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CAPÍTULO UNO

— Eres un tremendo idiota.— Escucha por milésima vez Yuuji a su costado mientras comía su almuerzo en compañía de sus amigos, Kugisaki Nobara y Fushiguro Megumi.

— No lo digas así, Satoru, pero sí, bastante tonto.— Dice el jóven pelinegro al otro lado de su cuerpo.

Los dos amigos de Yuuji estaban hartos de que este no se quejara ante las constantes burlas de sus senpais por la ya conocida situación de Itadori, esperando ejecución hasta terminar de comer los dedos de Ryomen Sukuna. Y, no es como si pudiesen culparlo tanto, los jóvenes que más lo molestaban eran Satoru Gojo y Suguru Geto, los hechiceros más fuertes de la academia.

— Senpai.— Dijo Yuuji de manera sorprendida al sentir que ambos muslos habían sido atrapados por las enormes manos de ambos hechiceros.

— ¿Quién te dió permiso de hablar? ¿Quién te crees que eres para dirigirte sin ninguna clase de respeto hacia mí?— Dice Gojo "fastidiado", pero apretando el carnoso muslo del jóven pelirosa, el cual se crispa ante las manos que ascienden hacia su miembro.

— No seas así con el muchacho, disculpalo por ser un tarado, Yuuji.— Suguru acerca un poco su boca al oído del jóven cuando mencionó su nombre y fue que se dió cuenta del terrible sonrojo en esta parte, un punto débil.

— Déjenlo tranquilo.— Fushiguro, harto de ver el descarado acoso de sus senpais hacia su amigo, deja de comer y se dirige a ellos notablemente molesto.

La batalla de miradas que se hizo duró breves segundos antes de que los mayores resoplaran y decidieran, sólo por esa ocasión, dejar de molestar al lindo muchacho que por respeto no los golpeaba, pero antes de irse ambos apretaron cada glúteo dejando un poderoso sonrojo en las mejillas de Itadori, el cual escupió su comida en la mesa, llevándose un terrible quejido por parte de su amiga.

— ¿Por qué nunca les dices algo? Llevan más de dos meses molestándote.— Dice Fushiguro pasándole un pedazo de papel para limpiarse la boca.

— ¿En serio me preguntas eso? Son los tipos más fuertes de este lugar, sé que debo morir, pero todavía no es momento de hacerlo.— Dice después de limpiar la comisura de sus labios y esperando que el sonrojo disminuya.

Itadori sabe que el pelinegro tiene razón, pero este tampoco sabe toda la historia detrás de su acoso, no sólo era un bullying normal, era más allá y, por muy tonto que fuese, tampoco era estúpido. Sus senpais pedían a gritos ahogados más de él. Sentía vergüenza de hacerles saber a sus amigos que no podía evitarlo, no quería que se formarán una imagen de él siendo una damisela en peligro, su orgullo como hombre se destruiría. Podía lidiar con aquellos apodos tiernos que susurraban cuando lo acorralaban solo, podía tratar de olvidar la quemante sensación en su cuerpo cuando era tocado en partes erógenas, debía hacerlo... Porque de cierto modo, no le molestaba.









— No le quise decir que era un idiota, quería decirle que era súper lindo.— Gojo jalonea de sus cabellos una vez yacen del otro lado de la escuela, sólo ellos dos sentados bajo un árbol frondoso.— Yuuji tiene una cara tan linda que me dan ganas de venirme sobre ella.

— Y que lo digas, ¿Sabías que es súper sensible en los oídos? Imagínate morderlo ahí mientras lo follas. de seguro que hará lindos sonidos.— Dice Suguro llevando su mano bajo su mentón, imaginando tal escenario en la comodidad de alguna aula de la escuela.— Aunque sí, más respeto a Yuuji, idiota.— se recompone y suelta un golpe al hombro de su amigo, el cual ni siquiera roza al tener este su infinito activado.

— Lo dice quien se lo imagina cogiendo, aparte de que le agarraste su preciosa nalga.— Gojo regresa el golpe, siendo este detenido por la mano del otro.

— Tú también le agarraste una.— Responde el pelinegro.

— ¡Porque no iba a dejar que sólo tú tuvieses esa magnífica suerte! ¡Yuuji es mío!

— ¡No, mío!

— ¿Por qué no se lo quedan ambos?— Shoko al fin habla después de largos y tortuosos minutos dónde sus dos compañeros hablaban con total admiración de la adorabilidad de el recipiente de Sukuna. Estaba cansada que, desde que Itadori se volvió la sensación de la academia por ser capaz de contener al rey de las maldiciones, sus dos compañeros, que se suponían eran listos e inalcanzables, se volvieran perros urgidos por el pelirosa.

Ella era espectadora de la terrible obsesión de ellos para con el joven a que a leguas se notaba sólo lo vivía para tratar de evitarlos y ciertamente entendía porque estaban locos, el joven era amable, tranquilo, radiante como un jodido sol en primavera y  lindo, pero eso no significaba que gay o algo por el estilo. Y lo que más irritaba a la jóven, era como Gojo y Geto peleaban a ver quién sería el primer novio del chico, porque no eran tontos, Yuuji tenía un crush supremo con Jennifer Lawrence, una mujer; así que, para ella sería mejor que hicieran un trío y fin del asunto.

— No suena tan mal... — Dice Gojo, deteniendo cada uno de sus movimientos.

— ¿Acaso gustas de mí?— Dice Geto mirándolo con cierto asco.— Eres guapo, pero no me gustas.

— Gracias y no, no me gustas ni siquiera un poco.— Dice el albino.— Pero eres mi mejor amigo y reconozco que tú cariño por mi amado Yuuji es genuino, no puedo permitir que una basura que no siente respeto y amor p-

— Te faltó obsesión.— interrumpe la castaña.

— Sí, también, por mi amado Yuuji siquiera tenga derecho a respirar su mismo aire.— Termina Gojo, aunque muy en el fondo tampoco dice la verdad del todo.

Y Suguru lo sabe, porque siente lo mismo, pero tampoco dejaría ir la oportunidad de estar con Yuuji.

— Bueno... ¿Entonces?

— Estás dispuesto a compartirlo conmigo.— Dice.

— Eso no sonó como pregunta.

— Es que no lo es, lo tienes que hacer, porque de lo contrario tendría que matarte o mínimo quitarte un brazo para saber quién tiene mejor posibilidad de estar con Yuuji.

— Bastardo... — Dice Suguru, levantándose de dónde yacían sentados.— Teniendo a Shoko como testigo, prometo que tampoco trataré de matarte por el bienestar de Yuuji.

— Si quieren su bienestar dejen de acosarlo.— Dice las castaña, siendo ignorada y resoplando por el nuevo plan que tenían sus amigos, y de cierta manera acepto que era su culpa.

— Será para ambos.— Dicen los jóvenes estrechando las manos y cerrando un trato por el chico que esos momentos sintió cada nervio crisparse, sus instintos le gritaron... Peligro.



Nos leemos luego.
Drakonk ©

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