Idiota.
Capitulo 8.
—¿Se te ofrece algo? —atacó Dean, al parecer no andaba de humor con Seth.
—¿Acaso es de tu incumbencia? —preguntó de vuelta con los brazos cruzados y levantó una ceja indiferente.
—¡Mira! ¡si tú... —exclamó levantando el dedo índice.
—No, Dean. Déjalo —lo interrumpió Roman. Estaba más tranquilo. Se paró y le dedicó una de sus miradas más venenosas que alguna vez había visto.
—¿Estarás bien? —me preguntó Dean tomándome el brazo.
—Si, no te preocupes —respondí restándole importancia, dándole seguridad. Dean asintió y se alejó de mala gana—. ¿Pasa algo? —pregunté mirando a Seth.
—¿Conmigo? No, claro que no —sonrió y me estiró la mano para pararme.
—¿Necesitas liberar tu rabia? —pregunté sarcástica en voz baja.
—¿Por qué? ¿también tú? —susurró en mi oído. Por alguna razón, asentí. Me sentía como toda una maldita estúpida pero esas fueron las consecuencias al aceptar los términos de aquel contrato—. Alex te ha estado buscando. Hoy irá a mi casa, tal vez le gustaría verte allí.
—De acuerdo —respondí cortante—. Nos vemos entonces.
—Nos vemos —sonó melancólico, y por primera vez me dejó ir sin hacerme nada. Lo encontré raro, pero aún así deseché esa idea de mi cabeza y fui en busca del medio lunatico con el samoano.
Pasé más de cinco minutos buscándolos hasta que los encontré en la cafetería.
—¿Todo bien?
—Si Deano, no hay problema.
—¿Quieres sentarte?
—No lo creo, debo ir a casa... si puedo irme, claro —comenté. Me sentía desorbitada y algo cansada. De alguna manera no me encajaba la informacion sobre Alex.
—Si, yo puedo ir a dejarte —se ofreció.
—No, estoy bien.
—Si no me dejas llevarte es porque sucede algo, ¿me dijiste la verdad?
—Si, ¿por qué debería mentirte? A ti te cuento todo —confesé y me acerqué con intensiones de abrazarlo. Me miró unos segundos y abrió los brazos. Lo estreché. Luego fui con Roman.
—Cuídate, ¿vale? —pidió él.
—El que se debe cuidar serás tú, Romie —le respondí con una sonrisa casi como El Grinch, fui por mis cosas para tomar un taxi y llevarme a casa. Estaba pensando que mejor debería conducir, es más eficiente y es un uso necesario, pero aún sigue en mis planes el comprarme un auto.
Le dí las gracias al taxista y me bajé, inmediatamente una punzada en la pierna izquierda me descolocó. Hice una mueca y levanté la pierna al igual que un perro herido.
Como pude, abrí la puerta de la casa y me dejé caer en el sofá. Cerré los ojos concentrándome en el dolor y en el por qué me había dado. Bostecé y como era de esperarse... me quedé dormida.
—¡Mierda! —exclamé al despertarme. Apreté mis ojos con mis manos y miré mi entorno. Me encontraba en una cama. ¿Qué? ¿acaso había sido sonámbula? No, no lo creo. No me ha sucedido desde que tenía catorce años—. No puede ser... —susurré. Me hallaba simplemente con mi ropa interior y un tobillo atado a un costado de la cama, reí ligeramente por lo absurdo y traté de safarme.
—¿Cómo estás?
—¡Tú! —grité al verlo—. ¿Qué me has hecho?
—¿Yo? Nada —respondió con su voz aguda y se encogió de hombros. Se acercó a mi con unos sexy boxers de Calvin Klein—. Sólo te quise ayudar un poco ya que te vi tan moribunda en aquél sofá.
—¿Ayudarme? —pregunté arrugando la frente y reí sarcástica—. Mira como me tienes, ¿esto es ayudar? ¿o se encuentra en algún lugar del diccionario?
—¿Qué te quitara la ropa y te dejara descansar es algo malo? —preguntó él y se sentó a un costado de la orilla de la cama—. Mira como tú misma tratas de engañar a tu mente con que es algo malo.
Jaló un extremo del objeto que sujetaba mi tobillo y éste se soltó como si fuese la cosa más fácil del mundo.
—Te he puesto en esta acogedora cama —añadió y la tocó—. Fui tan amable para dejarte dormir... —continuó y sacó las mantas que me cubrían dejándome expuesta para su perversa mirada—. ¿Pero sabes una cosa? Me toca mi recompensa —finalizó y se puso de pie. Me miró completamente hasta el último detalle. Gateó sobre mi, se acomodó y guió mis manos a su espalda mientras besaba mi cuello.
—Si hubiera sabido que eres un adicto jamás me hubiera acostado contigo —escupí y me retorcí contra el colchón.
—No seas mentirosa —respondió inmediatamente y desabrochó mi sujetador. ¡Maldito el día que preferí usar los que se abrían por delante!
¿O bendito?
—¿O qué? ¿Me crecerá la nariz? —pregunté con una sonrisa. Me afirmé de sus caderas al sentir que hacia fricción entre nuestros sexos aún cubiertos.
—Esto te pasa si mientes —me miró serio y dirigió uno de mis pechos a su boca, podía sentir como quemaba mi piel con su lengua juguetona.
Mordí mi labio al sentir su lengua haciendo formas circulares sobre mi pezón. Sus manos apretaban mi pelvis contra su cuerpo, como si fuésemos a fusionarnos mientras su respiración se entrecortaba en mi piel ya erizada.
De repente me soltó y bajó nuestras ultimas prendas que nos quedaban, nuestros cuerpos se unieron a la perfección y su mirada rápidamente se tornó sucia. Me asustaba, pero a la vez me excitaba.
—No sigas mordiendo ese labio —ordenó.
Lo jaló con sus dientes y me besó con desenfreno.
Sin pasar dos segundos, se introdujo en mi con tanta intensidad que me hizo darle un gemido ahogado, sus embestidas eran con ferocidad; como si no hubiera tenido sexo durante toda su vida y lo anhelaba con desespero.
—Dime... dime que lo hago mejor que él —dijo jadeante sujetándose de mis glúteos.
—¿Quién? —pregunté y besé la piel de su cuello hacia sus hombros.
—Jonathan —susurró. Así que de eso se trataba todo esto.
—No estás celoso ¿cierto? —me colgué de su cuello y lo miré sacándome completamente de la onda.
—No me respondas con una pregunta —su tono era autoritario.
—A la mierda con las respuestas en pregunta, dime que tienes con él —ordené yo esta vez mirándolo seria—. Ni siquiera lo conozco bien para acostarme con él. ¿Por quien me tomas? —pregunté con el rostro enojado. Colby siguió en lo nuestro.
Lo seguí, luego hablaríamos.
Embistió un par de veces mas, jadeando y me giró, quedando esta vez yo encima. Apreté mis piernas a las suyas a cada lado, mientras me afirmaba en su pecho y empezaba a moverme intensamente contra su miembro.
—Aghh —gimoteó mientras los ojos se le cerraban y tiraba la cabeza hacia atrás—. Oh, si... vamos —apretó las sabanas contra mis caderas—. Si, asi... Ahh.
De alguna manera me gustaban sus gemidos, la voz ronca que salía directo de su garganta con tanta potencia, era simplemente excitante. Embestida tras embestida, gemidos tras gemidos, nos hicieron llegar al delicioso clímax que nos liberó de tal estrés.
Me quedé aún encima de él, tratando de controlar la respiración mientras mis brazos temblaban encima de su pecho, cosa que él notó y los sujetó mientras los acariciaba.
Con lentitud abrí mis ojos y Colby me estaba observando sin gestos en su rostro. Solo bajó una de sus manos a mi espalda y desde allí empezó a acariciar de arriba hacia abajo hasta llegar a mi parte trasera.
—No usé condón —dijo en voz baja, lo miré y con su pulgar secó la gota de sudor en la punta de mi nariz.
—Tomaré la pastilla, pero que no vuelva a suceder —le respondí. Colby solo se sentó, saliendo de mi y me dejó encima observándome en silencio.
Los segundos se hacían lentos, su mirada penetrante. Era como si algo andara mal pero era difícil de saberlo.
—Tengo que salir —chasqueó la lengua y dejó un beso en mi cuello. Tardó mas de lo que pensaba.
—Bien —respondí como si fuese igual que todas las otras veces y traté de levantarme de encima de él. Para mi sorpresa no me dejó.
—No dije que ahora —comentó y me volvió a sentar provocando algo en mi estómago. Esa corriente eléctrica tan maravillosa. Mi cuerpo ya se había recompuesto y estaba dispuesta para otra ronda. Lo miré desafiante.
Metí las manos entre nuestros cuerpos y ahí estaba el miembro de Colby, erguido nuevamente.
—¿Cómo es que te recuperas tan pronto? —pregunté acercando mi boca a la suya. Sonrió a mitad del beso.
—Aprendí a controlar muy bien mi cuerpo, soy una excepción a la regla.
Me afirmé de sus hombros y me levanté unos centímetros para sentarme nuevamente. A la mierda el condon, estaba en mi momento.
Preparé fuerza en mis piernas. Él solo asintió con una sonrisa sabiendo lo que se venia, sabía lo que estaba pensando en estos momentos.
Moví mis caderas de adelante hacia atrás repetidas veces mordiendo mi labio inferior. Que maravilloso momento, dos rondas.
Sus respiraciones eran fuertes.
Tan solo quería más. Sentirse bien. Saciar su deseo. Sentirse querido por primera vez después de muchos años. Eso es lo que veía en su mirada, en sus ojos hipnóticos y con esa chispa de lujuria.
Rasguñé su espalda incontables veces mientras él se aferraba a la mía con fuerza.
—A-Ahh... —le salió un gallito. Reí y lo besé ahogando sus gemidos. Sentí como nos cubría las caderas con las sabanas como en el primer orgasmo.
Mis movimientos se hicieron mas intensos, más profundos a medida que se nos acercaba la hora, podía sentir como nos complementabamos.
No quería que ese momento acabara.
—Estoy saliendo con Alex —comentó mientras se ponía la camiseta dándome la espalda.
—¿Qué pasa con Connor?
—¿Quién?
—Su "primo" —enfaticé con los dedos cuando se giró a mirarme.
—¿Qué tiene que ver él en todo esto? —rió sin ganas mirando de un lado al otro como si lo que yo dijera no tuviera sentido.
—Vaya que eres bobo, ese tal primo es su novio —le confesé y me cubrí los pechos con la sabana. Recargué mi cabeza sobre mis brazos.
—No seas celosa —se burló y se ajustó los skinny jeans.
—No lo soy —lo miré seria—. Bueno, para que me molesto si eres totalmente necio en todo caso.
—No deberías.
—Y tú no deberías meterte en mi vida —le respondí mientras me mantenía relajada. Recordé el tema que teníamos pendiente sobre Jonathan.
—Debo hacerlo —su tono volvió a ser autoritario.
—No es cierto, no eres mi jodido padre.
—No creo que seas lo bastante madura para identificar lo bueno de lo malo.
—Jah —reí sarcástica—. ¿y qué sabes tú del bien o del mal?
—Lo suficiente para darme cuenta que Jonathan es un idiota.
—¿Qué te da el derecho para tratarlo así? Él es tan hombre como lo eres tú, Lopez. Que te hace tan especial ¿eh? —empecé a vestirme con lo poco y nada que tenía cuando me desperté—. ¿Tu gran virilidad? Por favor.
Lo dejé sin palabras y simplemente salí del cuarto para buscar mi ropa, no se encontraba en ningún lado y solo tuve una opción. Correr hasta mi casa.
No se encontraba gente afuera, bendita sea esta calle tan silenciosa.
Entré velozmente y fui directo al baño. Necesitaba con ansias tomar una ducha y quitarme los restos de ese imbécil de primera.
El jabón pasaba por todo mi cuerpo haciendome sentir tan pura; a pesar de mis tatuajes y marcas en la piel.
Cuando salí, una melodía inundó mis oídos, era mi tono de llamada. Tenía una llamada entrante. Fui lo mas rápido que pude a buscarlo y atendí al darme cuenta que era Alex.
—Hey.
—Tantos días de perdida, ¿luego llegas y me hablas así? Que bonito.
—Estoy cansada —mentí—. ¿Qué pasa?
—Conseguí una cita con Colby y necesitaba saber que opinabas.
—¿Estas segura de ser yo la indicada? —puse los ojos en blanco ahogando mi rabia.
—Por supuesto —sonó obvia.
¿Sería este el momento para confrontarla y decirle sobre el tipo de mujer que es? O ¿simplemente no meterme y seguir con mi vida?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro