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La historia de Alice VI

Ese día conocí de casualidad a Izzy, una muchacha que vivía cerca del campus y que había pasado cerca de la puerta de la residencia estudiantil donde estábamos pues su madre se había enterado de nuestra situación y nos mandaba pasteles y en agradecimiento la invité a unírsenos a la pijamada habitual. Era muy cerca, y usando mascarilla en el trayecto de su casa a los dormitorios y cuidando desinfectarse al llegar, todo estaría bien.

Todo estaba listo, las chicas estaban buscando los aperitivos y almohadas para una más pues ya les había informado acerca de mi nueva amiga. En ese momento llegó Izzy quien por cierto era un poco menor que nosotras. Le conté por arribita un poco sobre que iba la historia de Alice.

Al instante llegaron las chica, nos acomodamos y Ali comenzó.

Alguna vez han querido faltar a clases, ni siquiera respondan, sé que sí, ni siquiera tienen que responder, pero para mí no era algo común. Sin embargo, esa mañana no quería poner un pié fuera de la cama, no quería dejar que aquellos cabellos dejaran de rozar mi cara.

Entonces intenté hacerme pasar por enferma, sabía que él se lo tragaría, siempre me sobreprotegía mucho. Él llamó a la enfermera, y ella me dió el día libre por enfermedad y a él para que me cuidase.

Estar enferma es todo ventajas excepto por el hecho de que te sientes mal por lo que en mi caso no había absolutamente ninguna desventaja. Él estuvo todo el día complaciéndome, le impedí que se levantase de la cama después que la enfermera se marchara, le hice comprarme helados, y ver todo una maratón de películas ghiblis.

Ese fue uno de los mejores días de mi vida, estar junto a él era lo mejor. Trataba todo el tiempo de hacerme reír con chistes tontos, me cantó todas las canciones que quise y durmió a mi lado toda la noche, abrazándome. Esa noche pasó algo muy lindo, es solo un detalle, pero creo que les va a encantar.

—Cuéntalo —gritamos a coro, sin siquiera planificarlo.

Él pensó que yo ya estaba dormida, acarició mi pelo suavemente y me dijo:

—Qué tonta eres, podías haberme dicho que simplemente querías que pasáramos el día juntos. No sé qué hubiese pasado si la enfermera no fuera compañera de estudios de mi hermana mayor. Fue mi mejor día —entonces suspiró, me besó en la nuca y continuó abrazándome, hasta la mañana siguiente.

Quien diría que un romance tan perfecto podría pasar por algo tan triste como lo que sucedió después.

Es un cliché, pero alguna vez han amado a alguien al punto de querer sacrificarlo todo, así lo amaba y lo amo. Teníamos un sueño en común, algo que ambos no podíamos dejar de perseguir una y otra vez y en ese momento tuve un gran dilema, mis sueños o nuestro amor.

En una película hubiese estado muy claro desde el inicio, pero esto era la vida real. Yo, no podía dejar que el desperdiciara su sueño, ni desperdiciar el mío y fue así como cuando llegó aquella oportunidad de ganar aquel concurso e ir de gira con nuestro grupo un año, sin quererlo nos convertimos en rivales.

Lo verdaderamente extraño era que yo quería ganar, tenía que hacerlo, pero al mismo tiempo no quería ni ensayar. Sin embargo, decidimos prometer que ambos lo haríamos, ambos teníamos que dar lo mejor, ese era el deseo del otro. Yo lo hacía por sus sueños y él por los míos.

Como era de esperar Zhen ganó, era obvio que lo harían y su gira por E.E.U.U los esperaba. Nos despedimos en el aeropuerto, sin clichés, nada de peleas ni reconciliaciones antes del vuelo, solo dos corazones que eran como uno separándose.

Después de eso, regresaron, pero mi Lou ya no existía. Solo quedaba Midori. Su pelo era permanentemente negro, había comenzado a beber demasiado para aguantar el estrés de estar lejos de mí y de casa y cerca del último día de gira, se había lesionado una mano.

Su depresión era enorme, al punto de que casi no pude reconocerle, cuando bajó de aquel carro frente a la universidad. En el fondo seguía siendo él, pero no la versión que yo amaba, sino solo una parte de sí mismo.

Le habían propuesto un contrato, por casi un millón de dólares. Salimos ambos grupos la misma noche de su llegada, otra vez era él mismo. La persona había estado esperando durante dos meses completos. Esa noche fue genial, pero sabía que era mi ausencia la que le afectaba tanto en las giras, me sentía un muro para sus sueños y entonces, le pedí que saliéramos fuera para dejarle.

—Y aquí lo dejo por hoy chicas, tengo algo de sueño —trató de decir Ali mientras bostezaba.

—No por favor. Haré café —ofreció Jessi.

—Esperemos que eso me despierte un poco —contestó Alice.

Todas esperábamos con ansias que el café pudiera mantenerla despierta, para seguir escuchando la historia.

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