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𝟎𝟑. santa doesnt know you like i do

✶ㅤ CAPÍTULO TRES
❪ pov — cindy laurent ❫

Know how to make you laugh, kiss all
your tears away, only i can do that.

DECEMBER 𝟏𝟗 ✧ 𝟐𝟎𝟐𝟐

Habíamos llegado a la cabaña alrededor de las cuatro de la madrugada. Era una casa grande, con ventanales que dejaban entrever el bosque nevado, pero a pesar de su tamaño tenía un aire acogedor. Todo el lugar desprendía calidez, con la madera crujiente bajo nuestros pies y el aroma a pino que flotaba en el aire. Había cuatro habitaciones, cada una equipada con dos camas perfectamente hechas y cobijas tan gruesas que parecían prometer sueños sin interrupciones.

Repartirnos las habitaciones fue más sencillo de lo que esperaba: Rudy y JD compartieron una, Chase y Drew otra, Madison y Carlacia en la tercera, y finalmente, Madelyn y yo en la última. Apenas descargamos las maletas —o más bien, apenas las descargaron los chicos, ya que yo solo di apoyo emocional—, cada uno desapareció casi de inmediato en busca de una cama, el cansancio del viaje dejándonos fuera de combate.

Sin embargo, la mañana llegó más rápido de lo que imaginaba. Un rayo de luz atravesó las cortinas de mi ventana, iluminando la habitación con un cálido resplandor, y a pesar de haber dormido poco, me sentía con energía suficiente como para enfrentar el día. Según nuestro itinerario improvisado, hoy exploraríamos una feria navideña en el pueblo cercano y luego pasaríamos la tarde esquiando.

El sonido de pasos arrastrándose y el inconfundible aroma a café que comenzaba a impregnar la cabaña anunciaron que no era la única que había decidido madrugar. Salí de la habitación con un suéter grueso y calcetas de lana, lista para enfrentar el frío, y encontré a Drew en la cocina, despeinado, con un vaso de agua en la mano y los ojos aún entrecerrados.

— Son las nueve de la mañana, ¿y ya estás despierta? Llegamos a las cuatro — murmuró con el ceño fruncido, cómo si fuera imposible que tuviera energía a esta hora.

— Tengo resistencia. Buenos días — murmuré, intentando no parecer demasiado sorprendida al verlo allí tan temprano.

— ¿Dormiste bien? — preguntó mientras asentía, caminando hacia la cafetera que ya estaba encendida.

— Mejor de lo que esperaba, considerando las circunstancias. ¿Y tú?

— Digamos que compartir cuarto con Chase es... interesante. — rodó los ojos con una mezcla de diversión y resignación, lo que me hizo soltar una pequeña risa.

— ¿Ronca como un camión? — pregunté mientras servía una taza de café y lo miraba por encima del hombro.

— Peor. Y además habla dormido. Estuve tentado a grabarlo para chantajearlo después. — su tono era ligero, casi como si quisiera olvidar por un momento cualquier tensión entre nosotros.

— Deberías hacerlo. Creo que todos apreciaríamos ese material. — le tendí una taza de café, que aceptó con un ligero asentimiento de cabeza.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno concentrado en el vapor que salía de nuestras tazas. Afuera, la nieve caía suavemente, cubriendo el paisaje con una capa aún más espesa que la noche anterior. Desde la ventana de la cocina, podía ver cómo los primeros rayos del sol bañaban el bosque en tonos dorados. Era un cuadro tan perfecto que por un instante olvidé la incomodidad que me había seguido durante todo el viaje.

Me acerque a la despensa de la cocina y saqué un pastel de frutas navideño que Madelyn había comprado para el viaje. Lo dejé en la barra sintiendo cómo la mirada de Drew viajaba de la ventana hacia mi.

— ¿Quieres? Lo compró Maddie — murmuré sacando un cuchillo de los cajones para cortarlo.

— No, gracias. El pastel de frutas me hace sentir mal.

— Más para mi — dije con una pequeña sonrisa mientras me servía un pedazo.

— Este lugar es increíble — comentó Drew antes de llevarse la taza entre sus labios. — Maddie y Chase acertaron al elegirlo.

— Sí, tiene algo especial. Como si fuera sacado de una postal navideña. — apoyé mi taza en la encimera y crucé los brazos, observando el paisaje.

Podía sentir su mirada en mí, pero me negué a voltear. No quería enfrentar esa intensidad, no tan temprano, no sin una segunda taza de café. Sin embargo, Drew no dijo nada más, simplemente se acercó un poco más a la ventana, quedándose a mi lado mientras ambos observábamos el bosque.

— ¿Lista para el día? — preguntó después de un rato, su tono suave.

— Lo estoy. Aunque espero que tengan en cuenta que no soy muy buena esquiando. — le lancé una mirada de reojo, encontrando una sonrisa divertida en su rostro.

— No te preocupes, puedo enseñarte. — su respuesta fue simple, pero había algo en su voz que me hizo dudar.

Desvié la mirada nuevamente, sintiendo cómo el ambiente cambiaba ligeramente entre nosotros. Tal vez no debería haber venido a este viaje, pero ahora que estaba aquí, comenzaba a pensar que tal vez había cosas que necesitábamos resolver. Cosas que, de una forma u otra, seguían presentes, incluso en medio de la nieve y el café caliente.

— ¿Realmente quieres? — pregunté observándolo directamente finalmente, con una seguridad que no tenía. Mi tono lo decía todo, sabía porque lo decía de aquella manera.

— Cindy...

— ¡Buenos días! — saludó Madelyn de manera animada, entrando a la cocina junto a Madison. Rápidamente me alejé de Drew con el plato con el pastel en mis manos.

— ¿A qué hora iremos a la feria? — habló esta vez Mads, mientras se acercaba a mi para robarme un pedazo de pastel.

— ¿Qué les parece a las 11:30? A esa hora todos estarán despiertos y seguramente listos — dijo Drew pero no lo mire, no podía.

Madelyn y Madison intercambiaron miradas antes de asentir, ambas pareciendo satisfechas con la idea. Mientras tanto, yo seguía evitando la mirada de Drew, sintiendo cómo su presencia llenaba el espacio, haciendo que mi corazón latiera más rápido de lo que debía. No sabía si era la cercanía, la tensión que había quedado entre nosotros, o simplemente la incomodidad de no saber cómo actuar después de todo lo que había pasado, pero el silencio que siguió se sintió pesado.

— Perfecto, entonces a las 11:30. — dijo Madelyn con entusiasmo, como si no hubiera pasado nada entre Drew y yo. Como si estuviéramos todos perfectamente en paz, lo cual era claramente falso.

Madison sonrió mientras mordía el pastel que había "tomado prestado" de mi plato. Mi mente seguía atrapada en la conversación no terminada con Drew. Tal vez el esquí era lo de menos, pero no podía evitar preguntarme si había algo más que no estábamos abordando. ¿Realmente se había ido tan fácil, o todo lo que hicimos fue apartar el problema como si no importara?

Drew fue el primero en irse, dejándonos a las chicas en la cocina mientras nos preparábamos para la excursión del día. Cuando me giré para tomar mi abrigo, lo vi de nuevo, con los ojos clavados en mí por un segundo, antes de que se diera la vuelta y se dirigiera hacia la puerta.

Dios este viaje me iba a volver loca.

¿Este viaje o él?

— Oye, ¿todo bien? — preguntó con un tono serio Madelyn una vez que se acercó, que me hizo mirarla por un instante.

— Claro — respondí rápidamente, sin mucho ánimo. Pero ella no pareció convencida.

— Sabes que no me voy a quedar tranquila hasta que me cuentes qué pasa, ¿verdad?

Suspiré, pasando una mano por mi cabello.

— No es nada, en serio. Solo... olvídalo.

Ella no presionó más, pero su mirada me decía que sabía que no estaba siendo completamente honesta.

El aire estaba fresco, pero no demasiado frío, justo lo suficiente para que la atmósfera festiva de la feria fuera aún más acogedora. Las luces brillaban por todas partes, decorando los puestos de madera y las carpas que se alineaban a lo largo de las calles. El sonido suave de villancicos y risas de niños correteando por ahí llenaba el aire, y el olor a mantecadas y chocolate caliente flotaba por encima del bullicio.

Madelyn estaba hablando animadamente sobre las posibles compras que íbamos a hacer, mientras que Madison y Carlacia se adelantaban para mirar las decoraciones y artesanías en los puestos. A pesar de estar rodeada de amigos y la calidez de la feria, mi mente no dejaba de irse a ese momento con Drew, en la cocina de la cabaña. La duda seguía ahí, en el fondo de mi pecho, mezclándose con la nostalgia que sentía al pensar en lo que alguna vez compartimos.

— Oye, ¿qué piensas de todo esto? — preguntó Madelyn de repente, sacándome de mis pensamientos. Me miraba con una sonrisa curiosa, como si intentara leerme.

— ¿De qué? — respondí, fingiendo no haber estado perdida en mis pensamientos.

— De Drew, claro — dijo ella, guiñándome un ojo. — Tú sabes que no soy tonta, Cindy. Algo está pasando entre ustedes, y no me puedes decir que no lo has notado.

Un nudo se formó en mi estómago al escuchar su nombre. Me giré hacia ella, bajando la voz para que no nos oyeran los demás.

— No sé, Maddie. Las cosas están raras. — me detuve un momento, mirando a Drew a lo lejos mientras hablaba con Chase. — Es como si estuviéramos volviendo a lo mismo, pero no sé si quiero... arriesgarme otra vez.

Madelyn no respondió de inmediato, pero vi cómo su expresión cambiaba por un segundo. Parecía más seria de lo habitual.

— Tal vez no se trata de arriesgarse, Cindy — dijo finalmente, con un tono que era mucho más suave de lo que esperaba. — Tal vez se trata de ser honesta con lo que realmente sientes. Ambos lo saben. No hay vuelta atrás si sigues ignorando lo que está justo frente a ti.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Ella tenía razón en cierto modo, pero el miedo seguía ahí, envolviendo mi corazón. Miré a Drew una vez más, solo para darme cuenta de que, aunque estábamos rodeados de gente y de diversión, había una distancia que ninguno de los dos parecía dispuesto a cruzar.

Madelyn sonrió, como si hubiera leído mis pensamientos.

— Ya lo verás, Cindy. A veces las cosas tienen que romperse un poco para que vuelvan a encajar.

Pero lo cierto era que, en mi mente, Drew seguía presente, incluso entre las luces brillantes y los villancicos.

Las palabras de Madelyn me dejaron pensando por un rato, sentí cómo la rubia se separaba de mi para observar con más a detalle cada puesto de artesanías. Aproveché para hacer lo mismo y me tomé mi tiempo para husmear.

Todo parecía hermoso, sin embargo, se había acaparado de toda mi atención una esfera de cristal navideña. Era magnífica. Tenía detalles dorados mientras que la base estaba pintada de un color blanco. En su interior, una escena navideña cobraba vida: era una especie de pista de patinaje de hielo y en ella, una pareja patinaban juntos. Cuando la giré suavemente, pequeñas partículas de nieve artificial comenzaron a caer, creando un efecto mágico que me hizo sonreír sin querer.

Por un momento, me permití perderme en la pequeña escena dentro de la esfera. Sin pensar mucho, decidí que quería comprarla, sintiendo que era un pequeño pedazo de tranquilidad que podía llevar conmigo. Aunque antes de que pudiera hacerlo, las voces de las chicas llamaron mi atención, llamándome a ver uno de los estantes que había.

Dejé la esfera con cuidado en su lugar, prometiéndome volver por ella más tarde, y me dirigí hacia donde estaban Madelyn y las demás. Las encontré frente a un puesto lleno de bufandas y guantes tejidos a mano, todos decorados con patrones invernales.

— Mira esta, combina perfectamente contigo — dijo Carlacia, sosteniendo una bufanda de tonos crema y dorados. Me reí suavemente mientras tomaba la prenda entre mis manos. Era suave y cálida, pero antes de responder, noté a Drew al otro lado del puesto, observando algo con detenimiento.

Sentí mi corazón tamborilear un poco más rápido al verlo inclinarse para examinar un pequeño tren de madera en uno de los estantes. Parecía estar considerando si comprarlo o no. Sus labios se fruncieron ligeramente, algo que siempre hacía cuando estaba concentrado. Aparté la mirada, sintiendo un calor que nada tenía que ver con la bufanda en mis manos.

— ¿Qué opinas? — insistió Carlacia, ajena a mi distracción.

— Me encanta. Creo que la llevaré. — decidí mientras sacaba mi cartera y pagaba por ella, agradeciendo el esfuerzo por hacerme sonreír.

Madelyn, como siempre, no se perdió mi breve momento de distracción y alzó una ceja con una mirada inquisitiva mientras las demás seguían curioseando. Se inclinó hacia mí, con esa expresión de quien sabe más de lo que dice.

— ¿Qué estás mirando? — preguntó con voz baja, apenas contenida.

— Nada — respondí demasiado rápido, lo que, por supuesto, solo la hizo reír.

— Seguro. Porque nada te pone esa cara. — me dio un pequeño codazo antes de volver su atención al estante.

Suspiré y volví a mirar hacia donde estaba Drew, pero él ya no estaba allí. Lo busqué brevemente con la mirada, pero decidí que lo mejor era dejarlo estar. Este viaje ya estaba resultando más complicado de lo que esperaba, y lo último que necesitaba era añadir más confusión a la mezcla.

— ¿Lista? — preguntó Madelyn, sosteniendo una bolsa con sus compras — ¡Ahora a esquiar!

Asentí, ajustando la bufanda nueva alrededor de mi cuello. Pero mientras nos alejábamos del puesto, no pude evitar volver a pensar en la esfera de cristal. Algo en esa pequeña escena de tranquilidad seguía llamándome, aunque no estaba segura de por qué.

El camino hacia la pista de esquí estuvo lleno de risas y conversaciones animadas. Madelyn hablaba sin parar sobre cómo planeaba ganarle a todos en una carrera improvisada, mientras Carlacia y Madison discutían qué bebida caliente sería mejor para después de esquiar: chocolate o sidra. Yo las seguía en silencio, mi mente aún atrapada en la imagen de la esfera de cristal y en el extraño consuelo que había sentido al mirarla.

Cuando llegamos, el frío parecía más intenso, pero la vista era espectacular. La pista estaba rodeada de árboles cubiertos de nieve, y las montañas al fondo se alzaban como gigantes silenciosos. Mientras los demás se ocupaban de alquilar sus esquís y prepararse, me quedé atrás observando el paisaje. Había algo mágico en ese lugar, como si estuviera en un mundo completamente distinto.

— ¿Lista para que te enseñe? — la voz de Drew a mi lado me tomó por sorpresa. Lo miré y, aunque llevaba las gafas de esquí puestas, pude notar la pequeña sonrisa que se formaba en sus labios.

— ¿Tú me vas a enseñar? ¿Quién dijo que necesitaba tu ayuda? — respondí, intentando sonar segura, aunque el hecho de que nunca había esquiado en mi vida me traicionaba por completo.

Aún así, me sentía confundida en su propuesta. Lo único que esperaba es que quisiera pasar más tiempo conmigo. Digo, después de lo que pasó. ¿Acaso eso significaba que me había superado por completo? A lo mejor para el ahora solo era una compañera más.

— Solo intento evitar que termines en el suelo a los dos minutos. — su tono era despreocupado, pero había un destello de diversión en sus palabras.

— Muy considerado de tu parte. — rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír mientras me ajustaba los guantes.

El resto del grupo ya estaba en camino hacia el telesilla, y antes de que pudiera protestar, Drew tomó mis esquís y los cargó como si no pesaran nada. Caminamos juntos hacia donde nos esperaban los demás, y no pude evitar notar lo natural que se sentía tenerlo a mi lado, aunque intentara ignorarlo.

Una vez en la cima de la pista, miré hacia abajo y sentí cómo mi confianza se desmoronaba. La pendiente parecía mucho más pronunciada desde allí, y mis piernas comenzaron a temblar un poco.

— Vamos, no es tan malo como parece. — Drew se colocó a mi lado, inclinándose ligeramente para ajustar uno de mis esquís. Su cercanía hizo que mi corazón latiera con fuerza, pero me obligué a concentrarme.

— Fácil para ti decirlo. Tú ya sabes lo que haces. — tragué saliva y di un paso hacia el borde.

— Confía en mí. Solo sígueme. — su voz era calmada, y algo en ella logró relajarme un poco.

Tomé una respiración profunda, cerré los ojos por un momento y finalmente me dejé llevar, siguiendo sus movimientos mientras nos deslizábamos por la pista.

El frío golpeaba mi rostro mientras descendía, y aunque al principio mi cuerpo estaba rígido de nervios, poco a poco me fui soltando. Mis movimientos eran torpes y descoordinados, pero al menos lograba mantenerme en pie. Podía escuchar las risas y gritos animados del resto del grupo a lo lejos, y justo frente a mí, Drew se movía con una gracia que solo hacía que me sintiera más consciente de mi falta de habilidad.

— ¡Relaja las rodillas! — gritó por encima del viento mientras miraba hacia atrás para asegurarse de que lo seguía.

Hice mi mejor esfuerzo por seguir sus indicaciones, aunque más de una vez estuve a punto de caer. Aún así, había algo emocionante en la experiencia. La velocidad, el aire helado, la blancura de la nieve... todo me hacía olvidar, aunque fuera por unos minutos, cualquier otra cosa.

Sin embargo, mi momento de euforia duró poco. Una curva particularmente cerrada apareció frente a mí, y a pesar de mis intentos de girar como Drew había mostrado, mi pie izquierdo se enganchó en algo, y antes de darme cuenta, estaba rodando cuesta abajo como una bola de nieve descontrolada.

— ¡Cindy! — la voz alarmada de Drew me alcanzó antes de que todo se detuviera de golpe.

Abrí los ojos lentamente, sintiendo la nieve helada contra mi cara y el dolor en cada parte de mi cuerpo. Al menos no parecía haberme roto nada, pero mi dignidad definitivamente había quedado enterrada bajo la nieve.

Podía escuchar cómo Drew llegaba a mi lado, mientras que yo estaba boca abajo, con mi rostro escondido.

— ¿Estás bien? — Drew estaba a mi lado en segundos, quitándose las gafas y arrodillándose junto a mí. Había preocupación en sus ojos, sin embargo, yo solo empecé a reír mientras me daba vuelta. — Idiota.

— Creo que la nieve me odia. — murmuré con una mueca, tratando de sentarme mientras él me ayudaba a sacudirme la nieve de la chaqueta.

— No, no es la nieve, eres tú. — su tono era burlón, pero había algo cálido en su expresión. — Vamos, déjame ayudarte.

Extendió su mano hacia mí, y después de dudar un segundo, la tomé. Sus dedos estaban cálidos contra los míos, y mientras me ponía de pie con su ayuda, no pude evitar notar lo cerca que estábamos.

— Supongo que este es el momento en el que me dices "te lo dije". — intenté romper el momento, pero mi voz salió más suave de lo que esperaba.

Drew sonrió, esa sonrisa que tantas veces había sido mi refugio.

— No hace falta. Creo que tú ya lo sabes. — y por un instante, sus ojos encontraron los míos, tan llenos de algo que no me atrevía a descifrar, antes de apartar la mirada y soltarme con suavidad. — Anda, sigamos antes de que te congeles.

Dijo antes de comenzar a caminar cuesta abajo, dejando a su paso algo que no sabía si llamar alivio o confusión.

FRUITCAKE RECIPE
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