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Capítulo 1:


DREW:

La transición de escuela a universidad afecta a todos. Incluso los que gobernaron en la preparatoria, dando órdenes desde la mesa exclusiva en la cafetería, aquí lamen botas para pertenecer a un grupo en general. A mis amigos les pasó. Se intimidaron al convertirse en solo un pez en el océano. Fue difícil para ellos acostumbrarse a que ya no serían los reyes, despedirse de sus múltiples novias e ir a la zona de vulnerabilidad de requerir aceptación para estar en algún sitio. Yo no salí inmune, pero fue más sencillo para mí porque no tenía una chica agarrándome los testículos o un séquito de fans, masculinos y/o femeninos, detrás. No necesito atención para sentirme especial.

Nunca he sido el chico más popular o codiciado.

No me malentiendan. Tampoco soy un resentido social. No soy una anciana virgen y me desenvuelvo relativamente bien con los demás, pero las diferencias entre mi época pre-universidad y en ella son grandes. Mientras antes no seguía un camino que me hiciera sentir a gusto, aquí me encuentro con miles. Hay varios tipos de personas, actividades, pasatiempos y de estilos de vida. Del instituto, por ejemplo, recuerdo clasificar a las chicas en tres grupos. Las que no me prestaron atención, a las que yo no les presté atención y las del montón. Aquí, en cambio, hay tantas clases y subclases que he perdido la cuenta. Mamá es feminista, me castraría si supiera que estoy etiquetando a la raza suprema, pero no puedo evitarlo. Góticas, rubias, morenas, con tetas, sin tetas, solteras, casadas, viudas, divorciadas, intelectuales, prototipos de Kardashians... hay una o dos para cada gusto. Las que están entrando este año, surgiendo del contour y los tutoriales de maquillaje que Rosset ve en Youtube, parecen salidas de portadas de revistas.

Esto es el paraíso de la testosterona. La diversidad divina en todo su esplendor.

Pero a mí solo me interesa una.

Romeo palmea mi espalda, sacándome de mi cabeza antes de que empiece a pensar en Emma y a suspirar como un cachorro enfermo de amor, regodeándose.

─Impresionante, ¿no?

Me encojo de hombros.

Si con impresionante quiere decir que es casi imposible elegir entre ellas a menos que sientas un flechazo por una en particular, sí. Lo es. En mi primer semestre lo habría hecho, pero ya no me siento culpable por pensar así. Me he dado cuenta de que lo mismo piensan ellas de nosotros, entre otras cosas que básicamente me hicieron darme cuenta de que el juguete sexual aquí, las verdaderas víctimas del sexismo, somos nosotros. El vistazo que le echa una novata mientras sus padres se despiden de ella a mi bulto después de mirarme a la cara como por dos segundos lo confirma. Sus mejillas se sonrojan cuando se da cuenta de que ha sido atrapada. Le ofrezco una sonrisa amable a cambio. Me hizo sentir como un jamón en exhibición, un maldito consolador con pilas inagotables, pero no importa. Tengo que ser cordial o de lo contrario estaré encabezando la lista de idiotas junto a Romeo. Es jodido, ¿no? Somos acosados y debemos dar las gracias porque de lo contrario las haremos sentir mal.

Si eres compatriota y crees que los sentimientos importan, citas, corazones, flores, teorías de Plantón sobre las almas gemelas, estás mal. Tan malditamente mal.

Ellas solo ven un pene.

─Solo no vayas regando tus chicos por ahí ─le recuerdo.

Romeo se tensa a mi lado. Su expresión se oscurece rememorando lo que vivió hace un par de meses. El hecho de que en estos momentos podría estar trabajando en una gasolinera para proveer a la palabra con b y a su loca madre cayendo sobre él como un balde de agua fría. Solo así es capaz de colocar algo por encima de su libido. Después de la noticia me llamó para descargarse insultándola durante treinta minutos. Le habría dado una paliza si el pasatiempo su ex no fuera perforar condones.

Pensar que eso podría pasarme me causa escalofríos. No estoy ni de cerca preparado para cambiar pañales. El sistema de broches y amarrado me causa hiperventilación. Recuerdo estar tan malditamente aterrado de meter la pata que no perdí mi virginidad hasta los diecisiete mientras mis amigos flotaban alrededor con los nudes de sus conquistas desde los trece. Si no fuera por Katy, una compañera de estudios ninfómana que tuve en penúltimo año, lo sería todavía.

─Eres un maldito, Drew ─gruñe─. ¿Cuándo dejarás el asunto atrás?

Solo cuando tomes consciencia de tus acciones.

─¿Cuándo me dices que es la boda? Espera, no solo eso, ¿quién es la novia?

─Esa perra...

─No hables así de la madre de tu hijo. ─Arrugo la frente─. ¿Cómo se llama?

─¿Cuántos años faltan para que Rosset cumpla dieciocho?

Hundo mi codo en su estómago.

─Idiota.

Pensar en un tipo como Romeo, con todo lo que sé de él, tras ella me causa vértigo.

─Rosset jamás estará con un tipo como tú mientras viva.

Sonríe de una forma que me hace maldecirme mentalmente por usar un término similar a nunca. Generalmente el karma es una zorra y aplica cada variante improbable, manipula el destino a su antojo y sucede lo que menos crees que pasará para decirte nunca digas nunca con un escupitajo a la cara. Pero me importa una mierda. El destino sabe que si un tipo como Romeo se acerca a Rosset, es hombre muerto.

Ninguna fuerza del universo puede contra eso.

─Entonces solo habrá que matarte.

─Soy inmortal en lo que se refiere a ella. ─Tomo mi maleta del suelo. Finalmente dejo de ser un holgazán y la llevo dentro. Romeo se queda atrás saludando a las piernas universitarias. Ellas le devuelven el saludo siendo mortalmente coquetas─. Hola, Rafe ─saludo a mi compañero de habitación. El año pasado fue Romeo. Ese es un error que no volveré a cometer. Nuestra amistad estuvo a varias oportunidades de acabarse por su desorden─. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?

Rafe asoma su cabeza por debajo de las sábanas. El movimiento que capto por debajo de ellas hace que desee no haber entrado y golpearlo por no pasarle seguro a la puerta. Soy un maniático de la masturbación. Si voy a hacerlo me aseguro de que no haya nadie en el pasillo, paso el pestillo de la habitación y me encierro en el baño, optando por cerrar también las puertas de la ducha, abrir el grifo para mitigar los ruidos y bajar la persiana de la ventanilla por si acaso. Él, sin embargo, está derramándose sobre mi cama, inaugurando las sábanas nuevas como si no pudiera contenerse.

Aprieto mis puños.

─Bien. Un montón de traseros se montaron en mi nena. ─Su nena es la Harley estacionada abajo. Él es un motociclista de California que vino aquí para estudiar artes plásticas. Por más surrealista que suene, es bueno haciendo todo tipo de esculturas con material reciclable. Su material favorito son las latas de cervezas que quedan de las fiestas que se hacen. La última fue una versión Heineken de La Estatua de la Libertad que vendió en miles de dólares─. Merezco estar en el libro. Seguro rompí un record.

─Imagino que te refieres a los Records Guinness ─digo sentándome frente al escritorio.

Sobre él está abierta una de mis maletas. Empiezo a sacar mis medias y a ordenarlas por color y sus iniciales. Debo clasificarlas o habrá una comezón en mi nuca que se intensificará a lo largo del día si no lo empiezo de forma correcta. Suficiente tengo con tener que bajar los peldaños de la cama sonámbulo. Estrecho los ojos hacia Rafe. Ha dejado de masturbarse. En su lugar está riéndose de lo que mira en su computadora. Seguramente lo hizo, joder la parte de abajo con su semen, para quedársela. Si tienes cinco años y ves una litera es genial dormir arriba, pero si estás en la universidad es todo lo contrario. No me imagino trayendo una chica aquí y empujando su trasero para que suba rápido y follar. No importa lo buena que sea la vista desde abajo, sé que me despacharán antes de que pase.

Pero entre eso y dormir sobre su descendencia líquida, prefiero eso.

─Hey, Drew, este semestre tomé administración como optativa.

Pone el vídeo en pausa y se rasca la nuca antes de mirarme. Lo estoy observando en silencio. Espero que continúe. Está nervioso. No sabe cómo seguir. Cómo admitir en voz alta que me necesita. Ese punto retorcido dentro de mí hace que mis labios se curven en una sonrisa arrogante. Quizás follan más que yo, no, quizás no, es un hecho que lo hacen. Pelean más que yo. Se drogan más que yo. Cometen estupideces más que yo. Demuestran su hombría más que yo, en resumen, pero todos estos sacos de testosterona, cada miembro de Sigma Phi, se orina en sus pantalones al momento de pedir ayuda. Ninguno se salva, al final del día todos vienen a suplicar lamerme los pies a cambio de unas cuantas clases de números o que los saque de algún problema. Sacudo la cabeza intentando deshacerme de la elevación momentánea de mi ego. No importa si Romeo casi embaraza a una chica con sus súperespermatozoides con capas, si Liam tiene más compañeras de cama que dedos o si Rafe rompe un puto record, al final del día soy el amo y señor que escoge si salvar o no sus traseros.

─¿Cómo te preparas para eso? ─pregunto sonando desinteresado.

Imagino una solitaria lágrima escapando de su ojo.

─Mal. No sé una mierda. Es como si el período desde la primaria hasta aquí no hubiera sucedido. Solo sé sumar y restar. ─Se llevó las manos al cabello, sedosos mechones largos y rubios que eran un imán para las chicas, y lo haló con desesperación─. Ni siquiera puedo recordar cuál es el cociente en una división. Estoy completamente jodido. Papá me obligó. Dice que si está gastando su dinero para que me convierta en un marica pobre, al menos seré un marica pobre que sepa administrar el bar.

Afirmo dándole a entender que comprendo la situación.

─¿Te gustaría que trabajáramos en ello? Tengo los martes por la tarde libres.

Sus ojos verdes brillan con victoria. Ha visto la luz desde el fondo del pozo.

─Me parece bien.

Vuelvo a afirmar. Bien hecho, Drew, me felicito.

El toma tu cama, se folla a sí mismo sobre ella y tú le solucionas la vida.

Le echo un vistazo a la escalera.

Maldita perra que tendría que subir y bajar por una siesta. Adiós a la idea de usar la computadora o estudiar en cama. El enchufe más cercano está a al menos cuatro metros de distancia y no hay ningún lugar cerca para mis libros. Decido que si no me voy a quedar con la parte de abajo, incluso después de haber llegado dos horas antes para forrarla, al menos me cobraría el favor obligándolo a ayudarme a instalar unas repisas. Lo haría solo, pero es malditamente alto. De ser Romeo me entraría a golpes con Rafe para que se alejara. Yo, en cambio, no quiero problemas. Llevo todo este tiempo siendo la paz en esta casa, el Jedi de la hermandad, y espero que siga así.

─A cambio...

─La cama de abajo es tuya, camarada. ─Se levanta y quita las sábanas. Victoria y alivio corren por mis venas. Gracias a Dios no tendré que hacerlo yo─. Te la mereces, Drew, deberías ser un santo. Mi culo está tras la línea amarilla del metro gracias a ti. Cuando vayas a California te daré tragos gratis. Todos los que tu hígado soporte.

No me imagino en un bar de motociclistas bebiendo, pero aún así me limito a murmurar un agradecimiento antes de volver a mi clasificación. Por ahora no le pondré límites a mi futuro. Solo seguiré doblando mi ropa interior. Por el rabillo del ojo lo veo tomar una botella de desinfectante que traje de casa y dirigirse con ella, las sábanas y el forro antiácaros del colchón hacia la lavandería en el sótano. Mi mente vuela filosóficamente hablando después de que se va. Me pregunto cómo es que Rafe es tan sensible, porque lo es, lo demuestra en cada obra, cuando fue criado para ser un chico duro. Todos esos tatuajes. Su expresión sombría. Él es el símbolo viviente del desafío a las probabilidades. Nunca digas nunca vuelve a ser susurrado dentro de mi cabeza. Quién sabe. Tal vez un día termine despechado en su bar. Aprendiendo a manejar una Harley. Con botas. Chaqueta de cuero. Una chica pelirroja con tatuajes y sus muslos envueltos alrededor de mí, sus manos rodeándome desde atrás mientras susurra obscenidades, como que le encanta mi pene, en mi oído.

Me levanto de un salto y me asomo. El pasillo está vacío. Los chicos aún no han llegado. Paso el pestillo de la puerta tras cerrarla con cuidado. Camino hacia el baño en puntillas y repito la operación. Antes de bajar mis pantalones y ropa interior, abro la ducha y bajo las persianas de la ventanilla. Mi cabeza cae hacia al frente, colgante, cuando envuelvo mi mano derecha alrededor de mi eje. Hago movimientos lentos y largos de bombeo a lo largo de toda la longitud. De nuevo imagino la sensación de un par de tetas presionándose contra mi espalda. Me estremezco cuando voy más allá y aprieto mis bolas con la otra mano. Fuerte. Castigándome por ponerle un rostro a la dueña de esas tetas. No son cualquier par. Las conozco. Sé perfectamente cómo se sienten sus pequeños pezones, fruncidos y endurecidos por el frío, porque fueron presionadas contra mi pecho hace tan solo un par de meses.

No son pequeños como los de Emma. Son voluminosos. Suaves. Gruño. Desearía tanto tener su cabello envuelto en mi mano, halando de él, bombeando en su pequeño y húmedo agujero. Acabo con un último movimiento en el que aplico presión sobre la punta. Los dedos de mis pies se curvan. Me inclino sobre el lavamanos y me veo en el espejo boqueando como un pez fuera del agua por la fuerza de mi corrida desparramada sobre el suelo. Siempre que pienso en ella me sucede. Va más allá de lo que puedo entender. Es otra excepción. Otro desafío a las probabilidades. Solo hay que verla cerca de Romeo para saber quién hace que su corazón se acelere. La forma en la que sus ojos dorados se enfocan en él, con posesión, como si el saco de excremento viviente fuera su futuro seguro, su boleto de lotería garantizado, únicamente la he visto en otro lugar.

Es la misma forma en la que yo veo a Emma.

Emma es mi seguridad, la chica que sé que me entiende. Que no me va a traicionar. La que quiero que sea mi compañera para soportar este caos. Sé que con ella será fácil. Es tranquila. Calmada. Sencilla. Como yo. Mi otra mitad. Desde que la vi en el club de ajedrez al que mamá me llevaba por las tardes, a los doce, lo supe. Ella es la indicada. Nunca tendré que preocuparme de ser demasiado introvertido o insensible a su lado. De ser desplazado. Siempre tenemos temas en común. Números de que hablar. Operaciones que realizar. Sugerencias. Nuevos métodos para facilitar la resolución de un problema. No solo se trata de las matemáticas. Tenemos otros gustos en común. Su banda favorita, Bastille, que es la misma que la mía. La pizza. Las alitas de pollo. El ajedrez. Nuestra preferencia por un día en casa, viendo películas, que afuera en la calle. El color azul. Lo único que no compartimos son los videojuegos y las salidas. Lo primero no tiene discusión. No estoy listo para renunciar a las consolas, pero dudo que me pida que haga un sacrificio como ese. Lo segundo, cómo siempre termino arrastrado a una fiesta por Romeo, sí. Estoy listo para ser un animal doméstico.

La cosa es que ella aún no sabe que la quiero.

Somos amigos. Nada más. Mi lengua se traba cada vez que intento decirle lo lindo que luce cabello o lo bien que huele, lo hermosa que es, como si el mismo destino del que hemos estado hablando estuviera en contra de nosotros. Como si me prohibiera dar el paso porque quiere que esté solo toda la vida. Al menos no fue tan malo y no moriré virgen, pero si así fuera y estuviese celoso de mí con otras chicas... ¿por qué?

¿Por qué dejó que besar a Lydia fuera mi nueva definición de fácil?

Mi beso con ella fue la experiencia más fácil y excitante que he tenido con el sexo opuesto, natural. Como si mi boca supiera exactamente cómo moverse sobre la suya.

Por tercera vez en la mañana nunca digas nunca volvió al ataque. Yo le prometí a Romeo, así como él a mí, nunca traicionarlo jodiendo con una de sus chicas cuando uno de sus compañeros del equipo de fútbol en la secundaria lo hizo. Eso no tiene nada que ver. Lydia no ha sido suya. Él me lo dijo a la semana de que todo pasó, cuando me cansé de la incomodidad y le pregunté, por lo que no puede tratarse de eso. Por lo tanto, deduzco que el destino solo está siendo una perra hasta que recuerdo haberle dicho a mamá, a la tierna edad de diez años, que nunca me enredaría con una serpiente. Sí, veía Animal Planet, pero no me extrañaría que mis palabras fueran tomadas literalmente.

No con mi suerte.

****

Es la primera noche del año, así que Signa Phi debe hacer una fiesta de bienvenida. Es una tradición que hasta yo respeto. Mi piel se eriza cuando el piso y las paredes del baño empiezan a moverse con la vibración de la música. Un sonrojo cubre mi rostro cuando me concentro en las baldosas y recuerdo la razón por la cual tuve que bajar a la lavandería por mi desinfectante más temprano. Lo que me llevó a eso. Sacudo mi cabeza, alejando los pensamientos impuros, porque no puedo andar por la vida siendo un pervertido que piensa en acostarse con una chica y ser novio de su mejor amiga.

Ese no soy yo.

Termino de abotonar mi camisa y la arremango. Es azul real con absurdos botones marrones de madera. Mis vaqueros son negros. Estoy dentro de las botas de combate que Rosset me regaló en navidad. No las uso solo porque con ellas me siento como un personaje de GTA, aunque mentiría si digo que no tiene que ver, sino porque son cómodas y una mierda de diseñador para la que mi hermana tomó de su dinero, lo que era un sacrificio ya que era adicta a seguir tendencias y solía ser egoísta con el dinero que nuestros padres le daban. Intento arreglar mi cabello antes de salir, pero como de costumbre mis intentos de mantenerlo aplacado no funcionan. Ruedo los ojos cuando veo a Rafe besando a Mar, la ex de Liam, contra la pared de nuestra habitación. Habrá problemas más tarde, lo sé. Inclino la cabeza hacia mi cama y niego. Él asiente, entendiendo que no quiero que follen en ella, bajando su vestido frente a mí. Pongo los ojos en blanco y termino de salir. El chico eligió bien su carrera, es buen artista, pero también pudo ser estrella porno.

The Weeknd se hace más y más estridente para mis oídos a medida que desciendo por los escalones de la escalera de caracol situada en medio del salón principal de la planta baja. Hay algo en su voz que vuelve locas e inhibidas a las chicas que bailan descalzas sobre la encimera de la cocina. Ellas se mueven rozando lo obsceno mientras sus labios se abren y cierran susurrando la letra de The Hills. Tomo una cerveza y me marcho en medio del espectáculo. Estoy tan acostumbrado al número lésbico de Tifanny, Mirian y Hannah que ya no tiene ese efecto microondas en mí.

Encuentro a los chicos, la triada de la fiesta, en el patio. Liam le está pasando la mitad de su porro a Josh cuando llego. La que estoy seguro que es la mejor amiga de su ex, besándose con Rafe en mi cuarto, está cómodamente sentada en sus piernas. Ahora entiendo la reacción de Margaret. Ella es una gran chica. No estaría besándose con un imbécil como Rafe por nada, excepto que sea debido a otro imbécil. Aún no entiendo por qué las chicas como ella, con tantas virtudes, se enrollan con chicos como ellos. Bajo autoestima, supongo. No soy escritor de libros de autoayuda, pero sé un par de cosas. La más importante de ellas es que lo esencial es quererte a ti mismo.

Josh le da una última calada antes de ofrecérmelo.

─¿Quieres?

Rechazo el porro de lo que sea que estén fumando, no huele a marihuana, con un una mueca. Después de lo que pasó el año pasado, cuando casi me arrojo del techo por experimentar con marihuana, me prometí no volver a caer. Mi organismo es extremadamente susceptible y no estar en control de mí mismo me mata, por lo que el hecho de que esté aquí, inhalando el mismo aire que expulsan, es una violación a mis propias reglas. Me siento junto a ellos en silencio. Romeo lo toma por mí. Liam palmea mi espalda con tanta fuerza que juro sentir mis pulmones chocar contra mis costillas.

─Drew, ¿te gustaría compartir el postre esta noche? ─La chica en su regazo ríe, atrayendo mi atención de nuevo. Es rubia. Muy rubia. Del tipo de rubia que roza lo albino─. Megan tiene ganas de probarlo con nosotros también, ¿te interesa?

Su invitación a un trío me desconcierta, pero más a Romeo.

─¿Estás invitándolo? ─Su frente se arruga─. ¿No era yo tu compañero para eso?

Liam levanta las manos.

─Lo lamento, viejo, la chica aquí lo escogió específicamente a él ─dice haciéndola a un lado e inclinándose sobre nosotros. Con voz baja, añade─: Dice que todas en su fraternidad lo quieren probar después de ese beso con Lydia. Cuando supieron que no están juntos y que no morirán si lo tienen, decidieron que tenían que probarlo y hallar lo que su presidenta vio en Drew. Eso más el rumor de... ─Miró mi polla─. Es una bomba. Cada chica en el campus está queriendo involucrarse con Drewstuctor de vaginas.

Mi atraganté con mi cerveza. Josh me golpeó la espalda.

─¿Drewstructor? ─pregunto con voz ronca.

Asiente con severidad, sus labios curvados en una sonrisa.

─Le preguntaron a Sasha en vacaciones. ─Cerré los ojos intuyendo la respuesta de mi ex. Habíamos tenido una ruptura limpia. Seguíamos siendo amigos, pero su lengua era mordaz─. Les dijo que fueran al supermercado, buscaran el pepino más grande y... se masturbaran con él. Entonces sabrían el motivo por el que Lydia te besó. ─Me estremecí ante la idea de un montón de chicas siendo la causa de la escasez de pepinos en Chapel Hill. O mi pene─. Eres una leyenda.

─No. ─Romeo niega─. Su pene lo es.

Josh soltó un silbido.

─Por lo menos no están lejos de la verdad. ─Se muerde el labio mientras me mira. Maldición. Liam y Romeo hablan tanto de vaginas y tetas que suelo olvidar que Josh es gay. Se sonroja de la misma forma que lo hizo la chica de esta mañana cuando por fin se enfoca en mi cara. No solo yo lo estoy mirando. Romeo y Liam, a pesar de que siempre comparten conquistas, también. No es por defender a Josh, pero el par ha compartido más de lo que cualquier par de amigos debería─. ¿Qué? Es verdad. Nos bañamos en las mismas duchas en el gimnasio. Es imposible ignorar lo que tienes ahí.

Me levanto de una de las butacas que rodean la piscina. Estoy cansado de escuchar sobre cómo ahora me he convertido en Drewstuctor de vaginas, una especie de monstruo de Chapel Hill que va por ahí rompiendo hímenes y torturando clítoris. Mi piel se vuelve pálida al pensar en qué opinará Emma al respecto. Seguro creerá que soy un sádico. Christian Grey negro sin ser negro. Perfecto para ser pasado por alto por mis víctimas. Quizás corra con suerte y no escuche los chismes, no es de ese tipo de chicas, pero... Dios, es imposible que no se entere, vive en la misma casa, Triangle, que domina Lydia. No solo son mejores amigas, también se rodean de las chicas que quieren violarme. He estado nervioso acerca de cómo se está tomando el que haya besado a su amiga. Esto lo empeora.

Emma huirá cuando me vea.

─¡Drew! ─Me detengo al oír la voz de Liam. Él me alcanza trotando─. Eh, no sé cómo preguntar esto sin que suene idiota, pero... ¿has visto a Margaret? La he estado buscando toda la noche. ─Su mandíbula se aprieta─. Necesito explicarle que no me acosté con su prima.

Mi expresión se pone en blanco mientras recuerdo el nombre de la chica en su regazo.

─¿Megan no es su mejor amiga?

Liam niega. Una porción de cabello negro cae sobre su frente. Lo aparta con rabia.

─No hablo de Megan. Solo estaba jugando con ella. Hablo de Sally. Ella nos vio.

─¿Los vio?

Afirma.

─Sí, nos descubrió. No fue mi culpa. Regresó a nuestro alquiler más temprano de lo que se suponía. Hubiera sido más rápido de haberlo sabido. Jamás hubiera querido que nos viera. No quiero hacerla sentir mal. Creo que... que la amo.

Levanto las cejas.

¿La ama y folló con su prima? Si ese es el tipo de amor que me dan, prefiero no ser amado. Prefiero que me odien. El odio es más sano que ser amado de esa manera.

─Si ella los vio, ¿cómo es que le vas a decir que no sucedió?

─Le diré que Sally tenía frío o una mierda por el estilo.

Resisto las ganas de pegarme un tiro. Ellos vacacionaron en Los Ángeles.

¿Cómo tienes frío en LA?

─Sí, sí la vi ─digo─. Está en mi habitación.

─¿Llorando?

La oscuridad me envuelve. Cómo disfruto esto.

Lo haré por Margaret, me miento.

La verdad es que quiero vengarme. Intentó ir tras Em el año pasado. Nunca lo olvidaré.

─Sí, Liam, estaba tan jodidamente llorando por ti en el pasillo que tuve que subirla a mi cuarto. Le prometí venir a buscarte, pero no te dije nada porque pensé que no estaba en el mejor estado. ─Suspiré─. Ella te ama también, amigo.

La mirada de Liam resplandece. Parece contento con eso.

─Iré a buscarla.

Esta vez soy yo quién lo golpea con fuerza. Me aseguro de ello.

─Ve, vaquero.

Lo veo desaparecer en el interior de la casa medio poseído. Lo triste y patético del asunto es que, de no estar montando a Rafe, Margaret le creería y volvería con él en un chasquear de dedos. Lo sigo a paso lento, solo que no subo al segundo piso, no me involucraré más en el octágono amoroso, sino que permanezco en el primero. Ahora suena Good for you de Selena Gómez. Me apoyo sobre la pared y veo a la numerosa cantidad de parejas bailar como si estuvieran solos y desnudos. Me enderezo cuando a media canción una figura familiar se aleja de Aideen, el jefe de nuestra hermandad al que solo le queda un año para graduarse, y empieza a bailar solitariamente. Sus ojos dorados están sobre mí mientras pasa las manos por sí misma, desde sus pechos a sus anchas caderas, descendiendo y ascendiendo por su estrecha cintura. Lleva un vestido color piel de encaje que debería ser quemado. Tomo otro trago para resistir la tensión que de repente hay en el aire. Para no despegar mi mirada de la suya.

Es intensa. Pesada. Cargada de sexo.

Ella me mira a mí. Me baila a mí. Sé que lo hace. Está siendo demasiado obvia al respecto. Cualquier duda de ello es borrada cuando mueve su dedo hacia mí pidiendo que me acerque. Estoy tan embriagado de Lydia Fisher que lo hago. Doy un paso en su dirección y ella da dos lejos de mí. Nos mantenemos así hasta que terminamos descendiendo por las escaleras del sótano. Para hacerlo tuvimos que pasar por encima de Aideen. El cabrón está molesto. Me importa una mierda.

Esta noche tendré acción. Luego lo arreglaré con Em.

De todas formas ella ya debe pensar que Lydia y yo lo hicimos.

Bajo las escaleras con su mano envuelta en la mía guiándome en la oscuridad. Me sorprendo cuando abre la puerta de la lavandería y encuentra el interruptor como si hubiera estado aquí un millón de veces. Se sienta con facilidad sobre la tapa de una de las lavadoras. Separo sus muslos y me posiciono entre ellos. Odio que lleve medias. Preferiría sentir la piel de sus muslos. Seguramente es dulce y suave como la de su cuello, la que conozco cuando inclina su cabeza y me deja besarla ahí. Debería saber a sudor y alcohol, pero sabe a caramelo. Supongo que es la crema que usa. Eso me vuelve loco. Me impulsa a averiguar por mí mismo qué partes y cuáles no tienen ese sabor. Voy unos pasos más allá y juego con mi lengua en su escote. Muerdo su pezón derecho por encima de la tela de su vestido. No está usando brasier. Jadea cuando tomo sus tetas en mi mano. Las llenan. Son perfectas. Jodidamente perfectas.

─No sé qué es lo que hay en ti... ─susurra contra mi oído con voz de seda, excitándome más, que no sabía que podía salir de ella porque lo único que he escuchado salir de su boca desde que la conozco son chillidos─. Pero le molestó.

¿A quién? ¿A Aideen? Asiento con la cabeza enterrada en su pecho.

─Sí ─murmuro.

─Supongo que es porque son cercanos.

Me aparto al darme cuenta de que no está hablando de Aideen, sino de Romeo. No soy cercano a Aideen. Si me interesara gastar energía odiando a alguien, sería a él. Es una bola de mierda arrogante que cree estarse comiendo el mundo por estar a punto de graduarse como biólogo. Como biólogo. ¿Qué será? ¿Un profesor de secundaria? Actúa como si fuera a descubrir una manera de revivir a los dinosaurios, en un dado caso. Lydia se echa hacia atrás. Hay una sonrisa en su rostro de hoyuelos y pestañas largas que desaparece cuando baja la vista a su pecho. Puede que lo haya babeado un poco. Toma una caja de kleenex olvidada en una esquina y saca uno para pasarlo ansiosamente sobre las manchas que dejé sobre ella.

─¿Lydia? ─pregunto con cierto toque inestable que me hace que querer matarme.

No sé por qué tengo que cagarme encima cada vez que estoy con una chica. No soy débil, pero en lo que se respecta a estar a solas con una... no sé qué sucede. Con Lydia es soportable. Con Em es una tortura. Es como si ellas robaran todo el oxígeno de mi cuerpo. Supongo que es porque creí saber lo que quería Lydia, una probada de Drewstuctor, o por su personalidad guerrera. Las otras son tan delicadas, falsas o ambiciosas. No digo que Lydia no lo sea, pero no lo esconde. Es como estar con una versión retorcida de Em. Sé que no me va a mentir por miedo a hacerme sentir mal. Si mi pene es muy pequeño para ella, me lo dirá en mi cara antes de hacerlo viral.

Además de que es sencillo estar a su alrededor porque no me gusta.

─Quiero que me ayudes a darle celos a Romeo ─suelta, su labio está temblando como si estuviera a punto de llorar, pero sus ojos contienen fuego─. Tiene que verse real, así que estoy dispuesta a hacer lo que quieras siempre y cuando me ayudes. Incluso que nos acostemos juntos. Solo contigo he logrado captar su atención.

Mi mandíbula cae abierta.

─¿Perdón?

No sé qué sucede, pero de repente dos cables chocan en su cabeza y sus puños se cierran alrededor de mi camisa. Me hala hacia ella de nuevo. Sus párpados están entrecerrados y ya no me mira como si quisiera devorarme, sino como si tuviera un fetiche con los asesinatos y yo fuera la víctima de sus fantasías más oscuras. Jadeo cuando presiona su frente contra la mía. Sus labios están cerca. El golpe dolió. Es una salvaje. La última vez casi me arranca el cabello y me deja sus uñas acrílicas en el culo.

Ahora creo que rompió mi nariz.

─No me hagas repetirlo de nuevo, pequeña perra. Sé que entendiste.

Muerdo mi labio para no morder el suyo. No sé cuáles serían las consecuencias de eso. Perder un brazo, ¿tal vez? Entendí. Escuché cada palabra. Lo que sucede es que aún estoy atascado en la parte donde me quiere usar para darle celos a mi mejor amigo, quién quizás no siente nada por ella y no le interesará con quién esté. La manera en la que Romeo me evitó la semana siguiente del beso con Lydia, sin embargo, vuelve a mi mente. Tal vez tenga razón. Quizás el mujeriego de mi mejor amigo se sintió como la mierda cuando me vio besando a su chica. Quizás deseó no tocar cada vagina del campus y dedicarse a uno solo, al suyo. Mi mente, por otro lado, empieza a deslizar la idea de que quizás puedo sacar provecho de la situación. No sé cómo sucedió, pero Lydia es amiga de Em. Ella puede ayudarme.

De nuevo en control de mí mismo, deslizo una mano por su cabello y lo tomo. Alejo su cara de la mía en un jalón y me inclino para ser yo quién se acerque. Su perfume me llena. No sé qué está usando, pero debe ser caro y exótico. Froto mi nariz contra el arco de su cuello. Me gustó estar ahí. No estoy listo para admitirlo en voz alta, pero parte de mí desearía que Lydia simplemente se hubiera acercado a mí por placer. Esa es la parte que se rindió con Emma. La que no tiene esperanza de que estemos juntos. La que siempre acallo con una patada que la envía al fondo de mi cabeza.

La minoría.

─Está bien. Te ayudaré. ─Una sonrisa victoriosa curva sus labios. Están pintados de púrpura. Son completamente besables. También follables. Mi erección se endurece al pensar en ellos rodeándola─. Pero no quiero acostarme contigo, Lydia. Eres hermosa, pero eso no es lo que busco de ti. ─Si lo que tengo en mente pedirle funciona, no quiero el antecedente de haber estado entre sus piernas siendo la tercera discordia entre Em y yo. Tampoco debo rechazarla rudamente. Si se niega no quiero que esté esparciendo este vergonzoso rumor por el campus─. Quiero algo más.

Me mira por debajo de sus pestañas luciendo confundida.

A duras penas contengo el impulso de querer demostrarle cómo de mal estoy mintiendo sobre no querer nada con ella. No me gusta, me repito, solo estoy reaccionando ante la belleza como cualquier hombre lo haría.

─¿Qué?

Trago antes de soltarlo.

─Quiero que me ayudes con Em.

Su ceño se frunce.

─¿Qué? ─repite.

Suelto su cabello mientras me encojo de hombros.

─Sé que entendiste ─la imito omitiendo el insulto.

Veo pasar una serie de emociones por sus ojos. Son tantas que debo darme prisa analizándolas para no perderme ninguna. Primero incredulidad e indignación de que esté prefiriendo ayuda para conquistar a su amiga sobre su cuerpo. A ella por encima de Lydia. Luego la ferocidad y la ira de la consternación. Por último viene un momento de frío cálculo, probablemente midiendo el peso de mi solicitud, las ventajas y desventajas de decirme sí, seguida de una mortal aceptación. Sus dedos se arrastran desde mi espalda hasta mi cuello con suavidad. Me estremezco cuando eso juega con mis nervios. Ella la aprieta sus uñas contra la piel de mi nuca, pero aún así no me retracto. Esto es una lucha de poderes. Debo participar o no me tomará en serio.

─Está bien ─dice.

─Bien ─contesto con un gruñido.

Lydia disfruta manipulando a las personas. Yo también lo hago. Estoy en una posición que me permite hacerlo. Ser el bueno te da la coartada de él no pudo haberlo hecho. Sus dedos aflojan la presión que ejercieron sobre mí y me acerca. Sigo sus órdenes y uno mi boca con la suya. De nuevo su lengua juega con la mía. Ambas saben cómo moverse la una con la otra. Lo hacen como si fuera algo de todos los días. Sostengo su rostro cerca cuando se entretiene jalándome el cabello. A ella le gusta tratarme mal. Es obvio. Lo jodido es que la parte anti-Em de mí ronronea cuando se impone. En esta ocasión gime en agonía cuando nos separamos entre jadeos. Sé que ella me besó jugando su última carta sobre el tema de follar, su método para mantener a los hombres sumisos, pero no funcionó. Por más bueno que fue su beso, no funcionó. Confirmo que esa fue su intención cuando veo la frustración en sus ojos.

Asintiendo a modo de despedida, tomo mi lata de cerveza del suelo y salgo dándole un trago que la termina. No estoy borracho. Ni de cerca. Cuando veo a Romeo en el umbral de la puerta principal mirándome salir del sótano y después a Lydia, deseo estarlo. El dolor de la traición está escrito en su rostro. Soy un idiota. Estuve a dos pasos de contarle lo sucedido cuando Megan salió tras él y lo abrazó, frotándose contra su costado, y su herida se cerró. Se concentra en ella como si no fuera evidente que Lydia y yo no estábamos lavando ahí abajo. Llevando mis pensamientos de vueltas a ella, llevo una mano a mis labios hinchados y los froto.

Lo único para lo que ese beso sirvió fue para sellar el trato.

Mi pacto con el diablo.

Hola, como siempre gracias por sus votos y comentarios. Recuerden que actualizaré según ellos. La ganadora de la dedicación es: TheWhoreLoves <3 por sus comentarios. Al igual que ella, la siguiente dedicación será para la que deje más.

Las quiero. Recuerden seguirme en Instagram: oscaryarroyo.

Bai.

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