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"y en la ausencia de ti, en el olor a despedida que dejaste en nuestro último beso, ahí nos hemos de encontrar; en la distancia del tiempo y por el camino del dolor, ahí mismo te veré pues algún día volverás y ese día iremos juntas al lugar de nuestras promesas"
Totalmente atada a una vida que no era la adecuada para ella, más bien, a una vida que se le había impuesto sin tan siquiera haberle preguntado, eso era imperdonable, inaceptable y todo lo demás, para su desgracia ya no podía hacer nada más que resignarse a ser la esposa de aquel joven que aún tomaba sus manos, lo vio antes de escuchar al sacerdote decir que aquella ceremonia había concluido, asintió y salió de ese lugar recibiendo las buenas nuevas de todos, incluidos sus padres.
¡Como deseaba gritarle a todos que todo esto era falso!, ¡como deseaba hacer trizas el ramo entre sus manos!, apretó la mandíbula para sonreír un poco, en cuanto estuvieron solos, se dirigieron a donde yacía estacionado un bonito auto color blanco con adornos similares a los de aquel recinto que acababan de abandonar, ambos abordaron y Milo comenzó a conducir, ¿A dónde? Por supuesto a un lugar remoto, donde una feliz pareja pasara el resto de sus vidas o al menos eso decían todos los que se habían quedado observando cómo se alejaban.
Varias horas sobre la carretera, su destino, al menos para Shaina era incierto y eso le daba un poco de miedo, sin embargo sus labios no pronunciaron ninguna palabra, se limitaba a ver atreves del vidrio el paisaje que los rodeaba, dándose cuenta que estaba saliendo de la ciudad, no podía ya volver atrás, aunque las cosas parecían más complicadas que antes, solo podía pensar en que, si este era su destino, lo enfrentaría de frente y cuando llegara el momento, volvería a los brazos de su amada sin importarle nada.
El auto aparco delante de una gran casa, casi una inmensa mansión blanca adornada por varias columnas de tipo corinto, grandes ventanas y una variedad excelsa de bellas flores, el motor se detuvo, Milo descendió primero y como el caballero que sus padres le habían enseñado ser, abrió la puerta para ayudar a Shaina quien y tomo aquella mano con enojo haciendo que la sonrisa del rubio se desvaneciera por completo.
Entraron ante la atenta mirada de once jóvenes más, quienes no pronunciaron ni siquiera un saludo, despues de todo ella era una completa desconocida y ellos no estaban enterados de nada, los pasos de Shaina resonaban en aquellas escaleras que los conducirían hasta la habitación de Milo, el picaporte dio un giro y la puerta permitió su paso.
En cuanto entró lanzo las flores al suelo con toda su fuerza, Milo retrocedió un poco, Shaina se sentó a la orilla de la cama viendo a un punto muerto dentro de aquellas cuatro paredes, bajó su mirada hasta chocar con el suelo, dio un suspiro y así, como si la vida se le fuera en ello arranco de su cabello los adornos arrojándolos contra la pared, importándole poco que se rompieran, luego hizo lo mismo con la tela de aquello que llamaba velo, lo tomo, lo despedazo con todas sus fuerzas, desahogando su alma de aquello que no soportaba más.
— ¡Maldito seas, tú y tus estúpidas leyes! — Gritó al aire, con la esperanza que el destinatario de su insulto pudiese oírla.
Milo tomó posición en un rincón de la habitación, dejaría que aquella mujer se liberara de todo lo que traía dentro, se le dificultaba creer que los padres de Shaina fuesen capaces de tal atrocidad, bajo la mirada pensando en que haría él en esa situación, de seguro y se habría dado un tiró a la cabeza antes de ir al altar con alguien que no amaba y que además no conocía, pero también sabía que Shaina aun esperaba a su amada.
— ¡Jamás me doblegare ante preceptos que me hacen infelices!, ¡aun no has ganado!, ¡aun puedo salir de aquí! — tanto dolor estaba siendo albergado en ese corazón que su voz podría desgarrar la tierra misma en una sinfonía tétrica de lamentos espirituales.
Sus hermosos ojos estaban llenos de lágrimas, lágrimas de dolor y de rabia, de tristeza y de traición, lagrimas ácidas de un corazón dulce que acababa de ser tratado como un trapo viejo, los dioses que veían entristecidos el dolor de su protegida no podían hacer ya nada, pues otro Dios, celoso de aquella musa, se las había arrebatado de la forma más abrupta posible sin tan siquiera pelear por ella y por su lealtad, pero tarde o temprano la iban a recuperar.
Las manos de Shaina comenzaban a destrozar la blanca tela de aquel vestido, jamás estaría feliz y el simple hecho de verse vestida de esa manera le ponía mal, Milo reacciono y tomo sus manos intentando calmarla, intentando que parara, que se detuviera para poder hacer lo que estaba a su alcance, aquello que aquel día fue idea suya, pero no pudo, Shaina logro liberarse del agarre y su puño se estampo en la mejilla del rubio haciéndole voltear el rostro.
— ¡NO ME TOQUES! — esa voz tan fuerte se volvió a quebrar, Milo no se rindió y con un movimiento rápido la tomo en brazos, haciendo un poco de presión para que no lograra liberarse.
—Tranquila, escúchame por favor, tengo algo que decirte, además, sé que ayer fue tu cumpleaños, así que te daré tu regalo. — Shaina quedo callada y tranquila.
Milo la soltó y tomo entre sus manos un papel, eso era su acta marital en donde decía que, por decreto divino ellos se pertenecían mutuamente, lo tomo con delicadeza e hizo un corte justo a la mitad, los ojos de Shaina se abrieron al ver tal cosa, unos cortes más y aquel papel quedo completamente despedazado, Milo tomo el anillo que reposaba en su dedo y lo retiro poniéndolo en la mesa de noche junto a la cama, luego, con delicadeza tomo la mano de la joven y también retiró el anillo.
—¿qué haces? —desconcertada lo miró, no entendía el actuar de aquel joven, ¿no se supone que él había accedido a todo esto?
—Tu y yo, Shaina no somos más que dos desconocidos, yo no te amo y tu no me amas a mí, no quiero atarte a una vida infeliz, a un destino que no es el tuyo ni el mio, por favor, se feliz con tu verdadero amor, ahora eres libre, esta boda jamás paso y tu y yo jamás nos conocimos.
Fuera de aquel cuarto, unos pasos lentos hacían eco entre la paredes de aquella casa, tres personas caminaban sobre las escaleras de mármol blanco, subiendo con demanda, reproduciendo los sonidos de las manecillas crueles del reloj vigilante de la vida, se detuvieron frente a la puerta de una habitación, un leve toque en ella; Milo giro el picaporte y abrió totalmente dejando ver a sus padres acompañados de otra persona, los orbes verdes se abrieron y de nuevo se llenaron de lágrimas, pero esta vez, de felicidad.
"despues de todo, el cruel destino no fue tan cruel, pues, amor mio, nos volvimos a encontrar; despues de todo la vida no puede ser tan desgraciada con alguien que ya sufrió demasiado, despues de todo, mi cielo, volveremos a donde fuimos felices, solos tu y yo"
Dan R
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Muchas Gracias por leer.
Datos utilizados en el capítulo:
1) las columnas de arte corinto fueron utilizadas en varias constituciones griegas, son columnas normales adornadas con hojas de acanto en la parte superior.
Dan R
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