Gracias por todo.
Capitulo 30.
Arreglé mi mochila con lo necesario para luego cambiar mi aspecto.
Había optado por unos pantalones cortos de color negro, desgastados naturalmente en diferentes partes. Una camiseta sin mangas con la frase "I hate everyone" y unas zapatillas.
Peiné mi cabello dejándolo de una manera que se viera desordenado pero no lo estaba y un maquillaje clásico. Tan solo lo básico.
Tomé mi mochila y bajé a esperar a Alex unos minutos más, si no aparecía tendría que irme y avisarle de que se fuese directo a la WWE,
A los segundos, la puerta fue tocada interrumpiendo mis ideas.
Cuando abrí, no pude creer lo que estaba viendo.
—No te burles, ¿cómo me veo? —Alex acomodó varias veces su camiseta. Se veía muy poco natural.
—Mm... nunca te has vestido así ni por casualidad ¿verdad?
—Nunca.
—Entra, yo te arreglo —le ofrecí.
La dejé pasar y subió a mi cuarto con toda confianza, la seguí—. Siéntate en la cama, buscaré algo para que uses —me dirigí al ropero y saqué lo mejor de mi repertorio. Lo que ella tenía puesto era como si fuese fanática de Bayley, tan solo debía regalar abrazos a todo el mundo.
—Esto es lindo ¿sabes? Si fuese rosa —observó la camiseta que le entregaba.
—No te quejes y póntelo —ordené. Le entregué un pantalón roto con estilo de verse viejo y desgastado que le llegaban hasta medio tobillo. Una camiseta blanca con el logo de Gun's and Roses, unos zapatos bajos y un sombrero que había dejado mi padre la última vez que se hospedarón aquí—. Dime que te parece, asómate —le hice un gesto con las manos para que se acercara al espejo.
—Me encanta —cubrió su boca con ambas manos—. Perdóname por juzgarte todo este tiempo.
—No pasa nada, todo olvidado.
Me acerqué a ella y la guié hasta sentarse frente al otro espejo, al que estaba en la mesita de maquillaje.
Le quité esa coleta que se había hecho y le hice una trenza al lado izquierdo, con ese cabello rubio le quedaba bien.
—Ya vámonos, se me hará tarde —ordené y tomé mi mochila nuevamente al bajar las escaleras—. Y ese es el motivo por el cual no pierdo mi tiempo en ayudarte con algo de moda.
Abrí la puerta y el auto de Alex se encontraba estacionado atrás del mio, por unos instantes lo dudé pero ella prefirió que nos fuesemos en el suyo.
—¿Puedo conducir?
—Solo no lo lastimes —advirtió y se sentó en el asiento de copiloto, me subí en el asiento del conductor y nos fuimos rápidamente a la WWE.
—¿Cómo vas con Connor? —mis labios soltarón antes de que yo quisiera.
—Se acabó —apretó los labios suavemente.
—¿Qué sucedió? —le dí una mirada rápida.
—Una noche vio los mensajes que tenia con Colby y como no le gusta pedir explicaciones, tan solo se marchó.
—Yo... lo siento.
—No, no te preocupes. Tal vez así debía ser.
—Pero, ¿cómo te diste cuenta que fue por eso?
—Porque a la mañana siguiente desperté y mi celular estaba encendido justo en el chat de Colby, busqué a Connor y no había nada de él en casa —observó su celular como si no fuese gran cosa. Puff... si fuese así de fácil cortar una relación—. Aún así no dejé la comunicación con Colby, seguimos hablando y él... es muy divertido —dijo y soltó una risita de chica adolescente, me giré por unos instantes y sus ojos tenían un brillo especial al hablar de él. Le gustaba de verdad.
—Te gusta ¿eh? —le sonreí.
—Es un buen chico... —empezó a balbucear sin querer darme una respuesta.
—Es muy cariñoso, deberías pasar más tiempo con él—le aconsejé.
—¿Cómo sabes eso? —me miró pícara.
—Y-Yo... t-te lo digo por aquel día en que curó mi mano —le mostré la marca que había dejado esa cortada—. Es un buen amigo, si quisieras que él lo fuera contigo.
—Seguiré tus consejos —se emocionó pero supo como ocultarlo. Suspiré mentalmente, casi le decía por casualidad toda la verdad y eso no hubiera sido bueno.
Cuando llegamos a la WWE Alex tenia miedo de bajarse de su vehículo, literalmente tuve que cargarla fuera del auto y tomar las cosas de ambas.
Cuando estuvimos cerca de entrar, recobró la compostura y decidió caminar como la Diva que había sido siempre.
Pero al mirar como era por dentro, su rostro cambió a sorpresa y por instinto tomó mi mano, era momento de protegerla.
—Violett.
Escuché la voz de Dean cerca de nosotras, al verlo le sonreí y él se acercó.
—¿Cómo estás? Roman y yo pensábamos que llegarías más temprano.
—Me quedé dormida —expliqué.
Reí y lo abracé después de besar su mejilla.
—Era de esperarse, Hardy.
—No puedo negar mi naturaleza —me encogí de hombros con inocencia.
—¿Hola? —Dean miró a Alex de pies a cabeza con una sonrisa divertida, esta solo se sonrojó.
—Dean ella es Alex, Alex él es Dean —hice un ademán.
—Un gusto —dijo Dean y besó su mejilla.
—El gusto es mio.
—¿Me disculpan? —interrumpí—. Tengo que ir a la oficina de los McMahon.
—Adelante, yo te la cuido —bromeó él.
—Espero que sea así —lo apunté y me dirigí a la oficina, toqué la puerta con mis nudillos varias veces pero nadie atendió.
Cuando me iba a marchar se escuchó una voz indicándome que podía pasar.
—Hola Violett —habló Vince.
—¿Qué tienes hoy para mi, Mc? —me senté en el asiento del frente como si fuésemos amigos de toda la vida. Me estaba ganando un castigo.
—Estas alegre hoy así que... ¡una lucha con Paige por el Título! —habló con esa voz ronca que tenía—. Lo perderás y en Royal Rumble pedirás tu revancha.
—Eso sera bueno para ti, digo... para los negocios.
—¡Por supuesto! Pero si quieres hacer algo más que también podria ser bueno para los negocios, dímelo.
—Lo verás los siguientes días en que ella luche —le guiñé un ojo y salí de allí. Acomodé mejor mi mochila y fui a ver a Alex pero ella se estaba divirtiendo al ver como Dean levantaba pesas—.¿Quieres avanzar? —le pregunté al llegar a su lado.
—Claro —se paró y tomó mi mano.
—¿Aún tienes miedo? —arqueé una ceja.
—Cállate, esto es nuevo para mi —me sacó la lengua.
Seguimos avanzando hasta llegar a mi camerino, quería mostrarle a más luchadores pero por algún motivo no se encontraban... o se habían escondido.
—¿Dónde encuentras luchadores cuando los buscas? —dejé mi mochila en un asiento para luego sentarme al lado.
—¿Decías? —escuché la voz de Ro en la entrada.
—¡Ro Ro! —me paré y me acerqué a él—. ¿Dónde están todos?
—Se están arreglando —besó mi mejilla para luego acariciarla—. ¿Sucede algo?
—Traje a Alex para que los conociera, es nueva en esto.
—Yo le daré un "tour" cuando te toque salir al escenario.
—Gracias —le sonreí bajando el rostro, Roman lo levantó y besó mi frente para luego acercarse a ella y presentarse—. Ro, usaré tu camerino para cambiarme —le avisé y fui a su camerino con mi mochila. Saqué la mariposa nena y la dejé a un lado para sacar mi ropa, con rapidez me la puse por si alguien abria la puerta y me veia semi desnuda.
Cuando acabé, volví a mi camerino y ellos seguían platicando divertidos, intenté unirme pero era momento de luchar, les dejé mi mochila y salí para dirigirme al escenario y hacer mi salida triunfal.
"Y la nueva Diva campeona del Título es... ¡Paige!"
Dio el grito de victoria uno de los comentaristas en la mesa de transmisión.
—This is my house! —me gritó al verme tirada en la lona, eso me había irritado y sabía que no podía hacer nada, pero... le dí una patada en toda la mandíbula. Ella cayó sentada.
—Si vuelves a decirme eso, haré de tu vida un infierno —le avisé y me paré ágilmente.
Al ver el Título tirado en el suelo, lo recogí y se lo entregué con hipocresía para luego salir de allí con mi tema resonando en todo el Coliseo.
Llegando a Backstage vi por la pantalla como presumía su Título y había dicho de nuevo su eslogan, que grave error.
Le resté importancia y fui a buscar a Alex, en mi camerino no estaba, busqué por todos los pasillos hasta que la vi riendo con Dolph animadamente.
—Quien lo diría —sonreí a una distancia considerable, no iba a interrumpir.
Fui a mi camerino queriendo descansar.
Había sido una lucha más larga de lo normal y eso me había dejado mas que agotada.
—¡Agh! ¡como me mata este cuello! —me quejé en voz baja al entrar en mi camerino.
Me detuve por unos segundos.
La luz estaba apagada.
Busqué el interruptor mentalmente pero cada vez sentía que éste estaba muy lejos. Me estaba desesperando. Me faltaba el aire.
Suspiré y volví a mantener la compostura. Recordé donde se encontraba el interruptor, di unos pasos y pegué un brinco al sentir una mano impedir que lo hiciera, además de cerrar la puerta lo poco y nada que faltaba.
—¿Qué está pasando? —pregunté en voz baja. Mi pecho subía y bajaba.
Esa mano que se encontraba en mi muñeca bajó a mi cintura, eran dos manos sujetándome con una fuerza justa y necesaria. Reconocía ese tacto, tantos meses sintiéndolo tocando diferentes partes de mi cuerpo.
Mordí mi labio.
Tragué saliva pesadamente.
Me iría al infierno si se trataba de quien pensaba...
—Roman... —pregunté nerviosa con una voz muy baja, tanto que ni siquiera había sonado como pregunta. Mi corazón latía a toda prisa y mi estómago era un revoltijo.
Subí mis manos desde sus brazos hasta su rostro identificado de quien se trataba. Mientras más cerca me sentía de su rostro mi intimidad se mojaba. No era normal pero la oscuridad me encendía.
Al llegar a su barbilla me di cuenta que se trataba de él. Los músculos de su rostro se movieron en mis manos, estaba sonriendo.
Tragué saliva y seguí tocando, mis manos se dirigieron a su cuello... seguida de su nuca. Se agachó por inercia haciendo que mis manos pudiesen tocar con más confianza.
A su vez, sus manos tocaban mi cintura con más fuerza y me pegaban a su cuerpo.
La última vez que unió sus labios con los mios fue algo que tenia ganas de repetir y eso no podía negárselo a nadie. Esa noche quería más de él sabiendo lo prohibido de la situación.
Tal vez estábamos engañando a varios de nuestros seres queridos pero era algo que nos atraía como un maldito imán. A no quedarnos solo con una mordida del fruto prohibido. Nos incitaba a llegar más lejos sabiendo de las consecuencias; la serpiente se encontraba en nuestra mente.
—Dime si no estas segura de esto y te juro que me detendré... —susurró muy cerca de mis labios.
—En estos momentos tengo mi juicio nublado y lo único que quiero es... esto... —respondí con honestidad, su presencia hacia que mi cabeza se fuese de vacaciones—. No te alejes... —susurré casi en una suplica al no sentir su aliento combinado con el mío. A los segundos lo volví a sentir pero avanzando más a mi. Di un jadeo suave y yo capturé sus labios con los míos, metiendo de una vez mi lengua a su deliciosa boca.
Roman tomó mi trasero y de un jalón me tenía en sus caderas. Chillé de repente.
Fue mucho mejor de lo que había imaginado al volver a sentirlo otra vez, sus labios siempre se encontraban fríos pero su cuerpo hervía.
Mis labios se movían a la desesperación de los suyos, estábamos locos. Si o si nos quitaríamos las ganas.
Sus manos dejaron de sujetar mi trasero y subieron por toda mi espalda, por debajo de mi camiseta, tocándome cada pequeña parte.
Mis manos estaban en su nuca donde tiraron de su cabello hacia atrás para tener más acceso a su cuello; lo lamí y lo mordí de la manera en que tanto había querido desde el día que él me había mordido el abdomen una vez.
Me separé de su cuerpo y me quité la camiseta tirándola con rabia a un costado. Luego hice lo mismo con la suya sujetando mis piernas muy firmes en sus caderas.
Tomé sus manos y las guié hasta mi sujetador, entendió lo que quería así que lo abrió y lo sacó sin más.
Apretó mis nalgas con tanta fuerza que chillé por lo genial que se sentía, acompañado con una risita cachonda.
Me jaló hacia arriba hasta que mis pechos quedaran a la altura de su boca, agarré su cabeza y le metí uno de mis pechos en su boca. Lo succionó con tanta hambre, con tanta necesidad.
Gemí por lo bien que lo hacía y le decía en voz baja que me gustaba mientras acariciaba su cabello como buen chico. Mi entrepierna más y más se humedecía.
Mordió mi pezon y lo tiró un poco.
Una corriente eléctrica me descolocó.
Respiré agitada.
Sus manos seguían apretando mis nalgas a su antojo y su boca haciéndose cargo de mis pechos.
Había seguido con el otro. Estaba en el paraíso.
Por un momento se detuvo.
Bajé mi rostro más cerca del suyo en la oscuridad.
Sus manos me bajaron hasta que mi rostro quedó de nuevo a la altura del suyo. Rozó su nariz con la mía, sentía como respiraba por la boca.
No permitiría que se retractara de esto.
Necesitaba probar a Joe Anoa'i.
Esa necesidad era más fuerte que yo.
—Vamos... no te detengas ahora —supliqué.
—No lo haré —respondió y me dejó en el piso.
Tomé sus manos y di pasos en reversa buscando en que podíamos apoyarnos. Para mi mala suerte, caminé tan confiada que un objeto en el camino me hizo tropezar y pensando que las manos de Joe me sujetarían caímos los dos al suelo. Él encima de mi—. ¿Estás bien? —preguntó aguantando una risa. Él había puesto los codos en el piso para no caer sobre mi y me hiciera daño.
—Si —respondí con risa.
Él también se rió.
Eso había evitado un momento incómodo.
—Que mal... —susurró bajando por mi abdomen hasta el borde de mi pantalón corto. Lo sacó de mi cuerpo con todo a su paso, incluyendo mis zapatillas de un solo jalón—. Por qué... —prosiguió y separó mis piernas—. Quería hacerte sentir mejor... —dijo otra vez y besó mi monte de Venus. Gruñí levantando mis caderas por inercia.
Siguió dejando besos por todo el borde haciendo que mi boca gimiera una y otra vez.
Y sin previo aviso sentí su lengua cubrir toda mi zona, desde abajo hacia arriba en una sola lamida.
¡Oh por Dios! Ni siquiera Colby había conseguido tan satisfacción de mi parte con su boca.
Arqueé la espalda y posé mis manos en su cabeza.
Su lengua separó mis pliegues y acarició mi sexo de lleno. Suspiré. Eso ya me tenía al borde del colapso, maldita sea.
Siguió chupando mis partes sensibles hasta que mi cuerpo tembló. En ese momento no lo sentí cerca de mi, pasaron alrededor de quince segundos y luego subió encima de mi. Su intimidad chocó con la mía.
Se había quitado toda la ropa que le quedaba.
Sus brazos se volvieron a recargar a cada lado de mi cabeza y mis piernas estaban en sus caderas.
Uno de sus brazos cambió de lugar y ahora estaba debajo de mi cabeza usándolo como mi almohada.
Con mis manos acaricié su pecho tonificado hasta llegar a su cuello. Lo jalé más cerca de mi.
—No me arrepiento de nada... —le susurré y sin dejarlo responder me comí su boca con locura. Me siguió el ritmo, el beso estaba siendo muy profundo y rico.
La mano que tenía disponible la bajó y tomó la mía con un poco de fuerza. La llevó hasta su miembro, entendí lo que quería. No se había puesto condon así que estaba sintiendo su miembro tal y como era.
Rocé mi entrada con él para que se empapara, acaricié todos mis pliegues hasta el más pequeño, ayudé con mi mano a distribuir mis fluidos por toda su zona y cuando estuvo listo... lo metí.
Sonreí en su boca mientras él gemía. No estaba acostumbrada a su tamaño, por lo que, fue un placer para los dos.
Con mi mano lo ayudé a entrar hasta la base.
Al estar completamente dentro acomodé mis caderas hasta tocar su abdomen con el mío.
Metí mi mano en su boca que estaba mojada, Joe la lamió y la mordió al moverse contra mi.
—Vamos, cógeme duro —susurré en su boca.
Su mano libre agarró mi nalga del respectivo lado y de ahí no se soltó. Me embistió una y otra vez sin parar.
Sentía como me llenaba, como cada vez que embestía llegaba más adentro y el calor que se sentía al introducirse de nuevo era algo magnífico.
—Dios... —mis labios dijeron al sentir como se apoderaba de mi cuerpo por completo.
No me permitió decir ni una palabra más al capturar mis labios con los suyos en un intenso beso que le hacía el peso a las embestidas. Que hombre más maravilloso.
Todo fue silencio, tan solo la melodía de nuestros labios al acariciarse, nuestras respiraciones agitarse y nuestros gemidos ahogados en la boca del otro.
Era como si mi sueño mojado con Roman Reigns se hiciera realidad... y estaba sucediendo.
Pero era aún mejor.
Mis manos fueron bajando de su varonil espalda hasta llegar a sus brazos muy bien trabajados, no podía dejar de tocarlos ni mucho menos el derecho, ese brazo era el cual hacia la magia y estaba tatuado completamente. Era un imán para mi y él lo sabia muy bien.
Me separé de su boca y gemí.
—Ah... si, si...
Mi boca decía sin parar.
Mi frente se arrugó y mis manos arañaron el cuerpo de él. Escuchaba como nuestros cuerpos sonaban y nos llenábamos de sudor.
—No te detengas... aghh... —le susurré en el oído mientras besaba su cuello.
Roman me hizo caso.
Subió un poco más la pierna que me tenía sujetada y se hundió más a fondo en mi. Lento pero duro.
El éxtasis corría por nuestros cuerpos. Sabia que íbamos a llegar a la cima pero no quería que parara.
Tan solo éramos gemidos ahogados convirtiendonos en uno solo. Nos estábamos mezclando. Nos estábamos uniendo.
Se corrió dentro de mi.
Pude sentir aquel líquido caliente correr por mi interior y saber que era de Roman se sentía aún mejor.
Aún me faltaba.
—Ayúdame a acabar —le susurré.
Me tomó de la cintura y en un movimiento ágil se sentó en el suelo dejándome arriba de él.
Aún jadeaba por haberse corrido dentro de mi. Le tiré el cabello mientras me movía de adelante y atrás sobre él, eso siempre me ayudaba a acabar.
Sus manos tomaron mis caderas e hizo los movimientos más rápidos. Respiraba fuerte.
—Mete tus dedos en mi boca —susurró.
Le hice caso, los chupó dejándolos muy babosos y me dijo: —Ahora tócate.
Le hice caso, su saliva ahí abajo junto con mis dedos fue lo que me faltaba para que pudiese acabar. Cuando me corrí Joe siguió moviendo mis caderas provocando múltiples orgasmos.
Mi cuerpo temblaba.
Nunca había sentido algo tan intenso.
—Oh por Dios... —susurré cuando estuvimos los dos tranquilos y satisfechos—. Eres una bestia.
—Y tú una increíble víctima... —me respondió de igual manera y me besó con mucha pasión.
—Por mi sería tu víctima toda la vida, Joe... —le dije sin pensar. Seguía extasiada. Sus manos acariciaban mi cuerpo, me sacó de su miembro y me volvió a dejar encima de sus muslos.
—No sé que tienes, Violett... pero me tienes loco —confesó adueñándose de mi cuello—. ¿Por qué no nos conocimos antes?
—Porque así lo quiso el destino... —respondí mordiendo mi labio. Yo le daría una segunda ronda pero él no estaría listo. Su cuerpo no estaría listo—. Pero tienes una hermosa niña y una esposa que confía en ti, ¿qué más puedes pedir?
—A ti.
—No se puede tener todo, ¿verdad? —pregunté ladeando mi cabeza para que tuviera más acceso a mi piel—. Si conocieras lo que realmente soy, lo que verdaderamente es Violett Hardy te arrepentirias de haberlo dicho.
—Niña —dijo y se levantó para quedar frente a mi—. Llevamos meses trabajando juntos, te conozco mejor que nadie. Mejor que Colby, mejor que Jonathan... mejor que tú mejor amiga —aclaró y subió sus manos hasta acariciar mi espalda.
—Es verdad, ¿por qué no nos conocimos antes? —repetí sus palabras.
Pasaron los segundos, los minutos, y no era necesario hacer o decir algo, solo nuestros cuerpos en constante movimiento al respirar. Podía sentir su corazón y estaba relajado, era como una balada para mis oídos.
—Creo... creo que debemos irnos.
—¿Ya me quieres dejar? —preguntó.
—No, lo que realmente quiero es que cojamos otra vez... pero no hay tiempo —le respondí siendo completamente sincera—. ¿La dejamos pendiente? Así tenemos otra excusa para volvernos a encontrar.
—Dalo por hecho —respondió y me besó por última vez. Me devoró la boca.
Luego de eso nos pusimos de pie y encendí la luz.
Gruñí al ser cegada por la misma.
—¿Qué hora serán? —le pregunté recogiendo mi ropa.
—Voy a ver. —rebuscó su celular entre sus cosas—. Van a ser las once de la noche.
—¿Qué? ¡ya no debe quedar nadie aquí! —exclamé vistiéndome lo más rápido posible con la ropa que tenía en el bolso. Pasé una de mis manos por mi cabello, estaba desordenado.
—Aún quedan los guardias de seguridad —dijo intentando calmarme a media que se vestía también. Cuando estuvo vestido se acercó a mi y me puso el gorrito que traía cuando hacia frío para ocultar mi cabello de recién cogida.
—Gracias —sonreí y guardé mis cosas, me había puesto la ropa con la cual había llegado y guardé la vestimenta de lucha para cerrar la mochila—. ¿Listo?
—Si —respondió y abrió la puerta para mirar a ambos lados—. Hay cámaras, así que sal tú primero y luego te alcanzo.
—Vale.
Salí por el pasillo caminando disimulada hasta la salida, donde se encontraba un guardia.
—Hola, disculpe. ¿me dejaría salir?
—Por supuesto —me abrió la puerta—. ¿Queda alguien más allá dentro?
—Mm... recuerdo ver a Roman Reigns arreglando sus cosas cuando pasé al frente de su camerino, tal vez salga en un rato más —comenté encogiéndome de hombros y empujando mi labio inferior.
—Gracias señorita, buenas noches —me tendió la puerta para que no tuviera que sostenerla.
—Buenas noches para usted también.
Salí y el frío de la noche impactó en mi rostro, eso había sido tan agradable que no me importaba andar con shorts y una camiseta.
Esperé varios minutos en el estacionamiento hasta que apareció Joe riéndose avergonzado.
—¿Qué sucede? —arqueé una ceja.
—Procura no dejar tus labios marcados en mi cuello —susurró en mi oído.
—Oh, ¡lo siento! —reí al verle el cuello—. Parece como si te hubiera besado una prostituta.
—Fue alguien mucho mejor —sonrió y caminamos hasta su auto, dejó sus cosas en el asiento trasero y me miró como la vez anterior en que me robó un beso.
—Deja te limpio eso o Galina te matará —pedí y saqué un paño de mi mochila—. Pásame tu perfume, así no uso uno de mujer y tu esposa no te corta ese animal que tienes en el pantalón.
—De acuerdo —sonrió y se giró para sacar uno que tenia en la guantera. Cuando me lo entregó, mojé el paño con el perfume y lo pasé por toda su piel marcada que también era en el pecho—. Duele.
—Puedes superar un brazo lastimado, un corte cerca de la ceja, una hernia, entre otros golpes ¿y no puedes superar un simple paño rosando tu piel? —levanté una ceja sin mirarlo—. Que sucede con los hombres de hoy en día.
—Sabes que si sigues raspando mi piel la marca desaparecerá pero aún así me quedará rojo y costará más para que eso se vaya.
—Ya bebito, esta todo listo —separé mis manos de él en el aire—. Ahora hueles tan bien... —aspiré varias veces.
—Gracias —dijo y humedeció sus labios coqueto—. ¿Me dejarías esta vez llevarte a tu casa?
—Si no me queda otra opción.
—No dejaré que camines.
—Solo bromeaba, seria un placer irme contigo —le dije y subí en el asiento de copiloto mientras él subía en el asiento del conductor—. Mierda —susurré al recordar que había dejado a Alex sola.
—¿Sucede algo? —encendió el motor y salió del estacionamiento.
—Dejé a Alex sola y no sabia como regresar a su casa —busqué su número en mis contactos.
—Tal vez esta en tu casa, dijiste que no sabia volver a la suya pero tal vez si a la tuya.
—Estoy segura que esta en casa de Colby —reí poniendo el celular en mi oído—. Nunca se pierde al llegar allá.
Hice reír a Joe.
—¿Violett? Que te sucedió, ¿dónde te habías metido?
—Tuve que... —hablé lento buscando las palabras, no se me ocurría nada—. Tuve que ir donde un médico, mi rodilla había fallado otra vez y me dolía mucho.
—No juegues con eso —me habló bajito Joe.
—¡No se me ocurrió nada! —grité en susurro separando el celular de mi oído.
—¡Oh dios mio! ¿y cómo estás ahora?
—Me dijeron que no era nada grave, como siempre.
—Pero tú sabes que esta mal, debes hacer algo.
—No te preocupes, todo esta bien —insistí—. ¿Dónde estas ahora? Disculpa no haberte avisado.
—No hay problema, estaba en tu casa pero Col me vio y me invitó a pasar para no quedarme afuera.
—Que bueno... voy para allá, no tardo en llegar a casa.
—No, tranquila... Creo que pasaré aquí la noche.
—De acuerdo —sonreí—. Hasta mañana.
—Hasta mañana, Blue —rió y colgó, no pude evitar reír. Que rápido cambiaban los apodos.
—¿Todo bien? —preguntó Joe.
—Si, pasará la noche con Lopez. —me acomodé en el asiento para mirarlo.
—Eso suena como mucho sexo —comentó y rió divertido, pero sabia que estaba bromeando.
—Es un chico hormonal —dije entre risas—. Dejemos que se divierta.
—De eso no me preocupo —me miró de reojo con una sonrisa, cuando de pronto llegamos a mi casa.
—Joe... gracias por todo —me sonrojé—. Absolutamente por todo.
—No es nada —respondió y capturó mis labios por última vez en un ágil movimiento. Cada vez me sorprendía más lo dulce que era su boca.
—Lo que pasa en la WWE, se queda en la WWE —le guiñe un ojo y bajé de su auto. Me dirigí a casa para abrir la puerta pero antes me giré a verlo.
Aún seguía allí, me hizo su gesto con los dedos y se marcho.
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