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Hielo

Recogía los últimos trozos de madera, aunque Oaken le decía que sólo recogiera las ramas, ella prefería cortarlas para tenerlas listas cuando se necesitara quemar.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando la noche se volvió más silenciosa, los pequeños animales merodeadores que usualmente llenaban el vacío de la noche ya no estaban ahí en algún lugar entre las copas de los árboles o los arbustos, lo único que la acompañaba era el sonido de su propia respiración y Angus.

Los árboles comenzaron a agitarse en una sola dirección, una corriente de aire les empujaba hacia el norte.

En Arrendelle las noches eran frescas aun si era verano, pero definitivamente algo extraño estaba ocurriendo.

Angus comenzó a relinchar de forma impaciente y asustado, era claro que quería marcharse pero jamás la abandonaría, la veía esperando a que ella decidiera, ella lo entendía... Buscó en la dirección en la que venía el viento y entonces la piel se le erizó y su corazón se estremeció ante aquella tempestad que estaba frente a ella.

El helo reptaba sobre los árboles y seguía su paso sobre el suelo, avanzado sin compasión por las pequeñas flores, arrasando de forma cruel con todo a su paso, Angus volvió a relinchar para recuperar la atención de la pelirroja, estaba sobre dos patas y cuando volvió sobre la tierra golpeaba las delanteras en el suelo.

Ella también estaba asustada podía sentir el frío penetrante hasta los huesos. Tiró la leña a la carreta y subió sobre el shire negro, el frío iba detrás de ellos, se sentía amenazada y en grave peligro, pidió ayuda a los dioses y de pronto los fuegos fatuos aparecieron frente a ella, sin dudarlo siguió el camino que le estaban trazando y llegó a una cueva donde incluso Angus pudo entrar con todo y carreta, abrazó al caballo mientras veía como el hielo se instalaba en las paredes, cerró los ojos con el temor de ser congelada y que todo acabara ahí.

Pasaron unos segundos, los suficientes como para haber muerto ya, Mérida abrió los ojos y se dio cuenta que aquella fuerza gélida se había detenido, sólo había silencio y frío, se abrazó a sí misma y pasó en el pequeño espacio que había entre la carreta y la pared congelada, una capa blanca  lo cubría todo.

—Dioses —susurró sin poder dar crédito a lo que veía.

Ayudó al caballo a salir y cabalgó hasta la cabaña, esperaba que los chicos estuvieran bien.

Al llegar a la cabaña, alguien afuera se sacudía nieve de la ropa y vio al reno a su lado.

—Kristoff —sus ojos se hicieron un par de rendijas ¿Que habría hecho para molestar a su tío? Bajó de Angus y fue a donde él estaba.

—Mérida —sus mejillas estaban rosas por la constante exposición al hielo —. Te ha ido mejor que a mi —hizo alusión a las leñas que había recolectado—, yo he perdido lo que había picado —suspiró desganado.

—Al parecer, pero no te preocupes, te conseguiré algo —le dio una ligera palmada en  el hombro. Sven la miró con ojos suplicantes, la pelirroja sonrió —. También habrá para ti amigo.

Mientras el montañés y el reno esperaban afuera, ella entró.

—Mérida, ¿Hija estas bien? —preguntó el hombre rubio de gran tamaño que dejaba el mostrador para ir con ella.

—Sí —frotó sus brazos tratando de recuperar el calor de su cuerpo —. Tío ¿Los chicos? —la cabaña era acogedora.

—Ellos están adentro —dijo de forma apacible y continuó —. ¿Que ha pasado afuera?

—No tengo idea... —frunció las cejas —. Podría ser Magia... —añadió con desconfianza.

—Magia... —viviendo en aquella zona del reino el hombre había visto cosas extrañas. Luces en el cielo, heladas repentinas y rocas que se movían solas.

Además el concepto de "magia" no le era indiferente pero prefería no husmear en eso.

Se quedaron en silencio por un rato, reflexionando cada quien a su manera.
De pronto la pelirroja interrumpió.

—¿Que pasó con Kristoff? —elevó una ceja.

—No puedo seguir dándole si no ha pagado, él debe esforzarse y pagarme —dijo apenado.
Mérida buscó en su bolsillo y obtuvo unas monedas.

—Tomaré unas zanahorias —ofreció las monedas.
El hombre resopló.

—No tienes que —negó con la cabeza y puso ese gesto de desaprobación tan típico de los DumBroch.

—Tengo que —respondió la pelirroja —. Yo soy... Yo soy una princesa y está en mis deberes reales velar por el bien de los míos —su corazón de pronto latía violentamente. Decir eso en voz alta quemaba en su espíritu.

—Eres la princesa de DumBroch no de Arredenlle —el hombre hablaba con gran calma tratando de apaciguar a la princesa pero aquello pareció como un golpe bajo y certero en el alma de la joven, las lágrimas se asomaron por sus orbes azules, él la abrazó no había sido su intención recordarle lo lejos que estaba de su reino —. Cariño guarda eso, yo le daré las zanahorias a Kristoff y a Sven.

Le acarició la espalda tratando de propiciar alivio, Mérida se alejó y limpió sus lágrimas.

De pronto unas pisadas dentro del lugar atrajeron la atención de ambos.

—Oh vaya... Parece que le ha quedado espléndido mi lady —dijo el rubio a la joven que se les había unido en el lugar.

—Gracias buen hombre —canturreó alisando la falda que había adquirido justo hacia unos instantes.

—Mi lady —juntó sus manos —. ¿Se le ofrece algo más de la cabaña de Oaken?

—Un guía, buen hombre —sonrió de lado.

—¿Un guía? —respondió incrédulo.

—Así es, estoy buscando a mi hermana, mi guía será bien recompensado, le aseguro.

El hombre no podía concebir la idea de alguien buscando en una helada noche a una persona por algunas monedas, por mas que lo pensó, simplemente no conocía a nadie capaz de arriesgarse.

—Lo siento mi Lady pero me temo que no conozco a nadie capaz de...

—Yo conozco a alguien que si querrá —dijo seriamente.

—Podría decirme quién. No hay tiempo que perder —sugirió la joven de melena cobriza y ojos azules con la esperanza renovada.

—Claro, acompáñame mi lady —dijo señalando la puerta.

La joven se adelantó mientras Mérida tomaba un manojo de zanahorias y su capucha de piel de oso —Ya sabrás —le dijo a su tío quien la miraba sorprendido .

La doncella la esperaba frente a la puerta cerrada, Mérida abrió y en seguida Kristoff y Sven se pusieron de pie.

—Kris toma esto y quédate con mis hermanos, cuídalos —lo abrazó—. Necesito tu trineo.

—Claro —no comprendía del todo pero Mérida necesitaba su ayuda. Miró a la joven detrás de Mérida, era bastante bella —. ¿Ocuparás a Sven? —el reno paró las orejas y miro con curiosidad.

—No, llevaré a Angus —se separaron, ignorando la mirada estupefacta de la bella de cabellos cobrizos.

Se ocuparon en desmontar la carreta y aseguraron al shire el trineo.

...

El tiempo pasaba y Arrendelle seguía bajo aquel crudo invierno.
Se encogió entre la capa mientras esperaba a la pelirroja y al muchacho.

Sentía una mirada acosadora sobre su espalda, volteó y era el reno quien la miraba fijamente, le sonrió, parecía amistoso, luego con la cabeza le señaló las zanahorias y sacó la lengua como lo haría un perro, sintió un cosquilleo recorrerle el cuerpo ante el peculiar comportamiento del animal.

Una sonrisa se instaló en su rostro, ese día no sólo habían abierto las puertas del castillo para la Coronación de Elsa sino tambien despues de años había por fin hablado con ella...
Ahora las dos estaban lejos de donde estuvieron tanto tiempo encerradas y alejadas de todos.

La satisfacción creció en su corazón y pensó que aunque Elsa hubiera provocado aquel invierno ella podría convencerla de volver a casa y solucionarlo.

Juntas.

Y así el castillo que había sido una prisión durante aquellos años volvería a ser un hogar.

Dejó sus pensamientos  a un lado cuando la pelirroja de melena ensortijada dejó lo que hacía para ir con ella.

—Yo la llevaré, mi Lady —la mirada fulminante de la joven no le hizo dudar a Anna que aquello era verdad —. Nadie más se atreverá a llevarle en medio de este caos. Puede confiar en mi, he recorrido este bosque y buscaré con usted cómo si mi vida dependiera de eso —concluyó. 

—Entonces, serás recompensada por tu empresa una vez que volvamos con mi hermana —respondió Anna con sinceridad.

La joven asintió.

—Quisiera que saliéramos ahora mismo —añadió la princesa, no quería que pasara más el tiempo, Arrendelle no debía sufrir—. Necesito encontrarla —la tomó de las manos, eran bastante suaves, la de cabello crespo enganchó sus dedos con los suyos y asintió.

—Vamos entonces —su rostro era indescriptible pero al mismo tiempo sin poder explicarlo Anna encontraba la confianza que necesitaba para emprender aquella travesía congelada.

....

Gracias por leer este primer capítulo. Había querido aguantarme las ganas y no publicarlo hasta haber terminado. Pero bueno.
¡Besos y abrazos!

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