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Capítulo 3:

LYDIA:

El tiro con arco es el deporte más viejo del que se tiene registro. Todo empezó en la antigüedad cuando el hombre transformó un instrumento musical en un arma mortal para dar caza a sus presas, otra evidencia de la capacidad del ser humano de explotar un objeto precioso hasta sacar su potencial destructor a la luz. Esta actitud al parecer vino sin fecha de caducidad. Solo tenemos que echar un vistazo a nuestra historia para tener la potestad de decir que hemos afectado la gracia de la naturaleza y nuestra propia evolución de manera negativa y, probablemente, irreversible.

Desde que existimos hemos estado destruyendo.

Sé que todos me dirán que sueno exagerada si digo mis pensamientos en voz alta, por eso mantengo esta parte de mi personalidad oculta, pero de lo contrario no estaríamos condenados a esta realidad. Vivimos en el siglo XXI, una especie de secuela de la Revolución Industrial y la nuestra última oportunidad para evitar un apocalipsis inminente, ¿y qué tenemos? Estamos a tan solo un paso de desarrollar la misma tecnología que el cine nos ha vendido de los alienígenas, a no ser que ya estemos ahí, pero en lugar de todos estar aportando nuestro grano de arena encontrando la cura contra el VIH o el cáncer, del que todos tenemos una cicatriz, estamos gastando nuestro tiempo elaborando memes. No hay forma de determinar el nivel de inteligencia de una persona. Existen médicos racistas, abogados sin una pizca de tolerancia a la comunidad hispanohablante y políticos machistas. Mujeres tienen más dinero en su pequeño cofre de joyas del que podría necesitar una aldea para no morir de hambre en una década. Los hombres aún gobiernan sobre otros a base de corrupción. Todavía no tenemos una buena definición de gobierno o política. Nos robamos mutuamente. Deshonramos nuestra tierra. El arte sigue a los consumidores, no al revés. La religión ha pasado a ser sinónimo de conflicto y no de fe. Eso es lo que tenemos.

Tanto y a la vez nada.

─Buen tiro ─silba Finn.

─Sí ─digo retirando un molesto mechón de cabello de mi rostro.

Por su culpa la punta terminó incrustándose a tan solo un par de centímetros del blanco. Recorro trotando los noventa metros para buscarla. No es necesario que lo haga. Hay muchas otras dianas en el campo, pero tengo una fijación por esta en particular. Su posición me permite entrenar mi ojo débil. Al regresar él ya está sacando otra pieza de carbono y aluminio de mi carcaj. Las intercambio y soplo la remera antes de apuntar de nuevo con mi bebé.

Mi mano derecha sostiene el arco.

Las falanges de mis dedos estabilizan la cuerda y la flecha.

Mi cuerpo está perpendicular a la línea de tiro.

Me relajo. Uso mi visión izquierda para enfocarme.

Entonces lo levanto y abro, tendiéndolo en un movimiento fluido, desplazando la mano de la cuerda a mi cara para apoyarla ligeramente sobre mi mejilla. Mis omoplatos casi chocan entre sí, mi espalda tensa, cuando tiro más de mis brazos para ganar distancia. El clicker suena cuando obtengo la apertura correcta y, finalmente, relajo los dedos.

Noventa metros después la observamos perforar el centro de la diana.

Eso fue con mi bonito ojo sumiso.

─Dios. ─Los rizos pelirrojos de Finn se mueven de un lado a otro mientras niega. Sus labios están a punto de romperse por la amplitud de su sonrisa. Él no solo está aquí por ocio. Es lo más cercano a un asistente deportivo que tengo. La universidad incluso le paga por ello─. ¡Estamos jodidamente dentro de las Olimpiadas! ─Coge mi bracer cuando se lo lanzo. Compré esta dactilera en mi último viaje a Londres, fue un pequeño costoso capricho, así que la guardo en el bolsillo de mis pantalones Nike en lugar de dársela. Siempre las pierde. Le paso el resto de mi equipo de la misma forma─. Hoy has trabajado muy duro, Lydia, estoy tan orgulloso de ti.

Hago una mueca.

─Gracias, papá ─murmuro llevando la botella con agua a mis labios.

Odio cuando me habla como si no fuera solo dos años mayor que yo.

─Maldición. ─Rueda los ojos con placer─. Sabes lo caliente que me pone que me digas así.

No me estremezco o salto sobre su garganta como haría con cualquier chico de la UNC por un comentario como ese. Finn no es el típico pervertido. En realidad es un pan de Dios, cristiano hasta la empuñadura, hijo del pastor de su pueblo, pero ni siquiera la Biblia ha podido combatir el hecho de que es hombre y peca. Entre sus indiscreciones está molestarme a mí y a cualquiera de cualquier forma posible. No hay que dejarse engañar por sus lindos suéteres combinados con pantalones perfectamente planchados. Su lengua es Satán. Obtiene placer incomodando a los demás. Me gusta tenerlo a mi lado porque no duda en decirme exactamente lo que piensa.

Él es esa joya exenta de hipocresía que todos debemos lucir esta temporada.

─¿Qué diría el senador Fisher si supiera que su papel como padre está siendo erotizado por ti?

─Probablemente me enviaría a la cárcel y te transferiría a una universidad de monjas, dónde nadie pudiera tocarse pensando en ocupar su lugar, si es que existen. ─Se encoje de hombros. Una débil risa escapa de mí. Sí. Probablemente él haría eso─. O no haría nada en lo absoluto.

─¿No?

Niega.

─No. En ese caso tendría que enviar a toda la UNC a prisión para alejarnos de ti. Ni siquiera el gobierno podría encubrir la desaparición espontanea de toda la población masculina del campus. ─Lame el contorno que crean sus finos labios─. Todos aquí sueñan con ser tu papi.

No estoy segura de eso, pero no lo discutiré con él.

Cada vez que hablo de política o similar termino discutiendo. Soy diplomática. Mi carrera lo exige, pero fuera de mi presidencia en la hermandad y de mi ambiente universitario defiendo mis ideales. Uno de ellos es ir en contra de la sobrecarga de poder en ciertos hombros. Una sola voz no debería representar millones. Aún siendo escogida por la mayoría siempre será injusto para la minoría, que a veces roza la mayoría, que no lo quiso así. Hasta ahora es necesario, por otro lado, teniendo en cuenta que los modelos más cercanos a la igualdad, como el comunismo y socialismo, no han terminado demasiado bien.

Tampoco es que esté de acuerdo con ellos. No veo futuro en una sociedad sin estratos. Debes trabajar para ascender. Estoy a favor de la inclusión social y la ayuda a los más necesitados, pero eso no significa que no puedas luchar para hacerte tu puesto en lo más alto. No tienes culpa de haber nacido con poco. Tienes culpa de morir así. Oprah Winfrey y Bezos, más muchos más, son el ejemplo viviente de ello. Y, tan triste como suene, no estamos listos para ser libres, lo cual nos deja a merced de las reglas que imponen los gobernantes sobre nosotros.

Sin su corrupción esto sería un caos.

Y aunque la mayoría del tiempo estoy segura de que sus manos están limpias, mi padre amenazó con cerrar mi escuela porque un niño me mordió. La UNC sería un reto, pero nada que no se pueda arreglar con sus abogados y el cobro de unos cuantos favores. Afectaría su recorrido con destino a la Casa Blanca, esas protestas no se podrían tapar, pero eventualmente su buena gestión como senador y encanto opacarían el desastre.

─Una universidad menos, una universidad más...

─Él no tiene tanto poder. ─Tampoco discutiré eso. No es necesario que él sepa que lo tiene. Finn se apoya en las gradas─. Hablando de senador Fisher, ¿qué opina sobre su nuevo yerno? ─Se cruza de brazos. Mi carcaj está en su hombro─. Me muero por saber. No lo imagino recibiéndolo en la Mansión Fisher con lasaña.

Mi cuerpo se tensa ante la mención de Drew.

─No existe algo como la Mansión Fisher.

─¿No?

─No. Se llama Dolce Lydi.

Alza sus cejas pobladas.

─Por más interesante que eso suene no te dejaré omitir mi pregunta. ─La sonrisa ancha vuelve─. ¿Qué opina tu papi de que andes besuqueándote con Drew? Estoy muy seguro de que está perdiendo su tinte.

─No tiene canas.

─Espero una respuesta, Lydia.

Suspiro.

─Nada. No opina nada.

─Él entrevistó a mi familia cuando le llegaron fotos de nosotros dos pasando tiempo juntos, ¿sabes? ─Asiento. Por supuesto que lo sé. El que Finn no se hubiera alejado de mí a pesar de sus amenazas fue lo que me empujó a confíar en él─. No puedes insultar mi inteligencia diciéndome que no opina nada sobre tu relación con Drewstructor.

Un tic se apodera de mi ojo al escuchar la mención de su apodo.

He trabajado para que se vaya, no es apropiado, pero siguen tan fascinados con esa parte de su anatomía por la que, no me voy a mentir a mí misma, he llegado a sentir curiosidad ya que incluso ha logrado que mis chicas desafíen su lealtad hacia mí hablando sobre su pene, el pene de mi novio, cuando me doy la vuelta. Este al parecer ha sido montado por todas ellas.

Las mejillas sonrosadas de Drew cuando lo mencionan gritan que mienten.

─En serio, Finn, no me ha dicho nada.

Es verdad. Hemos hablado unas seis veces desde que empecé mi plan con Drew y no ha hecho comentarios al respecto. Sé que lo sabe. Ha estado siendo un stalker demente sin vergüenza dejando todo tipo de evidencias: favoritos en Twitter y corazones en Instagram. Hasta respondió con un signo de interrogación a varias de mis historias en Snapchat. Al parecer no le importa apegarse a su papel como senador de los Estados Unidos cuando se trata de la vida amorosa de su hija. Supongo que espera que saque a colación el tema y ruegue por su perdón ya que no pedí permiso antes de salir públicamente con Drew, pero ambos sabemos que eso no va a suceder. No he hecho nada malo.

Aún.

Él es el tipo de chico que quiere para mí.

Es inteligente. Atractivo. Tiene dinero. Drew no alardea de ello, supongo que quiere que las personas se acerquen a él por lo que es, pero lo tiene. Sus padres son parte de la maldita mafia legal de Wall Street. Él va por el mismo camino. Su timidez es un obstáculo que eventualmente superará cuando el mercado lo convierta en un monstruo come millones de dólares. Veo su futuro lleno de excito. Su mirada es tan parecida a la de mi abuelo, el sargento Fisher, que asusta. Hay un montón de determinación en esos ojos verdes con motitas grises. El cabello cobrizo también es un buen gen para la siguiente generación. Es grande, uno de los mejores jugadores de nuestro equipo de baloncesto, por lo que podría protegerme. Eso es importante para él en caso de que un devoto republicano se abalance sobre mí.

Decir que es la antítesis de Romeo es un eufemismo.

Por eso lo escogí.

Por eso y por lo fácil que será trabajar con él sin que se enamore de mí.

─Bien, tomaré eso. ─La voz de Finn ahora es seria─. ¿Y Romeo?

Me tenso más. Él sabe. Es el único aparte de Drew y Em.

Le doy una respuesta que lo hace enojar porque cree que miento.

─Nada ─repito alejando mi mirada de la suya.

Pero, de nuevo, es cierto.

****

El jardín de Triangle está lleno de rosas blancas. El blanco es nuestro color. En el interior los pisos son blancos. Las paredes son blancas. Los muebles, en su mayoría, son blancos. Incluso las puertas y las cortinas lo son desde mucho antes de que llegara aquí. El blanco se supone que grita riqueza. El que lo pensó tenía razón. Este emblema nos cuesta una fortuna en pintura y quitamanchas al mes, pero sí. Vale la pena. Luce hermoso. Nuestra casa es surrealista al lado de las demás. Además de la bonita infraestructura romana con pisos de mármol y columnas, Triangle está completamente equipada de acuerdo a los tiempos modernos. Estoy feliz de estar de regreso. Por las tardes es el sitio más perfecto y clamado para estudiar o relajarse.

A veces.

Cualquier relajación que obtuve en el campo se esfuma cuando entro. Mi frente instantáneamente se arruga ante el alboroto que hay en el salón principal. Al menos una docena de mis chicas están rodeando el sillón de terciopelo del centro, en el que usualmente me acurruco cuando es noche de películas, como pandilleras animando una pelea. Son tantas voces mezclándose que no logro descifrar lo que sucede hasta que es demasiado tarde. Una de las nuevas viene directamente hacia mí llorando lágrimas de sangre. Su cabello está rosa.

No rosa palo o lluvioso. Rosa chillón. Rosa Barbie.

─¡Mira lo que me hicieron! ─hipa.

─Es imposible no verlo.

─¡Haz algo!

─¿Castigarlas?

─Sí, ¡eres la jefa!

Normalmente me mantendría al margen, solo son rituales de bienvenida a los que ellas mismas no quieren renunciar, pero su respuesta y expresión asustada me hacen querer ayudarla. Me recuerda mucho a Emma cuando la conocí.

─¿Sabes quién fue?

Su rostro cae.

─No, yo no vi, yo... yo estaba durmiendo.

Suspiro.

─Lo siento, Talía, no puedo hacer nada por ti sin nombres.

Sus lágrimas me hacen sentir irritada. Pasé por cosas peores antes de ocupar este puesto sin quebrarme: encierros, daños a mi propiedad, insultos. Ella es muy delicada. Tan cruel como suene, tal vez le hicieron un favor. Como ninguna ha dicho una palabra desde que llegué y Talía se limita a llorar en el suelo y no suelta nada más, me dirijo a la escalera para continuar con mis planes de darme una ducha y empezar a estudiar para las pruebas que ya tenemos establecidas para la siguiente semana. Solo necesita tinte para arreglarlo. Yo necesito horas y horas de lectura para mantener mi promedio. Estoy a dos pasos del primer escalón cuando escucho sus inconfundibles zapatillas, asquerosas converse que manchan mi piso, acercándose.

Em la aleja de mí antes de que sujete mi camisa con sus manos llenas de tinte.

─¡Mi cabello está arruinado y harás algo para solucionarlo! ¡Para algo eres nuestra líder! ─grita─. ¡No solo cuenta para apropiarte de grandes penes!

Ahí se acaba de ir mi paciencia.

Veo a Em.

─Suéltala. ─Ella lo hace. No me recrimina como otras veces porque intenté ser amable. La repentina fuerza de Talía flaquea cuando le doy mi atención única y exclusivamente en ella. Es tan estúpida e inexperta que no se rinde─. Pide disculpas.

Su sonrisa es inestable.

─¿Por decir la verdad?

Y ahí va su oportunidad de salvarse.

─No. ─Mi sonrisa es un reflejo de la suya─. Por haber estado ocupando una habitación que no mereces. ─Sus cejas se juntan y se elevan cuando comprende lo que estoy a punto de hacer. Sus manos tiemblan. Triangle no es solo vivir en un bonito y sofisticado lugar. Es un montón de oportunidades y beneficios durante y después de la universidad. Las chicas que están en esta casa un día serán responsables de cambiar el mundo. Deben ser fuertes. Si no soportan una pequeña broma aquí, no soportarán el peso de la responsabilidad a la que se enfrentarán cuando salgan─. Pero da igual, la verdad, de todas formas te irás.

─Lydia, yo...

─No ─la detengo─. Tienes media hora para empacar tu basura e irte. Tomaré una siesta mientras tanto. Si para cuando despierte sigues aquí, atenderé personalmente el asunto de tu cambio de look. ─Empiezo a subir. A mitad de la escalera me giro para dedicarle un último vistazo. Ahora sí está llorando. Las chicas que se reían de ella la miran con lástima e incluso algunas intentan consolarla. Saben lo que su partida de esta casa significa para su futuro─. Te daré el número de una casera. Dudo que alguna residencia te acepte luciendo así.

Como un desastroso y grosero algodón de azúcar, me abstengo de decir.

Unos minutos más tarde, duchada, me recuesto sobre mi cama con dosel. Mis párpados se sienten sumamente pesados. Quiero hacerme bola y dormir más que nada, pero hay tantas cosas por hacer que el solo pensar en dejarme llevar por ese deseo me hace sentir culpable. No tengo ánimos para nada que tenga que ver con el deber, sin embargo, así que termino con Arthur en mi cama. Juega conmigo hasta que decide que ha gastado suficiente energía y regresa a su propio espacio. Sus grandes ojos negros son lo último que observo antes de dejarme ir.

****

Es la noche del viernes. No he visto a Drew desde que me dejó en la facultad el martes por la mañana. ¿La razón? Debemos hacer que luzca real. En ningún universo alterno sería el tipo de chica que vive de tomar su mano. No se trata de estar enamorada o no, he estado flechada de Romeo desde siempre, sino que va más allá. Mi personalidad no me permite ser tan dependiente. También pensé que unos días a solas no le vendrían mal. Su disco duro tiene mucho que procesar. Si vamos a hacer esto debemos pensar con la cabeza fría para que salga bien porque de otra forma no será así. Su mano no puede temblar mientras sostiene el mango de la sartén, sino ni siquiera la ingenua de Em lo creerá. Supongo que el martes estaba siendo irracional por su pequeño minuto de fama como artista, por lo que lo más inteligente es dejar que se enfríe antes de calentarlo de nuevo. Incluso los chicos como él tienen sus límites.

Pero hoy estoy lista para actuar.

He escogido una falda de cuero negra. Es corta, pero no tanto como para no dejarme caminar cómodamente. Mi camisa es de tirantes, color verde sirena, con mangas de encaje. Ambas son una continuación del que adorna mi escote. Marco su número cuando termino de arreglar mi cabello sujetándolo en una estilizada cola de caballo en la cima de mi cabeza. Aplico rímel a mis pestañas mientras tanto.

Contesta al tercer timbre.

─¿Sí?

Uno las cejas.

─¿Qué clase de respuesta es esa?

Gruñe con el sonido de movimientos de fondo.

─¿Cómo quieres que responda si me llamas a las once de la noche?

¿Qué? No puede estar hablando en serio. ¿Dormía?

¿Hoy?

¿Viernes?

─¿Cómo duermes con la música?

─Tapones.

─¿Cómo escuchaste el teléfono?

─Perfil vibrar.

Parece que estoy hablando con la voz robot de Google Traductor.

Hago una mueca cuando la música se cuela en la llamada. Seguramente fue al baño para contestar.

─Bien, tienes quince minutos. Ya estoy lista. Hazme esperar un solo segundo más y pagarás.

─¿Lista para qué?

─Para salir. ─Cuelgo antes de obtener una respuesta.

Deados, la hermandad junto a Signa Phi, tiene una fiesta hoy. Como presidenta de Triangle no tengo de otra que asistir. Es así como funciona con cada evento en el campus. Lydia Fisher debe estar allí para hacer vida social por toda la hermandad. Bajo al salón tras tomar mi bolso del perchero junto a la jaula de Arthur, pero decido esperar por él en jardín porque quiero tomar aire fresco y la casa es escalofriante estando vacía.

El edificio que es nuestro hogar luce desierto desde afuera. Todas sus luces están apagadas. Será así hasta mañana por la mañana cuando las chicas comiencen a aparecer contando historias acerca de sus locas noches. Ellas no lo saben, solo Em, pero los domingos hago un recuento de sus traseros. La mayoría de ellas son responsables estudiantes que están partiéndose la cabeza estudiando para entonces. Si alguna no está tenemos un problema. Llámenme paranoica, pero esa paranoia ha salvado a muchas de situaciones incómodas e idiotas desagradables. No solo he tenido que pagar a matones para golpear a alguien a mi nombre. Lo he hecho en al menos diez de los suyos. Sin tocar los fondos de la hermandad, por supuesto.

Aún no sé cómo justificar ese gasto en los libros.

─Finalmente ─siseo entrando en su camioneta veinte minutos después. Tras abrocharme el cinturón me giro hacia él. Mis cejas se alzan. Su atuendo es una mierda. Pantalones y camisa Adidas. Esto no va a funcionar─. ¿Puedo saber qué te tomó tanto tiempo?

Se encoge de hombros poniendo el Range en marca.

─No encontraba las llaves.

─¿Media hora buscándolas?

Le sube volumen a la radio.

─No me teletransporto, Lydia.

La apago.

─¿No me has visto?

Despega su mirada de la calle para enfocarla en mí.

─¿A qué te refieres?

─Deberías decirme algo lindo. Me veo bien.

Ríe.

─Creo que tienes suficientes halagos para ti misma. No necesitas mi opinión. Tu autoestima está lo suficientemente alto.

Es cierto.

─Sí. ─Saco mi teléfono─. ¿Pero qué haremos contigo?

─¿Sobre qué?

─No me gusta cómo te ves.

Sus dedos aprietan el volante.

─¿Por qué tendría que verme bien?

─Porque irás conmigo a Deados.

Se estremece.

─No. Tengo examen el lunes.

─Em estará allí.

Se fue con las chicas más temprano. Probablemente ya está regresándose, pero eso es algo que me reservo.

Su expresión cambia

─Está bien. Pasaremos por mi habitación antes.

****

Young God de Halsey suena mientras hacemos nuestra entrada. Los chicos de Deados lograron convertir su habitual chiquero en un intento de pub con pista de baile, luces y barra. Nada cubre la parte superior de sus cuerpos. De ningún chico aquí. Ese es el tema de la noche. Pectorales y abdominales al desnudo. Llevo mis manos al dobladillo de la camiseta de Drew. Sus músculos se tensan, estremeciéndose con el roce de mis dedos contra su dura piel, pero me deja ayudarlo a retirarla de su cuerpo. Soy consciente del montón de ojos mirándonos. Cuando termino de sacarla la lanzo a una esquina, luego le compraré otra, y me inclino sobre él. Mis labios van a su oído.

─Salgamos.

Gesticula un y obedientemente toma mi mano cuando se la ofrezco.

Está tan agobiado con el volumen como yo.

La multitud besuqueándose y bailando se aparta, formando una especie de camino de Moisés, cuando me ven. Saludo a algunos con una leve inclinación en reconocimiento y a otros con un par de besos en la mejilla. Drew se mantiene al margen, sus ojos observadores y atentos a cada movimiento que hago o que alguien hace en mi dirección. Estoy segura de que nota cuando una persona no es de mi agrado porque me salva fingiendo insistencia por salir depositando tímidos besos en mi cuello, halándome y eso. Cursi. A parte de ello solo sonríe, más a modo de burla que otra cosa, cuando le preguntan cómo se siente ser el novio de Lydia Fisher. Por primera vez me siento entendida. Es ridículo todo este interés de los demás por mi vida.

Ya he tenido suficiente cuando llegamos al patio. En lugar de sentarme con él en una de las tumbonas, como tenía planeado, nos dirijo a la casa de la piscina. Solo es una cabaña con baños.

Subo mi falda.

─¿Qué haces? ─Su voz es ronca. Está pálido─. Baja tu falda ─grazna sin detenerse a pensar que el problema se acabaría si fuera capaz de darse la vuelta. Su expresión está luchando por mantenerse seria. Soy la mayor tentación a la que su corazón enamorado ha tenido que enfrentarse.  Ambos lo sabemos. Da dos grandes zancadas hacia mí─. Lydia, hazlo o lo haré yo.

Una risita escapa de mis labios.

─Tranquilo, Drew. No te traje aquí para violarte.

En lugar de saltar sobre su pene saco el paquete de cigarrillos enganchado a mi liguero. No cumplo sus deseos hasta obtener el encendedor. Sus ojos, abiertos como platos, persiguen el movimiento de mis dedos a mis labios y la suave inhalación que hago, seguida de una exhalación que forma nubes de humo en el aire. Le tiendo mi caja cuando pasan los segundos sin que alguno de los dos diga algo.

Niega.

─No. ─Es rotundo─. No puedo creer que fumes.

¿Es decepción lo que escucho en su voz?

─¿Es tan raro?

─Se supone que eres inteligente.

─Es por eso que lo necesito. ─Doy otra calada. Generalmente no fumo con público. No me gusta que sepan mis debilidades. En cada fiesta tengo una caja conmigo y un montón de escondites en mente por si tengo que ver a Romeo irse con otro de sus estúpidas súbditas. Cuando llegamos él estaba desapareciendo con Zara en la planta alta. Duele─. Mis pensamientos nunca se callan.

Su ceño fruncido se deshace. La dureza de su mirada hacia mí desaparece.

─¿Estás bien?

Le doy un seco asentimiento.

─Sí.

Nunca se está bien cuando ves al amor de tu vida con otra. Él se da cuenta de que le dije una mentira. Solo le toma segundos deducir que se trata de Romeo. Sus ojos brillan con comprensión cuando lo capta. Él también los vio. Fingió que no lo hizo para no llevar mi atención a ellos, pero no funcionó. Los vi también.

─Lydia... ─Se acerca─. ¿Por qué te gusta tanto?

─No puedes elegir de quién te enamoras.

─Es un idiota.

─Es tu amigo ─lo defiendo.

No me agrada que lo insulte a sus espaldas.

Por más razón que tenga, no me gusta.

─Sí, pero es un idiota. ─Su mandíbula cuadrada se endurece─. No sería el hombre que escogería para mi hermana. No es bueno comprometiéndose.

─Es el único que no espera algo de mí. ─Ahí está. Esa es la razón principal por la que lo amo. Mientras mi padre espera que ocupe el puesto de esposa del próximo Seth Fisher en el partido cuando llegue a la presidencia y hay todo un ejército de chicas y periodistas siguiendo mi éxito y opinando sobre cualquier detalle de mi vida, Romeo solo bromea y pasa el rato conmigo como si fuera una chica normal. No la hija de un senador─. No es que sea de tu incumbencia, de todos modos.

─Lo es. ─Se mueve más hacia mí y lo alejo con el humo. Hace una mueca, retrocediendo─. Estamos en esto juntos, ¿no? Déjame entender por qué eres capaz de hacer algo que no quieres para llamar su atención.

Lanzo la colilla al suelo y la apago con la suela de mi tacón. Saco otro.

Esta charla requiere otro.

Y otro.

Y otro después de ella.

Levanto una ceja mientras me inclino para encenderlo.

─¿No es igual para ti?

─Sabes que no. Em me quiere. En el fondo. ─Sus labios sonríen al pensar en su princesa de cuento de hadas. Le devuelvo la sonrisa con cierta amargura. Odio lo enamorado que está de ella─. No me usa. Sé que él te usa a ti. ─Me estremezco. Nuestro arreglo de amigos con derechos es una mierda, lo sé, pero escucharlo de alguien más es una puñalada─. Tampoco me lastima como él te lastima. Ella no anda con todos los chicos del campus.

─¿Qué hay de las veces que te ha dicho lo buena amigo que eres?

─No es...

─¿Eso no te lastima?

─No es lo mismo, Lydia.

Ladeo la cabeza.

─Pero te lastima.

Sus puños se aprietan.

─Sí.

Una onza de culpabilidad me embarga. No hago nada por solucionarlo porque esto lo ayudará a entender que no debe juzgar mis motivos o sentimientos, mucho menos intentar entenderlos.

Ni siquiera yo lo hago.

─¿La viste? ─pregunto.

─No.

Eso supuse.

─¿Quieres volver dentro y que te diga hola, mejor amigo gay?

─No.

Suspiro. Está siendo difícil esta noche.

─¿Por qué no bailamos?

Alza sus cejas. Son gruesas, pero tan bien alineadas que me cuesta creer que no las haya depilado alguna vez. Este detalle hace que repare en el resto de él, evaluando cada detalle, por primera vez en la noche. Mis ojos hacen énfasis en su cabello desordenado, brazos bien definidos y en la V de sus caderas. Su piel resplandece bajo el efecto de la luz que se cuela por las ventanillas de los probadores en los que estamos. Las facciones de su rostro están completamente pétreas e inmóviles, silenciosas, pero expectantes, como es usual. Es sexy.

Drew es el chico en el que estaría interesada si Romeo no existiera.

─¿Para bailar no tendríamos que entrar?

─Podemos hacerlo donde quieras. ─Dejo que mi voz sea una invitación abierta a algo más. El hecho de que esté colada por otro no significa que no tenga amor propio o necesidades que satisfacer. No soy virgen. Me gusta el sexo. He querido experimentar con el dulce Drew desde que lo vi viniendo hacia mí para cumplir su estúpido reto. Él ignora mi propuesta fingiendo no haberla captado. Es amable, pero, de nuevo, un extraño picor se arrastra a lo largo de mi columna. No me termino de acostumbrar a esto de ser rechazada por Emma. No me veo haciéndolo en un futuro cercano─. La fiesta terminará trasladándose a donde yo esté.

Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa.

─Estás volviendo a ser un saco de ego.

─Probablemente. ─Apago el cigarro y lo lanzo lejos. La caja y el encendedor lo siguen. Tengo más en casa─. Ven. Ya nos están mirando.

Se acerca con pasos lentos y flaqueantes. Coloco sus manos sobre mí. Son grandes y mi cintura es estrecha. La agito. Se desliza en su fuerte agarre como la mantequilla sobre una pieza de pan recién horneado. Su cabeza se esconde en mi cuello. Puedo sentir su respiración irregular contra mi sensible piel. A pesar de su ataque de adrenalina no me suelta, todo lo contrario, me acerca más mientras poco a poco encuentra el ritmo al que se tiene que mecer contra mí. Es perfecto. Me siento cómoda moviendo mis curvas contra su cuerpo. Drew es duro donde soy suave.

Una risa escapa de mis labios cuando un flash indiscreto lo hace estremecer. El sonido de la música sube, probablemente destruyendo cualquier pieza de cristal dentro de la casa, cuando las personas salen para unirse a nosotros. One Dance de Drake hace que la fiesta pase a otro nivel. Accidentalmente me encargo de rozar mi pecho contra el suyo, sus muslos contra los míos, nuestros labios, muchas veces. Más de las que su autocontrol puede soportar. Para cuando me doy cuenta mi trasero frotándose contra su entrepierna. Está duro. Apoyo mi cabeza en su pecho y lo veo por debajo de mis pestañas. Sus mejillas están tan sonrojadas como es fisiológicamente posible.

─¿Volvemos a la fraternidad?

Su nuez se mueve arriba y abajo antes de hablar.

─Sí.

Esta vez es él quién toma mi mano. Estamos atravesando la casa para ir hacia el Range cuando lo veo abrochándose los pantalones en el pasillo del segundo piso. Zara está besando sus labios. Mis labios. Drew, notando mi mirada, le da un suave apretón a mis dedos. Llevo mis ojos lejos de él y me fuerzo a pensar en la calidez de la presión que ejerce. Es eso o dejarme llevar por los sentimientos que la ruptura de mi corazón desencadena.

Otra vez.

****

Me despierto la mañana del sábado inmovilizada. Estoy atrapada. No consigo moverme de ninguna forma. Un par de piernas velludas están enredadas en las mías y su brazo me rodea, apretando mi espalda contra su torso y mi trasero contra su pelvis. Esto es incómodo para mí. No estoy acostumbrada a despertar con alguien. Sentirlo contra mi cuerpo no ayuda a disminuir las ganas que tengo de apoderarme de él. También estamos cubiertos por su gruesa manta de algodón antiácaros que no hace más que concentrar el calor entre nuestros cuerpos desnudos. Estamos en ropa interior.

Su erección matutina me da los buenos días.

─Drew ─susurro su nombre cuando debería estar gritando.

Supongo que me ablandé con él cuando pasó la noche sosteniéndome mientras lloraba, tendiéndome kleenex en silencio, por su mejor amigo. Recordarlo me hace sentir incómoda. Sé que hice todo el espectáculo cliché de lágrimas e hipidos preguntándole una y otra vez por qué no me quería. Su respuesta a todas ellas siempre fue la misma.

Es un idiota, Lydia.

─¿Lydia? ─pregunta con voz rasposa.

─¿Sí? ─Mi voz es un maullido estúpido─. Dime.

─Deja de moverte ─gruñe y, sacándome de juego, se frota contra mí.

─No hagas eso ─me quejo con el estúpido tono de gato de nuevo.

Cuando salga de aquí iré a un médico.

─¿Qué cosa? ─Sigue con los movimientos─. ¿Esto?

─Sí. ─No sé que le sucede a mis cuerdas vocales. Solo estoy maullando─. No empieces lo que no puedes terminar. Ambos sabemos que apenas estés completamente despierto te retractarás.

─¿Por qué haría eso?

─¿Emma?

Su erección no desaparece como pensé que haría.

─¿Y ella qué tiene que ver?

─Estás enamorado de ella desde que tenías doce. Ajedrez juntos, ¿recuerdas? ─Él también me contó su historia. Fue un patético intento de hacerme sentir mejor. Eso y el pastel que pidió a domicilio a las dos de la mañana─. Campamentos, sesiones de estudio, bebés con su cabello y tus ojos, suéteres del mismo color, paseos en la playa y...

Sus labios siendo presionados contra los míos me callan.

No es una sensación especialmente intensa. Es suave. Liviano. Como plumas cayendo desde lo alto de un acantilado. No mete su lengua en mi boca, solo las presiona juntas dulcemente antes de retirarse frotando nuestras narices. Mi cuerpo se estremece levemente. Eso no fue nada como los que habíamos compartido antes. Incluso cuando Drew es un aficionado de los besos, él los hizo fuertes. Esto es delicado.

Como si le importara.

─¿Qué quieres desayunar? ─pregunta yendo por sus pantalones.

Tardo un instante recomponiéndome. Entonces lo miro.

Dudo enormemente que sepa cocinar algo.

─¿Cereal?

Echa su cabeza hacia atrás y ríe.

─Gracias a Dios. Estaba preocupado por tener que solicitar un bufet para la hija del senador. ─Me lanza su camiseta─. Ven conmigo. No te preocupes por quién está en casa. Esto está desierto los sábados. Vuelven los domingos.

─No me he cepillado ─protesto.

─Yo tampoco.

─Y me besaste ─le recrimino sintiendo sobre todo frustración.

Frustración por no poder molestarme como debería.

No después de anoche.

─Y te besé.

─Asco ─gruño sentándome en la cama de espaldas a él para no enseñarle mis tetas. Seguramente tuvo suficiente de ellas sintiéndolas toda la noche. Entro en su camisa alzando los brazos y dejándola caer. Cuando me levanto confirmo que me queda como un vestido─. ¿Vamos?

Su falta de respuesta hace que me dé la vuelta. Ya no está.

Mis labios se curvan en una sonrisa maliciosa al intuir la razón de su huída. Tomo mi teléfono de la mesita de noche que está junto a su litera y lo sigo escalera abajo. Estoy de humor para unos Snapchats, aunque dudo que él lo esté. Tampoco es que importe.

Alguien por fin despertó y se siente culpable. 


Hola, aquí les dejo nuevo capítulo, pero sin dedicación porque me es imposible elegir quién comentó más entre todas ustedes <3 

Las quiero. Ya casi llego a la parte donde tengo que escribir +

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