๑۩۞... II ...۞۩๑
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[Tres años después]
Los hermanos se mantuvieron alejados durante esa gran cantidad de tiempo, para ellos ya no era tanto pues su costumbre los tenía dominado desde pequeños.
Pero los años pasaron y Camus estaba apto para obtener entre sus manos la gran responsabilidad de ser el rey de Arendelle.
Y los preparativos ya se estaban dando, al igual que el comunicado a los dos hermanos.
Obviamente, el más alegre y felíz era el menor.
Ese día, desde muy temprano los pobladores y representantes de varios reinos cercanos ya se encontraban atentos para cuando las puertas se abrieran.
Pero, el que no estaba listo era Milo, quién la noche anterior se la paso mirando en secreto los preparativos de la comida -robando algunos bocados en el proceso- y por esa razón ahora su esponjoso pelo cubría toda su cara. Cualquiera que lo viera desde lejos, podría asegurar que tenía una lana desordenada en su cara.
─ Príncipe Milo...─ al no recibir respuesta, levantó la voz. ─¡Príncipe Milo!
─ ¡Quiero mis manzanas! Alto ahí que nadie las toqué...─ despertó bruscamente de su sueño.─ Un sueño, era un sueño...─ empezó a dormirse de nuevo.
─ Príncipe Milo... Lamento despertarlo... ¡Príncipe Milo!─
─ Si ya se...─ se levantó de su cama y salió de su habitación, sin arreglarse.─ Solo quiero decir que yo no me comí nada, solo estuve mirand... Hoy es...
─ Es la coronación de su hermano
─ ¿!PORQUE NO ME LO DIJISTE ANTES?!─ saltó de alegría y empezó a alistarse con mucha emoción.
Al fin, después de años de encierro sería libre por ese día. Podría conocer muchas personas nuevas, bailar, comer y socializar con jóvenes de su edad.
Y tal vez evitar así el cruel comportamiento de Camus, tener alguien que le ayude a olvidar ese raro sentimiento hacía su hermano.
Mientras tanto, el príncipe mayor se daba sermones a él mismo, recordando no mostrar sus emociones en ningún momento. Y menos aún sentir algún tipo de celos cuando vea a su hermano tan sociable con los demás, lo conocía y tenía el temor que pueda caer en un falso amor.
Aún tenía inseguridad en su interior, pero no podía demorar más y ordenó que las puertas se puedan abrir ya.
[...]
En cuanto los grandes portones del palacio se abrieron, Milo salió disparado del lugar, como si fuera un turista más. Observando todo con detalles, todo con ojo crítico.
─ ¡Cuidado!─ una voz femenina se quejo en cuanto el cuerpo del principe la golpeó por accidente.
─ Que acaso...─ se quedó en silencio al ver el bello rostro que tenía el chico que la estaba sosteniendo.
─ Perdón, no quería golpearte
─ No hay problema, ya puedes soltarme.─ en cuanto lo mencionó, la chica cayó al suelo.
─ Tu... Tú me dijiste.─ se excusó el joven.─
─ Da igual. Soy Shoko, princesa del Reino Edén
─ Ah, ya.─ le dió la espalda y se fue, caminando rápidamente antes que la joven lo alcanzara.
Nunca había tratado así con una chica, y el solo hacerlo lo había puesto demasiado nervioso. Por esa razón decidió ignorarla.
Y a muchos pasos detrás del principe, una joven peliroja seguía sentada en el suelo, molesta por ver la actitud tan descortés del chico guapo.
─ Ve y dile que le ofreces libertad de amar.─ una serpiente se acercó a un lado de la joven, está serpiente estaba hablando.
Y por reacción natural, la chica casi la mata a zapatazos.
[...]
Al momento de la coronación, todos reunidos en la catedral del reino, o al menos casi todos... Milo aún no llegaba y Camus temia perder su paciencia.
Así que inventó una escusa simple para los asistentes y decidió empezar.
La ceremonia daba inicio y con cada palabra y cada segundo, Camus se llenaba de preocupación. Y podía sentirlo en sus manos, lo frías que se ponían.
─ Mejestad... Ya debe levantarlos... Pero sin el guante.─ el sacerdote puso la corona ya en la cabeza del joven mientras esté asentía y con temor agarró los símbolos del reino para que puedan culminar la coronación.
El de pelo turquesa no duró ni cinco segundos con las manos descubiertas y devolvió los símbolos a un lado.
Cuando lo hizo, de inmediato trató de buscar a su hermano, pero su miedo de dañar a los demás se lo impidió.
[...]
Dentro del castillo se llevaba a cabo una gran fiesta, las personas bailaban al compás de la música.
Risas y felicidad inundaban el salón. Mientras el rey, aún seguía esperando noticias de su hermano -al cuál habían salido a buscar los guardias-
Lejos de la gran reunión, Milo se encontraba con la chica peliroja de esa mañana.
¿Cómo llegó a estar toda la mañana y tarde con ella?
Simple, Shoko siguió la corriente de un amor tímido y con simples palabras lo había atrapado. En conclusión, siguió el consejo de la serpiente.
Llenando vacíos y momentos que nunca pudo pasar con su hermano.
Corriendo, jugando, mirando el cielo, comiendo sin control, completando retos, abrazos por montón y mucha, mucha atención por parte de Shoko.
Simplemente un día perfecto para el joven, que de un momento a otro, empezó a ver de otra manera a la joven. Y sobre todo, esa conexión que tenían al saber el dolor de tener hermanos mayores, siendo Shoko la décimo tercera de los hijos de su Reino.
Su corazón era tan inexperto que había confundido esos gratos momentos de felicidad efímera, con un "amor eterno".
Y bien dicen que no debemos prometer cuando estamos tristes, ni decidir cuando estamos enojados.
─ Shoko... Tú... me preguntaba si quisieras ser mi esposa.─ tomó de la mano a su acompañante.
─ Como podría negarte algo así.─ confirmo su respuesta con un beso.
[...]
─ Hoy le digo... Tal vez no podamos llevar una relación tan cercana, pero no quiero arrastrar mis sentimientos...y quizá él también sienta algo. No, no... mejor no le digo nada.─ el mismo Rey -rey desde algunas horas- se daba algunos consejos. Entendía las ansias de tu hermano por salir, pensaba que estaría disfrutando del pueblo, mientras él se decidía a confesar sus sentimientos.
─ ¡Camus! Ehhh... Digo, ¡Rey Camus!─
El mayor sonrió un poco al escuchar la voz tan alegre de su hermano, sin embargo; la suave sonrisa que adornaba su rostro se esfumó al verlo llegar con una chica.
Trato de no sacar conclusiones, pero le era inevitable pues las acciones dejaban ver otra cosa.
─ Te tengo una noticia, no hablamos está mañana y es porque... conocí a Shoko, ella... ella y yo nos vamos a casar, y necesitamos tu bendición.─ la joven a su costado solo asentía feliz.
─ Milo...─ su mente trataba de procesar todo, a penas y podía pensar en las razones que llevaron a su hermano a una locura así.─ Milo podemos hablar, ¿tu y yo? A solas... necesito decirte algo
─ Primero necesito tu respuesta a esto, luego podemos hablar... Pero nada me hará cambiar de opinión
Camus soltó un pesado suspiro ante la torpeza de su hermano.
─ Bien, no te vas a casar con nadie.
─ Pero...
─ Tu no sabes siquiera como es enamorarse, no tienes idea de-
─ Se más que tu, tú solo sabes ignorar y alejarte. ¿Por qué no quieres mi felicidad? Yo amo a Shoko...
─ No te vas a casar y punto.─ intentaba no sacar su furia.─ ¡La fiesta termino!─ caminaba hacia la salida de ese salón cuando su hermano lo abrazo por detrás.
─ Milo... Suéltame
─ No, por que siempre me dejas... ni siquiera me dejas ser felíz.─ su voz parecía más débil, como si estaría a punto de llorar.
Camus quería abrazarlo también, pero sus recuerdos se lo impedían.
─ Suéltame ahora.─ viéndose ignorado lo tomó de sus brazos y lo aparto de golpe.
─ ¡Dije que me soltarás!
─ Ya no, ahora tengo más voluntad.─
Los asistentes miraban la escena con curiosidad, desaprobando la acción de los hermano.
Esto causo más furia dentro del ahora rey, no le gustaba que su Reino quedw con mala imagen.
─ ¡Milo cállate!─ el enojo hizo que sus poderes pudieran traspasar la fina capa de los guantes que anteriormente lo protegían.
Todos los testigos incluído al príncipe, quedaron sorprendidos por lo que vieron. Y solo lograron poner más nervioso al chico "raro".
Y como no pudo pensar en varias opciones, solo salió corriendo del lugar.
Corriendo sin rumbo fijo, soltando rayos de hielo por todas partes mientras ignoraba el llamado de su hermano.
Detrás de él, Milo corría desesperado.
Aunque corrió con toda su velocidad, en una de las salidas del reino pudo ver cómo su hermano se escapaba.
Pudo observar también cómo los rayos de hielo que salían, dejaba en un invierno al reino de Arendelle.
─ Milo, déjalo... Tal vez siempre fue un brujo y nunca tu hermano.─ Shoko se acercó al príncipe mientras le daba consuelo.─ Si nunca te trató con cariño, incluso casi te ataca...
─ Pero él...
─ ¿Alguna vez te dijo cuánto te quería? Si lo hizo, puedes ir a buscarlo ya que sabrías del cariño que te tiene
─ Simplemente me ignoraba, nunca me dijo algo bonito...─ sus pasos que avanzaban, ahora estaban retrocediendo.
─ Creo que tienes razón... El tal vez solo se hizo pasar por mi hermano, o quizá yo sea adoptado.
─ ¿Adoptado?... ¿No crees que es mejor que vayamos a revisar los documentos por si las dudas?
[...]
Camus ya no corría, estaba demasiado lejos como para seguir haciéndolo. Miraba atrás de vez en cuando, tendiendo la esperanza de ver a su hermano detrás.
Solo pudo ver cómo la nieve cubría sus pasos y los borraba.
─ Nunca pude pertenecer ahí.─ respiro profundo y soltó sus guantes.
Y por primera vez después de muchos años, pudo ser el mismo. Soltando copos de nieve y pequeñas ráfagas.
Era todo tan hermoso, sus poderes le traían felicidad. Estando solo no podría lastimar a nadie.
─ Veamos que puedo hacer.─ dejó correr su imaginación.
Con solo un poco de concentración lograba conseguir figuras muy bellas, firmando incluso una escalinata.
Y entonces fue ahí cuando decidió ser feliz, tener la libertad que tanto quería.
Ser al fin un guerrero como soñaba de niño, contrayendo un castillo a su estilo. Un reino de ensueño, y todo de hielo.
Miro por última vez hacía el camino que dejó detrás, se sacó la corona mirándola con desprecio y ls tiró.
Y con sus poderes construyó una armadura, una que siempre quiso, soltando la coleta que ataba su pelo.
Un color casi dorado logro cubrir su nueva vestimenta.
Y Camus al fin pudo sentir libertad.
─ Esto es lo que soy.─ dejo de fingir una sonrisa falsa y dejó que su rostro serio le de un estilo especial a su atuendo. Había decidido ser feliz, sin dejar ningún daño.
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