𝟎𝟓. is it new years yet?
✶ㅤ CAPÍTULO CINCO
❪ pov — cindy laurent ❫
❛ Call it pessimism, December is a
prison. It just makes me miss him. ❜
DECEMBER 𝟐𝟎 ✧ 𝟐𝟎𝟐𝟐
Apenas llegamos a la solitaria pista de patinaje al aire libre, pude apreciar la escena. La pista de patinaje parecía salida de una postal navideña: el hielo relucía bajo el brillo suave de las luces colgantes, que iluminaban la noche con un cálido resplandor dorado. Los árboles alrededor estaban cubiertos de nieve, sus ramas brillando como si pequeñas estrellas se hubieran posado en ellas. El frío era cortante, pero había algo tan mágico en el ambiente que me hizo olvidarlo por completo.
— Vaya... — susurré, sorprendida. — Es precioso.
Drew, que cargaba con un par de patines en una mano, se detuvo a mi lado y sonrió al ver mi expresión.
— Lo sé. Pensé que te gustaría. — su voz era suave, apenas un murmullo contra el silencio de la noche.
Mis ojos recorrieron la pista, vacía y silenciosa, como si estuviera esperándonos. Volteé a mirarlo, alzando una ceja.
— ¿Cómo conseguiste que esto estuviera así solo para nosotros?
Él encogió los hombros con una sonrisa satisfecha.
— Tengo mis contactos. — bromeó antes de ofrecerme uno de los patines.
— ¿Lograste esto en tan solo unos minutos? — lo mire sin poder terminar de creerlo, sin embargo el solo sonrió con egocentrismo.
— Vamos, Bambi. Hora de que conquistes el hielo.
— Oh, no... — repliqué de inmediato, dando un paso atrás. — Esto es una pésima idea.
Drew soltó una risa baja y tranquila antes de dar un paso hacia mí, mirándome con esa mirada que siempre lograba desarmarme.
— Confía en mí. — Extendió su mano, como si fuera la cosa más sencilla del mundo. — No voy a dejar que te caigas.
Respiré hondo, mirando su mano y luego el hielo, mi corazón latiendo un poco más rápido de lo que debería. Finalmente, tomé los patines con resignación.
— Si me caigo, te vas a arrepentir de esto, Andrew.
— No me arrepiento de nada si es contigo, Cindy Lou. — contestó con una sonrisa juguetona, y por un instante, mi nerviosismo desapareció.
Drew tenía esa habilidad: convertir cualquier momento en algo especial, en algo que hacía que todo lo demás desapareciera. Y mientras me sentaba en una banca cercana para ponerme los patines, no pude evitar sonreír, sintiendo que, por una vez, el mundo se alineaba a nuestro favor.
Sintiéndome como si estuviera en el mismo cuento de hadas, lo observé atarme las agujetas de los patines luego de que el se pusiera los suyos y segundos después ofrecerme su mano para levantarme.
Tomé su mano con cuidado, notando lo firme y segura que se sentía entre la mía. Drew tiró suavemente, ayudándome a levantarme, y no pude evitar tambalearme un poco al sentir lo inestable que estaba sobre los patines.
— ¿Ves? Esto es una mala idea. — murmuré, intentando mantener el equilibrio mientras mis manos buscaban algo a lo que aferrarse, terminando por sujetarme de sus brazos.
— No es una mala idea. — respondió con esa confianza tan característica suya. — Solo necesitas práctica... y a mí.
Levanté la mirada para encontrarlo sonriendo, pero no de manera burlona, sino con una calidez que lograba calmar mis nervios.
— Bien, instructor Andrew, ¿qué se supone que hago ahora? — pregunté con un toque de sarcasmo para ocultar mi evidente nerviosismo.
— Para empezar, relájate. — dijo, entrelazando nuestras manos y guiándome lentamente hacia el borde de la pista. — Y confía en mí. No voy a soltarte.
Sus palabras fueron suficientes para que intentara relajar mis músculos tensos. Con cada paso torpe que daba, él ajustaba su agarre, firme y paciente, mientras me guiaba hacia el centro de la pista.
El frío del hielo se sentía incluso a través de los patines, y el aire helado rozaba mis mejillas. Pero había algo reconfortante en la forma en que Drew no me dejaba ni por un segundo.
— Lo estás haciendo bien. — comentó mientras avanzábamos a paso lento.
— Drew, apenas me estoy moviendo.
— Exactamente, y no te has caído. Eso ya es un logro. — replicó con una sonrisa juguetona, logrando que soltara una pequeña risa a pesar de mi torpeza.
Con el tiempo, mi confianza empezó a crecer un poco. Mis movimientos eran menos rígidos, y aunque seguía tambaleándome de vez en cuando, Drew siempre estaba allí para sostenerme.
— ¿Ves? — dijo finalmente, deteniéndose en medio de la pista. — Te lo dije. No eres tan mala como pensabas.
— Claro, porque básicamente estoy usando a tu brazo como muleta. — bromeé, aunque no pude evitar sonreírle con gratitud.
Él me miró fijamente por un momento, sus ojos reflejando las luces que colgaban sobre nosotros. Entonces, suavemente, bajó nuestras manos y me dejó de pie, por mi cuenta.
— Intenta sola. Solo por un segundo.
— ¿Qué? ¡No!
— Vamos, Cindy Lou. Estoy justo aquí. Si sientes que te caes, te atrapo.
Mi corazón empezó a latir con fuerza mientras lo miraba, considerando mis opciones. Finalmente, respiré hondo y solté su mano, sintiendo cómo mis pies intentaban adaptarse al equilibrio. Por un momento, me mantuve estable, el silencio de la noche llenándome los oídos.
— ¡Lo estoy haciendo! — exclamé, mi voz llena de emoción.
Drew sonrió ampliamente, pero antes de que pudiera responder, sentí cómo mis pies resbalaban bajo mí.
No tuve tiempo de procesar el movimiento antes de sentir sus brazos alrededor de mí, atrapándome antes de que pudiera caer al hielo. Sus risas llenaron el aire, cálidas y contagiosas.
— Bueno, eso no fue tan lamentable. — bromeó solo provocando que lo golpeara de manera suave.
— Eres insoportable. — murmuré contra su pecho, pero no pude evitar reírme junto a él, sintiendo cómo la noche se hacía aún más especial.
Drew bajó la mirada hacia mí, su sonrisa transformándose en algo más suave, más íntimo.
— Tal vez, pero te hago reír, ¿no? — respondió con esa mezcla de diversión y ternura que siempre lograba desarmarme.
— Eso no es precisamente un cumplido. — intenté bromear, aunque el calor de su mirada hacía que mi voz saliera más suave de lo que pretendía.
— Lo tomo como uno. — replicó, manteniéndome cerca mientras nos balanceábamos ligeramente sobre el hielo.
A la mañana siguiente, me encontraba en la cocina preparando un pastel de frutas navideño. El aroma a canela y frutas confitadas comenzaba a llenar la cabaña mientras sacaba el pastel del molde. Aún seguía con mi pijama: unos pantalones de franela y una sudadera cómoda, pero eso no me detuvo. Estaba decidida a replicar el pastel que tanto les había gustado a los chicos, uno que Madelyn había traído días atrás.
La casa estaba tranquila, con todos aún durmiendo después de la noche anterior. Solo el leve crujido de la madera y el olor del pastel recién horneado.
Unos grandes brazos rodearon mi cintura y sentí como Andrew se encorvaba para dejar un suave beso en mi mejilla, logrando que una sonrisa creciera en mis labios.
— Buenos días. — fue lo primero que dijo mientras apoyaba su mentón en mi hombro.
Y de repente todo se sentía como antes, mi corazón finalmente se sentía satisfecho, lleno.
— Buenos días. — respondí en un susurro, como si hablar más fuerte pudiera romper la magia del momento.
Andrew dejó escapar un leve suspiro, sin moverse de donde estaba, sus brazos aún firmes alrededor de mi cintura.
— ¿Llevas mucho despierta? — preguntó, su voz baja, cálida.
— Un rato. — admití, girando apenas la cabeza para verlo de reojo. — Quería aprovechar la tranquilidad antes de que todos despertaran.
— Siempre has sido así. — murmuró con una sonrisa que casi pude sentir en su tono. — Madrugadora.
— Y tú siempre has sido un dormilón. — repliqué con una risa suave, disfrutando de la facilidad de nuestra conversación.
Se quedó en silencio por unos segundos, y luego, con un gesto que parecía casi instintivo, besó mi sien.
— Esto se siente bien. — dijo finalmente, sus palabras cargadas de algo más profundo.
— ¿El qué? — pregunté, aunque sabía perfectamente a qué se refería.
— Esto. Nosotros. — respondió, apretándome un poco más contra él.
Y tenía razón. Por primera vez en mucho tiempo, todo parecía estar en su lugar, como si el pasado nunca se hubiera interpuesto entre nosotros. Mientras el aroma del pastel llenaba la cocina, me di cuenta de que, aunque habíamos tenido que reconstruirnos, aquí estábamos, completos. Juntos.
— Bueno, ¿me vas a dar un pedazo? — preguntó, haciendo que frunciera el ceño antes de mirarlo.
— Pero pensé que el pastel de frutas te hacía mal.
— No si eres tú quien lo preparó. — murmuró, mientras yo cortaba un pedazo del pastel.
Corté un pedazo del pastel con cuidado, intentando ignorar el cosquilleo que sus palabras habían dejado en mi pecho. Lo coloqué en un plato y se lo extendí, aunque mis ojos se quedaron fijos en él, esperando su reacción.
— Aquí tienes, señor crítico culinario. A ver si pasé la prueba. — dije, intentando sonar despreocupada.
Andrew tomó el tenedor, llevándose un pequeño trozo a la boca. Sus ojos se iluminaron casi de inmediato, y dejó escapar un sonido de aprobación que me hizo reír.
— Esto es increíble. — dijo, mirando el pastel como si fuera la octava maravilla del mundo. — Esto no me hace mal para nada.
— Claro que no. — respondí con una sonrisa sarcástica, cruzándome de brazos. — Solo estás diciendo eso porque yo lo hice.
Él dejó el plato sobre la mesa y se inclinó hacia mí, apoyándose con ambas manos en la encimera.
— No, lo digo porque es verdad. Pero si ayuda a inflar tu ego, también es porque lo hiciste tú.
Rodé los ojos, aunque mi sonrisa me delataba.
— Eres un caso perdido, Andrew.
— ¿Y aún así te sigo gustando? — preguntó, alzando una ceja con una expresión que lograba mezclar diversión y ternura.
Mi corazón dio un vuelco, pero decidí no darle el gusto de una respuesta directa.
— Termínate ese trozo antes de que se enfríe. — repliqué, dándole la espalda para centrarme en limpiar la encimera, aunque podía sentir su mirada fija en mí.
La sala estaba llena de risas y voces superpuestas mientras el grupo disfrutaba de su último día en la cabaña. La chimenea crepitaba suavemente, llenando el ambiente con un calor acogedor que contrastaba con el frío del exterior. Las mantas estaban repartidas entre los sillones y el suelo, donde algunos se habían acomodado.
Madison, Carlacia, JD y Rudy competían en un intenso juego de cartas, Chase y Madelyn estaban en el sofá, compartiendo un tazón gigante de palomitas y debatiendo sobre qué película ver más tarde.
La atmósfera era relajada, cargada de esa calidez familiar que solo se logra después de días compartidos. La luz tenue de la chimenea iluminaba los rostros de mis amigos mientras se reían o discutían animadamente sobre las reglas del juego de cartas. Madison y Carlacia parecían llevar la delantera, mientras Rudy se quejaba dramáticamente de la mala suerte de sus cartas. JD, por otro lado, se encargaba de mantener el orden, aunque su risa lo delataba como el menos serio del grupo.
En el sofá, Madelyn gesticulaba con entusiasmo, tratando de convencer a Chase de ver una comedia romántica. Él, con el ceño fruncido y una sonrisa que luchaba por salir, intentaba defender su elección de una película de acción navideña.
Yo estaba acurrucada en un rincón del sillón más grande con Drew a mi lado, su brazo descansando casualmente detrás de mí. En nuestras manos, compartíamos una taza de chocolate caliente que él insistió en preparar, aunque me había encargado de supervisar para que no fuera demasiado dulce.
— ¿Crees que sobrevivan sin nuestra ayuda con las cartas? — murmuró Drew cerca de mi oído, sus palabras mezclándose con el murmullo general.
— No lo sé, pero definitivamente apuesto a que Rudy pierde. — respondí, tratando de contener una risa al verlo lanzar sus cartas sobre la mesa con frustración teatral.
Drew se rio suavemente, su atención volviendo a mí por un momento, sus ojos reflejando el parpadeo de la chimenea. Por un instante, parecía que todo lo demás desaparecía, dejando solo esta pequeña burbuja de tranquilidad entre nosotros.
— Oh, mierda. — Madelyn soltó con su mirada fija en su teléfono antes de llevar su mirada a nosotros. — De acuerdo, todos afuera menos ustedes.
Las palabras de Madelyn nos sacaron de nuestra burbuja. Drew arqueó una ceja, claramente desconcertado, mientras yo apenas lograba procesar lo que estaba pasando.
— ¿Qué? — preguntó Drew, mirando a Madelyn con incredulidad. — ¿Por qué "todos afuera menos ustedes"?
— Porque... — Madelyn hizo un gesto vago con la mano, como si la respuesta fuera obvia. — No lo voy a decir aquí. Pero confíen en mí. Todos afuera. Ahora. Querrán hablar de esto en privado.
Los demás comenzaron a moverse con una mezcla de confusión, sin embargo no rechistaron, claramente acostumbrados a las ocurrencias de Madelyn.
— ¿Qué hiciste esta vez? — preguntó Carlacia mientras tomaba su abrigo, aunque no parecía realmente molesta.
— Nada, solo confíen en mí, ¿ok? — respondió Madelyn, antes de volver a dirigir su atención hacia nosotros.
Una vez que éramos sólo los tres, movió su teléfono para que ambos viéramos. Era una publicación, y en ella, varias fotos de mi y Drew, pero la que más resaltaba era una que se tomó ayer en la noche.
O bueno, una que nos tomaron ayer.
Esto no era nada bueno, para nada. Y los comentarios me hicieron darme cuenta de ello.
Mis manos comenzaron a temblar ligeramente mientras leía los comentarios debajo de la publicación. Algunos eran inofensivos, llenos de curiosidad o incluso entusiasmo. Pero otros... otros eran crueles, llenos de odio y especulación.
— ¿Qué demonios? — susurró Drew, su mandíbula apretándose mientras tomaba el teléfono de Madelyn para leer más de cerca.
— No entiendo cómo alguien puede escribir cosas así — agregó Madelyn, cruzándose de brazos. — Y menos en una foto tan bonita como esta.
Bonita no era la palabra que usaría. Porque aunque la foto nos mostraba riendo y claramente en nuestra burbuja, los comentarios lo arruinaban.
"¿En serio ella otra vez? Pensé que ya habíamos terminado con esto."
"Drew merece algo mejor, alguien que no lo arrastre."
"No puedo creer que sigan insistiendo con esto. Qué aburridos."
Sentí cómo la garganta se me cerraba, y aparté la mirada del teléfono. Esto era justo lo que había temido. Justo la razón por la que me alejé en primer lugar.
— Cindy... — Drew dejó el teléfono sobre la mesa y dio un paso hacia mí. Pero no podía mirarlo.
— Los voy a dejar solos para que hablen. — Maddie murmuró con pena antes de dejarnos solos.
— ¿Ves por qué esto no puede funcionar? — murmuré, mi voz apenas audible.
— No. — Su respuesta fue firme, casi cortante, mientras acortaba la distancia entre nosotros. — No hagas eso de nuevo. Lo único que veo aquí es un montón de gente que no tiene idea de lo que está hablando.
— Pero todo esto te afecta a ti. Tu carrera, tu imagen... — Mi voz se rompió, y finalmente lo miré. Sus ojos estaban llenos de determinación, como si nada de lo que dijera pudiera cambiar su opinión.
— Me importa una mierda lo que piensen, Cindy. — Drew tomó mis manos, su toque cálido en contraste con el frío que sentía dentro. — La única persona que importa aquí eres tú.
— Pero...
— No voy a dejar que otra vez estos comentarios nos separen. — Sus palabras eran suaves, pero firmes. — ¿Qué tengo que hacer para que lo entiendas? No quiero que me alejes de nuevo, no esta vez.
Pero, ¿valía la pena? ¿Valía la pena arrastrarlo al mismo odio que me había hecho desaparecer por un año? ¿Poner en juego su reputación por algo que no tenía claro si iba a durar? Porque estaba segura que el de cansaría y finalmente me dejaría.
El quería quedarse ahora, ¿pero y si eso cambiaba?
— No voy a mentirte. Sí, esto es difícil. Pero te prometo que no me importa. Porque esto... esto es más importante que cualquier comentario, que cualquier foto o cualquier titular.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. Parte de mí quería aferrarme a sus palabras, pero otra parte seguía sintiéndose aterrada.
— No quiero ser la razón por la que te odien, Drew. No quiero que esto te cueste más de lo que vale.
— Escucha. — Drew acercó su rostro al mío, su voz baja y cargada de emoción. — Ya pasé por esto una vez. Ya te perdí una vez. Y créeme cuando te digo que nada, nada, duele más que eso.
Mis lágrimas finalmente cayeron, y él las limpió con el pulgar antes que sus ojos se encontraran con los míos.
— Por favor, no me alejes de nuevo. No esta vez.
— Drew... — mi voz se quebró mientras sentía cómo mi resistencia se desmoronaba.
— Solo dime que todavía me amas. — Sus palabras fueron apenas un susurro, pero calaron profundo en mi pecho. — Porque si es así, lo demás no importa.
Y ahí estaba. ¿Qué debía decir ahora?
Algunas veces tenemos que tomar decisiones por otros con el fin de protegerlos y otras veces era válido ser egoístas para ser felices. Pero, ¿realmente podía ser lo suficientemente egoísta?
FRUITCAKE RECIPE
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dramático y lleno de clichés,
justo mi especialidad.
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