Capítulo 4:
-LEER ESCUCHANDO LA CANCIÓN.
DREW:
Me siento dividido.
Mi cuerpo está en la cocina, preparando dos cuencos para Lydia y para mí, pero mi pene y razonamiento se quedaron en mi habitación. En su suave y cremoso pecho deslizándose dentro de una de mis camisas, su perfume mezclándose con mi aroma y la tela haciendo nada por ocultar la forma de sus pequeños pezones fruncidos por el frío. En la visión de sus muslos tersos, delgados y blancos. Perfectos para ser besados. En su trasero apretado. Tan jodidamente apretado. En sus piernas largas, tonificadas e ideales para envolver alrededor de mi cintura. Mi mano se mueve con espasmos involuntarios mientras me estiro para alcanzar la caja de cereal dentro de uno de los cajones altos. Esto es peor que ser un maldito adicto sufriendo los efectos de la desintoxicación. A penas me puedo controlar.
Cansado de limpiar el mismo desastre una y otra vez, desisto de mis intentos de servir el cereal sin arrojar las hojuelas y me apoyo contra la superficie de granito. Tiemblo. Esto es tan parecido a un ataque de pánico que opto por inhalar y exhalar como enseñaban en las clases de yoga de mamá; eso de los ohms. Cuando no funciona, lo de respirar como un pez, guió mi mano a cerrarse alrededor de mi bulto. Estoy acomplejado por el hecho de estarme tocando íntimamente en la cocina, pero ni eso es suficiente para apagar el fuego consumiéndome. Volvería corriendo a encerrarme en el baño si cierta persona no estuviera en camino. Dejé de usar mi inhalador a los quince, pero no sé si fue un error. Lo necesito. Necesito el alivio de poder respirar y un inhalador es lo único que se me ocurre que podría proporcionármelo sin tener que rebajarme a aceptar las invitaciones tácitas de Lydia.
Ella es la mejor amiga de Em, por Dios. Mi Emma. La chica de la que he estado enamorado toda mi vida. ¿Cómo es posible que quiera follarla? ¿Cómo puedo ser tan sucio? Incluso siendo una zorra a la que no le importa montar al futuro novio de su amiga, ¿cómo pudo tentarme la idea de aprovecharme de su vulnerabilidad? Ella ama a Romeo, yo amo a Em, pero anoche estuve a punto de follarla mientras lloraba por él y yo pensaba en ella.
¿Qué tan retorcido es eso?
No debo desearla, me digo a mí mismo.
Y lo digo de nuevo.
Y de nuevo.
Y de nuevo hasta que no solo mis bolas duelen. También tengo migraña.
─¿Drew?
Su voz hace que me tense.
No estoy listo para enfrentar esto.
Mis intentos de hablar son patéticos. No es hasta que mis ojos están lagrimeando por la falta de aire que lo logro. A penas.
─¿Sí?
Romeo está a mi lado, una mano en mi hombro y su frente arrugada con preocupación, en un santiamén.
─¡Drew!, idiota, ¿qué tienes? ─Sus pupilas se dilatan cuando empiezo a boquear. Cualquier discurso que tenía para mí por ser un mal amigo y hacer movimientos a sus espaldas ya no es prioridad─. Espera aquí. Buscaré algo que te haga sentir mejor. ─Se aleja. Estoy asustado pensando que traerá a Lydia. Mis rodillas flaquean y lentamente desciendo hasta terminar en el suelo. Romeo vuelve cuando ya me he acostado sobre la madera del piso. La posición ayuda a que no muera─. ¡Maldición! ─Se sienta sobre mí. No sé lo que me está dando hasta que siento el filo de plástico sobre mis labios. Presiona el botón e inhalo, exhalo, inhalo─. Eso es, Drew. Tómalo con calma. ─Su mandíbula está tensa─. No habías tenido uno de estos desde hace años. Hice bien trayéndolo conmigo.
No sé que me está dando. No tiene el mismo sabor químico de mis medicamentos para el asma, pero lo tomo porque lo que sea que hay ahí funciona y empiezo a respirar. Entre confíar en él y morir prefiero arriesgarme y, en un dado caso, morir más tarde o ganar tiempo para ir a un hospital. Hago una pausa cuando siento que mi garganta ya no está cerrada. Creo que ya no es necesario que lo haga, pero tomo unas cuantas bocanadas más por si acaso. El sabor a pasto y ceniza vuelve impregnar mis papilas gustativas. Mi cuerpo se relaja. Estoy flotando. Romeo me sonríe cuando lo veo. Le devuelvo la sonrisa. Al parecer no le importa que esté follando con su chica. Podemos compartir. Podemos ser amigos. Podemos tener a Lydia. Puedo casarme con Emma e ir a un club swinger con ellos.
Esposo devoto por el día, Drewstructor por la noche.
Jodidamente haré que funcione.
─Maldición. ─Sonríe negando─. Liam debería estar aquí.
─¿Quién es Liam?
Él y yo somos íntimos ahora. Ya no necesita los tríos de Liam. Me tiene a mí. Todas me desean. Sacaremos provecho de mi reputación.
Follaremos hasta que ya no podamos mantenernos de pie.
─Joder. ─Deja escapar una sucesión de carcajadas─. Estás peor que Josh en la boda de su hermana. ─Recuerdo esa boda. Josh se comió el pastel y se besó con el novio─. Tendré que atarte a la cama.
Sin saber la razón por la haría algo como eso, empiezo a moverme para quitármelo de encima y en proceso ruedo debajo de él varias veces. Agito mis brazos contra el piso y en el aire intentando alejarlo. Romeo solo ríe sin dejarme escapar, pero su risa se corta cuando una presencia de pie frente a nosotros lo sorprende. Su ceja está arqueada y sus brazos cruzados. Quiero que los mueva. No me dejan ver sus tetas. Sus lindas tetas. Es Lydia. Mi novia. La chica que no puedo, pero quiero, follar. La incógnita es por qué no lo hago si se supone que es mi novia. No tiene sentido.
¿Tenemos un voto de pureza?
La respuesta viene a mí cuando observo a Romeo. Entonces recuerdo el acuerdo y que la compartiremos, que me follaré a su esposa con él y viviré con Emma. Es la única solución que veo.
Y mis sueños se hacen realidad con sus palabras.
─¿Llegué en un buen momento para un trío?
Trío. Ella dijo trío.
Su mente es abierta. Me desea y lo ama. En resumen; tendremos un trío.
Mi primer trío.
Empiezo a celebrar rodando por el suelo. Romeo se retira, por lo que soy capaz de levantarme y hacer el baile de la victoria. Michael Jackson moriría de la envidia si estuviera vivo.
─¿Drew? ¿Qué haces? ─El rostro de Lydia se vuelve furioso cuando olfatea el sitio. La imito. Los preliminares serán nosotros actuando como perros en celo. Lo he captado─. Jesús... ─Crispa los puños a cada lado de su cuerpo. Sus tetas están visibles de nuevo. Babeo─. ¿Qué le diste? ─Está hablando con Romeo─. ¡Dime que no lo drogaste!
─Me hiere que tu primer pensamiento sea que yo lo hice.
─Drew no lo haría ─gruñe.
─Cierto. Él no lo haría. ─Una sonrisa cínica aparece en su cara. Nunca la había visto en él. Me cuesta concentrarme, pero sé eso. Romeo siempre sonríe o ríe genuinamente porque así es él. Un feliz bastardo─. Drew es tu pequeño príncipe azul. Jamás metería la pata drogándose o haciendo algo que pudiera hacerte quedar mal. ─Su rostro adquiere una agria seriedad que no va con mis recuerdos de él─. Él sí merece ser mostrado en público.
Lydia no se queda atrás. Su mirada es dolida, pero no se calla.
Ella nunca se calla. Habla. Ordena.
Debo enseñarle quién es el hombre.
─El que seas un cobarde y no luches por mí no tiene nada que ver con Drew. ─Se acerca. Su mano sostiene la mía. No sé qué me ocurre. La llevo a mis labios y acurruco mi mejilla contra su palma. Romeo luce como si quisiera vomitar. Yo odio que hablen de mí como si no estuviera allí─. Quiero saber la razón por la que lo has drogado. Estoy segura de que no fue voluntario. ─Sus párpados se estrechan─. Si lo obligaste podría...
─¿Qué? ¿Meterme a la cárcel? ─Bufa─. Los Fisher pueden chupármela. ─La sonrisa cruel vuelve. No me gusta. Doy un paso adelante para protegerla de ella. Romeo mira mi movimiento con disgusto. No me muevo─. Pueden llenar su garganta de ella. ─A pesar de que he declarado de qué parte estoy, se acerca y casi toma un mechón de su cabello. Se lo impido acercándome más. No sé qué me pasa. Es instinto. Él me dice que lo haga y, como al parecer no hay una voz en mi mente oponiéndose, lo hago─. Sé que lo sabes hacer bien y que tu papi es un viejo prejuicioso, así que te dejaré tomar su turno. ─Se relame los labios y me mira antes de inclinarse sobre su oído. Su voz baja, pero estoy cerca y puedo escuchar. Sé que él sabe que puedo. De nuevo estoy odiando que actúe como si no estuviera allí─. Él nunca te hará sentir bien, Lydia. No como yo.
─Te equivocas ─responde ella con el mismo tono mordaz─. Drew es suficiente para mí. ─Su mano va a mis abdominales. Me acaricia mientras lo ve. Puedo ver las llamas ardiendo en los ojos azules de Romeo. En realidad puedo ver llamas en todas partes. Estamos en el infierno─. Me llena como tú no lo haces.
Eso parece afectarle. Romeo se echa hacia atrás como si lo hubieran golpeado. Arrugo la frente. ¿Hay un problema gran tamaño aquí?
¿O de pequeño?
Contengo las ganas de apoyarlo enviándolo a un cirujano. Eso es algo que podemos resolver. Ahora no solo las mujeres pueden agrandar sus cosas. Nosotros también. Alguien pensó que no era justo que solo ellas tuvieran ese beneficio e inventó el agrandamiento de pene. No tiene que avergonzarse.
Lo apoyaré.
─Por supuesto que sí. ─Rom le lanza el inhalador. Ella lo ataja─. Respondiendo tu pregunta, sí. Lo drogué contra su voluntad porque estaba teniendo un ataque y solo tengo marihuana con otras cosas más. ─Se encoje de hombros─. Quizás él cumple con sus deberes, pero tú no, lo que lo deja débil. ─Señala mi entrepierna. Esta vez soy yo el que se esconde tras Lydia. Ya no quiero un trío─. Trata de hacerlo llegar la próxima vez, cariño. Sé cuánto te gusta calentar penes, pero estoy seguro de que Drew se merece un premio por soportarte. Sé lo que es estar en sus zapatos.
─Púdrete ─sisea de regreso.
Romeo ríe y empieza a caminar con sus pies descalzos hacia la salida. Me alegra. Mi cabeza duele. No quiero más diálogos de telenovela. Lydia toma mi mano después de que se va. Está temblando. Le está sucediendo lo mismo que a mí. Una pequeña bomba de felicidad estalla en mi interior.
Mis ganas de follar son correspondidas.
─Ven. Vamos a tu cuarto. Debes pasar los efectos ahí. ─Sus labios se curvan de forma inestable─. Sé que me agradecerás que nadie te vea. Es lo que habrías querido.
─No hables así ─susurro.
─¿Cómo?
─Como si estuviera muerto. Estoy aquí.
─Estás aquí ─repite mirándome y ayudándome a subir las escaleras. Es más difícil de lo que recuerdo─. También estoy aquí para ti. Te cuidaré.
Me confundo. ¿Cuidarme? ¿Cuidarme de qué?
Ella es la que necesita protección del lado oscuro de Rom, no yo. No pregunto. No quiero hacerla sentir mal. Cada vez que hablamos de él llora o pone esa expresión rota en su rostro. En lugar de seguir con el interrogatorio me dejo arrastrar sumisamente a mi cama. Lydia me arropa. No entiendo por qué lo hace. No tengo sueño. Las sábanas se deslizan sobre mi piel como plumas. Creo que han cobrado vida.
Me da miedo. Quiero protestar. Voy a hacerlo.
Lydia me detiene.
─Iré a buscar comida. Necesitas más que esa porquería en tu organismo para recuperarte. ─Se va. Veo el reloj en mi mesa de noche, contando los minutos, hasta que vuelve con una bandeja con dos tazones, botellas de agua y fruta─. El cereal estaba abajo ─explica dejando el suyo a un lado y apropiándose del mío cuando no soy capaz de comer solo. Tiene trocitos de melocotón, fresa y chocolate que me ahogan─. Habría hecho sopa, pero mi teléfono no tiene mucha batería y los tutoriales eran muy largos.
─Sabe a sopa ─le digo masticando las hojuelas de pollo.
Suelta una risita de niña que deshace el nudo en mi estómago.
Ella está feliz de nuevo.
─Es chocolate.
─Supongo que era una granja de pollo y cacao.
─Puede ser ─ríe limpiando la comisura de mis labios con un trozo de papel.
Tomo su mano antes de que esté demasiado lejos. Su muñeca es delicada.
─¿Por qué?
Su frente se arruga.
─¿Qué cosa?
─¿Por qué me cuidas? Tú no me quieres. No quieres a nadie. Quieres a Rom.
Lydia me sonríe. Es dulce.
Nunca me ha sonreído dulcemente. Creo que nadie lo ha hecho a parte de mi hermana y madre, en realidad. Es la clase de sonrisa que les das a los bebés cuando vas a cambiarle el pañal.
─Tú hiciste lo mismo conmigo anoche. Solo estoy devolviéndote el favor.
─¿Lo hice?
─Sí.
Deja el tazón en el piso. No tengo una idea de lo que quiere hacer hasta que siento su cuerpo presionándose contra el mío. Todas sus suaves curvas están a mi alcance, Me estremezco cuando coge mis muñecas y las sostiene por encima de mi cabeza. Cuando se da cuenta de que no pretendo luchar, de que soy suyo para hacer lo que quiera, las toma con una y dirige la otra a la cinturilla de mis pantalones. Levanto mis caderas. Quiero esto con tantas ganas que es malditamente doloroso. El cielo se abre para mí cuando comienza a jugar con el cinturón de los jeans que me puse para salir de la habitación.
─Lydia ─jadeo al sentir el cuero cerrándose alrededor de mis muñecas.
Estoy atado.
─¿Mm?
─¿Por qué me ataste?
─Para poder dormir sin miedo a que cometas una locura. ─Su pierna se presiona contra la mía. Se extiende para apagar la luz de la mesita de noche─. No dormimos mucho. Aún es temprano. Estoy cansada. Eres un loco madrugador.
─¿Solo dormir?
Mi voz debe sonar patética. Lydia ríe.
─Sí, Drew. Solo dormir. ─Sus labios juegan con la piel de mi cuello. Maldita mujer. Ella debe ser descendiente del diablo. La exorcizaré a penas esté libre. Hay una Iglesia cerca. Traeré mucha agua bendita, llenaré el jacuzzi con ella y la follaré dentro─. Quiero esto tanto como tú, pequeño. ─Sus manos van a mi erección. La toca por encima de mis pantalones sin miedo─. Pero quiero escuchar mi nombre salir de tus labios cuando te tenga. No el de Em. No mientras estás en un estado en el que no eres tú. Te deseo, Drew. Al tímido. Al recatado. Al niño bueno. Deseo que cada uno de tus cinco sentidos me elija ─susurra─. Quiero ver nítido placer en tus ojos cuando caigas. Sin brumas. Sin barreras. Sin ningún tipo de excusa más que las ganas que tienes de mí. Sin ellos ahí. Solo tú y yo.
─Lydi...
─No me llames así. ─Muerde mi mandíbula─. Duerme.
─Acabas decir que me quieres follar de una forma tan caliente. No puedo.
Aprieta más su mano. Jadeo.
─Eres un sucio pervertido.
─Por favor.
─Nop.
─¿Ni siquiera una mamada?
─Ni en tus sueños. No soy tu perra. Tú eres mi perro. Tú lames. No yo.
Mis ojos ruedan en trescientos sesenta grados ante la imagen de sus muslos abiertos para mí. Su centro húmedo. Cálido. Delicioso.
La quiero probar.
─¿Me dejas lamer?
Contesta con un mordisco a mi pectoral.
─¡Lydia!
─¡Drew! ─grita Rafe desde arriba─. Deja a la chica en paz, hombre. Eres un maldito culo sucio. Estoy indignado. Nunca pensé que ser tu compañero fuera tan incómodo. Me siento asqueado solo con oírte hablar. ─Lo oigo dar vueltas la planta alta de nuestra habitación─. Duerman.
─Ya lo oíste ─dice Lydia volviendo a acurrucarse contra mí atado al cabecero─. Descansa. Espero que cuando te despiertes esto haya pasado.
─No me quiero dormir ─protesto.
A la mierda Rafe.
─Yo tampoco ─confiesa─. Pero tampoco confío en mí misma cuidando de ti.
─¿Quieres abusar de mí?
─¡Drew!
─¡Te masturbaste en mi cama! ─grito de vuelta luchando contra las ataduras. Lydia se estremece─. ¡Duerme si no eres capaz de soportarlo! ¡No voy a abstenerme de decirle lo que quiera a mi chica solo porque de repente eres candidato a Papa!
Lydia ríe suavemente.
─Drew...
─¡Está bien! Follen lo que quieran. ─De nuevo sonidos de él moviéndose sobre nosotros. Lo escuchamos caer al suelo con un golpe seco. Camina hacia la puerta arrastrando las sábanas alrededor de su cintura por el suelo. Quiero cubrir los ojos de Lydia, pero no puedo─. Me iré. Son unos sucios.
─Adiós ─escupo.
─Jódete.
Su portazo no me intimida. Si pudiera lo golpearía.
***
Me despierto desconociendo dónde estoy y qué fecha es. Lo único que sé es que a) estoy solo, b) mis manos están atadas, c) solo hay oscuridad y d) mi cuerpo está extrañamente entumecido. Me retuerzo intentando escapar de lo que sea que aprisione mis manos, se siente como cuero, hasta que un ruido proveniente de tras dónde debería estar la puerta de mi baño capta mi atención. Me relajo. No estoy en una mazmorra. Este es mi cuarto y ella está en mi baño, cepillándose los dientes o algo, lo cual tiene perfecto sentido. Estuvimos pasando la noche juntos, pero no de esa manera.
Solo hablamos y comimos pastel, ¿no?
Eso fue lo que hicimos.
No recuerdo nada más aparte de eso, anoche no bebí, así que eso fue lo que pasó. Nada más. No me volví loco haciendo cosas indebidas con la amiga de Emma por más que lo deseé. Arrugo la frente. Pero si es así, que tiene que serlo o de lo contrario me ahorcaré, ¿por qué siento que eso no es lo único? Sé que falta algo, solo no puedo descifrar qué. Hay un bloqueo en mi mente que me lo impide. Solo veo brumas. Es como si mi cerebro hubiera sido manipulado. A menos que sea una broma de Lydia o de los chicos, o un complot de ambas partes, no entiendo por qué estoy atado y tengo esta sensación de pánico.
La única persona que puede contestar mis preguntas sale del baño unos minutos después. Está usando su falda y una de mis camisas por dentro de ésta, no sé si la misma que utilicé ayer. Tampoco sé cómo puede lucir tan sexy con mi ropa. Supongo que los tacones tienen que ver. Resaltan tanto sus piernas. La cascada de cabello negro reposa húmeda contra su espalda. Mi cuerpo se tensa de una buena manera al pensar en ella usando mi shampoo. Quiero levantarme y olerla para saber si ahora huele a mí, pero no puedo.
Putas ataduras.
Sus labios se curvan en una sonrisa cuando me atrapa observándola.
─Despertaste.
─Eso creo.
Lydia enciende la luz. Con ello el resplandor de del baño no es lo único que me permite verla. Ya no luce vulnerable. Ha reconstruido, me atrevería a decir que rediseñado, su máscara de indiferencia y superioridad. Mis ojos no la pierden de vista mientras camina hacia mí y se acuesta a mi lado apoyándose en un codo, sus piernas cruzadas.
Solo tenemos una semana siendo novios, falsos, por cierto, y mi cama es suya.
─¿Qué recuerdas?
─Estábamos aquí, comiendo pastel, me contabas sobre Romeo. ─Mis cejas se unen─. Yo te hablé de Em. Sé que pasamos la noche juntos. Lloraste encima de mí hasta que te quedaste dormida. ─Cerré mis párpados con fuerza, intentando recordar, abriéndolos cuando por fin vino algo─. Me desperté a la mañana siguiente. Tú también. Bajé para darte privacidad y...
─Tuviste un ataque de asma o pánico, no lo sé.
Niego.
─Eso es imposible. No he tenido uno desde los quince
Se encoje de hombros.
─Eso es lo que me dijeron.
─¿Quién?
─Piensa. No creo que hayas perdido la memoria.
Lo hago. De pronto recuerdo una voz.
─Romeo estaba allí.
Lydia asiente.
─Sí. Te dio su inhalador.
─¿Tiene un inhalador? ─Me estremezco sin necesidad de una respuesta. Sí. Los tiene. Ahora que lo pienso vi unos cuántos cuando fui su compañero de cuarto, pero él no tiene ninguna enfermedad─. ¿Con qué?
Alza una ceja.
─¿Tú qué crees?
─¿Esencias?
─Sí. Sus píldoras también son para el dolor de cabeza, idiota.
Joder. No puede ser.
Me tenso.
─¿Una mierda fea?
─Marihuana mezclada con fármacos que seguramente son ilegales aquí.
Reanudo mi lucha contra las ataduras.
─¡Lo voy a matar!
Nadie me droga. Nadie.
Él más que ninguno sabe cómo odio esa mierda.
Lydia, en vez de dejarme ir, sonríe.
─Por supuesto que no.
─¡¿No?! ¿Cómo que no? ─siseo─. ¡Él me drogó!
─Él es mi chico. Si lo matas, mataré a Em.
─Es tu mejor amiga. No lo harías.
Desliza su dedo índice sobre el colchón fingiendo desinterés.
─Romeo también es tu mejor amigo y quieres asesinarlo. ¿Por qué no me podría sentir igual con respecto a Em si su loco enamorado va tras él?
Porque él no merece que lo quieras, pienso.
─Está bien. ─Me relajo─. No lo mataré, pero lo golpearé.
─Él salvó tu vida.
─Mi vida no necesitaba ser salvada ─gruño.
─Si tú lo dices ─dice─. Pero independientemente de lo que creas o no, el hecho es que Rom te salvó con sus propios métodos. Deberías darle las gracias en lugar de molestarlo.
─No lo defiendas.
─No lo hago. Solo te hago entender la situación.
─No. Estás manipulándome. ─Dejo caer mi cabeza hacia atrás. Dios. Mis dos brazos están tan dormidos que ni siquiera sé qué partes de ellos podré mover cuando esté libre─. Desátame, Lydia. No joderé a Romeo. Lo prometo.
Se levanta y va hacia su bolso.
─Bien. Nos vemos mañana.
Vuelvo a halar de mi correa.
─¿No me vas a desatar?
─Ya le pagué a alguien para que lo hiciera. Así me aseguro de que cumplas tu palabra. Si eres buen chico te compensaré. Inventaré algo que te de unos minutos a solas con Em. Te prometo que la pasarán bien. Te devolveré el avance que me diste con Rom esta mañana. ─Se dirige a la puerta. Antes de irse me sonríe─. Adiós, Drew.
─Lydia ─gruño haciendo más fuerza, pero es inútil.
Estoy atrapado y, por su mirada, estaré así por un buen rato.
Mientras que espero a quién sea que se haya dejado sobornar por la perra, solo puedo preguntarme de qué avance está hablando y de cuán rápido Romeo podría caer por Lydia después.
Podría ser tan rápido que no tendré tiempo para conquistar a Em.
Hola! Aquí les dejo capítulo.
Dedicación a MariaParraDiaz por su amor incondicional a esta historia.
Siguiente a quién comente más.
Las amo.
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