—Chicas, no me alargaré, básicamente por dos cosas, porque esta historia es corta y porque tengo que dejar algo de tiempo para Izzy —sonrió Mel.

—Es cierto. He oído en las noticias que la situación ha mejorado y que en tres días abren los aeropuertos para que todos los no residentes en la ciudad vuelvan a casa —afirmó Alice.

Bueno mi historia es simple, había una vez una chica de pueblo, lo bastante normal y simple. Es que siempre he sido así, callada, sin meterme en problemas. Pero se avecinaba algo que daría de que hablar a todo el pueblo.

Resulta que tengo una hermanita pequeña, Hana, bueno, media hermana. Eran vacaciones de verano y como siempre ella vino de vacaciones. Siempre nos quedábamos en la piscina de casa pero esta vez, era demasiado aburrido quedarnos para ella, estaba creciendo y creo que necesitaba emociones más fuertes, y a mí me tocaba hacer de niñera.

Mi madre pensó que estaría bien que la llevase fuera, específicamente a la playa, ella nos acercó en el auto y yo, me resigné a vigilarla.

La playa es muy pequeña, y poco profunda, rodeada de riscos muy altos y con una pequeña salida al mar, que no mide más de medio metro. Así que asumí que la mejor posición para vigilarle sería cerca de los riscos, en las rocas que la dividen con el mar.

Ese no fue mi error, mi error, fue sentarme al lado de un chico que vigilaba a su prima pequeña. Recuerdo que me era mayor que yo, 3 años, tenía el pelo corto y castaño y unos ojos color miel.

No sé exactamente que dijo, pero él me habló primero, recuerdo que era algo gracioso, algo que me hizo reír, algo sobre mi bañador.

Después de eso, no quería hablarle, estaba renuente, era un payaso y un pesado, pero al final, terminé hablándole, no había mucha gente y mi hermana y su prima jugaban juntas así que era obvio que tendría que hablarle.

—Vamos a mostrársela a tu hermana —escuché decir a su primita.

—Meru, —así me llama porque está obsesionada con Japón y dice que mi nombre allá se dice así— mira que linda —dijo mostrándome una caracola— la encontró Liz.

—Wow, chicas es preciosa —exclamé.

—Como la terca de tu hermana —bufó fingiendo que se lo decía a Hana y no a mí cuando todos sabemos que era una indirecta muy directa.

—Te gusta mi hermana, emm…

—Cris, me llamo Cris y… no, no está mal —entonces me miró con una mirada de a ver qué haces ahora

—Si encuentran 10 caracolas como estas les compraré pizzas y helados… —y sin darme tiempo a decir algo más salieron corriendo.

—Los niños saben joderlo todo de una manera genial sin darse cuenta ¿no? Meru, jajaja.

—Pues no pareces molesto por ello, Cris —respondí dándole a su nombre un tono de enfado.

Entonces se lanzó sobre mí y me tiró al agua, sin dejarme salir, mirándome a la cara, pensé que iba a morir y a la mínima fuerza que hice me dejó salir.

—¿Qué haces idiota? —me enfadé

—Esperaba a que te quedases sin aire para usar el oxígeno como excusa para besarte

—Deja de usar ese tono picante conmigo, si quieres besarme, usa las vías tradicionales —se encogió de hombros como si no supiera de qué estaba hablando- ya sabes, me conquistas y luego lo intentas, ya veremos si te abofeteo o no –reí.

—Okey, suena justo.

Saben, si hubiese sido una película, esa hubiese sido la parte donde ponen las escenas con el diálogo mudo y solo ponen las imágenes, porque, aunque el clima era algo hostil por mi parte las cosas que hizo para intentar robar mi corazón fueron lindas.

Las niñas solo encontraron una caracola más, aún así fuimos a comer pizzas en un bar que está a uno de los costados de la playa a la altura de los riscos.