Primera parte.
Bebé, hay algo tan trágico en ti.
Algo tan mágico en ti.
¿No te parece?
Bebé, hay algo tan solitario en ti.
Algo tan saludable en ti.
Acércate a mí.
Sin suspiros cansados, sin ojos en blanco, sin ironía.
Sin "a quién le importa", sin miradas vacías, sin tiempo para mí.
Cariño, eres familiar como mi espejo años atrás.
El idealismo se encuentra en la cárcel, la caballería cayó sobre su espada.
La inocencia murió gritando, cariño, pregúntame qué debo saber.
Me deslicé aquí desde Edén sólo para sentarme afuera de tu puerta.
🌼
Por fuera, bajo una noche sin luna, aquella casa se veía como una casa embrujada bajo los hechizos de las luciérnagas. Dos personas caminaban fuera de ella, sigilosamente como sombras al acecho, mientras una de ellas forcejeaba con la puerta con una navaja.
- ¿Está abierta? -preguntó una voz suave, mirando a sus espaldas.
Y como respuesta la otra sombra abrió la puerta, escuchándose una suave carcajada al guardar su navaja en el bolsillo.
- Sabes que no hay nada que no pueda hacer, Mochi.
🌼
- Oye Jiminnie, ¿A dónde se supone que vamos? -le oyó decir al paliducho de su amigo detrás de él. Lo miró por el espejo retrovisor y vio su rostro soñoliento en el asiento de atrás, con el cabello desordenado por el viento que entraba por las ventanas abiertas.
- A The K-mark, es la tienda de conveniencia que queda más cerca, ya casi no tenemos gasolina. -respondió, para luego abrir los ojos aterrado cuando vio vacío el asiento de copiloto a su lado-. ¡JUNGKOOKIE, NO SAQUES EL CUERPO FUERA DE LA VENTANA!
Jungkookie, el chico de siete años más alto que había visto, castaño, con unas mejillas tan comestibles como el chicle, sacó su cuerpo fuera de la ventana mientras elevaba los brazos hacia el sol. A Jungkookie le gustaba fantasear con atrapar al sol.
- ¡Esto es divertido! -gritó a los cuatro vientos, mientras abría la boca jugando con su chicle de menta azul.
- ¡Min, haz que se meta dentro! -gritó Jimin por sobre el ruido del motor. De verdad estaban perdiendo gasolina, y él estaba de los nervios mirando hacia el frente y tratando de agarrar al pequeño a su lado. Dios, ya veía que se caía, oh, dios, dios, no.
- Déjalo, si quiere ser un pájaro que sea un pájaro. -respondió Yoongi, cruzando las piernas por sobre el asiento.
- ¡Soy un pájaro! -gritó emocionado Jungkook, mientras saltaba en el asiento. Jimin extendió su brazo, agarrando su chaleco, lo que provoco que el auto se moviera hacia un lado.
Menos mal eran los únicos en la carretera.
- ¡No lo animes! -volvió a gritar, frunciendo el ceño-. ¡AGÁRRALO AHORA!
- Qué aguafiestas, Jiminnie. -respondió el paliducho, mientras bajaba la ventanilla y sacaba su cuerpo-. ¡Yo también quiero ser un pájaro!
- ¡Voy a meterles pájaros por el culo si no entran ahora! -gritó, enfurecido. Le estaba costando agarrar a Jungkookie de la polera; era demasiado pesado. Así que de un jalón lo tiró de vuelta al asiento, sentándolo y poniéndole rápidamente el cinturón.
- ¡Ah, Papá Jimin, no es divertido! -se quejó el pequeño a su lado.
Lo miró de reojo y vio como se metía las manos a la boca.
- ¿Qué pasa, kookie? -le preguntó, luego de suspirar pesadamente, para luego sentir a Yoongi asomándose entremedio de los asientos.
-Eeh, creo que se me pegó una mosca al chicle. -respondió, sacándose el chicle de la boca.
Ambos se miraron entre sí, haciendo cara de asco. Yoongi tomó el chicle de Kookie, lo envolvió en un papel y se lo guardó en el bolsillo. Jimin lo miró por el espejo retrovisor con cara de más asco.
- ¿Qué? -le respondió, al ver su expresión-. Estoy cuidando el medio ambiente.
Se rió, porque era realmente divertido ver la mueca de Yoongi.
- Oye, papá Jimin. -le llamó Jungkookie, asintiendo para él, dándole a entender que le escuchaba-. ¿Cómo conociste a papá Yoongi? Papá Yoongi dijo que te conoció con ojos en el trasero, ¿Tenías ojos en el trasero?
Miró a Yoongi por el espejo retrovisor, quien se carcajeó tan fuerte que no pudo evitar reírse también, con el ceño fruncido. Prendió la radio y puso la emisora favorita de Yoongi.
- Hmm... Si le cuento esta historia a Jungkookie, ¿Jungkookie prometerá no sacar el cuerpo por la ventana? -exclamó, enarcando una ceja y mirándole de reojo.
Jungkook asintió emocionado, mostrando todos sus dientes. Era una dulzura de niño.
Jimin volvió a mirar hacia la carretera, mientras recordaba la primera vez que había visto a Yoongi, hace años, cuando su vida cambió completamente en todo los sentidos posibles.
- Mis padres y yo nos mudamos cuando tenía 13 años a Seúl, cuando llegamos a una casa muy bonita, tenía un jardín precioso y era barata... -Jimin miró por el espejo retrovisor a Yoongi, quien le escuchaba atentamente-. Había un bosque detrás de la casa y estábamos separados de nuestros vecinos por una valla de madera. Mi vecino tenía un perro bastante bonito, era pequeño, con rulos y unos ojos redondos y brillosos. -Jungkook abrió la boca, aplaudiendo y Jimin se rió, para luego formar un mohín con la boca-. Pero aquel perro odiaba a todos, al igual que su dueño. No pasé ni cinco minutos bajo el auto de la mudanza cuando el perro me mordió, ¡Y el vecino no hacía más que reírse!
Yoongi volvió a estallar en carcajadas al igual que Jungkook, quien en verdad no entendía la gravedad del relato. Jimin, negando con la cabeza molesto, tratando de no contagiarse con la risa de Jungkook, frunció el ceño indignado.
- Y ese vecino ni siquiera se disculpó, sólo fue a buscar a su perro quien no dejaba de morderme los tobillos.
- Ese vecino era un buen chico, ¿Sabes? -opinó Yoongi, conteniendo la risa.
- ¡Ese vecino era un tonto!
- ¡No soy un tonto!
- ¿Ese vecino eras tú, papá Yoongi? -preguntó curioso Jungkook, mientras miraba a Yoongi por encima del asiento.
- Tal vez.
- Por supuesto que era él. -aclaró Jimin-. Nunca había conocido a un chico tan sinvergüenza, y eso que eres dos años mayor que yo.
- ¿Y qué hiciste después, papá Jimin? -exclamó Jungkook, atento a lo que decía Jimin.
- Me enfadé y maté a su perro. -Jungkook lo miró horrorizado y Jimin se rió-. Es broma, Yoongi y yo nos peleamos apenas nos vimos, de hecho, ni siquiera sé porque ahora somos amigos.
- Eso es porque salvé tu trasero de los matones de la escuela, ¿O no te acuerdas? -mencionó Yoongi, cruzándose de brazos.
Jimin hizo una mueca de desagrado, pasándose una mano por el pelo.
- Estabas en el consejo estudiantil, no podrías haber hecho otra cosa.
- Claro que podría haber hecho otra cosa, me enyesaron la pierna por eso.
- No es mi culpa que tengas piernas como palillos de dientes. -balbuceó Jimin, un poco sonrojado.
- ¡Así que papá Yoongi es un héroe! -gritó Jungkook, admirado.
Yoongi asintió, orgulloso mientras Jimin lo miraba con los ojos entrecerrados, bufando.
- Claro que no. -se rió Jimin, carcajeándose fuerte-. Papá Yoongi es un idiota, repite conmigo, kookie.
- ¡Papá Yoongi es un idiota! -repitió Jungkook, sonriente.
- Oye, que mala madre eres, insultando al padre de tu hijo. -exclamó Yoongi, frunciendo el ceño mientras desde atrás jalaba la mejilla de Jungkook-. Y tú mocoso, no le sigas.
- ¡Auch!, ¡Auch! -chilló Jungkook.
Jimin, con una expresión ofendida, sin quitar la vista de la carretera tiró la mano hacia atrás pegando un palmazo al brazo de Yoongi.
- ¡Y quién dijo que yo soy la madre! -exclamó, bufando. Yoongi soltó la mejilla de Jungkook, sacando una bolsa de papas fritas.
- Claro que eres la madre, yo no baño mocosos.
- Eso dices ahora, pero cuando Jungkookie tenía ganas de ir al baño bien que le ayudaste a limpiarse cuando hizo del dos.
- ¡Jungkookie quiere papas fritas! -gritó el pequeño, sacándose el cinturón y pasando por entremedio de los asientos, tirándose encima de Yoongi, quien alejó inmediatamente la bolsa con papas fritas, apartando la cara de Jungkook con su palma.
- ¿Ahora quién es el idiota? -se burló Yoongi, mientras forcejeaba con el pequeño.
- ¡Papáaa -alargó la palabra, haciendo un puchero lastimero- Kookie tiene hambre!
- Debiste pensarlo antes de dejarte manipular por tu madre, mocoso.
- ¡Que no soy la madre! -gruñó Jimin.
Y mientras ambos reían detrás, Jungkook luchando por conseguir la bolsa de papas fritas y Yoongi haciendole cosquillas, Jimin sentía la brisa cálida acariciarle desde la ventana, desordenando su cabello. No había nubes y el clima era cálido, no hacía tanta calor como lo predijo el caballero del tiempo en la televisión. Le gustaba aquel tipo de clima.
Suspiró, escuchando las risas de aquellas dos personas que eran importantes para él, sonriendo involuntariamente. Sintió algo vibrar en el bolsillo de su pantalón y rápidamente sacó su celular, mirando la pantalla.
Tenía un mensaje.
Mamá.
Vuelve a casa.
🌼
- ¡Basta, Park Jimin! No puedes hacernos esto, ¡No puedes! -gritó su padre, golpeando la mesa.
Jimin miró su plato; kimchi congelado, ensalada con mucho limón, jugo demasiado dulce. La peor cena de todas, no sabía si era su paladar o en verdad su mamá había cocinado horrible.
Tragó saliva dificultosamente, con un nudo grueso en la garganta que le asfixiaba.
Trató de hablar, pero al levantar la mirada y encontrarse con la mirada dolida y furiosas de aquellas tres personas más importantes en su vida, le hicieron morder su lengua. Quería gritarles. Quería decirles muchas cosas pero nada salía de su boca.
Lo único que parecía brotar sin control eran sus lágrimas.
- Jiminnie, por favor... -suplicó su madre-. No puedes abandonar la escuela para irte a ese internado de danza, es... es demasiado arriesgado.
Jimin la miró, suplicante también. Aquel tono tranquilizador que usaba su mamá para entrar en razón lo llenaban con una rabia que quemaba en lo profundo de su ser. Ella tampoco lo entendía.
- Jimin, estoy de acuerdo con mamá. Sé... sé que puedes hacerlo, confío en ti, pero salir de la escuela ahora... no encuentro que sea bueno. -razonó su hermano, a su lado.
Jimin miró a su padre, quien mantenía los puños cerrados y la vista fija en un punto ciego frente a él.
- Mi hijo no va ser un vagabundo. -dictaminó, para luego mirar fulminante a Jimin-. ¡No vas a bailar esa mierda de baile!, ¡¿Quién te crees que eres?! -empezó a gritar, elevando la voz. Jimin se hacía cada vez más pequeño en su asiento y sentía el tenedor adherirse a la piel de su mano con fuerza-. ¡Eres mi hijo y harás lo que yo te diga!, ¡Me importa una mierda que te quieras ir a un internado a la otra punta del mundo!, ¡Si yo digo que no irás, es porque no irás!
Jimin soltó el tenedor, cayendo al suelo estruendosamente. Se levantó tirando la silla hacia atrás bruscamente, asustando a su madre y a su hermano y enfrentó a su padre, quien también se había levantando.
- ¡Es mi sueño! -exclamó, casi sin voz.
Se sentía tan desesperado y tan enfurecido; si hubiera podido tirarle el plato en la cabeza a su padre lo hubiera hecho. En cambio, para evitar estallar como el bigbang, corrió hasta las escaleras camino a su habitación.
- ¡¿A dónde crees que vas, Park Jimin?!, ¡Vuelve aquí, mocoso de mierda!, ¡¿Acaso crees que te mandas solo?!, ¡Me importa una mierda, no vas a bailar y punto!
Fue lo último que escuchó Jimin de su padre al cerrar la puerta de un portazo, para luego ponerle pestillo. Pegó un brinco cuando escuchó los golpes atronadores que le daba a la puerta su padre detrás de él, para abrir la puerta.
Se iba a ganar la paliza de su vida si le abría.
¿Por qué su padre no podía tomarse en serio su sueño? Se había esforzado tanto, él mismo podía verlo... Y ahora tenía esta beca en el instituto al otro lado de Seúl, ¿Por qué su padre tenía esa idea errada de que el baile sólo era para chicas?, ¡Y que eso no le hacía ser homosexual!
Aunque lo era, en el fondo. Hubo un tiempo en el que pensó que le gustaban las chicas, pero fue un fracaso. Su ex novia lo odia ahora por siquiera intentarlo. Pero ni siquiera eso podía aceptar sin sentirse aterrado de que su padre lo supiera y le diera la mayor paliza de su vida.
Ahora se sentía tan aterrado que las manos le temblaban; en realidad, todo su cuerpo parecía una gelatina en medio de un terremoto. Se tapó los oídos y se escondió en el baño de su habitación, esperando a que su papá dejara de aporrear la puerta.
Pasaron minutos, segundos, tal vez horas, sentado ahí contra la puerta, con los ojos hinchados por el llanto y el silencio más sepulcral que alguna vez escuchó en su vida.
Cuando pudo oír que el peligro se había ido, pisando las escaleras fuertemente y maldiciéndole con furia, salió del baño sigilosamente y buscó su celular, que estaba entre las sábanas de su cama.
Al encontrarlo, vio las 20 llamadas perdidas y 10 mensajes de su vecino.
Ni siquiera podía concentrarse de lo mal que se sentía; todo le dolía. Era como un dolor que brotaba de su pecho hasta la punta de sus dedos.
Así que sólo abrió el último mensaje que le envió.
Mi apestoso Min Yoongi.
Asómate a la ventana.
...
Cabeza hueca.
...
Oh, se me olvidó el por favor.
Jimin rodó los ojos, mordiendo su labio, con una pequeña sonrisa involuntaria. Era en estos momentos donde agradecía a su vecino -y mejor amigo- por ser tan entrometido. En todo.
Porque lo necesitaba ahora más que nunca.
Así que caminó a la ventana de su habitación, corriendo las cortinas y le vio ahí, frente a él, sentado en el umbral de su ventana mientras rodaba con los dedos una flor de cerezo. Inmediatamente, como si estuviera esperándole un buen rato, levantó la vista rápidamente y la fijo en sus ojos llorosos.
Si algo amaba Jimin de Yoongi es que no era necesario que hablaran para poder entenderse. Sólo era necesario verse para saber lo que quería el otro.
Tal vez por eso, y para consolarlo, Yoongi estiró la mano con la flor de cerezo hacia Jimin, como si estuviera dándole una invitación.
Ven a por él.
Casi podía escucharle decir eso.
Así que como si hubieran prendido un interruptor dentro de Jimin, corrió hasta su armario y sacó su mochila, metiendo ropa, cepillo de dientes y todo el dinero ahorrado a lo largo de su vida para luego abrir la ventana y tirarlo hacia los arbustos.
- ¿Vienes? -preguntó Jimin con la voz ronca, asombrándose así mismo. Por un momento pensó que le habían arrebatado la voz.
Yoongi movió el mentón señalando hacia la izquierda, donde estaba su auto aparcado al frente de su casa.
Estaba encendido y Jimin podía ver una mochila grande en el asiento trasero. Una carcajada limpia salió de su garganta, dándole una sonrisa tan grande a Yoongi que éste no tuvo más opción que meter el cuerpo dentro de la habitación, para evitar desmayos.
No sé que haría sin ti, hyung.
Y Jimin supo que Yoongi lo sabía, por el brillo burlón de sus ojos.
Por eso jamás se lo iba a decir.
🌼
Jimin aparcó el auto en frente de la gasolineria The K-mark, para echar gasolina y esperar a Yoongi, quien ya estaba fuera del auto, estirando los brazos y las piernas. Silvó, con la mirada perdida en el horizonte y luego se inclinó hacia la ventana del copiloto donde estaba Jungkook, comiéndose las papas fritas mientras dibujaba en el cuaderno de Jimin.
- ¿Qué haces, mocoso? -le preguntó Yoongi, mientras Jimin se metía un chicle de menta a la boca-. ¿Ese soy yo?
- ¡Sí, y aquí está papá Jimin! -señaló al otro dibujo de una persona de palo-. Y aquí está el sol, las montañas...
- ¿Y qué es eso?, ¿Un puerco espín? -señaló con el dedo Yoongi.
- ¡No! -exclamó Jungkook, haciendo un puchero-. Ese es Holly.
- Oh, Holly. -musitó Yoongi, moviendo la cabeza afirmativamente-. Me gusta, pero tienes que hacerme más pectorales aquí... y aquí...
- Deja de distorsionar la realidad, Yoon. -se burló Jimin, mientras trataba de hacer un globo con su chicle. Yoongi lo miro con los ojos entrecerrados, para luego dirigirse a Jungkook.
- Y hazle una barriga de embarazada a tu madre, Kookie. Y bigotes con unos tacos, no te olvides de eso.
Jungkook asintió, empezando a dibujar. Jimin abrió los ojos, haciendo un mohin y quitando el lápiz a Jungkook.
- Kookie, ¿Quieres ver mi dibujo de papá Yoongi mientras duerme? -preguntó Jimin, mirando maliciosamente a Yoongi, quien se cruzó de brazos.
- ¡Sí! -exclamó Jungkook, divertido.
- Jiminnie, si sigues así te patearé el trasero y te quedarás aquí. -amenazó Yoongi, alargando la mano hasta pellizcar la nariz de Jimin.
Jimin arrugó la nariz, sacando burlonamente la lengua a Yoongi.
- No te olvides de los chicles.
Yoongi sonrió de lado, para luego sentir con la punta de sus dedos la culata del arma en su bolsillo. Se sentía fría contra su mano y, sin mirar a Jimin, se colocó el pasamontañas con las gafas de sol.
Caminó rápidamente hasta la ventana del piloto, donde estaba Jimin y metió su cabeza dentro, atrapando la boca de Jimin en un beso húmedo, metiendo su lengua, jugando con ella en círculos, succionando, para luego dar con el chicle en su boca y tomarlo dentro de la suya.
Se separó de él y fácilmente hizo un globo con el chicle.
- Necesito esto. -exclamó, mostrando las encías en una sonrisa ladina-. Te lo devolveré en un rato.
Y sin mirar atrás, Yoongi entró a The K-mark con rapidez.
Jimin aun podía sentir la calidez y humedad del beso, el cosquilleo en la parte baja de su abdomen, el sudor en sus dedos, la respiración entrecortada, sus mejillas calientes y sus labios un poco hinchados.
Si algo amaba Jimin de Yoongi era la rapidez con la cual podía hacerle caer, no importa cuantas veces fuera en el día, por él. Siempre terminaba con el ritmo de su corazón acelerado, y ese sentimiento en su pecho que le llenaba de felicidad y nerviosismo.
¿Cuándo las cosas habían terminado así?
¿En qué momento se había enamorado de su mejor amigo?
¿En qué momento supo que todo lo que sentía por Yoongi no era más que amor, esa clase de amor que sólo se puede saciar piel con piel, alma con alma, boca con boca?
Miró a Jungkook a su lado, quien arrugaba la nariz asqueado por la escena del beso. Jimin se sonrojó aun más, y escondió su sonrisa de tonto detrás del puño de su mano.
🌼
Yoongi detuvo el auto al lado de la carretera de un golpe; sin haberlo visto venir la noche llegó más rápido de lo que esperaban y estuvo a punto de quedarse dormido.
Ni siquiera habían puesto la radio, sólo se escuchaba la respiración agitada de ambos en la oscuridad de la carretera. Yoongi apagó las luces del auto, formando más oscuridad; apenas se veía la media luna en el cielo y a lo lejos un faro.
- Mi madre se va a enojar conmigo. -susurró Yoongi, mirando la nada frente a él-. Se me olvidó apagar el horno con el pollo. Hoy comerán carbón.
Jimin apenas rió, despacito, sin ganas de nada. Antes de que se fueran su hermano le había visto irse; avisó a su madre a gritos y ella salió corriendo detrás de él, mientras la perdía de vista.
Jimin le gritó a Yoongi que parara.
Pero Yoongi sabía lo que quería Jimin más que él mismo, así que no lo hizo.
Y ahora se lo agradecía.
Se sentía triste, tan triste... triste porque era libre, y eso le hacía sentir culpable.
Pero libre de todas formas. Y se sentía feliz y aterrado.
Así que sin darse cuenta empezó a sollozar, odiando con todo su corazón el hecho de que no pudiera ser diferente, odiándose y odiando todo de una forma inútil.
Estaba tan inmerso en su llanto, que ni siquiera sintió la mano de Yoongi quitarle el cinturón de seguridad y jalarlo hacia él, sentándolo en su regazo. Se sentía tan débil que Yoongi ni siquiera tuvo que hacer fuerza para ponerlo entre sus brazos y mecerlo contra sí, besando su cien, su mejilla mojada con lágrimas, aquel punto entre su mentón y su cuello, el lóbulo de su oreja, su cuello. Todo era pequeños besos cálidos y suaves por todo su rostro.
Jimin, quien aun no dejaba de sollozar, ni siquiera se preguntó porque Yoongi estaba consolándolo de esa forma. Nunca lo había hecho antes; apenas y se abrazaban en momentos precisos. Como cuando pasaron de curso con las mejores notas, o cuando Yoongi ganó ese partido de basquetball, o cuando Jimin rompió con su novia, o cuando Yoongi rompió con su novia, o cuando la gata de Jimin murió. Eran mejores amigos porque no necesitaban ese tipo de contacto para sentirse cerca, para entenderse como ningún otro.
Pero ahora Yoongi repartía pequeños besos por sus mejillas y Jimin no sabía qué sentir.
Porque en ese momento sintió más de lo que había sentido en toda su vida. Ahí donde sus labios tocaban su piel, todo ardía.
Se estaba perdiendo entre sus brazos.
Así que, soñoliento y cansado, escondió su rostro en el cuello de Yoongi, inhalando su aroma a cereza y tierra húmeda, para luego secarse las lágrimas con la manga de su sudadera y cerrar los ojos.
Se sentía consolado y feliz, pero su pecho dolía y ya ni siquiera sabía el porqué.
Y ahora entre el silencio del auto lo único que podía escuchar eran los latidos del corazón de Yoongi, que estaban igual que los suyos.
Totalmente desenfrenados.
🌼
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