Capítulo XXIX
—¡Oh Dios! ¡Ya déjame! —exclamó, pegando un manotazo hacia el cuerpo que estaba a su lado para que dejara de tironearlo.
—No te dejaré hasta que me digas por qué faltaste ayer —demandó HoSeok, enterrándole otra vez la parte trasera del lápiz en la mejilla.
—Me estás fastidiando, HoSeok. Aléjate de mí. —Lo apuntó con uno de sus dedos de forma amenazante.
El chico se sentó de inmediato en su silla y miró hacia la pizarra. Últimamente ya nadie prestaba atención en clases, no cuando quedaban solo unas cuantas semanas para salir del instituto.
—¿De verdad estás enojado conmigo? —preguntó el pelinegro acercándose a su cara.
—No estoy enojado. Solo no descansé bien y tú vienes a molestarme aún más —dijo refregándose uno de los ojos con la mano.
—¿Por qué? —preguntó el otro, sonriéndole traviesamente—. ¿Qué hiciste ayer? No me has contado nada de ti. ¿Qué te gusta hacer?
Frunció el ceño ante su incoherencia e hiperactividad. Sin embargo, se prometió a sí mismo una y mil veces que solo tendría que acostumbrarse.
Agradeció enormemente que el timbre de salida sonara. Soportar a HoSeok no era difícil, lo que en verdad le complicaba era que le tenía que responder, por lo tanto, debía estar pendiente de lo que decía para no soltar cosas que realmente no debían conocerse, al menos no aún.
—Quiero ir al baño —dijo el contrario y tiró de su brazo—. Hoy salí tan rápido de casa que ni tiempo de mear tuve.
Rodó los ojos y se dejó llevar por el pelinegro entre la gente. Cuanto llegaron al baño HoSeok tuvo que esperar un poco antes de entrar a uno de los cubículos. Mientras tanto, YoonGi se apoyó casualmente en el borde de los lavamanos a la vez que veía como los hombres pasaban de un lado a otro.
Una vibración en su bolsillo le hizo volver a la realidad. Abrió el mensaje con un poco de extrañes al percatarse de que era un número desconocido. Entra al primer cubículo, leyó y sintió una mezcla entre confusión y pánico.
Levantó la cabeza para mirar hacia el lugar que le indicaron, luego le echó un vistazo a su alrededor que seguía alterado y se dirigió hacia allá. Tocó dos veces la puerta en cuanto la vio por delante de él, esta se abrió de inmediato y una mano le agarró de la muñeca para ingresarlo por completo al cubículo. Posteriormente la puerta se cerró, dejándolo a él dentro.
—¿Qué pasa? —preguntó al encontrarse con el chico en el interior, quien lo oprimió levemente contra las paredes.
El contrario no respondió nada en concreto, solo se acercó hasta él para besarlo. YoonGi al principio lo evitó, pero luego se dejó besar cuando sintió como mordía con lentitud su labio inferior.
—No hagas esto aquí.
—¿Por qué? —preguntó el otro, acercando su cabeza para besarle la mejilla, muy cerca de la oreja.
—Porque en el cubículo del lado hay un chico que puede escuchar todo lo raro que hacemos —dijo intentando sepárase de él.
—Solo será un rato —gimoteó tomando sus caderas y pegándose a él mientras le volvía a besar.
—Ya basta, JiMin —murmuró cuando sus labios besaron su cuello, aunque realmente no bastaba.
El otro acercó los labios a su pálida piel para luego besarla y morderla. YoonGi levantó su mano para hacer un poco de opresión en el hombro del castaño con la finalidad de que se alejara, pero solo se limitó a atraerlo más hacia sí.
—JiMin, no... —susurró, aunque aún lo apegaba a su cuerpo. El castaño refunfuñó en su cuello, haciendo que sintiera su aliento y una pequeña vibración.
—No se nota tanto —dijo alejándose de él mientras YoonGi se pasaba la mano por el cuello para secar la saliva que el otro dejó.
—¿En serio? —preguntó con un poco de esperanza mientras se tocaba la zona.
—Pues... —JiMin giró levemente la cara hacia la izquierda—. Se nota un poco.
—¡Mierda, Jimin! ¿En serio? —gritó a susurros, sumergido en el pánico y aún consciente de donde estaban.
—Solo poco —murmuró mirando su cuello—. ¿No tienes maquillaje?
—Lo dejé en el baño de la casa —contestó, acordándose que durante la mañana tuvieron que maquillarse los dos para pasar desapercibidos.
—¿Qué tal si sales así y ya? —preguntó JiMin y se encogió de hombros.
Suspiró y tomó la manilla de la puerta para poder abrirla, en cuanto lo hizo unos centímetros, la mano del castaño lo detuvo.
—¡Estás loco!
Suspiró cansado, dándose cuenta que el chico bromeaba con su propuesta. No obstante, le dio igual.
—Nos vemos después, JiMin. —Abrió la puerta y la cerró rápidamente para alejarse de ahí.
Se acercó hasta el lavamanos para abrir la llave y mojarse las manos. Miró a su alrededor, dándose cuenta que HoSeok recién salía del cubículo del que ingresó hace un rato mientras se miraba los pantalones.
—¿Qué pasó? ¿Te measte? —se burló, asustando al otro. El lugar ya se desocupó un poco, pero seguían habiendo varios chicos.
—Sí, YoonGi, me meé —dijo el pelinegro mientras abría la llave para lavarse las manos.
—¿Hablas en serio? —preguntó, claramente asombrado.
A través del vidrio vio como la puerta del primer cubículo se abría casi con desconfianza y de esta se asomó JiMin casualmente. Dirigió su mirada inmediatamente a HoSeok.
—No, idiota. —El chico le pasó un brazo por los hombros para acercarlo hacia sí mientras que con su otra mano desordenaba su cabello.
Salieron rápidamente del baño y, por parte de YoonGi, no le dirigió ninguna mirada a JiMin, quien parecía un poco atónico según notó a través del reflejo del espejo.
—¿Qué te pasó en el cuello? —preguntó HoSeok mientras se dirigían a su sala de clase, ya que en unos minutos iban a tocar el timbre para volver a entrar.
Pasó sus manos suavemente por la pálida zona, justo por debajo de la oreja—. Algo debió picarme o dado alergia.
Empezó a caminar un poco más rápido, haciendo que el brazo del pelinegro cayera a su costado.
—Ah... —murmuró el otro, abriendo levemente la boca mientras asentía—. Podría llamar a mi madre para preguntarle por unas pastillas.
—¡No te preocupes! —exclamó, deteniéndose mientras levantaba ligeramente las manos a la altura de su pecho—. Ya fui al doctor y estoy tomando algunas —dijo un poco nervioso y volvió a retomar el rumbo hacia el salón.
—¿Por eso faltaste ayer? —Se detuvo para mirarlo con el ceño fruncido—. ¿Tuviste que ir al doctor?
Esperó un poco para comprender lo que quería decir, luego, al ser consciente de lo que hablaba, inmediatamente se puso a asentir.
Volvieron a caminar hacia el salón y entraron en este. La campana que indicaba la finalización del receso sonó y el lugar se fue llenando rápidamente. De reojo vio como la profesora venía detrás de todos los demás. Los alumnos se sentaron en sus puestos y fingieron prestar atención a lo que decía la maestra.
—Mierda —murmuró al sentir un suave impacto en su brazo, lo que hizo que HoSeok se volteara a mirarlo.
Se agachó un poco para recoger la bola de papel que lo golpeó en un inicio mientras el chico a su lado lo seguía con la mirada. Con lentitud abrió la hoja para estirarla y la dio vuelta unas cuantas veces para mirarla también por el reverso. Se sintió confundido al leer y no pudo evitar fruncir el ceño. Volvió a formar una bola con el papel y la dejó sobre la esquina de su banco, justamente la más alejada del pelinegro.
—¿Dice algo? —preguntó el contrario suavemente, curioso.
—No —murmuró y miró hacia la pizarra.
HoSeok se le tiró prácticamente encima para tomar la bola de papel, empujándolo en el proceso y haciendo que cayera al suelo. A lo único que atinó fue a afirmarme de la camisa del pelinegro, haciendo que este se fuera con él, quedando finalmente posicionado sobre su cuerpo en una posición sumamente incómoda con la silla por entre las piernas de ambos.
—¿Qué sucede allá atrás? —preguntó la profesora después del estruendoso ruido.
Todos los que estaban en el salón se voltearon a mirar, algunos riendo fuertemente mientras que otros fruncían el ceño, quizás un poco molestos por el bullicio.
—Señor Min, ¿qué le hace a su compañero? —interrogó la profesora aún desde la otra punta de la sala.
Miró a HoSeok para encontrarse con que este tenía la camisa abierta. Se dio cuenta inmediatamente que fue porque se afirmó de ella al caer.
—Sal de encima —exclamó en un murmullo agónico.
—Mierda, YoonGi —bufó el otro y apretó con fuerza los ojos—. Me duele el tobillo.
—No jodas y levántate. —Intentó moverlo por los hombros.
—Mierda —gruñó HoSeok apoyando la cabeza en su hombro con la mirada de todos encima—. No estoy jodiendo, YoonGi. De verdad me duele.
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