Capítulo uno
Todos deben saber que Dios tiene un lugar especial para cada ser en su perfecto universo. Ella es sabia, no desperdicio ni una sola gota de su magia y es por eso que todos, sin excepción alguna también tienen un propósito, las abejas por su puesto pequeñas como las vemos son el claro ejemplo de que no importa el tamaño o la apariencia sino el trabajo realizado en beneficio de otros.
Hizo a los humanos para no sentirse tan sola, creó a los ángeles viéndolos similares a sus ayudantes para su gran misión, pero debido a su enorme corazón no pudo evitar amarlos hasta considerarlos familia.
Sus tres favoritos eran Miguel, Gabriel y por su puesto su atontado Rafael que lamentaba decir, era a quien más consentía. No es correcto poner en tela de juicio su amor por los otros arcángeles, sin embargo, tenía un especial cariño a sus tres bebés al haberla acompañado durante mas tiempo pues eran los primeros cuyas manos crearon.
A su hija, Miguel la dotó con fuerza y el carácter necesario para ser su mano derecha.
A Gabriel le brindó su confianza, le contaba sus secretos pues un mensajero debida estar muy cerca.
A Rafael, le llenó de conocimientos necesarios para curar, pero también para quitar vida, pero de lo que mas estaba orgullosa es de entregarle su corazón haciéndolo sensible y empático a diferencia de otros ángeles.
El problema de hacer a sus hijos de esa manera por supuesto le explotó pronto.
—¡Solo estoy diciendo que es más fácil que me ayuden en mi trabajo! —dijo Rafael corriendo detrás de sus hermanos mayores—. ¡Si tú vas a estar en ese sección del espacio no tiene sentido que yo vaya!
—¡Por ultima vez Rafael! Mi trabajo no es crear estrellas, yo solo voy a vigilar el trabajo que está haciendo el departamento de diseño, Madre quiere los prototipos de los humanos ya—Gabriel ni siquiera se paró seguía volando hacia su camino—. Deja de ser tan flojo o ve a molestar a Miguel.
Miró a su hermana, aun eran bolas de energía con grandes alas cosa que le molestaba a Dios demasiado, aunque no lo mencionaba mucho. A veces recordaba sus quejas por no poderse abrazar de esa manera, cabe destacar que nadie sabía el significado de un abrazo ¿Era algún nuevo proyecto?
—Mejor los acompaño—así al menos se distraía un rato.
Miguel lo detuvo—. Rafael promete que regresarás a trabajar sin molestarnos a nosotros.
—Bien…
Al verlos llegar pequeños aros dorados se alinearon dejando en el centro de una roca destrozada a un diminuto ser hecho con polvo de estrella, era el primer humano.
—Se tardaron demasiado como para hacer algo tan horrible, a Madre no le gustara—Gabriel dijo queriendo retirarse ya. El tiempo comenzaba a existir y eso le resultaba estresante, ahora debía de cumplir sus deberes con mas régimen.
Por supuesto el comentario de su arcángel los hizo sentirse decaídos, hacer un ser con los materiales entregados por Dios no resultaba nada fácil y menos cuando no les dio instrucción alguna.
—Yo creo que están bien, solo me imaginaba que sería mas rojo con dorado—opinó Rafael acercándose con singular alegría al prototipo. Tan critico como era no tardó en cambiar esos extraños hilos que salían de su cabeza y en inyectar mucho más polvo al pequeño ser, una vez que termino nadie supo interpretar si las modificaciones habían sido buenas o malas.
Al final al menos sus hermanos decidieron nunca volver a aceptar de nuevo el acompañamiento de Rafael a citas importantes.
—Lamento los daños a su trabajo—Miguel se disculpó.
—Sigue siendo más feo.
—Ten cuidado con lo que dices, Gabriel—la dulce voz de su madre retumbo por el espacio, mostrando que solo ella podría llegar al final de este—. Ese es el nuevo cuerpo de tu hermano.
Cuando menos lo esperó, Rafael vio a todos desde la pequeña roca, de repente lucían más imponentes incluso los diminutos ángeles. Ya no era luz, ahora era carne y huesos, experimentaba en primera persona que significaba ser parte del plan de Dios.
No podía mentir, eso solo lo hacia sentir especial. No encontraba ninguna humillación sino una extraña simpatía junto a emoción por empezar a ver como esos seres se iban a desarrollar en un cuerpo tan pequeño.
—Ahora…es su turno—con la última orden de Dios cada una de sus celestiales creaciones tuvo un cambio, tomando la forma humana con muchas variaciones entre sí.
Pero nadie le llamo tanto la atención como un pequeño principado regordete que miraba a todos con gran confusión, su nombre no lo sabia pero un murmuró de su Madre fue suficiente para saberlo y entender que no era un compañero más, sino un regalo.
Aziraphale
Dios no fue nada discreta en ponerle su nombre “escondido.”
En un determinado punto, aquel ángel lo observó también, analizándolo incluso, pero regalándole una sonrisa que lo hizo sentir calor en su rostro. Sabia que no era una enfermedad, nada malo se podía sentir tan bien como su mirada y ese gesto tan hermoso que explotó su mundo.
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