que es el más lejano a la zona de las aulas.
Joffrey dudó unos segundos. —¿No fue este salón construido por mi padre?
—No. — habló entonces el platinado —Este salón era la oficina del Director Maegor y luego del Director Aenys, ¿no es así?
—¿Eh?
—Así es, señor Targaryen. — asintió Davos —Este salón era la oficina del primer director que vió este instituto, Maegor Targaryen.
—Lo sé. — Daeron dirigió una mirada superficial a Joffrey, quien se notaba confundido. —Mi padre me lo contó. Maegor era un buen director, pero no un buen profesor. Sus métodos de enseñanza eran arcaicos incluso para el siglo XIX, así que luego de veinte años, fue reemplazado por su hermano mayor, Aenys. — suspiró —Y Maegor tomó el control de Fireblood, lo que llevó a la empresa a su primera gran época de oro.
Las cejas de Strong se dispararon hacia arriba. —¿Hablas de cuando se fundó House of The Dragon? ¿En 1890?
—Sí. — contestó, dirigiéndole una mirada interesada —¿Qué acaso no eres tú quien va a heredar esto? Deberías de saberlo.
—Yo lo sé. — acusó Joffrey —Maegor fue el primer director del instituto, hasta que fue reemplazado por Aenys. Luego vino Rhaena, aunque ella solo fue directora durante cinco años porque...
—Porque su tío, Maegor la declaró como heredera de Fireblood cuando éste muriera. — confirmó Daeron —Lo que no le agradó nada a Jaehaerys Targaryen, su hermano menor.
—Con Aegon muerto y Viserys exiliado, uno pensaría que le tocaba a Jaehaerys ser la cabeza de Fireblood. — continuó el castaño —Pero Maegor tenía otros planes, consideraba a Rhaena mejor heredera que Jaehaerys. Al final tuvo razón, pero Rhaena falleció sin poder probarlo.
—¿Cómo? — Davos, quien hasta el momento había admirado la interacción con curiosidad, interrumpió el momento con sus preguntas —¿Cómo murió?
—Accidente.
—Asesinato.
Ambos jóvenes se miraron ni bien terminaron de decir aquello.
—Fue un accidente. — dijo Daeron, como si fuera obvio —Uno de auto.
—¿Te crees esa basura? — criticó Joffrey —Su hermano la mandó matar para tener la empresa, es obvio.
—Estás siendo especulativo.
—¿Cuántos accidentes de autos vez en 1940? Las personas estaban ocupadas tratando de que Alemania no aniquile a los judíos.
—Eso es subjetivo. — suspiró —Había enviudado, volvía del velorio de su marido. No condujo con cuidado y chocó contra un árbol. Fin de la historia.
—Lo que tú dices es lo subjetivo. — corrigió —Las personas de poder utilizan los accidentes de automóvil para acabar con quienes los molestan. — le dió una mirada hastiada —¿No es eso obvio?
—¿Estás acusando a mi familia de ser homicida?
—Eso no es lo que dije.
—¿Ah, sí? — ante el tono burlesco de Daeron, Davos cerró los ojos con paciencia, mientras un suspiro abandonaba su cuerpo —Claramente dijiste que las personas poderosas se deshacen de quienes no le sirven en dudosos accidentes. Acusaste a Jaehaerys de asesinar a su propia hermana.
—Un hombre hambriento de poder es capaz de todo. — el tono de voz del castaño bajó una octava, su mirada se fundió en un turbulento chocolate intenso y furioso —Deberías de saberlo, luego del teatrito del juicio.
Decir que Daeron Targaryen se ofendía con facilidad no era una verdad. En lo absoluto.
Pero Joffrey Strong sin duda tenía una habilidad especial para hacerlo enfadar en cuestión de segundos. Era impresionante, en realidad.
En todo lo que llevaban conviviendo últimamente gracias a esa desdichada pelea, podría hasta decirse que había un ligero avance en su relación. Los golpes escaseaban, lo que abundaba por ahora eran los insultos y malas caras; había momentos como estos, en los que solían compartir conversaciones tranquilas sobre algún tema en común. Daeron había descubierto que ambos eran afines a la historia y la filosofía, aunque Joffrey era un hombre de números y cálculos, también encontraba interés en las artes.
Razón por la cual sus peleas habían disminuido en un 20% la mayor parte del tiempo, lo cual era sorprendente para los maestros del instituto, puesto que casi ya no terminaban con moretones en el rostro y sangre en el labio.
Casi.
Daeron tomó el cuello de la camisa de Joffrey con fuerza y lo lanzó al suelo antes de darle un segundo para reaccionar. —¡De mi familia no vas a estar hablando, Strong!
—¡Señor Targaryen!
Joffrey se levantó del suelo con rapidez, para lanzar el primer golpe. Un puñetazo que fue directo a la boca del estómago de Daeron; el platinado se quedó sin aire, cayó al suelo intentando boquear para conseguir un poco de oxígeno, pero solo logró empeorar su estado.
—¡Vete a la mierda, Daeron! — le gritó —Maldito Hightower.
—¡Señor Strong!
En dos rápidas zancadas, Davos ya estaba parado en medio de ambos. Se inclinó para ayudar a Daeron, quien tenía los ojos inundados de lágrimas que no bajaban, la cara excesivamente roja y la boca abierta en busca del oxígeno que le fue arrebatado.
No, Daeron Targaryen no era una persona impaciente.
No lo era para nada.
Pero Joffrey Strong siempre se las arreglaba para ser la excepción a toda regla.
...
—¿Estás segura de esto?
—No.
Jacaerys soltó una risa entrecortada ante la negativa de Baela, quien a su vez soltó un bufido que sonaba más a una risa nerviosa. La estilista, mientras tanto, los miraba con ojo críptico, pero sin decir nada, se dedicaba a preparar los elementos para la sesión.
—Aún podríamos volver a casa. — sugirió Jace, su corbata roja aflojada se movió cuando se levantó del sillón —O podrías probar algo diferente.
Baela, aún sentada en la silla frente a un enorme espejo con focos encendidos rodeando el marco, soltó un suspiro. Se miró el cabello platinado, ligeramente ondulado que le cubría las orejas y la nuca, llevó una de sus manos hasta un mechón particularmente largo, lo removió entre sus dedos para después mirar a su hermano a través del espejo. Jacaerys estaba detrás suyo, vestido con pantalones rojos y una camisa blanca remangada hasta los codos, su corbata no era lo único fuera de lugar, puesto que el primer botón de esa camisa no estaba abrochado. Él le miraba con simpleza, buscando una respuesta.
—No. — murmuró luego de mantener contacto visual por unos segundos —Está bien, quiero hacerlo. — giró la silla, esta vez para mirar a la estilista, quien se concentraba en agrupar los tintes —¿Tienes todo listo?
La mujer levantó la mirada. —El tinte está listo, señorita Velaryon.
Jace estaba a punto de decir algo, a pesar de no verlo, Baela lo sabía por la postura rígida que había adoptado ante la mención del apellido de su madre. Ella, en cambio, no tenía mucho interés en corregir a la mujer, no lo encontraba necesario. Baela levantó una mano en dirección a Jacaerys, quien en automático se relajó, su mirada amatista se posó con intensidad en la mujer.
—Bien. — asintió lentamente con la cabeza —Comencemos, entonces.
Jacaerys volvió a sentarse en el sillón de forma casual, utilizando su teléfono mientras la mujer procedía a aplicar el tinte sobre el cabello platinado de Baela, el cual lentamente iba oscureciendose a medida que el pincel pasaba por los mechones ondulados. Se pasó las manos por encima de sus pantalones algodón negros, a juego con una blusa de mangas largas ajustada en escote v, la misma de una tonalidad celeste cielo.
Rápidamente su nerviosismo se desvaneció cuando la mujer comenzó a teñir su cabello, puesto que una vez comenzado, ya no había vuelta atrás. La morena miraba hipnotizada como su cabello cambiaba lentamente de color, encimismada en la acción hasta que nuevamente oyó la voz de Jacaerys.
—Le azioni di Driftmark and Co. sono diminuite notevolmente negli ultimi tre giorni. (Las acciones de Driftmark y Co. han disminuido notablemente en los últimos tres días.) — comentó sin despegar la vista del aparato —L'unico che sembrava vagamente preoccupato era Otto Hightower. Tuo zio e lui sono buoni amici? (El único que se mostraba remotamente preocupado era Otto Hightower. ¿Tu tío y él son buenos amigos?)
El italiano se deslizaba con facilidad por su lengua, en ningún momento levantó la vista del celular mientras se comunicaba con ella. Jacaerys era terrible para los idiomas, no tenía ni una sola frase de valyrio sin necesidad de que se la explicase, pero era notablemente bueno en el italiano y a veces en el español, Baela solía asumir que era porque Rhaenyra se había encargado de enseñarle ambos idiomas con suma paciencia y amor.
—Si sono conosciuti negli anni 70. Questo è tutto quello che so. (Se conocieron durante los 70. Eso es todo lo que sé) — contestó tras unos segundos —Pensi che il titolo continuerà a scendere? (¿Crees que las acciones sigan bajando?)
—Dei Velaryon? Ovviamente. (¿De los Velaryon? Obviamente.) — soltó un suspiro corto
—Laena era disattenta. Non aveva tutti gli alleati di mia madre e di tuo padre, inoltre nonno Viserys è un uomo intimidatorio quando si mette in testa. (Laena fue descuidada. No contó con todos los aliados de mi madre y tu padre, además de que el abuelo Viserys es un hombre intimidante cuando se lo propone.)
Baela tarareó una respuesta, sin embargo, la conversación murió ahí.
Ya luego tendría tiempo de pensar en la empresa de su familia materna y como bajo el peso de sus propias decisiones estaba yendo a pique. Por el momento, solo iba a concentrarse en su nuevo look y en que el ciclo de su juicio y la prisión estaría oficialmente cerrado cuando el tinte se asiente en su cabello.
Como diría su padre, Iā laes syt iā laes, iā tala syt iā tala.
...
—¿Estás demente? — gritó Daemon —¡No vamos a ir!
Rhaenyra se sostuvo el puente de la nariz con cuidado, recostandose en su silla de oficina con simpleza ante el drama que estaba haciendo su esposo. Arryn tenía puesto un conjunto de un vestido jackie color rojo sangre, el mismo se ajustaba con gracia a su silueta; las mangas largas le abrazaban los antebrazos, dejando libre sus muñecas y manos llenas de joyas, los tres anillos de color negro, rojo y verde brillaban con suaves titileos cada que se movía de forma sutil en su silla.
—Cariño, estás haciendo un escándalo. — recordó con sutileza —Todo el departamento va a escucharte.
Daemon, parado ante el escritorio de su esposa, soltó un largo bufido. Su traje negro se movía a la par que gritaba, ajustandose a su dueño con sutileza cuando este comenzó a caminar al rededor de la oficina en Fireblood de su esposa.
—¿Estás demente? — inquirió de nuevo, esta vez con más paciencia —¡Esas personas casi meten a mi hija a la cárcel y ahora planean quitarle su derecho de nacimiento!
—Mi padre ha defendido a Baela delante de los demás accionistas, no sé a qué te refieres. — contestó con simpleza, mientras daban ligeras vueltas con su silla —Aemond y Aegon también lo han hecho, y sin embargo...
—No metas a mis sobrinos en esto. — cortó
—¿Oh? — los pies de Rhaenyra dejaron de impulsar sus giros —¿Así que ahora son tus sobrinos?
—Calla. — murmuró frustrado —Tengo sentimientos por ellos. — susurró con cierto enojo —Llegué a enseñarle un poco de valyrio al primer cachorro, sostuve en brazos Helaena cuando nació, abandoné en la playa al tercer cachorro y estuve presente durante todo el embarazo del cuarto cachorro. — una sonrisa cruel se deslizó en sus labios —Alicent me odiaba y por eso Daeron es igual a mí.
Arryn soltó una carcajada limpia, cubriéndose la boca segundos después. —Podría diferir bastante con eso, pero tiene algo de sentido.
—¿Qué? Es cierto. — contestó Targaryen, sonriendo ladinamente —Joffrey ha salido igual a mí por la misma razón.
—Yo no te odiaba cuando estaba embarazada de Joffrey. — refutó, frunciendo el ceño
—Ah, no. — el sarcasmo en su voz era palpable —Solo me tiraste ese jarrón de terracota porque me amabas.
Rhaenyra sonrió de forma astuta. —Te arrojé ese jarrón porque estabas siendo un idiota.
—¿Decirte que embarazarte por tercera vez de un hombre al que ya no amabas era estupido cuenta como ser un idiota? — se inclinó desde su lugar con sutileza, llevando una mano al mentón como si estuviera pensando. —Supongo que sí. — dejó caer la mano con simpleza, volviendo a caminar en círculos
—Tienes que estar bromeando. — soltó la rubia —Definitivamente no usaste esas palabras.
—¿Eso importa ahora? — cambió de tema —¡Lo único que importa es que quieres que nuestros hijos asistan a una ridícula cena familiar!
Rhaenyra se levantó con suavidad de su asiento, apartando un mechón de cabello lacio de su rostro, su fleco se había alargado más de lo usual, pero planeaba dejarlo crecer lo suficiente como para que se confunda con unos mechones cortos de cabello. Caminó con lentitud hasta su marido, sus medias del tono de su piel dejaban ver un poco de los dedos de sus pies.
—Si tan solo hablaras con tu hermano... — murmuró con suavidad cuando llegó hasta Daemon, quien paró su caminata de inmediato —Sabes que él solo quiere que nuestra familia limpie asperezas.
Daemon soltó un suspiro, girando para mirar a Rhaenyra, quien aún descalza le dedicó una sonrisa suavizada. Se había soltado las pinzas de color blanco que sujetaban su cabello (las mismas yacían en su escritorio, desparramadas por allí entre papeles y documentos) por lo que los mechones rubios cenizos caían por su espalda como una manta dorada. Su flequillo estaba creciendo, notó, el mismo que ocultaba su frente de forma recta ahora solo se trataba de dos mechones separados que le llegaban hasta los pómulos, sus ojos verdes brillaban con cariño y sus labios estaban pintados en un rojo que lograba que no le quite la mirada de encima.
Estaba preciosa. Incluso de se encontraba de una forma desaliñadamente elegante, ella estaba preciosa. Siempre tan buena. Tan hermosa. Tan feliz. Todo lo que él siempre había querido y todo lo que siempre querrá.
—No quiero hablar con él. — logró murmurar tras mirarla embelesado por unos instantes —Sabes muy bien el porqué.
Arryn no cambió su sonrisa, en cambio, la agrandó. Se acercó a Daemon con pasos suavizados, sin dejar de mirarlo a los ojos mientras posaba sus delicadas manos sobre los hombros de su marido.
—Cariño, sabes que él lo lamenta. — murmuró, acercando su cuerpo con sutileza —De verdad lo hace.
Sus manos picaban, por lo que se posaron en la delgada cintura de la rubia, quien lo tomó como una invitación para pegar su cuerpo al de su marido. Las manos delicadas de Rhaenyra subieron hasta posarse en la mandíbula afilada de Daemon, acariciando su pómulo derecho con tres dedos, sonriendo con más sutileza cuando los ojos violetas se cerraron con calma.
—¿Entonces por qué nunca me llamó? — murmuró aún renuente —Ni siquiera un mensaje.
—Viserys es tan testarudo como tú. — contestó con el mismo tono suave —Quería que des el primer paso, pero ahora lo ha dado él.
—¿Y eso qué? — la mano derecha de la rubia bajó hasta su nuca, acariciando el nacimiento del cabello platinado —Él es el mayor. Debería de dar siempre el primer paso.
La mujer se inclinó suavemente, dejando un beso casto en los labios del hombre. Tuvo que pararse en puntillas para ello, puesto que su esposo le sacaba unos quince centímetros, pero valió la pena cuando este abrió los ojos y el cariño se derretía desmesuradamente en sus iris violetas.
—Por favor. — murmuró contra sus labios —Vayamos a la cena, Mon.
Daemon apretó la delgada cintura entre sus manos y la acercó más, robándole los labios con fuerza. Estaba seguro que el labial de Rhaenyra se había corrido contra su boca cuando ella soltó un suspiro suave, dejándose hacer, pero eso sólo incrementó sus ganas de seguir besándola con fuerza. Sus largos y delgados dedos trazaron la figura de su cintura con deseo para luego bajar una mano hasta su trasero, mientras la otra subía por su espalda en busca del cierre de aquel vestido que lo llevaba matando desde hace ya un rato.
Rhaenyra jadeó contra su boca cuando la mano que bajó hasta la curva de su trasero apretó con algo de fuerza la carne. La volvió a besar, esta vez bajando su cabeza para que le fuera más cómodo, metiendo su lengua con sencillez en la cavidad ajena, encontró el cierre y lo bajó con una rapidez irracional, empujando a su esposa hasta su escritorio nuevamente.
—Mon, espera. — pidió cuando Targaryen la sentó justo al lado de la placa que rezaba su nombre junto a su cargo —Daemon.
El mencionado hizo caso omiso, abriéndole las piernas y subiendo la falda del vestido hasta sus caderas para poder meterse entre ellas. Sus labios bajaron hasta su cuello, besando su pulso con suavidad mientras ella se deshacía bajo su toque, llevando una de sus manos hasta su entrepierna vestida con sus medias, dejando suaves roces contra la leve humedad que comenzaba a formarse.
—¿Mmh?
—¡Daemon! — le gritó cuando con la misma mano rompió las medias justo en medio de sus muslos —Estas medias eran nuevas y... Ah.
Con el índice, el mayor acarició con suavidad el lugar donde sabía se encontraba el clítoris. Aún por encima de la ropa interior, el roce fue suficiente para sacarle un pequeño jadeo que rompió el silencio de la oficina.
—Iremos a esa cena. — murmuró contra su cuello, levantando un poco la cabeza para acariciarse contra la mejilla de su esposa —Pero primero, me darás mi premio.
—¿Te comportarás? — preguntó Rhaenyra —Solo te lo daré si lo haces.
Daemon volvió acariciarla con el índice, logrando que espalda se arquee un poco. Espació besos suaves sobre la curva de su cuello, acariciando su cintura con la mano restante para luego apretarla contra suyo, dejarla sentir el bulto que se formaba en sus pantalones.
—Lo haré. — respondió, jugueteando con su índice, subiendo y bajando con lentitud por sobre la ropa interior —Incluso alabaré el horroroso vestido que se pondrá Alicent. Seré bueno, respetuoso y me callaré cuando tenga que hacerlo.
Una risa traicionera se escapó de los labios de Rhaenyra. Sólo entonces levantó el rostro de Daemon con ambas manos, obligándolo a que la mire a los ojos mientras las pequeñas arrugas se formaban a sus costados por la sonrisa que mantenía. Dejó un casto beso sobre los labios de su marido y asintió con la cabeza, sonriendo con suavidad de nuevo.
—Está bien, cariño. — dejó un beso en su frente, luego se llevó las manos a la espalda y dejó caer la parte delantera de su vestido con facilidad —Ahora toma tu premio por tu buen comportamiento.
Está demás decir que los empleados de Fireblood utilizaron audifonos con interrupción de ruido lo que restó del horario del almuerzo.
N/A:
VOLVÍ VOLVÍ VOLVÍ
Anduve desaparecida, lo sé. Estuve ocupadísima estas semanas y simplemente dejé de escribir para centrarme en la ajetreada vida que tengo, lo sientoooo.
¡Pero volví y con dos capítulos! El 18.5 fue una idea que originalmente estaría en el capitulo 19, pero al ver que se alargó más de lo previsto, lo dejé como un capitulo extra, así que sí, de ahí salió el 18.5
Sobre este capitulo, me encantó escribirlo. Sobretodo al comienzo, con Dae y Joff. Adoro a ese par, solo que no les doy la atención que merecen... aún. Y luego el intermedio con Jace y Bae en la peluquería, se vienen cositas y cierre de ciclos, si que sí. Por último vimos algo de Daemyra que los tengo bastante descuidados, siendo que se supone son el centro de este fic, ya ven que me fui un poco con las ramas.
Pudimos ver algo de la historia de la familia Targaryen en este capitulo, algo que quería meter desde hace mucho, puesto que un imperio millonario como el suyo no se construye de la noche a la mañana. Y el hecho de que Dae y Joff discutan sobre conspiraciones es algo que se sintió nartural al escribirlo así que definitivamente habrá más de ello.
Joffrey y Daeron discutían como una pareja de prometidos que elegían decoraciones para su boda, diganme que también lo pensaron. Davos lo pensó y nostros también. Pobre de la señorita de la decoración, quedó en medio del fuego.
JACE HABLANDO ITALIANO AAAAAA. Sé que no debería de emocionarme por lo que hacen los personajes en mi propio fic, pero imaginarme el acento de Jacaerys con un idioma similar al español ha hecho que sienta cosas en la cuerpo, amigas. Solo digo, que los Strong tienen un fuerte poder en mí...
Ahora sí, las teorías. ¿Qué sucedió entre Daemon y Viserys? ¿Dae ha comenzado a apreciar a Joff? ¿De que color Baela se teñirá el cabello? ¿La cena será en verdad tan desastrosa como Daemon piensa? ¿Los empleados de Fireblood están traumados? ¡Lo averiguaremos en el próximo capitulo!
Nos leemos pronto!
-Iby <3
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