Andy está aquí.
Capitulo 42.
No tenía palabras, su mirada era intensa como si pudiese ver todo lo que soy, como si quisiera absorber mi alma.
—Espero tu respuesta —habló más tranquilo. Él sabía que enojándose no conseguiría nada.
—Lo siento por tener que acabar con el contrato hasta el día de hoy —suspiré—. Pero terminé enamorándome de lo que no debía.
—¿Cuándo esperabas decírmelo?
—Aquel día cuando te hice la suposición... —bajé la mirada—. Era de verdad... —quería escuchar algunas palabras de sus labios pero tan solo me miraba sin tener ningún gesto en especifico.
—Lo siento, pero tú sabes lo que pienso de eso —me respondió luego de un rato y se fue por aquella ventana. Si hubiera sabido que ese iba a ser el último día en que hablaríamos lo hubiera detenido. Pero no era adivina.
Luego de esas últimas palabras, nada había sido igual. En la WWE me dejó libre del estar saliendo con él cada vez que luchaba, La Autoridad ya no platicaba mucho conmigo, lo cual me gusta, pero sabían que existía cuando necesitan hablar conmigo por algo inapropiado de mi persona. Tenía menos participación durante todo el día.
Eso me molestaba y me habían aislado de todos mis amigos, solo era un fantasma más en ese juego.
—Me voy —le avisé a Dean. Por alguna razón él aún recordaba quien era yo.
—Pero si aún falta una hora —frunció el ceño.
—Por eso —tomé mis cosas y me dirigí a la salida, sabía que durante las horas de trabajo no podía irme pero eso ya no me importaba.
—¿Qué crees que haces? —H me interceptó antes de dar un paso fuera.
—Me voy, ¿no lo ves?
—No puedes hacer eso.
—No me digas que de repente volví a ser visible ante tus ojos y te empecé a importar —me giré molesta.
—Siempre me has importado, como todo luchador que se encuentra en esta Empresa —explicó y se encogió de hombros—. Y darte la salida antes que otros no sería justo.
—Pero soy tu AntiDiva favorita —le sonreí de lado.
—Aún así no puedes —me devolvió la sonrisa.
—Vamos Helmsley, si no lo ves no es ilegal —cubrí mis ojos por unos cortos segundos. Él suspiró.
—Que sea rápido —se cubrió los ojos.
—Eres el mejor —salí corriendo, pero sabía que él se había descubierto los ojos. En el fondo era un blandengue.
Fui directo al estacionamiento y subí a mi auto, cada vez me aburría más estar aquí y no hacer nada bueno para motivar al público. Si no iba a hacer nada entonces era mejor no presentarme, pero aunque quisiera, esas eran las reglas.
Encendí la radio y estaba sonando la canción que usarían para Wrestlemania, la dejé ahí y salí de allí en dirección a mi dulce hogar. Tenía varios mensajes de Alex en mi celular pero desde ayer no los veía y no los vería ahora.
El aparato no dejaba de sonar como loco, lo cual me hizo abrir uno solo. El mensaje suertudo fue "Ten cuidado", el resto los borré como si no me importara y de hecho, no me importaban.
—¿Ten cuidado? —me pregunté, rápidamente lo olvide. No necesitaba más preocupaciones en un día.
Cuando llegué, dí una rápida mirada a la casa de Colby luego entre a la mía y sin nada más que hacer, fui a tomar una ducha. Debía quitarme todo rastro de maquillaje del rostro y humectar mis brazos que últimamente no los había cuidado como lo hacia antes.
Fui al reproductor de musica en mi celular y lo dejé encima de la cama para entrar al baño. La casa me traía recuerdos y no muy buenos, necesitaba un tiempo a solas pero no sabia como. Tenía que trabajar y no me dejaba mucho tiempo, pero de repente se me ocurrió lo que jamás pensé hacer en este tipo de situaciones. Ir a casa de mis padres.
Salí del baño envuelta en una toalla, tomé el teléfono y le marqué a mi madre mientras buscaba algo de ropa, este sería el último día que estaría aquí.
—¿Violett? —Atendió ella con bastante asombro.
—Si, soy yo.
—¿Sucede algo? ¿quedaste embarazada? Porque eso me encantaría —habló con cierta rapidez.
—Lamento desilusionarla señora, pero eso aún no sucederá.
—¿Entonces por qué llamas?
—Voy a ir a casa.
—Que bueno —fingió emoción y eso solía conocerlo muy bien—. ¿Cuándo llegas?
—Me iré mañana temprano —dejé el celular nuevamente en la cama y humecté mis brazos con crema, estaban muy secos para tener tatuajes.
—Bueno, llámame cuando subas al avión.
—De acuerdo, mándale saludos a papá.
—Si, claro —sonó algo incomoda luego colgó. La música volvió a sonar y seguí vistiéndome.
Y aquí vamos.
Ya había llamado a mi madre para confirmarle que estaba arriba.
El avión despegó y luego de varias horas ya estaba en mi ciudad natal. Fui en busca de mi maleta y tomé un taxi para ir a casa. La cuidad estaba mucho más diferente de lo que yo recordaba.
—Hemos llegado a su destino —habló el taxista.
—Muchas gracias —respondí.
Le pagué y bajé de allí con mi maleta.
El hombre se despidió con la mano y se marchó.
Me giré y me encontraba al frente de la casa de mi madre, a paso seguro me acerqué y toqué el timbre pero al abrir la puerta se encontraba un muchacho de más o menos veinticinco años en ropa interior.
—Creo que me equivoqué de casa —me sorprendí.
—¿A quién buscas, preciosa? —habló con una voz varonil mientras se apoyaba en el marco de la puerta.
—A mi madre —enfaticé la última palabra—. Una señora de cuarenta años —añadí y enfaticé "señora".
—Oh, te refieres a Nicol —me sonrió—. Iré por ella, no tardo —me guiñó un ojo.
Pasaron los minutos y se escucharon risas de parte de ella, luego se dejó ver.
—Hola, cariño.
—¿Qué sucede contigo? —pregunté algo molesta—. ¡Es tan solo un muchacho!
—¿Y eso que tiene? —se encogió de hombros.
Agarré el puente de mi nariz y ahogué toda respuesta de las mías porque después de todo era mi madre y le debía respeto.
—Mira yo... no quiero seguir viendo esta escena grotesca. Da lo mismo el saber como lo conseguist...
Me abofeteó.
La miré perpleja.
¿Que fue lo malo que había dicho?
—¡No vuelvas a insinuar que soy una zorra! —me gritó. ¿Qué? Fui muy selectiva con mis palabras—. ¡Mira que tú con esos brazos te pareces a una! —me apuntó. Andaba con mi camiseta de Jack Daniel's sin mangas.
—No entiendo tu necesidad de pelear conmigo —respondí relajada. No me iba a rebajar—. Dime en donde... ¡carajo!... esta mi padre y te dejo sola con ese muchacho —le respondí sacando mi ira en la mala palabra. Me quería volver a golpear—. A la segunda no te la aguanto mamá, hablo en serio... —advertí.
—Se mudó de casa —respondió conteniéndose—. A diez cuadras más allá, en una casa blanca con vista a la playa.
—Gracias —le sonreí sarcastica al ver al muchacho acercarse a mi madre—. Fue un gusto... —esperé a que dijera su nombre.
—Jack —se hizo paso entre mi madre—. El gusto siempre será mío.
—Adiós —le sonreí dejando a mi madre celosa. Podía sentir la mirada de ambos sobre mi, pero solo avancé por la calle con la dirección que me había dado mi madre. No podría creer que se estaba metiendo con un muchacho parecido a Colby, desde el primer momento que lo vio supe que le había encantado pero no creí que llegaría a tal limite y buscar a uno parecido.
Aquello me había dejado con un mal sabor de boca y algo atormentada así que me puse los audifonos y se hizo más alegre mi caminata.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que sin darme cuenta estaba casi pasando una casa blanca demasiado grande. Frené en seco y toqué la puerta, si estaba equivocada no me molestaría seguir buscando a mi padre.
—¿Violett? —se sorprendió él al verme parada al frente con los brazos abiertos—. Que bueno es verte por aquí —me abrazó con mucho cariño como si no nos hubiésemos visto desde hace muchísimos años—. Pasa por favor —se hizo a un lado y tomó mi maleta.
—Que hermosa casa tienes, papá —la miré por todos lados, era muy amplia y muy limpia.
—Gracias... y es toda mía.
—Es enorme —miré el ventanal que estaba al frente el cual daba a la playa.
—Estaba en venta, así que la compré con mi sueldo —se encogió de hombros.
—Eso es maravilloso —lo miré y lo volví a abrazar.
—Tengo un cuarto especialmente para ti —me sonrió—. ¿Quieres ir a verlo?
—Me encantaría.
—Entonces vamos —me tomó de la mano y subimos las escaleras, arriba era mucho más amplio. El cuarto que se suponia iba a ser mío tenia un balcón con una vista espectacular.
—Te has sacado la lotería —miré sin poder creerlo—. Perfecta para despejar mi mente.
—¿Cuantos días te quedarás?
—Una semana, solo quiero hacer rabiar a mi jefe —reí y él solo negó con la cabeza divertido—. Deja la maleta por ahí —le dije al verlo con ella aún en las manos. Luego me senté en uno de los sofás que estaba al frente del balcón, él se sentó en el otro.
—¿Cuándo sucedió todo eso? —tomó mi brazo y empezó a ver todos los dibujos que tenía en él.
—Hace mucho tiempo... —hablé bajito, no quería saber como reaccionaría. Estaba muy serio.
—Es increíble —sonrió—. Me has ganado la idea.
—No creí que te gustaban —me sorprendí.
—Nunca me preguntaste —se encogió de hombros.
—Creo que debí haber hecho muchas cosas hace mucho tiempo —suspiré disimulada—. Pero quiero saber una cosa...
—¿Qué sucede, muñequita? —me soltó.
—¿Tú... sabes sobre... —pasé una mano por mi nuca—. Del muchacho... que está en casa con Nicol?
—La respuesta a esa pregunta es esta casa —sonrió extendiendo los brazos.
—Oh, entiendo.
—Ya era hora de volver a sentirme cómodo estando solo.
—Lo mismo digo —le dí un leve golpe en la rodilla—. ¿Tienes algo para comer? El viaje abrió mi apetito —cambié el tema al ver su rostro serio.
—Por supuesto —se levantó de su lugar y me ayudó a pararme—. Tengo ositos de goma y vodka —dijo con un tono musical al bajar las escaleras. Él sabia que eso me gustaba.
—Para que se necesitan drogas —lo seguí haciendo una especie de baile—. Ahora puedes tener todo el alcohol que quieras.
—Esa es una de las ventajas de ser soltero —abrió un mueble y sacó una bolsa grande de ositos, yo busqué el vodka del mini bar que tenia en el comedor.
—Creo que nos divertiremos muchísimo.
—De tal palo, tal astilla —besó mi frente y me entregó la fuente. Luego nos dirigimos al comedor, él se dedicaba a tomarse el vodka que quedaba en la botella.
—¿Cómo ha estado tu trabajo? —me crucé de piernas.
—Bien, tengo a un nuevo muchacho interesado en nuestros negocios —habló refiriéndose a los otros hombres que trabajaban con él.
—Espero que no sea el muchacho que pasa su tiempo entre medio de las piernas de Nicol.
—¿Podrías dejar eso un rato? —rió—. Es traumante.
—De acuerdo, pero te advierto —lo apunté con la cuchara—. Se llama Jack.
—Que milagro que no se llama así.
—¿Cómo se llama entonces?
—Andy Sherwood.
—¿Qué? —casi me ahogo.
—¿Lo conoces?
—N-No... por supuesto que no —mentí, era el nombre de mi ex novio que Alex había dicho que era un psicópata.
—Hoy lo conocerás, vendrá a casa a arreglar algunos asuntos de la empresa —tomó un trago de la botella.
—De acuerdo.
El estómago se me revolvió con solo recordarlo.
Seguimos charlando hasta que me recomendó salir e ir a ver la playa. Aún era temprano y el cielo estaba gris sin una ráfaga de calor.
Era perfecto, así que le hice caso y salí por el ventanal directo a la orilla, saqué mis zapatillas y arremangué mis jeans para poder mojar mis pies.
El viento corría con mucha suavidad, haciendo que mi cabello se desordenara. El agua estaba a temperatura templada, lo cual se sentía bien pasar por mis dedos, al igual que la arena.
No sabia con exactitud a donde iba, solo estaba caminando sin rumbo hasta el otro extremo de la playa, de un lado hacia el otro. Tratando de controlar las ansias de saber que pasaría con mi vida desde ese punto. Todo me estaba estresando y mucho más de lo que estaba cuando me encontraba en mi casa, la desesperación, la angustia, la melancolía, la depresión.
"Has borrón y cuenta nueva, olvida toda tu vida en Ohio y has algo nuevo aquí con tu padre"
—No es así de sencillo —suspiré—. No puedo huir cada vez que cometo un error.
"Pero esta vez estás con tu padre, él te enseñará todo lo que tú no sabes de ésta vida que está comenzando a ser nueva para ti"
—Suena bien, pero debo aprender de mis caídas y aprender a no pisar el mismo hoyo... —me senté en un tronco que estaba tirado en la orilla.
"¿Serias capaz de olvidar a Colby? ¿a Joe? ¿a todos tus amigos? ¿tu trabajo?"
—No, por eso quiero volver —arreglé un poco mi cabello—. Soy incapaz de olvidar aquellas cosas que me hicieron crecer muchos recuerdos.
"Vamos, aquí seras feliz"
—No y no insistas porque aquí las decisiones las tomo yo —me levanté y volví a caminar por el mismo camino que había tomado para llegar donde me encontraba, estaba oscureciendo y mi padre quería que estuviese bien presentable para ver a su "socio" de empresas. Habían pasado demasiados años, Andy siempre fue una buena persona y lo único que esperaba era que no me guardara rencor por haber terminado nuestra relación de dos años. Eramos adolescentes, estúpidos e infantiles, no sabíamos que la vida era larga y maduraríamos como todo el mundo. Solo creíamos en la palabra "para siempre"... que idiotas éramos.
Cuando volví a casa, mi padre me dijo que me cambiara de ropa así que solo le hice caso y subí a mi cuarto tratando de recordar si había traído algo elegante.
Revisé mis cosas y lo más elegante que tenía eran unos jeans ajustados negros y una camisa abotonada hasta arriba, luego recorde que mi padre usaba corbatas de moño y uno que otro par de tirantes.
—¡Papá! —le grité desde la escalera.
—¿Dime cielo?
—¿Puedo vestirme en tu cuarto?
—Eso es raro, pero ve.
Yo iré a tu cuarto.
—Gracias.
Tomé la ropa que pensaba ponerme, incluyendo los zapatos y pasé a su cuarto que estaba al frente.
Cuando me encontré allí me puse los jeans ajustados, los arremangué hasta medio tobillo y me puse unos zapatos bajos. Tomé la camisa que había traído sin mangas y la pasé por mi cuerpo, busqué en los cajones de mi padre y encontré varias corbatas de moño que él usaba, tomé la adecuada y me la puse. Recordé que él también usaba tirantes, pero no los encontré.
—¡Papá! ¿ya no usas tirantes? —le pregunté a través de la puerta.
—Están en el último cajón.
—De acuerdo —le hice caso y ahí tenía varios. Tomé los negros y los coloqué en mis jeans pero no los pasé por mis brazos, solo los deje flojos en mis caderas. Supuse que estaba lista, así que decidida fui a mi cuarto —él no se encontraba allí todavía— y arreglé un poco mi cabello, aún estaba azul pero muy pronto lo cambiaría. Maquillé mi rostro con rimel y labial, luego bajé.
—Listo —me senté en el sofá con los pies encima de la mesa de centro.
—Mm... —me miró, en eso se me ocurrió posar y él tomó una foto—. Puedes verte bien con lo que sea que se te ocurra —sonrió.
—¡Oye! Ese es mi celular —dije después de buscar en todos mis bolsillos—. Y gracias, hago lo que puedo con lo que tengo.
—Publicada.
—¿Qué? —le grité—. ¿Cómo sabes usarlo?
—Te sorprendería —me devolvió el celular—. Ya van quinientas personas en Instagram a quienes le gusta.
Cada vez me sorprendia más.
—Pero ve a cambiarte, no quiero tener que entretenerlo cuando llegue y no te encuentre.
—Vale —subió las escaleras. En el tiempo que tardaba, vi lo que había dicho y en esos votos se encontraba el de Colby. Mi corazón empezó a bombear sangre con desespero, mi pulso se aceleró y mis manos empezaron a temblar como si hubiera un terremoto en mi. Aún me sorprendía lo que provocaba aquel hombre en mi maldita existencia.
—Ya Violett, olvídalo —me repetí una y otra vez, hasta que el timbre fue tocado. No sabía si abrir o esperar a mi padre, así que no me quedó otra opción que levantarme de mi puesto.
—Yo voy —interrumpió mi padre bajando con rapidez las escaleras, me había salvado—. ¿Cómo estoy? —abrió los brazos.
—Como todo un hombre de negocios —le sonreí, me devolvió el mismo gesto y mientras me volvía a sentar velozmente él abrió la puerta.
—Hola Oliver, ¿cómo estas? —habló aquel hombre detrás de la puerta, su voz era mucho más armoniosa de lo que yo recordaba y por lo que pude notar era muy alto. Podía verle el cabello rubio.
—Hola Andy —estrechó su mano—. Muy bien, ¿y tú?
—Bien, gracias.
Pasó por al lado de mi padre al instante en que él se lo permitía, lo primero que pude ver fue que andaba con traje. Cuando me vio, por instinto me puse de pie. Me sonrió. Sabía que aun me recordaba.
—Andy, ella es mi hija —le hizo un ademán hacia mi.
—Violett —hablé esta vez presentándome—. Es un gusto conocer al hombre que mi padre no ha dejado de hablar toda la tarde —me acerqué lentamente.
—El gusto es mío —besó mi mejilla con una lentitud que solo él sabia disimularla, aparte de oler muy bien—. Espero no te halla contado todo.
—Solo lo necesario —asentí—. ¿Quieres algo de beber?
—No hay manera de negar tan sutil sugerencia —me guiñó un ojo y miró a mi padre quien estaba encantado con la situación. Al ver aquello solo procedí a acercarme al mini bar que mi padre tenía en un costado, serví dos vasos de whisky y fui a entregárselos.
—Cielo, como le vas a servir esto a Andy —me reclamó mi padre.
—No, Oliver déjalo —me recibió el vaso—. De hecho, es mi favorito.
—De acuerdo —dijo sin más y lo bebió. Luego ambos se sentaron en el sofá a platicar de sus finanzas.
En eso yo salí por el ventanal y me senté en una mesa que mi padre había sacado afuera, no sabía cual había sido la razón pero era perfecta para una noche estrellada y alumbrada con la perfecta luna. En silencio me quedé viendo mi celular, Alex estaba en línea y aún insistía que me cuidara.
—¿Dónde estás?
—En casa de mi padre.
—Pero que... ¿qué diablos haces tan lejos?
—Necesitaba un tiempo a solas, eso es todo.
—Sabes que Andy anda suelto.
—Lo se, esta en casa con mi padre.
—¡¿QUÉ HACE ÉL AHÍ?!
—No me grites, yo te mando una foto.
Puse la cámara mirando hacia él y con lo poco y nada que se podía ver le tomé una foto.
—No te dejes engañar, las peores personas usan trajes.
—Creo en tus palabras, tampoco me arriesgaré a saber mucho más de él.
—Eso es, haces lo correcto.
—Volveré en una semana para que estés enterada.
—Eso es mucho tiempo, no creo estar tranquila.
—No sucederá nada, te lo prometo.
—De acuerdo, te quiero. Nos vemos hasta entonces.
—Hasta entonces, también te quiero xx.
Y ahí acabó la conversación, mi celular estaba quedando sin batería y no quería interrumpir e ir a mi cuarto, a mi padre le molestaba eso. Solo podía quedarme aquí afuera disfrutando de la vista.
—Ha pasado tanto tiempo —escuché la voz de aquel hombre. Giré mi rostro y Andy estaba apoyado en el marco del ventanal.
—Así es, tú no has cambiado en nada —le sonreí de lado.
—Gracias, es un buen... ¿cumplido? —rió frunciendo el ceño, a él no le gustaba como era y deseaba muchísimo que la fase de la adolescencia le pasara por encima—. Pero tú sigues siendo igual de hermosa que la primera vez que nos conocimos —dio unos pasos fuera de casa.
—No mientas —quité el cabello de mi rostro.
—No sería capaz de mentirte con este tipo de cosas... Violett.
—Siempre te gustó jugar y hacer bromas, ¿por qué debería creerte ahora?
—Porque no me estoy riendo —metió las manos a sus bolsillos.
—Lo intentaré —humedecí mis labios, el viento estaba corriendo bastante fuerte.
—No deberías, solo hazlo —respondió y camino de vuelta a dentro, se habían escuchado algunos pasos en las escaleras—. ¿Me permitirías algo? —preguntó antes de entrar.
—Dime.
—¿Me permitirías venir cada día a verte y recordar aquellos momentos de adolescentes? —pasó una mano por su cabello, era tan brillante.
—No hay problema.
—Gracias.
Volvió a entrar para sentarse y esperar a mi padre que esta vez venía bajando las escaleras.
Cuando acabó la noche, podía escuchar a mi padre sentirse como una colegiala. No sabía que le veía a ese hombre para sentirse tan emocionado de que lo conociera.
—¿Qué te pareció? —me acompañó a mi cuarto.
—Es agradable —le reste importancia—. ¿Cómo llegaste a conocerlo?
—Un día como cualquier otro, él llegó a la empresa siendo aún un muchacho —se apoyó en el umbral—. Y con el transcurso del tiempo se convirtió en un hombre de negocios.
—Oh, ¿así que no fue como todos los casos, de un hombre adinerado en busca de un buen negocio? —me hice una trenza.
—No, él ya es prácticamente de la familia —habló refiriéndose a sus otros compañeros.
—Mm... es bueno saberlo.
—Que descanses —dijo al ver que me quitaba la corbata de moño.
—Igual tú.
Luego de eso salió de mi cuarto, pero lo que más se me hacía raro era que Andy no le había comentado de que vendría cada día y no a verlo a él...
Me lo había pedido igual que un vampiro para tener acceso a una casa sin haber sido invitado todavía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro