𝟎𝟏. a nonsense christmas
✶ㅤ CAPÍTULO UNO
❪ pov — cindy laurent ❫
❛ Here's a lil' carol i wrote, it's
about you and me. ❜
DECEMBER 𝟏𝟕 ✧ 𝟐𝟎𝟐𝟐
Algo que me había enseñado la fama, es que da igual lo que hagas, siempre terminarás sola. Una persona que es constantemente el centro de atención para que otras personas la admiren, que la observen a través del cristal, siempre permanecerá sola al final del día.
Eso mismo había pasado con Andrew. Luego de una relación de tres años, nunca me había sentido tan preparada para pasar mi vida con alguien, para adorar a esa persona día y noche hasta el final de mis días. Con Drew, me sentía libre, escuchada y amada. Nunca pensé que me llegaría a sentir así con un hombre, pero así fue.
O al menos, hasta que el odio volvió a recaer en mi.
El odio siempre regresaba, silencioso pero implacable, como olas golpeando la costa. Lo sentía en cada mirada prolongada en la calle, en los susurros que no alcanzaba a escuchar pero que sabía que eran sobre mí. Lo veía en las redes sociales, en los comentarios que intentaba evitar pero que siempre terminaban encontrándome. Palabras que no tenían rostro, pero que se sentían personales, casi familiares.
Cuando todo acabó con Drew, fue como si alguna especie de karma, meses luego de que nuestra relación terminara, todo se calmó. Lo cual era curioso, ya que, drew y yo siempre mantuvimos todo en secreto.
Creo que me dolió más perderlo por definitivamente que recibir todo aquel odio. Y ahora, nada me lo traería devuelta, a lo mejor así el estaría mejor. Pues ya había pasado un año.
Caminaba sin rumbo por la ciudad, como si el movimiento pudiera arrancarme esa sensación de estar atrapada. El aire era frío, y las luces navideñas comenzaban a aparecer en los escaparates. La normalidad de las calles me parecía absurda, como si todo el mundo estuviera funcionando perfectamente mientras yo me desmoronaba en silencio.
En medio de mis pensamientos, un aroma familiar me sacó de golpe de mi espiral. Café recién hecho, con un toque de vainilla y algo dulce, probablemente canela. Levanté la vista y me di cuenta de que estaba frente a una pequeña cafetería, esa cafetería, el tipo de lugar que parecía acogedor incluso desde afuera, con sus luces cálidas y ventanas empañadas por el vapor. Sin pensarlo demasiado, abrí la puerta, buscando algo, cualquier cosa que me ayudara a desconectarme.
No había entrado en ese lugar desde el veintitrés de diciembre. El día en el que Drew y yo lo dejamos. Bueno, ya era suficiente, debía superar, ¿verdad? Pero es que una vez que entré, fue como vivirlo una vez más.
— No sé cómo seguir —susurró, su voz apenas un eco entre el murmullo del café.
El peso de sus palabras cayó sobre mí como una avalancha. No lloré, no grité, solo me quedé quieta, mirando sus ojos mientras él evitaba los míos. Sabía que esto iba a pasar. Tal vez lo supe desde el principio, pero había fingido que el amor era suficiente para ignorar todo lo demás. La fama, los rumores, las expectativas. Todo lo que nos rodeaba era un monstruo que poco a poco nos había devorado.
— ¿Esto es por mí o por lo que represento? — le pregunté al fin, mi voz más firme de lo que esperaba.
Andrew se quedó callado, como si no tuviera una respuesta clara, o tal vez porque la respuesta era demasiado dolorosa para decirla en voz alta. Se pasó una mano por el cabello, un gesto que hacía cada vez que estaba abrumado.
— No es solo por ti — admitió al final —. Es todo. Todo esto... cada vez te siento mas lejos, cada vez me alejas más, Cindy. Y yo... no sé si puedo seguir así.
Y ahí estaba. La confesión que temía escuchar, pero que ya sabía en el fondo. No era solo odio lo que recaía en mí; era el peso de ser yo misma, de llevar esta vida que había elegido pero que también había empezado a detestar en silencio. Andrew no me odiaba, pero odiaba todo lo que venía con amarme.
Ese día no discutimos. No había nada más que decir. Sabía que su decisión ya estaba tomada, y aunque dolía como un corte profundo, también entendía que no podía culparlo. No todos están hechos para amar a alguien que vive en una jaula de cristal, expuesta para que el mundo entero la mire y la juzgue.
Dejando tras de sí un espacio vacío que parecía aún más grande que cuando estaba a mi lado. No lo culpé, pero tampoco pude evitar odiarme un poco más. Porque, al final, la fama no solo me había dejado sola; también había hecho que me convirtiera en alguien imposible de amar.
Mi teléfono comenzó a sonar debido a las notificaciones y supe enseguida que se debía a Maddie, con la que había quedado para tomar un café. Con mi mirada en el teléfono caminé hacia el mostrador para pedir un café mientras esperaba. O al menos hubiera sido así si no fuera porque choqué fuertemente con alguien más.
Y ahí estaban, aquellos ojos azules y profundos que alguna vez me miraron con amor, pero que ahora solo reflejaban sorpresa... y algo más que no podía descifrar. Andrew.
El mundo pareció detenerse por un instante mientras nos mirábamos, atrapados en un silencio incómodo que se sentía más pesado que cualquier palabra que pudiera haberse dicho. Mi respiración se aceleró, pero me esforcé por mantener la compostura. Él seguía igual, aunque algo en su expresión había cambiado. Tal vez era la falta de esa calidez que solía tener cuando me miraba. Tal vez era el peso del tiempo y todo lo que no habíamos dicho.
— Perdón, no te vi — dije al fin, mi voz apenas un murmullo, aunque no estaba segura de si hablaba del choque o de algo mucho más profundo.
Andrew dio un paso atrás, sosteniendo su taza de café como si fuera un escudo.
— No pasa nada — respondió, su tono tan neutral que dolía más que cualquier reproche.
Intenté moverme hacia un lado, darle espacio para que pasara, pero mis pies parecían pegados al suelo. Mi teléfono vibró de nuevo en mi mano, recordándome que Maddie me esperaba, pero no podía apartar la vista de él. Drew, el hombre que alguna vez fue mi refugio, ahora se sentía como un extraño.
— ¿Cómo... cómo has estado? — pregunté, odiándome por la necesidad que había en mi voz. Él dudó un segundo antes de responder.
— Bien, creo. Tú... sigues en todo esto, ¿no? — su mirada hizo un pequeño gesto hacia el teléfono que yo todavía sostenía, como si eso fuera suficiente para resumir mi vida. Asentí lentamente.
— Sí, sigo en esto.
El silencio que siguió fue insoportable. Cada segundo que pasaba parecía llenar el espacio entre nosotros con todo lo que nunca se dijo, con todas las cosas que nos llevaron a este momento. Finalmente, Drew suspiró y se pasó una mano por el cabello, un gesto que aún reconocía como su manera de lidiar con la incomodidad.
— Bueno... espero que estés bien — dijo al fin, dando un paso hacia la puerta.
— Drew — lo llamé antes de poder detenerme.
Él se giró, y por un breve instante, vi algo en sus ojos, un destello del hombre que conocí, del hombre que amé.
— Yo... — comencé, pero las palabras se me atoraron en la garganta. Quería decirle tantas cosas, pero ninguna parecía suficiente.
Andrew esperó un momento, y cuando vio que no iba a decir nada más, asintió levemente.
— Cuídate. — dijo, y luego salió, dejando tras de sí el aroma de su café y una sensación de vacío que se me hizo insoportable.
Me quedé ahí, paralizada, mientras el mundo seguía girando a mi alrededor. La voz del barista me sacó de mi trance.
— ¿Te puedo ayudar con algo? — preguntó, amable.
— Sí, una mesa, por favor — respondí al fin, con un nudo en la garganta.
Mientras me dirigía a unas de las mesas, la realidad me golpeó. Andrew había seguido adelante, o al menos eso parecía. Pero yo seguía atrapada, aferrándome a recuerdos que no podían volver. Y en ese momento, sentí que tal vez el verdadero problema no era el odio que recaía en mí, sino mi incapacidad de dejarlo todo atrás.
Intenté tragarme todo el dolor que sentía y encerrarlo en un baúl con llave. Pues luego de todo lo que he vivido, fingir me salía de maravilla.
Sentía que todo el ruido de pronto se apagaba. La escena se repetía una y otra vez. Sus ojos, su voz y la manera en la que se fue.
Esas últimas palabras que me dijo, "Cuídate", seguían resonando en mi cabeza. Algo en ellas sonaba tan definitiva, como si todo lo que habíamos sido fuera simplemente un capítulo cerrado, como si ya no hubiera lugar para lo que fuimos. Me preguntaba si para él fue tan fácil dejar atrás lo que compartimos, o si, al igual que yo, la sensación de abandono lo atormentaba en silencio.
Pero no importaba. Nada de eso importaba. No podía quedarme atrapada en esas preguntas, no cuando tenía un futuro que seguir adelante. La gente a mi alrededor seguía viviendo, hablando, riendo. Y yo, aunque me sentía como un fantasma, sabía que no podía quedarme aquí, esperando que las respuestas vinieran a mí. Tenía que seguir adelante. Como siempre lo había hecho.
— Mierda, pareces como si hubieras visto un fantasma. ¿Estás bien? — la voz de Madelyn me sacó finalmente de mis pensamientos, rápidamente moví mi cabeza para observarla, trazando una sonrisa falsa en mis labios.
— No, es que tanto tiempo esperándote me cause esos efectos — la molesté debido a su usual falta de puntualidad.
— Bueno, cariño, no se puede ser linda y puntual a la vez, ¿de acuerdo? — replicó Maddie mientras tomaba asiento frente a mi. — Pero hablando en serio, C. ¿Estás bien? Te ves un poco pálida.
— Estoy bien, solo me falta cafeína. — murmuré llevando mi mirada al mostrador que estaba a unos pasos de nuestra mesa. — ¿Te importa ir a pedir?
— Claro que no, ¿lo de siempre? — preguntó levantándose nuevamente a lo que asentí, solo recibiendo una pequeña sonrisa antes de alejarse a pedir.
Aproveché aquel momento para regular mi respiración e intentar agarrar color. La verdad a este punto ya no sabía pero de alguna manera logré calmarme justo a tiempo cuando Maddie volvió a la mesa.
— En un rato estará listo. — comentó, apoyando sus codos en la mesa y su mentón en las manos, mostrándome esa sonrisa que conocía perfectamente, la misma que solía usar cuando quería algo.
— ¿Qué vas a pedir? — pregunté, directa, mientras mis ojos recorrían su rostro con curiosidad.
— ¿De qué hablas? Ya pedí. — Maddie respondió con una inocencia tan falsa como las intenciones de un hombre.
— Conozco esa sonrisa, Maddie. Estás buscando algo y no me refiero al café, así que dilo de una vez.
— Bueno... — suspiró, dejando caer su postura dramáticamente —. Para Navidad, estábamos pensando en hacer un viaje de esquí. Ya sabes, el grupo de siempre...
— Maddie, no lo sé. — respondí, dudando.
— No, no puedes decir que no, Cindy. Siempre eres tú quien cancela los planes, la que nos esquiva y pone excusas. Nos debes al menos un viaje, ¡por favor!
— ¡Dios! Bien — respondí debido a la presión y lo persuasiva que Madelyn llegaba a ser.
¿En qué me había metido?
FRUITCAKE RECIPE
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