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Capítulo VIII

Pasó los dedos repetidas veces por sobre los párpados con frustración mientras intentaba escuchar lo que JiMin decía.

JungKook se quedó dormido después de tanto llorar, así que lo acostó en su cama. Por lo que, por el momento, era un peso menos. Pero JiMin lo ponía de los nervios.

—No contesta —volvió a repetir el chico a su lado.

Abrió los ojos para mirarlo. El otro estaba sentado en el suelo con su teléfono en la mano mientras que intentaba marcar el número de TaeHyung. YoonGi lo intentó al principio, pero después de un rato de escuchando lo mismo lanzó el teléfono contra el sofá del otro lado de la habitación.

—¿Qué tal si lo llamas con mi teléfono? —dijo JiMin extendiendo su aparato—. Aunque no tengo su número.

Lo consideró como una buena idea y marcó rápidamente el número de TaeHyung, el cual ya sabía de memoria de tanto llamarlo. Esperó pacientemente ante la mirada de JiMin y el constante pitito que se escuchaba en el aparato.

—¿TaeHyung? —preguntó después de escuchar la respiración de alguien desde el otro lado.

¿Quién habla? —dijo su amigo a través del aparato.

—Te voy a matar —siseó después de dejar salir todo el aire que tuvo contenido.

—¿YoonGi? —Notó inmediatamente como su tono cambió.

—¿Dónde estás? —Vio hacia la puerta de la habitación de JungKook, quien al parecer todavía dormía.

En el aeropuerto.

Ese leve murmuro lo hizo levantarse del sofá de un salto, espantando a JiMin en el proceso—. ¿A dónde vas?

Necesito irme. —Al escucharlo hablar se dio cuenta de inmediato que el chico quería llorar.

—Quédate donde estás —exigió mientras se acercaba a la puerta—. Iré a buscarte.

No vengas —le dijo el otro rápidamente.

—¿Qué sucede? —Se detuvo y cambió el celular a la otra oreja.

No puedo quedarme aquí. —De fondo escuchó que arrastraba la maleta por las baldosas de lo que, supuso, sería el aeropuerto.

—¿Pasó algo con JungKook? —Sacudió un poco las manos por el nerviosismo.

Necesito extrañarlo —soltó el contrario con simpleza.

—¿A qué te refieres? —Se acercó más a la puerta, pero no la abrió.

Necesito saber si quiero tanto a JungKook como para que todo valga la pena —soltó el otro sin más y sonó tan serio que YoonGi se quedó estático.

—¿Qué pasó? —repitió y apoyó la frente sobre la puerta mientras cerraba los ojos.

No puedo decirte y te pido que no le digas nada a JungKook. —Una voz automática sonó del otro lado de la línea, pero no le entendió porque también se escuchaba el balbuceo de la gente.

—¿A dónde vas? —preguntó urgido y pasó la mano desocupada por su cuello.

Tampoco puedo decirte eso —contestó el otro y YoonGi lo notó más calmado—. No me demoraré mucho. Llegaré en unos días.

—Prométeme que volverás lo antes posible.

No te preocupes, YoonGi. Estaré ahí en unos días. —Asintió, aunque sabía que el otro no lo podría ver.

—Cuídate, ¿sí? —dijo y se tapó la boca solo para mantener la mano ocupada.

Adiós —musitó el contrario y juraría que sonreía—. Los quiero mucho... A ti y a JungKook.

La llamada se cortó. Contuvo las ganas de lanzar el aparato porque estaba consciente se que era de JiMin, así que se lo entregó a este y se volvió a recostar en el sofá.

—¿Qué sucede? —preguntó el chico a su lado, pero con todo lo que estaba pasando sintió que no tendría la capacidad para sopórtalo—. ¿Algo va mal?

—Vives cerca, ¿no? —preguntó mirándolo y tuvo intenciones de ser cortante, pero se tragó las ganas—. ¿Qué tal si te vas? Creo que es mejor que esté solo por un momento.

JiMin resopló y asintió antes de acercarse a la puerta para abrirla—. Puedes llamarme si necesitas ayuda —avisó el contrario para luego salir y cerrar la puerta.

Ni loco lo llamaría, no a él. YoonGi no sabía por qué últimamente tuvo tanto contacto casual con el chico; era extraño. Sin embargo, se dio cuenta que en realidad era él quien se comportaba diferente, como si hubiese adquirido una personalidad que antes no tenía. Comprendió entonces que estaba adquiriendo características de su propio padre y eso era peor que hablar con JiMin.

Pasaron unos días desde la gran y elegante cena con la familia Park y ya no podía estar más preocupado por el estado de uno de sus amigos. JungKook estuvo demasiado mal como para ir al instituto, por lo que YoonGi también se ausentó para ayudarlo, ser de apoyo o simplemente estar ahí porque el chico se metió en su cama para no salir más. El pequeño mocoso no dejaba de llorar y llamar a Tae en todo el puto día, todos los días, pero lo soportó pacientemente porque no era difícil ponerse en su lugar.

De igual forma, eso ni siquiera fue tan malo comparado con lo que sucedía en ese momento. TaeHyung se ausentó aproximadamente seis días y para su sorpresa solo cuatro de esos días JungKook lloró por su novio, los dos sobrantes desapareció del departamento sin dar ningún previo aviso, así mismo como decía TaeHyung que el otro hacía. Y a pesar de que solo fueron dos días ya lo tenía totalmente molesto, a la vez, hizo que se diera cuenta que se estaba convirtiendo en una persona demasiado gruñona. Definitivamente algo lo estaba haciendo cambiar.

—¿Puedo hablar con usted? —Escuchó una voz masculina, pero ni siquiera se percató de que le hablaron a él hasta que recibió un leve codazo de parte de su madre.

Parpadeó unas cuantas veces para encontrarse con el doctor, quien durante el tiempo en que estuvo encerrado en esa oficina no hizo más que hablar de su padre y su estúpida situación alcohólica, cosa que por el momento le importaba poco, ya que no le causó ningún daño a su madre.

—¿Qué pasa? —Movió la cabeza hacia el costado para fijarse por primera vez en la maqueta de cerebro que se escondía detrás del doctor.

—Quiero hablar solo con el joven.

Vio de reojo como su madre movía la cabeza efusivamente para dejar en claro de que estaba de acuerdo.

Su padre tomó la mano de la mujer y ambos salieron de la habitación sin ni siquiera preguntarle si de verdad quería conversar con ese viejo arrugado de bata blanca o no.

—¿Qué sucede, doctor?

—Hay algo que quiero decirte solo a ti —dijo el contrario juntando las manos, como si estuviera por empezar con un inmenso discurso. Eso le quitó las ganas de seguir escuchándolo.

—¿Por qué soy el único que tiene que escuchar? —Frunció el ceño ante el hombre de cabellera gris.

—Porque, por lo que noté, eres el más fuerte de la familia, el único pilar que realmente cumple su función. —El otro le dio una pequeña sonrisa para después volver a mirar sus papeles.

—¿Cómo sabe eso? Ni siquiera estuve pendiente de lo que dijo —confesó sin mucho ánimo, agotado incluso.

—Soy un psiquiatra. —Le sonrió el médico—. Creo que mi experiencia sirve de algo.

—¿Y qué es lo importante que me tiene que decir? —Verdaderamente no tenía muchas ganas de seguir escuchándolo.

—Es sobre tu padre.

—¿Hay algo más que tenga que decirme sobre mi padre? —Sus manos se posicionaron suavemente sobre sus rodillas.

—Estará ingiriendo un psicotrópico que causa un efecto relativamente fuerte, por lo que es necesario que se lo tome cuando es debido. —Asintió para que continuara—. También hay otra cosa que es muy probable que suceda y sinceramente temo por ello.

—¿Qué cosa? —intentó ser directo al respecto para salir rápido de ahí, ya que su celular le vibraba en el bolsillo.

—Tu padre puede llegar a tener ataques de ira debido a la volatilidad anímica producto de este nuevo invasor químico. Se lo comenté a él y me prometió que se controlaría, pero no podrá hacerlo, por eso te estoy avisando para que tengas cuidado. —Le pasó una tarjeta y YoonGi la tomó con las dos manos, curioso—. Llama a este número si algo malo llega a suceder. Te podrás contactar con el hospital y ellos irán a tu casa. Dependiendo de la situación le podrán un tranquilizante a tu padre, así que no te asustes y asegúrate de mantener a tu madre y a ti en un ambiente seguro.

—Entiendo —dijo lentamente, pero en realidad no quería entender ni temer de nuevo, especialmente por su madre.

El hombre asintió y luego se levantó de su asiento como si estuviera listo para despedirse, así que él lo imitó. Se inclinaron en son de respeto y se dio la vuelta para dirigirme hacia la puerta, una vez fuera contestó su teléfono, el cual vibraba intensamente en su bolsillo.

—Muchacho —lo llamó el doctor antes de tocar la pantalla del aparato, por lo que se volteó para ponerle atención—. Tu madre es una buena mujer. Debes cuidar de ella.

Asintió un poco conmocionado por las palabras del hombre. Le estuvieron hablando durante largos minutos sobre su padre, sí, pero el hombre perdió todo encantó a lo largo de los años y lógicamente su madre lo afectaba muchísimo más, por lo que su sola mención lo emocionó.

Abrió la puerta y salió de la blanca oficina. Afuera se encontró inmediatamente con sus padres, los cuales hablaban animadamente entre ellos mientras cada uno comía un pequeño panqueque.

Su padre estaba ahí sonriéndole a su madre como si fueran la mejor pareja de todas. Prácticamente el doctor le dijo que no podía confiar en él. Por muy hijo que fuera de ese hombre estaba de acuerdo con lo que dijo el personaje de bata.

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