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La historia de Ann IV

Día 3: a penas pasado el mediodía

Ann
Que sueño... dije justo antes de bostezar y estirarme sobre la cama como una contorsionista china de esas que salen en el circo del sol.

Después de asearme comencé a revisar las tareas que me tocaban, solo para darme cuenta de que estaban ya hechas. Caminé a la sala de reuniones y allí estaban todas, esperándome como cosa buena.
Parecía una típica encerrona, y lo era.

—Así que fueron ustedes... esto de la curiosidad se les está haciendo enfermizo. Hoy era mi día de hacer tareas pesadas, enserio tanto le llama la atención —dije.

—¿Que nosotras hicimos qué?, que tareas, no sé de qué hablas. Pero si ya terminaste ven y continúa contándonos —respondió Chelsea.

Si había alguien que supiera mentir esa era Chelsea, escritora, guionista, actriz y directora del club de teatro; por lo que era obvio que esto no era más que una estrategia para que continuara con la historia. Al fin y al cabo, yo también estaba haciendo trampa al fingirme dormida cuando no quería seguir contando, por lo que parecía que en este juego, mentir también era válido.

—Vale, continuaré la historia —respondí

Fue muy difícil montarme en aquel bus para acercarme a la casa de la playa, pero no quería ir en el auto con mis sobrinitos, los quiero un mundo, pero a esa edad no había quien estuviese cerca de ellos por más de 5 minutos.

Estuve esperando un rato mientras jugaba en el celular, y mientras lo hacía levantaba la cabeza constantemente, pero desgraciadamente no lo hacía para comprobar si el bus había llegado o no, sino para intentar encontrarle en alguna parte. Subí al bus e intenté ponerme los audífonos que tenía en mi mochila y aunque recordaba que estaban rotos, los conecté. Creo que deseaba que saltara la música y él me saludara desde el asiento del frente, pero todos sabemos que eso es imposible.

—Siendo tú esperaría cualquier cosa —exclamó Mel sonriente

—supongo que yo también pensé eso, pero no sucedió —comenté antes de seguir con la historia

Los audífonos hicieron lo que se suponía y no pasó nada, nada de nada. Tras un largo viaje llegué, era la última que faltaba. Comencé a disfrutar de la playa porque, aunque no sé nadar me encanta estar dentro del agua. Les diría que me olvidé totalmente del asunto, pero podría alguien realmente olvidar algo así, no lo creo. Entonces digamos que este pensamiento estuvo consumiendo datos en segundo plano.

Todo iba bastante genial, y me invitaron a salir a una pequeña ciudad comercial muy cercana. Decidí ir, de todas formas, no me perdía nada que más podía hacer en la playa que no hubiese hecho ya.
Entonces vi a un empleado de la tienda, se le parecía bastante por detrás, pero cuando se dio la vuelta y nos preguntó si necesitábamos algo me di cuenta de que probablemente le llevaría unos 25 años a mi chico. Eso fue lo que cerró todos mis pensamientos de golpe y puso en primer plano lo que había sucedido.

—Creen en eso de las casualidades? —pregunté, realmente no era una pregunta retórica, pero parece que así se lo tomaron y continuaron escuchando atentamente— pues parecía que estaban a punto de ocurrir un par de estas, sin importar si yo creía en ellas o no.

El empleado era muy amable y nos ayudó a encontrar la zona de discos y artículos de música a mí y a mi hermana. Nos recomendó un disco, el disco Nightmare de Avenged Sevenfold, nos dijo que era bastante reciente y que su hijo le había hablado muy bien de este disco. Entonces lo recordé, a él le encanta ese grupo, se lo regalaría, pero... no le recompensaré por lo que hizo. Sin embargo compré dos copias, solo por si acaso.

Pensé en él toda la tarde y la noche, y pensé que él tenía razones para no hablarme, pues después de ver aquella escena le ignoré toda la noche, sin dudar un momento de su culpabilidad, eso solo había confirmado lo que decían sus amigos de que solo soy una niña. Quizás ya no le gusto.

Pude haber continuado creyendo esto, pero entonces escuché un sonido que llevaba tiempo sin escuchar, una notificación personalizada. ¿Por qué ahora? ¿por qué?

Día 3: Noche

Noté que anocheció, fuimos a cenar y nos dividimos para fregar, limpiar la mesa y preparar algo para picar luego.

Una vez hecha todas las tareas, antes de que me obligaran, me senté como siempre en el suelo, sobre mi cojín preferido, aclaré mi garganta y dije:

—supongo que se imaginaron que el mensaje era suyo ¿no? -y antes terminar la frase, todas estaban ya en la posición que ocupaban siempre-

—Sí, era él. ¿quién más? Estuve un rato esperando, y cuando me decidí a abrirlo finalmente, vi ese cliché:

—Aquello... no es exactamente lo que te imaginas —eso era lo que decía.

En serio, un chico tan original como él escribiría esto, pues supongo que no sabía que decir. Mi repuesta fue:
—¿no?

Continuamos chateando:

—Ariel: ella se lanzó a mis brazos, te lo juro. Lo siento, debí ser mas cuidadoso. Sé que he esperado mucho para hablarte pero me molestó que dudaras de mí.

—Ann: hablemos más tarde, déjame pensar un poco.

—Ariel: duerme bien

Comencé a escribir un millón de mensajes para responder pero solo escribía y los borraba al segundo.

Algunos de ellos decían cosas como: si querías que durmiera bien hubieras escrito mañana o sabes que no podré hacerlo, pero al final terminé escribiendo.

—Ann: tu =

Necesitaba un consejo, pero siempre he sido del tipo que escuchan los problemas del resto y no de las que cuenta los suyos. Quería desahogarme y por eso esa noche escribí en mi diario. Solo lo hacía cuando pasaban cosas importantes y esta era una. Pero solo pude escribir tres palabras como Eleanor en aquella postal, aunque estoy segura que no fueron las mismas. Las mías no harían sonreír a su destinatario, más bien lo harían preocuparse.

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