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Capítulo 13:

LYDIA:

Pensé que sería fácil.

Que vería a Emma y no sentiría ningún deseo de venganza debido a que es la persona más dulce que existe sobre la faz de la tierra, pero no es así. Lo único en lo que puedo pensar camino a la hermandad, mi frente apoyada contra la ventana de la camioneta de Drew, es en su traición.

****

Drew y yo encontramos un sitio apartado de los demás, aún así a la vista de todos, dónde sentarnos y hablar de lo que sea sin que el elevado volumen de la música nos moleste. Lo que más adoro de nuestra posición, sin embargo, es cómo tenemos un vistazo de la hoguera que las chicas están haciendo con ayuda de Liam en el límite entre el área de la piscina de la hermandad y el bosque. El fuego nos alumbra, nos llena de calidez, pero no me consume.

─Iré por algo de beber, ¿quieres una cerveza? ─le pregunto, interrumpiendo nuestra charla sobre impuestos, antes de ponerme de pie.

─No, estoy bien. ─Drew se extiende en la tumbona con una sonrisa sincera en el rostro─. Aunque si puedes conseguir una botella de agua para mí, lo agradecería bastante.

Le devuelvo la sonrisa. No es con él con quién estoy molesta.

Drew nunca ha ocultado sus sentimientos. Sus intenciones.

Emma, en cambio, sí.

─Claro.

Animals de Martin Garrix suena más bajo a medida que me acerco a la casa. Como tenía previsto, Emma se encuentra acurrucada entre sus mantas viendo fijamente la pantalla de su tablet. Cuando enciendo la luz de su habitación y gira el rostro para dedicarme un gruñido, el cual se desvanece en sus labios al notar que soy yo, enseñándome sus ojos hinchados y rojos. No tengo que ver la pantalla de su tablet para descubrir que ha estado viendo algún drama-romance imposible, su tipo de película favorita.

─Emma, ¿no planeas salir de tu habitación?

Ella niega.

─No, Lydia, estoy bien aquí. ─Me ofrece una sonrisa mientras sorbe por su nariz. Obtengo un vistazo de su horrible suéter de caricaturas cuando se alza sobre su hombro para verme mejor─. No me he sentido muy bien últimamente. Desde el campamento...

Aprieto los dientes, una sonrisa en mi rostro cuando la interrumpo.

─Oh, es una lástima, quería enseñarte lo que Drew te compró en nuestro viaje.

DREW:

Simplificándolo, mi mente se divide en dos tareas importantes cuando llegamos a la Triangle, el universo a nuestro alrededor dejando de existir.

Uno, hallar a Em.

Dos, intentar no pensar en Lydia, lo cual se subdivide en intentar no pensar en cuán perfectas lucen sus piernas en ese trozo de tela que llama falda y en cuán bien se siente tener mi pene enterrado en su garganta mientras acabo.

Como es de esperarse, lógicamente mi desempeño no es muy bueno, pero gran parte de la culpa la tiene el demonio que el senador Fisher trajo al mundo. Mi novia falsa no deja de manosearme, sentada sobre mí, cuando encontramos un lugar dónde estar relativamente a solas durante la fogata. Relativamente a solas, sí, porque estamos en la mira de todos, especialmente en la mira de Romeo. Mi mejor amigo no deja de vernos desde su posición junto al barril de cerveza, dónde ignora a Liam y Josh. Mi cuerpo se tensa cuando Lydia apoya su espalda en mi pecho, sus dedos entrelazándose con los míos sobre la suave y expuesta piel de sus muslos. Huele tanto como una chica que huele bien debe oler que lo único que puedo hacer es olerla.

Limpio. Dulce. Peligro.

Drewstructor lo ama, endureciéndose contra la tela de mi pantalón como si tan solo media hora atrás no se hubiese hecho añicos en su boca.

─Se siente bien, ¿no?

No veo su rostro, así que no tengo ni idea de a qué se refiere.

─¿Qué cosa?

Lydia gira suavemente su cabeza para que pueda ver su sonrisa.

Mátenme si no es bonita.

─Ser el mejor, estar con la mejor, que todos te odien.

Me encojo de hombros.

─Me da igual.

Su cuerpo tiembla con una débil risa.

─Hablas así, Drew, pretendiendo que piense en lo buen chico que eres, pero el hecho de que ni siquiera te interese te hace parte del bando contrario. ─El aire escapa de mis pulmones cuando termina de darse la vuelta, sus piernas ligeramente abiertas para que las mías encajen dentro de las suyas, por lo que el bulto en mis pantalones termina estando en contacto con su ropa interior, con su calor. La posición, sumándole la visión de su precioso rostro haciendo mohines, me hace replantearme mi moralidad─. ¿Quién lo diría? Estoy segura de que ninguno de tus compañeros de fraternidad se lo imagina, el hecho de que no te involucras estrechamente con ellos porque seas maduro y dulce, sino porque te crees mejor. ─Me estremezco cuando su boca pasa a estar junto a mi oído, sus dedos enredándose en mi cabello mientras susurra─. También me encanta cómo la mayoría ignora qué tan oscuro y pervertido en realidad eres, en especial la dulce e ingenua Emma. Debió haber sido todo un desafío para ti comportarte como un caballero mientras la desvirgabas.

Me tenso, la sensación de su lengua corriendo contra la piel de mi cuello apaciguando el deseo de empujarla por hablar de Emma de esa manera. Lydia ríe cuando consigo el punto medio entre mis dos facetas y guío mis manos a los mechones marrones de su odiosa peluca, la cual se encuentra tan bien sujeta a su cabeza que cuando tiro de ella es como si en verdad se tratara de su cabello, por lo que su cabeza termina echándose hacia atrás.

Si estuviera hablando con otra chica, le daría la razón sean cuales sean sus palabras para mantener la paz, siguiendo los consejos de mamá. Si fuera Em, mi lengua se trabaría ante cualquier pensamiento profundo que deseara exteriorizar. Pero es Lydia, lo que significa no puedo simplemente dejarlo pasar, ignorar el hecho de que de alguna manera se enteró que Em y yo lo hicimos.

Lo que significa que puedo hablarle sin filtros, sin trabas, porque lo nuestro es un negocio, no una relación para toda la vida.

No tengo que ser cuidadoso con ella porque ella no espera que lo sea.

Me doy cuenta, ahora, de lo mucho que me gusta ese aspecto de lo nuestro, sea lo que sea lo nuestro. Quizás una mezcla entre socios, amantes y amigos.

O socios, esclavo sexual/ama y amigos.

─No te atrevas a lastimarla ─siseo─. Fue mi culpa.

─¿Tu culpa? Drew, sé que no la obligaste. ─Sus ojos dorados se llenan de dolor, un dolor que, extrañamente, no esconde, un dolor completamente contraproducente a la actitud que mantenía tan solo unos segundos atrás. La suelto─. Ella tomó su decisión. ─Mis alarmas saltan cuando se levanta con un ligero tambaleo─. Emma decidió traicionarme. Traicionarse a sí misma. Yo... ─También abandono la tumbona sobre la que estábamos sentados, pero no lo hago lo suficientemente rápido─. Lo siento, ya vuelvo.

Lydia está lejos de mí a la velocidad de la luz. La observo trotar al interior de la casa con el ceño fruncido, no seguro de cómo proceder o de cómo mierda terminamos así. Tampoco sé por qué mierda me sacó de mi cama si pretendía abandonarme a mitad de la fiesta. Como si hubiese estado esperando este momento desde que llegamos hace un par de horas, Romeo aparece junto a mí con dos latas de cerveza. Todavía está usando el uniforme de la práctica de baloncesto. Por primera vez tomo la que me ofrece sin rechistar. Lo jodí bien al estar con Emma, lo sé. No estoy seguro de cómo me sentiría si supiera que Romeo y Lydia han estado íntimamente juntos desde que anunciamos nuestro noviazgo, probablemente bastante incómodo, pero sé que para las chicas es mucho peor. Si ni siquiera yo, San Drew, pude contener el enojo cuando Romeo se atrevió a insinuar frente a mí que Lydia no estaría satisfecha conmigo, no quiero ni imaginar cómo debe estarse sintiendo Lydi.

─¿Problemas en el paraíso?

Afirmo.

Sé que nada puede esconder el pánico en mi cara.

─Sí, puede que haya hecho algo que haya herido sus sentimientos o, lo que es aún peor, su ego. ─Tomo un profundo trago de cerveza. No es suficiente. Incluso la termino, lanzando la lata sobre el césped, y sigue sin ser suficiente. Quiero emborracharme hoy─. La conoces bien, ¿tienes alguna idea de qué pueda hacer para solucionarlo? Me siento como la mierda.

Mi pregunta es una pregunta con trapa. No la conozco lo suficiente todavía, pero quizás pueda deducir cuánto la conoce él con su respuesta.

O cuánto le interesa.

O cuán bien me mintió a la cara horas atrás.

─Oh, Lydia ama vestirse bien, yo le compraría un bolso o algo así ─dice, pasando la primera prueba─. Pero lo mejor que puedes hacer en este momento es mantenerte alejado, digo, si la has cagado mucho. ─En la segunda también le va bien, puesto que sus palabras se escuchan como algo que Lydia necesitaría: espacio para recordar que el homicidio es crimen penalizado─. Espero que lo arreglen, Drew, hacen una buena pareja.

Hago una mueca, infeliz con sus respuestas.

No porque ellas me hagan sentir como un amigo de mierda por dudar de él, de nuestra amistad, la cual se remota desde la época en primaria en la que era encerrado en casilleros por brabucones, sino por el alivio que recorre mis venas con ellas. Él no va tras Lydi.

Pero yo sí.

Literalmente.

Le ofrezco una sonrisa antes de darme la vuelta y desaparecer en el interior de la hermandad. He estado aquí antes, así que sé cuál es su habitación. En el pasillo, sin embargo, una pareja discutiendo se interpone en el camino entre la madera blanca con pomo rosado y yo.

─¡Eres un imbécil, Liam, no sé cómo aprobaste el preescolar!

─Lo siento por tus resúmenes, Jill. ─Liam, a su favor, suena genuinamente arrepentido por primera desde que lo conozco─. En verdad pensé que eran viejos archivos, ¡no debiste haber dejado tu tarea junto a ellos!

─¡Debiste notar la caligrafía antes de arrojarlos a las llamas! ¡Todos los archivos que Lydia dejó que usaran como leña lucen como una planilla! ¡Eres la personificación de los motivos por los que tu sexo es satanizado por feministas!

Por muy entretenido que sea presenciar cómo Jilliam, una estudiante de medicina bastante reconocida en el campus por su labor en los movimientos a favor de la igualdad de género, le dice a Liam un par de verdades, la situación se pone intensa cuando él se inclina sobre ella, molestándola, y, por lo tanto, sobre la puerta que planeo abrir. Probablemente el par está en la búsqueda de Lydia para molestarla con el incidente que ocurrió entre ellos, pero me urge más que a ellos llegar a ella. De no hacerlo iniciará el apocalipsis y Emma saldrá lastimada.

Quiero verla a los ojos y asegurarme de que no está herida.

De que no me equivoqué.

De que no la lastimé.

─¡No es mi culpa que tu letra haya empezado a lucir como una línea recta! ¡Estoy seguro de que mucha gente muere por ingerir el medicamento equivocado gracias a la caligrafía de mierda de los médicos en la receta! Ve esto como una señal, Jill, aún estás a tiempo para...

─Liam ─lo corto, por su maldito bien, Jilliam está tan roja como un tomate por la ira, y por mi cordura─. ¿Puedes hacerte a un lado, por favor?

Él entrecierra sus ojos verdes en mi dirección, sus músculos tensándose bajo el uniforme del equipo de fútbol. No es tan bueno en su deporte como Romeo y yo en el baloncesto, pero no necesita serlo. No es becado. Tampoco aparece en todos los partidos. Aún así ama usarlo porque, citándolo, atrae a las moscas a su pene. Sí. Liam compara a sus conquistas con insectos.

─Estoy en medio de algo aquí, Drew, como puedes ver.

Señalo a la pelirroja grabándolos.

─Como todos pueden ver, querrás decir.

Gracias a que por él una de las chicas de Triangle casi muere, su vida ahora es una especie de reality en Youtube para recaudar fondos y enmendar sus errores pagándole el tratamiento para la hiperhidrosis a Heidi, su víctima.

─Sí, como sea. ─Liam gruñe─. Seguimos estando ocupados.

Jilliam, aún en uniforme de hospital, separa los labios para protestar, pero la interrumpo empujando levemente al imbécil.

─Lo siento, quiero estar en medio de algo con mi chica y tú estás impidiéndomelo ─gruño a cambio.

Liam se endereza. Cuadra los hombros. Deja de prestarle atención a Jilliam para enfrentarme. Sostengo su mirada, preparado para la pelea, al parecer Lydia logrará que, en efecto, todos me odien, por unos segundos que me resultan interminables. Exhalo una bocanada de aire, aliviado, cuando una sonrisa se extiende por su rostro y alza la mano para despeinar mi cabello.

─Adelante, hombre, debiste haber dicho antes que querías hacer tu movimiento con la pres desde un principio. Es ilegal que me ponga en el camino de tu pene. ─Me guiña un ojo─. Pregúntale a ella si tienes dudas. Estoy seguro de que en la escuela de leyes se lo enseñaron.

Ignorando el sonido de arcada que hace Jilliam, asiento, pasando de rebatir su argumento, y abro la puerta de la habitación de Lydia, encontrando a alguien más en su lugar. Cierro velozmente tras de mí.

Algo me dice que Emma no tiene permiso para estar aquí sin Lydia presente.

─¿Em? ─pregunto cuándo es obvio que no dirá nada, entendiendo la razón por la que no la he visto desde que llegamos─. ¿Qué diablos haces?

Emma, mi Emma, está de pie frente al espejo de cuerpo entero de Lydia usando uno de los vestidos que compré para ella en New York. Le llega hasta las rodillas, pero es tan ceñido que no deja nada a la imaginación. Es de tela de algodón gris con escote bajo y mangas tipo franelilla. Por cómo sus pezones se marcan noto que no está usando bra. Mi atención, sin embargo, está puesta en la forma en la que ha maquillado su rostro. En cómo el verde oliva de sus ojos luce más claro con el efecto ahumado alrededor. En la voluptuosidad de sus labios embarrados en cremoso labial rosa chillón.

También me fijo en el estilo de su cabello, danzando lacio y simétrico al más leve movimiento de su cabeza. En los tacones que la hacen diez centímetros más alta. Es tan malditamente sexy vestida así.

Pero es tan malditamente incorrecto.

─¿Me veo bien? ─pregunta con timidez.

Trago fuertemente antes de asentir.

Se ve bien, sí, también huele bien, pero está usando el perfume de Lydia.

Y no solo es eso, sino que luce exactamente igual que cómo luciría mi novia si fuera tan baja como ella y rubia. Incluso hay acrílico del mismo tono rosa insoportable decorando sus pequeñas uñas, algo que la semana pasada dijo que odiaba alegando que entorpecía sus movimientos ya de por sí torpes. Lo recuerdo perfectamente. Estábamos en la heladería del campus viendo cómo una mujer derramaba su helado por doquier por no poderlo mantener en una posición estable. Emma negaba y decía que el precio no valía el resultado con su lindo y adorable ceño fruncido desaprobatorio.

─Te ves bien ─murmuro.

El hecho de que esté en shock no significa que la quiera hacer sentir mal.

Se ve bien, demasiado bien, pero la Emma que me gusta no se ve así.

Puedo acostumbrarme, sin embargo.

Estoy seguro de que a Drewstructor no le molesta.

Emma separa los labios para decir algo, pero somos interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose. Mis cejas se alzan cuando Lydia entra en la habitación con Aideen tras ella, luciendo cero por ciento sorprendida con la presencia de Emma, lo que me lleva a pensar que tal vez esto, el cambio de look de mi amor platónico, es su maléfica obra.

─Emma luce hermosa, ¿no, Drew? ─gorjea cuando llega a mi lado, sus brazos envolviendo mi cintura mientras me mira con la cabeza apoyada en mi pecho─. Afortunadamente su belleza no se desperdiciará. ─Emma la mira con ojos confundidos─. Em, Aideen tiene una pregunta para ti.

El ex de Lydia, el imbécil que me quitó un diente, se sonroja antes de pasar una mano por su cabello y mirar a Emma.

─Eh, Emma, luces bien, ¿quieres una cerveza?

Emma se fija en mí, en nosotros, y puedo ver cómo un millón de emociones se apoderan de su rostro de ángel, el miedo predominando sobre las demás, de entre las cuales puedo mencionar celos y envidia. Mi corazón se rompe cuando se fuerza a sí misma, puesto que puedo ver la lucha en sus ojos, a mirar a Aideen con una sonrisa dulce que debería ser solo para mí.

─Sí, ¿por qué no? ─murmura antes de aceptar su mano y permitir que la escolte fuera de la habitación de Lydia.

Una vez la puerta se cierra tras ellos, la enfrento.

─¿Qué se supone que haces?

Lydia se encoje de hombros.

─Ella claramente tiene una obsesión con nosotros. Solo quiero asegurarme de que sea por ti y no por ser como yo. Si es por lo segundo le gustará estar con Aideen, él sigue enamorado de mí, caso en el que deberías darme las gracias por abrirte los ojos ─responde como si manipular y usar a las personas de esa manera, en especial a dos personas que se suponen que significan algo para ella, fuese absolutamente normal─. ¿Esto es demasiado para ti?

Ni siquiera sé qué mierda decir, por lo que guardo silencio mientras un tic se apodera de de mi ojo izquierdo y me doy la vuelta para esconder mi ira, concentrándome en la visión del patio trasero que ofrece su ventana. Juro por todo lo que me interesa en esta maldita vida, mi familia, Emma y los videojuegos, que un día Lydia hará que sufra un infarto. Las magnitudes de las impresiones que sus acciones causan en mí siempre son fuertes, arrastrándome lejos de mi zona de confort. Aún así debo admitir que aunque la mayoría del tiempo lo odio, a veces es como si... como si fuéramos nosotros dos planeando el fin del mundo o algo por el estilo.

Y me gusta.

─La vestiste como tú y luego la lanzaste a los brazos de tu ex ─murmuro con la vista clavada en la manera en la que Emma ríe, sentada junto a Aideen en una tumbona, y éste la mira como si acabara de descubrir que la tierra es redonda y gira alrededor del sol, lo que me hace apretar los puños.

Emma no luce interesada, pero Aideen sí.

Lydia no tarda en replicar.

─Le di a Emma los vestidos que compraste para ella ─dice─. No es mi culpa que hayas comprado todo lo que me gustó a mí.

Me tenso. Tiene la jodida razón en eso. Cometí un error ahí, suponiendo que a Emma le podría gustar lo mismo que a Lydia, Giro la cabeza para obtener la visión de ella acostada de perfil en su cama como si en cualquier momento pudiese ser retratada. Es tan vil y hermosa que no tengo ni idea de cómo Romeo no ha sucumbido a ella. Claramente necesito ese truco.

─Ella no está obsesionada con ser como tú ─gruño.

Lydia se levanta. Inhalo fuertemente cuando se detiene a tan solo unos centímetros de distancia. El recuerdo de lo bien que se siente estar dentro de ella de cualquier manera sigue latente en mi sistema, lo que me hace difícil estar tan cerca sin ceder y hacer exactamente lo que quiere.

Caer.

Lydia quiere que caiga en su red.

Ese es el motivo por el que no la follé a penas tuve la oportunidad cuando llegamos a New York. Durante el viaje de ida lo único en lo que podía pensar era en lo lejos que chicos como Aideen estaban dispuestos a llegar, al punto de arruinar mi dentadura con un balonazo, corriendo el riesgo de ser expulsado del equipo o de la universidad, por Lydia, por su cuerpo, por la manera en la que la chica a la que llamo novia frente a todos se mete en la mente de los hombres que ceden a su seducción.

Si quiero estar con Emma, eso claramente no puede pasar.

Así que no dejé que tuviera el control.

Mientras Lydia me follaba, yo intentaba pensar en algo más.

Pensaba en Emma. En mi hermana. En mis padres.

No acababa.

El problema, sin embargo, vino cuando estuve con Emma y lo único en lo que podía pensar mientras tanto era en Lydia. En nosotros traicionándola. En su lindo rostro distorsionado por la ira y la sed de venganza cuando se enterase de que había cruzado la línea, puesto que siempre supe que se enteraría.

─¿No?

Sigo la dirección que su dedo señala.

Y veo a Emma besándose con Aideen.

Antes de que pueda reaccionar de alguna jodida manera, Lydia me hace girar el rostro y aplasta sus labios contra los míos, pero esta vez no es quién marca el ritmo. Sostengo su cabello justo como ella ama sostener el mío y la beso hasta que el aire en nuestros pulmones se extingue, duro y lleno de una agresiva necesidad que no soy capaz de comprender, y necesitamos separarnos para respirar, nuestra existencia reduciéndose a morir o besar.

─Esto es tu maldita culpa ─jadeo antes darme la vuelta y salir de la habitación con un portazo, su expresión consternada─. Hemos acabado aquí, Lydia. El trato era que Emma y yo termináramos juntos, no ver cómo juegas con los sentimientos de cada persona que te rodea.

****

No sé que está mal conmigo.

Un minuto estoy saliendo de la habitación de Lydia, molesto como nunca antes por la manera en la que violó nuestro acuerdo, arrastrando a Emma a los brazos de alguien más para vengarse por nuestro acercamiento, y al otro estoy acostado en la cama de una habitación de una chica que nunca he visto con resaca, los rayos de sol colándose por su ventana con barrotes.

No estoy en la hermandad, puesto que en Triangle ninguna ventana tiene barrotes. Pensando que terminé formando parte de algún experimento de mierda del gobierno, me enderezo abruptamente, lo cual ocasiona que mi cerebro duela como la mierda mientras los recuerdos vienen a mí.

Romeo dándome de su inhalador.

Josh animándome a beber cerveza.

Liam presentándome a la prima de una de sus conquistas.

Yo dejándole las llaves de mi camioneta a una desconocida. 


Tengo sueño, las quiero, bai

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