Matthew Sherwood.
Capitulo 45.
Cuando pude abrir los ojos, lo único que detecté fue la oscuridad en todo el lugar.
Traté de safar mis brazos o incluso moverlos pero fue un intento en fracaso, lo mismo sucedió con mis piernas. No sabía en donde me encontraba y eso me asustaba, en lo único que podía pensar era en que quería salir lo más antes posible de ese lúgubre cuarto.
Traté de gritar, pero no podía escuchar ni mi propia voz salir por mi garganta, todo esto era tan raro hasta que una puerta se abrió y una luz al frente de mi se encendió dejando ver una simple silla mirando en la misma dirección que yo. Luego los pasos de una persona se hicieron presente hasta abrir las piernas y sentarse en aquella silla a observar mi desgracia.
—¿A-Andy? —al fin pude escucharme.
—Hola, querida —me sonrió.
—¿Qué me has hecho? ¿por qué estoy aquí? —pregunté forcejeando las cuerdas en mis muñecas.
—Que inocente eres, Violett... —soltó una carcajada con maldad, como si le encantara verme en esta situación—. Creíste que todo lo que te había dicho era cierto, ¿dónde quedó tu sexto sentido? —preguntó decepcionado—. Me dejas sin ideas. Yo tenía pensado que tendríamos la lucha del siglo.
—¡Quien diablos eres en realidad! —grité ignorando todo su discurso. Cada segundo que pasaba forcejeaba las cuerdas.
—¿Aún no reconoces mi apellido? —humedeció sus labios—. ¿No? De acuerdo, yo te explicaré —se acomodó—. Tu padre era Matthew Sherwood, ¿qué te parece ahora?
—Nunca llegué a saber algo de la existencia de mi padre.
—Y ahí esta el comienzo de toda tu mediocre vida —humedeció de nuevo sus labios, sentí que aún existía una atracción de su parte hacia mi—. Tu madre...
—No te atrevas a decir algo de ella —apreté los dientes—. Solo yo puedo hacerlo.
—¿Y qué harás? ¿te librarás de las cuerdas? —rió como psicópata—. Eres divertida —apoyó sus manos en el respaldo de la silla que ésta vez se encontraba en su pecho—. Bueno, como te iba contando —prosiguió e hizo una pausa—. Tu padre fue Matthew Sherwood, si, fue, ya que tu madre mandó a silenciarlo. ¿Cómo vamos hasta este punto?
—¿Q-Qué? —mi garganta se hizo un nudo. Ahora entendía porque su cuerpo se tensó al darle mis más sentidos pésames.
—Así que ahora volvimos a cero.
—Mi madre dijo que nos maltrataba —limpié una lágrima con mi hombro.
—¿Ah, si? Y explícame tú porque lo hacía —me miró directo a los ojos—. ¡Porque era una cualquiera!
—¡Cuida tu boca maldito infeliz! —le grité con todo lo que podía.
—¿Ahora me dirás que estoy mintiendo? —esperó a que respondiera, pero no podía—. Eso creí —volvió a reír—. De acuerdo —tragó saliva—. Mi padre se metió con mi madre y de ese maravilloso acto fui concebido a la vida —hizo un ademán con las manos explicándome como si yo fuese una niña de cinco años.
—¿Y yo que pito toco en todo esto? —levanté una ceja aunque no pudiese verme.
—Estoy buscando la venganza de mi padre, todos estos años de planear la manera de como hacerlo —humedeció sus labios, ese tic que me irrita—. Y en un momento sin pensarlo, ésta llegó a mi.
—Oye imbécil, si querías venganza hubieras ido directo al centro de tus problemas que es mi madre —reí yo esta vez—. ¿Por qué hacer sufrir a inocentes que no tienen nada que ver?
—Porque hay hombres... que solo queremos ver arder a quienes mas odiamos... —pasó una mano por su cabello—. Hombres como yo... que tan solo queremos hacerlos sufrir de una manera de la cual sabemos que les dolería... atacando a lo que más aman.
—Estás equivocado —sonreí—. Ella no me ama.
—¿Y qué si tan solo quiero lastimarte? —se encogió de hombros—. ¿Y qué si tan solo quiero lastimar a la última persona que nombró mi padre antes de morir?
—Eres un demente —le escupí.
Solo le llegó al zapato.
—Eres encantadora —rió—, al principio te tuve lastima, ¿sabes? —se levantó de su puesto y empezó a caminar hacia mi muy lento—. Cuando te humillaron en la secundaria... —enumeró y acarició mi cabello—. Cuando te dejaron en ridículo —se agachó a mi altura—. Eso hizo que mi plan de venganza se esfumara ¿sabes? Porque terminé enamorándome —confesó.
—¿Sabes lo enfermo que es eso? —pregunté murándolo con un odio que jamás había sentido por alguien—. Tenemos la misma sangre.
—Y casi vuelvo a caer estos días en que estuvimos juntos... —rió de una manera bastante psicópata en mi rostro ignorando lo que le había comentado.
—Eres un blandengue —sonreí con ironía, luego me puse seria.
—Pero mira donde nos encontramos ahora. Al principio creí que fallaría porque te irías y no lo completaría —acarició mi mejilla—. Pero si no hubieras llegado a la boca del lobo, contándole que te marchabas no hubieras estado en estas condiciones —me sonrió—. No sabes todo lo que haré contigo —me besó con brusquedad, lo único que por instinto pude hacer fue morderlo. Sentía la sangre correr por mi lengua... y no era mía. Sentí nauseas.
—¡Y no te atrevas a acercar a mi otra vez! —le grité al ver que éste se levantaba del suelo.
—¡Oh! ¿así que te gusta jugar? —preguntó y me regaló una cachetada—. Veremos como te comportas más tarde cuando te tenga en mi cama.
Caminó lejos de mi y salió de la habitación dando un portazo dejándome nuevamente en completo silencio y oscuridad.
Algo dentro de mi tenía miedo de que no estuviera sola en esa habitación. No se veía absolutamente nada. El vacío me provocaba ahogo. Claustrofobia.
Cerré los ojos y respiré.
Si no estaba viendo nada era por la ansiedad.
Respiré veinte veces conteniendo el aire ocho segundos, imaginando que me encontraba en mi habitación.
Al estar lista volví a abrir los ojos.
Estos se tomaron un tiempo para acostumbrarse a la oscuridad del cuarto y cuando lo hicieron se dedicaron a inspeccionar en que lugar me encontraba.
Tan solo era un cuarto común y corriente, con una cama y una ventana imposible de abrir.
Traté de safar mis manos pero esta vez estaban flojas, debió ser el imbécil de Andy quien me dejó relacionarme con el único lugar que estaría segura. En el único lugar que me ayudaría a digerir lo que él me había dado a conocer.
—Esto no puede ser cierto —susurré desamarrando mis tobillos. Sentía que la cabeza me daba vueltas y no podía detenerla, era mucha información para tan poco tiempo.
Tenía muchas preguntas pero muy pocas respuestas y eso me atormentaba como una desgraciada, quería salir, quería irme pero era imposible y eso empezaba a destruirme hasta más no poder.
¿Cuánto tiempo iba a estar aquí? ¿cuánto tiempo había pasado? ¿alguien me encontraría? ¿me haría daño? ¿cuándo me dejaría libre? ¿me volvería loca?
—¡Dios! ¡sáquenme de aquí! —golpeé la puerta casi al nivel de rasgarla con las uñas. Pero nadie venia a mi, no escuchaba ni siquiera una pisada fuera del cuarto, podía estar segura que me encontraba con la soledad—. Por favor... —susurré dejándome resbalar por la puerta hasta llegar al piso, estaba frío y sucio. Quería llorar pero no lo haría, no le daría el privilegio de verme como él quería que estuviera.
Los minutos, tal vez las horas pasaban y cada vez me sentía mas miserable al encontrarme aquí.
De repente la puerta se abrió, por insisto me alejé de ella retrocediendo con mis brazos.
—Tranquila —apareció un hombre con algo de comer entre sus manos—. No te haré daño.
—¿Qui-Quién eres? —seguí retrocediendo.
—Solo vengo a darte algo de comer —dejó la comida sobre la cama y se acercó a mi—. No te haré daño —repitió y me tendió la mano, con miedo se la tomé y éste me ayudo a pararme.
De un segundo a otro escuché la voz de mi padre desde la salida. En un intento rápido traté de esquivar al hombre y salir corriendo pero éste fue mas ágil y me sujetó de la cintura dejándome sin movimiento.
—¡Papá! ¡ayúdame, estoy aquí! —grité con fuerza, pero era en vano—. ¡Ayúdame, por favor! —lloré y dejé de hacer fuerza contra el hombre que me sujetaba.
"Si logras verla por algún lado avisarme... no sabes lo preocupado que me tiene."
Fueron las últimas palabras que escuché de mi padre, luego ya no lo escuché más y la puerta fue cerrada.
—Lo siento —se disculpó el sujeto y me soltó—. Pero no podía dejarte hacer eso.
—¡Tú no sabes lo que estoy sintiendo al estar aquí! —me tomé el cabello con ambas manos—. ¡Tú no sabes lo que me sucederá!
—Sé exactamente lo que sufrirás —suspiró—. Andy lo estuvo planeando más de un año y cada día nos decía lo que haría contigo.
—¿Entonces por qué demonios no me dejaste ser libre?
—Porque me mataría y no alcanzarías a salir de todos modos —dijo honesto. Me ofreció algo de la bandeja pero solo me negué—. Tengo que salir.
—¿Cuál es tu nombre?
—Matt —dijo sin más y salió del cuarto dejándome encerrada nuevamente.
—¡Mierda! —me quejé y dí un golpe a la cama. No iba a soportar más tiempo aquí, la única forma de liberarme de todo esto era volviéndome loca, pero eso no pasaría ahora.
Me acerqué a la cama y en la bandeja se encontraban alimentos que él sabía que me gustaban, al lado había una nota la cual con solo leerla me dio repulsión... pero el hambre era mi enemigo así que tuve que comerlo.
Miré la ventana y la poca luz que entraba por ella estaba empezando a desaparecer, eso quería decir que se estaba oscureciendo y en pocos minutos iba a ser de noche. Tenia miedo, si, tenía miedo de que cumpliera con su palabra y me utilizara como cualquier otra prostituta en busca de dinero, tenía miedo de que volviera a golpearme y no pudiera defenderme.
El miedo era tanto que solo pude recostarme en la cama y acurrucarme como una bolita.
Revisé mis bolsillos y con suerte tenía el teléfono. Le di gracias a Dios y traté de llamar a alguien... pero no tenia saldo suficiente así que con mis últimas esperanzas le mande un mensaje a Alex.
"Por favor ayúdame..."
Fue lo único que alcancé a escribir cuando la cerradura de la puerta se comenzó a escuchar.
Lo guardé en mi bolsillo pero al instante que lo hacía, Andy entró pillándome en el acto.
—¿Qué es eso? —preguntó con una voz firme—. ¡Qué diablos tienes ahí! —se acercó a mi con rapidez y sacó el aparato de mi bolsillo con un simples tirón—. ¿Qué hacías?
—¿Qué crees qué hacía, imbécil? —le grité. No iba a rendirme sin antes luchar—. ¿Me tienes en este asqueroso basurero como una maldita sumisa y preguntas que hacía? ¡pedía ayuda! ¡que más podía hacer!
—¡Has cometido un grave error, Hardy! —me dio una cachetada. No lo soporté mucho, me levanté de un salto de la cama y le dí un golpe como el de Joe, aún recordaba como hacerlo. Luego salí corriendo por la puerta.
—¡Agárrenla, que no escape! —dio un grito, no sabía de quienes se trataba, sólo iba con un objetivo que era llegar a la puerta. Pasé varios pasillos como un laberinto y cuando pude divisar la puerta unas manos me sujetaron de los brazos impidiendo que siguiera corriendo.
—Estuve tan cerca —susurré.
Aquel corpulento hombre me cargó en su hombro para llevarme lejos de la puerta, podía ver como ésta se alejaba poco a poco.
—Mientras esté yo de turno eso no sucederá, preciosa —me respondió el hombre que me cargaba. Cuando me dí cuenta, ya estaba de vuelta en aquella horrorosa prisión.
—¿Por qué te esfuerzas en salir de aquí? —Andy se cruzó de brazos al verme devuelta recostada en la cama—. Sabes que eso es imposible —se acercó a mi.
—¡No des otro paso! —advertí mientras retrocedía con mis codos.
—James, cierra la puerta por fuera —le dijo al hombre que estaba a su lado, éste le hizo caso y salió de allí dejándome a solas con él—. Gracias —volvió a acercarse a mi y empezó a gatear por la cama, tomó mi tobillo y me jaló hasta quedar debajo de su cuerpo.
—Suéltame —me quejé al ver que sujetaba mis manos arriba de mi cabeza con una de las suyas, la otra hizo subir mi camiseta hasta mi cuello—. ¡Eres un hijo de perra! —pataleé, solo rió y bajó el cierre de mis shorts.
—Insultame todo lo que quieras, no conseguirás nada —mordió su labio y soltó mis manos para desprenderse de su ropa. Sacó un preservativo. En eso traté de golpearlo pero era como tratar de botar un poste, era imposible—. Tu trabajo como luchadora no va a servir para nada —añadió.
—¡Maldito desgraciado! —le dí cachetadas, una tras otra. Ni se inmutaba. Estaba mas concentrado en apoderarse de mi cuerpo.
—Sé que lo vas a disfrutar tanto como antes —añadió otra vez. Llevó sus labios a mi cuello.
—¡Andy, no! —grité segundos antes de que diera inicio a la pesadilla. Todo esto era tan desagradable.
Las lágrimas descendían por mis mejillas sin parar. Su abdomen se apretaba contra el mío impidiendo mi movilidad y a la vez que lo golpeara.
Me sentía basura, me sentía como un maldito juguete al cual ese imbécil no se cansaría de usar. Me sentía podrida.
Cuando al fin acabó, sin decir palabra alguna se vistió.
Lo único que podía hacer era cubrir mi sucio cuerpo con las mantas mientras él pedía al sujeto de afuera que le abriera la puerta.
Estaba asustada, esta horrorizada.
Al momento en que se acercaba a mi y besaba mi frente solo pude derramar más lágrimas sin decir nada al respecto.
—Sabía que te iba a domar —susurró.
Era una pesadilla.
Agarré mi brazo y lo peñisqué sin parar, un apretón tras otro apretón llorando a la par. No me dolía, sentía como ardía pero no me dolía. Solo quería despertar.
Andy se rió como un psicótico y salió de allí encerrándome por fuera.
Esta no sería la ultima vez.
Era la primera de muchas.
Quería ir a casa.
Quería ir a Ohio.
Quería a Colby.
Quería la visa que no había valorado.
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