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Capítulo 9:

LYDIA:

Catastrófico.

Esa es la única palabra que describe mi humor una vez Drew coloca distancia entre nosotros. Nunca me he sentido tan humillada. Tampoco tan tentada a causarle daño a alguien. En lugar de lamentarme como cualquier chica normal lo haría, no pasan ni cinco minutos hasta que mi puerta empieza a ser tocada con insistencia. Tengo responsabilidades, así que tomo la manija para darle la vuelta y regresar a ellas después de desperdiciar un fin de semana de mi vida, en el que podría haberme puesto al día con cosas importantes, por culpa de los celos de Aideen.

Él no termina de entender que nunca será lo que quiero.

A quién.

─¿Lydia?

Es Emma, así que retrocedo sin abrir. Creo que es la segunda persona a la que menos deseo ver en este momento, también la que menos merece mi enojo, por lo que lo mejor para ambas es que no la deje pasar. En contra de lo que muchas personas creen, verdaderamente aprecio su amistad. Es la única persona a parte de mi padre que nunca me ha abandonado en un mal momento.

─¿Qué quieres?

─Escuché la pelea que Drew y tú tuvieron ─susurra contra la madera─. ¿Necesitas a alguien para sostener tu cabello mientras vomitas? ─No puedo evitar que mis labios se curven. Durante mi primer año solía emborracharme cada vez que me enojaba. Emma siempre estaba ahí en la resaca─. ¿O quieres ir de compras? Escuché que hay ofertas en el centro comercial. ─Empiezo a sentirme mal. Emma odia ir de compras porque a pesar de que se ve preciosa con todo lo que usa, la ropa siempre le queda extraña. La tallas pequeñas ajustadas, las grandes muy largas─. También podemos ir por un batido de arándanos.

Presiono mis labios juntos, meditándolo, antes de responder.

─Gracias, Em, pero quiero estar sola. 

Emma no insiste más. Escucho cómo se echa para atrás y, posteriormente, cómo sus pisadas se alejan a medida que avanza por el pasillo. Es la primera vez que le he dicho que no a un batido de arándanos porque tengo la sospecha de que ni siquiera obtener uno me hará sentir mejor. 

****

Decido salir una vez deshago mis maletas. Mi estómago ruge, así que voy directamente a la cocina por un sándwich para la cena en lugar de mi usual ración de yogurt con frutas. Saludo a Jilliam, una de mis chicas de medicina, retorciéndose en el mesón con todos los síntomas de estar teniendo una resaca y la evidencia de haber intentado encontrar una cura. Como junto a ella bebiendo un humeante té de limón endulzado con miel. Estoy a la mitad de mi comida cuando un grupo de tres chicas entran con expresión desconsolada. Son de segundo semestres de sus carreras, pero no puedo recordar en cuál está cada una. Emma usualmente me ayuda susurrándolo en mi oído, pero no está por ningún lado.

─¿Lydia?

─Dime, Luisa ─respondo dejando la servilleta con la que me limpiaba la boca sobre la superficie de mármol.

─Tenemos un problema. ─Luisa, una bonita pelirroja regordeta, se rasca el codo antes de proseguir ante mi alzamiento de cejas─. No he visto a Heidi desde ayer. No la encontramos en ningún sitio del campus. Tampoco contesta su teléfono. He intentado rastrearla desde anoche. Está apagado. Ninguna de nosotras sabe nada. Tampoco sus padres. Le envié un mensaje a uno de sus primos porque no sé cómo contactar con ellos. Me dijo que ni siquiera llamó hoy. Es usual que ella los llame todos los días.

─¿Emma pasó la lista esta mañana?

Se sonroja.

─Sí, pero mentí por ella y... dije que estaba porque pensé que llegaría. ─Sus ojos azules se llenan de lágrimas de cocodrilo─. Sé que muchas de ustedes están pensando que exagero, pero la conozco y sé que odia estar lejos de casa, así que no soporta pasar un  solo día sin hablar con sus padres. Ni siquiera duerme fuera de aquí.

Aprieto el mango de porcelana con fuerza.

─¿Sabes la cantidad de acciones psicópatas que podríamos haber evitado si hubiese sido secuestrada y la hubiésemos empezado a buscar desde esta mañana? ¿Tal vez encontrado ya? ─Me pongo de pie─. Si ese resulta ser el caso, te designo oficialmente como la culpable. ─Las miro antes de salir. Jilliam se retuerce un poco más antes de levantarse con una mirada de odio hacia el mundo─. Pónganse ropa cómoda y avisen a cada chica de Triangle que buscaremos a Heidi. Si protestan, envíenlas a hablar conmigo.

Paso de largo a una llorosa Luisa, quién ahora recuerdo que estudia ingeniería automotriz, para volver a mi habitación. Sé que fui ruin, pero necesito que las demás tomen su expresión miserable como el ejemplo de cómo se sentirán si alguna vez mienten con el recuento. Esto no es una dictadura, pueden hacer con sus traseros lo que quieran siempre y cuando le avisen a alguien dónde estarán y no dejen a Triangle en ridículo. Me niego a lidiar con algún atentado en contra de alguna de ellas. Tanto su seguridad como el hecho de que cumplan con su cometido y tengan algo que aportar una vez salgan de aquí son mis responsabilidades. Hay grandes compañías asociadas a nuestra casa que esperan obtener nada más y nada menos que lo mejor. Fuentes de empleo que les darán acceso a futuros brillantes. Formar parte de Triangle es tener una oportunidad de cambiar el mundo una vez salgamos de la universidad.

Todos en el campus, a excepción de Emma, dicen que soy la zorra sin corazón de Chapel Hill por cómo actúo durante los procesos de selección o por cómo echo a chicas de la hermandad, pero la verdad es que no puedo arriesgarme a depositar las esperanzas en alguien que no merezca estar aquí cuando ahí afuera puede haber alguien que sí. Para ser nuestra hermana debes cumplir con una serie de requisitos. Debes ser fuerte. Inteligente. Tener valores más allá de cualquier comportamiento imbécil común de nuestra edad.

Eso es lo único que he mantenido de la gestión de las presidentas anteriores. Antes de mí Triangle era mucho más cruel en el sentido perfeccionista. Sarah, mi antecesora, solía destruir a las chicas para que renacieran en criaturas invencibles antes de dejarlas ir. Así fue cómo conocí a Emma. Poniéndole un alto a su conducta psicópata fue cómo mi nombre apareció en el listado para las votaciones de ese año, a pesar de que acababa de entrar a la universidad, y me hice presidenta sin realmente desear serlo. Papá se enteró, así que no pude salir de las elecciones y terminé ganando debido al apoyo de las chicas y la influencia del partido.

─No importa si encontramos a Heidi vomitando en la acera una vez demos cinco pasos fuera de aquí. ─Anuncio mientras bajo las escaleras. Las chicas en la sala no son ni la mitad de la población de la hermandad, pero son suficientes para comenzar─. Si llamamos a la policía nos dirán que aún no se ha cumplido el plazo de desaparición. Sea cual sea el resultado de esta noche, no nos habremos quedado sentadas mientras desconocemos la razón por la que una de las nuestras no está aquí para ocupar el lugar que le corresponde en su habitación.

Aunque la expresión en los rostros de la mitad de ellas es molesta, ninguna me lleva la contraria. Estoy usando jeans y una camiseta con el logo triangular de la hermandad. En cada ángulo tiene una palabra escrita sobre las líneas que la conforman. Impacto. Lealtad. Prosperidad. Es un emblema extraoficial diseñado por una de las nuestras, pero tan cierto que cuando lo vi en su libreta de diseños hice que fabricaran una para cada miembro. Me siento mejor cuando noto que no soy la única usándola. Nos dividimos en seis grupos de cinco. Tres se dirigen a explorar la ciudad mientras el resto se reparte a lo largo y ancho del campus. Intenté ponerme en contacto con Aideen cuando me enteré por una de mis chicas que Heidi saldría con un mujeriego que la chantajeó con no hacer su parte de una tarea para que accediera a una cita con él, táctica que sé que emplea uno de sus chicos, pero envió cada una de mis llamadas al buzón de voz. Romeo tampoco responde y no tengo ganas de oír la voz de Drew por razones que ni siquiera entiendo, así que termino arrastrando a mi equipo de búsqueda, en el cual se encuentran Jilliam y Luisa, a su fraternidad repleta de testosterona.

No voy a negar que en ciertas ocasiones ame estar rodeada de ella, los chicos son atractivos, pero este no es el momento. Aún así no puedo evitar notar el montón de torsos desnudos con los que nos topamos nada más entrar. Echando un vistazo hacia atrás puedo afirmar que no soy la única. Un milagro parece haber actuado a favor de Jilliam sanando su resaca, quién no deja de mirar a uno de los amigos de Romeo, Josh, que desciende por las escaleras con nada más que una toalla atada a su cintura mientras subimos.
Él me saluda con un guiño que no regreso.

─¿En qué te puedo ayudar, pres? ─responde Liam cuando, tras abrir la puerta, sus ojos grises se enfocan en mí─. Por cierto, lindo cabello.

Tomo el celular con la foto de Heidi que Luisa sostiene.

─¿Conoces a esta chica?

Los párpados de Liam se entrecierran.

─No, por desgracia, pero esas tetas están bastante bien.

Arrugo la frente, la foto que le enseñé era de Heidi en un suéter gigante, y le echo un vistazo a la pantalla. Un sonido afligido escapa de la garganta de Luisa cuando nos damos cuenta de que pasé la foto y accidentalmente le enseñé un nude de esta en el que reconozco como el baño de su habitación. Regreso a la foto de Heidi, pero Liam no puede dejar de ver a Luisa mientras se la enseño, así que gruño antes de empujarlo y entrar en su habitación.

─¿Heidi? ─la llamo cuando la encuentro extendida en la parte superior de la litera, pero a pesar de que respira, no responde.

La humedad en su piel cuando la toco me hace saber que algo no anda bien. Va más allá de una transpiración común. Al encender la luz y retirar las sábanas, noto que la que se encuentra bajo ella está empapada de su sudor.

─¿Qué mierda? ─pregunta Liam cuando sube sobre la cama de Romeo, su compañero, para ver qué sucede─. ¿Se orinó?

Jilliam, junto a mí en las escaleras, maldice antes de mirar a Louise.

─¿Heidi tiene hiperhidrosis?

Louise asiente.

─Prácticamente se ducha y bebe agua cada dos minutos.

Cuando decimos su nombre en voz alta y no responde, pero mueve ligeramente la cabeza en dirección a nuestras voces, miro a una de las otras chicas del grupo. Ella está pálida y aterrada.

─Llama a una ambulancia.

─¿Qué mierda es hiperhidrosis? ─pregunta él con la mente en blanco, su estúpida frente arrugada.

─Suda más que la mayoría de las personas, ¿no? Quizás se deshidrató. ─Uno de los amigos de papá tiene hiperhidrosis, así que tengo una idea de lo que es─. Está en época de exámenes y pudo haber olvidado cuidarse. El estrés pudo empeorarlo.

De acuerdo conmigo, Jilliam asiente antes de pedirle a la otra que traiga agua. Cuando se la damos tras conseguir bajarla de la litera y depositar su cuerpo delgado sobre un banco de cemento en el jardín delantero, Heidi a penas mueve los labios para recibirla. Tampoco ha emitido sonido alguno o dado señales de reconocernos. Traga con los ojos cerrados y las mejillas hundidas.  Ni siquiera quiero pensar en lo que habría pasado de haber aguardado una hora más para buscarla, lo cual no hace más que reafirmar mi obsesión con el recuento.

─Solo la estábamos pasando bien ─le explica él a uno de sus compañeros─. Hombre, comimos, bebimos, nos emborrachamos, fuimos a la cama, lo típico. ─El tipo le da una palmada compasiva. Su rostro contiene una sonrisa y una mirada burlona ante la historia y la que seguramente piensa que es una racha de mala suerte─. No volveré a salir con una nerd. Lo juro. Mierdas extrañas suceden cuando lo haces. Romeo una vez lo hizo con su compañera de algebra y...

Antes de que haga algo para que se calle, Jilliam lo consigue.

─¿Le diste alcohol? ─gruñe acercándose mientras una camilla entra en la ambulancia con Heidi, Luisa acompañándola.

También iré al hospital, pero antes necesito regresar a la hermandad para buscar en los archivos el contacto de sus padres. Luisa no tenía sus números o la clave del celular de Heidi. También para confirmar que mintió en la solicitud para formar parte de Triangle. Yo no la acepté. Sarah lo hizo. A pesar de que es amiga y compañera de Luisa, ella es de mi época. Una en la que no se permitía la entrada a ninguna chica con ese tipo de condiciones. Si entró fue porque mintió.

─Ella dijo que tenía sed ─responde con los brazos entrecruzados.

Aún no se ha molestado en ponerse una camisa, pero Jilliam no toma en cuenta esto. Ya no. Yo tampoco lo hago. Debido a ese atractivo una de mis chicas más brillantes, algún día Heidi será una química farmacéutica increíble, estuvo a punto de morir deshidratada u otra cosa a un par de años de cumplir sus sueños.

─¿Eres idiota? ─pregunta mientras lo empuja ante la atónita mirada de todos, incluida la mía─. El alcohol es un inhibidor de la reabsorción de agua. Empeora la hiperhidrosis. Felicidades, imbécil. No solamente la enviaste al hospital, sino que probablemente dañaste sus riñones. La secaste por dentro.

─¿Cómo se supone que debía saber eso?

─¡Quizás si te tomaras la molestia de conocer a las chicas con las que sales lo habrías sabido! ─le grita, ante lo que me involucro tomando su hombro y echándola hacia atrás.

─Me gustaría pensar lo contrario. Sé que te gustaría pensar lo contrario, pero nada de lo que digas cambiará su forma de ser. Liam es un ser humano del montón. ─Le echo un vistazo de reojo al mencionado. Sus manos están apretadas en puños. Algunos de sus compañeros ríen a su alrededor─. Nace. Crece. Se desarrolla. Se reproduce. Muere. No entenderá ninguna cosa más compleja que eso. ─Le sonrío a Jill─. ¿Por qué no usas la energía que intentabas gastar explicándole que existen más personas que él en el mundo en asegurarte de que Heidi esté recibiendo la mejor atención? Iré a al hospital a penas consiga ponerme en contacto con sus padres. Tengo que escavar en el papeleo de hace tres años para hallar un número de telefóno.

─Está bien ─responde tras relajarse─. Nos vemos allá.

Asiento antes de soltarla. Una de las chicas consiguió un aventón. A penas me doy la vuelta tras memorizar el rostro del conductor y el modelo del auto, tres rostros conocidos inundan mi campo de visión.

Las tres personas que menos deseo ver.

─Lydia, escuché lo que pasó, yo... ─Emma traga mientras sus manos juguetean las mangas de su suéter─.  Lo lamento mucho. Debí asegurarme de que las chicas realmente estuviesen cuando pasé la lista esta mañana. Me conformé con que Luisa me dijera que Heidi dormía en la habitación. Todo esto es mi culpa.

Mi mirada se dirige al brazo que mantiene alrededor de la cintura de Drew. Mientras se da cuenta de ello y deshace su agarre, me concentro en el rostro de este. Sus labios están entreabiertos, sus ojos verdes tienen el deseo de decir algo, pero Romeo lo interrumpe dando un paso hacia mí. Hay un moratón en su pómulo que hace que me pregunte con quién se peleó. La mirada en sus ojos es mortal. Aún así cumple con su cometido haciéndome sentir segura.

─¿Necesitas que te lleve al hospital?

─Debo volver a la hermandad primero.

─Puedo esperarte.

Afirmo.

─Entonces está bien. ─Dejo que pase un brazo sobre mis hombros antes de empezar a caminar en dirección a su auto─. Se lo pediría a Drew, pero creo que está ocupado.

─Él se lo pierde ─susurra en mi oído tras inclinarse para ello.

****

─¿Por qué no lo has puesto todo en una hoja de Excel?

Dejo de buscar en la caja de carpetas organizadas en orden alfabético para mirarlo. Está siendo útil por primera vez en su vida ayudándome a encontrar la planilla con los datos que Heidi llenó hace tres años al entrar en el proceso de selección.

─¿Luzco como alguien que tiene tiempo para esas cosas?

Se encoje de hombros.

─Podrías pedir ayuda.

Hago una mueca.

─¿Y arriesgarme a que se pierda algún documento importante?

─¿Qué tan importante pueden ser un par de datos que ni siquiera están confirmados? ─Se inclina hacia adelante para tomar otra caja del suelo─. Heidi puede no ser la única que mintió.

Afirmo.

─Haré que las llenen de nuevo y yo misma pasaré la información a una computadora cuando tenga tiempo libre. ─Mis manos tiemblan con enojo cuando acabo con otro archivador sin obtener resultados. Espero que Heidi despierte pronto y pueda dar el número de sus padres. Ya no tengo ninguna esperanza de conseguirlo. Tomo mi teléfono─. Esto es imposible. Buscaré en su perfil de Facebook. Dudo que sus padres acepten una solicitud a esta ahora, pero si son medianamente actuales tendrán una cuenta y se enterarán por la mañana. Les dejaré un mensaje. Si son aún más actuales tendrán Instagram, pero lo dudo. Viven en el campo. ─Romeo se levanta del sofá─. Su única preocupación antes de dormirse esta noche debió ser que necesitaban ponerle gasolina a su tractor. Probablemente ni siquiera se imaginan que su hija se encuentre en el hospital. Ellos...

─Mírame ─murmura sosteniendo mi rostro─. Todo estará bien.

Romeo no me da razanos. No me dice por qué todo estará bien, no me da motivos para creerle, pero esas palabras son justo lo que quiero escuchar. Egoístamente no solo se trata de Heidi. Es acerca de mí. Necesito ser capaz de manejar y proteger a estas chicas. Papá, la principal fuente de ingresos de Triangle debido a su arte para conseguir benefactores gracias a que estoy al mando, no estará orgulloso de mí si se entera de la mala condición de una de ellas.

Yo tampoco lo estaría.

Concentrada en sus ojos azules como el hielo, paso mis manos entre las suyas para deshacer el agarre que mantiene sobre mi rostro e imitarlo sobre el suyo. Estos se entrecierran cuando accidentalmente toco el golpe en su pómulo, pero a pesar de la punzada de dolor no impide que junte nuestros labios. Acostumbrada a la fuerza de sus brazos, rodeo su cintura con mis piernas cuando me impulsa hacia arriba con sus manos en mi trasero, nuestro beso tornándose hambriento. Tan consumidor del oxígeno del otro que me veo en la necesidad de enredar un par de mechones oscuros entre mis dedos para apartarlo y tomar aire una vez me encuentro sobre el escritorio de mi oficina. Casi nunca estoy aquí, pero hemos hecho cosas realmente divertidas sobre esta superficie de madera.

─¿Extrañas ser mi perra?

La respuesta de Rom es gruñir y sentarme sobre el escritorio, él entre mis muslos. Meto mis dedos en el interior de su camisa, está usando ropa deportiva que me indica que estaba a punto de hacer su trote nocturno cuando me vio, presionando mis uñas contra la piel cálida de su abdomen, delineando la forma de este, mientras continua besándome y mordisqueando mis labios, sus manos desabrochando el botón de mis vaqueros.

─Debemos parar ─dice contra mi mandíbula antes de descender el rostro a mi cuello, dónde inhala profundamente a pesar de sus palabras, sus cejas haciéndome cosquillas.

─No, no pares.

─Drew es mi amigo.

─También mi novio.

─No si lo dejas.

La satisfacción inunda mis venas.
Es la primera vez que me pide que deje a un chico.

─No. Él me quiere.

Soltando un sonido gutural que nace desde lo más profundo de su garganta, Romeo baja mis pantalones y ropa interior antes de hacer lo mismo con los suyos. Siempre lleva un condón en sus bolsillos, por lo que no tenemos una excusa válida para detenernos. Aunque Drew pasa por mi mente mientras se adentra en mí, su recuerdo desaparece a penas lo siento entrando y saliendo de mi húmedo centro. Me termino de extender sobre la madera para permitir que su boca se entretenga con mis pezones una vez sube mi camisa.

Mi excitación aumenta cuando empieza hablar.

─¿Te folla tan bien como yo?

─No ─respondo con una risita que lo enfurece─. Lo hace aún mejor.

Aunque no es del todo verdad, Romeo no tiene forma de saberlo, así que termina dándome el mejor sexo de su parte que he tenido en un tiempo. Sea lo que sea que mi relación con Drew ocasione en él, funciona a mi favor. Por más enojada que esté en este momento con él, no puedo permitirme terminar nuestra falsa relación.

El éxtasis llega a los minutos. Romeo siempre sabe lo que necesito, así que consigue hacerlo rápido y duro. Mis dedos tiemblan mientras cierro de nuevo mis vaqueros, así que me ayuda a hacerlo. Sonrío cuando vuelve a posicionarse sobre el sofá al otro extremo con una expresión arrogante en la cara, la cual deshago.

─¿Qué te sucedió en el pómulo?

Su mandíbula se endurece.

─Drew.

Mis cejas se alzan.

─¿Te golpeó?

Afirma. Discretamente, me extiendo y tomo mi teléfono para enviarle un mensaje. Probablemente está con Emma y no lo leerá ahora mismo, pero necesito darle las gracias.

****

Romeo proviene de una familia de clase media. Tiene un viejo Camaro bien cuidado que contrasta enormemente con la camioneta de Drew, pero es igual de cómodo. Me abrocho el cinturón tras acomodarme sobre el asiento del copiloto. Su mano se encuentra apretando mi rodilla durante todo el camino. A penas encontré el número de los padres de Heidi decidí que nos pusiéramos en marcha al hospital, por lo que los llamo y me conmuevo con sus reacciones. Cuelgo tras prometer que los llamaré tan pronto como tenga una idea de su estado, la cual consigo a penas Romeo me deja en el área de emergencias con la promesa de venirme a buscar cuando termine y Jilliam me da un resumen de su estado. Usa terminología médica que no entiendo para explicar que Heidi está despierta, el episodio de deshidratación controlado, y que por la mañana volverá a la hermandad. Tras informarles a sus padres que nos haremos cargo de la factura del hospital, le tiendo mi telefóno para que sea ella quién les comunique su estado.

─Lo siento, señorita, no puede pasar ─me riñe una enfermera morena y arrugada con el ceño fruncido cuando me dirijo al pasillo que conduce a la habitación de Heidi, Luisa detrás de mí─. El horario de visitas terminó hace media hora.

Me cruzo de brazos.

─¿Sabes quién soy?

Me imita echándose hacia atrás en su silla.

─¿A parte de una niña grosera que no respeta las normas? No.

─Soy Lydia Fisher ─gruño.

Su expresión permanece inexpresiva.

─No entiendo qué tiene que ver que tu padre sea un senador con que no puedas esperar hasta mañana.

─Yo...

─Hola. ─Drew se inclina sobre el mostrador con una sonrisa dulce en el rostro─. Lo siento si mi novia ha sido grosera, pero los padres de Heidi siguen preocupados a pesar de que le dijimos que ya estaba bien. Insisten en hablar con ella. Son dos campesinos de tercera edad que gastarían la mitad de sus ahorros viniendo a visitarla si no le damos lo que quieren. Cuando colgamos hablaban sobre tomar un bus que sale de su pueblo en las montañas en la madrugada.

La enfermera sube las cejas.

─¿Heidi no tiene un celular propio para llamarlos?

Drew niega.

─No. Es esa clase de pobre. ─Me mira─. Si no fuera por Lydia y el senador Fisher, pasaría toda la vida trabajando para pagar la cuenta del hospital.

Charlie, como dice su placa, entrecierra los ojos en mi dirección.

─Bien, te dejaré pasar. ─Jilliam, detrás de Drew, me devuelve mi iPhone. Claramente Heidi tiene un celular, pero no tengo ni idea de dónde esté. Tengo que confirmar con mis propios ojos que esté bien, así que agradezco las mentiras de Drew─. Solo a ti ─gruñe en dirección a Luisa, quién se detiene con un puchero adornando su pecoso rostro mientras me dirijo a la habitación doscientos doce, dónde Jilliam me dijo que estaría.

Heidi es tan alta como yo, pero más delgada. Es una chica parecida a Emma, sin embargo, completamente dulce y amable. Su cabello también es rubio. A diferencia del de mi mejor amiga, es lacio y brilla a la luz. Entiendo por qué Liam se fijó en ella. Incluso en una bata de hospital luce bonita. Me siento en la silla de acompañante mientras marco el número de sus padres y me pregunto qué fue lo que vio en él. Sus párpados aletean como las alas de una mariposa cuando la agito para despertarla de su sueño.

─Toma, Heidi, habla con tus padres y cuéntales cómo casi mueres por salir con un idiota de fraternidad.

Se incorpora abruptamente y hace lo que le digo, inventando una historia tonta sobre haber olvidado beber agua por tres días, sus ojos llenándose de lágrimas a medida de que la conversación llega a su fin. Escucho en silencio, pero con una ceja alzada. Cuando termina me lo devuelve con dedos temblorosos. Me extiendo hacia adelante para tomarlo, cruzando aún más mis piernas, mientras espero una explicación de su comportamiento. Esta nunca llega, sin embargo, por lo que dejo caer mi cabeza, inhalando profundamente, antes de mirarla con la mandíbula apretada.

─Espero que seas consciente de que te puedo echar por omitir tu condición en el extenso formulario que llenamos para entrar a Triangle. ─Entierro las uñas en las palmas de mi mano─. ¿Qué crees que habría sucedido si no te hubiésemos encontrado a tiempo? ¿Si hubieses acabado peor? ¿Crees que ese escándalo no habría afectado la reputación de Triangle? ¿Los sueños de muchas chicas?

Traga.

─Sarah era muy meticulosa. Nunca me habría dejado entrar.

─Lo sé. ─Me pongo de pie─. Pero tu vida es más importante que cualquier oportunidad que una estúpida hermandad te puede dar. ─La miro una última vez antes de irme─. Y, definitivamente, mucho más importante que acostarte con un chico de propiedad comunal.

****

No necesito llamar a Romeo para que me venga a buscar. Drew está apoyado sobre el capó de la Ranger cuando salgo. Le sonrío con agradecimiento, exhausta, cuando abre la puerta del copiloto para mí. Adentro me doy cuenta de que no soy la única en la camioneta. Jilliam, Luisa y Liam ocupan el asiento trasero.

Me concentro en Liam.

─¿Qué? ─gruñe él cuando nuestras miradas se encuentran.

─¿No crees que has hecho suficiente?

─Vine a disculparme.

Mis cejas se alzan aún más.

─¿Tus disculpas pagarán la cuenta del hospital?

─No, pero tú sí. ─Me sonríe─. Gracias.
Aprieto mis manos en puños.

Él es la personificación de todo lo que odio en Romeo. También el amigo con el que organiza sus orgias. Me desabrocho el cinturón para terminar el trabajo que Jilliam empezó, pero Drew lucha por devolverme a mi lugar cuando mis manos están a centímetros de arruinar su precioso rostro con mis uñas. Jilliam ríe, animándome, mientras Luisa se acurruca, asustada, contra la puerta.

─¡Eso, Drew, demuéstrale a tu perra quién es el hombre!

─Eso. Dale una mamada. Si no fuera por Drew tendrías que usar un parche por el resto de tu vida ─gruño colocándome de nuevo el cinturón─. No te quiero volver a ver cerca de mis chicas, Liam.

─No tienes poder para impedir eso.

─¡Lo tengo desde que casi una de ellas muere por tu culpa!

─¡¿Por mi culpa?! ─grita por encima de la música que Drew pone a todo volumen en un intento por apaciguarnos─. ¡No es mi maldita culpa que tenga el autoestima tan bajo que literalmente muera por probar mi pene! ¡Yo no la obligué!

Drew, en medio de la carretera que nos conducirá de vuelta a Chapel Hill, frena y se orilla. Me mira antes de asentir. Sin saber muy bien lo que espera de mí, salgo y rodeo la camioneta para abrir la puerta de Liam, cuyos ojos se abren ampliamente.

─Drew, hombre...

Él niega junto a mí.

─Tus disculpas deben sonar más sinceras. No puedes tratar a las mujeres así, Liam. ─Se cruza de brazos, sin hacer nada, cuando alcanzo el dedo de uno de sus mejores amigos y lo tuerzo hacia atrás─. ¿Crees que alguna chica te tomará en serio así?

─¡¿Qué chica te ha tomado en serio a ti?! ─grita mientras él inclina la cabeza en mi dirección─. ¡Esto no es una jodida chica, es un mutante! ¡Estás tan ciego que no puedes ver los cuernos que sobresalen de su cabeza, pero yo...! ¡Lydia, para, me rompiste algo!

No lo hago.

─¿Qué harás para enmendar tus actos, Liam?

─Yo... yo... ─Sus ojos grises están ligeramente húmedos por el dolor, puesto que cada vez que se mueve tiro de su dedo aún más para evitar que escape─. Me prostituiré para pagarte.

─No. ─Niego─. Jilliam me contó que Heidi nunca ha tratado su enfermedad porque el tratamiento es costoso. Quiero que consigas los fondos para cubrirlo hasta que termine la universidad.

Es tan estúpido que ni siquiera piensa en ello mientras asiente.

─Está bien, pres, está bien ─gimotea.
Suelto su dedo y me echo hacia atrás con una sonrisa maliciosa.

─Y sí. ─Me doy la vuelta─. Te prostituirás.

****

Drew no nos lleva directamente a la hermandad, sino que se estaciona en un café a las afueras del campus con la excusa de comprar algo para Luisa ya que esta parece estar a punto de desmayarse. Aunque estoy segura de que su estado se debe más a la preocupación por las repercusiones de haber mentido en el conteo, no le llevo la contraria. Drew me pide que lo acompañe a realizar el pedido para llevar mientras los demás, Liam aún lloriqueante, nos esperan en la Range. Estoy cansada, pero acepto.

─Cinco hamburguesas con patatas para llevar. Cuatro de ellas con refresco de uva en lata. ─Me mira haciendo una mueca. Le dije que no comería, pero aún así pidió una hamburguesa para mí─. También quiero un batido de arándanos, por favor.

Mis labios se secan.

─Drew... ─murmuro una vez la cajera desaparece en la cocina gritando nuestra orden.

─Emma me dijo que te haría sentir mejor. Has tenido un día duro.

─¿Le preguntaste?

Afirma.

─Claro que sí, Lydi, somos un equipo.
Miro a través de la ventana, en dirección al Range dónde Liam observa su dedo índice torcido, antes de hablar de nuevo tras conseguir energía para mirarlo a la cara y decírselo en persona.

─Gracias por pelearte con Romeo.

Se encoje de hombros.

─Creo que no nos estaba tomando en serio hasta ahora. ─Toma mi mano y entrelaza mis dedos con los suyos─. Lamento haberte hecho enojar. Ni siquiera sé lo que hice mal, pero lo lamento. ─Se acerca más a mí─. Aún no sé si eres lo mejor o lo peor que me ha podido suceder, pero gracias. Sin ti seguiría estancado con Emma.

Me echo hacia atrás.

─¿Ya te dijo lo de la excursión?

─Sí.

La sonrisa en su rostro mientras piensa en ella es tan genuina e ingenua, inocente, que no puedo evitar sonreír a cambio.

─Será un buen fin de semana para los cuatro, estoy segura.

Estoy actualizando desde el teléfono, así que las amo, comenten, chao <3 #notengointernet

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