Estas loco.
Capitulo 11.
—Gracias por firmar —Triple H me dedicó una sonrisa muy rara la cual nunca había visto antes y eso me aterró un poco, no lo voy a negar.
—Si, claro —salí de allí confundida. Casi tropezándome con mis propios pies.
Preferí olvidarlo y simplemente me fui al camerino de Dean para ver si se encontraba allí. Para mi suerte ahí estaba sacando algunas cosas de su bolso mientras Bayron Saxton lo entrevistaba.
—¿Qué se siente perder ante Paige? —fue lo único que escuché al momento que entré.
—¿Paige? —sacó las llaves—. Mira, yo me sentiría bien si fuese alguien más... ¿pero ella? Ella esta loca —sacó un globo y lo dejó por allí. No pude evitar apoyarme en el umbral de la entrada y cruzar los brazos sonriendo—. ¡Dónde está! —tiró las cosas por todos lados, incluyendo un mapamundi. En eso que salía del camerino pasó a mi lado sin verme. No pasaron dos segundos para que caminara en reversa—. Hola —sonrió. Solo le sonreí de vuelta y miré a Saxton que había sacado una barra de Payday. Él lo miró y se lo quitó mordiendolo con el envoltorio.
—Sabría mejor... sin... sin el plástico... ¿no? —dijo nervioso.
—Estás loco —dije al instante que me abrazaba saliendo de allí, claro que luego se sacó aquello de la boca y le saco el envoltorio.
—¿Quieres? —me acercó ese trozo con su saliva a los labios, lo comí.
—Esta rico —me encogí de hombros—. Wow, si que vale la pens.
—Tú si sabes identificar lo bueno —juntó nuestras cabezas—. ¿Tienes hambre, Hardy?
—Si, la Hardy siempre tiene hambre.
—Eso se puede arreglar, vamos al casino —me tomó de la cintura mientras nadie veía.
Era tarde y estaba acostumbrada a comer algo a esa hora, mis tripas sonaban y Dean puso su mano en mi estómago para sentirlo, cada vez que sonaba soltaba una diminuta risa. Era tan tierno.
—¿Qué desearía comer la señorita para saciar su hambre? —me preguntó muy educado.
—Una hamburguesa.
—Bien —asintió con la cabeza—. ¿Algo más?
—Sorpréndame, señor —me paré en puntillas y besé sus labios, no me soltó.
—Bueno, vaya a buscar un asiento —sonrió en mis labios. Le hice caso y me dirigí a las mesas.
—¡Agarra las mesas! —susurré tratando de imitar la voz de los Dudleys. Luego me senté y observé mi celular, tenía varios mensajes de Seth. Estaba tan feliz como para desanimarme, así que lo dejé ahí y lo volví a guardar mientras esperaba que Dean volviera.
No tardó tanto, ya venía de vuelta con una bandeja. Una hamburguesa, una porción de papas y una Heineken al lado de un jugo.
—¿No comerás nada?
—Esta noche tengo un combate —me separó mis cosas, pensé que se quedaría con el jugo, pero fue lo contrario. Interesante.
—Oye, creí que esa era para mi.
—¿Mm? —me ofreció con una sonrisa. Solo negué y le presumí mi jugo.
Mientras comía, él me contaba algunas anécdotas que había tenido —o había sufrido— en esta empresa. Tenía bastante historia, tanto aquí como en NXT.
Me dio risa cuando me platicó de su cabello rosa, sin duda Dean jamás me decepcionará, a pesar de conocer toda su historia.
—¿Cómo crees que te ira esta noche? —comí una papita.
—Es mi ciudad —se encogió de hombros orgulloso mientras también comía papitas—. Papa comida.
—Aún así te deseo suerte.
—Gracias —tomó mi mano dulcemente—. ¿Te parece si nos vamos?
—Si, claro.
Me paré.
—O luego me van a estar buscando para que Renee nos entreviste.
—No te preocupes —le dí el último sorbo a la botella y acompañé a Dean a botar los restos, luego salimos de allí y fuimos con los Dudley—. Te estaré observando con Roman.
—De acuerdo —se acercó a mi oído—. No creas que no me dí cuenta de tu atuendo, te ves muy sexy.
—Gracias —me salió en un hilo de voz.
—Eres tan dulce —apretó mis mejillas. Luego nos miramos a los ojos y me regaló una sonrisa, miré su cara de bobo enamorado. ¡Es que era endemoniadamente guapo con sus hoyuelos y esa mirada de que en cualquier momento me devoraba!
Caminó en dirección a Renee con los Dudley.
En eso yo hice lo mismo en busca de Roman.
—¿Cómo te va? —él acarició mi brazo de repente.
—Bien ¿y a ti? —me senté a su lado.
—Bien también —me sonrió de lado. Apareció Renee en la pantalla saludando y después aparecieron ellos.
Todos eran tan raros, la forma en que se tomaban su papel a la perfección, era realmente extraordinario. Roman y yo no parabamos de reír en la forma que actuaba Dean en el segundo que los Dudley le dijeron a Renee que tocara el brazo de él. No negaré que sentí algo por dentro casi insoportable, así que bajé la mirada disimuladamente para que Roman no lo notara y no lo hizo.
—¿Dónde verás el combate?
—Pensaba verlo en el camerino de Dean —me encogí de hombros—. ¿Por qué?
—No lo sé, pensaba en que podíamos verlo juntos —rascó su nuca—. No lo sé...
—Sería genial —lo interrumpí evitándole la vergüenza.
—Si, claro —miró hacia un lado con timidez. ¿Qué? ¿El gran Roman Reigns? No es cierto.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —me acomodé en su brazo.
—Dime —recobró su compostura.
—¿Qué ocurrió el Lunes en RAW con el "Demonio Kane" y Rollins?
—¿No lo viste?
—No pude —hice una mueca.
—Hubo un combate con leñadores fuera del ring. Rollins no sabía quien sería su contrincante hasta que las luces cambiaron y se dio cuenta que era Kane —acarició mi brazo, si que le gustaba hacerlo—. En una de esas, El Nuevo Día lo saca del cuadrilátero, a Kane claro. Y le empiezan a golpear, al ver eso los demás, se transformó en una lucha callejera y se lo tiraron de vuelta a Rollins para hacerle los últimos retoques y acabar con todo eso, pero aún así Kane le hizo una de sus movidas rompe cuello y ahí quedó —hizo una mueca—. No se ha visto desde entonces.
—Oh... —fue lo único que pudo salir de mis labios.
—No ha llamado si volverá otra vez y eso es raro, porque casi nunca sale de aquí. Es un adicto al ejercicio.
—Cuando vuelva a casa, veré que le sucede.
—¿Vives al lado?
—Si, ¿no te lo contó Dean? —me crucé de piernas.
—No —estaba confundido—. Ya se las verá.
—Y hablando de él —apunté la pantalla, ya había sonado su canción. Su camiseta era hermosa, sera una de las cuales se vendería como pan caliente. La forma en la que actuaba, caminaba y hacia sus gestos... era perfecto, tal vez no sea un modelo de comerciales, pero era ÉL y eso lo hace hermoso. Su físico no era tan marcado como un físico culturista, pero ¿quien decía que no tenía un buen cuerpo? Era la persona más perfecta para mi, y no por eso; sino por su audaz personalidad.
—¿Qué haces, Violett? —Roman me miró.
Cuando me dí cuenta, estaba sumergida en mis pensamientos mientras mordia mi labio inferior.
—N-Nada —sonreí y me acomodé en su pecho, el combate iba de maravilla, las locuras que hacia Dean y la forma en que Xavier Woods se enojó aún teniendo sangre en la nariz—. Me quedé con las ganas de escuchar a los Dudley gritando sobre las mesas —bostecé. Solo escuché la risa de Roman y luego... nada.
Cuando desperté me dí cuenta que me encontraba en el asiento trasero del auto de Dean. ¿Qué?
—¿Qué hago aquí? —mi voz salió ronca. Restregué mis ojos y me asomé por la ventana, el auto estaba en movimiento.
—Roman te cargó hasta aquí, cuando llegué a su camerino estabas durmiendo entre sus brazos.
—Oh —Me volví a recostar mirando el techo mientras las luces de las calles alumbraban constantemente mi cuerpo—. ¿Qué hora es?
—Doce en punto —dobló por una calle y se estacionó, supuse que habíamos llegado—. Llegó a su castillo, damisela.
—Ya estaba disfrutando del recorrido —me senté y él me miró por el espejo con una sonrisa, de repente me dí cuenta que mi cabello estaba desordenado—. ¿Qué te da tanta gracia?
Él solo negó con la cabeza.
—Ven aquí —pidió dando palmaditas en sus piernas—. No tengas miedo.
Tal vez no era miedo, sino timidez.
De alguna manera Jonathan Good me intimidaba, ¿tal vez era su forma de vestir? no lo sé. ¿Ó tal vez su forma de ser en el cuadrilátero? Tampoco lo sé.
Pero lo que si sabía era que no estaba acostumbrado a mujeres como yo y en parte eso me hacía sentir mal.
Suspiré bajito para que no lo notara y a paso tembloroso me pasé de asientos hasta quedar encima de él, con las piernas a cada lado de sus caderas. Era una pose bastante comprometedora.
—Eres hermosa —acunó mi rostro en una de sus manos—. Vamos, mírame —susurró al notar que mi mirada no se dirigía hacia él. Así que atrapó mis labios con los suyos y así logró conseguir que lo hiciera—. ¿Todo bien?
Como me encanta su voz ronca.
—Si —asentí varias veces.
—¿Segura? —arqueó una ceja. Solo asentí nuevamente y me acerqué a sus labios.
—¿Como te fue en el combate de esta noche? —le arreglé el cabello largo que se le posaba en la cara.
—Ganamos pero por rendición —me sonrió mientras acariciaba mi espalda.
—Aún asi felicitaciones —lo miré a los ojos, pero él estaba mirando más allá—. ¿Qué pasa?
—No, nada —volvió a mirarme. Luego movió la cabeza para ambos lado y me sonrió coqueto—. ¿Te parece si vamos a mi casa?
—¿Y eso? —levanté una ceja—. ¿Por qué la pregunta repentina?
—Recordé que mañana es día libre y quería pasar el día contigo.
—Claro, voy por algo de ropa —abrí la puerta y me bajé de su regazo, busqué el bolso del asiento trasero y me dirigí a mi casa.
Cuando pude abrir la puerta, pasé y todo estaba oscuro, me alumbré con el celular y fui directo al cuarto. Cuando me dí cuenta la ventana estaba abierta, no recordaba haberla dejado así. Sin pensarlo dos veces, encendí las luces y aquel sujeto se encontraba sentado en mi cama con una fina línea recta en sus labios mientras jugaba con sus dedos. Esto no era bueno, y podía verlo en sus ojos.
—¿Q-Qué haces aquí? —mi voz me falló, rápidamente tosí.
—Felicidades —sonrió sarcástico.
—Gracias —dejé el bolso a su lado y empecé a buscar ropa del closet—. Aún no me respondes que haces aquí —saqué un pantalón, ropa interior y los tiré a la cama.
—Lindos —rió. Me giré y estaba revisando mis pantaletas. Se los quité—. ¿Te vas con Good?
—Creí que eso no te importaba —acomodé las cosas en el bolso.
—No lo hace —respondió cortante.
—¿Entonces que haces aquí? —le seguí insistiendo ya cansada.
—Es que pensé...
—Oh, ¿ahora piensas? —reí irónica.
—No te burles —me dió una nalgada, ¡eso si dolió maldición! Pero no le dí el privilegio de que escuchara mis quejidos—.!Alex vendrá a verme, pero ella quería quedarse en tu casa.
—¿Y por qué no se queda contigo? —pregunté obvia.
—Por alguna razón se negó.
—Y eso que quería estar en tu cama fuese como fuese —susurré lo suficientemente fuerte para que lo escuchase—. ¿Por qué no la dejas pasar por la ventana como lo haces tú todo el tiempo? —dije sarcástica.
—Porque se rompería una uña —me respondió con un tono obvio pero a la vez bromista.
—Primera vez que tienes razón, Lopez. ¿Cuándo será?
—Mañana.
—¿A qué hora?
—Todo el día, procuraré que no ensucie nada ni toque nada.
—Con esa condición, puedo dejarte las llaves.
—De acuerdo —me sonrió y se acercó a mi con las intenciones de besar mi mejilla, pero fue en el cuello—. Que tengas lindo día el de mañana.
—Igual tú —cargué mi bolso y bajé las escaleras mientras él me seguía, pero antes de abrir la puerta, me jaló del brazo y me pegó contra su cuerpo. La oscuridad dificultaba poder ver su rostro, solo pude sentir sus labios recorrer mi hombro y cuello.
—Nos vemos —mordió mi piel.
Solo pude salir corriendo de allí, ya podía sentirme como si fuese una prostituta barata en busca de saciar su sed de sexo.
—¿Qué sucede? —Jon estaba apoyado en su auto, se dirigió a mi cuando me vio salir alterada.
—N-Nada —mi respiración estaba agitada y mis ojos atentaban con desbordarse—. S-Solo vámonos, ¿si?
—Claro —me abrazó y me ayudó a sentarme en el asiento de copiloto, luego cerró la puerta. Se deslizó por el capó como en las películas y luego subió a su lugar para irnos de allí.
Las calles se encontraban vacías, ningún ruido de algún otro vehículo se hacia presente, solo el ruido de las luces en los postes fallando. El cielo estaba despejado y la luna se encontraba completa.
—El camino a casa es largo cariño, así que abrazame fuerte mientras veo las luces de esta cuidad y te escribo versos en los labios.
—No conocía esa parte de ti —me dedicó una mirada rápida.
—¿Ah? —lo miré sumergida en mis pensamientos.
—Lo que acabas de decir.
—Disculpa, creo que lo dije en vez de pensarlo —apoyé mi cabeza contra el vidrio de la ventana—. Mi padre solía cantarla a mi madre, cada vez que íbamos de viaje... —argumenté luego de varios minutos de silencio.
—¿Le pasó algo a tus padres?
—No —traté de formar una sonrisa, pero salió más como una mueca—. Mi madre ha cambiado desde que me mudé a Ohio... no me creerás, pero ahora se fija hasta en el vecino.
—¿Colby? —preguntó sorprendido. Solo asentí—. ¿Qué piensa tu padre al respecto?
—Finge no notar sus cambios repentinos y solo se preocupa de que yo este bien —suspiré.
—Al parecer a él no le afecta la crisis.
—Él sabe muy bien que edad tiene y como debe comportarse —me acomodé—. Lo llamaré.
Jon solo asintió y me ofreció su celular, lo tomé y marqué el número que me sabía de memoria.
—¿Hola? —preguntó extrañado como todas las veces cuando es un número privado.
—¿Papá? Soy yo, Violett —bajé la mirada.
—Muñequita, ¿cómo te encuentras? ¿Pasa algo? —se preocupó.
—No, todo esta bien. ¿qué tal allá?
—Bastante extraño cariño... —pude sentir como hacia una mueca del otro lado.
—¿Qué sucede?
—Tu madre tiene nuevamente la crisis de los cuarenta —al parecer todos los hombres lo llaman de esa manera.
—¿Qué hizo ahora? —suspiré fatigada.
—Esta ordenando sus cosas para ir a verte mañana, ¿No es problema verdad?
—Solo si me dices la hora que se vendrá, para cubrir todo lo que le desagradaría —rasqué mi nuca—. Tal vez deba ocultarme.
—No digas eso muñequita, claro que no le desagradas —me habló como cuando tenía diez años—. Solo que tu forma de vida, le da... envidia.
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