10.
N/A: No olviden que los amo <3
Tiempo Pasado.
Horas después del arresto de Baela Targaryen-Velaryon
—Teniendo en cuenta el curso de las acciones... — habló Jacaerys, su voz sonando fuerte en medio de la reunión del consejo privado de "Fireblood" —Y, sabiendo lo que está sucediendo en estos momentos con mi hermana...
—Es contraproducente que la Señorita Baela esté en prisión. — interrumpió Otto Hightower, con esa mirada condescendiente que Jace odiaba —Tenemos que remediar el vacío que dejó en este preciso instante.
Viserys miró a su secretario privado con suspicacia, siempre había sido débil en escuchar Otto por sobre los consejos de los demás accionistas y miembros de la familia. Incluso a veces por sobre la propia Rhaenyra.
—Tengo una sugerencia. — comentó Aegon, por primera vez en una reunión —Sonará... descabellado. Pero si lo que buscan es rellenar el vacío de Baela, fácilmente podríamos conseguir otra alianza.
—¿Qué insinuas, hermano? — preguntó Rhaenyra, interesada
—No soy muy bueno en los negocios. — admitió el rubio, soltando una risa nerviosa —Pero hasta que se pruebe la inocencia de mi prima, podríamos buscar otra alternativa aparte de quitarle sus acciones.
—No se las quitaríamos. — insistió Otto. —De manera temporal, pasarían a otro miembro de la junta, y si prueba su inocencia se la devolvemos.
—¿Y sí no? — insistió Rhaena
—Sabrá, señorita Rhaena... — el mayor presionó sus labios y luego se los lamió con nerviosismo bien disimulado. Buscando, en efecto, las palabras correctas. —Que desde la prisión uno no puede manejar acciones.
—Baela es inocente. — contradijo Jacaerys.
—Pues entonces no tendríamos nada que temer. — refutó Otto
—En caso de que tomemos en cuenta tu consejo, Señor Hightower... — comentó Rhaenyra —¿A quién pasarían las acciones de Baela?
—Por defecto, eso lo decidiría el señor Targaryen. — le dirigió una mirada tranquila a Viserys, quien se la devolvió curioso —O en caso de que este no lo decida, pasarán a su secretario privado, el segundo mayor accionista. A mí.
Rhaenyra quiso torcer su gesto, sin embargo se mantuvo tranquila. Sabía perfectamente que Otto manipularía a su padre para que de alguna forma u otra, las acciones de Baela le sean asignadas.
—Eso no tiene ningún sentido. — habló nuevamente Rhaena —La segunda mayor accionista es Rhaenyra, en ese caso las acciones de mi hermana pasarían a ella.
—La señora Rhaenyra tiene un 15% de las acciones de Fireblood, señorita Rhaena. El señor Targaryen, tiene el 50% de las acciones, yo, tengo el 18% de las acciones. — la miró tranquilo, sabiendo que esa jugada era suya —Soy el segundo mayor accionista de Fireblood, el resto de las acciones están divididas entre tus hermanos y los demás accionistas.
Aemond, que había permanecido callado durante toda la reunión, intercambió miradas con Aegon, luego con Jacaerys y finalmente con Rhaena.
La morena tenía una mirada que gritaba a leguas fuego y sangre, lista para saltar a cortarle la yugular a quien la provoque, Aegon tenía esa expresión poco agraciada que poseía cada que alguien decía algo que no era de su agrado, esa expresión especial que guardaba para su madre y su abuelo.
Y luego estaba Jacaerys, quien lo miraba con cierto deje de pánico. Premonizando lo mismo que él luego de dirigirle una mirada a los otros platinados presentes.
Su hermano y prima estaban listos para reaccionar de manera poco amigable si Jacaerys y él no interferían en ese momento.
Si de por sí ya era cansador era ser el niñero preelecto de Aegon, ahora que se le sumaba su prima, (quien siempre alardeó de un carácter dócil y ejemplar) era muchísimo peor.
Ahora comprendía porque su maldito cuñado siempre tenía la expresión de tener un palo atravesado en el culo.
—Por mucho que me cueste decirlo...— tomó la palabra, ganándose una mirada alentadora de su abuelo —La idea de mi hermano no me parece tan descabellada como él mismo dice.
Cómo cansaba lidiar con sus familiares excesivamente emocionales.
Su mirada amatista se posó en Jacaerys, quien lo miró con agradecimiento. —Estoy de acuerdo con mis tíos.
—¿Una alianza temporal, dices?
—No, no sería temporal. — admitió Aegon, llevando un mechón plateado detrás de su oreja mientras se ponía recto —Sería un movimiento estratégico, en realidad. Invitariamos a otra personalidad a ser parte de los accionistas prioritarios, así los medios se centrarían en ello.
—¿Y las acciones de la señorita Baela? Seguirían ahí. — insistió Otto
—Mientras la inocencia de mi prima es probada, sus acciones pasarían a su familiar más cercano. Su hermana gemela, Rhaena.
—Aegon. — reclamó su abuelo, esa mirada severa que siempre le dirigía cuando no lo escuchaba presionando su alma —Creo haber sido bastante claro en el hecho de que es el CEO quien decide eso.
—Otto, cálmate. — habló Viserys, una mirada de orgullo en sus apagados ojos violeta —Continua, hijo. Estoy escuchándote.
Aegon sintió una presión cálida en el pecho y su tono de voz y su seguridad aumentaron al saberse con el apoyo de su padre
—Mi prima Rhaena nunca se ha interesado demasiado en los asuntos de "Fireblood", es verdad. — admitió el rubio —Sin embargo, creo que sería conveniente que sea ella misma quien se quede con las acciones de su hermana. De esta forma, podríamos distraer la atención de la prensa hacia nuestro objetivo; la nueva alianza. — miró a Aemond, quien levemente asintió con la cabeza, instándole a continuar —Es bien sabido que los medios nunca han sabido diferenciar bien entre mis primas. Y aún no es noticia la detención de Baela, de modo que podríamos ganar algo de tiempo...
—¿Sugieres que Rhaena finja ser Baela? — Rhaenyra estaba impresionada ante las ideas de su hermano, tan impresionada como asustada —Eso es robo de identidad, Aegon. Si las autoridades llegaran a enterarse...
—No, no es eso lo que sugiero. — volvió a hablar, cada vez con más seguridad —No la llamaríamos "Baela" ni tampoco "Rhaena". Señorita Targaryen bastará. Prima para mis hermanos, hermana para mis sobrinos. Nadie lo notará.
—Es como engañarlos pero sin engañarlos realmente. — afirmó Jacaerys, los ojos castaños bien abiertos —Eso es...
—¡Astuto! — Viserys aplaudió fascinado —Eso es genuinamente astuto de tu parte, Aegon.
Otto estaba mudo. Miraba a su nieto como si lo hubiera obligado a tragarse enormes pedazos de vidrio.
—Primero tendríamos que preguntarle a Rhaena si está de acuerdo. — habló Rhaenyra —Hija, ¿Qué dices?
Rhaena, sentada junto a Jacaerys de forma elegante y agraciada, sonrió socarronamente. Esa sonrisa que siempre danzaba en los labios de su padre, esa que la mayoría temía.
Todos podían leer lo que pensaba con sólo mirarla a ella y a su espectáculo de sonrisa.
Antes muerta que regalarle las acciones de mi hermana a Otto puto Hightower.
A veces, con lo dulce del actuar de Rhaena, todos olvidaban que ella era hija de Daemon.
—Hagámoslo.
—Señor Targaryen, déjeme decirle... — procuró el secretario, pero director ya había dado una orden
—La idea de mi hijo Aegon se hará. — el tono orgulloso con el que lo dijo no pasó desapercibido para Rhaenyra y los demás —Sin discusiones sobre el asunto.
Tiempo Pasado.
Dos días después del arresto de Baela Targaryen-Velaryon
Cuando Aegon sugirió hacer nuevas alianzas, nadie sabía lo jodidamente difícil que iba a ser hacerlas. Sobre todo cuando el maldito secretario privado de su padre insistía en que los jodidos Lannister deberían de ser los primeros en la lista.
Y hubiera sido fácil aliarse con los Lannister. Lo tenían todo; una empresa de minería que incluso en estos tiempos daba increíbles frutos, siendo los encargados de extraer minerales para elaborar los regalos más caros del mundo, no solo de Poniente.
Sería fácil aliarse con ellos. Si tan solo no fueran tan insoportables.
Rhaenyra los odiaba.
Sobre todo luego de que Jason Lannister, el honorable primer hijo, había buscado a fuerzas hacerla su novia cuando estaban en el secundario. Sabía que era un odio infantil, demasiado infantil. Aún así, no soportaba la idea de que el hombre o su hermano tuvieran acceso a "Fireblood" de alguna forma.
Pero por mucho que los detestara, nadie les daba una mejor opción que los Lannister.
Aegon había sugerido a los Martell, alegando que tiene contactos con Oberyn Martell, sin embargo, Otto había rechazado la oferta diciendo que los dornienses eran de naturaleza rebelde. Rhaena, en su poco conocimiento había sugerido una alianza con los Strong, pero la idea en sí no tenía ni pies ni cabeza. Aemond, listo como él solo, sugirió a los Baratheon, pero el mismo Jacaerys lo interrumpió, recordando que Robert Baratheon era de todo menos una buena cabeza familiar.
Todas las demás propuestas habían sido rechazadas, incluso la de Jacaerys de buscar una alianza con los Bolton, una empresa familiar pequeña que últimamente iba creciendo más de lo esperado en el mercado. Dejando así, como única opción viable, a los malditos Lannister.
Necesitaba una contrapropuesta. Urgentemente.
Y a pesar de que se estaba por rendir y aceptar trabajar con Jason y su hermano, pues el tiempo los apresaba, su contrapropuesta llegó la segunda semana de noviembre, apenas dos días después de la reunión de consejo privado, cuando unos vientos helados la hicieron temblar mientras salía de su casa rumbo a su vehículo.
El viento norte helado le caló hasta los huesos a través de su chaqueta de oficina rojo sangre, levantó sus hebras rubias en un remolino, le hizo temblar las medias por sobre sus medias y le recordó de esa forma que el invierno estaba por llegar.
El invierno está por llegar.
Invierno... Norte... ¡Stark!
Rickon Stark era su salvación.
Los Stark eran la familia más adinerada del Norte, nadie salía ni entraba de la frontera norteña sin que ellos lo supieran. Su éxito era fruto de una inversión de antaños, a la industria chocolatera que comenzó siendo una pequeña dulcería que servía tazas de exquisito chocolate caliente en aquellos fríos días comunes en el norte.
En Winterfell se hallaba la Fábrica de Chocolate más grande de todo Poniente, se habían hecho de nombre y marca tras largos años de esfuerzos y convenios con empresas pequeñas, y luego de un tiempo la industria creció. Pasando de ser una simple dulcería a la mayor chocolatería de Poniente, incluso llegando a ser recomendada en otros continentes como Europa o hasta América.
Además de eso, los Stark eran formidables, leales. Una cualidad sumamente importante en este caso. Y ella lo sabía de primera mano.
Había coincidido con Rickon unas cuantas veces en eventos de caridad, e incluso Daemon le hablaba bien de ellos cuando mencionaba el Norte, porque gran parte del sostenimiento de la base militar en el Norte se sostenía gracias a pequeñas ayudas monetarias de parte de la familia.
Con los Stark no tendría que haber problemas en aliarse. Después de todo, Jace tenía buena relación con Cregan, podían apelar a esa amistad si es que era necesario.
Solo tenía que buscar la forma de combinar una chocolatería con una empresa de turismo, aunque pensaba que no sería tan difícil, después de todo, también estaba el instituto y le podían sacar provecho.
Estaba decidida.
Iba a usar hasta su ultimísima carta para que la nueva alianza se selle con los Stark en vez de con los Lannister.
Y eso significaba ver la mueca penosa que Otto había mostrado cuando su propio nieto sugirió que las acciones sean transferidas a Rhaena en vez de él, solo sería un efecto colateral que secretamente disfrutaría.
Antes muerta que trabajar con un maldito Lannister.
Su contrapropuesta de los Stark fue alabada por su padre, y por supuesto que bien aceptada por el mismo a pesar de los intentos de Otto de volver a su idea de los Lannister.
A pesar de la satisfacción que le daba a Rhaenyra ver a Otro con una mueca de desagrado bien disimulada, notó la leve tensión en su hijo mayor cuando mencionó a la familia norteña.
Supuso que su Jace se había peleado con su mejor amigo, cosa que veía totalmente normal.
Desde que Cregan terminó sus estudios en "House of The Dragon" hace ya dos años, el joven se había quedado en el Norte para inmiscuirse más en el negocio familiar, mientras que Jacaerys, luego de terminar sus estudios en la misma institución se había quedado en King's Landing tambíen cayendo en las mismas responsabilidades familiares.
Era normal, se dijo Rhaenyra a sí misma, los amigos pelean cuando hay una distancia prudencial entre ellos.
Ambos eran los herederos de sus familias y el tiempo libre entre la rutina empresa-universidad-familia era reducido. A veces tenía que rogarle a su hija Baela que se lleve a su primogénito con ella a las fiestas que frecuentaba, pues Rhaenyra temía que su hijo cayera en sentimientos y responsabilidades que no le correspondía.
Su Jace era demasiado joven como para pensar de él mismo como alguien que no debería de ser una carga o como alguien que debe proteger a su familia o a la empresa. Apenas tenía 20 años, su vida estaba en el auge de la juventud y lo último que deseaba era que hijo se convirtiera en alguien que no se sintió libre de vivirla.
Está bien, se repitió cuando vió al castaño tensarse bajo la mirada de Aegon luego de que se resolvió que ambos irían a Winterfell a hablar personalmente del acuerdo con Rickon Stark.
Aegon por ser el propulsor de la idea y Jacaerys por su amistad con Cregan.
Jace está bien, solo le pone nervioso la presencia de Aegon al tener las facciones valyrias que siempre buscó en él.
Rhaenyra no era ciega (aunque a veces compartía esa ceguera deliberada de su padre, y ni siquiera caía en cuenta), ella sabía que su primer hijo se sentía extrañamente presionado por los medios cuando estos señalaban sus rasgos Strong.
No es nada. Jace me lo contaría si tuviera importancia.
Ella confiaba en su hijo como nadie. Y también confiaba en su hermano menor. Ambos siempre habían tenido una conexión especial, lo sentía en su corazón. Se llevaban tan solo tres años, y se habían adorado desde que congeniaron juntos en la primera reunión familiar.
Se le calentaba el corazón cuando recordaba a unos pequeños Aegon y Helaena peleando entre sí para saber quién sería el próximo en cargar al bebé Jace.
Ella tenía razón.
No había nada de qué preocuparse.
Después de todo, solo eran Jace y Egg, y si bien, habían dejado de hablarse luego de la relación que su hijo llevó con Hel, ellos lo solucionarían.
Siempre habían sido inseparables.
Solo eran Jacaerys y Aegon.
¿Qué es lo peor que podría pasar?
Tiempo Pasado.
Cuatro días después de la detención de Baela Targaryen-Velaryon
Aegon miraba las hojas frente a él con la mente en completo blanco.
Su maestro, el buen Gerardys, le había facilitado una partitura especialmente complicada e interesante; pieza de composición propia. A pesar de su entusiasmo inicial por lograr tocar a la perfección dicha partitura, el mejor alumno del viejo maestro no le prestaba la más mínima atención a las notas musicales que yacían en su atril color verde musgo.
En su defensa, Aegon II tenía demasiado en la cabeza. Demasiadas cosas que organizar y no sabía ni por dónde empezar ni por donde continuar ni por dónde terminar.
Él simplemente no sabía nada.
Iba a ir de viaje a Winterfell durante tiempo indefinido, tendría que dejar sus clases de música, la orquesta, tendría que dejar de asistir a las prácticas del elenco durante el tiempo que les lleve convencer al maldito Rickon Stark de Fireblood valía la pena y, demonios, Keisha iba a asesinarlo por no asistir a su debut como pole dancer en el club de los jodidos Greyjoy.
Y por supuesto, como olvidar que tendría que dejar de lado todas sus responsabilidades para ir a perderse en el norte con Jacaerys Strong.
De entre todas las personas en su familia que pudieron acompañarlo para que no vaya a hacer el ridículo frente a los buenos y formidables Stark, tenían que elegir a Jacaerys para que vaya con él.
¡Pero por supuesto que iban a elegir a Jace! Es que nadie sabe del desastre en el que se convirtió su relación con Cregan, todos pensaban que seguían siendo buenos amigos como cuando estaban en el instituto.
El hombro del rubio cedió ante el peso no manejado correctamente del violín, suspiró en derrota cuando sus pensamientos pudieron más que su devoción a su instrumento.
Había olvidado el sentimiento de no poder refugiarse en su música, la desesperación que le producía el no poder consolarse con el dolor de sus hombros, el tirón en su muñeca y la molestia en la espalda.
Pero es que tampoco eso le sorprendía.
Jacaerys Strong siempre había tenido conocimiento de cómo meterse en su piel. Cómo hacerlo sentir diferente, especial, menos roto y quizás, solo quizás, como una persona a la que verdaderamente alguien pueda querer.
Quería olvidarlo, de verdad que quería.
Sus acciones nunca estarían del todo justificadas, no cuando vió la tristeza en el rostro de su hermana, no cuando vió la desazón en los ojos del castaño.
Aegon había actuado como un completo idiota en aquellos tiempos, e incluso ahora, cuando se jactaba de ser más maduro y de haber mejorado significativamente su estilo de vida, podía desdibujar la línea que había trazado en su corazón. Una línea que tenía nombre y apellido.
Estaba condenado. Iba a arder en el infierno durante toda la maldita eternidad, de eso estaba seguro.
Porque él aún lo deseaba.
Él aún se moría por Jacaerys Strong, su atención, su mirada, sus caricias.
El universo, (o los dioses, aún no decidía quien o quienes tenía más peso en su existencia) no contentos con hacerlo un artista sin cabeza para los negocios, lo habían hecho desear a una persona que nunca podría tener completamente.
Porque Jace, el buen Jace, nunca podría fallarle a su familia de esa forma. Lo suyo había sido un desliz, un error, una estupidez digna de la locura adolescente. Nunca iban a funcionar y nunca tuvo que haber pensado en ellos a largo plazo.
Pero lo hizo.
Lo hizo y había cometido una estupidez tras otra y ahora estaba atrapado en un maldito viaje de negocios (su primer viaje de índole no fiestera, para variar) con él. Era como si el castaño le reclamase todas sus primeras veces que se llevó sin pensar y ahora le devolvía la jugada.
Su primera intervención en una reunión empresarial. Su primera buena idea. Su primera idea escuchada. Su primer viaje de negocios.
Estaba tan, tan jodido.
¡Sólo había tenido una maldita idea! ¡Él ni siquiera esperó que lo escucharan en primer lugar!
La puerta de su habitación se abrió de golpe, sacándolo de sus vacilaciones ingresó su madre, Alicent Hightower, quien lo miraba de forma ciertamente diferente a la acostumbrada.
—Aegon.
En el transcurso de los últimos cuatro días, su madre había estado particularmente nerviosa, lo suficiente como para no dirigirle la palabra a ninguno de sus hijos. El mayor de ellos sabía que se debía a la influencia de su padre, Otto Hightower, quien nuevamente había escudriñado en el cerebro de su hija como para hacerle ver caminos y posibilidades donde claramente no las había.
Él no la miró. Permaneció de pie junto al alféizar de su ventana, aquel donde Helaena lo encontró desconsolado esa primera noche que salió con Jacaerys, aquel donde Aemond lo había encontrado las noches posteriores.
—Madre.
Había dejado el violín de lado hace ya un rato, y con la entrada de su madre lo había posicionado en la almohada del alféizar, donde estaba seguro de poder protegerlo si es que la conversación que iban a tener salía mal.
Y una parte suya estaba seguro de que iba a salir mal.
Escuchó sus pasos severos llegar hasta él, para luego quedar frente suyo, con esos ojos castaños mirándolo atentamente, buscando atisbo de un algo que Aegon sabía que no podría encontrar. Solo entonces la miró, ladeó el rostro y sus ojos se encontraron.
Ella lucía un vestido de una sola pieza, largo hasta los talones de un color verde musgo, con las mangas cayéndole en finos volados y el cabello largo color cobrizo sostenido en un moño alto y apretado. Viéndose como toda una dama de la alta sociedad; exigente y rigurosa.
—Quiero que me escuches muy bien, hijo.
Estaba empleando ese tono que utilizaba cuando se refería a él como si fuera un niño pequeño, ese que usaba para explicarle el porqué de sus acciones antes de gritarle en la cara que no tenía porque meterse en asuntos que no le incumben.
—Dime.
No es como si de verdad quisiera escucharla, es que simplemente no quería pelear con ella.
Hoy no, al menos.
Aunque, sabía que muy probablemente pelearían.
—Lo que vas a hacer... — ella se relamió los labios buscando las palabras correctas —El compromiso que has tomado, el que vas a asumir mañana es muy importante. — prosiguió, sus manos llenas de anillos plateados tomándole el rostro con delicadeza, la fina alianza dorada resultando sorprendentemente fría en su dedo anular —Más aún porque vas a ir con él. Jacaerys es ingenuo, demasiado para su propio bien. — si le molestaron aquellas palabras, su madre no pareció notarlo —Puedes aprovecharte de eso. Piensa alegar a su amistad con el hijo de Rickon Stark, pero tú puedes ser más rápido y ganarte al padre primero. Si Viserys se entera de que gracias a tí el trato se concretó más rápido...
—Cuidado con lo que vas a decir, madre.
Alicent volvió a relamerse los labios con nerviosismo, un gesto sin duda sacado de su padre.
—Si tu padre se entera de que has sido competente en este acuerdo... — continuó a pesar de la advertencia —Podría significar un buen avance para nosotros. Tienes que ganarte su confianza, hijo. Si lo haces, con algo de trabajo duro, él podría... — su hijo la miró con dureza, pero ella continúo en un susurro —Él podría cambiar el testamento. Cambiar la sucesión de Fireblood.
Ahí estaba.
Era eso lo que su madre venía a pedirle.
Que se comporte como si fuera a heredar la empresa de su padre. Que se gane la confianza de un estresado hombre que solo quería que sus hijos fueran felices, pero careciendo del tiempo suficiente para verlos siéndolo.
¿Cuántas veces tenía que repetirle a su madre y abuelo que no quería la maldita empresa? ¿Cuántas veces tenía que escuchar como su hermano menor despotricaba contra Joffrey por algo que según todos era su derecho de nacimiento? ¿Cuántas veces más tendría que aguantar la mirada dura de su abuelo y los ojos de cachorro de su madre?
¿Por qué no podían simplemente entenderlo?
—No quiero Fireblood, madre.
La cachetada no fue tan fuerte como las anteriores.
Los anillos de su madre le habían golpeado el pómulo y seguramente su piel sensible había sido marcada por los metales, pero no había tanta fuerza como en las demás que había recibido a lo largo de su vida.
—Es tu derecho de nacimiento, Aegon. — ella volvió a tomar el rostro de su hijo entre sus manos, que temblaban, pero seguramente no por el hecho de haberlas levantado en su contra —Y esta oportunidad es de oro. Nunca antes habías sido partícipe de nada, y ahora que por fin has tomado una actitud ante la empresa familiar tienes que aprovecharla.
Estaba cansado de repetirlo; sólo había sido una idea.
No pensaba siquiera que alguien le estuviera prestando atención. Mucho menos que su padre la aprobaría casi de inmediato con una sonrisa orgullosa.
—Fireblood es de mi hermana.
La segunda cachetada, en cambio, sí que le dolió. Esta vez los anillos golpearon con fuerza sus pómulos ya magullados, logrando que pudiera contener un pequeño grito de dolor. Las marcas que portaría mañana en el aeropuerto serían imposibles de ocultar.
La piel de los albinos era sumamente sensible, ¿acaso nadie lo sabía?
—Ella no es tu sangre. Ella no es tu hermana. — mustio, con los dientes apretados —Hablo en serio, Aegon. No miento cuando digo que Jacaerys es ingenuo, tal vez sea más astuto que ese niño bobo de Lucerys, pero ambos siguen siendo tontamente ingenuos. Es como si pidieran a gritos que los manipulasen.
—Cuida tu lengua, madre. — Aegon levantó la voz, su mirada amatista oscureciendose —Lucerys es la pareja de mi hermano, y lo hace jodidamente feliz de una manera que ninguno en esta casa ha logrado. No voy a permitir que lo ofendas en su ausencia.
—¡Ese niño es solo un capricho para Aemond! Él va recobrar el sentido de la razón, no digas estupideces.
—Lucerys no es un capricho, madre. Sé que te cuesta aceptarlo, pero no todos tus hijos son heterosexuales.
Ni siquiera yo lo soy, pero no tienes por qué saber eso aún.
Además, el gesto iracundo que hizo su madre ante esas palabras casi le saca una sonrisa genuina. Es que, ¿de verdad pensaba que Aemond, su hijo Aemond, el retraído y traumado con su apariencia física era hetero?
Siempre va a adorar las reacciones homofóbicas de la gente. Son de lo más espectacular.
—¿Vas a defender a esos usurpadores?
—Si mi padre considera a Rhaenyra su hija no son usurpadores. — él no relajó el gesto —Y Jacaerys no es tan ingenuo como dices, madre. Mi abuelo y tú se confían demasiado, creen que la bondad de los hijos de mi hermana es una debilidad.
—¿Es que acaso no lo ves? — siseó —Cuando Rhaenyra tome el poder de Fireblood, tú y tus hermanos serán desaparecidos. Ella los va mandar volar. ¡Nos va dejar sin nada!
—El abuelo te ha manipulado tanto que apenas distingues la realidad de la ficción. ¡Es de Rhaenyra de quién estás hablando! ¡Alguna vez fue tu amiga!
Eso pareció golpear a Alicent con fuerza, de modo que le devolvió el golpe a su hijo en forma de otra cachetada, la tercera del día en el mismo lugar de cara. Sintió entonces la piel de Aegon abrirse ante la fuerza del metal de sus anillos, vió con horror como un hilo de sangre corría lentamente desde el pómulo del rubio hasta perderse en su mentón.
—No vuelvas a insinuar una cosa como esa. — rugió con la voz entrecortada
Aegon no le respondió, se quedó mirándola a la cara, con su cabello platinado alborotado, las pinzas que usaba para sostenerse el flequillo habían volado con la primera cachetada y ahora sus hebras le cubrían la mitad de sus ojos. Sentía el fino hilo de sangre bajar hasta su mentón, el ardor de la piel abierta y los hematomas formándose alrededor de lo que en algún punto de la semana se convertiría en una linda cicatriz.
Su garganta ardía en fuego vivo ante la humillación que le provocaba la situación, y a raíz de ella nuevamente cayó en su mismo pecado de siempre.
No poder quedarse callado.
—No voy a reclamar Fireblood. — repitió, palabra por palabra, ante el horror de su madre —Voy a continuar mi vida tal cual está. Con la orquesta. Con el ballet. Nada cambiará, madre. No importa lo mucho que tú o el abuelo lo intenten.
La rabia que le siguieron a esas palabras fue difícil de procesar.
En un solo segundo, Alicent le había dado otro golpe en el rostro para despistarlo, solo para luego dirigir sus manos a las partituras que descansaban en el atril, sosteniendolas entre sus manos, arrugandolas una y otra vez para luego romperlas como si se tratasen de papeles para confeti.
—¡No!
Fue muy tarde cuando quiso intervenir, las primeras cinco páginas yacían rotas, otras 20 esparcidas por el suelo y las últimas diez habían caído debajo del mismo atril que había sido lanzado al suelo, causando un estruendo que probablemente se habría escuchado hasta la habitación de Daeron.
—Eres la más grande decepción que pude parir en mi vida.
Y luego de esas palabras abandonó la habitación con zancadas, dejando que su vestido largo ondee con la fuerza de sus pisadas.
Aegon se quedó allí, de pie; con la mejilla sangrando más que antes y el corazón encogido hasta el tamaño de una semilla. Su mirada perdida se posó en las partituras que con tanto esmero su maestro le había escrito a puño y letra, confiándole las partituras originales de su obra, luego se fijó en su atril abandonado en el suelo, en las hojas que habia arrugado y aplastado con su peso.
Quiso llorar, pero simplemente no pudo.
Ni siquiera lo hizo cuando su hermano menor ingresó a su habitación en silencio, agachándose y recogiendo sus partituras por él. Daeron se volvía muy callado cuando se trataba de ayudar a Aegon luego de una pelea con su madre, el menor apenas y hacía sentir su presencia, solo lo ayudaba a limpiar los desastres, los posibles hematomas y luego volvía en pleno silencio a su habitación.
Aegon odiaba involucrarlos; Daeron, Aemond y Helaena. Ellos no tenían porqué pintar algo ahí, eso era un asunto entre Alicent y él.
Prefería mil veces pasar por todo ese sufrimiento él solo si con ello libraba a sus hermanos de las responsabilidades que su madre buscaba poner sobre sus hombros. Recibiría con gusto el doble de cachetadas si con eso le aseguraban que a sus hermanos no se les exigiría lo mismo que a él.
—Dae — murmuró, levantando la mirada —Vuelve a tu habitación, niño.
—Pero...
—Vete. — le revolvió el cabello y sonrió aunque le doliese —No es más de lo mismo, no tienes de qué preocuparte.
—Pero quiero ayudarte. — repitió, al ver que su hermano iba a negarse continuo —Eres tan estupido que probablemente no sabes que tipo de ropa debes llevar a un viaje de negocios.
El menor soltó una sonrisa engreída, para luego sacar la mano del mayor de su pelo y arreglarlo él mismo.
—¡Oye!
—No te preocupes, Aegon, tu salvador está aquí. — apoyó su mano en el hombro de su hermano mayor, solo unos diez centímetros más alto —No dejaré que hagas el ridículo frente al señor Stark.
—Gracias...
—Porque ya haces lo suficiente aquí.
—¡Tú, pequeño...!
Iba a lanzarle un golpe amistoso cuando Helaena hizo acto de presencia en la habitación. Su mirada también se desvió a las partituras rotas y esparcidas, pero, al igual que Daeron, no hizo ningún comentario al respecto.
—Iré por el botiquín. — fueron sus palabras antes de salir de la habitación
Aegon suspiró pesadamente e incluso ese gesto le dolió. Probablemente Helaena ya sabía de su viaje y que iría acompañado del castaño, lo que ella no sabía era todo lo que había pasado entre ambos y que su hermano mayor estaba deseando repetirlo.
Tampoco tendría porqué saberlo.
Aegon podría llevarse ese secreto a la tumba. Ese junto con muchos otros.
Como el hecho de que aún le gustaba Jacaerys Strong, como el hecho de que pelearía hasta su último suspiro para ver a Rhaenyra como cabeza de Fireblood, como el hecho de que adoraba sus hermanos más de lo que se permitía expresar.
Aegon II Targaryen no tenía ningún inconveniente en guardarse esos y otros millares de secretos (no todos propios, para la sorpresa de muchos) a la maldita tumba. Él no tenía problema alguno en ocultar esa información hasta el fin de sus días.
Después de todo, como le había dicho a Jace hace poco, él era sumamente hábil en la recaudación y retención de información.
Pero sobre todo, era hábil en la manipulación de los nudos en su garganta, de sus sentimientos de culpa y de sus propias inseguridades. Era experto en pretender que todas aquellas cosas, aquellos secretos no existían.
Y así iba a quedarse por un largo tiempo.
N/A:
BUENAS BUENAS
Sinceramente, iba a esperar a tener todos los capítulos del arco listos para publicarlos todos al mismo tiempo en una especie de maratón. Pero no he resistido las ganas de publicar este capitulo antes, porque, una vez que lo edité solo pensaba en lo confundidos que deben de estar los lectores iniciales de esta historia.
Solo para aclararlo: LA TRAMA DE FUCKING HIGHTOWER SIGUE SIENDO LA MISMA.
Lo unico que ha cambiado es que decidí darle algo de protagonismo al drama familiar que supone la familia Targaryen en todo su esplendor. Pero la historia NO VA CAMBIAR SU CURSO DE DAEMON VOLVIENDOSE LOCO PORQUE SUS HIJOS SALEN CON LOS DE ALICENT.
De todas formas, me estoy divirtiendo de lo grande escribiendo este arco. Siento que estoy rellenando varios huecos, como el hecho de que ya he establecido en que parte del año estamos, cuantos años se llevan Aegon, Helaena y Jace, y sobre todo, admitir que Nyra tiene cierta ceguera como Viserys.
¿Por qué digo que tiene cierta ceguera? Siento que es algo que le sale natural; ve a sus hijos (sobre todo a Jace, Luke y Joff) como sus pequeños bebés (aunque ya no lo sean) y piensa que su vida no ha cambiado lo suficiente, que ellos están bien.
Por otra parte, debo admitir que la escena entre Alicent y Aegon la tenía planeada desde hace ya un tiempo. Siento que Egg es un artista incomprendido y que sinceramente no quiere hacerse cargo de la empresa, y por si no se han dado cuenta, Aegon jamás dijo que esa fue la primera vez que su padre lo miraba orgulloso. Solo para que lo tengan en cuenta, eh.
En fin, llegamos a las teorías. ¿Qué creen que pase en el Norte? ¿Quién está detrás del arresto de Baela? ¿Se sabrá la verdad? ¿Alicent es solo una marioneta? ¿Nyra de verdad está tan ciega? ¿Aegon sabe tantas cosas como dice?
EEEEEEN FIN.
Creo que esta ha sido la nota de autora más larga escrita hasta ahora, y creo que este capitulo tambien es de los más largos. Espero que lo hayan disfrutado aunque sea un poco.
Los quiero <3
-Iby
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