¡No puedo respirar!
Capitulo 44.
No sabía si habían pasado diez o veinte minutos desde que me había acostado, los cuales, fueron como un simple pestañar de ojos porque ya era de día.
Eso era lo malo de estar en la ciudad, los días pasaban tan rápido que muchas veces no lo llegabas a notar y tu fin de semana se había acabado.
No entendía como podía ser eso posible.
Aún con pereza en mi organismo, bajé al baño, necesitaba una ducha y lo más rápido posible.
—¿Tan tarde y tu recién despertando? —preguntó mi padre desde el sofá.
—¿Tan temprano y tu tomando? —levanté una ceja y entré al baño, eso lo había dejado callado. Dejé la toalla detrás de la puerta, puse algo de música con mi celular y me adentré a la ducha. Eso me despertó completamente. Y levantó mi animo a niveles que no creí posibles.
Cuando salí, mi padre seguía tomando pero al verme salir envuelta en la toalla me ofreció un poco con un gesto inocente en su rostro.
—De tal padre, tal astilla —dije su refrán mal dicho y tomé la botella de sus dedos para darle un sorbo.
Subí a mi cuarto y comencé a vestirme, mientras la musica sonaba.
Al estar lista y bajar por las escaleras me encontré con un Andy parado en la puerta con las manos en cada bolsillo. "Por favor", pensé y disimuladamente rodé los ojos al bajar.
—Hey —me susurró y se acercó a mi para besar mi mejilla—. Te ves muy hermosa.
—Gracias, digo lo mismo —le devolví el cumplido—. ¿Cómo estás?
—Bien bien... venía a buscarte —habló en un tono de voz que mi padre también pudo escuchar—. Digo, si Oliver me lo permite claro.
—Conmigo no hay problema —sonrió mi padre.
—Entonces andamos de suerte.
—Iré por mis cosas.
Subí las escaleras, al entrar al cuarto tomé mi celular y algunas cosas que para mi eran importantes o podían ser útil en alguna ocasión. Luego bajé y éste me miraba como nunca antes, me hacía sentir cohibida.
—No me la traigas muy tarde —advirtió mi padre, estaba tratándome como en los viejos tiempo cuando era una adolescente.
—Por supuesto, señor Hardy.
Andy le siguió el juego, pero cuando estuve a su lado abrió la puerta y me dejó salir.
—Nos vemos.
—Cuídala.
—Lo haré —le sonrió y cerró la puerta para tomar mi mano.
—¿Cuál es el afán de tomar mi mano?
—Es la única manera de sentir que estoy cuidando de ti... como debí hacerlo hace mucho tiempo —se refirió a lo sucedido en la secundaria—. Por favor, no me prives del único consuelo que tengo de hacer las cosas bien.
—De acuerdo —susurré y me sujeté mejor a su mano—. ¿Donde pensabas llevarme hoy, Sherwood?
—Es medio día y necesito que comas algo asi que... —rascó su mandíbula—. ¿Qué te parece un restaurante?
—Buena decisión —hice un movimiento de cabeza dándole la razón—. Pero una condición.
—¿Cuál? —me miró levantando una ceja.
—Que no me dejes comiendo sola.
—Hecho —respondió inmediatamente y empezó a caminar en dirección a un restaurante. Sabía a cual quería ir así que solo guardé silencio y le seguí los pasos hasta llegar a aquel fino lugar.
—Como te encantan los lugares con recuerdos —susurré, pero al parecer me había escuchado porque le hizo cosquillas a mi mano. Luego entró, le dio su nombre al hombre de recepción y nos llevó a una mesa con una amplia sonrisa.
—Gracias —le dijo al hombre antes de que se marchara, luego tomó mi silla y esperó a que me sentara para correrla más cerca de la mesa. Le dí las gracias y éste se fue a sentar a su lugar—. ¿Qué se le antoja comer este día a la encantadora señorita? —me preguntó revisando el menú.
—Mm... —miré todo lo que había en la lista—. Una ensalada.
—Siempre cuidando tu hermoso físico.
—Es una costumbre al venir a un restaurante —me excusé.
—No me debes explicaciones, pero en mi opinión...
—Y aquí viene —lo interrumpí.
—¡Hey! —se quejó con una sonrisa—. En mi opinión, eres perfecta tal y como eres.
—Vamos, no me vengas de religiones y que Dios nos hizo con un cuerpo exacto para cada uno porque eso no me lo trago —ataqué intentando no reír. Andy me ganó soltando una suave risa la que hizo reír de igual forma.
—No creí que dirías eso, Violett —limpió sus ojos—. Estas imparable esta mañana.
—Sentí la necesita de hacerlo —me encogí se hombros cuando el mesero apareció con una libreta entre sus dedos a pedir nuestra orden.
—A la señorita tráigale una ensalada —le pidió al hombre parado al frente de nosotros mientras aún observaba el menú.
—¿Y para usted? —levantó la vista de su libreta.
—La especialidad del chef a cargo.
—Se sentirá halagado —escribió con una sonrisa—. ¿Algo para beber? —nos miró a ambos pero Andy me miró a mi.
—Su mejor cosecha de vino —le respondí con timidez, para el alcohol no era buena escogiendo.
—Perfecto —asintió y se marchó de allí dejándonos nuevamente solos.
La comida era buena y más si se estaba con un buen acompañante.
Cuando terminamos, salimos de allí con tranquilidad, al parecer Andy tenía planeado pasar el día conmigo sin tener otras cosas que hacer.
—¿Qué te parece ir al parque? —me miró con dulzura.
—¿Tratas de sacar a tu niño interior? —le respondí con otra pregunta.
—Tecnicamente si —se encogió de hombros sin sentir vergüenza por ello—. Vamos, no me digas que de un momento a otro te sientes lo suficiente madura como para negar esta invitación.
—¿Qué esperamos? —le dí un empujón ignorando su comentario. Andy rió y empezó a caminar en la dirección en que se encontraba el parque, no sabía donde quedaba al cual él quería ir, así que solo le seguí los pasos como lo había estado haciendo todo el rato.
Cuando llegamos, a la entrada se encontraba un sujeto arrendando patines.
—¿Te atreves? —preguntó de repente Andy.
—Quieres hacerme quedar mal muchachito, pero eso no te saldrá —me acerqué al hombre y le conseguí un par de patines, Andy trató de negar que yo le pagaría pero aún así lo hice teniendo que hacer que pagara solo los suyos.
—No es justo, tú sabes andar en estas cosas —dijo moviéndose con cuidado.
—Te dije que no me harías quedar mal —me solté de su mano y me alejé varios metros. Éste con solo tratar de dar un paso, se cayó.
No podía dejar de reír, aún incluso al ver como trataba de pararse pero no lo lograba.
—Deja te ayudo —me acerqué a él y le tomé la mano para levantarlo.
—No sirvo para esto —confesó y se sujetó de mi cintura con delicadeza. Se sentó debajo de un árbol—. Eres mala, ¿sabes? —sonrió al sentarme a su lado.
—Y tú muy bueno actuando de Charlie Chaplin —arreglé mi cabello, al instante de correrlo hacia un lado el rostro de Andy estaba muy cerca de mi espacio personal. Lamió sus labios con una sonrisa seguido de una mordedura a su labio inferior. No podía estar más nerviosa y mucho más al sentir su perfume colarse por mis fosas nasales.
Estaba a punto de alejarme cuando se acercó más haciendo que el poco espacio entre nosotros desapareciera por completo, sus labios estaban sobre los míos. Era raro volver a sentirlos después de tanto tiempo, ya no recordaba como eran o incluso como sabían, pero esta vez sabían a vino.
—El vino sabe mejor desde tus labios... —susurró al alejarse, pero no mucho, luego mordió su labio nuevamente. Siempre le dije que eso me atraía y al parecer lo sigue haciendo—. Siempre es mejor cuando proviene de tus labios —se volvió a acercar, pero esta vez acarició mi mejilla y me besó con mas deseo e intensidad.
No sabía como sentirme en ese momento, tenía dos opciones; dejar que toda mi vida llena de problemas se fuese de picada a la mierda y lo olvidara. O... concentrarme en Andy.
Pero la cosa era que ambas opciones terminaban siendo él.
—Eres hermosa —susurró al soltarme y observar mi rostro. Sus labios estaban algo rojos por mi labial, pero no le sentaba nada mal, parecía muy natural.
—Deja de halagarme.
—Puedo comparar las cosas mas bellas de la vida, pero nada seria suficiente para compararlas con tu belleza —su mirada era penetrante y a la vez su sonrisa transmitía tranquilidad.
—Quieres verme sonrojar, ¿no es así? —miré el césped con una sonrisa estúpida. Andy solo soltó una carcajada y me abrazó.
—¿Quieres un helado? —preguntó luego de soltarme y sacar los patines de sus pies.
—Claro —me quité los patines y me senté como indio.
—No tardo —se levantó de su puesto y se acercó a un hombre que los estaba vendiendo. En ese momento aproveché y fui a devolverle los patines al hombre que amablemente nos los prestó por un precio justo, para luego volver a sentarme debajo del árbol y esperar a Andy.
Estos últimos días habían sido un buen entretenimiento para distraer a mi mente atormentada de todos los problemas que volveré a recordar cuando vuelva a Ohio.
Hasta entonces no los recordaría.
—Y... aquí esta —se sentó y me entregó uno de fresa.
—Creo que huele raro —arrugué la nariz.
—¿Qué? —dijo sin poder creerlo.
—Huele —hice que se acercara, cuando estuvo a una distancia considerable levanté el helado y manché su nariz.
—¡Oye! —se quejó entre risas—. Eso fue... muy inmaduro —se limpió la nariz.
—Vamos, ¿no querías que fuera inmadu... —no me dejó acabar cuando manchó mis labios y enseguida atacó contra ellos haciéndome caer de espalda. Tan sólo pude sujetar el cabello de su nuca y dejarme llevar por el momento, si pensaba que era Colby todo saldría mejor. Y así fue.
Cuando me dejó respirar, acarició su frente con la mía tratando de lidiar con algo en su interior pero de algún modo lo mantenía en control.
—Y para eso sirvieron los helados —rió y se levantó para luego ayudarme. Cuando me dí cuenta, ambos helados estaban derramados en el césped—. Valió la pena —limpió la comisura de sus labios, él sabía que tenía labial. Luego acarició mi rodilla y sacó su celular para ver la hora—. No me gusta decir esto pero... tengo que ir a dejarte a casa.
—Y yo que me estaba divirtiendo.
—No será la última vez —se levantó, luego me estiró su mano y la tomé. Pero al parecer ejerció mucha fuerza y me dejó pegada a su cuerpo—. Te lo aseguro —puso una mano en mi cintura y volvió a besarme.
—Ya basta —lo alejé de mi con una sonrisa de lado. Andy se carcajeó y tomó mi mano para salir de ahí.
Durante la trayectoria a casa no se quedó callado en ningún momento y eso fue bueno, porque evitó la incomodidad que se sentiría el estar en silencio. En varios momentos empezó a juguetear con mis dedos, no recordaba que con él fuese tan cómodo estar, de hecho recordaba todo lo contrario.
—Y aquí esta sana y salva en su castillo, princesita —me hizo una reverencia al estar frente a la puerta de mi casa.
—Gracias. Fue divertido pasar la tarde contigo.
—No es nada.
Me abrazó y con una mano acarició mi cabello, eso fue bastante extraño.
—Estamos para complacer —se alejó de mi y acarició mi mejilla para luego esperar a que entrara a casa y poder irse.
Cuando estuve dentro, mi padre no se encontraba en la habitación así que solo le grité que había llegado a casa y subí a mi cuarto.
Me dejé caer en el sofá frente al balcón y respiré profundo varias veces, realmente lo necesitaba. Pero de repente sonó la melodía de un mensaje desde mi bolsillo.
—Dejame adivinar...—saqué el celular de mi bolsillo—. Me necesitan de vuelta —bufé y miré la pantalla.
De: Jon Bebé.
"H está impaciente por saber de tu paradero, si no vuelves antes del viernes te despide.
No si antes Stephanie te corta en pedacitos y nos lo da de comer."
Mierda.
—¿Cuándo dijo eso?
—Hace unos segundos.
—Diablos, estaré llegando hoy por la noche. Espérame en el aeropuerto.
—Ahí estaré, bebé.
—Gracias.
¿Porque no puedo estar en paz? Incluso después de muerta me seguirían presionando.
Bueno... si nos ponemos a pensar...
No fue educado de mi parte tomarme unas vacaciones solo porque yo quería, estaba claro que eso iba a suceder en algún momento.
Traté de levantarme de mi puesto, pero antes fui al cuarto de papá y le saqué un cigarrillo de su "caja secreta", volví a mi cuarto y lo encendí mientras observaba aquella maravillosa vista. Cada calada era humo que se lo llevaba el viento junto a todos los problemas que mi subconsciente escondía. Sabía que ese cigarrillo no me haría bien.
Boté la colilla por la ventana y luego guardé la ropa que había traído en la maleta, aún no me iría. No sin antes divertirme con mi padre las últimas horas.
Bajé las escaleras y me senté a su lado, estaba viendo la repetición de MainEvent. Estaban mostrando a La Autoridad y estaban bastante nerviosos aunque lo escondieran.
—Vaya, Helmsley suda como cerdo. —reí al ponerle algo de exageración a mis palabras—. No creí que yo fuera tan importante.
—¿Qué sucede en tu trabajo?
—Tengo que irme, papá —le comenté con una mueca—. Si no vuelvo antes del viernes me despiden.
—Y yo que había pensado dejar de trabajar estos tres días que te quedaban para pasarlos contigo.
—Lo siento mucho. Vendré a verte todos los fines de semana.
—De acuerdo —sonrió—. Será una promesa.
—Sera una promesa —repetí besando su mejilla—. Pero mientras tanto, ¿qué te gustaría hacer?
—Muñequita, tengo que llevarle unos papeles a la casa de Andy... pero a la vez tengo que hacer unas llamadas importantes —rascó su cabello nervioso.
—No te preocupes, yo voy.
—¿Segura? Porque no es muy cerca.
—No hay problema.
—De acuerdo, pero lleva tu teléfono para llamarte por si te has perdido —se levantó y abrió la puerta de una sala que no había visto antes, ésta era una oficina.
—Papá, ya soy grande, no me perderé —reí divertida y lo seguí—. Aún así lo llevaré para que te quedes tranquilo.
—Gracias —me pasó una carpeta—. Sigue derecho hasta llegar a la calle Pasadena, luego dobla a la derecha cinco cuadras más y una a la izquierda llegando a la calle Domain, ahi veras una casa... —pausó—. Ahí sabrás cual es la casa, no puedes confundirte.
—De acuerdo —agarré un lápiz y un pedazo de papel para escribir el nombre de las calles—. Vuelvo en un rato.
—Cuídate.
—Lo haré.
Salí de casa después de sonreirle.
Le hice caso y seguí derecho hasta llegar a la calle Pasadena, al recordar lo que me había dicho mi padre, doblé a la derecha cinco cuadras, las cuales estaban vacías, pocos autos se dejaban ver y doblé una a la izquierda llegando a la otra calle llamada Modain.
—Ahora... cual será la casa —susurré y paré a ver la hilera de casas que se encontraban en esa calle, todas se parecían—. Esto llevará un rato —hice una mueca y miré cual seria la diferencia entre todas esas casas, hasta que lo encontré.
—Bingo.
Tenia una pequeña "casita", por así decirlo, plantada en el césped para recibir el correo con el apellido "Sherwood" escrito en ella, era bastante tierno para un hombre serio.
Decidida me acerqué a cruzar el césped y tocar la puerta de su casa, antes de hacerlo vi que había un timbre, eso fue mas sencillo.
Pasaron varios segundos y Andy me abrió con una sonrisa.
—Es sorprendente verte por acá —se apoyó en el umbral de su puerta.
—Fue realmente un desafío llegar acá —le sonreí—. Pero tan solo venía a dejarte esto... —le mostré la carpeta.
—¿No quieres pasar? —la recibió.
—No puedo, esta tarde tengo que volver a Ohio y no he ordenado las cosas —confesé y metí las manos a los bolsillos de mis shorts.
—No me lo habías comentado anteriormente —frunció el ceño.
—Me avisaron hace unos segundos —sobé mi brazo derecho.
—Es una lastima —dijo con seriedad, algo escondía—. ¿Me esperas?
—Claro —asentí y al ver que entraba de nuevo, me giré para ver que camino había tomado para luego volver a casa. Debí haber dejado el camino marcado con ositos de goma, eso hubiera sido más fácil.
De repente... sentí una mano cubrir mi boca y mi nariz con un paño. Arrugué el rostro y comencé a forcejear.
La mano apretó mi nariz con un poco de fuerza.
"¡No puedo respirar!" Pensé lo obvio.
El olor era fuerte. Comencé a desesperarme, era más fuerte que yo.
Mi corazón latía con fuerza, ¿sería posible que Andy estuviera haciéndome esto?
Grité pero el sonido fue ahogado por el paño, ya estaba mareándome. Mis manos rasguñaban la suya pero más apretaba el agarre. Esto no podía estarme pasando.
Me estaba desesperando.
El individuo con la otra mano sujetó mi cintura y me pegó a su cuerpo. Era tan duro e inamovible.
Todo era tan absurdo, no pasaba ninguna persona a la cual gritarle o pedirle ayuda, aún con toda mi fuerza era insuficiente para librarme de él.
Sentí como me arrastraba hacia atrás, ya casi no aguantaba el olor.
Di varias patadas y... me dejé caer entre sus brazos.
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