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La historia de Ann II

Ann

Suspiré que remedio tengo supongo que no hay vuelta atrás, a veces odio que Jessi me conozca tan bien. Si alguna vez llego a ser famosa sé que todos mis asesores querrán matarla, sabe demasiado y además a veces sin darse cuenta me pone en situaciones como estas. Y sin otra opción comencé.

Odio viajar, los buses me ponen enferma. Los mareos me matan y el aire acondicionado me hiela la nariz y la garganta y con lo que me gusta cantar tengo que cuidarme, pero esa vez tenía una buena razón.

Era 11 o 12 de abril, lo recuerdo porque estaba cerca el cumpleaños de una amiga y por eso iba a viajar, necesitaba un regalo decente y que mejor lugar para encontrar un regalo que la capital, y además y más importante aún iba a recoger un regalo que mi tía me daba todos los por mi cumple; pero esta vez ya que a ella no se le ocurría nada, íbamos juntas a comprarlo.

Volviendo al tema, fui a la terminal con mi hermana, como siempre estaba oyendo música con mis audífonos. Eso me hacía olvidar lo horrible que era viajar y me ponía en otra dimensión, pero en pocos segundos volví a la Tierra.

Un chico, parecía el típico chico en el que yo me fijaría, él trajo mi mirada desde mi teléfono hacia el mundo exterior, que parecía menos revuelto. Realmente nunca supe si él también me miró en algún momento, pero de algún modo creo que el sentía mi mirada.

Llegó la hora de subir y al quitarme los audífonos pude sentirme de vuelta totalmente en el convulso mundo del que quería escapar.

Lo perdí de vista ante el tumulto y los quejidos de mi hermana, siempre igual. Siempre la misma frase, un día vas a tener un accidente con esa música tan alta, si quieres alienarte, espera a estar dentro.

Loca por escapar de esa sensación abrumadora de estar rodeada de millones de personas, el ruido, la espera... subí corriendo al bus.

Solo quedaban dos asientos vacíos y casualmente detrás de él chico misterioso y una señora que parecía acompañarle.

Llegue al final de mi trayecto oyendo música con mis audífonos y ya, punto final o eso hubiese pasado si no hubiese puesto mis audífonos el día anterior en manos de una destroza audífonos llamada Jessica.

Ya habían estado fallando de un lado, pero cundo me dispuse a volver a colocármelos en los oídos y olvidarme del mundo, murieron, dejando mi música a todo volumen escucharse en todo el bus.

Lo apague lo más rápido posible, me sentía muy apenada. Entonces el comenzó a virarse y pensé, oh no, seguro que lo molesté con mi música. En su lugar solo agregó,

—Wow, veo que realmente te gusta Nirvana, pensé que como muchos solo lo usabas porque está de moda. Mi nombre es Ariel —me dijo.

—¿Como la sirenita? —Me atreví a preguntar.

—Sí, mis amigos de la infancia me lo recuerdan cada día. ¿y tú? —preguntó sonriente.

—Mi nombre es Ann, Raven Ann aunque nunca uso mi primer nombre.

—Tu segundo nombre es como la de teen titans... —exclamó, supongo que tratando de crear una referencia igual a la mía.

—Sip.

Después de eso estuvimos hablando durante las dos o tres horas que duraba el viaje. Hablamos de nuestros grupos favoritos, de los lugares a donde solíamos ir, de las series que nos gustaban, de todo un poco.

La compatibilidad era asombrosa. En unas horas había ganado un gran amigo, uno muy lindo.

Fue muy rápido todo desde que llegué a la capital, tanto que no me dio tiempo a pensar en lo que había acabado de pasar. Cuando volví a pensar en él, me encontraba haciendo autostop en una gran avenida.

Que probabilidades existían de volverle a ver, de que tocara mi espalda y estuviésemos hablando horas. sé que estarán pensando que sería demasiada suerte, pero así sucedió.

—¡Azarath, Metrion, Zinthos! (frase famosa del personaje de Raven de la serie juvenil Teen Titans) —me gritó.

Sonreí mientras giraba lentamente, no reconocía su voz, pero por alguna razón extraña supe que era él aun sin mirarle.

Continuamos hablando y en varias ocasiones se despidió pensando que podría irse en cualquier bus que llegase, pero ninguno iba hacia su destino.

Hasta que llegó un bus que iba a mi ciudad, pero se quedaba en las afueras, justo donde él vivía. Yo y mi hermana íbamos más lejos, hasta el mismo centro de la ciudad, así que esperamos otro bus. Lo había perdido de nuevo, pero desde dentro sentí una voz que decía

—Hey, nos vemos en la rebaja de ventas de discos, en discssong, me dijiste que ibas a menudo. —Dijo mientras se golpeaba con el techo al tratar de asomarse a la ventanilla.

—Sí, allí nos vemos —grité con la alegría que suponía para mí volver a verle.

En ningún momento intercambiamos números, aunque tuvimos incluso una segunda oportunidad. supongo que en esa época los jóvenes éramos menos tecnodependientes.

Cuanta más suerte podía tener, parece que no mucha. Pase días pensando en él. Escribía en mi diario mucho sobre el esperado día. Conté hasta los segundos, pero cuando llego el momento... él no llegó.

Intenté olvidarlo los días siguiente, me puse muchas escusas y me di cuenta que era imposible que yo le gustara. Era pequeña, inmadura, infantil y sobretodo lo suficientemente tonta para pensar que podría gustarle. Fui muchas tardes a esa tienda de discos, pero nunca le vi.

—No termina bien, pero es linda —murmuró Ali con voz afligida.

—Y si nos vamos a dormir ya —propuse.

—No termina ahí. Es esta Sherezade que tiene sueño —exclamó Jessi a pesar que sabía que deseaba detenerme justo en ese punto.

—Por favor cuenta un poco más de todas formas esto no es como en las mil y una noche, nadie te matará cuando no tengas nada más que decir —me rogó Chelsea.

—Habla por ti —comentó Jessi mientras reía.

Muy típico de Jessi ese humor oscuro pensé y me dispuse a contar un poco mas, no sin antes aclarar que sería solo un poco.

Finalmente decidí, bueno decidió jessi, que debía salir un rato a divertirme, olvidarlo todo. Había quedado con unos amigos, pero antes tenía que ir por última vez. Así que salí temprano en la mañana y cuando estaba llegando a esa tienda desde la parada de buses del frente le vi a punto de montarse en un bus... y ahora a dormir.

—¡¡¡No!!! Tuviste que hacer algo. Sé que no terminó ahí. Dime que por lo menos terminarás mañana —gritó Ali alarmada.

—La obligaremos. O si no, yo les contaré lo que recuerdo —dijo Jessi con un tono malvado.

—Lo haré, probablemente. Solo si se callan y alguien limpia mañana por mí —susurré casi vencida por el sueño.

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