𝟎𝟒. cindy lou who
✶ㅤ CAPÍTULO CUATRO
❪ pov — cindy laurent ❫
❛ There's red and green everywhere,
but i'm so blue. ❜
DECEMBER 𝟏𝟗 ✧ 𝟐𝟎𝟐𝟐
Al día siguiente había despertado con dolor de cabeza y de estómago. Claro, no era algo muy grave, pero lo último que deseaba era abandonar la cabaña. Para mi suerte, no teníamos nada planeado. Al menos no para el día, ya que en la noche habían reservado en un restaurante para cenar en grupo. Sin embargo, ya estaba claro que no iría.
Estaba acurrucada en el sillón con una manta bastante cómoda encima y una taza de té que Carlacia había preparado para mi. En la tele se reproducía Dash & Lily, mi mirada estaba completamente en la pantalla. Aún era temprano, Carlacia y JD estaban en la cocina preparando el desayuno mientras yo me sentía como una niña pequeña acurrucada en el sillón con mi pijama navideño.
Escuché pasos provenientes de la escalera y Andrew no tardó en aparecer, en cuanto me vió pude ver una sonrisa adornar sus labios y se acercó a la sala.
— Buenos días. — saludó sin borrar su sonrisa mientras que desviaba levemente sus ojos a la televisión. — ¿Cómo estás?
— Sobreviviendo. — repliqué antes de tomar un sorbo de mi té, notando cómo fruncía el ceño. — Desperté con dolor de cabeza y estómago.
— De seguro fue por todas las veces que rodaste por la nieve. — se burló logrando que frunciera el ceño.
— Andrew. — dije con un tono de advertencia. O al menos así fue hasta el que se dio cuenta apenas lo dije, y yo me di cuenta muy tarde.
Mierda.
— Me llamaste Andrew.
No me lo digas, Sherlock. ¿Ahora que hago? Lo último que necesitaba era que mi bocota soltara otra cosa peor.
— Lo hice. — dije intentando sonar segura, pero la verdad es que estaba teniendo un cortocircuito.
Estaba segura que se iba a enojar, que la paz se iba a terminar y que todos esos momentos se van a esfumar. Sin embargo, en vez de hacer cualquier eso, simplemente sonrío.
— Extrañaba que me dijeras así.
Yo también lo hacía, muchísimo. Porque, Drew, le pertenecía al resto. Pero, Andrew, Andrew era mío. O al menos así fue una vez.
— Bueno, Cindy Lou. Te traeré unas pastillas — aquel apodo simplemente me trajo más recuerdos, ahora todo se sentía como antes.
Y por más que quisiera luchar contra eso, no podía. Mi corazón siempre le pertenecería.
Lo observé alejarse hacia la cocina, su figura perdiéndose tras la puerta mientras yo me quedaba sentada en el sofá, atrapada en una avalancha de emociones. Mi mente corría a mil por hora, repasando lo que acababa de pasar, lo que significaba ese "extrañaba que me dijeras así".
¿De verdad lo había dicho? ¿De verdad lo sentía?
Llevé mi taza de té a los labios, aunque apenas probé un sorbo. El apodo, el tono, la sonrisa... todo se sentía como una ráfaga del pasado, una que estaba empeñada en recordarme lo mucho que habíamos compartido antes de que todo se desmoronara. "Cindy Lou", solía llamarme cuando quería molestarme o cuando intentaba romper mi concentración. Y ahora, lo decía con una familiaridad que hacía que el espacio entre nosotros pareciera inexistente.
Andrew volvió poco después con las pastillas y un vaso de agua, colocándolos sobre la mesita frente a mí. Su mirada buscó la mía, como si estuviera esperando algo, pero yo aparté los ojos y murmuré un "gracias" casi inaudible.
— Deberías descansar un poco más. — Su voz era suave, pero firme, como si estuviera cuidando de mí, como si quisiera asegurarse de que estuviera bien. — Si no te sientes mejor para la cena, puedo quedarme contigo aquí.
Mi corazón dio un vuelco. Era un gesto tan simple, pero lleno de significado. Una parte de mí quería aceptarlo, aferrarme a ese Andrew que parecía estar regresando, aunque solo fuera por un instante. Pero la otra parte, la que aún recordaba cómo se sentía perderlo, me decía que debía mantenerme a salvo.
— ¿En serio? No hace falta, no quiero que te pierdas la cena por mi culpa. — Respondí, intentando sonar más relajada de lo que realmente estaba.
— No es tu culpa si yo me ofrezco. — dijo con una sonrisa mientras tomaba asiento en el sofá, a mi lado, aunque manteniendo una distancia prudente.
— De todas formas, aquí estaré, por si necesitas algo. — dijo al fin, con un tono que parecía sugerir que no aceptaría un no por respuesta.
Y ahí estábamos, sentados en silencio, con las voces de los demás resonando de fondo y el recuerdo de lo que solíamos ser flotando entre nosotros como un fantasma. Porque, aunque quería mantenerme distante, una parte de mí sabía que Andrew nunca había dejado de ser un refugio.
Habíamos pasado toda la tarde jugando juegos de mesa en grupo. Y ahora, Madelyn se estaba alistando y dándose los últimos retoques para poder irse a la cena con los demás. Cena a la cual no iría. Si bien mi dolor de cabeza y estómago habían comenzado a desaparecer lentamente, no sentía mucho animo de salir. Y sabía que podría prepararme algo lo suficientemente bueno como para disfrutar de mi serie navideña en la comodidad del sofá
La rubia se observaba en el espejo que había en el cuarto, su ceño sutilmente fruncido. Conocia muy bien esa expresión, ya que la había visto muchas veces, tanto en ella como en mi. Madelyn era una mujer preciosa, espectacular a la vista de cualquiera, y eso que ni siquiera era lo que mas destacaba en ella, ya que su personalidad era aun mejor.
A veces me dolia muchisimo que le sea tan difícil creerlo.
— Te ves hermosa. Incluso creo que la palabra hermosa te queda corta. Estás simplemente radiante, Maddie — dije observándola desde mi cama, con mi teléfono en mis manos.
— Siempre has tenido una manera con las palabras. Te quiero, Cee. — su voz suave pero llena de agradecimiento solo logró que se me derritiera el corazón.
— Yo más, y quiero que tengas una noche magnifica. A lo loco. — hablé esta vez con un tono mas divertido, logrando que ella se diera la vuelta para observarme.
— ¿Segura que no quieres venir? — preguntó dándome aquella mirada de reproche, mezclada co preocupación.
Deseaba ir. Extrañaba a mis amigos, y ahora finalmente tenia la oportunidad de estar con ellos. SIn trabajo. Sin problemas. Pero no tenia animo. Incluso cuando lo deseaba, la energía simplemente no aparece. Y eso estaba bien.
— Gracias, pero sigo cansada y aún me duelen las rodillas de ayer. Pero no te preocupes por mi, tu ve y disfruta. — repliqué haciendo un gesto para que supiera de que todo iba bien.
— Esta bien, igualmente me quedo mas tranquila que Drew se queda. — sus palabras solo provocaron un cortocircuito en mi sistema. Que si, Andrew había mencionado el quedarse conmigo y hacerme compañía. Pero no pensaba que hablaba en serio.
— ¿Qué?
— Que si, se me ha acercado antes a decirme que no iria a la cena porque estaba preocupado de dejarte sola y queria hacerte compañía. — y sin darme cuenta, una sonrisa comenzó a crecer en mis labios. Para mi mala suerte, no la pude borrar antes de que Madelyn se diera cuenta.
— ¿Andrew dijo eso?
— ¿Así que vuelve a ser Andrew? Wow, chica, ¿ya te perdí de nuevo? — Madelyn sonrió con aquella sonrisa tan característica de ella.
— Claro que no. Solo fue un... desliz. La costumbre. — me excusé aún sabiendo que no valía la pena.
— Sigue mintiendote asi, Cee. Sabes perfectamente que lo extrañas y el te extraña de la misma manera. No entiendo porque no simplemente lo hablan y acaban con el elefante de la habitacion.
— No es tan simple, Maddie. — suspiré, desviando la mirada hacia mi taza de té medio vacía. — Hay demasiado... pasado entre nosotros.
Madelyn alzó una ceja, cruzándose de brazos.
— ¿Y qué? Todo ese pasado es lo que los tiene así, evitando lo inevitable.
Negué con la cabeza, sabiendo que no tenía la energía para entrar en esa conversación, no con todo lo que ya estaba lidiando.
— No quiero arruinar lo que sea que hay ahora. Está... tranquilo, y no quiero perder eso otra vez. — murmuré, más para mí misma que para ella.
Madelyn se inclinó, tomando mis manos entre las suyas con esa calidez y firmeza que siempre me había hecho sentir escuchada.
— Cindy, a veces evitar algo no lo hace desaparecer. Solo lo hace más grande. Hablen. Sean honestos. Tal vez no termine como esperas, pero al menos sabrás que intentaste.
Mis ojos se encontraron con los de ella por un momento antes de que suspirara y desviara su mirada, recogiendo su abrigo y su bolso.
— De todas formas, si no es ahora, será en algún momento. Y confío en que ambos lo sabrán cuando llegue ese momento. — fue lo último que dijo antes de despedirse.
La observé salir de la habitación, dejando tras de sí un silencio lleno de pensamientos que no estaba lista para enfrentar. Sin embargo, antes de que pudiera hundirme demasiado en ellos, escuché pasos en la escalera.
Andrew apareció, vistiendo una camiseta cómoda y un par de pantalones deportivos, con un vaso de agua en la mano. Sus ojos encontraron los míos, y me dedicó una pequeña sonrisa, esa que siempre lograba que mi corazón diera un vuelco traicionero.
— ¿Ya se fueron todos? — preguntó, sentándose en el sillón frente a mí, dejando el vaso sobre la mesa.
Asentí lentamente, sin apartar la mirada de él.
— Sí, hace un momento. Madelyn mencionó que te quedarías.
Él inclinó la cabeza, observándome con esa expresión tranquila pero profundamente atenta.
— Lo hice porque quería asegurarme de que estabas bien. — respondió con sinceridad. — Y porque pensé que tal vez... podríamos usar el tiempo para hablar.
Ahí estaba. El momento del que Madelyn había hablado, enfrentándome de frente. No estaba lista, pero tampoco podía huir esta vez.
— ¿Hablar de qué? — pregunté, aunque sabía perfectamente la respuesta.
Andrew suspiró, inclinándose ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas mientras entrelazaba las manos.
— De nosotros, Cindy. De lo que pasó... y de lo que todavía está aquí. Porque, por más que lo intento, no puedo ignorarlo.
Mis dedos se apretaron ligeramente contra la manta que tenía sobre las piernas, mientras sentía cómo todo dentro de mí se agitaba al mismo tiempo.
— Yo tampoco puedo. — admití finalmente, mi voz saliendo en un susurro apenas audible. — Bien, vamos a hablar, pero primero, ¿que te parece comer algo?
Drew y yo habíamos decidido cocinar spaghetti. El ambiente, para mi sorpresa, estaba aún más tranquilo de lo que esperaba. Había algo reconfortante en el sonido del agua hirviendo, el aroma del ajo salteándose en la sartén y el suave murmullo de nuestros movimientos en la cocina.
— Pásame la salsa, ¿quieres? — dijo Drew, interrumpiendo el cómodo silencio.
Extendí la mano hacia el frasco y se lo entregué sin decir nada, notando cómo sus dedos rozaron los míos por un breve segundo. Él no hizo ningún comentario al respecto, pero por la forma en que su mandíbula se tensó, supe que lo había notado.
— No esperaba que fueras tan bueno en la cocina. — comenté, tratando de distraerme del incómodo revoloteo en mi pecho.
Drew rió suavemente, sin apartar la vista de la sartén mientras vertía la salsa.
— Hay muchas cosas que no sabes de mí, Cindy.
No supe cómo responder a eso. Su tono no era desafiante, pero había una honestidad en sus palabras que me dejó un poco desarmada.
— Bueno, eso es culpa tuya. — me atreví a replicar con una sonrisa tímida. — Tú fuiste quien decidió alejarse.
Fue ahí cuando me maldecía mentalmente, aquel comentario se me había salido de la boca sin querer. Por un momento, el sonido del burbujeo de la salsa fue lo único que llenó el espacio entre nosotros. Drew dejó la cuchara de madera sobre el borde de la sartén y se giró hacia mí.
— Lo sé. — Su mirada era seria, pero no dura. Había algo casi vulnerable en la forma en que sus ojos se encontraron con los míos. — Y fue probablemente el error más grande que he cometido.
— Yo también cometí un error, — murmuré logrando que me mirara con curiosidad y un poco de sorpres, su atención estaba completamente en mi. — alejarte.
Mi respiración se detuvo por un instante, sus ojos se suavizaron, repasando cada facción de mi rostro. Sin embargo, no dijo nada, Drew volvió a enfocarse en la sartén, y por alguna razón, me sentía agradecida.
Unos minutos después, estábamos los dos en el sofá con nuestros platos de pasta, en completo silencio. El calor de la chimenea nos envolvía, haciendo que todo se sintiera más acogedor, más íntimo. De fondo, se escuchaba el crepitar del fuego, mezclado con las risas lejanas de los demás en la sala contigua.
Tomé un bocado de mi pasta, pero apenas podía saborearla. Mi mente seguía atrapada en la conversación de la cocina, en las palabras que Drew había dicho y en todo lo que quedaba por decir. Cada tanto lo miraba de reojo, notando cómo su atención parecía fija en su plato, aunque algo en su postura me decía que tampoco estaba realmente concentrado en la comida.
— Esto está bueno. — dijo de repente, rompiendo el silencio. Su voz sonó tranquila, pero no del todo casual.
— Sí, creo que hicimos un buen trabajo. — respondí, intentando seguir su tono. Pero cuando nuestras miradas se cruzaron por un breve instante, supe que ambos estábamos pensando en lo mismo: la conversación que habíamos dejado a medias.
Drew dejó su plato sobre la mesa de centro y se recargó contra el respaldo del sofá, observándome por unos segundos antes de hablar.
— Cindy, lo que dije antes... — comenzó, su voz más baja, casi como si estuviera tanteando el terreno. — No quiero que pienses que lo mencioné solo porque sí.
Bajé mi plato también, girándome ligeramente hacia él. Mi corazón latía más rápido, pero hice todo lo posible por mantener la calma.
— No lo pensé así. — admití, con sinceridad. — Pero tampoco sé qué hacer con lo que dijiste.
Drew asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras. Sus ojos estaban llenos de algo que no podía identificar del todo: ¿esperanza? ¿duda? ¿miedo?
— No espero que tengas una respuesta ahora mismo. — dijo al fin, con un tono honesto que me desarmó, me dejó aún más confundida. — Pero quiero que sepas que estoy aquí. Que no me voy a ir esta vez.
Mi pecho se apretó ante esas palabras, y durante un momento, simplemente nos quedamos en silencio, mirándonos. Era como si el calor de la chimenea no fuera lo único que nos envolvía; había algo más, algo que habíamos dejado de lado por mucho tiempo y que ahora comenzaba a resurgir.
Era hora de hablar. Era hora de confesar, esperar a que sus brazos me aceptaran nuevamente.
— Cuando sucedió lo de nosotros. No fue porque ya no estaba enamorada. Estaba recibiendo mucho odio por las redes, y si bien nuestra relación era privada, aún así tenía miedo de que eso te afectara a ti y tú carrera. — susurré al final, sintiendo cómo mi propia muralla comenzaba a ceder, aunque fuera un poco. No lo estaba mirando, no podía. — No quería que lo perdieras todo... por mi.
El silencio que siguió a mis palabras fue casi ensordecedor. Sentí el peso de mi confesión colgando en el aire, mientras el sonido del fuego crepitando en la chimenea parecía atenuarse a la distancia. No me atrevía a mirarlo, temiendo lo que podría ver en sus ojos: enojo, decepción... o algo peor.
— Cindy... — Su voz era baja, pero contenía un peso que me obligó a levantar la mirada, aunque fuera solo un poco. Lo vi acercarse a mi, dudando un poco antes de llevar su mano a mi mejilla. — ¿Eso es lo que pensabas? ¿Que estaba mejor sin ti?
Quise responder, pero las palabras simplemente no salían. Todo lo que podía hacer era asentir ligeramente, sintiendo cómo mi garganta se cerraba.
— Dios... — Drew suspiró. Su mirada era una mezcla de frustración y algo que no podía descifrar del todo. Su tacto simplemente hacía que una ola de electricidad recorriera mi cuerpo. — Lo que pasara en redes, lo que dijeran... nunca me importó. Nunca habría dejado que afectara mi carrera o lo que siento por ti. Pero, Cindy, me dolió que tomaras esa decisión sin siquiera hablarlo conmigo.
— Lo sé. — murmuré, finalmente encontrando mi voz, aunque temblaba. — Y me arrepiento. Pero en ese momento pensé que era lo mejor para los dos.
— No lo fue. — respondió casi de inmediato, aunque su tono no era acusador, sino lleno de una tristeza que me atravesó el pecho. — Todo lo que quería era estar contigo, y cuando te alejaste... me sentí perdido.
Sus palabras me desarmaron. Todo este tiempo había creído que estaba protegiéndolo, pero en realidad lo había herido de la misma manera en que me había herido a mí misma.
— Lo siento tanto, Andrew. — logré decir, mi voz quebrándose al final.
Él negó con la cabeza y, sin decir nada más, tomó mi mano entre las suyas. Fue un gesto simple, pero lleno de significado, como si estuviera intentando reconstruir algo que había estado roto durante demasiado tiempo.
— No podemos cambiar lo que pasó. — dijo suavemente, su mirada fija en nuestras manos entrelazadas. — Pero estoy aquí ahora, y quiero intentar arreglarlo. Si tú también quieres.
Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y por primera vez en mucho tiempo, algo parecido a la esperanza comenzaba a brotar en mí.
— Yo también quiero. — susurré, apenas capaz de creer que esas palabras salían de mi boca.
Drew sonrió ligeramente, apretando mi mano con suavidad. Y en ese momento, bajo el calor de la chimenea y con el sonido del fuego llenando el silencio, sentí que algo finalmente empezaba a sanar.
Sus manos se movieron de mis manos a mis mejillas inclinándose hacia mi, solo logrando que los nervios aceleraran.
— ¿Puedo? — sabía a lo que se refería, así que no dude en asentir con una pequeña sonrisa decorando mis labios.
Y acto seguido, sus labios se presionaron en los míos como si encajaran a la perfección.
El mundo pareció detenerse por completo en ese momento. Su toque era suave, casi cauteloso, como si temiera romper algo frágil. Cerré los ojos, dejando que el calor de sus labios se mezclara con el de la chimenea y el latido acelerado de mi corazón. Había algo tan familiar y, al mismo tiempo, tan nuevo en ese beso que me hacía sentir como si todo volviera a encajar en su lugar.
Su mano se deslizó de mi mejilla a mi cuello, acercándome un poco más a él, mientras yo descansaba mis manos sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón, rápidos, sincronizándose con los míos.
Cuando finalmente nos separamos, apenas unos milímetros, nuestras frentes se quedaron juntas. Abrí los ojos para encontrarme con los suyos, que brillaban con una mezcla de emoción y algo más profundo que no podía identificar del todo.
— He extrañado esto más veces de las que puedo contar. — confesó Drew en un susurro, su aliento cálido chocando contra mis labios.
— Yo también. — admití, mi voz tan baja que apenas parecía mía.
No hubo más palabras, porque no eran necesarias. En ese momento, con la luz del fuego bailando en sus ojos y nuestras respiraciones entrelazadas, supe que algo había cambiado entre nosotros. No era una vuelta al pasado; era un nuevo comienzo, uno que parecía incluso mejor que lo que habíamos dejado atrás.
Drew sonrió, esa sonrisa suave y genuina que siempre lograba desarmarme, antes de presionar un beso rápido en mi frente.
— No sabes cuánto te extrañé, Cindy Lou. — bromeó, logrando que riera suavemente.
— Yo te extrañé más, Andrew. — repliqué, aún sintiendo el calor de sus labios en los míos.
Y mientras nos acomodábamos nuevamente en el sofá, esta vez más cerca que nunca, con su brazo rodeándome y mi cabeza apoyada en su hombro, sentí una tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo. Todo estaba bien. O al menos, estaba empezando a estarlo.
Luego de unas horas estábamos los dos acurrucados terminando de ver Dash & Lily, una manta nos cubría a ambos logrando que todo se sintiera más acogedor.
— Mierda, se me olvidó. Te tengo un regalo. — dijo removiéndose en su lugar para levantarse y dirigirse a el armario de chaquetas y volver con una bolsa de regalo. — Tómalo como un regalo adelantado de Navidad.
Solté un risa corta y nerviosa tomando la bolsa mientras el se volvía a acurrucar a mi lado, acariciando mi cabello. De aquella bolsa saqué una caja bastante delicada y pesada. Y una vez que la abrí, ahí estaba, aquella esfera de nieve que había visto en la feria navideña.
Mis ojos se abrieron sorprendidos al ver la esfera de nieve. La misma que había llamado mi atención en la feria, ahora estaba en mis manos, rodeada de detalles dorados y nieve artificial que parecía flotar mágicamente en su interior. La pareja en la pista de patinaje se movía al ritmo de una pequeña melodía que se activó cuando giré la base.
— ¿Cómo...? — mi voz era apenas un susurro mientras levantaba la mirada hacia Drew.
Él sonrió, esa sonrisa tranquila que siempre lograba desarmarme.
— Te vi mirarla con tanto detenimiento que supe que no podías dejarla ahí. Pero antes de que pudiera comprarla, Rudy me distrajo y aproveché para volver después y llevármela. — explicó encogiéndose de hombros, como si fuera lo más natural del mundo.
— Drew, esto es... perfecto. — murmuré, sosteniéndola con cuidado entre mis manos, sintiendo una mezcla de emociones que no podía describir del todo.
— Quiero que tengas algo que te recuerde que mereces todo lo bueno. Algo que te haga sonreír incluso cuando las cosas parezcan complicadas.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo podía ser tan atento, tan... él? Sin pensarlo demasiado, me incliné hacia él y lo abracé, presionándome contra su pecho mientras aún sostenía la esfera en mis manos. Sentí cómo sus brazos me rodeaban, fuertes pero reconfortantes, como si estuviera exactamente donde debía estar.
— Gracias, Andrew. — susurré, dejando que su nombre real escapara de mis labios una vez más, sintiéndolo natural y perfecto.
— No es nada. — respondió, acariciando mi cabello con ternura.
Y en ese momento, bajo la manta y con la esfera brillando en mis manos, supe que no había ningún regalo en el mundo que pudiera superar a lo que estábamos construyendo de nuevo entre nosotros.
— Sabes, siempre quise patinar, pero tengo el equilibrio de Bambi. — bromeé agitando la esfera para que sucediera aquel efecto de la nieve artificial.
— Eso se puede arreglar. Vamos, ve por tu chaqueta y yo iré a por los patines. te enseñaré a patinar.
— ¿En serio? ¿Ahora en la noche? — pregunté, un poco sorprendida por la propuesta.
Drew se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.
— ¿Por qué no? La nieve está perfecta y, además, todo se ve más bonito de noche. ¿Qué mejor momento para intentarlo?
Me quedé pensando por un momento. Tal vez no era la mejor idea, pero algo en su tono me hizo querer aceptar. Había algo en su mirada que me decía que, con él a mi lado, no podía salir tan mal.
Mientras yo buscaba mi chaqueta y me preparaba para salir, sentí esa mezcla extraña de nervios y emoción. Estaba ansiosa por pasar tiempo con Drew, pero también consciente de lo mucho que había cambiado todo entre nosotros. Sin embargo, una parte de mí simplemente quería disfrutar del momento, sin pensar demasiado en el pasado o en lo que podría venir después.
— ¿Lista? — preguntó Drew, dándome una última mirada mientras me ajustaba los guantes.
Asentí, sonriendo.
— Más que lista.
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