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¡Sorpresa!

Capitulo 3.

El día pasaba como cualquier otro en la cuidad de Ohio, el ambiente estaba relajado y simplemente esperaba la hora de ir a la casa de Colby. Estar con él cada vez se volvía mas divertido.
No negaré que es atractivo, es el "paquete completo", una persona por la que morirías tener en tu vida... pero solo como amigos. La sola idea de estar atada a una relación me ponía ansiosa, soy mas de espíritu libre y seguir experimentando con mis emociones y sentimientos.

En estos momentos me encontraba en camino al trabajo de Alex, era mediodía y quería que comiéramos juntas para que luego no dijera que estaba sola y amargada en casa.

Cuando llegué a la entrada, una mujer de pelo rojizo estaba escribiendo un par de cosas en su computadora. Estaba a punto de preguntarle cuando apareció Alex con su bolso de diseñador.

—Si que eres puntual —saludó y besó mi mejilla.
Miró mi ropa con muy poca discreción.
Tal vez no era de diseñador o al menos elegante pero era mía y era cómoda.

—¿Nos vamos? —interrumpí su análisis.

—Si —afirmó.

Nos dirigimos a un restaurante con vista desde arriba. Fijándome bien, ese lugar era hermoso y me hacía sentir que necesitaba verlo de otra perspectiva—. ¿Qué vas a querer pedir? —interrumpió mis pensamientos.

—¿Mm? —dije por inercia.
La miré y ella sólo me agitó el menú en la cara.
—Ah, una ensalada.

—Y pensé que la vegetariana era yo.

—No tengo demasiada hambre —mentí.

—Tampoco yo —hizo una mueca—. ¿Qué quieres para beber?

—Una botella de agua natural —dejé el menú a un costado. Llegó el mesero y tomó nuestra orden, Alex no perdió la oportunidad de coquetearle a aquel chico, quien sin quedarse atrás le correspondió.

—¿Qué pasa? tan distraida.

—¿Yo?

—No, hablaba con mi subconsciente... claro que tú, boba.

—No lo sé —respondí automática sabiendo muy bien lo que me sucedía.

—Tienes una cita.

—¿Qué? ¿Yo? No, como crees... Puff... —arrugué el ceño. Cuando me pillaban distraída era muy mala mintiendo.

—¡Si! ¡la tienes! —chilló.
Menos mal no se encontraba nadie en esa parte del lugar con nosotras.

—¡Oye, no me ofendas! Tampoco soy una perdedora para no tenerlas.

—¡Lo admites! —carcajeó entusiasmada por mi—. Pero no quería decir eso, solo que eres hermosa, divertida... muy graciosa, ya era hora de que los hombres se fijaran en ti —explicó—. Y sé que puedes dar mas de lo que tienes —apuntó mi ropa—, lo siento, tenia que decirlo.

Hey pinturita, ya no estamos en el mundo de las adictas a la moda como tú lo eres. No todo tiene que ser como tú quieres, hay más mujeres en este mundo que prefieren a las personas por sus personalidades y no por sus físicos. Eso jamás lo vas a entender porque prefieres vivir en un mundo de fantasía, de Barbie.

—Me halagas —sonrió mirando sus uñas—. Pero tú no eres como esas otras chicas, tú eres de esos estilos mas sombríos y escalofriantes —contraatacó. Había mucha repulsión en sus palabras. Solo rodé los ojos, vaya amistad la que teníamos—. Entonces, puedes verte mejor que eso.

—Si te importa tanto lo que usaré esta noche, no te preocupes, no pienso pedirte consejos —me crucé de brazos—. Para así acabar con esta batalla insultante.

—Dime que usarás vestido.

—No cuentes con ello.

—Dímelo —exigió.

—¿Si te miento dejarás de humillarme y tratar de manipularme? —bufé, esa conversación estaba siendo una maldita agonía—. Si me llamaste para que me tragase un kilo de mierda me lo hubieras dicho directamente por teléfono y no hacerme perder el tiempo aquí —añadí y me puse de pie.

—No, claro que no —dijo rápidamente tratando de hacerme sentar—. Lo siento, sabes que soy así... a veces tienes que gritarme para que vuelva en mi.

Me volví a sentar.
Unos segundos después llego el mesero con la ordene para acabar con todo esto de una vez. Si decidía que no quería comer el escándalo que me esperaría...








—Al fin en casa —suspiré al tirarme en el sofá—. Nunca deseé tanto estar en mi hogar.

Miré la hora y eran las seis de la tarde, ya iba a empezar Monday Night "ROLLINS".
Busqué el control entre los pliegues del sofá y encendí el televisor.

De un momento a otro sonó la canción de Seth y uno de los comentaristas le regaló algunos halagos al "campeón" que llegaba con ambos cinturones en las manos y su cara maquillada para no hacer notar sus golpes.
Esta noche iba a hablar como siempre y regalar una lucha abierta por el cinturón de los Estados Unidos. Luego ya no saldría más, eso me lo había dicho el día anterior.
Después vendría a casa.

Me quedé viendo la programación hasta que acabó y fui a mi cuarto a ver que me pondría, recordando incesantemente el comentario de Alex: "recuerda usar vestido". Opté por un vestido azul con corazones blancos, era el más femenino que se encontraba en mi closet y no podía ir de negro como si fuese un funeral.

No tenía idea de cómo había llegado ese vestido a mi closet.
No me quedó otra salida que usarlo; lo dejé sobre la cama y fui a tomar una ducha.
Nivelé el agua caliente y me metí debajo.
Se sentía tan bien.

Cuando salí, puse música mientras me esparcia crema sobre mis brazos cuidando mis tatuajes.

|*The Truth Reigns*|
Aquella melodía se escuchó más fuerte, bajandole el sonido a la canción que estaba sonando.
Una mezcla extraña pero totalmente perfecta.

De: mamá.
"¿cuál es la dirección de tu casa? Voy a verte"

Santísima mierda.
¿Qué haré ahora?

Con mi madre no habíamos logrado vernos hace más de dos años, sólo teníamos comunicación por llamadas telefónicas. No quería ni pensar que diría con esto, de mi persona.

Para: Mamá.
"No debiste molestarte, es la casa 380 de la calle Hemingway Street."

No me contestó más, dejándome con la gran intriga de la hora que llegaría. Traté de no preocuparme y seguir con lo que hacía, me puse el vestido con un poco de dificultad al cerrarlo en la espalda y me dirigí a ver por la ventana que daba a la calle.

—Oh, demonios.

Colby estaba llegando a su casa con un par de bolsas de compras, cuando mi madre le habló de repente y comenzaron una charla.

—Si mamá, es apuesto. No, no me casaré con él —recordé las interrogantes que me hacía cada vez que tenía un amigo.

Unos minutos más y se escucharon los golpes en la puerta.
Me saqué el piercing de la nariz y me puse una de mis chaquetas de cuero cubriendo todo lo que le desagradaba —que sabía que le desagradaría— y bajé a abrirle.

—¡Violett! —me abrió los brazos para estrecharme en un fuerte abrazo.

—¿Cómo estás? —besé su mejilla y la dejé pasar.

—Bien ¿y tú? —respondió y me miró de pies a cabeza, aquello me estaba cansando—. Al parecer vine en un mal momento.

—No, claro que no.

Disimulada miré el reloj que había puesto en la mañana, me quedaban veinte minutos.
—Pero dime, ¿a qué se debe esta visita inesperada? —me senté en el antebrazo del sofá.

—¿Ahora me tendrás prohibido venir a verte?

—No, eso nunca —sonreí—. Es que te quedaba muy lejos, ¿cómo está papá?

—Por eso vinimos, tenía que hacer unos tramites de trabajo por aquí y queriamos pasar a verte —explicó y se encogió de hombros mirando con "disimulo" como había decorado la casa.

—¿Papá fue por cigarros? —reí ligeramente.

—Así es. Pero cariño, si te estabas arreglando hazlo, podemos seguir conversando.

—Claro.
Subí las escaleras y ella me siguió.
Busqué un par de tacones, los que quería se encontraba en el fondo así que tuve que desordenar todo.

—Esos te quedarían mejor —apuntó unos blancos con púas, no recuerdo haberlos usado ni comprado pero tenía razón, así que los tomé y me los puse. Caminé a la pequeña mesa de maquillaje—. Y ese muchacho de al lado... —divagó—. ¿No crees que es apuesto?

—Si mamá, lo es —respondí y le resté importancia al ponerme algo de delineador en los ojos.

—¿No le has hablado? ¿o también se asustó por tu cabello?

—De hecho, le encantó.

—¿No te casarías con él? Digo, es difícil encontrar un buen pretendiente a esta edad.

—No, no me casaré con él.

Suspiré y pinté mis labios de color carmín. Me saqué la traba que tenía en el cabello cuando de repente sonó la puerta.

—Yo iré —dije y bajé rápidamente, al abrir me encontré con mi padre.

—Hola muñequita —me saludó y me abrazó.

—¡Hola papá! —levanté la voz emocionada.
Lo abracé muy fuerte... éste hombre era el único que me comprendía.
—¿Cómo estás?

—Bien ¿y tú? —preguntó de vuelta y me mostró la caja de cigarros, era de las buenas—. ¿Quieres guardar algunos?

—Claro —le sonreí encantada.

—¿De que tanto platican?
se escuchó la voz aguda de mi madre acercándose. Él me entregó tres y escondimos las manos atrás.
— ¿Están compartiendo cigarros de nuevo?
Se asomó por la escalera.

—Mm... nope —dijimos al unísono.

—¿Entonces que hay atrás?

—Nada —respondimos y estiramos las manos al frente en defensa.

—Más les vale —advirtió volviendo al cuarto. No pudimos evitar reirnos en silencio, los escondimos mejor y luego subimos. Ese truco me lo había enseñado hace tanto.

—Me encanta tu cabello, cariño —dijo al instante que entramos en el cuarto—. Parece un pastelillo.

—Gracias —le sonreí—. Al parecer a los hombres les gusta —le tiré un comentario a mi madre para ver si picaba pero ella solo miraba por la ventana que daba al cuarto de Colby... oh, no—. Mamá —la volví a llamar—. ¡Mamá!

—¿Qué pasó? —me miró distraída—. T-Tienes un lindo patio.

—Gracias —respondí con un tomo fuerte, estaba molesta. Pero... no debería, ¿o si?

—¿Tienes una cita? —preguntó mi padre recostado en la cama tomando mi celular.

—Si, ¿que hora es? —lo miré poniéndome un pendiente.

—Faltan quince para las diez.

—Avísame cuando sean las diez —le pedí y le guiñé un ojo. Él sólo asintió.

—¿Te molesta si nos quedamos esta noche? Digo, Tú dormirás afuera ¿no? —preguntó la señora.

—¡Nicole! —regañó mi padre—. ¿Por quién la tomas? —se molestó.

—Solo decía —se encogió de hombros.

—Pueden quedarse, tengo un cuarto al lado —suspiré—. Y si tanto te molesta, podrías haberte ido a un hotel o muy lejos de aquí —escupí con enojo—. De todos modos, no volveré esta noche.

Tomé mi celular y salí del cuarto sin esperar a que ella respondiera.
—¿Ves lo que haces? ¡Vienes de visita Nicole, no te comportes así! —escuché a mi padre regañándola.

Bajé lo más rápido que pude para no seguir escuchándolos. Salí y cerré la puerta, cada vez que tenía rabia era inevitable no aguarse mis ojos y sentir desesperación.

Saqué uno de los cigarros y lo encendí dándole una calada fuerte, inundando mis pulmones con cáncer. Extrañaba tanto esa sensación a muerte.
La noche estaba estrellada y lo único que alumbraba era la luna llena, era un deleite encontrarse afuera, incluso perfecta para bailar sin sentido.

—¿Violett? —escuché la voz de aquel hombre llamarme—. ¿Todo bien?

—Si, no t-te preocupes —respondí y mordí mi labio para no contarle todo afuera—. Sólo son mis padres —reí para disimular.

—Hace un rato me estaban mirando por la ventana.

—No te preocupes, con solo mirar no te sacara nada —reí aminorando el momento y boté la colilla del resto de lo que era el cigarro.

—Son las diez —estiró su mano. Se veía bastante atractivo con esa camisa.

Nos dirigimos a la entrada de su casa, miré hacia la ventana de mi habitación y allí se encontraba aquella mujer que debo llamar madre.

Entramos y el lugar estaba muy bien adornado; la mesa tenía dos platos, cubiertos, y dos copas junto a un vino. La radio estaba tocando musica de Pierce The Veil pero muy suave, se podría decir que acústica, teníamos el mismo gusto de música y él lo sabía, era muy predecible. Simplemente el comedor estaba hermoso.

—Consideraste tomar esto como una cita ¿no es así? —pregunté sin pelos en la lengua y sonreí, aún no soltabamos la mano del otro.

—Quería que fuese especial —se giró hacía mi—. Déjame decirte que te ves hermosa —me miró detalladamente y luego me hizo dar una vuelta.

—Gracias, tú igual.

—¿Me veo hermosa? —arqueó una ceja.

—Muy hermosa —le seguí el juego y luego lo abracé, tenía una "diminuta" obsesión por abrazarlo desde la primera vez—. Eres una perra —me atreví a insultarlo en tan poco tiempo.

—Y la mas sexy —rió conmigo—. ¿Nos sentamos?

—Claro.

Tomó la chaqueta de mi cuerpo y la dejó colgada en el perchero junto a la puerta.
Caminé hasta la silla pero él la tomó y me ayudó. Seguido, se sentó junto a mi.



La cena estaba espectacular, todo era maravilloso, sus ojos brillaban a la luz de las velas. Las conversaciones no hicieron falta en ningún momento, cada palabra era la adecuada, me contó acerca de sus múltiples locuras que hacía cuando era pequeño y las incoherencias que le habían pasado en su actual trabajo, aparte de los chascarros. Colby Lopez era una persona muy interesante, aunque todos dijeran lo contrario.

Luego de la cena, seguimos tomando vino hasta que se acabó.

—Ven —se paró y corrió la mesa de centro a un lado para dejar la alfombra despejada—. Baila conmigo.

—No sé hacerlo —confesé y me acerqué lentamente con las manos juntas, cuando estaba nerviosa jugaba con mis dedos. Además de que mis pies me estaban matando.

—Sin zapatos entonces.

Se agachó y los sacó de mis pies, me sentí tan aliviada. Además de la increíble sensación de sus manos en mi piel... aquello hizo que una corriente eléctrica subiera hasta mi parte intima. Mordí mi labio sin que lo notara por la oscuridad que nos rodeaba.

Luego se sacó sus zapatos. Le subió un poco a la radio y para su suerte, como si lo tuviera todo planeado, venía una canción suave. Pasó delicadamente una mano por mi cintura y yo puse la mía en su hombro, la otra las juntamos y nuevamente tuve su piel contra la mía. Sus manos eran muy suaves, algo extraño en un hombre que se dedicaba a luchar y hacer ejercicios.

Colby me ayudaba a incorporarme y dejarme llevar sin pensarlo demasiado, las melodías tranquilizaban y curaban mi cuerpo completo, ya no sentía esa tensión y preocupación de hace un rato con mi madre. Como si de repente ya no estuviera en ningún lado... como si estuviera en un mundo paralelo. En el espacio.

—Lo haces perfecto —susurró en mi oído.

—¿Si? —susurré de igual manera. Él asintió y pegó su rostro al mío. A esa altura podía sentir a más intensidad su perfume. Me palpitaba allá abajo.

Hasta que acabó.
Besó mi cabello para separarse.
—¿Quieres seguir pasándola bien o la princesa debe llegar a medianoche a su casa?

—Sigamos divirtiendonos —pedí y me senté en el sofá.

—¿Más alcohol?

—Sólo si tus intenciones son buenas —bromeé y él fue por más a la cocina, las luces seguían apagadas y no lo había notado. Cuándo volvió, puso la mesa de centro en su lugar y se sentó a mi lado con dos vasos con hielo, me pasó uno y lo llenó con Jack, después se sirvió en el suyo y dejó la botella en la mesa—. ¿Desde hace cuanto no estás en una relación? —mis palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.

—Hace un año —contestó sincero—. ¿Y tú?

—Desde que tenía veinte años —confesé y nos reímos—. Ya no recuerdo como es amar —moví el vaso entre mis dedos escuchando el choque de los hielos.

—¿En serio? —se acomodó a mi lado.

—Así es —bebí aquel líquido de un sorbo quemando mi garganta y provocándome una arcada que disimulé—. Tal vez moriré siendo vir... —dejé la palabra a medias, terminándola casi en un susurro mientras observaba hipnotizada a Colby como se acercaba a mi con una intención que no reconocía.

Humedeció sus labios a medida que seguía acercándose, puso una mano en mi muslo izquierdo y la otra la puso en mi mandíbula sabiendo a donde quería llegar.

Cada pequeño espacio que acortaba hacía que mis ojos se cerraran lentamente hasta que sus labios atraparon los míos. El primer contacto fue sutil, adaptándose al tamaño de mis labios, el siguiente movimiento fue más profundo agarrando mi rostro evitando que me tirara hacia atrás. Su lengua se fue metiendo lentamente a mi boca. Gemí bajito al darme cuenta que movía muy bien su lengua y hacía que la mía se acoplara a la suya.

Al principio su lengua estaba amarga y muy fría, una sensación debido al alcohol pero a la vez agradable, era... inexplicable.

De fondo se escuchaba..."Every Time You Leave", versión acustica de I Prevail. No podía haber sido mejor.

Su mano se metió debajo de mi vestido y lentamente la fue subiendo por mi muslo desnudo mientras yo acariciaba su brazo, estando tan cerca su respiración se sentía caliente, su lengua jugueteaba con la mía y nuestros labios provocaban melodías perfectas.
Tenía unas ganas de subirme encima de su regazo pero logré comportarme. No sabía si se trataba del alcohol o el ambiente que Colby había creado... o lo más lógico, mi primera vez. No podía estar mas mojada por unos pocos tactos de él.

Su mano pasó de mi muslo a mi trasero, agarrándome con delicadeza y tirándome más a él. Separó sus labios de los míos por unos segundos y me preguntó: "¿Quieres montarme?" dándome una mirada caliente. Sonreí mordiendo mi labio y asentí con la cabeza. "¿Si?" volvió a preguntar pero esta vez con los dientes apretados y agarrando mi glúteo un poco más fuerte. Asentí incontables veces embobada.

Me agarró como si no pesara nada y me subió sobre sus piernas, su mano seguía acariciando mi glúteo y sus besos ahora estaban en mi cuello. Chillé bajito cuando sentí el bulto en su pantalón chocar contra mi intimidad. Mis manos apretaron su pecho por todas las sensaciones que estaba experimentando. Moví mis caderas haciendo fricción entre nuestras partes, despacio y sensual. Él me nalgueó.

—¿Estás seguro de esto? —le susurré al sentir sus manos subir el cierre de mi vestido, estaba nerviosa pero a la vez deseosa.

—Desde el momento en que te vi mirándome desde tu ventana  —dijo y lo bajó sin despegar su mirada de la mía—. ¿Crees que no te vi, traviesa?

Mordí mi labio, él sabía lo sexy que era y como utilizarlo a su favor.
—Si no te sientes lista no te preocupes, no te voy a presionar a hacer nada —dijo al mirar como movía mis manos en su pecho algo nerviosa. Puso sus brazos detrás de su cabeza con una sonrisa afable, haciéndome sentir muy cómoda, como si no fuese mi primera vez.

Suspiré y yo misma me quité el vestido por arriba, pasándolo por mi cabeza y dejándolo en el suelo a mi lado derecho. En ningún momento despegué la mirada de la suya. Sus ojos bajaron a mis pechos que, un poco más y salían disparados del sujetador. Me miré y mis pezones estaban duros, tanto que se veían a través del sujetador. Me sentí orgullosa.

Con mis manos abrí su camisa de un jalón por la excitación. Miré su abdomen todo marcado y sin esconderlo, gruñí porque era mucho mejor verlo de cerca. Me imaginaba su abdomen chocando contra mi espalda...

Le saqué la corbata y la dejé al lado de mi vestido, acto seguido me bajé hasta su cuello y dejé besos por toda la zona, incluyendo sus hombros. Colby gimió y metió sus manos por debajo de mi ropa interior, tocando partes de mi trasero que antes nadie había tocado. Sentí enrojecer. Mordí su cuello en un acto involuntario y lo dejé marcado.

Subí hasta su oído, el cual lamí y mordí.

Colby cortó mi ropa interior como si fuese un pedazo de hilo y lo arrastró lejos de mi cuerpo. En el camino, la tela de la braga rozó mi parte intima haciendo que me retorciera por la agradable sensación. Él sonrió con malicia.

—Mírame —ordenó. Le hice caso. Agarró mi rostro con una de sus manos, siendo más precisa: el pulgar de un lado de mi rostro y el índice del otro lado apretando, no con mucha fuerza, mis mejillas—. Abre la boca.

Le hice caso. Su otra mano se acercó y metió dos de sus dedos en mi boca, me susurró un "chupa". Le hice caso y lo hice tan bien que se tuvo que acomodar en su lugar. Los sacó de mi boca y los bajó muy despacio hasta mi intimidad. Me acarició. Abrí mi boca con los ojos en blanco, era justo lo que necesitaba. Me apoyé en su pecho levantando mis caderas un poco para tener más acceso de sus dedos a mis partes. Me moví contra sus dedos de atrás a adelante metiendo yo misma sus dedos y sacándolos. Dios, que maravilla.
Su otra mano acariciaba uno de mis glúteos.

Luego de un rato dejó de tocarme y subió sus dedos hasta su boca, los limpió y me besó haciendo que me probara. A estas alturas solo quería ser suya.

Hizo que me pusiera de pie, se quitó todo lo que tenía de las caderas hacia abajo y se volvió a sentar. Con sus manos me hizo un gesto para que me acercara, me volví a subir a él pero no completamente. llevó los mismos dedos con los que me había tocado a su boca, los escupió y se los llevó a su miembro, donde humedeció su punta y agarró mi mano. Al entender lo que quería lo hice; acerqué mi cuerpo a su miembro y yo misma lo introduje lentamente. Me había dejado penetrarme yo misma mi primera vez, si yo quería hacerlo más despacio o más rápido. Yo tenía el control absoluto.

Él, por su parte, sujetaba mis caderas mirando todo lo que yo hacía.

Me senté sobre él sintiendo un poco de dolor, respiré varias veces y finalmente mi pelvis se relajó aceptando su miembro. Colby me sacó el sujetador y dándome tiempo para sentirme mejor, se apoderó de mis pechos dándome placer por ese lado. Agarré su cabeza con mis manos mientras él se devoraba mis pechos y yo respiraba muy agitada. Sus manos subieron a mi cintura y me pegó más a su cuerpo.  Escuchaba su respiración descontrolada moviendo su lengua por todo el contorno de mi pezon. Mi corazón palpitaba fuerte.

Agarré su cabeza alejándolo de mis pechos y mirándonos fijamente moví mis caderas de adelante hacia atrás dando inicio a esta increíble experiencia. Sus manos bajaron a mis glúteos, los agarró fuerte y me ayudó a hacerlo. Al principio lento, luego fue incrementando hasta que yo misma movía mis caderas con desespero, con hambre, con ganas de hacerlo mío toda la noche.

—Uff... así... —gimió Colby apoyando su cabeza en el sofá. Sólo le hice caso, me afirmé de sus hombros y cambié de movimiento. Gritó fuerte. Ahora le daba sentones.

—¡Shh! —hice con mi boca cubriéndole la suya con mis manos—. Si no quieres que vengan a interrumpir... —atrapé sus labios con los míos.

Salto tras salto sintiendo como se adentraba más y más a mi, tocando mi punto débil. Lo hice más fuerte al gustarme esa sensación y me concentré en ello. Colby con dos dedos comenzó a frotar mis pliegues haciendo que todo se sintiera mejor. Como si él supiese desde el momento en que nos vimos como debía tocarme.

—¡Aghh! —gemí al acabar.
Mi cuerpo tembló dejándose llevar.

Mientras eso sucedía Colby siguió moviendo mi cuerpo hasta que sacó su miembro y se corrió sobre su muslo. Su gemido orgásmico fue lo más delicioso que había escuchado en toda mi vida. Me volvió a sentar sobre él pero esta vez sin meter su miembro. Y los dos descansamos.

Colby me acarició la espalda, desde mi nuca hasta el inicio de mi trasero.

—Eres increíble —susurró en mi oído.

En realidad él lo había sido.

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