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La Historia de Alice IV

Nos levantamos temprano, todas teníamos una curiosidad implacable por saber que había respondido Ali cuando estaba allí en la playa junto a Louis. El plan era dejarla dormir un poco y terminar las tareas más temprano justo como habían hecho cuando era mi turno, pero Ali tiene el sueño más ligero que una pluma y no salió como esperábamos.

Alice se levantó junto a nosotras y nos ayudó con las tareas domésticas. Ese día nos tocaba además de otras tareas, lavar la ropa, y decidimos que continuaríamos con la historia mientras estábamos en la lavandería que le corresponde a nuestro dormitorio estudiantil.

La lavandería era una habitación de aproximadamente 6 metros de largo por 4 de ancho y en su centro tenía dos hileras de lavadoras. Pegadas a las paredes habían unas estanterías de madera con productos de lavado y canastas para colocar la ropa.

Nos sentamos justo al final de la habitación en un espacio con varios asientos, que ubicamos en círculo, y entre canasta y canasta de ropas, manteles y sábana, continuamos la historia.

—¿Ahora si piensas decirme que le respondiste? ¿ha sido suficiente hacernos esperar? O ¿aún quieres vengarte de mí? —la interrogué con cara de enfado, pero estando muy lejos de sentirme molesta.

—Pues podemos esperar unos minutos más si quieres —respondió Ali burlona

—Vamos por favor —exclamó Jessi intentando hacer que se compadeciese de ella

—Ok, es hora de comenzar, estoy segura de que están sumamente intrigadas —dijo antes de comenzar a narrar.

Ummm, por donde iba... ah, cierto la playa. Se han preguntado alguna vez si su mejor amigo es atractivo o no, obvio que no lo han hecho. Generalmente los mejores amigos, no se miran como si fuesen del sexo contrario... No sé si me entendéis, resumiendo, nunca lo vi de esa manera; para mí, aunque sabía que era un chico, el solo era Lou.

Es complicado porque en ese momento, tendida sobre la playa, no sabía quién era el verdadero, no podía elegir entre uno de los dos porque ambos son lo mismo, pero a la vez no lo son. Entonces hice algo que la gente denomina "cosa de tontos", respondí con otra pregunta:

—¿Alguno de ellos me ama?

—Ambos... o sea, somos la misma persona, aunque seamos tan diferentes. Es raro hablar así... Escucha, te he amado desde siempre, desde aquel día que te conocí en las clases de lengua y literatura. Midori... ah —suspiró— esa parte de mí existe desde antes. Soy muy tímido para expresar todo lo que quiero y pararme en un escenario me ayuda, pero es difícil salir y que todos sepan quien soy, no soy tan valiente como tú. Sin embargo, me gustaría ser contigo quien realmente soy, una mezcla de ambos, ¿tu... que dices?

—Yo, yo... -quería gritarle que me gustaba, que lo amaba, que me parecía genial, pero no pude, solo pude pasar mi mano por detrás de su cabello, acariciar con la punta de mi dedo pulgar su oreja llena de piercings, cerrar mis ojos, besarle y decir —responde esto a tu pregunta.

Se imaginan lo rojas que estaban las mejillas de ambos justo después de esa frase. Pues aún más rojas se pusieron cuando llegó el resto del grupo. Estuvimos un rato tomando unos refrescos y comiendo unos aperitivos que llevó el bajista del grupo, Alex, antes de volver a la escuela.

Caminamos hasta la escuela y en algún momento sin darme cuenta, él tomó mi mano. Tenía las manos grandes, podía sentir con la yema de mis dedos las venas de sus manos. Estaban algo sudorosas, no me extrañaba, ambos estábamos muy nerviosos, podía notarlo debajo de su expresión de tranquilidad.

Nos despedimos con un simple adiós, a pesar de que yo quería besarle. No sé por qué, simplemente no nos besamos.

En ese momento todo estaba bien, parecía un hermoso cuento de hadas diseñado por el propio Disney, pero como tú misma dices, Ann, las historias de amor parecen más bien escritas por Andersen, o por Shakespeare...

Las lavadoras comenzaron a sonar casi al unísono y en ese momento se hizo silencio que parecía eterno. Intenté mirarla a los ojos para decirle que quería continuar, pero no tuve el valor de pedírselo. No tenía idea de que había pasado a continuación, quizá ella no pudiese soportarlo o quizás solo estuviese haciéndonos sufrir pero no podía arriesgarme a herirla si la forzaba, no me lo perdonaría a mí misma.

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