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Una oportunidad.

Capitulo 51.

Violett Hardy.

Ya no sabía como sentirme, aquel hombre hacía que de la nada misma aparecieran sentimiento que jamas creí tener, que jamas creí posibles.

Justo en el momento en que mis sentimientos hacia él estaban por desaparecer él llegaba y daba vuelta mi mundo en un par de palabras. ¡Ese era el impacto que causaba en mi!
Y no podía evitarlo.

Esa tarde, todo había sido diversión, todo era juego y risas hasta que de repente las cosas se pusieron serias y todo era sentimiento. ¿Por qué diablos haces mi vida más difícil, Colby?

"Vamos, acepta y déjate de tanto palabrerio"

—De acuerdo, de acuerdo —levanté las manos al aire—. Solo estaba recordando.

Estaba ordenando mis cosas para salir en varios minutos e ir al trabajo, pero esa vez fui sin Matt, creía que ya podía ir sola, solo si él no se negaba a dejarme hacerlo.
Sentía que, por lo sucedido ayer, Colby podía... cuidarme. Si, por más absurdo que sonara, pero desde ayer estar a su lado fue sentirme bien, olvidar un poco los problemas y no mirar atrás.

—Bien Matt, ya me voy —le avisé antes de salir de casa.

—¿Y no me esperarás? —preguntó extrañado.

—Me he sentido más segura como para hacerlo —me encogí de hombros.

—Iré contigo —sonrió y subió corriendo las escaleras, al bajar traía su celular en la mano y un par de lentes.

—¿De cuando los usas? —pregunté divertida al referirme a los lentes.

—Desde que vi que no me quedaban mal —se los puso y se veía apuesto.

—Están hechos para ti —subí al auto y esperé a que lo hiciera también, me entregó el celular y emprendimos marcha a la WWE.

El camino fue más corto de lo que podía haber pensado, pero eso estuvo mejor porque de alguna manera mis ojos necesitaban ver a esa persona.

—Gracias —besé su mejilla y él me entregó la mochila con una sonrisa.

—Llámame cuando salgas.

—Como siempre —le guiñé un ojo y caminé en dirección a la entrada como toda una niña buena. En el camino no se me acercó nadie, eso fue raro ya que siempre había alguien que me saludaba o me miraba con desdén.

Pero de repente y de la nada, apareció Seth con una rosa negra entre sus dedos, sin decirme ninguna palabra pero si con una sonrisa en sus labios.

—¿Ahora te vas a burlar de mi cabello?

—Oh, yo... no —balbuceó.

—Era broma —le sonreí mirando aquella rosa tan diferente.

—Es diferente y hermosa, como tú —leyó mis pensamientos al decir que era diferente—. Si el color te molesta, puedo buscar una con todos los colores del arcoiris para definir tu personalidad.

—Esta es perfecta —acaricié sus pétalos—. Gracias —seguí caminando hasta llegar a mi camerino, dejé mis cosas allí y me senté a observar la rosa.

—¿Y eso? —apareció Dean corriendo.

—Es una rosa.

—¡Oh, no me digas! —habló con sarcasmo.

—Me la regalo Seth —lo miré, sabía que no reaccionaría bien.

—Y yo creí que necesitaría a alguien más para venir a entregártela.

—Por favor Dean, no le des tan duro a Seth...

—No, yo no le hago a eso... —respondió mirándome muy serio.

—Me refería con tus comentarios. Sé que no lo haces.

—Dame una razón para no tratarlo como lo estoy haciendo ahora.

—Le daré una oportunidad.

—¿Qué? —se exaltó sin poder creerlo—. De verdad has perdido la cabeza.

—Mira quien lo dice.

—Lo mío es temporal, pero lo tuyo parece ir en serio —pasó una mano por su cabello—. ¿Qué te hizo cambiar de parecer respecto a su persona?

—Temprano en la mañana —suspiré. Maldito cuerpo, solo pensar en él, mis pulmones se volvían locos.

—Al parecer hizo algo bueno.

—Tal vez comete sus errores, pero eso no quiere decir que sea mala persona.

—De verdad, estas condenada. ¿Puedes escucharte por favor? Es que necesito que lo hagas. Que recuerdes todo lo que ha pasado —negó con la cabeza y levantó los brazos mirándome fijamente.

—Lo sé, lo sé...

—¡No, no lo sabes! —gritó.

—Vale, lo pensaré, ¿eso te sirve?

—Un poquito —respondió y suspiró. Segundo después se quedó en silencio y su expresión cambió—. Pero si es así como piensas, no puedo hacer nada al respecto... solo amenazarlo de que no te haga daño.

—Para eso esta Ro.

—Uno es bueno, dos es mejor —se levantó de su lugar.

—¿A dónde vas?

—A contarle a Roman.

—¿Qué? ¡no! Él se molestaría.

—Es mi hermano.
Salió de todos modos.

Al quedarme sola, cambié mi atuendo y lentamente me pusé las vendas en las manos.
En eso, mi celular empezó a sonar avisándome que tenía un mensaje entrante, terminé de ajustar mis vendas más rápido y tomé el celular para ver de quien se trataba.

"¿Tengo mi oportunidad?"

Era Seth, sabía que estaba cerca pero prefería mandarme mensajes.

"Faltaría más que una hermosa rosa negra para convencerme"

Sonreí al escribirlo, pero él estaba en línea.
Eso me puso nerviosa.

"Lo , por eso revisa debajo de tu asiento"

Fruncí el ceño y le hice caso, al mirar abajo se encontraba un tablet con una nota pegada al frente que decía "mirame", encendí la pantalla y empezó a cargar un vídeo donde salia él hablando de las razones por las que debería darle una oportunidad, se veía tan adorable con esos lentes.

—Vale, ya entendí —rodé los ojos.

"Pero si aún no es suficiente, revisa más allá"
Sonó mi celular otra vez. Le hice caso y esta vez había un oso de peluche con su camiseta y su olor.
Había aceptado en la segunda, pero aún así pensaba quedarme con el oso.

—Tú ganas.

¿Qué? ¿es en serio?

Así es.

Gracias, no te arrepentirás. ¡Te lo prometo!

Volví a bloquear el celular y miré el oso pardo, no podía creer que tuviera una manchita amarilla dando a entender que era su mechón rubio. Lo acaricié unas cuantas veces más, lo besé y lo dejé al lado de mi mochila para luego salir de mi camerino.
No di un paso afuera cuando escuché un grito de alegría. Me quedé en silencio identificando la voz. Era Seth. Seguido de una risa victoriosa.

Salí en busca de Hunter, ya que si yo no lo hacía, él no me decía si hoy podría salir. O lo hacia, pero a último momento, cuando no me quedaba tiempo para terminar lo que estaba haciendo.

En el camino me encontré con Seth, quien estaba hablando con Stephanie pero al verme me dedicó una sonrisa disimulada. Me sonrojé y a la vez me sentí cohibida. No lo entendía.

Seguí mi camino fingiendo que no lo había notado, pero fue imposible.

—¿Hay algo hoy para tu chica número uno? —bromeé al llegar a backstage y ver a Hunter.

—¿Para Stephanie?

—Vamos, Hunter —hice puchero.

—No, para ti no hay nada.

—¿Y para eso me cambié? —me apunté.

—Me hubieras preguntado —se encogió de hombros.

—Cuando te busco, nunca te encuentro —bufé—. A la próxima me la pagarás.

—Y la Violett que todos conocemos ha vuelto —me aplaudió—. ¿Qué me harás ahora?

—Ya te imaginarás —respondí moviendo el dedo índice en el aire y los labios hacia adelante dejándolo con la duda. Luego le guiñé un ojo y salí de allí. Pero volví otra vez—. ¿Puedo irme?

—No.

—¡Por favor, H! —junté mis manos en súplica.

—Ni aún con esa cara de perrito regañado.

—¿Por qué no?

—Ya hablamos de eso, cariño —respondió agarrando el puente de su nariz con un suspiro. Estaba tocando su límite.

—¿Cariño? —me acerqué a él con una sonrisa, H estaba maldiciéndose por dentro, podía verlo en sus ojos.

—Por favor olvida eso —pasó una mano por su cabeza.

—Déjame salir antes o te molestaré con eso todo el día —me crucé de brazos victoriosa.

—No me vas a manipular —hizo el mismo gesto que yo.

—¿Ah, no? Ya verás —le sonreí y salí de allí, pero volví otra vez—. No puedo irme ¿verdad?

—¡Ya dije que no!

—De acuerdo, solo verificaba.

Salí de verdad esta vez.
Pasé por el pasillo que había tomado antes y esta vez no había nada, fui a mi camerino y estaba Seth ahí con el oso entre sus manos.

—Te gustó ¿eh? —me mostró donde lo había besado.

—Había aceptado darte la oportunidad al ver el vídeo, pero me quedaré con el oso también —se lo quité y me senté a su lado.

—¿Cómo te fue con Triple H? —sonrió.

—No saldré hoy —hice una mueca acariciando la cabeza del oso.

—Entonces vámonos.

—¿Qué? —reí sin comprender.

—Quiero aprovechar mi oportunidad y hacerla especial, así que vámonos —me ofreció con toda normalidad.

—Mm... vale, pero deja cambiarme.

—Es de noche, nadie te verá.

—Pero yo si lo haré.

—Te ves hermosa con lo que sea que uses, Violett —tomó mi mano—. Pero hagamos algo ¿si? Yo me quedo con esta ropa tambien si te da miedo pasar vergüenza —se apuntó—. Pasaremos vergüenza juntos.

Solté su mano y guardé el oso en la mochila, Seth se levantó de su puesto y esperó a que cerrara la mochila. Luego salimos de allí y sin que nadie nos viera, caminamos hasta el estacionamiento.

—Tomaré algunas cosas y nos vamos caminando —abrió el asiento trasero y sacó una mochila, luego volvió a cerrar.

—¿Caminando? Vaya, si que quieres verme avergonzada.

Rojita te ves más bonita —se colocó la mochila y tomó mi mano entrelazando nuestros dedos—. Sé que me arriesgaré mucho a que te suceda algo, pero yo te protegeré. Te lo demostraré.

Bajé la mirada para ocultar mi rubor aunque estuviera oscuro. Colby me dio un tierno apretón de mano y seguimos caminando, no sabía a donde me llevaría pero si se había arriesgado a salir a esta hora y aun peor, con esta ropa... Entonces debía valer la pena.

Las calles estaban frías, estábamos en invierno y con tan poca ropa, el frío calaba más rápido a través de la ropa. Colby lo notó, soltó mi mano pero la puso sobre su brazo para que lo sostuviera por ahí mientras él buscaba algo de su mochila. Cuando me dí cuenta había sacado una sudadera y la había pasado por mi cuerpo dejando la mochila en el suelo por varios segundos, le dí las gracias y éste me abrazó dándome un poco más de su calor, luego me soltó y tomó su mochila para seguir el camino tomado de mi mano.

Cruzamos varias calles, muchos nos miraban raro, otros que nos tomaban fotos y los ancianos de tercera edad nos miraban como si no pudieran creer el "nuevo" estilo de la juventud. No se sentía tan mal, y mucho menos al estar con alguien que no le importaba lo que pensaran los demás.
Miraba su rostro y él estaba muy contento.

—Hemos llegado.
Apuntó una pista de patinaje sobre hielo pública, pero estaba cerrada.

—Pero está cerrada —comenté lo obvio.

—Eso no importa, la muralla es baja —se acercó a ella, ésta le llegaba a la cintura. Se sentó encima, luego se bajó.

—A ver inteligente, ¿y cómo esperas patinar?

—¿Cómo? —abrió su mochila y me mostró un par.

—¡Pero com...—pasé una mano por mi cabeza sin creerlo—. ¡Eres un... —miré atrás por si alguien nos estaba viendo, pero no había nadie—. Siempre me dejas sin palabras.

—Ese es mi trabajo —sacó los dos pares de patines—. Ahora ven aquí.

Puso una rodilla en el suelo y en la otra me hizo sentar, no habían bancas cercas o algo para sentarse.
Luego me ayudó a ponerme aquellos patines, eran negros.

—Ahora sujétate, aquí vamos —me cargó entre sus brazos, le hice caso, antes besó mi mejilla y con delicadeza pero con fuerza, me cruzó por la muralla—. Espérame ahí, no tardo.

—Apura —susurré al ver el gorro de un policia pasar por un costado en dirección a él—. ¡Viene alguien! —le grité en susurro. Con temor me agaché y pude sentir que el policía estaba frente a Colby, pero en eso él cruzó la muralla poniéndose a medias la mochila.

—No me vio —susurró con una sonrisa arreglándose mejor, luego se asomó lentamente pero después de varios segundos de mirar se levantó y me tendió la mano—. Ya se fue.

—¡Tú si sabes hacer latir mi corazón!—reí al referirme de los miedos que me hacía pasar.

—Y eso que aún no hago nada —me sujetó por la cintura para abrazarme, sus brazos estaban fríos pero a él parecía no importarle—. ¿Sabes patinar?

—Tal vez —me solté de sus brazos y patiné lejos—. La pregunta es si tú sabes hacerlo —le mostre mi lengua. Colby se acercó a mi rápidamente, en eso se me ocurrió huir de un lado hacia el otro y no me agarró.

Nuestras risas eran imparables, áun más cuando me agarró y caímos al suelo resbalándonos poco a poco, él encima de mi. Ahí fue cuando Colby estalló y su risa no podía pararla, solo reirme con él, nunca la había pasado tan bien antes al hacer algo prohibido.

Colby se quedó mirándome por varios segundos con una sonrisa en sus labios, quería hacerlo, pero esta vez fui yo quien le ganó.
Jalé el cuello de su camiseta y lo atraje a mi, sus labios se movían con lentitud pero con amor, explorando cada parte de mi boca, tratando de robarme el aire y hacerse dueño de mis labios.

—Gracias por darme la oportunidad —comentó apenas nos separamos. Acarició mi mejilla y me volvió a besar. Las luces de las calles hacian el resto de la magia

—No, gracias a ti por insistir —acaricié su barba. Besó mi mano y se levantó para ayudarme, me abrazó y comenzó a girar como si estuviesemos bailando. Era una noche inolvidable, difícil de superar.

Luego de un rato, a Colby le dio frío pero se negaba a que le devolviera la sudadera, también me dí cuenta que era tarde, así que preferimos salir de allí. Primero salio él poniéndose sus zapatos de nuevo y cuando estaba a punto de ayudarme a salir, nos gritó un policía al venir corriendo hacia nosotros, Colby me recibió y empezó a correr lejos.

—¡Más rápido, Colby! —me sujeté de su cuello mirando hacia atrás.

—¡Lo haría! ¡si tan solo pudieras caminar! —empezó a reírse con mucha gracia al ver como la gente nos miraba. Estaba corriendo como aquella vez que cambió el maletín por el cinturón. Yo era el maletín.

—¡Solo corre! —reí con él ocultando mi rostro en su cuello. Cruzamos varias cuadras hasta que pudimos escondernos. Me bajé de sus brazos y me saqué los zapatos, iba a caminar descalza—. A esta hora salen los locos... —admití amarrando los cordones de ambos patines y cargarlos sobre mi hombro. Luego tomé la mano de Colby y salimos de allí sin ver al policía.

—Si reconoce nuestras caras, mañana tendremos problemas —rió.

—¿Tú crees que no? ¡Llevas una camiseta con tu nombre, por el amor de Dios! —me uní a él—. Y tu mechón se ve a kilómetros.

—Si saben que fui yo, te voy a inculpar de ser la líder de todo este plan.

—¿Qué? —alargué la "e" sin creerlo—. Discúlpeme señor, pero a quien cree que le van a creer. ¿A un hombre mayor con cara de no tener nada de inocente o a una mujer con todos las cartas a su favor?

—Solo bromeaba —me abrazó aún sujetando mi mano—. Ni aún después de muerto dejaría que fueses a prisión.

—Lo tendré en cuenta —reí y lo abracé por la cintura.

Caminamos por unas largas calles más hasta que llegamos al estacionamiento de la WWE, ya no se encontraba nadie, solo unas luces al fondo, así que Colby a paso silencioso me cargó hasta llegar a su auto.

—¿Podrías dejarme en el asiento trasero? —pregunté bostezando.

—No hay problema.
En un ágil movimiento abrió la puerta y con suavidad me recostó allí, luego giró el auto y subió en el asiento delantero. Con solo sentir como salía del estacionamiento mi cuerpo se relajó y cayó en un plácido sueño.
No podía haber pedido una noche mejor.

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