TE HAS IDO
TE HAS IDO
I
Desperezo mis ojos como todas las mañanas.
Y ahí están;
enmarañados entre sueños y legañas,
entreabiertos solo un poco, muy poquito,
porque no me atrevo a mirar al otro lado de la cama.
No sé si quiero despertar y enfrentarme a mi lecho vacío,
al desconsuelo de ver lo sola que ha quedado mi vida.
No lo sabes.
Tú no sabes lo sola que me encuentro.
Lo acongojada que está mi alma
abatida de tanto llorar,
cubierta de desconsuelo porque no estás.
Aún siento el calor de tu piel cuando cierro los ojos.
El latir de tu cuerpo sobre el mío
diciéndome lo mucho que me amas.
Tu pulso junto al mío recorriendo los caminos,
recorriendo entre suspiros cada poro de mi piel.
Te has ido.
¿Dónde mi amor te has ido?
¿Dónde la eternidad guarda a los seres amados?
Mi eternidad eres tú,
y en la estación del cielo esperas que llegue mi tren.
Y yo lo espero.
Qué triste la estación de mi vida,
ahora que tú no estás.
Ahora que los caminos los recorro sola
cogida de la mano de la brisa del tiempo,
dibujando a cada paso el desánimo que siento
de vagar sola por este mundo que agoniza
entre prisas y vanidosas mentiras.
II
Abro los ojos,
porque la alarma del despertador no para de sonar.
Abro los ojos con desgana,
sin ánimo,
movida por la responsabilidad de seguir viviendo
porque mi tren no ha llegado
y yo lo espero,
sola,
en el andén de la vida;
y aunque se encuentre plagado de viajeros
que con sus maletas viejas y sus trolley
también esperan su destino,
me siento sola, muy sola...
porque te has ido.
Abro los ojos y destapo las sábanas.
Dejo mi cuerpo sobre la cama unos segundos,
a la intemperie,
dejando que el frío del aire acaricie los poros de mi piel.
Dejando que el frío del invierno congele mis sueños,
refresque mi presente y congele mi tristeza,
porque si ahora lloro,
si dejo que las lágrimas rueden por mis mejillas
temo que caigan copos de nieve rodando por mi rostro.
Qué fría la mañana,
qué frío mi existir,
qué fría mi tristeza porque no estás tú
para enjugar mis llantos,
para darme el cálido abrazo con el que me despertabas.
No estás tú para cobijar mis sueños...
y acunar mis tristezas.
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