P.O.V. Minji Kim
¿Conocen ese sentimiento de frío aún cuando están tapados con varias mantas? ¿Aún estando al lado de la calefacción, como si el calor envolviendo tu cuerpo no fuera suficiente para ahuyentarlo? Entonces sientes que el frío toma cada parte de tu cuerpo, llena tu corazón, nubla tu vista... No veas a nadie, no sientes a nadie.
Soledad.
Si ¿verdad?
Esa noche hacía frío, mucho frío. Por que me sentía sola, no importaba cuántas veces pidiera ayuda, las personas en las que confiaba parecían enfumarse enseguida. Por momento me enojaba, por que todo el mundo te dice que si necesitas a alguien van!a estar para ti pero nunca lo cumplen. También entendía el punto de mi hermana mayor: Mis problemas debía resolverlos sola.
Hacía un tiempo me había cambiado de escuela, no conocía a nadie y estaba pasando la muy mal. No tenía ganas de estar ahí en absoluto pero quise ser positiva, quise conocer a!mis nuevos compañeros. Que me ignoraran dos personas me sacó el entusiasmo, me quedé el resto de tiempo sola, esperando que sonara el timbre para volver al salón. Al día siguiente podría volver a intentarlo.
Lamentablemente no hubo día siguiente por la cuarentena obligatoria. Miles de trabajos que no tenía motivación para hacer. Cada vez que pensaba en ellos me llegaba a la cabeza "¿Por qué lo voy a hacer? Si nisiquiera quiero vivir" Era triste pero al menos en mi cabeza podía ser sincera. Lamentablemente solían salirse de control, me sofocaban las ideas de tomar una soga y colgarme. Sólo hacían falta dos nudos llanos, nada elaborado. Eso me asustaba y terminaba llorando en el baño mientras llenaba mis brazos de rasguños. Ardían y no dejaban marcas. Un crimen perfecto pero crimen al fin y al cabo.
Ese era mi problema y me asustaba tener que afrontarlo sola, cada vez era más recurrente que tuviera esa clase de pensamientos, de deseos. Me asustaba el hecho de que la razón principal para no suicidarme era el caro servicio de defunción. Lo último que faltaba era endeudar a mi familia.
Un día mi mamá se cansó de mí.
—¡No sé cómo regañarte! ¡Tienes que hacer las cosas del colegio Minji!—Era curioso, ella pensaba en regañarme y en gritarme mientras yo sólo necesitaba un poco de motivación, una palmadita en el hombro mientras lo hacía. Pero los padres regañar, no preguntan. Y pensar en eso me quebró. Me quebre frente a ella, una vez más.
—¿Y qué si no lo hago? ¿Y qué si repitiera el año? —No me animé a seguir.
—Mira, Minji, a ti te tengo mucha paciencia por que sé que estás mal y siempre regaño a tu hermana. —Sabía que estaba mal y aún así me gritaba, en lugar de preguntar por qué. Genial.—Pero no son vacaciones hija, hay que hacer las cosas igual.
—¡Pero no puedo! Sé lo que tengo que hacer pero no tengo motivación...—Miré mís manos, borrosas por las lágrimas.—Suena tonto, pero no puedo. No tengo una razón para hacerlo y se que éso no es normal cuando-
—¿Cuando qué amor?
—Me lastimó.—Confesé en un mar de lágrimas, tamando mi rostro con ambas manos. Sentía vergüenza de mí. Mamá me abrazó y se sentía bien.—Por eso querían ir al psicólogo.
—Pero... ¿En qué sentido te lastimas?
Conté hasta 1 millones antes de poder decirlo en voz alta. En el fondo no quería aceptarlo.
—Yo... Me rasguño y m-Me gol... golpeó la cabeza... Y-y llegué a a-ahor- carm-Me... —Llevaba cerca de 4 años tratando de no hacerlo pero siempre tenía recaídas y cada vez era peor.
—Ay amor. Fragelarse el cuerpo no es la solución y ahora estamos en cuarentena...
Esa fue todo lo que dijo. Hacia 1 año me había animado a perdir un psicólogo. Sabía que lo necesitaba así que dejé de lado vergüenza y miedo para decirlo en voz alta. Mis palabras se las llevó el viento.
Un mes antes de empezar el nuevo colegio había experimentado mi primer ataque de anciedad. Me faltaba la respiración, estaba mareanda, sentía que todo mi cuerpo temblaba y que pronto me desmayaría. Quería vomitar. Cuando me miré en el espejo de la Guardia del hospital noté que estaba pálida y las ojeras se marcaban con un fúnebre morado.
—Físicamente todo está bien, es algo psicológico, pero para descartar le vamos a mandar unos estudios.
Esos 10 estudios tardaron cerca de 3 semanas, todos resultaron en que estaba perfectamente. ¿Y el psicólogo? Uhm no llegó nunca. Por suerte la psicóloga de mamá explicó qué había sido y cómo tratarlo en el momento.
Agradecí eso por que todos los días, al menos una vez me mareaba. Se calmó después de llorar frente a mamá y supuse que debía entenderla. Seguro no era fácil tenerme como hija y no sabía cómo contenerme.
Me levanté, me deshice de las mantas y las lágrimas; fui hasta el baño y me miré.
—Estás sola Minji.—Me hablé mentalmente.—Pero tú puedes con esto. Por que la vida no te pone enfrente nada que no puedas superar... Pudiste con lo de papá y puedes con esto. Así que ponte a hacer tareas.
Comencé a repetir eso casa mañana, cada noche, cada vez que me bañaba, cuando quería razguñarme o golpearme o asfixiarme o terminar con mi vida. Esperaba que aquello que había leído del Hipotálamo fuera verdad.
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