¿Adicto al sexo?
Capítulo 6.
La semana había transcurrido bastante tranquila desde aquel incidente con Colby, cumplí mi palabra y al día siguiente fui a la WWE a la misma hora del día anterior para encontrarme con Jon y pedirle si podía ser mi entrenador. Claro, sentí vergüenza ya que Reigns se encontraba a su lado, pero para mi suerte, él miró al samoano y luego a mi, aceptó con entusiasmo.
Los días se habían hecho agotadores pero como había dicho anteriormente, él no era alguien serio, así que hizo los entrenamientos más divertidos y me dejaba con más alegría al saber que al día siguiente tenía que verlo. No es por el hecho de que me atraía, sino que hacía desaparecer mis problemas un par de horas o el tiempo necesario.
Ahora Jon, Joe y yo nos encontrábamos en un sector del gimnasio, me estaba enseñando algunos golpes que él se sabía por si me encontraba en aprietos y estaba a punto de rendirme, pero no lo había hecho de la forma adecuada y me había lastimado.
—¿Estás bien? —preguntó adentrándose al ring lo más rápido que pudo.
—Creo que me lastimé.
Mordí mi labio agarrando mi tobillo.
—¿Duele mucho?
—Como el demonio —respondí con los dientes apretados. Jon le hizo unas señas a Joe ahí parado y este me tomó en brazos para sacarme del ring y sentarme en una silla.
—Dime cuando duela —pidió Joe y pasó sus dedos delicadamente por mi tobillo.
—¡Auh! —hice una mueca. Dolía completamente.
Luego de varios segundos, volvió Jon con el paramedico que los atendía a ellos. Éste examinó mi tobillo y lo movió ligeramente, pero me quejé en cada momento. Hace mucho no me lastimaba y desconocía que doliera tanto.
—Solo fue una pisada mal dada, no es nada grave —informó y los miró a ambos—. ¿Quién es el novio?
—Eh... —iba a hablar cuando sentí el calor inundar mi cara y el "eh" se extendió por varios segundos.
—Yo —me interrumpió Jon acercándose a mi para besar mi frente completamente serio.
—Bien —dijo el paramédico. Pude sentir que Jon lo había intimidado—. Procura que use unas vendas en su tobillo por un par de días, no dejes que haga ejercicios bruscos o se esfuerce demasiado. ¿De acuerdo?
—No te preocupes —le respondió al muchacho—. Está en buenas manos.
—¿Pero puede caminar? —le preguntó Joe desde atrás.
—Eso hay que verlo ahora.
Tomó mi mano para pararme. Al no estar bien agarrada, pasó su mano por mi cintura. Me esforcé en dar un paso pero me costó, a medida que caminaba cortos tramos de la sala se sentía mejor, o eso creía.
—Está todo bien —confirmó y me dejó en brazos de Jon.
—Gracias.
—No es nada —tomó sus cosas... pero se detuvo y lo miró—. No es por ser interesado, pero ¿tú no andabas con Renee Young?
—Sin comentarios, mis amoríos no deberían ser del interés tuyo —respondió tajante. Él asintió varias veces y se fue con una mirada de haberse sentido avergonzado. Nadie lo mandaba a hacer esas preguntas en todo caso.
—Estás loco —dijo Joe una vez que nos encontramos solos.
—Alguien debía ponerlo en su lugar.
—Tienes novia.
—Pero eso no implica que quiera ayudar a una amiga.
—¿Qué pensará ella cuando ese muchacho le comente sobre "sin comentarios"? —enfatizó con los dedos.
—Le explicaré y ella entenderá, no es tan inmadura —se encogió de hombros.
—Bueno...
—Ya verás que comprenderá —aseguró y se acercó a sus cosas. Sacó una venda para ponerla delicadamente en mi tobillo.
—¿Siempre discuten? —intervine.
—Lo siento —dijeron al unísono.
—No se preocupen tanto, cuando llegue el momento será la hora de hacerlo, antes no —dije lo que pensaba—. Será problema para el Jonathan del futuro.
—¿Cierto? —preguntó sintiéndose apoyado por mi—. Bueno ya, olvidemos el tema, es la mitad de la semana. ¿Quieren ir a tomar algo?
—Yo me apunto —Joe levantó la mano.
—Igual —apoyé la moción y di un pequeño salto con un solo pie tratando de chocar su mano pero era bastante alto que provocó que ambos rieran de mi intento fallido.
—Ahora si, cariño —dijo y la bajó a mi altura.
—Oye, no seas un bravucón —me quejé y golpeé su palma—. Esperen, me cambio y nos vamos.
Tomé mis cosas y me dirigí al probador de mujeres. Todo estaba bien hasta que la imagen del rostro de Lopez se apareció fugazmente por mi cabeza.
Cerré los ojos sacando la imagen y quité mi camiseta sudada. La puerta se abrió de golpe haciendo que me sobresaltara. Lo primero que vi fue ese rastro de mechón rubio.
—Debes estar bromeando —suspiré agobiada—. ¿Qué haces aquí? —grité bajito.
—Te necesitaba —se acercó a medida que yo caminaba en reversa. Terminé estando entre la espada y la pared. Y de espada me refería a aquello que me tenia a su merced...
—No seas hipócrita.
—No lo soy —acarició mi mandíbula delicadamente.
—Lo siento, pero me están esperando —avisé y alejé su mano. Me agarró de la cintura pegando mi espalda a su pecho cuando vio que mi idea era salir y dejarlo solo.
—No, no, no —chasqueó la lengua, estaba relajado y eso me molestaba—. Recuerda las reglas —susurró en mi oído y mordió mi lóbulo, él sabía que ese era uno de mis puntos débiles.
—M...mierda... —jadeé, su lengua estaba ardiendo. Tiré mi trasero hacia atrás chocando con su parte íntima por inercia.
—Sabes hacer lo correcto —susurró y dejó besos en mi cuello—. Me gusta —pasó su lengua quemando drásticamente mi piel.
—¿Por qué acepté esto? —pregunté dejándome llevar por la excitación.
Me giró con un poco de fuerza bruta sin responder mi pregunta. Agarró fuertemente mi parte trasera y me pegó mas a su cuerpo atacando contra mis labios, extrañaba su sabor, no lo podía negar. Y la forma en que sabía usar esa lengua. Es que a este hombre no se le puede negar nada.
Su mano bajó mi short lentamente por mis caderas, hasta que lo sentí en los tobillos, sin darme cuenta, los había bajado con todo a su paso dejándome expuesta. Los saqué de mi cuerpo y los dejé al rincón.
—Bájalos —susurró al instante que ponía mis manos en sus caderas—. Sé que lo deseas —mordió mi labio inferior. En parte si, desde el primer momento que lo vi en televisión, son tan ajustados. Estrechamente pude bajarlos, observando unos segundos sus sensuales boxers. Su erecta masculinidad se asomó de golpe cuando los bajé y como estúpida dirigí mi mano a aquella zona—. Mm... —gimió bajito al pasar mi mano de arriba hacia abajo, al darme cuenta como se ponía, moví mi mano mas rápido provocando que arqueara la espalda y cerrara los ojos. Escupí en mi mano y eso ayudó a lubricarlo.
—¿Así lo hago bien? —pregunté. Suavemente bajé hasta quedar a su altura y acerqué mi boca babeando. Lamí la punta. Su garganta dio un sonido bastante agudo apoyándose en la pared.
—S-Si —contestó y mordió su labio conteniendo la compostura. Di una pequeña risa y seguí tentando su cuerpo con solo pasar mi lengua, dando círculos sin dejar de mover mis dedos—. Aghh...
Sus piernas flaquearon.
Succioné lo más fuerte que pude hasta dejarlo rojo, él sólo agarró mi cabello un poco brusco y metió su miembro más a mi boca, traté de no ahogarme y seguirle el ritmo.
—Ah... —seguía gimiendo libremente.
Enrollaba mi lengua por todo su miembro y lo succionaba, tenía un sabor salado pero agradable. Lo sacaba incontables veces de mi boca y lo volvía a meter rápidamente, con la otra mano tocaba sus testículos y eso lo hacia arquear la espalda aún más. Literal.. lo tenía en mi poder.
De repente sentí que sus músculos se tensaron, le daban unos cuantos espasmos musculares y las piernas le temblaban, succioné fuertemente mientras él se venía en mi boca soltando un gemido bajito. Con una intensidad de haberlo deseado desde hace mucho tiempo. Traté de tragarlo todo en cada chorro que pasaba por mi garganta pero de todos modos me ahogé y él acarició mi cabeza. Como pude me paré, me puse de nuevo el short.
Tomó mis muñecas y me pegó nuevamente a la pared.
—¿Piensas escapar? —preguntó y rozó mi nariz.
—Ya acabé contigo, ya tienes lo que querías —le dije y junté fuerzas para empujarlo pero estaba demasiado rígido.
—Yo no contigo —declaró y me besó, se lo devolví haciendo que él mismo se probara. Debido a eso, me besó mas profundo. También mordió mi labio inferior con rudeza, podía sentir un poco de sangre mezclarse con mi saliva.
Miró a un costado y tomó mi camiseta, lo miré confundida y él sólo tomó mis muñecas para amarrarlas.
—Sí no eres una niña buena por las buenas, lo haré a las malas —me retó y se pasó entre mis brazos de una manera como si estuviera abrazandolo por el cuello, pero con amarras.
—¿Te molesta si mejor no digo nada? —le pregunté y le sonreí sarcástica.
—Arruinas mi deseo de poder —respondió.
Me tomó de la cintura y subió mis piernas a sus caderas—. Esta pose será tu favorita.
—No estes tan seguro —dije alzando una ceja—. A veces la posición no es el problema y lo es la verga.
—Cállate —ordenó mientras hacía algo con sus manos ignorando de que se trataba porque no podía ver y antes de que dijera otra palabra más, al ver cómo tomaba aire, fue introduciéndose lentamente mirándome. En vez de decir algo con el aire que había agarrado lo fui soltando lentamente en un gemido. Apreté su cabello desde su nuca—. Quien es tu papi.
—Shhh... —le hice yo esta vez cerca de la boca.
Mis ojos aunque chiquitos, no dejaban de mirarlo y él no dejaba de morder su labio mientras movía mi cuerpo a su antojo. Nuestros cuerpos chocaban y eso hacía que más cachonda me pusiera.
Cada vez que me cogía me recorría un sentimiento entre anhelo y desespero porque lo extrañaba... y no lo entendía. Pero lo extrañaba como la mierda.
El hecho de no tenerlo cerca jodiendome. Mi interior se sentía completo cuando me buscaba.
—También te necesitaba... —gimoteé al instante que besaba su cuello, olía condenadamente bien y su piel era muy suave.
Cada vez me golpeaba mas fuerte contra su pecho, estaba caliente y resbaladizo por el sudor, me encantaba sentir su cuerpo marcado. Tanto así que quería rasguñar su espalda pero era imposible.
Sus embestidas hacían que diera saltos encima de él y provocara que mis pechos se movieran, ya no sabía como mantener mis piernas para sentirlo más en mi, hasta que él se sentó en el banquillo que se encontraba a un rincón del estrecho probador. Tiré mi rostro hacia atrás, eso se sentía maravilloso.
—Muévete para mi —ordenó y atrapó mis gluteos en ambas manos apretándolos fuertemente—. Si, así... —mordió su labio al momento que empezaba a moverme de adelante hacia atrás—. Vamos, tú puedes darme más —ordenó otra vez y atrapó mis labios. Luego fue bajando por toda mi mandíbula. A su vez, yo le daba lo que él pedía, nunca me había encontrado en algo tan peligroso y a la vez excitante.
—No bajes —ordené yo esta vez y como pude apreté su cabello ya desordenado.
—¿Por qué no? ¿Qué harás al respecto?
—Dejar de hacerte sentir así —me frené.
—No te atreverías —se burló y mordió parte de mi cuello. No me moví. Así como yo le hacía caso a él, él debía hacerme caso a mi cuando le pedía algo. Lo quería mirándome a los ojos, mirar cómo acababa, no metido en mis pechos—. Oh, vamos —se quejó y tomó mi cintura. Volvió a subir a mi boca. Rodé los ojos y me dispuse a dar saltos mientras me besaba, iban al compás de las embestidas.
Hasta que llegamos al clímax, soltamos un gemido y me desplomé en su pecho.
—Tengo que salir —dije.
—De acuerdo —respondió, sacó mis manos y las desamarró, mis muñecas estaban rojas—. ¿Nos vemos esta tarde?
—No le pongas fecha y hora, todo pasará... cuando tenga que pasar —respondí y me cambié de ropa.
—No tengas miedo de buscarme —pidió mientras se sacaba el condon. Eso había hecho antes de cogerme. Agradecía su preocupación.
—¿Quién dice que lo tengo?
—La forma de estar acomplejada y no saber como desahogarte.
Pegó mi espalda a su cuerpo mientras nos mirabamos en el espejo, las yemas de sus dedos hacían que mi piel se erizara al simple contacto en mi estómago.
—No te preocupes, sé que eres adicta al sexo al igual que yo —comentó mirando mis ojos por el espejo, sus ojos eran muy oscuros. Me abrazó por la cintura y lamió mi cuello.
—No —susurré en respuesta mirando el espejo un punto fijo.
Pero no me escuchó.
—Nos vemos —se despidió y salió del probador con una sonrisa arrogante. Maldito idiota.
Antes de salir decidí observar cada detalle de mi cuerpo y ver si tenía algo fuera de lugar. Por suerte, ese idiota no me dejó nada. Acomodé mi pantalón cuando me cambié y salí en busca de los chicos.
—¿Qué hacías? ¿tomabas una ducha? —preguntó Joe impaciente por nuestros planes.
—Lo siento, mi tobillo estuvo teniendo algunas complicaciones, pero ya puedo caminar otra vez —mentí.
—De acuerdo, no te preocupes —me agarró del brazo pegándome en un abrazo a medias—. ¿Por qué hueles a hombre?
—Eh, y-yo... en el camino me encontré con... ¡Randal! Si, él —respondí con cambios de tonos. Mis manos estaban sudando.
—¿Orton? —levantó una ceja.
—Si... Seh... me dio un abrazo... le conté de mi tobillo —balbuceé otra vez y me encogí de hombros. Odio mentirles, pero de que Randy estaba cambiándose en los probadores, eso si era verdad.
—¿El gran Randy Orton preocupado? —preguntó incrédulo con una estrepitosa risa—. ¿Estaba drogado no es así?
—Sé como era antes —rodé los ojos—. Pero yo puedo hacer cambiar notoriamente a la gente.
—Cuando lo vea, lo creeré.
—¿Me estás retando?
—Se puede decir que si —me sacó la lengua—. Si logras sacarte una foto con él, de la forma mas cariñosa posible, te tendré respeto.
—Eso es casi imposible —reaccionó Jon de repente—. Eres cruel, ¿lo sabes? —río.
—No, yo puedo —me paré al frente de ambos, eran tan altos que tuve que mirar hacía arriba—. Trato —estiré la mano.
—Aún no acabo, hermosa —se acercó a mi a una distancia muy corta de mi rostro—. Antes de tu entrada triunfal en SmackDown.
—¡Agh, Yo...! ¡Eres un...! —exclamé dejando todas las frases a medias y apreté los labios, no podía decir ninguna palabra coherente—. De acuerdo —volví a estirar la mano.
—¿Y qué pasa con el perdedor? —hizo una buena pregunta Jon.
—Tú decidirás eso hermano —le respondió Joe, él solo asintió. Luego estrechó mi mano.
—Bueno, dejémonos de infantería y vámonos a lo prometidos.
—Si, Jon. Iremos a beber algo —reí, siempre le gustaba tomar luego del trabajo.
—¡No puede ser! —grité y reí. Estábamos entrando en confianza y Jon ya estaba algo pasado de copas—. ¿En realidad hiciste eso?
—¡Si! —río y siguió tomando—. Sólo era un niño inocente y precoz.
—Te comprendo —le regalé una sonrisa—. Una vez me encerré en mi cuarto con cigarros y alcohol mientras mi madre gemia como loca cogiendo con mi padre —tomé un sorbo—. La mejor noche para mi.
—¿Qué? ¿Por escuchar a tus padres? —levantó una ceja divertido. Estábamos realmente traumados si nos reíamos de estas cosas.
—¡No! —exclamé y reí—. Desde aquella noche nada fue igual.
—Claro, quien no se trauma.
—¡Que no fue por eso! —grité por tercera vez, él sólo carcajeó, me estaba tomando el pelo.
—Cuando necesites desahogarte, solo llámame —le pidió otro trago al barman con la mano mientras me decía eso—.Yo llevaré lo necesario y nos encerraremos en el cuarto...
—Gracias —respondí y acabé mi vaso de un solo sorbo—. Y después se todo esto, ¿qué hora es?
—Las doce en punto —hizo una mueca—. ¿A qué hora se fue Joe?
—A las once y media —respondí y observé como tomaba—. Tuvo un problema con su hija, era urgente.
—Ah —asintió varias veces.
—Creo que es hora de irnos, estás algo intoxicado y mañana tienes que estar fresco como una lechuga para que actúes como mi entrenador —me paré y estiré la mano para que la tomará.
—¿Por qué siempre hablas de mi? ¿Qué hay de ti? —cuestionó y la tomó. Lo impulsé y salimos de allí, de alguna manera no quería que los alcohólicos de ahí me miraran.
—No tengo nada que contar —me encogí de hombros.
—¿O si lo hay pero no quieres contarme? —preguntó y abrió la puerta de su auto para dejarme subir. Luego se dirigió al asiento del conductor.
—No, claro que no... —susurré—. Solo, no soy interesante.
—No te creo —chasqueó la lengua.
—¿Por qué?
—Hemos hablado toda la noche y lo que me has contado es interesante.
—Solo improvisaba.
—No busques más excusas, Violett.
—No las busco, soy así.
—Sé que no y algún día te decifraré.
—Inténtalo, te decepcionarás —me crucé de brazos.
—No te pongas así —acarició mi rodilla en consuelo—. No tengas temor de ser considerada en este mundo, todos tenemos ese algo que nos caracteriza y nos hace interesantes —me miró—. Y yo quiero conocer el tuyo.
—Yo...
—Prometo no alejarme de ti aún conociendo al último de tus demonios —declaró. Su mirada transmitía verdad con algo de compasión.
Jonathan... Jonathan estaba cautivando mi corazón poco a poco. Él sabía lo que estaba haciendo. Pero yo quizás estaba confundiendo sentimientos.
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